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Mi adorado Sr. Sebastian

en Fantasías Eróticas

MI ADORADO SR. SEBASTIAN

Me presentaré. Llamadme Srta. Pride. Tengo 30ytantos años, soy secretaria profesional, y fue la falta de trabajo y mi divorcio lo que me llevó a entrar y salir de los despachos de grandes oficinas en busca de sustento para mí. Y fue en esa búsqueda cuando conocí a mi tormento, mi adoración, mi amor, mi veneración…el Sr. Sebastian.

Tres meses estuve de un lado para otro, pero siempre me decían eso de "estudiaremos su solicitud" o "creemos que está demasiado preparada", pero yo sabía que era por mi edad, que de aquella tenía 30 años recién cumplidos. Pensarás, querido lector, que 30 años no son motivo suficiente para excluirme, pero en ese mundo, con 30 ya eres una vieja, un estorbo. Muchas lágrimas solté por tanto rechazo, además de cómo me miraban: ellos como un posible polvo casual, y ellas como un mueble viejo que es mejor triturar. Llegué a un punto en que no pude más, y me derrumbé. Fue en ese momento cuando vi en mi lista de opciones, que quedaban tres empresas por mirar, y decidida a seguir hasta el final, volví a recomponerme. Fue en la primera donde ocurrió.

Como tantas otras, me presenté a las pruebas. Era una firme dedicada al negocio de la importación/exportación de vehículos de lujo. No muy famosa pero de recursos. Estaba en la sala de espera, sintiéndome observada por las demás, inspeccionada, y de vez en cuando podía oírlas cuchichear "¿cómo se atreve a presentarse?", "debería estar en un asilo". Casi me derrumbé otra vez, cuando me llamaron. Mi entrevistador era el propio jefe, que miraba mi currículum mientras yo temblaba como un flan.

-Veo que ya tiene experiencia-me dijo minutos después de un incómodo silencio-. Mecanografía, algo de taquigrafía, cuatro idiomas…hacen falta cinco para este puesto, ¿lo sabía?. Le falta alemán.

-No, no lo sabía. Lo lamento.

-Está bien-me dijo-, no pasa nada. ¿Es Sra. O Srta.?.

-Srta., Srta. Pride. Mi matrimonio no ha durado demasiado.

-Créame que lo lamento. Déme un par de segundos para reflexionar.

-Si le sirve, ya hice prácticas de alemán, pero no son gran cosa…

-Por favor, no intente impresionarme-me advirtió-. Nada detesto más que las lameculos y pelotas.

-Lo lamento. Discúlpeme.

El Sr. Sebastian giró su sillón, dándome la espalda, y mirando por las ventanas, que cubrían toda la fachada exterior, hacia la calle. Estaba presa de un ataque. Si volvían a rechazarme, ya estaba pensando en cortarme las venas o algo así. El ruido de su silla al girar de nuevo me sacó de mis pensamientos.

-De acuerdo. Bienvenida a bordo. Arriesgo mucho con esto, así que procure no defraudarme, Srta. Pride. Comienza mañana por la mañana a primera hora.

-Le prometo que no le defraudaré-dije entusiasmada-. Si hace falta aprenderé alemán y lo que sea. Cumpliré…

-Vuelvo a insistir, Srta. Pride. No intente impresionarme. Por cierto, como secretaría personal mía y asistente, deberá organizar mi agenda, atender mis llamadas, preparar comidas y cenas de negocios, cancelar citas y todo eso. ¿Sabrá hacerlo?.

-He tenido tres jefes anteriores que pueden darle excelentes referencias de mí. Créame cuando le digo que puedo hacer eso con los ojos cerrados.

-Más le vale. Bienvenida a nuestra empresa.

Nos estrechamos las manos y salí sonriendo, más satisfecha que nunca. Llegué a casa y casi me puse a bailar por las paredes de la alegría. Cuando recobré el aliento, me di cuenta de que en toda la entrevista, el Sr. Sebastian fue siempre muy amable, lejos de otras entrevistas con falsas apariencias. Un tono muy suave y siempre procurando no levantar la voz. No era el típico ejecutivo que he conocido, malhumorado, altivo y a veces grosero. Me fui a dormir muy temprano, para poder empezar con buen pie a la mañana siguiente. Quería que todo saliera bien.

En los seis meses siguientes que precedieron a mi incorporación a la firma, el Sr. Sebastian y yo mantuvimos una relación típica de jefe/secretaria. Yo siempre llevaba su agenda en mano, tachando reuniones, o apuntándolas, organizando comidas o cenas a la que asistí con él en muchas ocasiones, y también aprendiendo alemán en mis ratos libres para compensar lo que me faltaba. Desde luego me encontraba en el mejor momento de mi vida, pero algo en mi interior, desde aquella primera entrevista, había surgido. Fue como una sacudida, muy suave al principio, que fue cobrando fuerza después. Algo que no podía evitar, ni quería: mi fijación en mi jefe(como tantas otras, supongo). No podía quitármelo de la cabeza, y muchas veces despertaba en sudores tras haber soñado con él. Con las amigas que hice en el trabajo, cuando íbamos a tomar el café de la mañana, comentábamos las diferencias entre jefes y bromeábamos un poco(por cierto que en el trabajo solíamos llamarnos por apellido).

-¿Qué tal vas con tu Sr. Sebastian, Pride?, ¿ya te lo tiras?.

-Muy bien Nelligan-respondí-. El Señor Amabilidad siempre está muy a la altura, siempre-ironicé-. Es un amante consumado.

-Nada comparado a mi Sr. "Tres piernas" Mahoney. Es un toro salvaje.

Todas comenzamos a reírnos por la broma de la Srta. Morris. Lo cierto es que ella no bromeaba, pero yo era la única en saberlo.

-¿Y tu Finch?. ¿Cuántos han caído en la comida de las ocho?.

-Veamos-dijo moviendo los dedos como si contara-…creo que han sido cinco. Solo dos me han hecho gozar de verdad, el resto son pasables, pero ha sido muy bueno.

Hubo más risas. No siempre estábamos hablando en ese tono, pero a veces era la única manera de aliviar la tensión. Si bien a veces alguna confidencia se soltaba, casi siempre era casual. Por fortuna no cometí ese error, y siempre guardé silencio, pero lo cierto es que ya no podía contener más las ganas de sentarme en el regazo del Sr. Sebastian. Mi devoción alcanzaba cotas que a veces me sorprendía a mí misma, pero es que él mismo era sorprendente. El tono de amabilidad y delicadeza que mostró en mi entrevista lo mostraba siempre, incluso en reuniones que a veces eran muy tensas, algo impropio de un mundo como éste, donde son los más agresivos los que consiguen su objetivo. Finalmente, una calurosa tarde de Junio, aquello estalló. Me había llamado para concertar una reunión, y llevé la agenda conmigo, pero estaba tan nerviosa, que me cayó al suelo. Mis manos eran de mantequilla en ese momento.

-Tenga cuidado Srta. Pride. Esa agenda es muy valiosa.

-Lo siento Sr. Sebastian. Es este calor, es agobiante.

-Y el aire acondicionado no funciona-me dijo-. Hay que hacer lo que reparen.

-Yo me encargaré, Sr. Sebastian. Yo me…encargaré…

Antes de que pudiera saber que había pasado, me había pegado a él y le estaba besando. Le cogí desprevenido, y esa fue mi mejor baza. En su confusión, tomé el control y le hice olvidar las reglas o las consecuencias de nuestros actos. Solo le besaba, fogosamente, apasionada, deleitándome con su lengua. Llevé sus manos a mi chaqueta y comenzó a desbrochármela, junto con la camisa, sin quitármelas. Me sobó a gusto, me excitaba sin parar con sus manoseos. Subí mi falda hasta las caderas y llevé su mano a mi entrepierna. Comenzó a explorarme con ganas, buscando mi fuente de placer, que ya empezaba a mojarse, y mi calentura ya no daba más de sí. Me arrodillé y le desabroché el pantalón, se lo abrí y me maravillé con aquel mástil en alza, que devoré con unas ganas retenidas que me estaban llevando a la locura. Por fin estaba realizando mis deseos ocultos. Deseaba a aquel hombre, y no iba a irme de allí sin conseguirlo. De repente, sentí un portazo, y me asusté. Por suerte, estaba oculta por la mesa del Sr. Sebastian, quien se recompuso en un santiamén.

-¿Qué desea Srta. Morris?.

-Venía a decirle que la junta directiva va a reunirse dentro de dos días. Esperaba encontrar a la Srta. Pride aquí.

-Ha ido a un recado. Gracias por su aviso. Por favor cierre al salir.

Con expresión extraña(o al menos eso creo), la Srta. Morris cerró la puerta y yo seguí devorando aquella ardiente barra de pan, que ya estaba a plena potencia. Deslizando mi tanga a un lado, me senté sobre él, que tras unas incursiones dentro de mí, me sentó, clavándome totalmente entre sus piernas. Me estremecí totalmente, por los cuatro costados de mi ser. Mi mentón temblaba del placer de tenerle dentro de mí.

-Srta. Pride esto no es normal…no debemos hacerlo…

-Calle y disfrute…disfrute…mmmmmmmm…Sr. Sebastian…síiiiii….

-Por favor Srta. Pride…

-Llámeme Maddie…Madeleine…devóreme…cómame todaaaaaa…

-Ya no puedo más…es usted maravillosa, sensacional…llámeme Arthur…

-Oooooooooooh síiiiiiii…tómeme Arthur…tómemeeeeee...mmmmmmm…

-Sí, la siento toda mojada…es una delicia…aaaaaah…aaaaaahh…aaaaaaah…

Me agarró con firmezas mientras me clavaba con su columna de fuego. Allí en aquel sillón le hice mío, me devoraba entre oleadas de lujuria incontenible. Metió su cara entre mis pechos y su lengua me los empapaba a la vez que los devoraba, sentía, pellizcaba, mordisqueaba. Mi cuerpo entero vibraba con cada bombeo que me hacía, con cada movimiento. Me cogió de la cintura y me manejó como una muñeca, dándome más fuerte, más salvaje. Me sentía fundirme en manos.

-Vamos Sr. Sebastian…ya lo siento…ya me vieneeeee…lo gozoooo…

-Espere un momento…yo también…estoy a punto…ya me vieneeee…

-Mmmmm…me parte en dos…me destrozaaaaa…no pareeeee…

-Ahora, ¡ahora!...ya está…mmmmm…ooooooh….¡¡OOOOOOOOOOHH!!...

-Me viene…¡¡me vieneeeeee!!...¡¡MMMMMMM!!...¡¡AAAAAAAAAAA!!...

Un estallido de placer nos sacudió, me hundí totalmente entre sus piernas, me abrazó y quedamos en estado de conmoción. Su expresión de placer me hizo disfrutar aun más, y volví a besarle. Esta vez él también correspondió.

-Lo necesito…lo necesito de nuevo-me dijo-…ha pasado tanto…

-Póngame en la mesa…en la mesa…tómeme de nuevo…

Tiró papeles y todo al suelo, me echó sobre ella, y volvió a bombearme, está vez con un deseo que me inundó por completo. Se curvó para tenerme bajo él y me agarré con fuerza. Abrí más mis piernas y se hundió más dentro de mí, hincándome de su hombría, llevándome de nuevo al cielo del placer. Por aquel pequeño tiempo nos perdimos en nuestro propio mundo, dejándonos llevar. Fue algo maravilloso, y tras volver a estallar juntos, le acaricié la frente, la cara, le llené de pequeños besos.

Me recompuse como pude, y durante el resto del día, no dejé de pensar en otra cosa. Aquel encuentro llenó mis noches durante varios días, y me sorprendió de que no me despidiera. Luego, días después, me llamó a solas y habló conmigo de lo ocurrido, diciendo que había sido por el calor y todo eso, pero antes de percibirlo ya me tenía de nuevo toda para él, y esta vez incluso me lo hizo por el culo, algo que nunca me habían hecho. Después de aquello, nuestros encuentros se hicieron algo más frecuentes, sin llegar a una verdadera relación amorosa.

Con el tiempo, comenzamos a contarnos algo de nuestras vidas, y supe la razón de su eterna serenidad y amabilidad: la muerte de su novia, en su época de universidad, cuando conducían, ya que estaban discutiendo muy acaloradamente según me dijo, y fue el enfadarse lo que provocó que no mirasen la carretera. Yo por mi parte le conté la razón de mi divorcio: encontré a mi marido follando con mi propia hermana en mi casa, y los eché a los dos, sin más. Así, poco a poco, el Sr. Sebastian y yo hemos ido teniendo una relación más íntima entre nosotros, medio profesional, medio personal. Sé que no pasará a más, pero tampoco a menos. Le adoro, le quiero, le necesito, y cada vez que me posee me siento suya por completo, devota de él, sabiendo que nada en el mundo podrá separarnos jamás…

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