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De cena con mi prima... y alguien más

en Amor filial

DE CENA CON MI PRIMA…Y ALGUIEN MÁS

No estaba seguro de contar esto, pero visto lo visto, me he decidido a hacerlo. Todo esto comenzó al año de mi anterior aventura con mi prima Marisa y de la iniciación en el sexo que me dio. A un día para el aniversario, volví a quedarme sin amigos, aunque con la diferencia de que tenía amigas con las que hablar. A media tarde volví a pasar por el mismo sitio por donde me había encontrado con mi prima, y lancé un suspiro de anhelo. Los recuerdos de aquellas noches lujuriosas me asaltaron y sonreí con expresión triste. Pasé aquel día deambulando como alma en pena, y luego iba con las amigas, que evidentemente notaron que mi mente estaba muy lejos de allí. Intentaron, en vano, que me centrase, pero no pude. La noche la pasé entre sueños y fantasías de sexo apasionado y desenfrenado. A la mañana siguiente, mientras estaba mirando unos apuntes que tenía, sonó el teléfono, y mi madre lo cogió diciendo que la llamada era para mi. No le di importancia, porqué a veces las amigas me llamaban para ir de cafetería o pasear, pero cuando me puse al aparato, mi sorpresa no pudo ser mayor.

-¿Dígame-pregunté-?.

-Hola Iván. Soy Marisa, tu prima. ¿Cómo está mi primo favorito?.

Su voz fue algo que me cogió desprevenido. Ni de lejos hubiera imaginado que ella me llamase.

-Estoy muy bien, gracias. ¿Cómo estás tú?. Espero que no me llames para decirme que vas a venir-bromeé-.

-Estoy muy bien, gracias por preguntar. No, no voy a ir-dijo, mientras me quedé algo decepcionado-…Es que ya he llegado, ahora mismo. Me he registrado en la misma habitación del año pasado, y estoy deseando verte. ¿Podemos quedar a la misma hora del año pasado en el mismo sitio?.

-Sí, claro-dije con gran excitación-. Estaré allí sin falta.

Marisa se limitó a colgar sin más, mientras yo aún no me podía creer lo que estaba pasando. De nuevo, tenía a mi prima para mí solo. El tiempo hasta verla se me hizo eterno. Incluso me duché para estar presentable para ella. A media hora, salí ya de casa y llegué en poco tiempo al sitio convenido. Mi mente desvariaba pensando en las cosas que me enseñaría, en los nuevos placeres que me haría descubrir. Puntual como un reloj, Marisa apareció, si cabe más espectacular que cuando la vi el año pasado. Su vestido de tubo era ahora un mini top ajustado y un mini pantalón cubriendo lo mínimo. Su cuerpo decía a gritos "poséeme sin piedad". Al verme sonrió y fue a abrazarme, para envidia de los que allí pasaban.

-¡¡Iváaaaaan!!. Huuuuyyyyy mi primito, mi primo querido-dijo con gran euforia sin dejar de abrazarme-. Como te he echado de menos…quiero que me cuentes todo lo que has hecho. Lo quiero todo, con pelos y señales.

-Te advierto que hay poco que contar. Pero si lo quieres saber, de acuerdo.

Nos fuimos a un bar a tomar algo, como la otra vez, aunque no al mismo bar. Los hombres que allí estaban nos miraban envidiosos, y Marisa, que se dio cuenta, pasó de sentarse enfrente de mí a sentarse a mi lado, jugando a que éramos novios haciendo carantoñas y otras cosas. Tuve que hacer muchos esfuerzos para no reírme y descubrir el juego que nos traíamos. Ella jugaba a cruzar las piernas de un lado a otro y le gustaba provocar a los hombres. Al salir de allí y doblar la esquina más cercana, estallamos en risas. No podíamos aguantar más. Durante aquella tarde Marisa supo que había conseguido tener amigas y que aunque no tenía novia, sí había una chica que me gustaba. Ella se alegró por mí, e intenté besarla, pero me apartó. Quedé muy sorprendido por aquella reacción.

-Ahora no-me dijo-. Hay algo que he prometido y hasta que no lo cumpla no puedes tenerme. Pero ten paciencia-me susurró-, tengo muchos planes nuevos para ti.

La miré extrañado, y pude ver en ella cierta tristeza de no poder seducirme como hizo la otra vez. Sin embargo, y al igual que yo, Marisa era de palabra, de modo que nos tuvimos que aguantar las ganas. Paseamos un poco por el parque, abrazados los dos mientras me contaba que su novio había roto con ella porqué se había enamorado de otra, que le había dolido pero que ya estaba mejor. Le dije que lo lamentaba, y me dio un beso en la mejilla por preocuparme por ella. Después del parque fuimos hasta el prado del año pasado, recordando aquel atardecer. Marisa me sorprendió al decirme que no era tonta, y se había dado cuenta de que me había empalmado mirándola a la entrepierna. Me reí por ello y me disculpé, que esperaba no se hubiese dado cuenta. Me tiró del carrillo un poco diciendo "Pero que lindo eres, ya verás esta noche". Estaba ansioso, y tras el ocaso de Julio(porqué sí, esto ocurrió de mediados a finales de Julio, en ambas ocasiones), la noche llegó y nos fuimos a su hotel. Volver a aquella habitación hizo que miles de imágenes volvieran a mí en oleadas. Le pregunté que cuando cenaríamos, pero me dijo que eso debía esperar. Noté que miraba mucho el reloj, como si esperase algo. Quise intentar besarla, pero recordando lo de la tarde, al final no lo hice. Vimos un poco la TV, y al dar las 11 y media, me dijo que me fuera al dormitorio mientras ella se pondría cómoda. Lo hice, y esperé q volviera, pero entonces sonó el timbre de la puerta. "¿Una visita a estas horas?", pensé extrañado. Escuché unas voces hablando, aunque no pude entender que decían. Luego una voz me dijo "Ahora voy Iván, no t preocupes". Me eché cruzado en la cama esperando, y tras un par de minutos, escuché unos pasos. Me incorporé y vi a Marisa, que solo llevaba un albornoz blanco, y nada más. Lo descorrió y su cuerpo macizo quedó a mi vista.

-Ah ah-me dijo maliciosa-. No te muevas de ahí. ¿Recuerdas lo de la promesa que te conté esta tarde?. Ahora sabrás que era.

Fruncí el ceño, y cuando ella se movió al otro lado, me quedé boquiabierto. Aquello sí que era auténticamente inesperado.

-¡¡¡Susaaanaaa-exclamé-!!!. ¿Pero que diablos haces tú aquí?.

-¿Crees que iba a dejar que mi hermana te tuviera para ella sola-me dijo con un toque de avaricia-?. Esta vez vas a ser de las dos.

Susana estaba totalmente desnuda, a diferencia de Marisa. A pesar de ser la hermana menor, eran casi iguales de cuerpo, pero en la cara eran muy distintas: Susana tenía el pelo negro azabache rizado, también en melena aunque más corta, y sus ojos eran castaño oscuro y era unos 10 cm. más pequeña que Marisa(1’79 y 1’69 cada una). Susana, lasciva como ella sola, se acercó y se sentó a mi lado en la cama, mientras Marisa se sentaba en la butaca que estaba junto a la ventana.

-Mi hermana mayor me contó lo que hizo contigo el año pasado y no iba a dejar que te disfrutara ella sola, así que le hice prometer que antes de volver a tenerla a ella, me tendrías a mí, y yo seré más difícil de satisfacer-me dijo muy muy malévola-. He procurado no cruzarme en todo el día con vosotros para que no me vieras y descubrieras mi sorpresa. Ahora ven por mí.

-¿Y ella-pregunté mirando hacia Marisa-?.

-De momento se limitará a observarnos. Ya le llegará su turno. Ahora te quiero para mí. Eres mío, corazón. Todo mío. Saboréame.

Sin más dilación, me fui a por los pechos de Susana. Eran un poco más grandes que los de Marisa, y los pezones menos sonrosados, pero muy deliciosos. Susana comenzó a gemir mientras sus manos iban por mi cabeza guiándome. Mis dedos jugaban sin parar con sus pezones mientras mi lengua los ponía duros de placer. Pensar que aquellas dos jabatas iban a ser mías me hacía excitarme sin parar. Mientras lamía aquellas puntitas de caramelo, Susana se fue echando en la cama y me fue echando a mí sobre ella. Me giré un segundo para mirar, y vi a Marisa, sentada sola, que había alzado una pierna y se acariciaba dulcemente al mirarnos. Le dediqué una sonrisa malvada y me lancé a la conquista de la otra hermana. Mi lengua cambió de pezón y mi mano izquierda comenzó a bajar hasta su sexo mojado. Los gemidos que ella lanzaba me daban nuevas fuerzas para seguir. Seguía lamiendo sus puntitas de fresa, hasta que me puso a su altura y me besó desenfrenadamente. Comenzamos un juego de lenguas enroscadas como dos serpientes peleándose. Era muy dulce, más aun que mis primeros juegos con Marisa, pero esta vez era más fogoso, más salvaje. Sus manos comenzaron a bajar y me cogieron de mi sexo empalmado, dándole vueltas para ponerlos tan duro como fuera posible. Susana era una auténtica perra, una depredadora sexual y yo su víctima, y me encantaba. Seguimos besándonos un buen rato, mientras a mi espalda escuchaba gemidos continuos. Me hubiera gustado girarme para ver a Marisa, pero no podía. Bajé mi cabeza y comencé a devorar el caliente sexo de mi otra prima. Un sabor no tan dulzón me invadió y mi lengua comenzó a explorar aquel terreno virgen para mí. Mis lametones hicieron su efecto, y sus jugos empezaron a mojarla, cada vez más. Si agitaba en todas direcciones y se retorcía casi incontroladamente. Me era difícil retenerla pero no desistí. Iba a dominar a aquella putita. Mientras mi lengua iba penetrándola, mis manos seguían en sus pechos, ya duros como piedras. De una maniobra soberbia, consiguió ponerme debajo de ella y bajó hasta mi cintura. Se tragó mi sexo de un golpe, todo entero. Aquello era endiablado, frenético. Susana era un huracán en plena acción y me chupaba como una golosa. Me lo devoraba todo. Me hacía gemir de placer como Marisa no lo había conseguido. Luego, cuando se dio por satisfecha, la puse debajo de mí siguiendo con su juego de dominador/dominado, y acerqué mi sexo al suyo. La penetré de un golpe, sin esperar. Susana me agarró de los brazos con expresión lasciva.

-Dame tan fuerte como puedas-me dijo-, y no pares. Lo quiero todo, ¿me oyes?. ¡¡¡Todo!!!. ¡¡¡Fóllame potro mío!!!.

-Eres una perra salvaje-le contesté-, una auténtica putita. Prepárate.

Empecé a moverme dentro de ella, cada vez con más fuerza. La cama comenzaba a agitarse de la fuerza de mis bombeos. Susana se agarró de la cabecera de la cama, mientras ponía sus piernas a mí alrededor. Mis manos fueron a sus nalgas para aferrarla y le di tan duro como pude. ¡Era fantástico darle así de duro!. La dulzura empleada con Marisa daba paso a la violencia con Susana, me apasionaba aquel contraste. Yo era un martillo que le daba tan duro como podía, cuanto más mejor. Se dejó caer me atrajo para volver a besarnos, sin dejar de hacerle el amor. Mi sexo golpeaba sin piedad hasta el fondo, y luego me giré cuando vi que quería salirse de mí. Me di la vuelta quedando echado, y Susana se alzó, comenzando a montarme a horcajadas. Ya gemía sin control alguno, con total desenfreno, y sus pechos iban y venían en todas partes. Sentí que el clímax se acercaba y se lo dije. Con sus fuerzas sobrantes, me dijo que volviera a tumbarla bajo mí, y lo hice a la primera, como un maestro. Con mis últimos esfuerzos, la bombeé casi como si la violara, y Susana se agitó loca de placer. Cogí sus manos y finalmente, estallamos juntos. La bombeé un poco más para alargar el momento, y me sorprendió porqué tuvo varios orgasmos. Tanto ella como yo estábamos empapados de sudor. Detrás de nosotros escuchamos varios gemidos y luego un prolongado grito, sabiendo que Marisa acababa de gozarlo. Los tres sonreímos y le dijimos que viniera con nosotros.

-Susana y yo llevamos haciendo el amor desde que yo tenía los quince-me contó(y por cierto, se llevan tres años de diferencia)-. Siempre ayudándonos por muchos hombres que tuviéramos. Nunca nadie me ha amado como ella-y se rió-, excepto tú.

-Además-añadió Susana-, en el instituto y la universidad nos hemos pasado por la piedra a compañeros, y a un par de profesores. Nos llamaban las calentorras de la universidad. Entre las dos nadie se salvó de nuestras garras-dijo haciendo una mueca-.

Siguieron contándome esas cosas que me pusieron de nuevo duro. Ansiosa por volver a tenerme, Marisa no esperó ni a preliminares. Se limitó a dejar que la tocase un poco para mojarla y luego me metí por ella. Esta vez dejé que ella tomase el control, y echándome en la cama, ella me cabalgaba, mientras Susana, detrás de su hermana, le acariciaba los pechos mientras se besaban. Las manos de Marisa se deslizaron, buscando el sexo de su hermana, y al encontrarlo lo acariciaba en un ritmo acelerado.

También me movía un poco para llegar hasta el fondo. El paroxismo entre los tres llegó como una riada de placer pletórico, y nos inundamos mutuamente. Ellas quedaron derrengadas, echándose junto a mí, abrazándome mientras nos acariciábamos. Con tanto esfuerzo, pedimos la cena(algo tarde, eso sí) y cenamos los tres bien juntitos, dedicándonos sonrisas. Luego nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente, me encontré con las dos jabatas a mi lado, las dos con mi sexo bien aferrado, como ansiosas de él incluso en sueños. Me reí y se despertaron poco a poco. Susana me dijo, nada más despertar del todo, que necesitaba de algo más, y se puso a cuatro patas en la cama. "Reviéntame el culo. Quiero gozarlo del todo". No necesitó decirlo dos veces. Me puse detrás de ella y tras hurgarla un poco, mi sexo entró en aquella maravilla. La agarré de las caderas y marqué un bombeo continuo y fuerte, como a ella le gustaba.

¡Que paraíso de culo, era una reina!. Susana comenzó a mover sus caderas para acomodarse a mis embestidas y lo disfrutábamos como nunca. Marisa, viendo la situación, se puso debajo de su hermana, besándole los pechos, lamiendo sus pezones y hurgándola con los dedos en su sexo chorreante. No se podía pedir más. Mis bombardeos se hicieron más fuertes, y finalmente la inundé de mi leche caliente en sus entrañas, con unos últimos y explosivos estertores finales. Las dos acabaron gritando del puro placer que llevaban encima. Para acabar, las dos comenzaron a besarse y hacerse el amor, en un show lésbico que me entusiasmó.

Se excitación y me demostraron lo que eran capaces de hacer. Nunca imaginé que dos mujeres pudieran hacer lo que vi aquella mañana. Eran dos auténticas académicas de las ciencias sexuales, y me enseñaron algo nuevo: volvieron a besarse, pero esta vez, fueron bajando quedar a la altura de mi entrepierna, y sin dejar de besarse pusieron mi sexo entre sus bocas, como si se encajar un anillo en el dedo se tratase. Las dos bocas me chuparon todo lo que quisieron y más, llevándome a nuevos niveles de placer. Mi sexo era su juguete preferido y lo usaron como querían. Cuando me vine, entre las dos me lo limpiaron todo, daba gusto verlas tragar.

-Que dos chuponas tengo para mí solo. Que grandes mujeres.

-Nos encantan los lácteos-dijeron a la vez-.

-Pues acabáis de abrir la fábrica de leche, y la vais a tener toda.

Nos reímos un poco y durante aquellas dos semanas, todas las noches tuve a dos excepcionales maestras para mí. Nuestras ganas de aprender no tenían límites: lo hicimos en los baños de los bares de media ciudad, de madrugada en todos los parques, en los centros comerciales e incluso en la playa de noche(quien no lo ha probado no sabe lo que es echar un buen polvo). Tuvieron de mi cuanto quisieron y bebieron leche hasta atragantarse.

El mundo del placer me enseñó con las dos lo que con una no pude alcanzar, y ya a la despedida, me devolvieron la medalla que me robaron sin que me diese ni cuenta. Por el anverso seguía diciendo lo mismo "A mi gran amor, M.", pero por el reverso habían puesto "Y con mucho afecto, S.". Nos abrazamos con mucha tristeza, y ellas se fueron de mi vida como habían llegado. Pero aún tengo su recuerdo, y muchas noches me deleito rememorando las noches salvajes con Susana y Marisa, mis dos ardientes mujeres. Aunque nunca volvió a repetirse lo de aquel verano, jamás olvidaré todo el placer y el amor que nos dimos los tres, y cuanto llegamos a amarnos. Debo decir que después de aquello, al final pude estar con aquella chica que me gustaba, y todo gracias a las enseñanzas de mis primas, mis amantes, mis ninfas lujuriosas, que una vez más, me abrieron a la vida, y al amor…

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