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En la profunda oscuridad del bosque

en No Consentido

EN LA PROFUNDA OSCURIDAD DEL BOSQUE

De todos los casos de extrañas desapariciones y asesinatos en bosques, ninguno fue tan espeluznante, inquietante y a la vez trágico como el de Linda Ringwood, acaecida en 1989. Su caso sigue siendo una incógnita para todos los estudiosos del ocultismo y los fenómenos sobrenaturales, pero solo los bosques de Monongahela, en el condado de Pendleton, Virginia Occidental, conocen el secreto de los hechos que transcurrieron la noche del Sábado del 30 de Abril que originaron toda la leyenda.

Linda Ringwood era una joven de 25 años aspirante a convertirse en una gran corredora de bolsa que en aquel momento estaba saliendo con Darren Austin, un joven de 24 años hijo de un ejecutivo de Wall Street de bastante fortuna. Linda y Darren habían decidido tomarse unas pequeñas vacaciones y disfrutar del encanto de la primavera, por lo que Darren hizo uso de unas cabañas en un remoto rincón del parque Monongahela propiedad de su padre, que éste usaba a modo de refugio particular y también para citarse con sus más que numerosas amantes. Él se desplazó primero alegando que tenía que acomodar la cabaña para dos personas y ella acudió encantada a lo que creía sería una temporada romántica, pero que verdad, posteriormente, se averiguó que la verdadera intención de Darren era pedirla en matrimonio. Linda salió de Nueva York en su coche rumbo a encontrarse con su prometido, pero jamás llegaría a su destino. Lo ocurrido en las angustiosas horas entre su partida y el momento de ser encontrada casi sin vida solo pudo saberse a través de Matthew O’Connell, periodista del Washington Post y amigo personal de Linda, quien, a costa de su carrera profesional, desveló los horrores sufridos por la joven en lo que se convertiría en su último reportaje, que casi inmediatamente después de su publicación fue desprestigiado por las autoridades.

Según éste artículo, basado además en las notas que la propia Linda escribió durante su convalecencia en el hospital, ésta había llegado bastante cerca de su punto de destino, pero su desconocimiento de las rutas locales la hizo perderse, por lo que tuvo que detenerse en un par de pueblos a preguntar. A pesar de la información obtenida, Linda no pudo avanzar mucho en su viaje, y estaba deseando llegar a su punto de destino, ya que faltaba poco tiempo para anochecer. Siguiendo una carretera comarcal llegó a una pequeña bifurcación en la que fue incapaz de continuar, por lo que decidió esperar unos minutos a que alguien pasara en coche para pedirle información. Su espera, parece ser, fue recompensada, y un hombre de 56 años, Jerry Springfield, pasó junto a ella, siendo éste el último en verla sana y salva antes de desaparecer.

-Disculpe, ¿puede decirme como llegar a las cabañas del monte?.

-Sí, claro, solo tiene que seguir esta carretera y llegará dentro de una ó dos horas. No tiene perdida.

-¿Y este otro camino?. Atraviesa directo el bosque.

-A menos que busque la muerte, no entre en el bosque Townshend. Yo no enviaría allí ni a mi peor enemigo.

-¿Qué tiene de malo?.

-¿Es de fuera, verdad?. Se nota. Si fuera de por aquí conocería a Charlie Townshend.

-¿Y quien es ese Charlie Townshend que tanto lo teme?.

-Un mal bicho, la peor plaga que azotó esta región y el mayor hijo de puta que haya pisado esta tierra, eso es. Fue un asesino de chicas jóvenes, a las que primero violaba y luego torturaba hasta morir. Él solo mató a más de 20 chicas y 5 niños en apenas 7 años. La policía le siguió el rastro hasta estos bosques y fue abatido a tiros en 1967, nada menos que por siete agentes. ¿Y sabe que fue lo que dijo antes de ser abatido?. "Juro ante Satanás padre de la oscuridad que no daré descanso a mi alma y que vagaré por estos bosques para vengarme de todos aquellos que osen entrar en él". Y luego murió acribillado a tiros, tan cierto como que hay cielo-dijo, lanzando un potente escupitajo al suelo maldiciendo el solo hecho de pronunciar su nombre-.

-¿Y cree que el fantasma de ese Charlie Townshend aún sigue habitando esos bosques después de 22 años?, ¿lo dice en serio-preguntó con total incredulidad-?.

-¿Es usted ciega?. Mire esos árboles. Estamos a finales de Abril y no tienen hojas ni flores. Toda esa tierra quedó marchita, muerta, y no ha crecido nada desde que Charlie Townshend murió. Cuando la policía entró en su guarida descubrió que practicaba magia negra y toda clase de brujería, y al poco de morir las personas que entraban al bosque nunca volvieron, ó al menos nunca volvieron cuerdas.

-Dejando a un lado eso, si digamos que quisiera ir por el camino que cruza el bosque, ¿en cuánto tiempo llegaría a las cabañas?.

-Es mejor que lo olvide señorita.

-Por favor, señor. ¿Cuánto tiempo-rechinó entre dientes enfadada-?.

-Una hora, más o menos, pero es mejor que siga la carretera y olvide entrar en el bosque, y menos una noche como ésta.

-¿Qué tiene de malo esta noche?.

-Ustedes los de ciudad siempre tan ignorantes. El 30 de Abril es la noche de brujas, es la noche de Walpurgis.

-¿La que…?. No no no, se equivoca.

-¿Acaso no conoce Halloween?.

-Soy americana-respondió ella en tono airado-, claro que conozco Halloween.

-Considere la noche de Halloween como la de los muertos vivientes. Lo de "noche de brujas" es solo un error popular. La verdadera noche de brujas es la noche de Walpurgis y es esta noche, cuando todos los magos, brujos y hechiceros de la tierra son más poderosos y tienen poder absoluto en sus dominios. Siga mi consejo y siga esa carretera. Llegará más tarde, pero llegará sana y salva.

-Eh sí, claro…Gracias por su ayuda, señor…

-Springfield, Jerry Springfield, para servirla.

-Pues gracias por todo señor Springfield. Ya me las arreglaré yo sola.

El señor Springfield siguió su camino, por lo que Linda quedó tan sola como antes, repasando en su mente todo lo que aquel anciano de pelo plateado le había contado. "Esta gente de campo siempre tan supersticiosa-pensó para sí misma-. Es imposible que una persona permanezca en el mismo sitio convertida en fantasma. Los fantasmas no existen". Linda se subió al coche y quedó unos minutos mirando ambas direcciones: a su izquierda tenía el sendero del bosque en perfecta recta, y enfrente de ella la carretera que hacía una pequeña curva que giraba hacia la izquierda.

-Es mejor ahorrar tiempo, no sea que Darren se canse de esperarme.

Y desoyendo el consejo del señor Springfield, Linda Ringwood giró el coche para seguir su viaje por el bosque prohibido. No tardó en perder de vista la carretera principal y en que, mirase donde mirase, no había un solo rasgo de vegetación verde en toda la zona que alcanzaba a vislumbrar. No pasó ni un cuarto de hora cuando ya no era capaz de ver a lo lejos las señales de la carretera que había abandonado para aventurarse en territorio desconocido, y comenzó a pensar que debería haber hecho al señor Springfield, un pensamiento que se repetiría muchas veces esa noche.

Sin saber como la noche ya había caído y no había apenas estrellas. El camino se hacía difícil de transitar a pesar de los faros que lo iluminaban, y por miedo a chocar con algo no podía ir demasiado deprisa. Debido a que el camino era tierra pura y no era totalmente raso, el coche dio unos cuantos botes, y Linda no advirtió hasta más tarde como en uno de ellos una piedra salió disparada de rebote y dio en el depósito de gasolina haciendo un agujero, con lo que el coche comenzó a perder combustible lenta pero inexorablemente. Ella tardó en advertir como el coche iba cada vez más lentamente hasta detenerse, justo en mitad del bosque. En un estado de miedo primordial Linda se negaba a salir de su vehículo, pero la idea de querer arreglarlo para continuar y llegar con Darren la envalentonó para coger la linterna y salir a ver cual era el problema. Inspeccionando su vehículo Linda tardó varios minutos en ver el reguero de gasolina que el coche había ido dejando, y comprendiendo que sería imposible seguir en coche, se decidió, pese al miedo que tenía, seguir a pie el resto del camino, aludiendo que con todo el trayecto ya recorrido, el final del bosque no estaría demasiado lejos. Al mirar a la luna, que estaba en cuarto menguante, vio en ella un aura poco habitual: de color verdoso por la parte exterior y violáceo por la interior. Queriendo despejar su mente de las fantasías que había oído hacía bastante rato siguió caminando a paso rápido pero sin correr, para no cansarse, deseando llegar y echarse en brazos de Darren. Entonces, una leve brisa la hizo detenerse, ya que un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, erizándole los pelillos de la nuca y los de los brazos. Varias veces se sentía observada, pero al iluminar a su alrededor, no se veía nada, ni un alma, y si el señor Springfield tenía razón en cuanto a que no había vegetación, y por lo tanto no había vida animal, ¿por qué tenía esa agobiante sensación de acoso?, ¿por qué se sentía como si alguien, con ojos perversos, controlaba todos sus movimientos prácticamente desde que había empezado a caminar sola?, ¿sería posible que hubiera algo de verdad en las fantasías de aquel anciano?.

Un gruñido repentino y agudo la sacó de sus pensamientos, azotando sus miedos más profundos. Linda se dijo que era imposible: el señor Springfield la había dicho que no había fauna allí, ¿de donde salió ese gruñido?. Cada vez más aterrorizada, comenzó a correr pese a no saber en que dirección iba, mirando a todas partes, hasta que, cansada, se paró en mitad del camino. Apuntó con su linterna en todas partes, pero nada vio. Fue cuando comenzó la pesadilla que se prolongaría más tiempo del que ella misma hubiera deseado: como movida por alguna fuerza sobrenatural, una rama golpeó la mano de Linda y la linterna cayó rota al suelo. Al rebotar, la rama golpeó a Linda y ésta acabó chocando de espaldas contra un árbol. Quiso irse de allí pero no tuvo tiempo: cuatro ramas la apresaron por sus muñecas y tobillos con una fuerza impropia en ellas, inmovilizándola. Intentó liberarse todo lo que pudo, pero no conseguía soltarse para huir, y para su desesperación sabía que sería inútil gritar pidiendo ayuda. Mirando detrás de ella, se encontró con un enorme árbol nudoso y retorcido cuyo tronco, de pronunciados surcos, le recordaba a una cara con una mueca de furia. Otras ramas bajaron hasta ella, algunas de ellas, como impulsadas por una fuerza demoníaca, recorrieron su cuerpo por completo, rasgando su ropa para hacerla jirones. No tardó en encontrarse totalmente desnuda, apresada por las ramas, algunas de las cuales, como si tirasen de ellas, se doblaron, para luego soltarse, azotándola en su espalda y su culo.

-¡AAAHH! ¡AAAAAHH! ¡AAAAAAHH! ¡AAAAAAAAAAHH!...

Mientras gritaba de dolor con cada azotada, la mente de Linda repetía una y otra vez que era imposible que aquello le estuviese ocurriendo de verdad. Debía estar teniendo una horrible pesadilla. Mirando detrás de ella como podía, podía ver como las ramas la azotaban, causándole un daño terrible, haciéndole tremendas marcas, y en algunos casos, pequeñas heridas sangrantes. Al volver a mirar al árbol, pudo ver en él algo que no había percibido antes: una extraña marca en él, como dos palos que quisieran formar una "uve", pero sin llegar a juntarse. Las ramas seguían azotándola, hiriéndola, y algunas se enroscaron alrededor de sus piernas, haciendo para su pesar que se abriera. Otras ramas, éstas algo más diminutas, escalaron para encamarse a sus tetas, enrollarse alrededor de ellas apretándolas muy fuertes, y con la punta, rozando sus pezones de un lado a otro como un péndulo. Los toqueteos que estaba recibiendo hicieron que su cuerpo, en contradicción con su mente, se excitara.

-Aaahh aaaaahh aaaaaaahh…noooooooooooooo…esto no puede seeeeeer…bastaaaaaaaaaaa-sollozó-…basta por favoooooooooooor…aaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaaahh ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!...

El grito de Linda cuando sintió que una gran rama la había penetrado resonó por todas partes. Aún con la cabeza sujeta por las ramas, pudo vislumbrar el tamaño de aquella horrible cosa que la estaba violando: era una rama cuyo grosor recordaba a la enorme polla de los caballos. La rama penetró más profundamente, violándola a un ritmo rápido y cruel. Un pequeño nudo de la rama, cuando ésta penetraba, chocaba directamente contra su clítoris, lo que hizo a Linda proferir más fuerte y alto que antes.

-¡Aaaaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaaahh!...¡¡Nooooooooooooooooooooooooooooooooo!!...

Todo su cuerpo se movía y contoneaba al ritmo de las embestidas que la gran rama-polla la estaba propinando. Las pequeñas se encargaban de que Linda se moviera al mismo ritmo del bombeo en su vulva con un pequeño contoneo de caderas. La joven neoyorquina deseó entonces haber hecho caso al señor Springfield, y así no estaría viviendo la experiencia más traumática y terrorífica de toda su vida. Las ramas hacían bien su trabajo: al tiempo que la enorme la violaba con todas sus fuerzas, unas seguían con el castigo de los latigazos y otras jugaban a tocar sus pezones cuando no daban pequeños coletazos que hacía a Linda rechinar entre dientes de dolor. Imposibilitada ya de toda resistencia, ésta se estaba dejando hacer para que se terminase lo más rápido posible y con la esperanza de que al terminar podría salir de allí. Su voz quebrada lanzaba constantes jadeos de dolor y placer, con sus ojos empapados en lágrimas.

-Aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaahh aaaaaaaahh…oooooooooohh noooooooooooo…basta, basta yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…nooooooooooooooooooooooooooo…por favor nooooooooo…¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRGGHH!!...

El agudo chillido cuando alcanzó el orgasmo fue tremendo y su cabeza se ladeó expresando el cansancio que tenía. Su vulva chorreante había dejado la rama empapada como si hubiese llovido sobre ella. Cuando la vio salir de sus entrañas dio un suspiro de alivio y comenzó a forcejear para romper alguna rama que le permitiera escapar. Con mucho esfuerzo liberó su mano derecha y gracias a ello logró soltarse, saliendo corriendo a toda prisa. Su huida, por desgracia, no duró mucho, pues al pasar cerca de otro árbol una rama la golpeó en el pecho y cayó al suelo. Las ramas volvieron a rodearla, pero esta vez la elevaron dos metros del suelo en el aire. Si las ramas la soltaban, se llevaría un buen golpe. De nuevo apresada, se horrorizó al pensar qué sería lo siguiente que le ocurriría. Su respuesta llegó a los pocos segundos en forma de grito:

-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRGGH!!...

Su culo fue violentado sin previo aviso, y sus nalgas quedaron muy separadas. Haciendo todo el esfuerzo del mundo, se giró para ver que clase de rama podía ser tan grande, pero para su horror, no se trataba de una rama: ¡era una raíz!. Una gran raíz que curiosamente no tenía rastros de tierra, como si nunca hubiese estado bajo el suelo. El dolor de aquella penetrada la atravesó por todo su cuerpo, ya que era la primera vez que algo se colaba por "ahí". Al mirar al árbol para ver lo que estaba pasando, ¡vio que éste tenía la misma marca en "v" en su tronco!.

-¡Ooooooooooh ooooooooooohh ooooooooooohh oooooooooooooooohh!...

La raíz la violaba con mucha saña, casi como si quisiera partirla en dos, y de golpe dos pequeñas ramas, que juntas alcanzaban el tamaño de la que anteriormente la había forzado, la penetraron alternándose el movimiento de penetración con el de salida. Para más inri, las pequeñas ramas que estaban rodeando sus pechos comenzaron a sobarlos como si fuesen amasados por manos, y sus pezones pellizcados como pequeñas ramas que simulaban ser pinzas. El dolor al que estaba siendo sometida no era comparable a la humillación que estaba sintiendo a cada momento que estaba pasando, con cada penetración que su maltrecho cuerpo recibía.

-Ooooooooohh oooooohh oooooooohh oooooooooohh ooooooooooohh ooooooooohh ooooooooohh…basta yaaaaaaaaaaa…oh dios mío…ya basta-pidió llorando a lágrima viva y con la voz rota-…bastaaaaaaaaaaaaa…no puedo más…por favor bastaaaaaaaaaaaaaa…

En contradicción a su plegaria, las ramas fueron más rápido y más fuerte. Las que la estaban violando por delante como si se tratase de una doble penetración llegaron a tocar las paredes de su útero, removiéndose en su interior en todas direcciones. Por su parte, la raíz que violentaba y desvirgaba su ano la hacía moverse una y otra vez, como si intentase penetrarla más aún. En mitad de aquella terrible penetración, Linda fue dada la vuelta y fue llevada hasta el árbol, donde su cuerpo se rozaba contra el tronco debido a la fuerza de empuje de la raíz en su culo. El roce de sus tetas con el tronco la dolió tanto como los pellizcos de las ramas-pinzas. Su cuerpo iba arriba y abajo, moviéndose sin parar, rozándose, frotándose, doliéndose a cada segundo, pero al mismo tiempo, también estaba excitándose, indicando que el orgasmo que su mente tanto rechazaba estaba a punto de llegarle.

-OOOOOOOHH OOOOOOHH OOOOOOOOHH OOOOOOH HOOOOOOHH OOOOOOH OOOOOOOHH OOOOOOHH OOOOOOOHH OOOOOOOHH OOOOOHH…¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!...

Más fuerte aún que el anterior, el cuerpo de Linda gozó sin que pudiera evitarse. El orgasmo alcanzado en el clímax provocó que las ramas se apartaran, como quien se retira con el trabajo cumplido, y como si bajase por un tobogán, Linda Ringwood llegó hasta el suelo deslizándose por el tronco del árbol. Al mirar al árbol, éste estaba intacto, y ni rastro de la marca en "v". Las ramas eran mecidas levemente por la brisa nocturna, y ella creyó alucinar, pero su cuerpo tenía todas las marcas que los dos árboles violadores la habían provocado. Lo peor fue notar como algo líquido resbalaba entre sus nalgas y comprobarlo ¡vio que se traba de sangre!. Presa del terror y la duda, Linda se quedó quieta unos instantes, intentando pensar con claridad para poder escapar y volver a casa.

Optó por regresar al coche, encontrar algo en él y poder salir de allí por donde había entrado, aunque sería un largo trayecto debido a lo que ya había recorrido en coche. Caminar se volvió una tortura para ella por las heridas que tenía, pero su determinación la hizo avanzar. Su deseo de supervivencia la dio ánimos de seguir, y aunque no podía correr, no vaciló ni un solo paso. Aun sin tener una dirección clara que seguir, confiaba en su instinto natural para regresar al punto de partida. A mitad de camino, se vio sorprendida por el mismo y sobrenatural gruñido que la había asustado la primera vez, sólo que en esta vez estaba demasiado cansada y furiosa para asustarse. Avanzó más en el camino hasta que una densa niebla, grisácea y repentina, se formó en el bosque. Podía distinguir los árboles, pero con bastante dificultad. En aquel instante vio como la niebla se agitaba, como si alguien estuviese corriendo por ella dejando la estela. Viendo que "eso", fuera lo que fuera, iba directo hacia ella, intentó correr para escapar del acosador invisible. No llegó a recorrer ni veinte metros cuando sintió que la cogían de su larga melena castaño claro y la tiraban contra al suelo. Intentó levantase, pero unas manos invisibles la cogieron por los hombros y la volvieron a tirar. Después de quedar en el suelo Linda sintió como si alguien muy pesado se hubiese pesado encima de ella impidiéndole moverse. Las manos invisibles recorrieron su cuerpo de un lado a otro, ella podía ver la presión de unos dedos en su vientre que bajaban por él hasta su pubis y de otros que subían a sus tetas. Sintió que unos dedos la penetraban, que otros jugaban con su pecho y su pezón y que una boca y una lengua jugaban con el otro. Ella veía como su pezón izquierdo se movía como si fuese lamido, y como luego iba arriba y abajo como si alguien estuviese chupándolo. El pezón derecho también se movía, como si un gran pulgar jugase con él, y otro pulgar, entre sus piernas, tocaba su clítoris una y otra vez, al tiempo que un dedo índice y corazón la penetraban.

-Aaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh…Déjameeeeeeeeeeeeeeee…noooooooooooooo…ya basta, suéltameeeeeeeeeeeeeeee…déjame marchaaaaaaaaaaaaaaaaaaar…no, no quiero…esto no, así nooooooooooooooooo…aaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaaaaahh-gemía mientras lloraba, presa del miedo y del placer-…

Su invisible amante prosiguió todos sus avances, abusando de ella. El dedo pulgar que antes jugaba con su clítoris se deslizó para penetrarla, y los otros dedos salieron de su vulva para colarse por su desgarrado ano, forzándola de nuevo. Sobre su pierna derecha, aunque no lo veía, sentía como si algo estuviese haciendo presión encima de ella, algo parecido a una enorme verga. Las manos invisibles se cambiaron de posición, y de ese modo su pecho izquierdo era sobado, el derecho era lamido y chupado y su coño seguía siendo tocado. Su cuerpo recibió las caricias de mala gana, con un tremendo calor que la invadía, lo que decía que se estaba excitando cada vez más. Su vulva ya estaba más que húmeda, y sus pezones totalmente empitonados. Repentinamente cesaron todos los toqueteos y creyó que su violador se había conformado, pero no podía estar más equivocada cuando sintió que sus hombros eran cogidos con fuerza y que un enorme y rugoso manubrio la penetró.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!...aaaah aaahh aaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaahh…

Tras la penetración inicial, Linda jadeaba levemente con cada acometida que recibía. El tamaño de aquella cosa era impresionante, y su ritmo era fuerte, sin flojear ni por un segundo. Era la tercera vez en toda la noche que estaba siendo violada, y cada vez era peor. Por su mente desfilaron preguntas de terror y incertidumbre: ¿qué sucedería después?, ¿cómo sucedería?, ¿que sería lo próximo que la violase?, ¿viviría para contarlo?, ¿la creería alguien si llegaba a escapar de allí?...

-Mmmm mmmm mm mmmmm mmmmm mmmmmmmmmm…

Los gemidos de Linda fueron acallados por una especie de boca invisible que la besaba, y una lengua que buscaba la suya para jugar con ella, aunque ésta solo deseaba que aquella noche pasase cuanto antes. Las embatidas se hicieron más poderosas, su amante parecía tener prisa por acabar cuanto antes. Una mano se agarró a una teta suya con tanta fuerza que la hizo gritar, mientras la otro bajó para ponerse en su culo y apretar tanto como pudo, sin dejar de penetrarla con toda su fantasmal hombría.

-Oooohh ooooohh oooooooooooh oooooooooh oooooh ooooooh oooooooooh oooooooooh oooooooh oooohh ooooohh oooooohh oooooooooh…nooooooooooooo, otra vez noooooooooooooo…voy a correrme…aaahh aaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaahh…oh dios me corro me corroooooooooooooooooo ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRGGHH!!.

El tercero orgasmo de la noche sobrevino al igual que los demás, fuerte, poderoso y a la vez humillante, vejatorio. Tendida en el suelo, en un estado de extenuación casi total, Linda permaneció tumbada, jadeando y llorando, llevándose las manos a la cabeza. Su amante invisible se había retirado y la niebla, de la misma manera en que llegó, desapareció. Al mirar a los lados, Linda podía ver el bosque al igual que antes gracias a la luz de la luna. Sus intentos por levantarse y moverse eran vanos: su cuerpo estaba agotado por tanta vejación, pero su voluntad, determinada a vivir, la hizo levantarse cogiendo una gran rama y utilizándola a modo de bastón para caminar. Sus dientes castañeteaban debido al frío que tenía por estar desnuda en mitad de la noche, por lo que aceleró un poco su ritmo para llegar al coche y encontrar algo en él con lo que vestirse y calentarse. Las esperanzas que estaban fraguándose la hicieron continuar alrededor de media hora, hasta que se paró, cansada, sin haber llegado a ninguna parte. Fue entonces cuando se preguntó si no había estado caminando en círculos. Dada la imagen que presentaba, sería algo bastante probable. Probó a ir en diferentes direcciones para comprobarlo, confirmando sus sospechas cuando, tras dejar una rama clavada en el suelo junto a un árbol, pasó al lado de ésta varias veces. Desesperada, se arrodilló rogando al cielo por encontrar el modo de escapar de aquella prisión natural. Esperaba cualquier señal, a excepción de lo que se le presentó delante suya: ¡¡un lobo!!.

-Quieto…quieto lobito bonito…no voy a hacerte daño…

El lobo mantenía sus fauces abiertas, enseñando sus dientes en actitud atacante. Linda siguió intentando calmarlo hasta comprender que era inútil al ver, sobre su frente, la marca en "v" que antes había visto en los árboles. Los ojos del lobo brillaban con una intensidad sobrenatural, sin apartarse de ella. Se movía a pasos lentos, como si estuviese esperando cualquier movimiento de su presa humana, la cual, presa del pánico, y aún sabiendo que no podría escapar de la rapidez de un lobo, echó a correr sin dirección fija intentando despistar a su cazador. De vez en cuando, a la carrera, Linda echaba la vista atrás para asegurarse de que su perseguidor estuviera detrás de ella. Pese al tremendo cansancio de su cuerpo, el miedo que tenía era tan grande que le daba fuerzas renovadas para seguir a través del bosque. Para su desgracia, una raíz surgió repentinamente del suelo poniéndole la zancadilla y cayendo al suelo. Cuando quiso darse cuenta el lobo estaba bastante cerca de ella, mirándola fijamente con sus ojos brillantes como el fuego. Linda lo despistó tirando una piedra para que fuera en otra dirección, pero por tercera vez las ramas volvieron a apresarla. En esta ocasión no la violaron, si no que la postraron a cuatro patas en el suelo. Cada esfuerzo que hacía por soltarse provocaba que éstas apretaran más fuerte, de modo que tuvo que abandonar toda idea de resistencia si no quería morir asfixiada. Con sus ojos abiertos de par en par contempló al lobo acercándose a ella hasta quedar cara con cara. Las ramas tiraron de Linda para que se enderezase levemente, lo justo para que sus tetas quedasen a la altura del hocico del animal.

-Aaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh…uuuummmmmmmmm ummmmm mmmmmmm mmmmm mmmmmm mmmmmmmmmmm mmmmmmm…oh no…más nooooooo…oh dios mío, ayúdame…

El lobo, que había abandonado su expresión de amenaza, estaba lamiendo las tetas una y otra vez, por todas partes, centrándose en sus pezones, y saltando de uno a otro cada poco tiempo. La rasposa lengua del animal provocaba en ella algunos temblores de placer que la sometían a su estado de locura absoluto. Su bajo vientre comenzó a arderle de la calentura que el salvaje cánido le proporcionaba con tanto lameteo, aunque su mente intentaba apartarse de aquella escena todo lo humanamente posible para no seguir sufriendo tanto.

-Oooohh oooooooohh ooooooohh oooooooohh oooooohh oooooohh oooooooooohh oooooooooohh oooohh oooooooooohh…

El lobo se había hartado de lamer sus pezones y se había cambiado de lugar pasando su lengua por su reventada vulva. La velocidad de los lametones era terrible, indescriptible. Linda sentía como sus mejillas enrojecían de pura excitación, aun siendo ésta no deseada por ella. Los jugos de su concha comenzaban a salir abundantemente, y aquel animal lo bebía todo con una glotonería colosal, sin dejar nada fuera. A lo largo de minutos y minutos el lobo lamió todo lo que quiso y mucho más, y cuando se cansó, pasó a la siguiente fase: se montó a la grupa de su humana-loba y la penetró.

-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!.

Como cánido que era, y al igual que sus hermanos de raza los perros, el lobo tenía una gran verga rojiza, que en aquel instante había introducido hasta el fondo de la joven Linda Ringwood. Un nuevo sentimiento de dolor, desgarro, miedo, terror y humillación se apoderó de ella, al tiempo que sentía como la verga canina la penetraba, pero no era como las ramas, ó aquella presencia invisible, si no que el lobo la violaba a una velocidad de vértigo, más deprisa que todas las anteriores veces.

-¡Aaaahh aaahh aaaaahh aaaaahh aaaah haaaaaah aaaaaaaahh aaaaahh!...¡déjame ir, suéltameeeeeee!...ooooooohh noooooooooo…aaaahh aaaaahh aaaaahh aaaaahh aaaahh aaaahh aaaaaahh…no quiero más…mátame ya, acaba con esto…pero no sigas…no puedo más…no puedo…

A mitad de su violación se desmayó, pero las ramas le hicieron despertarse a base de varios golpes en su cara, algunos de ellos en heridas ya abiertas, con lo que, una vez bien despierta, seguía sintiendo todas y cada una de las acometidas que la estaban dando. La vergüenza que sentía, la sensación de estar siendo manchada, de estar "sucia", se le hacía insoportable, y no faltó mucho para que Linda pensara en el suicidio con tal de que su tortura terminase de una vez. El lobo seguía martilleando a ritmo endemoniado, y el cuerpo de Linda temblaba por completo con cada bombeo dentro suyo.

-Aaaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaahh aaaahh…

Linda apretó los dientes para soportar la presión de la verga en su cuca y a la vez la del peso del lobo sobre su espalda. Aumentando aún más su dolor, dos pequeñas ramas surgieron del suelo, rodearon sus pezones y se dedicaron a tirar de ellos todo lo que podían, provocándole a la joven un dolor muy intenso, dolor que se mezcló, escasos instantes después, con la llegada del primer orgasmo animal que tendría.

-Aahh aaaahh aaaaah aaahh aaaaahh aaaaaahh aaaaaaah aaaaaahh aaaaaahh aaaah aaaaaah aaaahh…¡aaaaahh aaah aaaaahh aaaaaaaahh aaahh aaaaaaahh!…¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!...

A la neoyorquina le parecía imposible que su cuerpo pudiera aguantar tanta tortura y violación. El dolor de sentir su cuca casi a reventar por la bola que se le formó dentro de ella era inmenso, como si quisiera reventarla por dentro, como si quisiera partirla en dos. Durante dolorosos minutos aguantó aquella bola que llenaba sus entrañas hasta que por fin comenzó a deshinchar, y finalmente, salir. La sensación de vacío se acompañó por un suspiro de alivio, creyendo que el lobo-espíritu se había conformado, pero fue todo lo contrario: aquella fue la primera de las 4 ó 5 veces que el animal la tomó por una perra a la que violentar hasta la extenuación. Orgasmo tras orgasmo Linda solo podía limitarse a dejarse follar todas las veces, incapaz siquiera de pronunciar palabra. Ya casi no podía con su cuerpo. Sin previo aviso, las ramas la liberaron y el lobo había desaparecido, como si nunca hubiera estado allí. El terror que Linda sentía, la paranoia, la duda de cuando volvería a atacar, de donde, hizo que mirase en todas direcciones, y al hacerlo un brillo a lo lejos hizo renacer en ella la esperanza: ¡era su coche!.

Llegó hasta él de milagro y se puso a registrar la guantera: pañuelos, mapas, un mechero zippo, unos guantes…en el maletero había una rueda de recambio, un par de jerséys, ropa interior sexy que había llevado para estar con Darren…no era mucho, pero por lo menos tenía algo con lo que abrigarse. Sin embargo, un nuevo gruñido la puso de nuevo en guardia. Del miedo que tenía pasó súbitamente al odio, a la furia, y cuando dos detalles se cruzaron por su mente, descubrió una oportunidad de destruir al que durante aquella interminable noche la había violado repetidas veces bajo diferentes formas, y sabía exactamente como hacerle salir.

-¡VAMOS CABRÓN!, ¡SAL SI TE ATREVES!...¡¡SÉ QUIEN ERES, CABRÓN!!, ¡¡ERES CHARLIE TOWNSHEND!!, ¡¡EL ASESINO DE CHICAS Y NIÑOS!!, ¡¡VEN POR MÍ SI TIENES VALOR!!, ¡¡MUESTRA TU VERDADERA CARA!!...

A varios metros de distancia, el suelo pareció haber lanzado un gran escupitajo, pues enormes trozos de tierra fueron lanzados al aire, y también un gran objeto de forma difusa. El objeto cayó pesadamente a tierra, y al acercarse para ver que era, Linda comprobó con horror que era un esqueleto humano. No había carnes, solo huesos manchados con restos de tierra, pero no tardó en comenzar a temblar sin control alguno. Incapaz de cerrar los ojos Linda Ringwood contempló la escena más escalofriante de toda su vida: ¡¡al esqueleto se le estaba formando la carne!!. Músculos en sus extremidades, intestinos, pulmones, tendones, masa cerebral…Fue como ver la descomposición humana a la inversa. La piel empezó a surgir lentamente, el pelo brotó de los brazos y la cabeza, las cuencas se llenaron con los globos oculares, la lengua apareció en la boca, las uñas se formaron, y con una mirada de loco, el difunto Charlie Townshend había revivido ante ella. Era altivo, de presencia amenazante, casi asfixiante. Linda dio un aullido de auténtico terror.

-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!...

-¿No era esto lo que querías?, ¿no querías verme con mi verdadera cara?.

La voz de Charlie Townshend parecía de ultratumba, y poco tenía de humana. Se asemejaba al crujir de las hojas secas en otoño, con un sonido reverberante, gutural. Era la voz de un verdadero demonio.

-¡¡Soy Charles Mason Townshend, y este es mi bosque!!, ¡¡ESTOS SON MIS DOMINIOS Y TODO EL QUE ENTRE SUFRIRÁ MI IRAAAAAAAAAA!!.

La cara de Charlie Townshend comenzó a alterarse, a cambiar. La mueca de furia se hizo más pronunciada, sus facciones se agudizaban, su cuerpo temblaba y crecía, convirtiéndose en una bestia de aspecto aterrador. Los ojos se inyectaron en sangre, brazos y piernas duplicaron su grosor, su pectoral creció enormemente, y la expresión de su cara parecía salida del mismísimo infierno. Linda ya había conseguido lo que quería, pero ahora debía actuar con rapidez: intentando escapar de él, se metió en el coche y cerró la puerta, mientras el monstruo en que Charlie Townshend se había convertido lo golpeaba y balanceaba queriendo sacar de allí a su víctima. Abriendo la guantera, Linda cogió algo de ella que luego necesitaría y lo aferró en su mano deseando que el monstruo no se percatara de él. Sacando la puerta de sitio y lanzándola lejos, el monstruo cogió a Linda y la tiró contra el suelo al lado del coche. Se echó encima de ella y con los instintos que tenía, Charlie Townshend hizo lo que mejor sabía hacer: violar. Ella permanecía inmóvil en el suelo, dejando que él hiciera lo que quisiera para que no la golpease o la zarandease y perdiera el tan preciado objeto guardado en su mano derecha. La boca del monstruo se pegó a sus pezones, y una fina lengua se enrolló a ellos, estrujándolos, retorciéndolos, excitándolos, meneándolos de un lado a otro. Al mismo tiempo, unos labios potentes succionaban el pecho completando la secuencia. Dos enormes manos recorrían su cuerpo, una con el otro pecho bien cogido y la otra debajo de sus nalgas, metiendo tres dedos por su ano. El dolor que ella sentía era inmenso, pero debía resistir si quería que la jugada saliera bien, y de ese modo tuvo que soportar que él hiciera lo que quisiera, pero solo por el momento. Pronto se vengaría.

-Mmmm mmmm mmmmm mmmmmm mmmmmmmm…noooooooo, no sigas…paraaaaaaaaaaaa…

El Charlie-monstruo siguió acosándola y abusando de ella, en lo que sería su última violación. Linda debía fingir como una actriz si quería parecer convincente y no despertar las sospechas del psicópata sobrenatural que la estuvo forzando tantas veces. Éste se puso encima suya, apuntando su desproporcionadamente grande verga directa a su vulva. Los esfuerzos por penetrarla la causaban mucho daño, se nota que le costaba trabajo meter algo tan gordo, pero la rabia con que empujó hizo que al quinto ó sexto consiguiera su objetivo.

-¡¡IIIIIIAAAAAAAAAAAAAA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!...

Aquello no era fingido, no podía. El desgarro que sintió en su interior fue tan intenso que se sintió como si la hubiese alcanzado un rayo. El grito que lanzó casi la dejó sin voz. Se sintió tan ultrajada que el objeto que agarraba en su mano cayó al suelo, pero con tal suerte que quedó al alcance de su mano para que volviera a cogerlo antes de que su violador se percatase de él. Las manos de la bestia se pusieron en sus hombros, agarrándola con firmeza, casi arañándola, para así embatirla mucho más fuerte. Le daba la impresión de que aquello era como un ariete medieval que intentase echar un portón abajo. La presión de la acometida la estaba destrozando, la lastimaba más allá de cualquier límite imaginable. Su concha, de tanto esfuerzo durante tanto tiempo, estaba enrojecida y le ardía de tanta rozadura como había tenido. Charlie-monstruo se incorporó sobre sus rodillas, agarrándola a ella de las nalgas para levantarla de medio cuerpo para abajo, violándola con un ímpetu propio del demonio en que se había convertido. Meneaba las caderas hacia adelante al tiempo que la atraía hacía él, para luego hacerlo hacia atrás cuando la alejaba, logrando una penetración casi total cada vez, y con ello un dolor más intenso para su desdichada víctima.

-¡OOOOOOHH! ¡OOOOOHH! ¡OOOOHH! ¡OOOOOOH! ¡OOOOHH! ¡OOOOOOOOHH! ¡OOOOOOOHH! ¡OOOOOOOOHH! ¡OOOOOOOOOOHH! ¡OOOOOOHH! ¡OOOOOHH!...

Los largos y casi eternos minutos que estuvo en aquella postura se sentía como una muñeca que estuviesen destrozando en pedazos. Lo peor fue que, inevitablemente, su cuerpo respondía al baile que le estaban dando, y se estaba excitando pese a que su mente se esforzaba por impedirlo. Los gemidos de placer que Charlie Townshend profería y su aceleración al moverla indicaban que el estaba próximo al orgasmo, lo mismo que ella.

-Oooooooooooohh oooooooooooohhhh oooooooooohh oooooooohhh oooooooooooohh ooooooooohhh oooooooooohhh ooooooooooohhh oooooooooooohhh ooooooooooooohh oooooooohh oooooooohhh…mmmmmmmmm…oooooh nooooo…¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOOOOOOOO!!.

-Ooorrgh ooorrghh ooooorrgh oooooorrgh oooooorrghhh oooorrgghh ¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOOOOOOOORRGGHH!!.

La brutalidad del orgasmo fue suficiente como para que Charlie-monstruo permaneciese como paralizado el suficiente tiempo para que Linda reaccionara. Aún penetrada por él, se incorporó como puedo y con las uñas le arañó la cara con tanta fuerza que se llevó piel de él en ellas. El grito que dio fue desgarrador, y como instinto apartó de él a Linda, la cual, al verse libre, fue de inmediato detrás del coche, buscando lo que necesitaba bajo él. Con la mano comprobó que su salvación había llegado. Con las manos formando un hueco cogió todo lo que pudo y cuando Charlie Townshend fue a por ella, con su cara marcada por las heridas, Linda le lanzó toda la gasolina que había debajo del coche y que había formado un charco. Luego lo hizo otra vez, pero ya no era posible hacerlo una tercera. Satisfecha, y con el objeto en su mano, Linda sonrió por primera vez en toda la noche.

-¿No hace un poco de frío aquí, hijo de puta?. Toma, para que entres en calor…

Cogió el zippo que tenía en sus manos, lo encendió y se lo tiró. El cuerpo se Charlie, rociado por la gasolina, empezó a arder casi instantáneamente, y pronto se vio literalmente envuelto por las llamas.

-¡¡Arde, maldito cabrón!!, ¡¡ardeeeeeeeeeeeeeeeeee!!...¡¡arde para siempre en el infierno!!...¡¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!...

Lo más rápido que pudo abrió el maletero y cogió uno de los jerseys para poder abrigarse y entrar en calor. Horrorizada vio que Charlie Townshend, ya humano de nuevo, iba a abalanzarse sobre ella para matarla con las llamas de su cuerpo, y se apartó justo a tiempo para que él chocara con el coche y éste explotara, haciendo que el asesino y violador volase en pedazos por los aires. Linda, al verlo, se arrodilló totalmente emocionada viendo que todo había acabado y tras llevarse las manos a la cara se puso a llorar.

El inesperado fuego la mantuvo de nuevo caliente durante mucho rato. Cuando las llamas comenzaron a menguar buscó rápidamente una rama de buen tamaño, arrancó un trozo de su jersey para enrollarlo por un extremo y acercándolo al fuego hizo una antorcha con la que guiarse en la oscuridad. El resto de la noche lo pasó deambulando buscando la forma de salir, y en ese tiempo su jersey, antes intacto, acabó hecho jirones. Tras horas y horas de caminar, Linda cayó al suelo desmayada, sin darse cuenta de que no estaba pisando tierra yerma sino asfalto.

Linda Ringwood fue encontrada tendida inconsciente en la carretera por el agente de policía Francis Corwin, el cual estaba haciendo su ronda habitual de la mañana. La mala suerte hizo que casi la atropellase, pero éste frenó a tiempo de evitar la tragedia. Lo que más horrorizó a éste, según declaró después, no fue el estado en que se encontraba su cuerpo, magullado y herido por todas partes, ni las marcas que se le habían quedado, si no que su pelo se había vuelto completamente blanco. Darren Austin, al enterarse de la tragedia, estuvo con ella en todo, a lo largo de los dos meses que permaneció en estado comatoso en un hospital de Nueva York al que fue trasladada tras saber éste lo ocurrido. Cuando despertó, lo hizo dando un chillido tan fuerte que tuvo que ser sedada para evitar alarmar a los otros pacientes de la planta y para evitar que se hiciera daño. La policía la interrogó, pero se encontraron con incongruencias y un relato solo podían calificar como "alucinación por trauma". Durante varios días se hicieron equipos de búsqueda que rastrearon el bosque Townshend buscando lo que llamaban "una bestia salvaje" ó "un perturbado mental" que rondase por allí, pero no obtuvieron resultados. Linda, por su parte, entró en un silencio total del que solo se rompía cuando Darren la visitaba, pero el resto del tiempo lo dedicaba a escribir y dibujar día y noche, dibujos que motivaron su traslado del hospital a una clínica privada debido a los desmayos y mareos que provocaba en quien los leía. A pesar de lo ocurrido, Darren Austin siguió al lado de la que era su novia, casándose con ella seis meses después de lo ocurrido. Las cicatrices del cuerpo de Linda, casi todas, fueron desapareciendo, y su estado mental fue rehaciéndose mediante varias terapias psiquiátricas y de hipnosis.

Linda Austin, de soltera Ringwood, murió a los dos años de casada en la cabaña donde ésta y Darren estaban pasando unas vacaciones. Fue el propio Darren quien, al oír un extraño sonido que lo despertó, se levantó de la cama y deambuló por la cabaña, para encontrar a su esposa ahorcada de una de las vigas de la casa, en el piso bajo de la misma. En la cómoda que usó para deslizar la cuerda y subir para suicidarse encontró todas las notas que redactó en el hospital y que había mantenido en secreto al salir de allí, y a sus pies una de las numerosas fotos que se le habían tomado como prueba física de los abusos cuando fue llevada al hospital: ¡era una foto de espaldas donde, abarcándola por completo, se veía perfectamente el dibujo de dos grandes palos casi juntos, formando una marca en "v"!.

Linda Austin fue enterrada en presencia de familiares y amigos. Fue en ese lugar donde Darren conoció a Matthew O’Connell, íntimo amigo de Linda y también compañero de instituto y universidad. Cuando éste le dio el pésame por la muerte de su esposa, Darren respondió casi impasible "Linda ya había muerto hace mucho tiempo. Por lo menos ahora tendrá la paz que tanto buscó". Éste, que hacía poco se había incorporado al Washington Post como reportero, quedó intrigado por aquella frase y decidió investigar el caso en honor a la memoria de su querida amiga y compañera, para lo cual interrogó a todos aquellos que hubieran tenido contacto con ella. La investigación, que se prolongó seis meses, terminó cuando Matthew, a través de los doctores, supo de las notas de Linda, que estaban en posesión de Darren, el cual las había guardado en secreto, y aunque en un principio quiso deshacerse de ellas, se vio incapaz de hacerlo, por lo que se las entregó a Matthew, deseando que aquella tragedia nunca volviera a repetirse. Tras leerlas, pudo formar un amplio reportaje que por desgracia jamás llegó a publicarse, pues sus superiores, alegando que la víctima estaba loca, se negaron a poner semejantes "elucubraciones de una mente enferma". A espaldas de ellos Matthew lo mandó igualmente a las rotativas, siendo rápidamente despedido. Al poco de salir publicado, todos los organismos oficiales desprestigiaron el reportaje calificándolo como "desvaríos alucinatorios de mentes calenturientas", y Matthew fue denunciado por el periódico por negligencia profesional. Aunque buscó a alguien que corroborase su historia, todos aquellos a los que una vez interrogó habían dimitido de sus trabajos ó habían desaparecido sin más. Matthew perdió el juicio y ya nunca más fue contratado como periodista.

Al mes de la muerte de Linda, las autoridades mandaron vallar los límites del bosque Townshend, según ellos para proteger a la población de un animal salvaje que habitaba la zona, esperando con ellos acallar rumores y leyendas. Su efecto fue todo lo contrario, pues alentados por aquello, algunos jóvenes locales y foráneos han seguido yendo para comprobar si la leyenda es cierta, con lo que las desapariciones han continuado hasta la actualidad, pero ninguna fue tan dramática y conocida como la de Linda Ringwood, quien al final de sus notas, casi a modo de advertencia para todos y con letra temblorosa, escribió: "no está muerto…no entréis al bosque…nunca entréis en el bosque…él aún vive…él siempre está allí…siempre está vigilando…al acecho…en la profunda oscuridad del bosque…".

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