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Severus Snape: biografía y secretos

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SEVERUS SNAPE: BIOGRAFÍA Y SECRETOS

(ADVERTENCIA: Este análisis desvela los principales detalles sobre la saga de Harry Potter. Aquellos que no la hayan leído y deseen ser sorprendidos por ella en sus siete novelas, por favor abstenerse de seguir leyendo. El que avisa no es traidor)

            “Era un profesor delgado de piel cetrina, nariz ganchuda y pelo grasiento y negro que le caía hasta los hombros”. (Harry Potter Y La Cámara Secreta, Pag. 72)

De todos los personajes que pululan por el fascinante y archiconocido universo creado por Joanne Kathleen Rowling y que vagan por sitios como el Caldero Chorreante (un bar exclusivo para gente mágica), el Callejón Diagon (en donde los jóvenes magos compran sus túnicas de brillantes colores, sus escobas para volar, sus mascotas y sus varitas mágicas), el banco Gringotts (donde el dinero de los magos es custodiado por los huraños duendes), la aldea de Hogsmeade (habitada enteramente por magos y brujas) o más notoriamente el castillo Hogwarts de magia y hechicería (que los meros mortales no mágicos o muggles solo ven desde fuera como un castillo viejo y casi derruido con un cartel de “Cuidado, castillo en ruinas”), ninguno es tan atractivo a todos los niveles como este intrigante personaje envuelto en el más absoluto de los misterios. Desde su primera aparición en Harry Potter Y La Piedra Filosofal quedó bien claro que éste sería, con diferencia, la perita en dulce del relato. Y es que es casi imposible resistirse al perturbador magnetismo que produce el siniestro Severus Snape.

En su primera aparición Snape no pudo quedar mejor retratado por la mente de Rowling: alto y con una casi extrema delgadez, lacio pelo negro en mechones cayéndole a ambos lados de la cabeza, negra ropa raída cubriéndole por completo, nariz con forma de gancho y poseedor también de unos oscuros y penetrantes ojos que insuflan el miedo en los pupilos que tiene a su cargo. En otras palabras: un auténtico villano en toda regla. Para añadir más leña al fuego, en su primera aparición en escena Snape se dedica por entero a humillar a Harry Potter ante toda la clase, echando un gran jarro de agua fría sobre el joven aspirante a mago y de paso demostrándole que no todos lo tenían puesto en un altar como hasta ese momento él había visto. En esta escena el único satisfecho con la humillación es Draco Malfoy, un personaje clave de los relatos por ser el eterno rival de Potter en Hogwarts además de ser el protegido personal de Snape, por quien éste siente una especial adoración y con quien comparte una cualidad: su desdén hacia Harry y su inclinación por humillarlo cuantas veces mejor.

Pero Snape no solo siente animadversión hacia Harry Potter, si no también hacia los dos mejores amigos de éste: el tímido y metepatas pelirrojo Ron Weasley y hacia, según palabras del propio Snape, la “insufrible sabe-lo-todo” Hermione Granger, el cerebro del trío de jóvenes aprendices. El miedo que infunde con su sola presencia, especialmente en Ron (ella resulta ser la menos afectada, y Harry va perdiendo el miedo conforme pasan los años) lo hace todavía más amenazador, siempre atento con un ojo avizor a cualquier falta que cometan para restarles puntos a la casa Gryffindor donde los tres pertenecen, a fin que quitarles cualquier tipo de ventaja en la competición anual entre las 4 casas del colegio Hogwarts (Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin), por ver quien se gana ese gañola Copade la Casa.

Y es a partir de aquí donde J.K. Rowling comienza a jugar a las referencias y coincidencias. Los fundadores de Howgarts fueron los cuatro magos que pusieron sus nombres a sus respectivas cuatro casas: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Lo curioso es que las iniciales de los nombres coinciden con los apellidos de cada mago, siendo la última la más inquietante de todas: S.S., o lo que es lo mismo, la Schutz Staffel (“cuerpo de protección”, traducido del alemán) o servicio especial creado por Adolf Hitler y que se dedicó a saquear y exterminar a todos cuantos se cruzaban en su camino. Esto indica el carácter del temible Salazar, un partidario de rechazar a todo hijo de muggle en Hogwarts y de vetarles toda enseñanza mágica por creerlos sangre sucia, esto es, magos descendientes de gente no mágica. Curiosamente, la coincidencia de las iniciales vuelve a repetirse también en Snape y en su nombre de pila, Severus. De nuevo tenemos S.S. (¿una indicación solapada de un carácter férreo, opresor y dictatorial?).

Otro de los juegos de Rowling con las referencias se encuentra en el apellido de Severus, Snape, que hasta el más distraído de los mortales verá en él una deformación (adrede) de “snake”, es decir, “serpiente”. Esto indica no solo el sibilino y esquivo  carácter de este mago si no también su relación (no accidental) con los ofidios, pues el emblema de Slytherin es precisamente una serpiente debido a que el fundador de la casa que lleva su nombre sentía gran predilección por las serpientes. Como detalle añadido, Rowling señala en sus novelas que todos los magos que se desviaron al camino del mal pertenecieron en su día a la casa Slytherin, signo inequívoco de que Snape no fue en su día el profesor tan abnegado que Harry y los demás alumnos conocen. Lo mismo ocurre con su nombre de pila, Severus, pista clarísima para indicar su estricta forma de ser, férrea y muy rígida, carente de toda piedad y compasión y dispuesto a imponer unas enormes sanciones a quienes infringen unas reglas que, por otro lado, él mismo rompió en su día, algo que se convierte una de las mayores ironías de la saga: el renegado que termina por defender la ley.

Su carácter no podría estar más en concordancia con un nombre ya de por sí peculiar, pues él mismo es de carácter reservado, huraño y taciturno, incluso oculto en algunos momentos, siempre amenazador e imponiendo un profundo temor y respeto. Hombre de pocas palabras, de proceder cauto y contenido pero muy observador de cuanto acontece a su alrededor, prefiere la acción a la lección, siendo partidario más de la práctica que de la teoría siguiendo con ese manido lema de “predicar con el ejemplo”, sin dejar de lado nunca esa faceta de vigilante de intrincadas motivaciones. Esto queda patente en el segundo libro (Harry Potter Y La Cámara Secreta), donde a tenor de la amenaza que se cierne sobre el colegio de magia y hechicería, Snape organiza un duelo de varitas para enseñar defensa mágica al alumnado, peleando y de paso humillando (con no poca satisfacción personal por ello) al egocéntrico Gilderoy Lockhart. Es justo después que, buscando humillar a Potter, Snape decide enfrentar a éste con su querido y protegido Malfoy. En el transcurso de este segundo duelo el hijo de Lucius y Narcisa conjura una serpiente contra Harry, pero éste domina al reptil descubriendo que, al igual que Salazar Slytherin, habla la lengua pársel (idioma que solo hablan los reptiles), lo que hace que Snape no le quite ojo de encima, intrigado por tan inusual don.

Para añadir más detalle a la ya de por sí oscura figura de Snape, la profesión de éste en Hogwarts es la de Pociones, cuya aula se encuentra en una fría y gris mazmorra del sótano, un sitio bastante lúgubre donde Snape se mueve como pez en el agua pero donde los alumnos (salvo los de Slytherin) están en un perpetuo estado de malestar. Pese a ser un entregado y experto profesor de pociones, la verdadera ambición de Snape es ejercer el puesto de profesor en Defensa contra las Artes Oscuras, que para su exasperación siempre se le escapa. Aquellos que le arrebataron tan codiciado puesto fueron, en orden de aparición, el asustadizo Quirinus Quirrell, el fanfarrón Gilderoy Lockhart, el magnífico Remus Lupin, el desquiciado Alastor “Ojoloco” Moody (quizá el más extravagante de todos ellos), y la temible Dolores Umbridge (en el quinto libro, Harry Potter Y La Orden Del Fénix). En el sexto libro (Harry Potter Y El Misterio Del Príncipe), por fin, Snape consigue el tan ansiado puesto para dejar las clases de Pociones al antiguo docente de esa materia, el sibarita Horace Slughorn. Su fijación por esa especialidad, finalmente conseguida, indica la inclinación natural de Snape por las Artes Oscuras, es decir, por la senda del mal.

En el segundo libro es donde el carácter de Snape revela una faceta nueva para el lector y los habitantes de Hogwarts: cuando se encuentra petrificada y colgando de un gancho a la Señora Norris, la gata del celador Argus Filch y con un mensaje escrito con sangre en la pared (“La Cámara de los Secretos ha sido abierta: Enemigos del heredero temblad”), las primeras sospechas recaen sobre Harry por ser al que encuentran junto a la escena del delito. Snape, para sorpresa de todos, sale en su defensa más que en su acusación, lo que irónicamente deja petrificados a todos los presentes, principalmente al propio Harry. Más tarde se descubre que cuando Snape era estudiante de Hogwarts fue salvado por James Potter, el padre de Harry, de morir (pese a ser acérrimos enemigos), lo que le dejó con una deuda pendiente de saldar. Dicha deuda queda más esclarecida en el tercer libro (Harry Potter Y El Prisionero De Azkabán), donde se dice que su padre y sus amigos Peter Pettigrew, Remus Lupin y Sirius Black (alias Cornamenta, Colagusano, Lunático y Canuto, respectivamente), casi matan a Snape durante una de sus habituales travesuras, siendo salvado en el último momento por James, dejándole a Snape con un sentimiento de saldar dicha deuda y compensar lo ocurrido. Esto da a entender que tras su harapiento atuendo y sus aviesos procederes existe un profundo sentido del honor (rasgo típicamente inglés, por otra parte).

A pesar de este elevado sentido del honor, las luces sobre Snape son muy pocas, sobre todo en el cuarto libro (Harry Potter Y El Cáliz De Fuego), en donde aparecen por primera vez los mortífagos. Estos son los conversos seguidores de Tom Márvolo Riddle, alias Voldemort (“El que no debe ser nombrado”), el hombre que, desviado a la magia negra, inició una escalada de terror en su deseo de conquistar no solo el mundo mágico si no también el mundo muggle. Sus acólitos reaparecen, tras mucho tiempo en la clandestinidad, durante el Torneo Internacional de Quidditch (el deporte oficial de los magos mezcla de fútbol, baloncesto y rugby, que se juega sobre escobas voladoras), donde causan terror anunciando el inminente regreso de su amo. Posteriormente se sabe que Snape fue un mortífago, para luego arrepentirse y pasarse al lado de los buenos, siendo cobijado en Hogwarts respaldado por el mismo Albus Dumbledore, director del centro (mentor personal de Harry), y protegido por él de forma incondicional cuando el Ministerio de Magia inició el proceso contra todos los mortífagos una vez Voldemort cayó fulminado al intentar matar a Harry Potter siendo un bebé con la maldición Avada Kedavra, tras saber de una profecía según la cual un niño recién nacido lo destruiría. Este intento de asesinato es la razón de que el joven Potter tenga una cicatriz en forma de rayo en la parte derecha de su frente, por la que es conocido en el mundo mágico.

Snape es un personaje resentido por su pasado, un alma atormentada que intenta borrar la mancha de su vida, lo que a la postre nos da un personaje torturado y sufridor, muy cercano a los superhéroes del universo Marvel tales como Lobezno o Spiderman. Persona distante y poco conversadora, apenas tiene relación con los demás profesores como Minerva McGonagall (directora de Gryffindor), Pomona Sprout (directora de Hufflepuff), Filius Fliztwick (director de Ravenclaw), la extravagante Sybil Trelawney o Cuthbert Binns (el único profesor fantasma) más que la estrictamente profesional. Sus relaciones más estrechas son también las más hirientes, como su propio salvador, Albus Dumbledore, a quien debido a un pacto con Narcisa Malfoy por salvar a Draco, termina matando a la conclusión del sexto libro con el fin de evitar que Draco muriera si fallase en la misión de matar a Dumbledore, tarea que le había sido encomendada por el propio Voldemort, en despecho por los fracasos de su padre, tras convertir al joven Malfoy en un mortífago más.

Es en este sexto libro donde la ambigüedad de Snape se desdibuja un poco más cuando Narcisa y su hermana, la pérfida Bellatrix Lestrange, acuden a casa de Snape para sellar el pacto por la vida de Draco, que Snape confiesa haber estado fingiendo todo el tiempo que llevaba en Hogwarts, siguiendo los designios de su amo de infiltrarse para ganarse la confianza de Dumbledore y demás profesores, y así estar al tanto de sus actividades. Sin embargo, en una vuelta de tuerca más retorcida aún, más adelante Harry capta una discusión entre Snape y Dumbledore enla Torrede Astronomía en donde se intuye que Snape no solo juega a embaucar a Dumbledore si no también a sus aliados mortífagos, creándose una red de engaños y mentiras que persiste con las lecciones de Oclumancia que Snape imparte en privado a Harry para que éste evite que el Señor Tenebroso lea su mente, y que termina con un final tan abrupto como inesperado: la muerte de Dumbledore a manos de Snape, ante los asombrados y estupefactos ojos de Potter. Furioso por tal acción, el joven mago se encamina dispuesto a vengarse de Snape usando los conjuros de un libro escolar de pociones que por accidente cayó a sus manos, lleno de correcciones y de apuntes de conjuros no antes vistos y cuyo autor firmó como “El Príncipe Mestizo”. Sus deseos de venganza se esfuman cuando es vencido por Snape sin la menor dificultad, descubriéndose por boca de éste que él mismo es el Príncipe Mestizo del libro (un juego de palabras sobre su mezcla de sangre: su padre, Tobias Snape, era muggle, y su madre, Eileen Prince, una bruja). Esto revela otra cara nueva de Snape: la de un genio precoz que ya en su época de estudiante de Hogwarts corregía y mejoraba las pociones que enseñaban sus propios maestros, e inventando nuevos conjuros en su tiempo libre.

En el séptimo y último libro de la saga (Harry Potter Y Las Reliquias De La Muerte), Voldemort consigue derrocar al Ministerio de Magia y hacerse con el poder, dejando Hogwarts en manos de Snape en calidad de director, convirtiendo la escuela de magia y hechicería en un lugar tan oscuro como él, infestada de mortífagos y de los terroríficos dementores, espectros de negros vendajes que cubren sus enjutos cuerpos y antiguos carceleros de Azkabán (la única prisión para magos) que se alimentan de la felicidad de las personas, succionándola hasta dejar un cascarón vacío de toda emoción. Finalmente derrocado cuando Harry, Ron y Hermione logran burlar la seguridad de Hogwarts y entrar en el castillo, y defendidos por McGonagall ante él, Snape decide huir y refugiarse junto a sus otros compañeros mortífagos, pero durante la batalla entre Voldemort y Hogwarts los tres aprendices asisten secreta e impotentemente a la muerte de Snape, asesinado por Señor Tenebroso en la creencia de que de ese modo la Varita de Saúco, la más poderosa del mundo (y junto a la Piedra de la Resurrección y a la Capa de Invisiblidad, una de las tres Reliquias de la Muerte), será totalmente suya para así exterminar a Harry. Antes de morir, y viendo a Harry ante él, Snape logra extraer un pensamiento de su cabeza, una fina hebra plateada que, a modo de última voluntad, el profesor ordena al joven llevar al Pensadero (una especie de pila bautismal donde los pensamientos pueden verse entre sus aguas) que Dumbledore tenía en su despacho, para que la verdad sea revelada.

Dicha verdad permite al aspirante a mago descubrir una faceta desconocida en el profesor al que él siempre había odiado desde la primera vez que lo vio: que Snape y Lily no solo se conocían desde que ambos eran niños, antes incluso de ser alumnos en Hogwarts, si no que él estaba profundamente enamorado de su madre y que deseaba estar con ella, algo que nunca pudo hacer realidad una vez Lily conoció a James Potter tras ser elegidos ambos para Gryffindor por el Sombrero Seleccionador (quien reparte a los alumnos recién llegados en las cuatro casas de la escuela según sus cualidades). Cuando años después Voldemort sabe de la profecía (dicha por Sybil Trelawney en uno de sus trances), Snape se cita con Dumbledore en secreto para que ponga a salvo a los Potter, pero debido a la traición de Pettigrew, seguidor de Voldemort en secreto, éste mata a James y a Lily (quien se sacrifica por su hijo, lo que causa que Harry sobreviva a su precoz intento de asesinato), dejando desolado a Snape por tan terrible pérdida.

Así mismo, se descubre también que si el ex mortífago cambió de bando y fue cobijado por Dumbledore en Hogwarts como profesor, fue precisamente por trabajar en secreto como agente doble, al saber por Dumbledore que algún día el Señor Tenebroso lograría regresar de la muerte y buscaría de nuevo matar a Harry. A partir de ahí, y con la promesa por parte del director de Hogwarts que si trabajaba para él su secreto amor por Lily y sus intentos de salvarla jamás se desvelarían, Snape se vio obligado a ejercer un papel de malvado de cara a los demás mientras en secreto él vigilaba y protegía a Harry, misión que alcanza su punto más crítico al matar a Dumbledore por petición de éste, una vez descubre que solo le quedaba un año de vida tras destruir un Horrocrux, un objeto que con una técnica de magia oscura (incluido el asesinato) permite depositar allí una parte del alma de su creador con el fin de conseguir la inmortalidad, para garantizar así su supervivencia (y que en el caso de Voldemort creó seis Horrocruxes: el anillo de su abuelo materno Márvolo Gaunt, su propio diario privado, el guardapelo de Salazar Slytherin, la copa de Helga Hufflepuff, la diadema de Rowena Ravenclaw y su mascota particular, la serpiente Nagini).

Harry no solo descubre estos hechos si no también que Dumbledore, sabedor que Voldemort había encargado a Draco que lo matase, pidió a Snape que fuese él mismo quien lo ejecutase si el joven Malfoy fallara en su cometido, para estar más cercano al Señor Tenebroso y ayudar en su destrucción final, evitando así que Draco cometiese un asesinato que le enviase de por vida al camino del mal, algo a lo que Snape accede para salvar a su protegido. La compasión de Dumbledore por Draco conmueve a Harry pero queda reducida a la nada a tenor de la última revelación: que tras caer abatido al intentar matarlo de bebé, una parte del alma del Señor Tenebroso se había adherido al propio Harry, motivo de que pudiese hablar pársel (Voldemort también lo hablaba) así como de la conexión mental que compartían y que, para que Voldemort pudiera ser destruido, Harry debía morir a sus manos, cosa que Snape rechazó por completo pero que al ser asesinado no pudo evitar. Esto le hizo entender que Snape lo veía a él como el hijo que él nunca pudo tener, y a sí mismo como el padre que nunca pudo llegar a ser.

Esto cambia por completo la idea que Harry Potter tenía sobre él y, conociéndole un heroísmo que el propio Severus no deseaba revelar a quienes ya le habían tomado por un seguidor del mal, pasa de odiarlo a admirarlo. Asimilada la verdad de su vida y aceptando su destino, Harry accede a reunirse con Voldemort en el Bosque Prohibido, donde, efectivamente, éste lo mata. Despertando en una especie de limbo, Harry tiene un encuentro con el espíritu de su querido Dumbledore, quien le revela que él mismo era el último y séptimo Horrocrux, creado accidentalmente cuando Voldemort intentó matarlo de bebé y destruido al morir a manos de éste. Completado el círculo y gracias a la Piedra de la Resurrección, Harry logra volver a la vida a la par que, de una vez por todas, Voldemort y su reino de terror desaparecen para siempre. Años después de que el Señor Tenebroso muriese en singular duelo tras ser destruidos todos sus Horrocruxes, Harry llama a su segundo hijo Albus Severus Potter, en recuerdo de los dos hombres más valientes que conoció: el primero, quien lo educó y guió para ser una persona de pro, y el segundo, quien pese a sus apariencias de villano, fue un valiente que siempre había velado por él, incluso al precio de perder su propia vida en el proceso.

En las ocho adaptaciones al cine de la saga literaria hechas por Chris Columbus, Alfonso Cuarón, Mike Newell y David Yates, el personaje lo ha interpretado en todas ellas Alan Rickman, actor de excelente talento, elección personal de la propia Rowling y cuyo debut en la gran pantalla permanece como uno de los mejores del séptimo arte: el pérfido Hans Gruber en la primera entrega de “Jungla De Cristal”, y que gracias a la saga potteriana ha sido catapultado a un reconocimiento internacional todavía mayor. Su aspecto, poses, gestos, actitudes y caracterización de Snape resultan simplemente soberbios, dándole unos bien ajustados toques de oscurantismo, ironía y humor que solo él podía darle, amén de las charlas que tenía con Rowling sobre su personaje, al que llegó a entender tan bien que en seguida adivinó sus motivaciones y secretos, permitiéndole casi anticiparse a la acción de las películas. Su fisonomía y manierismo se ajusta como un guante a un personaje que quizá en manos de otro actor quedaría sumido en la sobreactuación y el ridículo, pero que en las suyas lo definen a la perfección y hacen una verdadera parábola invertida con otros personajes mucho más luminosos. En cierta medida, Snape supone a la saga potteriana lo que Riddick supuso a “Pitch Black”: un personaje antagónico del que desconfiar pero al que se debe recurrir cuando las cosas se ponen feas.

En un universo de malos malísimos y de buenos buenísimos, Severus Snape representa una cualidad única: la dualidad. El personaje camina entre los dos mundos sin llegar realmente a estar del todo en uno de ellos. No es un héroe al uso (como Harry Potter) ni un villano clásico (como sí lo es Voldemort). A pesar de estar del bando de la luz, Snape no usa sus técnicas ni sus reglas, asemejándose su modus operandi más al carácter de los villanos que al de los héroes, lo que confiere un aura especial al que posiblemente sea el personaje más controvertido y completo de toda la fantástica saga de J.K. Rowling. Paradójico, contradictorio, brillante y lúgubre a la par que entrañable y carismático, capaz de ayudar en secreto a quien en público despreciaba pero también de ver impasible como el Señor Tenebroso mata a una amiga delante suyo, Severus Snape es en sí mismo una adivinanza envuelto en un acertijo dentro de un enigma, cuyo hermetismo solo sirve para aumentar la fama de un personaje que quizá sea más conocido que el propio héroe de la función. Entre la luz y las sombras, entre el día y la noche se mueve este fascinante e intrigante personaje que pese a estar entre la gente de buen corazón educando a los futuros magos, asusta más que las criaturas del Bosque Prohibido anexo a Hogwarts (donde solo puede entrar Rubeus Hagrid, guardabosques del colegio y uno de los seres más queridos de Harry). Un ser que, pese a intentar entrar en el mundo de la luz, está abocado irremediablemente a la oscuridad y a un trágico destino del que pretende en vano escapar. Poseedor de una tétrica figura, una siniestra altivez y un rostro pétreo, su fisiología le harían encajar perfectamente en ese misterioso Callejón Knockturn adonde Harry Potter llega por accidente en el segundo libro, poblados por brujos tan enigmáticos y siniestros como el propio Severus Snape.

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