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El descubrimiento del sexo

en Dominación

EL DESCUBRIMIENTO DEL SEXO

Hola, me llamo Cristian, y no soy el protagonista de este relato. Lo es Miriam, mi novia, por razones que más tarde serán desveladas. A Miriam la conocí hará varios años ya, cuando los dos coincidimos en una academia, donde ambos nos preparábamos una oposición para sacarnos un trabajo mejor que el que ambos teníamos (camarera ella, reponedor de supermercado yo). Al principio apenas me fijé en ella, era solo otra cara en aquella clase, pero lo cierto es que con el paso de los días, aquella "belleza oscura", como me gustaba llamarla, captó mi atención. El llamarla belleza oscura se debía a sus ojos, negros e insondables, misteriosos como la mirada de una bruja, que eran perfectos complementos para un pelo castaño oscuro, casi azabache, que llevaba con elegancia en melena suelta ondulada. Sus facciones, algo marmóreas, le conferían algo especial, ese "no sé que" que hace a un hombre girar la cabeza cuando la ve pasar por su lado en la calle. También intuí algo más, pero aunque entonces creía saber lo que era…en realidad no tenía ni idea, ni puñetera idea.

Esta no es ella, solo se le parece, pero es para dar una idea

de su belleza (por cierto, esta chica se llama Ariel Rebel)

En fin, el caso es que congeniamos y empezamos a salir. Yo, que hacía poco tiempo había salido de una relación muy tempestuosa en donde el sexo había sido, con diferencia, el gran problema. Cloe, mi anterior pareja, tenía una obsesión que rozaba la ninfomanía, y yo no pude seguirle el ritmo (lo mismo que le había ocurrido en el pasado con sus otros novios), y menos aún cuando al margen del sexo la convivencia se hacía muy difícil, de modo que con Miriam quería ir despacio, primero ir de amigos y luego ya se vería (no como Cloe, que primero fue follarla y luego conocerla). Miriam era una chica agradable, risueña, a veces algo espesa para entender chistes y con una mente que se debatía entre la perfección logística y el caos más absoluto. Bien, era una mezcla algo rara pero no mala, y me agradaba mucho su compañía. Jamás sospeché el secreto que se ocultaba detrás de aquella mirada de niña pícara y algo perversa. Ojalá hubiera sido más listo, ojalá me hubiera dado cuenta antes, pero tanto me obsesionaba hacerlo bien con ella, que no presté atención a las señales.

La primera de las señales, la más evidente (y la primera en ignorar), era su falta de arrojo para darme un beso, y no me refiero a un morreo en condiciones, con lengua y todo el petate, si no a uno simple en los labios. En las primeras citas, que solo íbamos de amigos, no le di importancia pues en esa etapa un beso así quedaría algo raro, y con los dos de rigor en la mejilla ya estaba bien, pero una vez fuimos yendo un paso más allá, la cosa cambió. Pensando que como yo había pasado una relación con un hombre difícil, no quise preguntarle y no abordé la cuestión por temor a remover heridas pasadas. Otra de las señales fue una total falta de costumbre por buscar el contacto físico. Cualquiera que haya tenido pareja sabe que, cuando dos personas inician una relación, hay como una especie de fuerza irresistible que los empuja a besarse, a cogerse de la mano….en otras palabras: a tocarse, pero Miriam no hacía nada de eso. Nos dábamos abrazos y un beso aquí, otro allá, pero veía en ella como una extraña ausencia de ciertos rasgos que yo daba por sentado en la gente, ciertas actitudes que no sabía porqué, ella no tenía. No podía imaginarme la razón detrás de eso…pero estaba a punto de hacerlo.

El gran secreto lo descubrí apenas al mes de iniciar el noviazgo. Recuerdo que estábamos en su casa, un agradable ático en un barrio casi a las afueras de la ciudad con unas vistas enormes. Solos en aquella intimidad, nos estuvimos dando una larga sesión de besos y frotes. Todo iba como la seda…hasta que bajé mi mano para acariciarla por los muslos de su pierna con intención de subir un poco.

-¡¡CRISTIAN!!, ¿¿PERO QUE HACES??....

Aquello me dejó cortado en seco. Me miró como si estuviera estado a punto de acuchillarla, con sus ojos negros abiertos al máximo. Tardé en recomponerme del corte que me había dado, y como pude traté de explicarle.

-Perdona Miri-su apodo, como yo la llamaba-, pero es que…no sé, pensaba que todo iba bien…y ya llevamos un mes de relación sin haber tenido sexo…supuse que a lo mejor ya iba siendo hora de….bueno, de eso…

-¡Cristian-y esta vez, más que sorprendido, sonó profundamente dolido, como si en algo la hubiera decepcionado-!...Lo siento…es que yo…esas cosas no-negó con la cabeza un par de veces-…no me…

Le costaba decir lo que quería, y yo (tontamente) supuse que sabía a lo que se podía estar refiriendo.

-¡Oh no-fruncí el ceño-!....¿tú también?...Vaya por dios…¿Por qué nunca me lo dijiste?...Oh, vaya por dios…

-¿Cómo-me miró extrañada y confusa-?....¿tú también?...¿en serio, tú-y con su dedo señalándome, dejó la pregunta en el aire, inconclusa-?...

-Es increíble-me senté a su lado en el sofá donde hace un par de minutos los dos estábamos en plena ebullición-. Debería haberme dado cuenta…era tan obvio…

-Ya-decía ella nerviosa-…sí, y yo…también debería haberlo sabido…claro, es lo normal…Cuando se esta así…

-Es cierto-asentí con la cabeza-…Perdóname, ¿vale?. Yo no lo sabía, en serio, no me di cuenta. Lo siento cariño.

-No pasa nada-besó mis manos después de besar yo las suyas-. Te entiendo del todo mi amor, no te preocupes. Todo está bien, tranquilo-me sonrió-. No sabía que tú tampoco jamás habías probado el sexo…

-¿QUÉ-sonreí incrédulo-?, ¿Qué dices-y no pude evitar estallar en unas sonoras carcajadas-?, no mujer, no digas disparates-hice un aspaviento-, yo me refería a haber pasado una mala relación anterior…jajaajajaja que metedura de pata…los dos pensando que hablábamos de lo mismo y resultó que no era así…

Riéndome como me reía por la equivocación, no había dado importancias a las palabras de Miriam. Las había oído, pero no las había escuchado hasta que, como un eco lejano, comenzaron a resonar en mi cabeza.

-¿CÓMO-cesé la risa de golpe, mirándole fijamente-?....¿como que "jamás había probado el sexo"?...¿De que estabas hablando tú?....

Miriam, viéndose descubierta, no sabía donde meterse. Sus mejillas, por regla general blancas, parecían un par de tomates.

-¿"Nunca"-repregunté-?...¿Tú creías que yo nunca había…?....¡Oh dios mío-y mis ojos parecieron dos antena parabólicas-!...¡MIRI!...Dime que no es cierto-pregunté casi acosándola, debatiéndome entre la sorpresa y la incredulidad-. Mírame a la cara Miri, mírame y dime que estoy equivocado…Dime que no es verdad lo que estoy pensando.

Ella, dominada por un sentimiento de vergüenza, juntó sus manos y las escondió entre los muslos de sus piernas como si fuera una niña pequeña. Yo conocía ese gesto y sabía lo que significaba. El mundo parecía dar vueltas a mi alrededor.

-¿Cómo es posible?...¿Como se llega a eso-pensaba en voz alta, atónito-?...Dios mío Miri, acabas de cumplir los 30...¿¡y nunca lo has hecho!?....¿¿¡¡ni una vez!!??...

Ella negó con la cabeza, incapaz de hablar.

-¿Podrías por favor decir algo?...¡Me estoy poniendo nervioso por momentos!.

-¿Y que quieres que diga-dijo en un hilillo de voz, casi un susurro-?.

-La verdad, para empezar-dije llanamente-. Podríamos empezar por eso, ¿no?.

Miriam me miraba muy acobardada. Parecía como si aquello le doliera mucho, claro que yo entonces no conocía su secreto, y eso era precisamente lo que iba a saber.

-La verdad es que yo no hago esas cosas-decía sin mirarme a la cara-. Nunca las he hecho, y no quiero hacerlas-se encogió de hombros-.

-¿No quieres?. ¿Y con tus otros novios?, ¿cómo te las apañaste con ellos?.

Miriam alzó la mirada para clavarla en mis ojos. Parecía que me estuviera mirando desde el otro lado del universo.

-No ha habido otros.

Su sinceridad me machacó como si me hubieran golpeado con un mazo de hierro. Fue una respuesta simple, directa, sin mediaciones ni medias tintas.

-¿Soy el primero-pregunté sin creérmelo-?. ¿¡Soy el primero-repetí-con un tono de escepticismo-!?. ¿Cómo es posible eso?. Nunca has tenido novio-afirmé-.

La conversación no duró mucho más allá, pues cuando pregunté la razón de esa ausencia de sexo y novios, se cerró en banda. Eso sí, tardó una semana en dirigirme la palabra de nuevo. Solo mi perseverancia y mi amor por ella me hicieron aguantar sus numerosas salida de tono para que me largara. Finalmente, con mucho esfuerzo y con una paciencia extrema, logré que me abriera su corazón y que me lo contara todo.

-Antes de vivir aquí en la ciudad-comenzó a decirme-, yo vivía en un pueblo algo alejado de aquí. Ya sabes, un pueblo pequeño, con esos vecinos que se conocen de toda la vida…y allí tenía a Javi. Era más que un amigo, ¿sabes?. Era como mi hermano mayor. Siempre juntos-sonrió con amargor-.

-¿Y que pasó?.

Sabía que a ella le costaba hablar de ese tema, de manera que me armé con una gran dosis de paciencia para que me lo contara.

-Nos llevábamos dos años, y cuando yo tenía 13, en que empezaba a crecer…él dejó de verme como a su hermana pequeña…Le gusté, y yo a él…cosas de críos…y al poco él…él me llevó aparte, para estar solos…y allí él se desnudó…y me enseñó lo que tenía…era enorme-y su voz se combó-…yo sentí un miedo tremendo…la forma en que me tocaba, que me acariciaba…y cuando acercó mi mano a su miembro…yo no quería, me daba cosa…él insistía pero yo no quise…salí de allí corriendo, medio desnuda…

-¿No intentó forzarte?.

-No, no trató de hacerlo por la fuerza, siempre me hablaba en tono muy amable. Decía que me quería mucho, que le encantaba estar conmigo y que estaba loco por mí.

-Y le plantaste, te fuiste sin más.

Miriam apartó la mirada, que quedó fija en el horizonte, al otro lado del ventanal de aquel cuarto que daba a la terraza del ático. Levantándose del sillón, se fue hacia ella mientras yo me quedé mirándola con lástima. En cierto modo lo entendía, los dos eran solo unos críos y ella reaccionó como su instinto le mandó. Fue entonces que por mi mente se cruzó una pregunta que me había estado acosando a lo largo de los años y que últimamente no había recordado: "¿Qué pasaría si una persona no supera el miedo a la primera vez?", "¿qué ocurriría si un chico o una chica en lugar de afrontar esa timidez y tener su iniciación sexual….saliera corriendo?", "¿cómo sería alguien así?". Ahora, de la forma más casual, lo había descubierto al conocer a Miriam: una persona agradable y al tiempo temerosa de su propio cuerpo, ignorante de lo más natural y lo mejor en esta vida, una chica que al no superar ese primordial e instintivo miedo que todos padecemos antes de esa primera vez se había quedado sola en la vida, sin novios ni pareja hasta que de algún modo, milagros de la vida, dio conmigo.

-¿Y no te gustaría conocerlo?, ¿no te gustaría saber lo que es?.

-¿Para que-se encogió de hombros-?. ¿Es que así no estamos bien?, ¿porqué el sexo tiene que ser tan importante?, ¿no podemos dejar las cosas como están?.

-Entonces, ¿no quieres saber lo que es entregarse a la otra persona?, ¿darle todo lo que eres y cuanto eres a la persona que más amas?, ¿de veras no tienes curiosidad?.

Solo cuando me dio su respuesta, un escueto encogimiento de hombros con una negación de cabeza, entendí que estaba caminando en círculos. Su ignorancia en temas de amor y cama, su falta de experiencia, la convertían en una especie de niña, una niña para quien esas cosas era "tema de mayores", algo tabú y por tanto, de lo que ni hablaba ni pensaba. Daba igual lo mucho que yo me esforzara, nada quebrantaría su rechazo ni su negativa hacia el sexo, su mayor miedo en la vida. El nerviosismo que eso le causaba era tan grande que, aunque posteriormente traté de vencer aquella resistencia, solo sirvió para darme con un muro de oposición del tamaño de un estadio de fútbol. Yo le insistía diciéndole era que algo hermoso y bonito el darlo todo a la otra persona, el dar para luego recibir, pero claro, para ella era como si yo le estuviera hablando en vietnamita. Sencillamente, no lo entendía.

-¿Y tampoco te gustaría tener hijos?, ¿no quieres ser madre alguna vez-abordé desde otro punto de vista-?.

-¿Madre?, ¿yo-se señaló como sorprendida por aquella pregunta-?. No, nunca lo he pensado. Además, crecí entre tres hermanos y nuestros padres no eran un modelo a seguir. Prácticamente me criaban las vecinas. No sé si quiero seguir el mismo ejemplo.

-Tú lo harías diferente-protesté-, precisamente por como te educaron a ti, no cometerías los mismo errores.

-Y quizá cometa otros peores….Mira Cristian no insistas, mejor dejemos eso.

No había manera….y eso me llevó a pensar en un modo de romper aquel círculo vicioso de ignorancia en el que ella estaba atrapada. No era algo muy caballeroso, pero a falta de un recurso mejor, podría servirme para mis propósitos. Determinado a que ella dejara de estar en aquella ignorancia, y que por fin descubriera lo más placentero de la vida (de ahí el título del relato), tracé un plan que, a la postre, podría acabar muy mal para mí, pero estaba dispuesto a todo para no consentir aquella situación. Y aunque huelga decirlo, que conste lo siguiente: lo que hice, lo hice por amor.

El primer paso fue dejar de tocar el tema de manera fulminante. Tenía que dejar de hablar de ello para que ella se relajara y no se esperara mi ataque. El segundo paso fue encontrar un día en el que ella no tuviera trabajo, encontrar uno de sus días libres para así tenerla a mi entera disposición, y el tercero, y de lo único que me arrepiento, fue, el día previo a la culminación del plan, meterle en el café un buen sedante, pues la necesitaba dormida (al menos a lo primero). No, no penséis que iba a cepillármela en ese estado, no soy ningún chiflado. La necesitaba dormida para otra cosa.

Aquella mañana, cuando desperté, me dediqué en cuerpo y alma a desconectar teléfonos y toda clase de artilugios por el que pudieran llamarnos e interrumpirnos. En cuanto quedamos aislados, saqué del cajón algo que había comprado ayer, y sentándome en una silla a los pies de la cama, esperé. Sabía que el somnífero no tardaría en terminar y que despertaría pronto. En efecto, a los 10 minutos de estar miándola dormir, Miriam comenzó a despertar y cuando por fin recobró la lucidez al desperezarse y vio lo que le estaba pasando, forcejeó todo lo que pudo, pero no fue capaz de soltarse de las ligaduras con que la había atado a la cama mientras dormía por efecto del sedante.

-¡CRISTIAN!, ¿QUÉ HACES?, ¡SUÉLTAME!, ¡SÁCAME DE AQUÍ!...

-Buenos días-dije en tono vehemente-.

-¡NI BUENOS DÍAS NI OSTIAS!, ¡SÁCAME TE DIGO!, ¿¿SE PUEDE SABER QUE HACES??...

-Creo que esa pregunta sobra, ¿no crees?. Te he atado a la cama.

Mirándose a sí misma, se encontró con que estaba desnuda, sin ropa interior ni su habitual pijama para dormir, que yo le había sacado. Con terror me miró, al empezar a entender lo que estaba pasando.

-Eres un hijo de puta-dijo con voz rota, casi llorando-…¿Me vas a violar?, ¿vas a forzarme solo por que no quiero tener sexo contigo?.

-No-negué con la cabeza-. No pienso violarte. Solo voy a adiestrarte.

-¿¡Adiestrarme!?.

-Adiestrarte-repetí-. De hoy no pasas sin descubrir lo que es el sexo. Voy a ser tu instructor, y nos vamos a pasar así el día entero. Perdona lo de las cuerdas, pero es que me dejaste sin opciones-expliqué-.

-¿¿Qué yo te dejé sin opciones??, ¡ESPERA AHÍ!, ¿me estás diciendo que la culpable de esto soy yo?, ¿que yo te he obligado a que me ates para que me violes?.

-¿Y que otra cosa podía hacer-grité-?. Si lo hubiera intentado de otro modo me hubieras frenado en seco, me lo impedirías con alguien excusa: que así estamos bien, que no lo necesitamos, que no es necesario…Voy a contarte un pequeño secretito, Miri: en una relación amorosa debe haber amor.

-Nosotros ya nos amábamos-replicó-.

-Se debe hacer el amor-corregí-.

Sin argumentos, Miriam se calló, pero me seguía retando con la mirada, cuyos ojos me acuchillaban.

-Si me quisieras de verdad no estarías haciendo esto-me acusó-.

-No, Miri: es porqué te quiero de verdad que hago esto. Ya sé que ahora para ti soy una especie de lunático o de chiflado o pervertido sexual, pero te aseguro que todo lo que estoy haciendo lo hago por ti, para que descubras algo que no quieres descubrir por lo más básico del mundo: por miedo. Te asusta tanto la idea que no quieres oír de ella, y mientras tanto, lo más maravilloso de la vida se te sigue escapando. ¿Te hablé alguna vez de Cloe?.

La pregunta, que fue tan diferente a todo mi discursito, la dejó atónita. Se quedó como "¿de que me está hablando este tío?".

-Sí-contestó finalmente-, alguna vez.

-¿Y te dije que era una obsesa sexual?. Bueno, casi-ladeé la cabeza-. Es cierto que con Cloe follé todo lo que quise y más…y nunca pensé que eso pudiera servirme en el futuro, pero mira tú por donde, lo que con ella aprendí, podré enseñártelo a ti. Y otra cosa, y esto sí que es importante-y Miriam me miró intrigada-: al margen o no de cuanto folláramos o de cuanto le gustara el sexo, lo cierto es que con ella aprendí lo que era el entregarse a otra persona…y eso es lo que yo quiero enseñarte a ti.

-¿Y si yo no quiero aprender, que?.

Uhm, una buena pregunta.

-Hagamos lo siguiente: si al final del día sigues pensando igual, podrás decir que te he forzado y podrás llamar a la policía. Si no te convenzo y sigues pensando igual cuando caiga el sol, podrás tomarte tu revancha.

-Pues entonces vete pensando en una cárcel en cuanto me desates: pienso verte entre rejas-me espetó entre dientes-.

-Ya veremos-la desafié-. Y bien, solo tengo un día, así que vamos a empezar, y lo haré por lo más básico, algo que a Cloe le encantaba y que los hombres no solemos tener en cuenta: los preliminares.

Terminando de desnudarme (ya lo estaba de cintura para arriba), vi los ojos de Miriam desbordarse al contemplar mi miembro erecto, y no era para menos. Herencia de mi padre (al que de niño pillé in fraganti con mi madre en su habitación), mi verga llegaba a los 22 centímetros, de los que siempre había estado muy orgulloso…pero que aún no iba a usar, pues lo primero y de lo que más ganas tenía en ese momento era de lanzarme a probar el mejor par de tetas que mis ojos habían visto jamás. Sus pezones, de un color rosadito y agradable, se me antojaban doblemente apetecibles al saber que iba a ser el primero en probarlos, y bien que lo hice. Empecé por acariciarlos con mis manos, por amasarlos y jugar con ellos, sin brusquedad ni violencia, solo acariciarlos y luego pasar la lengua por ellos, la lengua y los labios…y entonces…mmmmmmmm madre mía de mi alma, aquello era un manjar de los dioses…ni siquiera me acuerdo del tiempo que pasé mamando aquel peral tan bien puesto, pero sí que me sentía como un niño con zapatos nuevos. El placer de aquello, unido al morbo que me suponía el haberla tenido que atar para poder hacerlo, hacían que mi calentura estuviera al rojo vivo, y puestos a pecar, no iba a privarme de nada.

Miriam, por supuesto, hacía que no disfrutaba de ello, pero sus gemidos y jadeos la delataban. Casi podía intuirse la mezcla de miedo y placer que cruzaban por ella, la misma que yo descubrí en mi adolescencia con Sofía, una compañera de clase con quien había perdido la virginidad. Dado que no tenía prisa por acabar, me dediqué a chupetear sus guindas tanto tiempo que se le quedaron tan duras que hasta gemía de dolor. Miriam intentaba callar apretándose los labios, pero de vez en cuando se le escapaba algún suspiro delator como que le estaba gustando, pero no olvidaba que ella no estaba allí por propia voluntad y que debía cambiar esa opinión.

-¿Te ha gustado?, pues esto no te nada comparado con lo que va a pasar.

Miriam quedó muda, negada a hablarme por lo que le estaba haciendo. Sabía que era su modo de resistirse, con la negación pasiva, pero no podía detenerme. Ya lo había empezado, y ahora debía terminarlo.

-Bueno, pues ya que me comido pastelitos…ahora toca comer conejo.

-¿EH-la cogí por sorpresa-?, ¡ESO ES ASQUEROSO!.

-¿De veras-pregunté sarcástico-?.

Me coloqué bien entre sus piernas, con mi cabeza a la altura de su recortado y fino pubis (que ella siempre cuidaba bien pues odiaba tener mucha mata ahí abajo) soplé mi cálido aliento sobre sus labios vaginales. Miriam tembló. Estaba lista. Acerqué mi lengua, y con la puntita, la pasé sobre su rajita algo húmeda después de tanto chupetón que le había dado a sus pechos, por lo que tuve pocos problemas a la hora de introducir mi lengua para jugar con su vulva palpitante. Aquello ardía, y su sabor….mmmmmm que cosa más deliciosa, por mucho que lo intentara no podía describirlo a la perfección. Dulce y con un olor que me embriagaba, aquella cuquita inexplorada se merecía la mejor de mis atenciones y de mis cuidados, cosa que hice con mucho esmero. Tanto me encandilaba su aroma y su sabor que estuve como el doble de tiempo disfrutando de mi lengua posada en su sexo chorreante, metiendo la lengua, sacándola, pasándola por encima, buscando su clítoris para jugar con él con ella, alternando con los dedos. Sabía que ella no era ajena a semejante tanto. Estaría atada, sí, pero no era insensible, y aunque buscaba revolverse en la cama, lo cierto es que cada vez lo hacía menos. Entre mis caricias y la riada de sensaciones nuevas que la inundaban, la resistencia de Miriam estaba cediendo poco a poco (al menos, la física). Podía escuchar como aquella que en principio le daba asco la estaba excitando, como por su boca salían toda clase de jadeos y como se relamía. Pasando mis manos por debajo, toqueteé sus nalgas para amasarlas sin por ello dejar de centrarme en su chochito aún inmaculado.

-Esto está como un flan…se derrite todo…me parece que ya estás a punto.

Miriam, exhausta, jadeaba y sus pechos bajaban y subían. Su respiración era agitada y trabajosa. Apenas podía hablar.

-Pídemelo.

Ella se quedó como atónita. De pronto elevó un poco la cabeza para mirarme.

-Sí, me has oído bien. Es cierto, estás atada y dominada a mi voluntad, y así vas a estar el resto del día, pero esto quiero oírtelo decir. Quiero que me lo digas: quiero oírte decirme que te penetre. Quiero oír de tus labios pedirme que te desvirgue.

-No-dijo por instinto, oponiéndose a mí-…

-Dímelo. Dime que siga. Hasta ahora te ha gustado, ¿verdad?, Te he oído gemir y sé que algo lo estabas disfrutando, así que dímelo, dime que siga. Dime que dé el siguiente paso.

-¡Hazlo y acaba de una vez-casi escupió-!.

-NO-me opuse-. Vuelve a decirlo, y esta vez de mejores modos.

Miriam no podía entender porqué yo quería aquello, pero al final, accedió.

-Sí-me dijo, debatiéndose entre sí misma y el creciente deseo que la embargaba-. Sí-repitió-. Por favor Cristian, desvírgame, penétrame, métemela toda. Hazlo.

-¿Segura-pregunté con retintín, como asegurándome que ella no lo decía por simple desprecio-?.

-Síiiiiiii, estoy segura. Hazlo.

Asentí con la cabeza y me puse encima de ella, guiándome con la mano derecha la polla hacia su chochito empapado, listo para recibirme.

-Te va a doler-le advertí-…pero no siempre.

Inicié la penetración con lentitud no solo para saborear el momento, si no para minimizar cualquier posible daño al ser su primera vez, pues (y no hay que olvidarlo) yo la amaba. La cara de Miriam se retorció al sentir mi grueso palo atravesándola, así que en un esfuerzo para evitar que gritara, me atreví a besarla, a pesar del riesgo de que intentara morderme (motivo por el que antes no me había acercado a su boca), pero al final no pasó nada: su impresión fue tan grande que no reaccionó contra mí, de manera que pude meterle un buen beso de tornillo como me apetecía darle. Quedándome quieto un poco para que se adaptara a esa nueva situación para ella, fui acometiéndola de forma rítmica y pausada, con lentitud. Esos primeros instantes en que la penetré se han quedado a fuego en mi memoria, su cara entre placer y terror se me grabó de tal modo que podría pintarla en un cuadro de memoria. Al igual que con los preliminares, no me di prisa para terminar. Creo que puedo decir sin miedo a equivocarme que el polvo que más tiempo tardé en echarle. Entre preliminares y todo, puede que llegara tranquilamente a los tres cuartos de hora (tampoco lo cronometré para saberlo ejejejee). Meneando mis caderas a la vez que a ella la agitaba, le eché a Miriam el primer polvo de toda su vida, un polvo paroxístico, desgarrador, eufórico a más no poder, en que me fui incapaz de contener un largo estertor de Miriam cuando llegó al primer orgasmo de toda su vida, quedando en la cama como muerta, exhausta por el esfuerzo.

-Y esto, cariño mío, solo es el principio.

Hacía pequeñas pausas para que se recuperara, y aprovechaba para darle de comer y beber a fin de no desnutrirla. Con mucho cuidado, y viendo su completo estado de sumisión y cansancio, pude desatarla y darle la vuelta, para dejarla atada boca abajo, e incluso para poder ponerla a cuatro patas y hacérselo por detrás. Usando una crema de almendras a modo de lubricante, me lo restregué por todo el miembro para poder luego hincársela por el culo, pues estaba como loco por encularla y no quería dejar pasar la ocasión. Su culo, que por cierto ella se limpiaba religiosamente, me permitió hacerle un buen beso negro que le sensibilizó la zona y la hizo más accesible cuando pude meterle todo mi miembro….y que delicia de culo. Miriam quedó impactada, fue como una muñeca en mis manos, y pude satisfacer mis anhelados deseos de sodomizarla como siempre había querido, haciéndolo sin saber demasiado brusco para no dañarla.

Y antes de darme cuenta, la tarde ya estaba decayendo, acercándose la noche, tan calurosa como las propias del mes de julio. Habían sido…¿Qué?, ¿seis, siete polvos más o menos bien echados, más preliminares?...Vamos, que estaba yo más cansado que si hiciera una maratón Shangai–Lisboa. Miriam, que se había pasado el día recibiendo mis embates, se encontraba más cansada que yo, tendida en la cama casi como si hubiera perdido el conocimiento.

-Ya se puso el sol. ¿No se supone que deberías soltarme?.

Miré a mi novia, quien me devolvía su mirada con fatiga y agotamiento.

-¿Qué?, ¿ya te convencí?, ¿qué te pareció?.

-No te diré nada hasta que me desates.

-Sí, eso ya puedo concedértelo. Era el trato, y yo siempre cumplo mi palabra-le dije mientras fui hacia sus ataduras para quitárselas-.

¡PLAS!. Fue el mayor bofetón que había recibido en toda mi vida, tan fuerte y tan repentino que incluso me pitaban los oídos. La mano de Miriam fue como un raquetazo a toda potencia que me golpeó de lleno en la cara en cuanto me tuvo a tiro. Fue un impacto tan salvaje que incluso di un par de pasos hacia atrás, tambaleándome. Resultó que no estaba tan agotada como ella aparentaba, si no que lo fingió para poder lanzarse a por mí cuando la soltase.

-¡CERDO!, ¡HIJO DE PERRA!, ¡MALNACIDO!...

Tan sorprendido me había dejado que la segunda y tercera bofetada las recibí de lleno, quedándome la cara más roja que un huerto de tomates. Miriam, como una fiera, se me abalanzó encima con extrema violencia, tanto que me costó contenerla. Parecía increíble que después del tute de estar todo el día a polvos aún pudiera tenerse en pie y más aún sacudirme como lo estaba haciendo, pero la verdad sea dicha, me estaba dando una paliza de las gordas. Logré cogerla de las muñecas para que no me atizase más, pero ella intentaba zafarse de mis manos para sacudirme, y cuando más miedo tenía de ella, en que llegaba a temer por mi vida. ¡ZACA!, me plantó un señor beso que casi me quita el poco aliento que me quedaba.

-¿Así que querías follarme eh?, ¡¡PUES VAS A FOLLARME HASTA QUE TE HARTES, PEDAZO DE CABRÓN!!...

Fue la venganza definitiva: desatado su lado salvaje, y pensando que tras un día entero de folleteo podría descansar, Miriam me mantuvo toda la noche en vilo follando con una amoralidad y un desamor totales. Era follar por follar, sin más, sin cariño ni pasión, sin ternura, y maldita sea la hora en que se me ocurrió desvirgarla de esa manera, descubrí una faceta desconocida en mi novia: una capacidad casi infinita para aguantar entre polvo y polvo que la hizo estar hasta las seis de la madrugada echándome polvos, aunque mi cuerpo ya no podía aguantar más el pobre, estaba para el arrastre. Mi novia descubrió los innumerables talentos que su cuerpo escondía y los aprovechó uno a uno para tenerme despierto y ponerme erecto, hasta (y esto lo supo por algún que otro documental de anatomía que ella había visto) fue capaz de buscarme el punto G (que no diré donde está en los hombres, pero seguro que os lo podéis imaginar) con sus dedos bien adentro para asegurarme de que no se me bajaba la erección. Fue como estar en el infierno…y ella fuese la reencarnación del mismísimo Satanás.

Una semana. Una puñetera y maldita semana en que fui su esclavo sexual al más puro estilo dominatrix. Una semana de venganza en que el cuerpo entero me dolía y mi misma alma estaba por los suelos. Una semana que (así lo sentí yo) Miriam compensó los años perdidos que había estado sin sexo. No sabría decir a ciencia cierta quien había ganado la apuesta, si ella o yo, pero lo cierto es que, tras ese día, nuestra relación cambió (y vaya que sí cambió). Sé que una parte de ella jamás me perdonará por lo que hice, pero el resto de ella entiende por que lo hice, y quizás con eso ya sea suficiente. Quizá me acabe perdonando del todo con el tiempo, quizá no, quién sabe. Lo que sí sé, y con esto termino mi historia, es que Miriam, desde aquel lejano día en que la desvirgué, tiene una pasión enorme. ¿Sabéis qué le gusta tanto ahora?, es irónico, pero os lo juro que es verdad. Le encanta, le apasiona, lo disfruta como una verdadera viciosa y nunca pensé que eso pudiera pasar. ¿Que qué es?: pues que la aten a la cama...

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Lucía tiene un secreto

El culo perfecto

El diablo

El último amanecer

Saboreando del fruto prohibido

Mi tío, mi consejero, mi segundo padre...mi amante

Cena pasada por agua... o no

Documento inédito sobre brujería

Brujería: la conversión

La noche que cumplí 18 años...

Regreso a casa de mis padres

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Enamorarse, declararse

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Mi primera consulta

La bruma, de Ivan Sanluís

El amigo de mi hermana

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Orgías en las despedidas de soltero

Mi hijo disfruta de mí

Linda colegiala

Destino asumido

El mejor amigo que una chica pueda tener

Carla y la puta de su hermana

Mi hermana quiere polla

Violada colegiala

La violación de Andrea

La violación de Andrea II: juego de cartas

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La entrevista de trabajo

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Los amigos de papá

La Kiosquera

El sueño se hace realidad

La censura, ese gran invento...

El trenecito

Ranma: el Corazón de los Deseos

Una familia unida: amigos con derecho a roce

Una familia unida

Severus Snape

Zaira: fogosa a todas horas

El amor de mi vida

Quiero saber lo que el amor es

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Que zorra es mi jefa

Como escribir un relato en 10 pasos

Inés, mon amour

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