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Una noche, tres historias: Moni & Puti

en Trios

UNA NOCHE, TRES HISTORIAS: MONI & PUTI

              Las dos chicas llegaron al local citado, y según atravesaron la puerta del bar, se encontraron que éste se encontraba bastante repleto de gente. Un ambiente distendido, y al ir a pedir algo a la barra, tuvieron un encuentro inesperado en mitad del bar.

            -¡Que sorpresa!. Viki, Toñi-las miró-. Hola a las dos, ¿qué tal estáis, chicas?.

            -Hola Moni-saludó Viki-. Hola P-saludó a la acompañante de Moni-.

            -¡Vaya, esto sí que es increíble!-oyeron de un lateral-. Hola a las cuatro, ¿cómo os va la noche?.

            -Muy bien-dijo Moni-. Hola Trini. Hola Pili-las saludó-. ¿Cómo lo lleváis?.

            Moni no perdía detalle del resto de chicas. Si ya le hacía poca gracia encontrarse con Trini y Pili, las “pijas inseparables”, como se las solía llamar, menos gracia le hacía verse con Viki y Toñi. Además, ¿cómo diablos se atrevían a salir juntas esas dos?. ¿Es que Viki no tenía vida propia?, ¿siempre tenía que estar con Toñi?.

            -Yo bien, gracias. Que raro haber coincidido todas-observó-. Tendríamos que ir a quedar otro día de copas, todas juntas, ¿no os parece?. “Noche de chicas”-sonrió-.

            -Sí, no estaría mal-intervino P, aunque su mente decía “ni en un millón de años, puerca de las narices”-, aunque me imagino que sería difícil, con las agendas apretadas que tenemos todas, ¿no, Pili?-miró hacia ella con mohín de falsa inocente-.

            -Bueno, todo sería coordinarse, ¿no crees?-le devolvió el mismo mohín-. Y qué, ¿cómo es que os habéis dejado caer por aquí?.

            -Hemos quedado-se adelantó Moni-. Los chicos nos dijeron que vendrían algo más tarde y que nos adelantásemos, que ya llegarían, ¿y vosotras dos?.

            -Lo mismo-contestó Trini-, pero antes de verlos Pili y yo queremos estar aquí a nuestro aire, y luego ya quedaremos con ellos. ¿Y tú, Viki?.

            -Nada del otro jueves-se defendió-. Tomar algo, divertirse un poco y oye, ¿quien sabe?, a lo mejor hasta ligamos con alguno de los de aquí, todo es posible.

            “Será perra”, pensaba Moni para sus adentros, “y encima la otra al lado, hay que ser fresca”. P, al mismo tiempo, pensaba lo mismo. “¿Ligar?, pero si eres más fácil de abrir que una lata de coca-cola. ¡Que cerda de tía!”.

            -Claro-la apoyó Toñi-. Y si no ligamos hoy, pues otro día será. ¡Como si faltasen hombres en el mundo!-y las dos se rieron-.

            Pili y Trini, se miraron con estupefacción, lo mismo que Moni y P, que pensaban al unísono: “¿y encima están de acuerdo?, ¡dios, que golfas!”.

            -Bueno, un placer veros chicas, muak muak-hicieron mueca de darse besos como si se saludasen con besos de mejilla-. P y yo nos vamos a pedir y a una mesa. Pasad una buena noche-saludó Moni con la mano-.

            -Ya, claro, lo mismo para vosotras-dijo Pili mirando a Moni y a Viki-.

            -Igualmente-dijo Viki-. ¿Nos vamos a nuestro sitio?-preguntó mirando a Toñi-.

            -Sí, claro. “La noche es joven”-dijo con expresión jovial-.

            Moni y P se alejaron del grupo que se había formado en el medio de un pasillo del bar y fueron a pedir, sentándose luego en una mesa cerca de la puerta de salida. Con ojos curiosos miraron hacia Trini y Pili, que tras pedir en otra parte de la barra, fueron a sentarse en otra mesa, justo en el lado opuesto de la zona de mesas. Ambas se dieron un breve saludo en la distancia. Finalmente dedicó una mirada a Viki y Toñi, que en vez de ir hacia las mesas, permanecieron en la barra, charlando alegremente.

            -Como odio a esa panda de zorras-dijo P-. ¿Has visto como ahora incluso se han puesto de acuerdo hasta en el peinado?.

            Moni evocó el momento en que vio a Trini y Pili. Además de cortarse el pelo, lo llevaban “al revés”: Trini, pelirroja con vetas rubias, y Pili, rubia con vetas pelirrojas. Incluso vestían igual: kimono de mini-falda y mangas cortas con escote en rombo (el de Trini azul; el de Pili, rosado). Trini tenía los ojos verdes y Pili, azules. En lo demás, sus cuerpos eran casi idénticos en curvas y altura.

            -Sí que lo he visto-contestó-. No soporto ese aire de “somos superamigas, somos guays, somos perfectas” que se traen entre ellas. Seguro que se intercambian los tangas, y quizá hasta los novios.

            P se rió ante el comentario de su amiga, y luego desvió la vista hacia la barra del bar, donde estaban Viki y Toñi.

            -¿Te has fijado en el vestidito de Viki?. “Pase sin llamar”-ironizó-.

            Moni miró a Viki, que llevaba un vestido rojo de minifalda y tirantes, con unas medias negras y zapatos a juego. El conjunto dejaba entrever las curvas de su cuerpo, y dejaba poco a la imaginación, pues resaltaba su pecho y su trasero. Toñi, en cambio, iba algo más recatada, pero no mucho: mini-falda negra, medias de encaje y un top también negro, con dibujo de brillantes. Ambas de ojos castaños, Viki era rubia, y Toñi, morena.

            -Y en el de Toñi-añadió-. ¿No te parece enfermizo que salgan juntas?.

            -Claro que sí, no soy idiota-dijo algo enfadada-. Una cosa es llevarse bien, pero lo de salir siempre juntas me parece muy fuerte. ¿Quién se les acercaría, yendo en ese rollo tan raro?. En cuanto supieran lo que son, el tío debería salir por piernas...a menos que sea tan pervertido como ellas.

            -Ya te digo.

            El camarero llegó con las copas que habían pedido antes, y una vez las tuvieron en la mesa, ambas brindaron por ellas mismas, como diciendo ante las demás lo bien que llevaban y lo muy unidas que estaban, intentando darles un poco de envidia. A lo largo de la noche siguieron la conversación, pero Moni miraba el reloj al notar que los chicos no terminaban de llegar. “Por dios, que den señales de vida. Me muero si quedo en evidencia ante esa panda de putas”, pensaba para sus adentros. El mismo temor era compartido por P, quien intentaba no dejar entrever su miedo.

            -Oye, llevamos aquí casi una hora, ¿es que Dani y Laude no van a venir?.

            Fue hacer la pregunta, cuando Moni notó que en su bolso (mini-bolso más bien) algo se movía. Al abrirlo, sacó de él su móvil, viendo que tenía un mensaje. Al ponerse a leerlo, los ojos de Moni se abrieron de par en par con gesto torcido. En ese momento se alegró de estar de espaldas a las chicas o la hubiesen visto la cara.

            -Vámonos-le dijo a P-. Haz como que has recibido un mensaje importante y nos vamos de aquí.

            -¿Qué pasa, Moni?.

            -¡No preguntes!, ¡hazlo!-le gritó, aunque en tono que solo ella pudo ver el tono exhortativo de la frase-.

            P miró en su bolso y también sacó su móvil, haciendo el amago de estar leyendo algo. Las dos chicas se levantaron y salieron del bar, dedicando un momento de miradas a Trini y Pili, y otro a Viki y Toñi. Las dos primeras estaban hablando con un chico de melena rubia algo desaliñado, mientras que las segundas también hablaban con un chico de pelo negro rizado, bastante alto.

            -¿Qué pasa, Moni?-preguntó P a la salida del bar, cuya entrada también tenía algo de gente-. ¿Por qué nos has hecho salir?.

            -Nos vamos a casa, y te lo explico mejor. No pienso hacerlo aquí. No delante de la recua de golfas de ahí dentro. No pienso darles esa satisfacción.

            -¿Satisfacción?, ¿pero de qué hablas?.

            -¡Taxi!-le gritó a uno que vio doblar la esquina, e iba rumbo hacia el bar-.

            -Pero Moni-decía P totalmente sorprendida-...¿quieres no asustarme?. Dime que pasa, por favor...

            -Luego. Ahora sube.

            El taxi paró junto a ellas, y ambas se subieron. Moni le dio la dirección de P al taxista y éste se puso rumbo a las señas indicadas.

            -¡Moni!-le gritó-. ¡Dímelo ya!.

            -Ahora no. Luego.

            -¡AHORA!.

            El grito de P pilló desprevenido al taxista, que miró por el espejo retrovisor al asiento trasero, donde estaban las chicas (P justo detrás de él, y Moni a la derecha).

            -Perdón-le dijo Moni al taxista por el escándalo. Éste se limitó a hacer un gesto condescendiente a través del espejo-. Lo siento P, de veras que lo siento.

            Moni echó mano de su bolso, volviendo a sacar su móvil y buscando el mensaje que había recibido. Una vez encontrado, se lo enseñó a P. Ésta lo leyó, incrédula, y de la incredulidad pasó al dolor y de allí a la rabia...y de la rabia al llanto.

            -¿Como se atreven?-preguntó a Moni con ojos anegados-...Laude te planta y el otro me deja por móvil para volver con su ex y no tiene ni el valor de hablar conmigo cara a cara ni de mandarme a mí el mensaje. Odio a ese cabrón. ¡Lo odio!. ¡Miguel, eres un hijo de puta!. ¡Ojalá ella te contagie ladillas!. ¡Muérete!. ¡¡Muérete puto cabrón!!.

            El taxista, viendo el escándalo, volvió a mirar hacia atrás. Moni, al notarlo, fue a abrazar a P para darle algo de consuelo. “Estas chicas”, pensaba el taxista con un gesto airado mientras seguía conduciendo.

            -Venga va. Deja de llorar, él no te merece, no se merece que llores por él. Venga P, para ya, por favor.

            Moni intentó abrazar de nuevo a P, pero cuando iba a hacerlo, ésta la cogió por sorpresa estampándole un beso en la boca. El taxista, al ver lo que pasaba, se quedó de una pieza. “¿Pero que coño?...”, pensaba asombrado.

            -No-dijo Moni-. Aquí no P. Ahora no, mira donde estamos.

            -¡Aquí sí!-suplicó-. ¡Por favor, aquí y ahora!. ¡Me da igual todo!. ¡Lo necesito!-y sin pudor alguno cogió una mano de Moni para ponerla sobre sus pechos-.

            -Aquí no, Puti...en casa mejor, ¿vale?.

            Moni intentaba resistir los avances de Puti, mientras la mente de su conductor iba a mil por hora. “¿Puti?, ¿pero que clase de nombre es ese?”. Ésta seguía intentando convencer a Moni, que procuraba resistirse todo lo que pudiera, hasta que otro beso de tornillo venció sus defensas y se quedaron juntas en un abrazo, suspendidas en el tiempo en un largo beso. El taxista perdió vista de la carretera por verlas besarse hasta que, al volver a mirar, dio un frenazo en seco al ver que estaban en un semáforo en rojo y que había un coche con el que estaban a punto de chocar contra él. El coche logró frenar en el último momento, evitando el accidente. Moni y Puti quedaron echadas hacia delante. Moni, entendiendo lo que había pasado, se acercó para hablar con el taxista.

            -¿Conoce la zona de las naves?.

            -¿Las naves industriales de las afueras?-preguntó éste-. Sí, claro.

            -Pues ya sabe donde ir-le guiñó un ojo-. Cambie de rumbo y cuando lleguemos ya le diré donde parar. Me las conozco bien. Le prometo un buen extra por ello.

            El tono meloso de Moni cogió desprevenido al taxista. ¿De verdad aquello era lo que parecía?. Después de un instante de duda, el taxista hizo un leve asentimiento con la cabeza y cuando el semáforo cambió a verde, siguió su ruta hasta que cambió para ir a donde Moni le había indicado. Por el camino no podía evitar la curiosidad de mirar por el espejo, y ver como las chicas se enzarzaban aún más en una batalla de besos cada vez más furiosa y apasionada. Se fijó en que ambas iban vestidas casi idénticas: vestidos de falda-tubo negros con tirantes, aunque el de Puti era palabra de honor, dejando hombros al descubierto; el de Moni no). Además, Puti parecía ir con las piernas al aire, mientras que Moni llevaba medias.

            -Aquí es-dijo ella al taxista, una vez éste fue siguiendo las señas de su pasajera-. Aquí nunca pasa la poli ni viene nadie. Estaremos solos...y bien entretenidos.

            Moni volvió a su asiento y entonces Puti se subió la mini falda de su vestido con un simple movimiento, dejando ver sus piernas y su ropa interior, invitando a Moni para que la tocase. Ésta, besándola, usó su mano derecha para acariciarla por encima de su tanga mientras que la izquierda la pasó por la nuca de Puti para rodearla totalmente. El taxista, al no estar conduciendo, sentía su miembro palpitar en sus pantalones viendo a las chicas darle el lote.

            -Los hombres son unos cerdos, Moni-decía Puti con gesto herido-...lo odio...yo lo quería Moni...¿por qué me ha hecho eso?...

            -Ssssshhh-le puso el dedo en sus labios, para silenciarla-. No hables, Puti. Anda, deja de pensar y ven aquí. Ven con tu Moni-le dijo con tono casi maternal-. Es que es muy sensible-le dijo al taxista, mirando para él un segundo-.

            Éste hizo un leve asentimiento como queriendo decir “ajá”, y siguió mirando por el espejo retrovisor. Las dos chicas, a ojos suyos, eran espectaculares: Moni tenía el largo pelo moreno y los ojos castaños, de rasgo un poco oriental, aunque el resto de su cara era total y completamente occidental. Su pelo era ondulado, con un flequillo que le cubría la frente por completo. Puti, en cambio, llevaba el pelo liso, largo solo hasta los hombros, con media frente tapada por el pelo. Los ojos de Moni eran negros, mientras que los de Puti eran de un intenso verde prado. La altura tampoco era la misma: Puti era (suponía) como 5-10 centímetros más baja que Moni (ambas llevaban la misma altura de tacón). Más que sus zapatos, volvió a fijarse en sus piernas, que parecían infinitas.

            -Mmmmmm te quiero Moni...por favor hazme olvidar...no quiero pensar en él.

            -No te preocupes, ya verás como te ayudo a olvidarte de él. Ven con tu Moni.

            Moni miró al taxista y le guiñó un ojo. Entonces cogió el escote de Puti y se lo bajó, dejándola con sus tetas al aire. Un par de pechos redondeados, bien formados, de pezón fino y forma delicada, con una areola a juego. Volviendo a besarla, Moni posó su mano sobre los pechos de Puti y se lo comenzó a acariciar. Puti parecía completamente ajena al taxista, lo ignoraba del todo, pero Moni le lanzaba miradas de complicidad cada poco. Miradas y gestos cada vez más encendidos, que evidenciaban el morbo que ella sentía con la situación. De pronto se fijó en la manera en que el taxista movía su brazo derecho, y entendió lo que estaba haciendo.

            -Saca la lengua Puti. Saca la lengua y abre la boquita. Venga.

            Puti obedeció y sacó la lengua tal como Moni ordenó. Con la mano en el mentón la dejó bien sujeta un momento, haciéndole dibujar una “O” con los labios con un gesto perverso y risueño, como diciéndole a su inesperado mirón la boquita sabrosa de Puti, la misma que luego se puso a besar con lengua por fuera de la boca. Él, que veía las bocas de ambas chicas entregadas a la lascivia, hacía unos cuantos minutos que había cedido a sus deseos de desabrocharse los pantalones y de masturbarse mirando a las chicas que tenía en su asiento trasero. Sin volverse (no le hacía falta), vio como Puti obedeció a los deseos de Moni de desnudarla, y ésta deslizó los tirantes del vestido de Moni para luego bajar el top y dejar sus tetas al aire. Nada que ver con las de Puti: más voluptuosas en tamaño y forma, con un color más nacarado y pezones algo más prominentes, lo mismo que las aureolas.

            -Anda cosita, ven a besármelos...bésame y tócame como tú sabes...

            Arqueando un poco la espalda hacia tras y el culo hacia delante, Moni se lo puso fácil a Puti para que ésta subiese su vestido y las dejase con las piernas al aire, tal como Puti estaba hacía rato. Las chicas, morreándose en ataque feroz, deslizaron sus manos al respectivo tanga de la otra, poniéndose a acariciarlo suavemente sin llegar a tocar lo que por dentro había. De momento solo eran caricias por encima de la tela.

            -Puti...¿sabes lo que el taxista está haciendo ahora?, ¿lo sabes?...

            -Sí, lo imagino-dijo sin mirarlo a él-.

            -¿Te gustaría?.

            Él se quedó paralizado: “¿va en serio?”.

            -¿Con él?-preguntó Puti-.

            -Con él. Seguro que tiene una polla grande y gruesa-fantaseaba con gestos algo picarones-. ¿Te la imaginas en tu boca?...míralo-la ordenó-. Mira como se toca por ti. Se muere de deseos por tenerte. No a mí. A ti. Porque eres guapa, muñeca-y la volvió a besar y a acariciar por todas partes-. Eres guapa y te desea. ¿Verdad?.

            -Mmmmmmmm...sí...sí que la deseo...

            -¿Y la tienes bien dura pensando en ella, a que sí?, ¿a que es por ella?.

            -Claro que sí. La tengo así por ti, Puti. Me estoy tocando por ti.

            Moni le hizo un gesto para que el taxista se fuese al asiento trasero con ellas dos. Éste salió del coche lo mismo que Moni, cambiándose las posiciones. Mientras Puti se quedaba en el centro del asiento trasero, a su derecha tenía al taxista y a su izquierda a Moni. Ambos comenzaron a disputársela en besos y caricias. Puti, sin reserva alguna, llevó sus manos a las entrepiernas de ambos, y mientras tocaba a Moni con la izquierda, masturbaba al taxista con la derecha.

            -Sí que es grande, Moni. Y gorda. Tenías razón.

            Pensando que le vacilaba, Moni se arqueó un momento para mirar. “¡Dios mío!”, pensó ella, “que pedazo de verga”. Aunque no era lo más largo que había visto nunca, en grosor sí que las ganaba a todas. Era una buena herramienta, gruesa y venosa, que la mano de Puti acariciaba cada vez con mayor soltura. El taxista lamía el pezón derecho de Puti con gula, llevando su mano derecha a acariciar la fina hendidura que el tanga no dejaba ver. Su mano topó con la de Moni, que también besaba y lamía el otro pezón de Puti, que sentía enloquecida como dos manos, una masculina y otra femenina, hurgaban en su sexo con bastante habilidad.

            -No seas mala y bésalo un poco. No te hagas de rogar-ordenó Moni-. No le dejes con las ganas de probar tus besos.

            Puti se inclinó hacia la derecha y fue hasta la boca del taxista, que había dejado de lamerle y chupetear el pezón de su excitada y juvenil amante. Si la vista no le fallaba y seguía siendo tan buen fisonomista, aquellas chicas no pasarían de los 21 años, quizá 22, a lo mucho. “Un manjar de primera”, pensaba él, al mismo tiempo que alababa su suerte al recoger aquellas chicas. Puro azar, ya que justo acababa de dejar a un cliente a una calle de distancia y solo intentaba salir de aquel barrio para volver a la parada. “Lo hago adrede y no me sale”, se decía.

            -Mmmmmm que bien besas Puti...eres una preciosidad...una diosa...mmmm que bien me acaricias...no te pares...uffffff que buena eres...

            -Puti es una experta en todo lo que se proponga-le dijo Moni-. Incluso cuando lo hace la primera vez, en seguida le coge el truquillo.

            -Ya se nota...oh dios mío...a este paso volveré a pintar el taxi de blanco. Quiero comerme todo esto-y metió mano entre las piernas de Puti-. Lo quiero todo.

            Atendiendo a su petición, Moni fue a sentarse en el asiento del conductor, Puti se echó a la larga en el asiento trasero y el taxista tuvo vía libre para acceder a lo que en ese momento más quería hacer. Al quitar el tanga, comprobó que aquella vulva estaba bien cuidada, con poco pelo y de formas generosas y sensibles a sus lametones. Moni, sentada delante, disfrutaba de las vistas desde el espejo, gozando con su rol de voyeur y gozando también viendo a Puti entregada a un total extraño. Ésta, casi desnuda, gemía y se retorcía en el asiento mientras que la boca y la lengua del taxista hacían maravillas en su coñito caliente. De su boca salían jadeos incomprensibles.

            Los ojos de Moni, de pronto, se fijaron en algo que hasta entonces había pasado del todo desapercibido. ¡Dios mío!, ¿era real?. Al volver a mirar, se fijó en que sí, era cierto, no era un delirio. Al sujetar las piernas de Puti por los muslos, Moni pudo ver que en la mano del taxista había una alianza. ¡Estaba casado!. La sorpresa fue de lo más alucinante. Ni siquiera se había parado a pensar si el taxista estaba casado o no, ni se le pasó por la cabeza. Solo se había ocupado de buscarle una diversión a Puti y no se había planteado nada más. Más que escandalizarse, el descubrimiento la animó todavía más. Que un casado al que de nada conocían accediese a olvidarse de todo con tal de follarse a una chica joven y de buen ver la incentivaba sobremanera.

            -Mmmmm que ricoooooo...como me gusta esto Moniiiii...mmm me gusta mucho este taxista...me hace gozar Moniiiiiiiiii...

            -No seas mala Puti...él también querrá gozar contigo...sé buena con él y dale lo que mejor sabes hacer, que te lo agradecerá. Ya verás lo que te hará después.

            El taxista no supo como reaccionar a la propuesta de Moni, así que simplemente, se dejó llevar por Puti. Ésta se movió, incorporándose, y alejándose un poco de él, que también volvía a estar sentado. Entonces Puti volvió a sujetar la tranca que antes estaba masturbando, y moviendo un poco el pelo para que no le estorbase, se agachó y se puso a chupar aquel miembro que se le antojaba un festín. Más que de longitud, el problema con el grosor hacía difícil lamerlo bien del todo, pero la dificultad le añadía un plus de morbo que a Puti le encantaba. El taxista, sencillamente, estaba en trance dejando que la boca de aquella chica se lo trabajase sin piedad. Sus idas y venidas eran suaves, o eso le parecía, pero conforme pasaba el tiempo, todo se hacía más fuerte e intenso. Al mirar a Moni, ésta le devolvió la mirada mientras veía su cuerpo convulsionarse y relajarse al cabo de un par de minutos. Moni acababa de tener su primer orgasmo, y lejos de acabar, aquello solo estaba por empezar.

            El taxista acariciaba la nuca y el pelo de Puti mientras ésta se la seguía mamando a todo mamar. Había alcanzado buena velocidad de crucero, y Moni volvía a tocarse, en lo que podía intuir por los movimientos de su brazo. Aquello había llegado al punto de no retorno, tenía que ir hasta el final, ya no podía aguantarse por más tiempo, tenía que poner a Puti sobre su regazo y que lo cabalgara a ritmo de amazona desbocada. La dejó chupetear y lamer un poco más, pero luego la hizo incorporarse, y después de jugar con sus pezones un poquito, el taxista puso a Puti en sus rodillas, de espaldas a él, y con una maniobra algo complicada, logró su objetivo. A través de la ropa, su verga logró dar con el camino al cielo y se fue metiendo por la cuca de Puti hasta tenerla penetrada. Puti se quedó quieta, en shock, sintiendo como una descarga eléctrica que la recorría de parte a parte...y él, llevando sus manos a sus domingas para jugar con ellas, comenzó a moverse y a hacerla balancear arriba y abajo.

            Moni, viendo lo que pasa, ya no quería quedarse al margen de lo que pasaba y se cambió de asiento, pasando a estar a la izquierda de los amantes, que estaban gozándose tan ricamente. Tan juntos como estaban podía acariciar los pechos de su amiga al igual que el taxista. Al sentir que Moni se había colocado junto a ellos dos, no quiso dejarla al margen y moviendo su mano izquierda, la metió por dentro del tanga y se puso a tocar y a juguetear con su coñito, sensible y caliente por el anterior trato que la propia dueña le había dado minutos antes. La poderosa mano en su interior y el tacto de la yema de los dedos en su chochito causaban estragos en Moni, que estaba loca de contenta tanto o más que Puti, quien ya no podía refrenar los jadeos que salían de su boca, presa del gran placer que el taxista estaba dándole. El sentir aquella verga penetrándola era suficiente para excitarla como nadie lo había logrado antes.

            -Mmmmm síiiiiii...sí Moniiiiiiii...que rico es esto...aayyy que no me aguanto más Moniiiiiiiii...no puedo no puedo...así, sí...más profundo, así...un poco más duro...más duro, así...ya viene ya vieneeeeeeeeee...

            -Goza Puti, gozaaaaaaa...goza para mí, mi Puti querida...dámelo Puti...dámelo ya mismo, lo quiero...quiero oírte Puti, quiero oírte ya...

            Él estaba perdido en sus divagaciones mientras las escuchaba, pero éstas iban y venían a rachas, ya que el placer por tener a Puti para él lo superaba todo. Era cálida, era excitante, ardiente, era fuego en sus manos, todo su cuerpo parecía querer prenderlo en llamas. Sus caderas se movían cada vez más rápidamente y con mayor brío mientras que el cuerpo de Puti reaccionaba febrilmente a las acometidas de aquel hombre. Entonces, en un estertor casi al unísono, los meneos de él se hicieron más toscos, más brutos, y de una estocada final clavó a Puti tanto como pudo contra él, corriéndose mientras ella no paraba de gemir y jadear hasta caer derrengada contra el pecho del taxista, respirando forzadamente y con alientos cortos y cansados. A pesar de ello, él no se olvidó de Moni, a quien siguió masturbando hasta que le arrancó un segundo orgasmo, en que casi se le llevó el tanga, que a punto estuvo de arrancar.

            Al abrir los ojos, el taxista vio a Moni a su izquierda, con expresión radiante. Y encima de ella, con una mueca de ausente placer, estaba Puti, aún penetrada por él, que apenas podía hablar coherentemente. Estuvieron así un poco hasta que Puti pudo bajarse de él y sentarse a la derecha de aquel hombre de bigote bien recortado, de pelo negro y cara algo marcada por el paso del tiempo. No eran ningún treintañero, eso estaba muy claro. Un plus de experiencia para él, por supuesto. Dedicando miradas a ambas chicas, la de su izquierda lo tomó por sorpresa mientras estaba acariciando a la de su derecha, excitando lo que hace poco acababa de probar.

            -Yo también quiero un poco de ración para mí...mmmmm esto sí que es digno de probarse...mmmmmm...mmmm...mmmmm...se ha ablandado un poco, pero no importa nada...ya la volveré a poner en forma...la necesito...

            -¿Ya te has corrido dos veces y todavía tienes ganas de más?.

            -Es que tengo una llama difícil de apagar-se encogió de hombros-.

            -Mientras no nos haga estallar por los aires-bromeó-...

            Con el trote que había tenido hacía un momento, le costó volver a estar con su  mástil de nuevo apuntado al cielo. Viendo que ahora era Moni la que se ocupaba de él, no quería dejar desamparada a Puti, de manera que volvió a poner su mano por entre sus piernas y  a acariciarla con fuerza con la yema de los dedos, buscando sentir aquella maravilla calidez y humedad que ya había probado con la mano, la boca y la verga. Si Puti había sido todo un parque de atracciones, ¿cómo sería Moni?.

            La mente de Moni estaba totalmente absorta en la verga que estaba acariciando y no con la mano precisamente. Más entrenada que Puti en las artes de felación, Moni se aplicaba con todo lo que sabía para volver a excitarlo debidamente y que estuviese tan duro como antes. De hecho, con sus manos probó a hacerle un masaje testicular para ver que efecto provocaba en él. El taxista, al notar las manos de Moni acariciando por allí abajo, se excitó más de lo que creía que era posible. Jamás había recibido un masaje en los huevos y aquello no sabía que pudiera ser tan placentero. Solo con eso y la boca de Moni fue suficiente para que le volvieran las energías.

            -Eso es, así me gusta...todo perfecto, todo enhiesto...apuntado al cielo como debe ser jejeje-se reía con expresión maliciosa-...estoy lista para trabajar...dámela...

            A diferencia de Puti, que había estado todo el rato de espaldas a él, Moni optó por estar cara a cara, frente a frente, mientras se comían a besos en los instantes previos a que ella, sujetándola con firmeza, se penetrase y quedase sentada sobre el regazo de él. Pasando las piernas por los laterales y logrando alzarlas un poco (no sin antes de todo quitarse los zapatos, que cayeron al suelo del coche), alcanzando la postura justa en que él podía penetrarla a la perfección. Al sentir como aquello la penetraba, Moni no podía parar de gemir de placer. Ahora entendía lo que Puti había pasado antes. Aquella vara de placer era lo más sublime que jamás había probado antes. Era una herramienta que solo se desvivía por dar y recibir placer.

            -¡Mmmmmmm!...dame duro...¡duro!...¡OH DÍOS!-decía con saña-. ¡Esto es una maravilla, es una pasada!...lo quiero todo para mí, síiiiiiiiii...dame fuerte, no seas suave, tú dame hasta el fondo...síiiiiiiiii...hasta el fondo, ¡¡hasta el fondooooo!!...

            Las peticiones de Moni iban subiendo de tono mientras que el cuerpo de Puti temblaba y se retorcía al tacto de la mano del taxista entre sus piernas, intentando darle un nuevo orgasmo a aquella chica tan necesitada de cariño. Con la dificultad que para él suponía satisfacer a dos chicas, intentó repartir sus energías entre las dos para no dejar a ninguna de lado. Con las fuerzas algo mermadas por el polvo previo con Puti, el taxista no lo tenía nada fácil para que ellas quedasen plenas de placer. Su mano derecha seguía trabajándose la intimidad de Puti mientras que Moni estaba clavándose su garrote con energía y pasión desbocadas. Moni parecía enloquecida, buscando sentir aquel trozo de carne tan dentro de sí misma como fuese posible.

            -¡Aaaaaahh!...ayyyyyy Moni que vuelvo a correrme...me encanta lo que me está haciendo Moniiiii...me gusta como me toca, me gusta muchooooo...mmmmm me siento arder, estoy muy calienteeee...mmm Moniiiiiii...quiero gozar, ¡quiero corrermeeeee!...

            -¡¡Mi Putiiiiii!!...¡¡ufffff que cosa ricaaaaaaaaa!!...¡esto sí que es una buena polla para follar y no la mierda de los otros que probé!...¡dame duro!...¡oh dios esto es la gloria, la gloriaaaaaaa!...¡como pares te hago comida para perros!...

            Tanto Moni como Puti tenían su cordura en nivel bajo mínimos, mientras que él sentía que desfallecía por el esfuerzo que estaba realizando, pero cuando iba darse por vencido debido al cansancio que tenía encima la fuerza de su mano, que agotaba sus últimos cartuchos, hizo el milagro y logró que Puti volviese a correrse, quedando como muerta recostada contra el asiento. Su mano izquierda, que sujetaba del culo a Moni, le había sido de gran ayuda a la hora de darle un poco de fuerzas a sus embatidas para así disfrutar de ella mucho mejor. Ahora que la otra mano también la tenía libre, la pudo asir con las dos y de esa manera la fue bamboleando arriba y abajo con golpes rítmicos y secos para que la bajada fuese brusca y profunda. Un meneo que provocó en ella un espasmo previo a un orgasmo, el tercero, que logró dejarla tanto o mas cansada que a su compañera de fatigas.

            Las dos chicas fueron a darse un beso con lengua delante de él, y luego hicieron lo propio con él, dándose una tanda de morreos de duración indeterminada que fueron el punto y final a una sesión maraToñiana en aquel rincón, en plena madrugada de fin de semana. Por la mente del taxista pasaron toda clase de pensamientos mientras intentaba reponerse de lo ocurrido. Parecía increíble las cosas que había hecho con aquellas chicas en su lugar de trabajo. Nunca la había visto más gorda como entonces...y de entre todos los pensamientos que cruzaron su mente, hubo uno que regresó para quedarse.

            -¿Puedo preguntaros una cosa?.

            -A estas alturas de la película creo que ese tipo de pregunta ya sobra, ¿no crees?-y Puti se rió por la contestación de Moni-. ¿Qué quieres saber?.

            -¿Qué clase de nombre es Moni?.

            -¿Eso?. Nada, solo un apodo. De Mónica-precisó-.

            -¿Y ella?-señaló-.

            -Ella es P, así la llamamos. Es como nos gusta llamarla.

            -¿P?. ¿Solo P, sin más?.

            -Sí. De Penélope, pero no le gusta el nombre.

            -¿Penélope?, ¿entonces porque la llamas “Puti” todo el rato?.

            -¿No es...evidente?-le dijo con retintín mientras ella, que aún seguía penetrada de cara a él, tomó a Puti y le estampó un fuerte morreo, tocándola por donde a ella se le antojaba-. ¡¡POR QUÉ ES MI PUTITA!!.

            El taxista se quedó alucinado por la respuesta y el tono autoritario con que ella la dijo. Más que una afirmación, parecía más bien una declaración de propiedad.

            -Es buena chica, pero un poco inestable de corazón. Y claro, siempre recurre a mí, que soy como una hermana mayor para ella. Yo siempre la ayudo a olvidarse de los problemas.

            -¿Sois lesbianas?.

            Ellas se miraron como presas de una sorpresa que no esperaban, riéndose por la estupidez de la pregunta. Él de pronto entendió la futilidad de su pregunta después de lo que acababa de pasar entre ellos tres.

            -¿Lesbianas?, por dios, claro que no-dijo como si aquella pregunta fuese un total disparate-. Solo somos buenas amigas. Eso es todo-y él entendió el doble sentido de las palabras que ella había dicho-.

            -Buenísimas amigas-dijo Puti, uniéndose a la acción-. De hecho, hay una cosa a la que no podemos resistirnos, ¿no es verdad, Moni?.

            -¡Es verdad!-recordó ella-. ¿Cómo nos hemos olvidado?.

            Entonces Moni se salió de él y tanto Puti como ella, sin avisar, le cogieron a él por la tranca y comenzaron a menearlo de nuevo. No sería ningún problema de no ser por la fuerza con que lo estaban masturbando. Más que pajearlo, casi sentía que aquellas chicas lo estaban despellejando. Después del tute que le habían dado sabía que no podía volver a gozar, por lo menos, ya no podría correrse. ¿Quién podría hacerlo después de un esfuerzo semejante?. Intentó que ellas desistieran de su actitud, pero a cada palabra que decía ellas solo hacían por redoblar la fuerza de sus maniobras. Ellas, mirándose en complicidad, sonreían con expresión diabólica, cosa que a él le heló la piel al mirarlas. De pronto temió por la supervivencia de su miembro.

            Su temor no sirvió para reducir el tamaño de su tranca, si no que por el vaivén al que estaba siendo sometido, hizo de efecto contrario y lo puso más duro aún, justo como querían Moni y Puti. Éstas, juguetonas y traviesas, siguieron pajeándolo con saña hasta que lograron lo que querían y éste fue víctima de sus diabluras. Apenas había manado semen, pero el orgasmo que le habían arrancado había sido tan visceral que incluso se le había mezclado con una pizca de dolor. Ni su mujer había llegado a ser tan extrema.

            Una vez recompuesto de todo lo ocurrido, el taxista consiguió ponerse de nuevo al volante de su coche, no sin antes usar algunos de los kleenex que llevaba para limpiar por donde había “pruebas del delito”, y luego tirarlos debidamente. Las chicas, detrás de él, fueron todo el rato abrazadas y acurrucadas la una junto a la otra. De no habérselo dicho, a él le hubiesen parecido una pareja de enamoradas que hubiesen tenido una cita inolvidable. Finalmente llegaron al destino inicial del coche: la casa de Puti. Se bajaron del taxi (la casa de Moni estaba muy cerca) y tras pagar la carrera, que solo cubrió hasta la zona de las naves (él se negó a cobrarles más a las chicas), de pronto oyeron a éste, el cual las llamaba para que volviesen junto al taxi.

            -Tomad...por si acaso me necesitáis otro día. Nunca se sabe.

            Moni cogió la tarjeta que el taxista les dio, donde estaba apuntado su número de teléfono, aunque no podía ningún nombre.

            -Perdona, ¿me podrías decir como te llamas?. Aquí no lo dice.

            -Oh, eso...hola, soy Miguel-y las chicas se quedaron de piedra por la revelación-. ¿Por qué creéis que me giré de aquella forma cuando Puti maldecía a “Miguel”?. Pero me imaginé que no podría ser por mí. Cosas de la vida. Cuidaos chicas. Hasta luego.

            El taxi arrancó y Dani se alejó, sacando la mano por la ventanilla para despedirse de ellas. Estas se quedaron un segundo mirando entre ellas, incapaces de creer lo que les había pasado. Moni, mirando la tarjeta, se la guardó en el bolso.

            -¿Te la guardas?, pero si lo normal es que las tiremos al segundo siguiente.

            -Siempre hay excepciones. Y ya lo dijo él: “nunca se sabe”-sonrió maliciosa-.

            Moni y Puti se despidieron con un beso y se fueron a dormir convencidas de que ni en sus más locos deseos Trini, Pili, Viki y Toñi habrían vivido lo que ellas. Y en la mente de ambas, el mismo pensamiento de superioridad: “¡Que se jodan esas putas!”.

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