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La violación de Andrea II: juego de cartas

en Orgías

LA VIOLACIÓN DE ANDREA II: JUEGO DE CARTAS

Después de mi violación y del excelente tratamiento de cura que me había dado papá, dormía todas las noches con el, y nuestra actividad sexual era ya una rutina, todos mis hoyitos habían sido abiertos y a mi pequeños años era una experta mamadora de verga. Papá, que cada día estaba mas caliente y comenzó a conversar conmigo fantasías y proyectos. Quería conocer otros penes, otros hombres, sentir esa penetración por otros miembros. Lo conversamos juntos y decidimos ponerlo en práctica. Era sábado, papá no trabajaba e invitó a dos amigos a jugar a las cartas en la casa, yo sabía que era solo un pretexto para cumplir nuestras fantasías. Llegaron como a las nueve de la noche, Alberto el mayor era un hombre casi tan grande como papa, tendría unos 50 años y Guillermo un poco mas bajo, grueso y muy moreno. Después de saludos afectuosos se instalaron en la mesa del comedor a jugar póker abriendo cada uno una botella de cerveza. Yo me instalé con un videojuego a unos metros de la mesa, tendida en la alfombra. Me había puesto una pequeñísima falda roja y una blusa blanca ajustada, obviamente no llevaba sostén y mi calzón era blanco y diminuto. Yo estiraba mis piernas, cambiando de posición permanentemente, llamando la atención de los amigos de papá, que me miraban disimuladamente, tratando que mi padre no descubriera sus miradas. Alberto era el más franco en sus miradas y cuando papá veía sus cartas me lanzaba besos frunciendo sus labios, a los que contestaba sonriendo pícaramente.

-Tienes una hija muy hermosa Jorge-le dijo Guillermo a papá-.

-Andreita es mi tesoro-contestó papa con mucho cariño, dirigiéndome una calida mirada, en la que veía su excitación-.

-Sí, muy linda-dijo Alberto acomodando su silla de tal forma de poder mirar sus cartas y mi cuerpo sin tener que voltear la cabeza-.

Estiré mis piernas en el suelo mirando a la pantalla. Estaba boca abajo con la cabeza levantada siguiendo el videojuego y resaltaba la forma de mi trasero, doblaba las piernas hacia arriba jugando, como despreocupada, lo que hacía que mi falda subiera dejando visible el comienzo de la raya de mi culito a través del pequeño calzón blanco. Alberto ya casi no miraba sus cartas, sus ojos estaban pendientes de mis movimientos, Guillermo transpiraba y bebía cerveza mirando de reojo pues por su posición en la mesa quedaba un poco de lado. Papá decidió que estaba todo listo y dijo a los hombres:

-Muchachos, parece que no hay ánimo de juego esta noche, ¿o me equivoco?.

-No me gusta jugar sin una buena apuesta-dijo Alberto con su voz ronca-.

-Sí, sin dinero esto no tiene gracia-Guillermo secundo a su amigo-.

-Pero, algo podemos jugar-terció papa-. Recientemente dijeron que Andreita era encantadora. Bueno, ella colaborará con nuestro juego, el que gane le puede pedir lo que quiera.

-¿Lo que quiera-Alberto preguntando a papa y a mi, que le devolví la mirada sonriendo-?.

-Reparte cartas-la voz de Guillermo era apurada, urgente, la idea había penetrado en su cabeza y le urgía a la acción-.

El juego se reanudó en silencio, la atmósfera se cargó de electricidad por el nerviosismo de los tres hombres, yo permanecí en el suelo siguiendo con mi juego de piernas, atenta a la pantalla del televisor, ausente a lo que se jugaba: sentía como mi pequeña vagina se llenaba de jugos por la excitación y mis mejillas adquirían el rubor propio de la calentura. Ganó Guillermo, lanzó con un grito sobre la mesa sus cartas de triunfo.

-Bien-dijo papá-, tú dirás.

Los tres hombres de volvieron hacia mí. Los mire con un poco de miedo, sus miraban reflejaban el intenso deseo que bullía en su interior.

-Andreita, quítate la falda-pidió Guillermo-.

Me levanté en silencio, desabroché mi faldita y la deje caer al suelo luciendo mi cuerpo enfundado en mi blusa y mi calzón blanco diminuto. Mis largas piernas de gimnasta fuertes y delgadas quedaron del todo a la vista. Aproveché el momento y me quité también mis zapatillas deportivas. Miré a los tres hombres sonriendo y me senté en la alfombra reanudando mi juego.

-Que cosita mas rica-el elogio de Guillermo era sincero-.

Alberto gruñó y mi papá sonriendo pidió que repartieran más cartas. Los vasos de cerveza fueron llenados y vaciados apresuradamente. Minutos más tarde era Alberto el que festejaba su jugada ganadora son estridente carcajada. Los tres rieron y en un gesto simultáneo se volvieron hacia donde me encontraba.

-Andreita quítate la blusa mi amor-la voz de Alberto era profunda y acariciante-.

-No Alberto, el calzón-terció Guillermo-.

-Es mi jugada, quiero la blusa-Alberto se mantuvo en su petición-.

Desabotoné lentamente mi blusa prolongando al máximo los movimientos, me la quite con un gesto de desgana y mis pequeños senos, erectos y excitados, apuntaron desafiantes. La siguiente partida de nuevo la ganó Guillermo. Por lo visto papá estaba perdiendo deliberadamente en favor de sus amigos. Guillermo pidió mi calzón y en un movimiento rápido quede completamente desnuda. Los tres hombres me observaban como encandilados. Me senté en la alfombra.

-Andreita-dijo Guillermo-, colócate de pie y date una vuelta, encanto, para verte bien.

-¿Ganaste Guillermo-interrumpió Alberto-?. Recuerda que las reglas son el que gana pide.

-Cartas-dijo Guillermo, suspirando-.

El juego ahora no importaba, todos miraban mi cuerpo extendido en la alfombra. El ambiente era de una tensión y excitación insoportable. Yo me estaba impacientando, movía mis piernas, las abría y las cerraba, ellos podían ver claramente la entrada de mi vagina húmeda por los jugos interiores que evidenciaban mi tremenda excitación. Fue Alberto el que concluyó todo, cuando arrojando sus cartas ganadoras dijo:

-Quiero que Andreita me la chupe.

Papá me miro intensamente y volviéndose hacia su amigo se encogió de hombros, haciendo ver que todo dependía de mí. Alberto me miro y su mirada era una súplica. "Andreita, preciosa... ¿sí?", preguntó. Incliné mi cara y asentí sonriendo con mi cabeza, tratando de que mi gesto fuera coqueto y muy caliente. Alberto se puso de pie y bajó sus pantalones y calzoncillos y pasando sus pies, los dejó en el suelo. Tenía una respetable verga, tan gruesa como la de papá pero mas larga. Estaba muy parada, era como una gran barra de músculos, tiesa, apuntando a mi cara. Permanecí sentada y él se acercó a mi rostro. Abrí mi boca al máximo y comencé a chupar todo ese enorme miembro con movimientos profundos. Alberto movía su cintura acompañando los movimientos de mi boca, tenía los ojos cerrados y murmuraba frases cariñosas.

Guillermo y papá habían deslizado sus pantalones y calzoncillos hasta el suelo y tenían sus miembros en sus manos. Toda la pieza estaba impregnada de olor a sexo, a líquido vaginal de mi conchita y a líquido seminal que asomaba en la cabeza de los penes de los tres hombres. Guillermo no aguanto más. Vino hacia mí y colocándose en mi espalda, deslizo su pene largo y delgado en mi vagina, que lo recibió agradecida. De un golpe lo introdujo en toda su extensión, lance un gruñido y continué con mi movimiento de boca, sintiendo mi cuerpo traspasado por esa verga. Alberto se sentó en el suelo, sacando su pene de mi boca. Me tomo de manera un poco violenta, desprendiendome del pene de Guillermo y procediendo a ubicarme a horcajadas sobre su gran pedazo de carne. Acomode ese a ese nuevo intruso con mi mano y el empujo introduciendo casi la mitad de un golpe. Me sentí llena con esa verga, mi pequeña vagina dilatada al máximo. Comencé a moverme voluptuosamente. La gran herramienta de Alberto entraba y salía de mi conchita, dando vuelta mis labios vaginales en cada embestida, lo que me producía un roce aumentado que llevaba mi deseo al máximo. Sentí el delgado pene de Guillermo ubicarse en la entrada de mi culito y fui yo con mis movimientos la que lo introduje, cumpliendo así una de mis mas anheladas fantasías, ser penetrada por dos hombres, tener llenos mis dos hoyitos. Papá se acercó sonriéndome con cariño y yo lo mire agradecida, sabiendo que todo eso lo hacia por mi y el gran amor que me tenía.

Tomé su delicioso pene y lo lleve a mi boca con desesperado anhelo. El cuadro se completó al sentir las tres vergas en mi interior. La gran verga de Alberto entraba y salía con violencia, Guillermo casi no se movía sintiendo a través de la pared que separa la vagina del ano la presión del pene de Alberto. Papá miraba desde arriba el caliente espectáculo con su pene dilatado al máximo en el interior de mi boquita. Sentí palpitar el pene de Alberto en el orgasmo: comenzó a soltar grandes cantidades de semen en mi interior, esa fue una señal para Guillermo que comenzó a eruptar líquido por su verga profundamente metida en mi culito. Papá, cuando me sintió gritar de placer, supo que mi orgasmo venía y presionó mas su verga dentro de mí y acabo llenando mi boca con el exquisito semen que tan bien conocía y adoraba. Mi cuerpo se sacudía como en un ataque epiléptico, fueron unos tres orgasmos simultáneos los que me sacudieron, hasta sentir disminuir esas vergas en mis distintas cavidades. Los cuatro nos derrumbamos sobre la alfombra. Mi cuerpo seguía tiritando de excitación, con mi mano recorrí mi conchita y mi culito sintiendo gotear el semen acumulado en mi interior.

-Andreita-dijo papá-. Anda ve a bañarte, encanto.

-No-dijo Alberto-, todavía no Andreita.

-No te vayas todavía preciosa-suplicó Guillermo-.

Me reí con esa carcajada cantarina, tan propia de mí.

-Más tarde me bañaré papito-le dije, mirándolo y haciéndole un gesto cómplice-.

Estábamos los cuatro tendidos sobre la alfombra en una mezcla de cuerpos. Estiré mis piernas y moví las caderas en un gesto de abandono y sentí que una mano acariciaba mi trasero. No supe de quien era esa mano ni me importaba. Sólo pensé con placer y una gran sonrisa:

-¡Ahí vamos de nuevo!.

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