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Intercambio de venganzas (capítulos 1 y 2)

en No Consentido

INTERCAMBIO DE VENGANZAS

            1. Antecedentes:

             Alejandro y Clemente eran dos chicos que habían llevado vidas paralelas. Tanto uno como otro fue producto de un hogar roto por el divorcio de sus padres a tierna edad. Ambos vivieron la amarga separación de sus padres, y los dos permanecieron con sus respectivas madres, mientras la figura paterna desaparecía para seguir su vida y apenas reaparecía de vez en cuando en alguna fecha señalada. Alejandro (apodado “Jandro”, “Jano”, “Álex” o más extrañamente, “Alejo”) vio como su madre, siempre sonriente y vital, se convertía en una persona amargada y dolida, lo mismo que Clemente presenció con su respectiva madre. Ambos, al dejar la niñez y entrar en la pubertad, encontraron el vacío propio de esa figura paterna que les guiase en una época tan difícil para ellos. El único gesto que el padre de Alejandro tuvo con su hijo (y que fue lo mismo que hizo el padre de Clemente) fue llevarle a un local de alterne con 17 años, casi a punto de los 18, para que perdiese la virginidad con una chica de compañía. Ese y otro gesto de su padre provocó que tanto Alejandro como Clemente terminasen detestando a sus respectivos padres...que en una ironía cósmica era el mismo hombre, porqué ambos habían tenido el mismo padre.

            El padre de Alejandro y Clemente era un playboy, un bon vivant aficionado al lujo, el alcohol y las mujeres. En un momento dado se había enamorado de la madre de Alejandro, Ana, y todo parecía ir bien hasta que, cuando su hijo iba a hacer el año de edad, ella descubrió no solo que su marido tenía una amante de nombre Antonia, si no que además estaba embarazada de él. Tras un amargo divorcio que dejó una fuerte herida en el corazón de Ana, su marido se casó con Antonia y estuvo con ella y con Clemente hasta que él había conocido a una chica durante un fin de semana y tras varios meses de relación secreta, Antonia se convertía en una más de una larga lista de ex mujeres. Curiosamente, solo ella y Ana le habían dado hijos, puesto que con las otras solo habían sido romances más o menos duraderos, pero no muy estables.

            La relación entre ambas madres fue todo menos agradable, siendo (como suele ser costumbre en estos casos) los hijos quienes pagaron las consecuencias de vivir en dos familias rotas por los devaneos de un hombre incapaz de sentar cabeza. Crecieron sabiendo uno del otro lo mínimo, odiándose entre ellos tal como sus respectivas madres les enseñaron desde pequeños, un odio mermado por su entrada en la adolescencia que los llevó a verse como verdaderos desconocidos y finalmente como extraños. Pese a su condición de hermanastros, no había amistad entre ellos, y descontando la única vez que se veían, que era en el cumpleaños de su padre, no tenían más contacto. Para cuando los dos llegaron a la edad adulta, sus vidas ya emprendían caminos separados, moviéndose en círculos diferentes para no coincidir nunca...o eso pensaban.

            En el momento en el que el menor de ellos tenía los 20 años juntos, tanto el uno como el otro acudieron a la apertura de una nueva discoteca en la ciudad, uno animado por su padre y el otro, por sus amigos, y la noche transcurrió con normalidad entre los dos grupos de jóvenes, pues debido al tamaño de la enorme macro discoteca y al gentío que había allí dentro, era muy difícil encontrarse con una cara conocida. El destino los llevó a encontrarse cuando, bien avanzada la noche (lo mismo que su estado etílico) uno de ellos acudió a la barra a pedir otra copa...encontrándose con su hermanastro a apenas un par de metros de él.

            -¿Alejo?...¿de verdad eres tú?-preguntó sorprendido-.

            -Te he dicho que no me llames así...odio que me digas “Alejo”. Soy Alejandro o Álex...o Jandro, si te da la gana...¿qué haces tú aquí?...

            -Papá me invitó, me dijo que esto estaría bien...¿él no te dijo nada?...

            -Algo mencionó...pero estoy de humor para fiestas...piérdete...no tengo ganas de tenerte cerca...

            Clemente observó la expresión de su medio hermano. Algo no iba bien.

            -¿Estás bien?, te noto bastante compungido...¿puedo hacer algo?...

            -Ya has hecho bastante, ¿no crees?-y no disimuló su tono resentido-...Papá dejó a mamá por ti, se largó por tu culpa...¿si puedes hacer algo?...podrías no haber nacido, ¿te hace?...

            -Papá también nos dejó a mamá y a mí por otra...y te recuerdo que después de mi madre ha habido muchas más...Él también me abandonó...

            Alejandro le dirigió una mirada glacial.

            -Entiendo que me odies-prosiguió-...pero yo no soy el enemigo...y me da en la nariz que algo te está reconcomiendo por dentro...¿ocurre algo?...

            -Si tú supieses-murmuró muy levemente, dando otro trago-...

            -¿Cómo?, ¿has dicho algo?.

            -Sí: que no es asunto tuyo. Mis problemas son míos, y a ti no te importan. Vete con tu mierda de amigos y olvídame. Lárgate de aquí. A divertirte a otra parte...

            -Pff-desairó-, como si fuese tan fácil...mierda de vida...

            Alejandro miró a su medio hermano tanto con recelo como con intriga. Los ojos azules de Clemente parecían dar a entender una especie de secreto que le pesaba como una losa, la misma que Alejandro parecía llevar. Por unos segundos quedaron del todo mudos, sin decirse nada. Pese a la alta música de la discoteca y al bullicio de cientos de conversaciones al unísono, entre ellos reinaba un silencio sepulcral. Clemente no sabía como romper aquel silencio, pero no fue necesario. Alejandro lo hizo por él.

            -¿Qué?, ¿es que tu “perfecta” vida tiene algún defecto?-ironizó-...

            -Maldición, más bien...¿Pero que sabrás tú, vividor como el que más, de cosas como esas?...Tú no tienes ni idea...

            -A lo mejor te sorprendo-le desafío tras dar otro trago-...

            -¿De veras?-arqueó las cejas-...Muy bien, hagamos lo siguiente: tú me cuentas lo tuyo, y yo te cuento lo mío. Sin amigos cerca, sin novias alrededor, solo tú y yo. A ver quien tiene la peor vida. Vamos a comprobar cual de los dos es más miserable. El que pierda le paga las siguientes cinco rondas al otro.

            -Pse, que tontería, te ganaré de todas todas...

            -Entonces serán cinco rondas gratis para ti-dijo sarcástico-...¿te apuntas?.

            Sin mucho ánimo, pero sí con ganas de humillarlo y fruto del odio que siempre le tuvo por considerarle culpable de la vida que llevó, Alejandro aceptó. Después de un par de minutos de irse los dos a un reservado, a solas, comenzaron a desgranar sus vidas sin dejarse nada en el tintero. Comenzaron con cosas livianas, pecados veniales que iban subiendo de tono. A cada cosa que Alejandro decía, el otro le replicaba. Su frustración iba aumentando de tono hasta que, confiando en que si relevaba cierta información sería el ganador automáticamente, soltó una bomba de tal calibre que Clemente se le quedó mirando estupefacto. Alejandro, en lugar de sonreír, permaneció sombrío.

            -Eso es imposible-susurró-...lo has dicho para ganar, has mentido...

            -No es una mentira-sacudió la cabeza-. Te juró por nuestro padre que es verdad. ¿Qué, a que eso no lo superas?.

            -Es imposible...n-no puedo creerlo...tú también no...

            Alejandro se quedó mirando a Clemente, y éste también reveló cierto secreto que jamás había contado a nadie. La borrachera de Alejandro, hasta entonces importante, se fue de un plumazo. Parpadeando varias veces con rapidez y sacudiendo la cabeza como para desperezarse, miró a su hermanastro como si se lo acabasen presentar por primera vez en su vida. Clemente, por su parte, se llevó las manos a la cabeza como si hubiese cometido una travesura y su padre fuese a reprenderle severamente.

            -¿Cómo hemos llegado a esto?-se preguntaba Alejandro-. ¿Cómo nos han jodido de la vida de esta manera?.

            -En mi caso, su argumento fue lo desesperada que estaba, que necesitaba que la ayudase...que ella era una gran señora y papá la había tratado como a una perra...que ella no era ningún trapo viejo...

            -Supongo que el mío ya lo sabrás de sobra-se encogió de hombros-...ella no es mayor, no señor...no tiene un hijo, tiene un hermano pequeño...está obsesionada con volver a tener 20 años, los que tienes tú ahora...En fin...ya la has visto, ya sabes como es ella...

            -Sí-asintió resignadamente-...¿y si nos vengamos?.

            -¿Vengarnos?.

            -Ya me has oído...sí, vengarnos. Hagámoslo, venguémonos por lo que nos han hecho. Tanto a ellas como a él.

            -¿Él?.

            -Papá-aclaró-. No sé tú, pero yo se la tengo muy guardada desde que me llevó de putas para desvirgarme, sabiendo como sabía que había una chica que me gustaba y que quería que mi primera vez fuese con ella.

            -¿Contigo también lo hizo?. ¡QUE HIJOPUTA!. Cuando a mí me llevó tenía una chica de la que estaba enamorado hasta las trancas, y eso a él le dio igual. Como a él se lo había hecho su padre, él tenía que hacérmelo a mí...bueno, a nosotros-corrigió cuando miró detenidamente a su medio hermano-.

            -Razón de más entonces...hagámoslo, y hagámoslo bien. Si ellos nos han jodido la vida, ¿por qué no les jodemos nosotros?. ¡Joderles bien jodidos!.

            -¿Tienes algo en mente?.

            -Muchas cosas-sonrió haciendo mueca malévola-. Pero no solo ellas, ¿vale?. Él también...él también debe pagar...ya veremos cómo...

            -Para hacer lo que dices tendríamos que ser muy sutiles-reflexionó-. No sé si me entiendes: ni nuestras madres ni papá deberían jamás sospechar que es un complot que nosotros tramamos...Te recuerdo que en teoría nos odiamos a muerte...

            -Ah, sí, es verdad-se pasó la mano por la barbilla-. Podríamos hacerlo en plan disimulado...como si fuésemos de la CIA o algo así, yo que sé...pero te lo juro, quiero vengarme, lo estoy deseando...vengarme y después poder llevar una vida normal...

            -Ah, ¿pero eso existe?.

            La ironía de Alejandro fue más amarga que cómica, y ninguno de los dos la rió. Mirando a su hermanastro, se planteó y mucho aceptar su oferta. Él no quería mezclarse en vendettas por cosas pasadas...pero aunque le jodía admitirlo, tuvo que reconocer que la vida que había recibido no era la que él hubiese querido. Bien por su padre o por su madre, el caso es que su vida no era lo que debía ser, y eso lo sabía. Fuese lo que fuese lo que se suponía debía ser o hacer a su edad, no lo estaba haciendo porque no podía, y no podía porqué los actos de sus padres le habían apartado del buen camino. Aunque le dolía admitirlo, tuvo que reconocer que Clemente tenía razón: necesitaba vengarse.

            -De acuerdo-asintió con voz apagada-. Lo haré...¿en qué has pensado?.

            -Tengo un par de ideas-murmuró en tono sombrío-.

            Durante un buen rato, ambos hermanastros estuvieron charlando, concretando detalles, puntualizando los defectos, corrigiéndolos, buscando el modo de cobrar lo que en justicia demandaban por el infierno que estaban viviendo. De toda la charla que los dos tuvieron lograron concretar un plan meticuloso pero ajustado, pues Clemente y Álex pusieron la misma fecha a modo de venganza final...la cual constaría de dos partes. Con el plan en marcha, los dos se dieron la mano y se pasaron sus respectivos teléfonos con cierto sentimiento de extrañeza entre ellos: de todas las relaciones que podrían surgir entre ellos, nunca imaginaron convertirse en cómplices de una venganza. Y a pesar de eso, no estaban contrariados con la idea: estaban encantados.

             2. La Venganza (Antonia):

             La vida de Álex y Clemente siguió rumbos separados, tal y como antes de aquel encuentro había sido. De vez en cuando y muy en secreto se mandaban mensajes que luego siempre borraban a fin de no dejar huellas de su complicidad. A lo largo de varias semanas la vida de Antonia y Clemente fue de lo más habitual, sin que nada ni nadie les pudiera presagiar ni vaticinar lo que iba a pasar. La primera cadena de hechos ocurrió una noche en que madre, hijo y la novia de éste acudieron a una discoteca para tomarse algo y pasarlo bien. La joven prometida tenía el visto bueno de la madre, y Clemente se sentía feliz con la chica, de modo que queriendo tener al menos un poco de intimidad, le sugirió a su madre que fuese a bailar un poco y que se lo pasara bien. Antonia entendió la intención y considerando que llevaba tiempo sin bailar, aceptó la idea y se fue a la enorme pista de baile, donde al poco notó como un joven se le acercó para bailar.

            -Hola, ¿estás aquí bailando sola?.

            -¿Qué edad tienes?-se le quedó mirando estupefacta-.

            -La suficiente para venir aquí-respondió-. No me has contestado: ¿estás sola?, ¿no tienes con quien bailar?.

            -No, ni tampoco lo quiero...me gusta bailar sola, así que vete.

            -¿Y dejar a toda una señora sola?.

            La forma en que le habló la pilló por sorpresa. Que un extraño que aún parecía imberbe la tratase de señora en lugar de cómo a un pedazo de carne.

            -Por favor, eso es imposible-prosiguió-. ¿Cómo podría yo dejar a toda una mujer sola bailando?. A las damas se las trata bien y se las cuida.

            -Anda chico-intentó desairarlo-. Vete a buscar una de tu edad que seguramente te dé un buen revolcón. ¡Si casi tengo edad para ser tu madre!-le dijo irónica para ver si lograba quitárselo de encima-.

            -Tengo más edad de que la parece...¿y una de mi edad, en serio?. Pero si son como muñecas hinchables: se ponen abiertas y “hala, hazme lo que quieras”. No tienen ni idea de esas cosas...no son mujeres hechas y derechas, como tú por ejemplo. Con ese cuerpo volverás locos a todos los hombres que se te crucen.

            Ella intentaba pasar de él, pero las palabras de éste iban directas a su psique. No paraba de halagarla, de agasajarla, de piropearla, y llevaba ya mucho tiempo que no la trataban de ese modo. Había olvidado lo que era que la hablasen con esa mezcla tan morbosa de respeto y deseo, y no pudo evitar sentirse un poquito excitada ante el trato que le daba aquel joven.

            -¿Se puede saber que te he hecho yo para que vengas a por mí?.

            -Que me vuelves loco. Contigo iría hasta el fin del mundo.

            -¡Pero si no me conoces!-protestó ella-. Anda por favor, lárgate y déjame sola.

            El joven comenzó a bailar con ella, acariciándola. Algo que no fue visto como extraño o diferente porque debido al gentío de la pista de baile, a nadie le importaba. A Antonia aquel atrevimiento la cortó en seco, y no supo que hacer. Las manos del joven la acariciaron por la cintura y las caderas, sin intentar subir o bajar a zonas más íntimas. La forma en que la tocaba la hacía sentirse deseada...y aquel era un afrodisíaco al que jamás se había podido resistir. Saberse que ella encendía las pasiones de un chico como aquel, que a buen seguro estaba entre los 17 y los 20, provocaba en ella sentimientos encontrados: por un lado el morbo de lo prohibido, por otro el deseo.

            -Ven conmigo-susurró al oído de ella-. Deja que te lleve al cielo, déjame que te haga el amor como mereces. Yo te enseñaré como se debe amar a una mujer como tú. Seré tu mejor amante, tu hombre ideal, te trataré como a una reina, serás una diosa entre mortales. Ven conmigo y déjate llevar. No puedo vivir sin tenerte, te necesito como al oxígeno para respirar.

            Antonia tenía su mente disparada en imágenes llenas de erotismo y de pasión. La forma en que aquel extraño le decía todo aquello la volvía loca. Ella jamás había hecho el amor con un completo desconocido, pero ahora la idea le parecía irresistible. Aquel joven de ojos azules y pelo revuelto rubio se había encaprichado de ella y se dirigía a ella con total devoción. Para una señora como ella aquello era el cénit, nunca le había pasado algo así y aunque le daba miedo, cuando el joven la tomó de la mano se la llevó lejos de la pista de baile, hasta la zona de los baños, no supo decirle que no. Algo muy dentro de ella suplicaba que apareciese alguien como él.

            -Eres tan hermosa que cortas la respiración-le dijo él una vez entraron en los lavabos y comprobaron que estaban solos-.

            Como un torbellino se metieron en uno de los baños y él comenzó a magrearla por encima de la ropa.

            -¡Sé más suave, por favor!...¡trátame con dulzura, soy una dama!...

            -¡No puedo contenerme!, ¡te deseo aquí y ahora!, ¡nunca he visto una mujer como tú, te quiero comer entera!...¡serás una dama, pero hoy follarás como una loca!.

            El tono seguro de su amante la excitaba. Tenía confianza en si mismo, en todas sus habilidades como hombre para hacer sentir a una mujer como en el cielo. Sus manos se apoderaron de sus pechos y jugaron con ellos como a él se le antojó. Todo su cuerpo participara de aquella posesión impropia de ella. Antonia se sentía joven, sexy, deseada y más viva de lo que se había sentido en mucho tiempo. Se hallaba tan excitada que iba a dejarse a hacer por él en todos los sentidos. No habría nada que él deseara que fuese a quedarse en el tintero. Se dejaría hacer de todo.

            No se lo pensó ni un segundo a la hora de tomar posesión de su cuerpo y poner la boca entre sus piernas. Antonia se sentía en la gloria disfrutando de la lengua de aquel extraño al que de nada conocía, pero al que le daba permiso para hacer de ella cuanto él desease. Su lengua se movía maravillosamente bien dentro suyo y podía sentir cada uno de sus movimientos procurando toquetearla por todas partes. Sus dedos en sus pezones le daban corrientazos de placer, se relamía de gusto y no tardó mucho en atraer a su amante hacia ella para ponerlo en la taza, sentarlo y ella sentarse encima para cabalgarlo a horcajadas. Le encantaba montarlo a su conveniencia, era una buena amazona y se lo estaba pasando de miedo. En todo momento su joven amante se la comió a besos, no se detuvo en tocarla, en atraerla hacia él, en amasar sus tetas y lamérselas.

            -Esto no es una mujer, es una bendición celestial-repetía de vez en cuando-. Eres una maravilla, me dejas sin aire...¡dios!...¡tengo que penetrarte, te la tengo que meter aunque sea lo último que haga!, ¡yo no puedo morir sin hacerte el amor aquí y ahora!.

            Comenzó a desnudarla con gran impaciencia, tirando la ropa por todo el lavabo hasta que la dejó totalmente en cueros. El joven amante se sentó encima de la taza y se bajó los pantalones para enseñarle lo que hasta entonces solo había palpado. Se asombró que para su edad tuviera tan buena dote.

            -¿Todo eso es para mí?.

            -Hasta el último rincón-dijo él vehementemente-. Y no solo esto, yo también-y se quitó la parte superior de la ropa, quedándose con el torso al aire. Antonia quedó más que maravillada por el poco pelo de su amante. Odiaba los velludos-. Ven aquí, diosa mía, baja y dale el mejor momento de su vida a este simple mortal.

            Antonia obedeció, y acarició con las manos la herramienta de su desconocido y joven amante. ¿Qué serían, 19 verdaderos centímetros de hombría, todos apuntando al techo?. Y todo aquello era para ella. Nunca se había tropezado con alguien así...y no se lo pensó para acogerla en su boca y proporcionarle una magnífica felación que duró un buen rato. Llevaba mucho sin probar algo tan delicioso y decidió darse un homenaje y a él una alegría. Entonces, parando en seco, se incorporó, se la cogió entre las manos y se puso frente a él, mirándolo fijamente.

            -Soy todo tuyo mi amor...ven y móntame, diosa mía...hazlo y mátame de gusto. Quiero morir entre tus brazos.

            -Entonces no pierdas ojo. Quiero que lo veas todo. Me gusta que lo veas.

            Le costó obedecer pero lo hizo, y agachando la cabeza fue testigo de cómo ella bajaba hasta sentarse en su regazo y como su propio miembro desaparecía dentro de la mujer que había seducido.

            -Es increíble-pensó él en voz alta-. Nunca había hecho nada igual...y nunca me había encontrado una mujer como tú.

            Él semi desnudo, ella desnuda del todo. Se sentía como en aquellos cuadros del renacimiento, mujer desnuda entre gente vestida. Su joven amante se abrazó a ella, con sus bocas buscándose como desesperadas...y llevando sus manos por la espalda para así bajarla hasta el culo, ella comenzó a moverse sin dejar de ser acariciada ni una sola vez. Nunca hasta ahora encontró un amante tan entregado, tan dedicado ni apasionado como él. No dejó de tocarla ni un segundo, ni de besarla o de rodearla con sus brazos. Llevada por la pasión lejos quedaban el mundo, su hijo, y su futura nuera. Habían llegado pronto a la discoteca, ellos dos estarían dándose arrumacos como novios en celo y la noche era joven, así que tenía mucho tiempo para disfrutar de aquel joven amante.

            -No pares por favor...móntame, desencájame como si fuera un maniquí...párteme en pedazos y tírame por todas partes...eres la mujer más hermosa que he visto nunca, eres un regalo del cielo...oohh hacerte el amor no es un privilegio, es un acontecimiento divino...eres un ángel...esto es lo mejor que me ha pasado nunca...

            Ella se sentía incapaz de hablar, pero escuchaba atentamente todas y cada una de las palabras que salían por la boca de él. Sentirse tan deseada, tan necesitada, era como volver a sus años de juventud. Se sentía como una adolescente que estuviese tonteando con su primer novio...y la maravilla de ariete que sentía entre sus  piernas le producía unas sensaciones increíbles, aumentadas cuando él pegó su cara a sus tetas y comenzó a lamerle el canalillo antes de reconquistar sus pezones. El buen cuerpo que la genética y el gimnasio le había hecho conservar estaba al límite del placer. Él meneó un poco sus caderas para acompasarse a sus movimientos y su danza de pasión y lujuria se hizo más fuerte e intensa hasta que sintió como él acababa dentro de ella y a la inversa, ella gozó y chorreó sobre aquel maravilloso manubrio que la puso en órbita. Él la atrajo hacia ella por sorpresa y durante todo aquel orgasmo habían estado besándose, acallando cualquier posible grito pero a la vez intensificando sus sensaciones.

            -Eres majestuosa, mi amor...me vuelves loco...de aquí me voy al manicomio, no eres de este mundo...de esta muero pero lo haré contento...déjame amarte de nuevo, deja que te goce una última vez...te deseo, te necesito, eres mi adoración...quiero tu cuerpo gozando y gozando toda la vida...

            La siguió acariciando y agasajando buscando el modo de que ella cediese una vez más. Sus manos la recorrieron y ella se sentía totalmente feliz. Aquel era su hombre, era lo más maravilloso que había pasado nunca por su coñito hambriento de amor. Iba a hacerlo suyo, sería solo para ella, no dejaría que otra mujer se hiciese con él. Le gustaba lo que le hacía y como se lo hacía...y cuando notó que sus manos masajeaban con tanto ahínco sus nalgas, se le quedó mirando.

            -Por favor-suplicó con los ojos vidriosos-...es el mejor culo que nunca toqué, es redondito y respingón, es perfecto...déjame...seré muy cariñoso contigo...te prometo que no te haré daño...déjame gozarlo...solo quiero gozarte...serás mi novia, mi esposa, mi amante, lo serás todo para mí...y yo seré tuyo, y me harás todo lo que desees...lo que quieras...haré lo que sea por ti, pero déjame gozarlo...aquí y ahora...solos tú y yo, y nadie más...tú y yo pequeña...

            Ese aire entre chulesco y romántico era un cóctel ideal para ella de excitación y lujuria. Antonia no dijo nada, solo se limitó a salirse de él (aún seguían unidos), a darse la vuelta...y a arquear un poco la espalda para ponerle el culo en pompa. Los ojos de él se iluminaron como árboles de navidad. Se puso de pie y ensalivando el dedo para así comprobar si la zona era o no accesible. La encontró algo resistente, pero no del todo, y se propuso hacer algo diferente para que ella sufriese lo menos posible...pero que le acabase enviciando lo más posible: con su garrote a media erección, en estado de semi flaccidez, la puso entre las nalgas de ella y apretó para ir poco a poco introduciéndola.

            -Tranquila mi amor...esto es algo diferente...ya verás como te gusta...déjame hacer, y prometo llevarte a las estrellas...serás la más amada del reino, la más bella y hermosa de todas las princesas de cuento...

            -Por favor calla y hazlo...ya no necesitas decirme nada más, me has seducido, me tienes en el bote...tómame y úsame como desees, hazme el amor, reviéntame todo el culo, fóllame, sodomízame y hazme gritar...eres un libertino, un seductor...no sabes lo que me excitas...dame polla y dame duro...

            Ella se apoyaba en la pared del baño, y él se apoyaba en las caderas de ella, de modo que estaban bien sujetos. Antonia sintió algo que nunca había sentido, y no por la fantástica tranca que tenía entre sus nalgas, si no porque al introducirla semi erecta, fue capaz de notar como se ponía dura dentro de ella, como crecía y la llenaba por dentro. Fue tremendamente excitante.

            -Ohhhhhhh que bieeeeeeeen...eres una máquina del sexo...es increíble todo lo que sabes...tú sí que sabes hacer gozar a una mujer...mmmmmm la siento durísima en mi culo...diossss me tienes muy excitada...por favor dame ya, no aguanto...

            -Lo que mi reina mande: tú dictas, yo obedezco-dijo en tono servicial-.

            Su boca se le hacía agua mientras se la estaban trajinando. Muy pocas veces en su vida había probado el sexo anal, pero en ninguna había logrado gozar debidamente. Sin embargo, aquel extraño ya le había dado su primer orgasmo (o varios, pues de tanto goce ella no sabía si había logrado ser multi-orgásmica) y ahora iba a repetir faena. Se la trabajaba a gusto y le daba por el culo de fábula. Cambiando de postura, él se volvió a sentar en la taza y ella justo de espaldas a él, con su culito bien penetrado y disfrutando a todo tren de ello.

            -¿Te gusta mi amor?...¿te gusta lo que te hago?...que no me entere que este culo pasa hambre...a este lo voy a alimentar yo de buena manduca...Ya verás que bien: cada noche, todas las noches, me colaré furtivamente en tu casa para darte por el culo y luego me iré antes de que salga el sol: voy a ser tu amante bandido.

            Le hizo gracia la referencia a la canción de Miguel Bosé, pero le excitó la idea de que alguien se colase en su casa para abusar de ella y luego irse con total impunidad. Ella se recostó usándolo a él de sillón y él la acariciaba con fruición en pechos y en su coñito, que masajeaba de vez en cuando como si la quisiera masturbar, algo que nunca, jamás en su vida, un hombre le había hecho...y le gustaba la sensación.

            -Ufff pero que culito tienes mi vida...esto es jauja...dios que gozada...me la estás destrozando, ¡pero me encanta!...me vas a dejar capado si te sigo enculando así...dios de mi vida que cuerpo...esta es la mejor noche de mi vida...soy todo tuyo amor...todo para ti, en cuerpo y alma...

            -Aparca el alma y dame cuerpo-bromeó-...quiero tu cuerpo...¡dámelo todo!...

            La enculada subió de intensidad como ella quería. Lo admitía: le gustaba que le diera por el culo. Le encantaba que aquel extraño la enculase, se lo pasaba de miedo. Si le hubieran dicho lo que le iba a pasar solo por salir una noche de baile, nunca lo habría creído...ni tampoco lo que ocurrió a continuación: tras gozar por segunda vez, cuando ya estaban recuperando la calma y se disponían a volver a la pista de baile, alguien abrió  la puerta del lavabo: la puerta se abría hacia dentro, y en su despiste no se acordaron de cerrarla. Como no se balanceaba ni nada, no lo sospecharon hasta que fue demasiado tarde, y se encontraron con que un grupo de jóvenes, de entre 17 a 21 años, los estaban mirando con pasmo, viendo como ella estaba siendo enculada por él.

            -¡Joder!-dijo el más fuerte de todos ellos-. Tíos, ¿estáis viendo eso?...lo veo y no lo creo, ¿se puede saber que hace un pimpín como tú follándote a una pedazo de guarra como ésta?.

            -¡De guarra nada, soy una señora!-se defendió ella buscando su ropa por el suelo para irse de allí-.

            -¿Señora, tú?-preguntó jocoso-, ¿te está dando por el culo una mierdecilla como esa y te atreves a dártelas de señora?. ¡DONDE TE CREES QUE VAS!-la frenó en seco al verla que intentaba vestirse-. Tú no te largas de aquí, no sin pasar por caja.

            De pronto todo aquel placer y toda aquella maravilla habían caído en el horror y el miedo. ¿Pasar por caja...con todos?.

            -¡Dejadla en paz, maricones!-les gritó al grupo el joven amante-.

            El más fuerte hizo un gesto a dos de sus compinches. Éstos le golpearon varias veces en el estómago y le dejaron doliéndose en el suelo.

            -¿A quien llamas maricones, piltrafilla?. ¿Quieres que llame a un par de amigos para que veas lo maricones que son?. ¡TÚ A CALLAR, INÚTIL!-y le dijo una fuerte colleja en la cabeza-. ¡Y TÚ, PUTÓN, YA ESTÁS TARDANDO!. ¡AL PILÓN!.

            La cogieron entre varios y la metieron de nuevo en el retrete en donde antes ella y su joven amante se habían entregado apasionadamente, dispuestos a hacerle lo mismo que habían hecho antes pero con más saña y menos amor.

            -¡No toquéis a mi novia, hijos de puta!-gritó mintiendo en lo de novia, esperando en vano que eso les detuviera-.

            -¿Novia?-preguntó el jefe-, ¿esa es tu novia?. Ah, espera, ¿la gran señora es una pervertida que le gustan menores de edad?.

            -¿Y tú que coño sabes que edad tengo yo, capullo?-se defendió-.

            -¿¡PERO A TI QUIEN TE HA DADO PERMISO PARA HABLAR!?. ¡¡O TE CALLAS O TE REVIENTO!!. ¡Y QUIETECITO, PORQUE COMO SE TE OCURRA INTENTAR ESCAPAR, TE ENCONTRARÉ Y TE MATO A OSTIAS!!.

             Con todo el dolor de su corazón tuvo que soportar como el grupo de amigos se lo montaba con Antonia. Ésta deseaba que su príncipe azul hiciera algo, que reaccionase y les diese a todos su merecido...pero no fue así, y ambos se miraban a la cara mientras los chicos, todos ellos hoscos, brutos y de malos modales (debido quizá al alcohol o a las drogas) se lo hacían con ella. Uno de ellos, el único pelirrojo del grupo, se sentó en la taza y la obligaron a sentarse encima de él y de cara al pelirrojo, para que el líder del grupo la pudiera encular. Procurando que el joven amante fuese testigo de todo, el grupo se pasó por la piedra de mala manera a Antonia, que en todo lo que duró el abuso tuvo dos pollas metidas por sus agujeros, dejándola dolorida y agotada.

            -Jo tío, menuda furcia de tía...dios como folla...eh, rubiales gilipollas, mira lo bien que nos follamos a tu novia...esto es follar de verdad y no lo que haces tú, marica, a ver si aprendes...¡TOMA POLLA, PERRA!...

            No supo cuanto tiempo se prolongó el abuso, solo que cuando al final la dejaron en paz, los seis chicos se la habían trajinado por sus dos agujeros. Nunca había estado tan agotada. Su cara rezumaba el semen que ellos le habían derramado en ella, así como en sus tetas...y se había visto obligada a chupársela a todos para limpiarles los restos de semen que se les había quedado al correrse. Lo peor fue la humillación, aprovechando su cansancio, de ver como ellos usaban sus móviles para sacarse fotos con ella desnuda o con ellos al lado comiéndole las tetas o tocándola por todas partes.

            -¡Esto es para nosotros!, ¡si nos denuncias, esto se va a Internet, y prometo que como intentes tocarme las narices, pienso hacerte muy muy famosa!, ¿comprendido?.

            Antonia asintió con la cabeza gacha, compungida. Los chicos del grupo que la miraban se reían mientras se festejaban el haberse follado tan fácilmente a una tía como aquella. Ella jamás olvidaría las caras de ellos, de ninguno de los seis: el pelirrojo con aparato en los dientes y ojos verdes; los gemelos de largo pelo castaño y ojos azules; el líder, que tenía pecas, pelo negro y anchas espaldas; el que llevaba el pelo rapado a lo militar, con expresión severa; y por último, otro de pelo negro y ojos pardos y que era fácil distinguirlo al ser más corto de talla que el resto de sus amigos.

            -Hala, “Señora”, ahora a casita a descansar, que seguro vas a necesitarlo-se ría a mandíbula batiente-. Y tú, piltrafilla, tu cartera. Vamos-y se la tiró aunque no entendió el motivo de que se lo pidiera-. Bien-dijo leyendo su carnet de identidad-. Ahora yo sé quien eres y donde vives. Como nos denuncies iré a tu casa y violaré a tu madre, a tus hermanos y luego te rajo el cuello, ¿comprendido?.

            El grupo entero salió del lavabo, satisfechos de la lección que le habían dado a Antonia, y aunque el joven amante intentó disculparse con ella y ayudarla, ella estaba herida y rota por dentro por lo ocurrido. Antonia esperaba que su caballero de brillante armadura la sacara del apuro, y en su lugar solo se había quedado mirando. Le era del todo indiferente que ellos lo tuvieran coaccionado del mismo modo que a ella. Él no la había salvado, y no quería volver a verlo. Ya no lo quería.

            -¡MAMÁ!-escuchó tras ella cuando logró regresar a la pista de baile-. ¿Se puede saber donde estabas?. Llevo buscándote un buen rato. Perdóname, me puse un poco tonto con mi chica y me olvidé de ti, menos mal que Isabel me recordó que estabas por aquí, ¿estás bien?.

            Antonia tardó un poco antes de contestar. ¿Cómo podía decirle a su hijo, al amor de su vida, a su único ángel, que un extraño había logrado seducirla y que luego y sin esperarlo un grupo de media docena de chicos había abusado de ella, violándola por todas partes?. No podía decirle nada, no quería hacerlo sufrir, a él no. Si le decía algo él iría a por ellos, conocía su carácter. Iría a por ellos y solo lograría llevarse una paliza. Debía callar. Por mucho que le doliera, debía tragarse su orgullo y callárselo.

            -Sí cariño, estoy muy bien-sonrió-. Algo cansada, pero bien. ¿Te parece si nos vamos a casa?.

            Clemente asintió y él, Isabel y Antonia se fueron de allí para volver a casa. En todo el trayecto Antonia estuvo muda como una tumba y muerta de vergüenza: el líder del grupo de violadores se había llevado su ropa interior. Estaba desnuda debajo de la ropa, y así volvió a casa, donde se duchó todo lo que pudo para limpiarse la suciedad que sentía, y malamente pudo dormir. Jamás se había sentido tan vejada en toda su vida.

            (Continuará...)

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