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Mente incendiaria

en Control Mental

MENTE INCENDIARIA

             Ocurrió un par de semanas después de cumplir quince años. Estaba de camping con unos amigos para pasar el fin de semana en el bosque, al margen de todo, y la cosa iba bien hasta que sin saber como, empezó a tronar. Estábamos algo lejos de las tiendas, e intentamos regresar lo más rápido que pudimos. Todo lo que recuerdo fue un destello cegador, una sensación dolorosa como de haber sido arrollado por un tren, y luego, nada más. Solo la oscuridad.

             Desperté medio inconsciente una semana después, en una camilla de hospital. A mi lado estaba mi madre, dormida como un tronco. Fue en esos momentos cuando entró una de las enfermeras y me encontró despierto. Medio despierto, más bien. Mientras la enfermera iba a despertar a mamá para que viera que me había recuperado, de pronto la escuché decir “mmmm está bastante bueno para ser tan joven”...pero por lo que veía, no había movido los labios.

            -¿Perdón, ha dicho usted algo?-dije con tono medio dormido-.

            -¿Cómo?. No, no he dicho nada.

            -¿No acaba de decir que estoy bastante bueno para ser tan joven?.

            Se le abrieron los ojos de par en par, negó con la cabeza y procedió a despertar a mi madre. Acto seguido salió con el gesto torcido, extraño, mientras mamá se deshacía en elogios a Dios y en besos por ver que me encontraba mejor. Me explicó que un rayo me había alcanzado mientras me dirigía hacia las tiendas, y que si había sobrevivido al impacto fue porque antes de alcanzarme el rayo había rebotado en un árbol. Si hubiera recibido el impacto directo era lo más seguro que hubiese quedado muerto o mutilado. Aún así, que mi cuerpo recibiera una descarga como esa, si bien no me mató, sí que me dejó en coma durante una semana, del que había salido sin saber cómo. Lo que no sabía en ese momento es que no era el mismo de antes. Ahora era...diferente.

            La primera pista fiable se produjo el siguiente fin de semana en casa. Aún estaba recuperándome, pese a que podía moverme perfectamente y mis facultades mentales no estaban mermadas ni trastocadas. Sin embargo, comencé a sufrir unas extrañas jaquecas de forma intermitente, de manera que los médicos decidieron esperar un poco para ver si era algo producto del coma, del rayo o unas simples cefaleas. Mis padres habían ido a ver a unos amigos y me encontraba viendo la tele con mi hermana mayor, que estaba de canguro (pese a la oposición de ambos). De pronto la escuché decir algo que me ofendió y que me hizo saltar del asiento.

            -¡Oye tú!, ¿cómo te atreves a decir eso?.

            -¿Pero que dices tú?, ¿estás chalado?.

            -¡Chalado una mierda!. ¡Acabas de decir que menudo tostón, que preferirías ir a follarte a tu novio que estar cuidándome, que te he oído!.

            La cara de Regina cambió en un santiamén.

            -Eso es imposible-frunció el ceño-. Yo no he dicho nada-murmuró muy bajito-.

            -¿Me vas a hacer tomar por loco?. Pero que te acabo de escuchar.

            -No, no me has entendido. Yo no lo he dicho: lo he pensado.

            Me quedé un tanto estupefacto, con gesto serio, afectado por sus palabras. Fue entonces cuando me acordé que la misma cara la había puesto la enfermera del hospital al hablar con ella sobre su comentario de que yo estaba bueno. Ella también adujo que no había dicho nada, pese a qué la había oído bien.

            -¿Qué estás diciendo?. ¿Qué te he leído la mente?.

            -O eso o ha sido una casualidad. Hagamos una prueba. ¿Qué estoy pensando?.

            Mi hermana me miró fijamente, y yo a ella. Nuestros ojos (verdosos los suyos, castaños los míos) se cruzaron durante varios segundos mientras intentaba concentrarme en saber lo qué pensaba, pero antes de que pudiera decir algo, me vi traicionado por mi propio instinto masculino, que más que fijarse en mi hermana como tal, me fijé en ella como mujer: un precioso y largo hasta los hombros sedoso pelo rubio, aquellos ojos de color verdoso, como el color de la hierba en las primeras luces del atardecer, sus labios carnosos de formas sinuosas, la expresión radiante de su rostro, sus curvas sugerentes... y sin poder evitarlo mi subconsciente (producto de la revolución hormonal propia de mis años) me hizo pensar: “pero que buena estás, menudo polvo te iba a echar”.

            Sin venir a cuento, Regina lanzó un gemido de placer entrecerrando los ojos y entreabriendo la boca, con una pose más indecente de lo que hubiera sido normal con un hermano delante. Me quedé asombrado de ver como su cuerpo se doblaba hacia delante como si...sí, como si estuviera teniendo un orgasmo. “Por dios bendito, ni que estuviese follando delante de mí”, y la imagen de mi hermana en pleno acto sexual cobró vida en mi cabeza. Regina abrió los ojos como platos mirando al techo, sus manos fueron a por sus pechos, que se sacó delante de mí comenzando a acariciarse.

            -Oh dios mío, ¿qué me estás haciendo Fran?. ¡Para esto, por dios!. ¡Páralo ya!.

            -¡Pero si no estoy haciendo nada!. ¡No he hecho nada, te lo juro!-me asusté-.

            La visión de sus pezones toqueteos y sobados me hizo excitarme. Sus pitones se me antojaban como caramelos para chupar y masticar. Entonces Regina volvió a gemir y a tocárselos delante de mí, y su mano derecha bajó hasta acariciarse el coño por fuera del pantalón que llevaba puesto. Yo no daba crédito a lo que pasaba. ¿En serio eso que le ocurría era por mi causa?. ¿Yo estaba haciendo que se masturbara?.

            -Ohh dios míooooooo...mmmmm aaaahh...no sigas, por favor...déjame en paz, no me hagas esto...por dios no me hagas estooooo...ufffffff mmmm-se relamía, y ver sus labios carnosos me hicieron desear besarlos, probarlos, sentir su sabor en los míos-.

            Se me acercó de un golpe y me dio un beso que literalmente me hizo volar hasta el cielo. Tan apasionado como tierno, con su lengua metiéndose por mi boca y la mía al encuentro de la suya. Solo eso hizo falta para ponerme tan erecto que hasta me dolió. El deseo que sentía me parecía totalmente imposible de creer. Sentía unas ganas tremendas de recibir la mejor mamada del mundo por el beso que me estaba dando mi hermana.

            ¡Dicho y hecho!. Me la sacó de los pantalones con tanta rapidez que apenas pude darme cuenta de ello. Me la agarró con fuerza y me empezó a pajear antes de metérsela en la boca con tanto ímpetu que pensé que iba a arrancármela. Me hizo una de aquellas mamadas que debían pasar a la historia por la perfección con que se había hecho. La vi que seguía metiéndose mano por encima del pantalón, y me imaginé como sería si fuese a meterse un dedo en vez de estar sobándose el pantalón, así que Regina se desabrochó la cremallera de botones de sus vaqueros y se metió mano ella mano, masturbándose de forma frenética y rápida.

            -¡Cómemelo!-me gritó-. ¡Cómeme el coño Fran!. ¡Fóllame con la lengua, dame duro en el coño, hazme tuya!. ¡Tómame!.

            Se tumbó boca arriba delante de mí, totalmente desnuda y tocándose por todo el cuerpo, magreándose las tetas y tirándose de los pezones de tal modo que se hacía daño pero al mismo tiempo jadeaba de placer. Su mano la masturbaba con una velocidad que casi pensé iba a hacer que su coño echase humo. Obedecí y me dispuse a comerle todo el coño tal como me pedía, se lo lamí y me la follé con la lengua hasta que cambié a ésta por mi polla, aún brillante por la saliva de la mamada de Regina.

            Me la follé indiscriminadamente y sin piedad. No respondí de mis actos y menos a razones, todo cuánto quería era follarla, penetrarla, tirármela y satisfacer el cuerpazo de diosa que tenía mi preciosa hermanita de dieciocho años. Al tiempo que la follaba la cabeza me iba y venía con imágenes más lascivas aún, la imaginaba teniendo el mejor orgasmo de toda su vida, la vi en mi mente gritando de placer y corriéndose como si la vida le fuera en ello, abrazándome y suplicándome que me pasara la vida corriéndome y dándole placer. Fue todo un clímax, absolutamente delicioso.

            -¿Qué me has hecho?-me preguntó con la mirada vidriosa, de animal herido, sin poder creerse lo que había pasado-. ¡Joder Fran!. ¿¡Qué coño ha pasado!?.

            -¡YO NO HE HECHO NADA!-la grité, asombrado y aterrado, con mis ojos más abiertos que una ventana de par en par-.

            -¿Qué te ha pasado, Fran?. ¿Qué diablos ha pasado contigo?.

            Durante un momento que se me hizo eterno me quedé mirándola, con los labios apretados y la mirada más preocupada y taciturna que nunca.

            -Yo...no lo sé-dije casi al borde del sollozo-...

  

            Lo ocurrido con mi hermana me hizo comprender que no era el mismo de antes. Algo muy extraño me había pasado en el momento en que aquel cayo me había tocado con su electrizante chispa. Me pasé los siguientes días procesando lo que había pasado con Regina, intentando asimilar qué de alguna manera había conseguido algo que yo ni siquiera había llegado a soñar. Sabía que entre los chicos era una triunfadora nata (sus aires a lo Elisha Cuthbert hacían furor entre ellos), pero vamos, que si me llegan a decir que eso podría pasar entre ella y yo, hubiera tachado de loco a quien me lo soltase. En los siguientes días, Regina y yo apenas hablamos, y siempre que nos cruzábamos ella no me miraba a la cara. Seguramente por vergüenza, claro. ¿O quizá por placer?. Esa era la duda que me atenazaba la cabeza, porque durante mis noches, antes de dormir, no podía dejar de pensar en Regina, desnuda, follando conmigo...y gozando conmigo. Ahí estaba el meollo del asunto. Ella había gozado como loca...y aunque no era el mejor amante del mundo, sabía que tampoco era el peor. Entonces, ¿qué diablos había pasado?.

            De alguna manera que desconocía, aquel rayo me había dado. No sabía muy bien lo que era, un dor, un superpoder, yo que sabía...fuera lo que fuera, era real y lo tenía en mi cabeza, en mi mismo cerebro. No era telepatía, eso lo había dejado bien claro. Lo sé porque en los siguientes días intenté leer la mente de Regina y de mi madre, pero no fui capaz de hacerlo. Lo único que podía leer, o más bien lo único que podía captar eran los pensamientos eróticos y sexuales. Por alguna razón, solo entonces podía hacer conexión mental. No entendía porqué. La única explicación de todas las que se me ocurrieron fue que los pensamientos emitían en distintas frecuencias cerebrales. Es decir, que no era lo mismo pensar en política que en religión o que evocar algún recuerdo lejano. Poniendo un ejemplo fácil de comprender, era como las distintas emisoras de una radio, cada una en un dial concreto. De alguna forma, eso era lo que me había pasado a mí. Mi cerebro se había convertido en una radio que sólo podía recibir una emisora: la del sexo.

            ¡Pero cuidado!. Mi cerebro no solo era receptor, no se limitaba exclusivamente a captar los pensamientos, también era emisor. De cuando me cepillé a Regina, lo que yo pensaba ella lo hacía, las sensaciones que imaginaba ella las vivía, las sentía en su piel. Cierto, aquello fue algo descontrolado, un impulso loco llevado a sus últimos actos, no lo hice de forma controlada y precisa. Y entonces se me ocurrió la gran pregunta que me rondaba la cabeza sin darme cuenta: ¿podría controlarlo?. Ese don, esta cosa que estaba en mi cabeza...¿podía ser controlada, entrenada debidamente para conservar el control y evitar repetir lo de Regina?. Y si el movimiento se demuestra andando, comprendí que la única forma de desarrollar y controlar eso era ejercitarlo, tanto como fuera posible, y de ese modo tomar el control de mi don antes de que él me dominase a mí. La pregunta, obviamente, era: ¿con quién podría entrenar?.

            Estaba claro que con Regina no. No les comentó nada a nuestros padres, pero era evidente el miedo en sus ojos. Quise hablar con ella alguna vez, pero no hubo forma, me eludía como si tuviera la peste. Entonces se me ocurrió una idea totalmente de locos. Si mi hermana no quería ayudarme...había otra a la que recurrir, aún cuando ella no fuera consciente de estar ayudándome. Desde luego que la idea era una locura, pero en verdad estaba un poco desesperado. Dentro de poco me darían “de alta”, por así decirlo, lo que significaba volver al mundo real: instituto, salidas con los amigos el fin de semana...y chicas, muchísimas chicas de por medio. En otras palabras, estaba desesperado.

            Mi segundo entrenamiento fue ese mismo sábado, casi una semana después tras mi rapapolvo (más polvo que rapa) con mi hermana (que dicho sea paso, me procuraba unas pajas increíbles). Yo aún no podía salir, y sabía que Regina habría puesto tierra de por medio con su novio, de modo que en casa solo estábamos tres personas: mis padres y yo. Se suponía que yo estaba durmiendo y ellos viendo la tele tranquilamente. Estuve un buen rato haciéndome el dormido hasta que con cuidado y sin hacer ruido, bajé hasta la puerta de la sala de estar, en donde les vi por la rendija de la puerta entornada. Lo que tenía pensado hacer debía de hacerme sentir muy asqueado, y sin embargo no era así. Al contrario, me daba un morbo terrible. Estaba a punto de ver lo que a cualquier chico de mi edad le daría asco: ver a sus padres montárselo.

            Durante un buen rato hablaron de cosas intrascendentes, nada con lo que pudiera juguetear. Ambas mentes estaban en blanco para mí. El ver a papá me hizo pensar: ¿mi poder estaba limitado sólo a las mujeres, o también afectaba a los hombres?. No es que fuese gay o bisexual, pero como curiosidad resultaba...curioso. Entonces, perdido en las divagaciones de mi cabeza, una imagen apareció en mi mente: una pareja de actores en pleno revolcón. Supuse que serían los de la película que estaban viendo. Me vino como anillo al dedo. Me concentré en la imagen y me puse en situación: cambié a los protas por ellos dos para calentar a mamá, para hacerla fantasear con montárselo con papá allí mismo.

            Lo imaginaba tan vívidamente como era posible. Resultaba muy extraño porque hasta ese entonces no era un chico dado a fantasías ni a delirios o a ensoñaciones, pero desde el accidente, mi imaginación era tan cristalina como si fuese el espectador de una película de la más alta definición posible. Veía a mamá en mi mente, como su mano se desplazaba al pantalón de papá para sobarle el paquete, a decirle que estaba con ganas. Entonces ocurrió: la mano de mamá se desplazó, tal como había imaginado. Mamá, una mujer de buen ver pese a sus años, comenzó a poner unas caras impagables mientras su mano le rozaba a mi padre en su zona más intima.

            -¡Nieves, por dios!. ¿Pero qué haces?. ¡Que vas a despertar a Fran!.

            -Fran está dormido como un tronco-dijo ella-. Ha heredado tu forma de dormir. Vamos, Paco. Dámela, sácatela de ahí-dijo mientras no dejaba de tocarla-.

            -¿Pero se puede saber que te pasa?. ¡No te reconozco!. ¿Estás bien?.

            Seguí mirando un rato más, y luego me giré para quedar apoyado de espalda a la pared, centrado mis pensamientos en excitarla todavía más mientras la escena me hacía toquetearme. Sin embargo, la escuché que de pronto decía:

            -Yo...no sé que ha pasado. No lo entiendo. Habrá sido un arrebato. Me encuentro bien, tranquilo. No te preocupes.

            -¿Segura?.

            -Sí, tranquilo.

            Me giré para mirar. ¿Pero que narices había pasado?. Se la estaba sobando, ya la tenía dominada, tenía sus pensamientos en mi cabeza. ¿Por qué de pronto la conexión se había roto?. ¡CLARO!. Dejé de mirarla. Me había apartado de la puerta y había pasado a imaginar en lugar de imaginar y mirar. Primera lección aprendida: tenía que tener un contacto visual en todo momento. La clave era que mis ojos enfocasen a mi objetivo. Si no lo hacía, aunque captara sus ideas, no la podría someter. Tímidamente volví a mirar por la rendija de la puerta, sin hacer un solo ruido. Al hacerlo, la imagen que tenía antes en la cabeza reapareció, pero difuminada. Segunda lección: no es tan fácil deshacerse de unos pensamientos así, generan sensaciones intensas. Al igual que un fuego, al apagarse dejan rescoldos, restos que aún pueden usarse para avivar la llama.

            Actué de forma cautelosa para reactivar el deseo de mamá por follar. Si lograba dominarla para hacer lo que yo quería, entonces podría lograr lo mismo con el resto de chicas. Mamá me serviría para refinar mis habilidades...y hablando de ellas, me centré en mis (sus) pensamientos para que sedujera a mi padre y que empezase a montárselo a todo trapo. Lo que antes era difuminado, ahora era nítido, claro como el cristal. La idea era que lo estimulara con las manos, con la boca...así que visualicé como se la sacaba de los pantalones para pajearlo y más tarde para chupársela.

            Fue pensando y hacerlo: mamá le sacó a papá su buena tranca y se la menaba a ritmo endiablado. Papá estaba alucinado por lo que mamá le hacía. Intentó detenerla un momento, tal vez unos pocos segundos, pero al poco que notó como la boca de mamá se lo estaba comiendo a lo bestia.

            -¡Ufffffff!...¡Dios mío, Nieves!...¡Pero si hacía más de un año que no me hacías estas cosas, decías que ya no te gustaban!...Madre mía, que ganas...ni que lo estuvieras echando de menos...sí, chúpamela toda...cómemela Nieves, cómemela bien...

            ¿Sería capaz de hacerle decir a mi madre lo que yo quería, tal y como la estaba sometiendo para que hicieras lo que yo quería?. Solo podía saberlo de una manera.

            -¡¡Te la voy a arrancar de cuajo!!. ¡¡Voy a comérmelo todo hasta que te corras en mi cara!!. ¡¡Quiero tu leche pringándome toda!!.

            Sí, podía.

            -¡Estás desconocida!. ¡Joder, que salida estás!. ¡Nunca te había visto tan alocada ni tan desmelenada!. ¡¡ME ENCANTA!!.

            ¡Maldición!. Sabía que papá tenía que estar conjurando imágenes en su cabeza de lo más morboso, pero no era capaz de dar con ellas. No podía visualizarlas, aunque me esforcé mucho por lograrlo. Fuera por la razón que fuera, había aprendido la tercera lección: mi poder no afectaba a los hombres. Solo podía “influir” en las mujeres.

            -¡Esta polla me vuelve loca!. ¡Me la voy a tragar entera!. ¡Esta cosita rica se va a meter por todos los agujeros de mi cuerpo!.

            Sabía la forma en que hablaba mamá, porque lo era fácil imitarla, aunque fui un poco malo y añadí algo “extra”, para darle más alegría al asunto.

            -¿Cómo qué “por todos los agujeros”?. ¿Todos todos?.

            -¡Esta noche vas a hacerme lo que se te antoje!-dijo ella-.

            Mamá terminó por desnudarse y sacarse toda la ropa. ¡Guau!. Que tetas tenía la cabrona de ella. Jamás entonces la había visto desnuda. Un cuerpo de escándalo, y muy bien conservado (seguramente de machacárselo en el gimnasio, su iglesia particular). La cara de mi padre era un poema viendo a mamá como se recostaba en el sofá, como ella se abría de piernas para meterse mano y apretarse las tetas, entreabriendo la boca con un aire de zorrón y suplicando ser follada allí mismo. Nada de cama. Hoy tocaba sofá.

            -Cariño, hoy estás cumpliendo muchos sueños-sonrió malicioso-. No tienes idea de las ganas que tenía de follarte aquí mismo.

            -Calla y ven a follarme. ¡Mejor aún, ven que te la mime de forma especial!.

            Se me había ocurrido en el último momento y había logrado meter la idea antes de que la otra quedara bien establecida en su cabeza. La forma especial a la que mamá (yo) había aludido era que papá se sentara sobre su estómago, de manera que su polla se quedase bien dura a la altura de sus tetas. Mamá se las cogió y mientras se acariciaba los pezones con los índices cogió la polla de papá y comenzó a realizarle una maravillosa cubana. La cara de mi padre poseía un brillo increíble que jamás le había visto antes.

            -¡Ay la ostia puta!. ¡Joder, que gozada!. ¡Nunca pensé que esto fuera tan bueno!. ¡Ufffffff sigue así cariño!. ¡Menéala bien entre tus tetas!. ¡Muévela!. ¡Joder que pasada, es genial!.

            -¡Avísame cuando te corras!. ¡Quiero que lo hagas en mi boca!. ¡Quiero mi vaso de leche rica antes de irme a dormir!.

            Estaba totalmente convencido de que a estas alturas de la película, a papá ya le daba igual si mamá estaba enferma o loca jaajajaja. Yo me lo estaba pasando de miedo, y sabía que él también. Vi a mamá trabajarse a papá con total deleite, más que asco me lo pasaba de fábula, mis poderes estaban siendo bien afinados y parecía ser que si algún impedimento moral o inhibición habitó antes en mi cabeza, ahora no era así. Todos mis tabúes habían desaparecido.

            ¡Maravilloso!. Por los jadeos y caras de papá mi madre adivinó que ya estaba a punto de correrse, y entonces se desplazó un poco, se la sacó de entre las tetas y abrió la boquita como las niñas buenas. Pegó sus labios al capullo de la polla de mi padre, se la meneó con la mano un segundo y entonces escuché los roncos y estrepitosos jadeos de papá corriéndose, y como mi madre se estaba tragando como una glotona los chorros de semen caliente que éste le lanzaba. La vi tragarlo con pasión desmedida. La cara de mi padre era un poema: había mantenido los ojos abiertos, imagino que para inmortalizar en su mente algo que ella jamás había querido hacerle.

            -¡Esto es mejor que cuando nos fuimos a aquel local de intercambio!.

            ¿Intercambio?. ¡Joder con mis padres!. Al parecer no eran tan mojigatos ni tan puritanos como yo pensaba. Intenté no dejarme llevar por la sorpresa y centrarme en lo que estaba haciendo, porque no debía perder el control de la situación. Viendo las cosas que habían pasado, supuse que nada mejor que un poco de sexo oral para luego darle un buen gusto al cuerpo, así que mi madre se espatarró a lo grande y papá comenzó a darle lengua, labios y dientes para lamer, besar y mordisquear aquel coñito que por las caras que ponía, debía saber a gloria. Entre una cosa y la otra, papá se empalmó de nuevo y al estar otra vez en forma, mamá le suplicó que se la follara a cuatro patas, que la hiciera su perrita particular. Una delicia ver tan emputecida a doña perfecta.

            Papá se la empezó a tirar a la perro por todo lo alto hasta que a mitad de camino (o de follada, mejor dicho) mamá le suplicó que cambiara de agujero, que quería probar el culo. Era una fantasía muy retorcida de mi parte, pero a fin de cuentas, ¿no es lo más normal decir “que te den por el culo” cuando discutes con alguien o cuando te pones en plan sarcástico?. Pues yo quería ver a mamá gozando por el culo, pero para eso forcé la capacidad de mi poder al máximo para convencer a su mente de que era bueno, y de que iba a ser gozoso, que le gustaría (¿recuerdan aquella escena de Matrix en la que uno de los malos divagaba que cuando se comía la carne en realidad era el sistema diciéndole a su mente “es bueno y jugoso”?, pues algo parecido). Confiaba en que así sus músculos se relajarían y, que en vez de ponerse tensa, facilitaría las cosas para la penetración.

            -Nieves, no sabes como te quiero. Esto no lo olvidaré en la vida.

            -¡Cállate y dame por el culo de una vez!. ¡Fóllamelo, córrete en mi culo!.

            Sin necesidad de entrar en detalles, solo diré que lo que presencié fue una escena tan gloriosa que me costó horrores no correrme (no podía, por miedo a que me oyeran o a pringar al suelo y que luego no fuese capaz de limpiarlo a tiempo antes de que salieran de la sala de estar y me pillasen). Tenía que joderme, pero debía aguantarme. Ya habría tiempo de correrse a gusto más tarde. Ahora tenía que ver como a mamá papá le estaba dando por el culo a lo grande. Era increíble, papá parecía tener mi edad, menudo vigor estaba echándole, claro que como podía intuir, nunca hasta ahora mamá había ofrecido su entrada posterior para que se lo disfrutara. Nada como un poco de morbo para subir la libido y aumentar las energías. Un rejuvenecedor perfecto.

            Papá no se corrió en su culo, no: ¡¡básicamente casi se lo reventó a pollazos en los últimos minutos que se la estuvo cepillando!!. Se la metía de una manera tan bestia que yo tenía que centrar mis ideas para seguir sometiendo a mamá, para convencerla de lo bueno que era eso y que lo gozara al igual que él. Cuando al final se lo echó todo mi padre arqueó la cabeza hacia atrás y la barrenó hasta el fondo, la pringó de leche y luego se tumbó encima de ella, yendo a sobarle sus tetas. A punto de romper el contacto visual con ella, mi último pensamiento fue “esto ha sido un arrebato, una locura pasional, una de esas cosas que a veces pasan sin saber porqué”. Esperaba que, cuando quedase libre de mi control, no sospechara ni recelara de lo ocurrido, si no que lo asimilara.

            Me largué rápidamente de allí a toda pastilla, hacia el baño del piso superior. Las escenas estaban reventándome la cabeza de la sobreexcitación, de manera que no tuve más remedio que empezar a pajearme a lo bestia. En apenas diez minutos me corrí tres veces, de tanta acumulación. El desfile de imágenes era tan fuerte y tan vívido como si fuese yo mismo quien se hubiese follado a mi madre, en lugar de papá. Tuve que tapar mi boca con la mano con fuerza, por miedo a que me escucharan, porque aquello fue la locura. Nunca antes me había masturbado de manera tan frenética, ni tenido orgasmos tan impactantes, por un segundo pensé que la columna se me iba a quebrar fruto de los espasmos que me daban. Si no me vacié los huevos, poco me faltó.

            De pronto sentí una sed espantosa, como si me hubiese desecado por dentro. La cuarta lección: reponer energías una vez usado el poder. Dejaba muy agotado. Bajé de nuevo al primer piso rumbo hacia la cocina cuando de pronto me encontré con papá y mamá, que salían de la sala de estar. Ambos se quedaron muy sorprendidos.

            -¡Fran!-se asustó-, ¿qué haces despierto?.

            -Estooo...es que me entró sed de golpe, iba a beber algo a la nevera. ¿Vosotros estáis bien?.

            -Claro, ¿por qué lo dices?-volvió a preguntar mamá-.

            -Estáis sudando-les señalé muy extrañado-. ¿Es que os por dado por subir a tope la calefacción o qué?. Si estamos a finales de abril. No hace tanto frío.

            Mis padres se quedaron de una piedra, sin saber qué decir. Yo seguí haciéndome el tonto, pero por dentro estaba más contento que un niño con zapatos nuevos.

            -Lo haríamos sin darnos cuenta-se excusó papá-. Y vuelve a la cama, que mira que ojeras tienes, por dios. ¡Parece que te hubieras estado peleando con alguien o que hubieras pasado la noche despierto!.

            Entonces fui yo el que se asustó.

            -Será que no pasé buena noche-quise eludir-. Me bebo algo y me voy a ver si ahora duermo mejor. Hasta mañana.

            Fue una charla muy tensa. Lo de las ojeras me puso el corazón en la garganta. La cara de mamá al decir que estaban sudando fue un poema, se puso de mil colores, pero hice que no me había dado cuenta. La noche había salido perfecta, al parecer mis logros habían sido muchos: control de las emociones, de los impulsos, y sobretodo, no hacer cambios en la personalidad de la afectada. Seguía siendo la misma que antes de ser una víctima de mi poder, y eso era importante, no quería levantar sospechas con Regina si de pronto veía a mamá cambiada...pero mi perversidad no se había quedado satisfecha. Tenía que hacer más. Mucho más.

  

            Mis bajos instintos tenían que ser satisfechos, no podía quitármelos de encima. Esperé una semana, a un día en que papá y Regina se había ido y estaba a solas con mi madre. La ventaja jugó de mi padre. Era un día muy caluroso, y dije de ducharme para refrescarme un poco. Esperé un poco y entonces salí de la ducha todo enfadado, yendo a la sala de estar donde estaba mamá viendo la tele. Ésta se quedó de una pieza al verme sin ropa.

            -¡FRAN!. ¿Pero se puede saber qué haces así?.

            -¿¡Como se te pudo olvidar!?. ¡Qué no tengo gel de ducha mamá!. ¿¡Cómo voy a enjabonarme entonces, con aguarrás!?.

            No mentía. Realmente no había gel. Por eso lo hice en ese momento.

            -¡Maldita sea, se me olvidó!. ¡Lo siento, si quieres bajo al supermercado ahora y te compro otro!.

            -¿En domingo?. ¡¡Ya me dirás tú a mí donde encontrarás un supermercado que esté abierto!!. ¿¡Y ahora voy a tener que estar a medio duchar!?. ¡MIERDA!.

            “Dios mío, pero como la tiene de dura”, escuché de pronto desde la cabeza de mi madre. “Y que jugosa parece, que juvenil, tiene que saber a gloria en mi boca”, le hice pensar yo. Mi última prueba: con Regina había sido algo descontrolado, alocado, al no saber lo que me pasaba, y la semana pasada solo había sido testigo, que no participante. Era el gran desafío: someter a una mujer mientras me la cepillaba. ¿Podría conseguirlo?.

            -¡Mamá!-exclamé-. ¿Se puede saber qué te pasa?-pregunté nada más sentir su mano aferrando mi polla y como la masajeaba con los dos, soltando y apretando-.

            “¡Está durísima!”, pensó. “Dios bendito, es mi hijo...pero esa polla me la tengo que comer”, le hice pensar.

            -¡Mamá!. ¿Pero qué te pasa?.

            -Yo...Fran...perdóname, no sé qué me pasa...pero te necesito...necesito esta cosa que tienes entre las piernas. Dámela, la quiero. ¡Dámela!.

            -¿Estás loca?.

            “¿Por qué me estoy poniendo tan excitada?”, se preguntaba ella. Evidentemente tenía que darle un margen a sus propios pensamientos, para que no sospechara. El mejor modo de colar una mentira es...entre dos verdades.

            -Mmmmmm mamá...me estás volviendo loco...¿que me haces mamá?...

            “Dios mío, le gusta que se la toque, se está poniendo más duro. Seguro que en la cama es una maravilla. Esa juventud...esa vitalidad...dios mío, tengo que follármelo como sea. ¡Tengo que follarme a mi hijo!”.

            Comenzó a desnudarse, se quitó la camisa y acto seguido el sujetador, para luego sacarse la falda y tirarme las bragas a la cara.

            -Huélelas mi amor. Tienen olor a mujer. Ya verás como te gusta.

            Las olí. Un perfume embriagador me llegó a las fosas nasales. Por supuesto, no cerré los ojos para evitar perder contacto visual. Podía parpadear sin problemas, por eso no se rompía el contacto, pero de cerrarlos un rato, la conexión se iba.

            -Mamá estás desnuda, estás...estás buenísima-cambié mi frase, pasando de una pura sorpresa a una pura admiración-.

            -Te necesito mi amor. Ven aquí, ven y hazme tuya. Ven a joderme. Fóllame.

            “Dios bendito, ¿yo he dicho eso?. ¿Le he dicho a mi hijo que venga a follarme?. Sí, se lo dicho...se lo he dicho y me gusta. Joder, me ha puesto cachondísima. Mi hijo me va a follar con ese rabo suyo. Me la va a meter y voy a gozarlo”.

            -Tienes un cuerpo increíble mamá. Estás más buena que cualquier de las chicas que conozco en clase. Incluso que mis amigas. Estás estupenda.

            “Le gusto a mi hijo. ¿Estaré loca?. No, no estás loca...solo es un hombre que se siente atraído por una mujer”.

            -Gracias cariño. Mmmmm que bien me tocas, amor. Oh dios mío, es una delicia. Sí, chupetéame así las tetas. ¿Te gustan mis tetas?.

            -Me encantan tus tetas. Son una maravilla. Quiero comértelas a fondo.

            “Me va a comer las tetas”, pensaba, y en su pecho junto al mío podía notar tanto su excitación como su nerviosismo. “¿Por qué le estoy dejando, por qué estoy dejando a mi hijo comerme las tetas. ¡Dios que lengua!. ¡Como me chupa!. ¿Como no voy a dejar que me lo haga, si gozo tanto?”.

            Para no alargarlo demasiado, diré que estuve un buen rato comiéndomela a base de bien, por todas partes: le sobé las tetas, me las merendé como un glotón, me puse a darle lengua en su chochito, le magreé el culo, y ella fue entregándose hasta el momento en que se tumbó en el sofá, ofreciéndose de cuerpo entero.

            -Ven a follarme, mi amor. Mírame, estoy abierta para ti. ¡Anda, no seas malo y ven a montarme!. ¡Fóllame, fóllame y córrete dentro, córrete todo lo que quieras!.

            -¿Y si preñas?.

            -Tomaré precauciones. No te preocupes por papá, no le diré nada. Será nuestro secreto. Anda, ven aquí cariño. ¡Quiero que me folles ya!. ¡Fóllame, jódeme viva, ven y pásame por la piedra!. ¡Te quiero!. ¡Te deseo!.

            “Cristo bendito, debo estar loca. Le he dicho que me folle, le he dado permiso de follarme y correrse dentro. ¡No puede ser!. ¡Sí, sí!. ¡Puede ser, claro que puede!. ¡Mira como te comió las tetas, como te comió el coño!. ¡Tiene que ser una bestia en la cama, tiene que ser un amante de la ostia. ¡No puedes perder la ocasión de probarlo!”.

            Fui hacia ella, me puse encima suyo, los dos desnudos, y antes de follarla la hice que me la chupara un poco, para ir “abriendo boca”, nunca mejor dicho. Me la devoró a las mil maravillas. Era una experta comepollas. Mi madre era una puta chupapollas.

            “¡Oh señor!. ¡Se la como!. ¡Se la estoy mamando!. ¡Joder, le estoy comiendo la polla a mi hijo!. ¡Y qué bien sabe!. ¡Que maravilla de rabo es!. ¡Es una pasada, madre mía como me gusta!. ¡Me encanta chupársela!. ¡ME ENCANTA!”.

            ¡Un momento!. ¡Eso último no se lo había inducido!. ¡Lo había pensado ella por sí misma!. ¡Joder con mamá!.

            -¿Estás preparada?. Mamá, ¿me oyes?, ¿estás lista?. ¡Porque voy a follarte!.

            “Como ha sonado eso, que pervertido, que obsceno...¡pero como me ha puesto oírselo decir!. Que seguro de sí mismo estaba, que excitante es verle tan convencido de sus habilidades. Seguro que va a partirme en dos con ese garrote, me va a destrozar todo el coño con la fuerza que debe tener!. ¡Me va a joder viva!”.

            ¡Otra vez!. ¿Pero es que entonces ella misma lo deseaba al margen de lo que yo le hacía pensar?. ¿Era mi poder tan potente como para crearle una idea propia o es que la inducción generaba ideas propias al margen de mi intervención?.

            La hice mirar como la penetraba, como mi verga desaparecía en su carne caliente y jugosa, empapada de mi saliva por las lametadas y los besos que le había dado antes. ¡HORROR!. No me había dado cuenta. ¡¡Tenía que mantener los ojos abiertos mientras la follaba, si los cerraba se acababa todo!!. Ella podía cerrarlos, claro, ¡PERO YO NO!. Quinta lección: aprender a follar con los ojos abiertos. El reto más complicado de todo lo que había hecho antes, y más me valía hacerlo bien.

            “Nieves, eres una maldita puta de mierda. ¡Te estás dejando follar por tu hijo, le estás dejando que te la meta!. ¡Sí, me la mete!. ¡La mete de maravilla!. ¡Que cerdada, por dios, que asco!. ¡Pero que bien se siente, que ricura!. ¡Es tu hijo!. ¡Y también es un follador nato igual que su padre!. ¡La quiero toda dentro de mí!. ¡Toda!. ¡Me gusta ser follada por mi hijo!. ¡Me vuelve loca!. ¡Quiero más!. ¡Ni siquiera es mayor de edad!. ¡Joder, que morbo da follarse a un menor!. ¡Y encima mi hijo!. ¡Estás loca!. ¡Loca por que me siga follando hasta matarme a polvos!. ¡Voy a dejarle los huevos secos!”.

            Mis pensamientos y los suyos se confundían, ella misma se contradecía, parecía estar debatiéndose entre el placer, el morbo y la vergüenza. ¡¡QUE PASADA, VIRGEN SANTÍSIMA!!. Casi podría decir que no hacía falta que siguiera induciéndola a follar conmigo, ella misma ya lo deseaba. Me la estuve tirando hasta correrme como un cerdo dentro de ella, tal como me había dejado que lo hiciera. La sujeté con fuerza, me apreté contra su pecho y entonces la regué por dentro y le di mis chorros. Luego la saqué para que ella pudiera sacar algunos más, que se merendó pasándome la lengua por el glande, garantizando mi excitación, procurando que me corriera un poco más.

            “¡Maldita pirada!. ¡Te has tragado la lefa de tu hijo, se la has comido!. ¡Y me ha sabido a néctar de dioses!. ¡A este paso me haré una adicta a comerme la corrida de mi hijo, le sacaré la leche todos los días!. ¿¡Pero como puedes pensar una barbaridad de tal envergadura!?. ¡Sí, por su en-verga-dura!. ¡Estoy loca por la polla de mi hijo!”.

            Había sido un polvo fabuloso pero me había quedado con ganas de más, así que me la volví a follar. Me daba un morbo fatal, iba a pintarla de blanco...pero entonces me acordó lo que la había obligado a hacer la semana pasada, y una idea me cruzó la mente tan rápidamente como indecentemente!. ¡Tenía que hacérselo!. ¡Iba a ser la leche!.

            -Mamá, tengo que pedirte algo-dije mientras me la volvía a follar, con ella en mi regazo y sus piernas cruzadas en mi cintura, estando yo sentado en el sofá-. Es algo que me vuelve loco, pero las chicas no me dejan hacerlo. ¿Tú me dejarías, mamá?.

            -¿Qué quieres, Fran?...díselo a mami, dile lo que quieras y mami te lo dará.

            -Me gustaría poder darte por el culo. Quiero saber como es gozar a una chica por el culo. ¡Porfa mamá, dame tu culo!. ¡Déjame encularte!.

            “¡NO POR DIOS!. ¡Pero si hace una semana me dejé encular por mi marido, ¿y ahora mi hijo también me pide el culo?. ¡Y lo que gocé cuando Paco me lo desvirgó!. ¡Seguro que Fran también te hará gozar!. ¡Sí, sí!, ¡le daré el culo!, ¡voy a dejar que mi hijo me folle el culo, que me lo rompa!. ¡Sí!. ¡Rómpeme el culo, mi amor!. ¡Ven a darle por el  culo a tu puta madre!”.

            -¡Sí, sí!. ¡Te daré el culo!, ¡voy a dejar que me folles el culo, que me lo rompas!. ¡Sí!. ¡Rómpeme el culo, mi amor!. ¡Ven a darle por el  culo a tu puta madre!.

            Centré todos mis pensamientos en que ella cediera su cuerpo al máximo para así tener una penetración anal lo menos dolorosa posible, ya que no quería lastimarla. Tras salirme de su empapado coñito, apunté el glande contra su ano e hice presión una y otra vez hasta que mi polla fue entrando por aquel estéril y placentero agujero. Se la enterré hasta que mis huevos golpearon en su coñito. La puse un poco a cuatro patas y llevé mis manos hacia sus tetas para cogérselas bien a gusta mientras la empezaba a encular.

            -¡Que rico es esto mamá!. ¡Eres la primera mujer a la que doy por el culo!. ¡Es una maravilla mamá!. ¡Que culo tienes, es perfecto!. ¡Mmmmm mamá, me encanta que puedo darte por el culo!. ¡Te quiero muchísimo mamá!. ¡Te adoro!.

            “Oohh por favooor...Esto no puede estar pasándome...¡primero mi marido me da por el culo y ahora mi hijo!...¡le estas dando el culo a tu hijo!. ¡Te lo está follando y le gusta!...¡Y A TI TAMBIÉN!...¡Joder, eres una puta pervertida, dejarte encular por Fran como una vulgar ramera!. ¡Solo faltaría cobrarle tarifa!. ¡Oh sí!. ¡SÍ!. ¡Me gusta, estoy loca de placer!. ¡Pero que cerda eres por dejarte hacer esto!. ¡Qué gusto da entregarle el culo a mi hijo!. ¡Que polla tiene!. ¡Me encula como un campeón!. ¡No sabía que podía gozar haciendo estas guarradas!. ¡SÍ, SÍ!. ¡SOY UNA GUARRA, UNA PUTA!. ¡SOY LA PUTA DE MI HIJO, SOY LA PUTA MÁS REPUTA DEL MUNDO!. ¡QUIERO SU POLLA HASTA EL FONDO!. ¡ASÍ FRAN, FÓLLAME MÁS, MÉTEMELA HASTA EL FONDO!. ¡SÍ, SÍIIIIIIIII!”.

            -Eres la mujer más sexy y ardiente del mundo. Me vuelves loco de deseo. Quiero follarte el culo cada noche, a cada instante. ¡Eres una verdadera diosa del sexo, mamá!. ¡Me encanta follar contigo!. ¡Quiero follarte cada noche a partir de ahora!.

            -¡Sí, mi amor!. ¡Sé mi hombre, fóllame, encúlame, fóllame con tu padre al lado en la cama!. ¡Enséñale como hay que follarme de verdad!.

            “¿De verdad quieres que te folle con Paco delante?. ¡Has perdido el juicio, estás loca!. ¡Sí, loca por que me follen a la vez y me las metan por todos mis agujeros!. ¡Que me follen hasta que se corran en mi cara!. ¡Fran me follará mientras Paco me la meterá por el culo!. ¡Me follaré a mis dos hombretones, me los follaré a lo grande!. ¡Sí, seré la puta de mi hijo!. ¡Le dejaré que haga lo que quiera, que me folle delante de su padre!. ¡Dios que placer, pero es increíble lo bien que me da por culoooooooo!”.

            Esto último no era mío, había salido de ella misma. ¡El nivel de perversidad era apoteósico, colosal!. Me la seguí trabajando por el culo una y otra vez, con denodados esfuerzos para darle todo el rabo que ella me pedía con vítores de placer y euforia. Era alucinante verla gozar con su culo relleno de mi polla.

            -¡Mamá no puedo más!. ¡Tengo que gozar!. ¡Tengo que correrme!. ¡Estoy al rojo vivo, necesito gozarte!.

            -¡GÓZAME MI VIDA!. ¡¡GOZA A LA PUTA DE TU MADRE!!. ¡DAME TU LECHE, ÉCHAMELA DENTRO!!. ¡¡VAMOS AMOR, FÓLLAMEEEEE!!...

            Apenas un par de enculadas más y ¡bum!, aquella fue la locura definitiva. De mi verga salieron unos chorros que iban directamente a su culito de carnes jugosas y muy apetecibles. Tanto mamá como yo gritamos de puro placer y busqué que ella también se corriera al mismo tiempo que conmigo.

            “¡ME CORRO!. ¡DIOS MÍO, ME CORRO CON LA POLLA DE MI HIJO EN EL CULO!. ¡PERO QUE PUTA SOY!. ¡DIOS, SOY LA PEOR MADRE DE TODO EL MUNDO!. ¡PERO QUE GUSTO ME DA SERLO!. ¡ME CORRO, ME CORROOO!...”.

            -Que rico ha sido mamá. ¡Dios, creo que me he quedado vacío!. ¡Me has dejado los huevos secos!.

            -¡Sí amor, vacíate los huevos por mí!. ¡Dame toda tu lechita!. ¡La quiero!.

            Seguí corriéndome en su culo hasta que una vez más, los últimos chorros y gotas ya se las comió ella, con una cara de puta salida que jamás hubiera esperado ver en ella. Me arropó en sus brazos y nos quedamos abrazados, sentados con las piernas cruzadas en el sofá.

            -Te quiero mamá. Me gustaría hacerte el amor cada noche.

            -No cariño, eso no. Tu padre es quien me hace el amor, para algo es mi marido, ¿comprendes?-y puse cara de decepcionado; lo que se esperaba que pusiera-...así que no puedes hacerme el amor...pero sí puedes follarme. Me vas a follar las veces que quieras. Será nuestro secreto, lo prometo.

            -¿Te puedo pedir un último favor, mamá?, ¿me harías una paja?.

            -¿Una paja?.

            -Sí, tampoco nunca nadie me la hizo. Siempre me las hago yo solo. Quiero saber como es que te la hagan. Y me gustaría tocarte a ti. ¡Quiero hacerte gozar, mamá!.

            “Ya está: ¡oficialmente eres la puta definitiva de la historia!. ¡Lucrecia Borgia, muérete de envidia!. ¡Claro que se la voy a menear a mi hijo!. ¡Es lo menos que puedo hacer por haberme hecho gozar así!. ¡Voy a arrancarle la polla de la paja que le haré!”.

            Antes de hacérmela, ella se sentó en el sofá con las piernas totalmente abiertas, una de ellas desplegadas y apoyadas en el propio asiento. Yo estaba de rodillas enfrente de ella, en el suelo, con mi cabeza justo delante de su sexo, que olía a ídem que tiraba de espaldas. Mamá se lo abría con sus manos, dejándomelo ver todo.

            -¿Esto es un coño de mujer, mamá?.

            -Sí, cariño. Este es mi coño, aquí es de donde saliste, y aquí es donde acabas de volver. Míralo bien Fran. Esto es lo que te has follado.

            “Oh por dios, si casi te has corrido otra vez diciendo eso. ¿¡Pero como puede dar tanto gusto decir tantas obscenidades!?”.

            Recuerdo que estuve un buen rato con la vista allí clavada, sin decir nada más. Lo único que hacía era mirar su chochito. Contemplaba todas y cada una de sus formas, de sus curvas, de la separación que había en su sonrisa vertical. No era mucha, pero ahí estaba. Miraba su vello púbico, bien recortado. Analizaba con los ojos el coño de mamá, lo estudiaba como si fuese la lección para un examen, quería aprenderlo de memoria. Y mientras lo miraba, podía ver en mi cabeza todos los pensamientos que discurrían por la de mamá: “Oh, por dios bendito, ¿por qué me excitará tanto esto?, es casi más excitante que cuando me folló. ¡Que forma de mirarme tiene!. ¡Es que ni siquiera parpadea!. ¡Me excita!. ¡Me excita ver como me mira el coño!. ¡Es casi...casi parece que me follara con los ojos!. ¡Esto es casi mejor que follar a lo loco!. ¡Me desea!. ¿Qué le estará pasando por la cabeza?, ¿estará pensando en cuando me lo chupó...o estará fantaseando con las veces que me lo podrá hacer?. ¡Oh dios, como me excita!. ¡Pero que forma de mirarme tiene!. ¡Me tiene al rojo vivo!. ¡Pero que morbo!. ¡Nunca me había sentido así!”.

            -Tienes un coñito precioso. Me encanta mirártelo.

            “¡Sí, le encanta!. ¡Esto es demasiado erótico para mí!. ¡Joder, voy a correrme de nuevo!. ¡Y sin siquiera tocarme!”.

            -¿Qué te pasa, mamá?. ¡Te oigo jadear mucho!. ¿Estás bien?.

            -Ay amor, que jamás había hecho esto con nadie. Mira que llevo años follando, pero nunca me habían mirado así el coño antes. Estoy muy excitada cariño. Deja ya de mirarme así, o me voy a correr.

            -Pero si me encanta mirarte. Me pasaría horas aquí apoyado, mirándote el coño, sintiendo su olor en mi nariz. ¡Me encanta como huele!. Y las formas que tiene, esto es la perfección. Tienes el mejor coño del mundo mamá. ¡Estoy loco por él!.

            Comenzó a relamerse, a acariciarse. Su mente divagaba, y no, eso no era por mi causa. Al parecer la situación era insoportable para ella. Verse deseada de esa manera, verse adulada y admirada así, estaba por sí solo excitándola como yo jamás creí que se pudiera excitar una chica. Entonces comprendí, súbitamente, una gran verdad sobre las mujeres: que para excitarlas de verdad no bastaba con tener una polla grande ni tener un cuerpo diez...para excitarlas de verdad bastaba con hacerles saber el deseo que podían despertar en un hombre, de que se viesen deseadas, que supiesen cuanto un hombre las necesitaba. No era una cuestión física, si no mental...e ironías de la vida, el destino me había procurado la mejor mente del mundo.

            Mamá, sus pensamientos, iban en ocho direcciones distintas. Pensando en todas las cosas que yo estaría pensando mientras la miraba con un deseo abrasador, mamá se revolvía en su asiento, sin dejar de tener las piernas separadas, mientras que su cabeza era un desfile de imágenes lascivas sobre las cosas que yo podía pensar: que si papá de pronto llegase por la puerta y al encontrarnos así se uniera a la fiesta y nos dedicáramos  a reventarla a polvos, que si me diese la venada de meterle la lengua de nuevo hasta que se corriera como una cerda, que si la violaría con mi mano a base de darle unos dedos violentos para hacerle una paja a la fuerza...su mente tanto divagó que entre una cosa y la otra, fue víctima de sus propias fantasías y experimentó su tercer orgasmo. Y no, ni siquiera se había pajeado. De acuerdo, lo admito, la “ayudé” un poco aportando teorías sobre mis pensamientos, pero no la llevé al orgasmo. Eso fue cosa suya.

            Le di un par de besos y un par de chupetones a su coñito precioso, que palpitaba como si estuviera vivo, y a continuación me senté a su lado, con el cuerpo empapado en sudor. Su mano derecha se deslizó por mí, se detuvo en mi polla medio erecta y se puso a darle a la zambomba mientras que mi mano izquierda hizo lo mismo por sus tetas, que acaricié un poco, para después bajar hasta su coñito y empezar a tocárselo casi tal como ella imaginaba que debía hacerle (no podía ser demasiado fiel a sus pensamientos, o quizá se oliese algo). Fue un colofón absoluto, nos hicimos una paja maravillosa que duró muchísimo, después de dos largos polvos de preámbulo, y para cuando me fui a correr, ésta vez sí que se lo di todo dentro: dentro de su boca, claro. Se lo tragó como una campeona mientras aún sentía su cuarto orgasmo. Una sesión inolvidable.

  

            Después de esa sesión, necesitaba ir un paso más allá. Necesitaba saber a cuanto llegaba el alcance de mi poder. Había controlado a Regina de forma inconsciente, en un arrebato instintivo. Luego había controlado a mamá, esta vez de forma consciente y de tal manera que primero se había ofrecido a papá y luego a mí. La pregunta, obviamente, era: “¿podría controlarlas a las dos a la vez?”.

            Eso sucedió mucho tiempo después de mi primer polvo con mamá, cuando aquel tiempo de recuperación en casa había tocado a su fin. Tenía que lidiar con mi poder en el mundo real, lejos de la seguridad de las cuatro paredes de casa, y la verdad que en los primeros días me vi desbordado por todas las imágenes que desfilaban por mi cabeza. Sexta lección: aprender a “filtrar” las imágenes, a centrar los pensamientos ajenos para evitar toda posible sobrecarga. Por supuesto, las jaquecas seguían ahí, sobretodo en esos días, pero con el paso del tiempo y la práctica descubrí como podía encauzar las riadas de fantasías que pasaban por mi cabeza. Había de todo tipo: desde las chicas que al ver a un macizorro se ponían a soñar con tirárselo hasta las que se ponían a recordar a algún amante que había pasado por sus camas.

            Puedo citar algunas de ellas: una cajera de supermercado, una chica que parecía convencional y anodina, que mientras me atendía se puso a recordar como hacía un par de días atrás había estado en una sesión sadomasoquista con dos amigas (sí, una sesión lésbica sadomaso; alucinante lo que vi). No intervine (séptima lección: dominar el arte de “dejar fluir la imagen”), aunque al quedarme mirándola fijamente, llamé un poco la atención y pude escurrir el bulto diciendo que ella era muy guapa y que me había dejado impresionado. La pobre se puso de mil colores y la imagen se fue de golpe.

            Hubo una muy chocante, chocante y divertida: me encontraba en el instituto, y de pronto una imagen llegó a mi cabeza, sin más. Aunque para controlar a una chica yo debía mirarla fijamente, no necesitaba mirarlas para ver sus pensamientos, éstos acudían como si yo fuese un imán. En fin, a lo que iba: la chica, al parecer por aburrimiento, se puso a recordar el último polvo con su novio...y a mí me dio por ser un chico muuuuuuy malo: a mitad de fantasía, la miraba fugazmente y cambiaba a su novio por mí. “Seguro que Fran folla mejor que él”, comenzó a pensar. De pronto se giró hacia mí, y yo me quedé con cara de “¿qué pasa?”, encogiéndome de hombros sorprendido. Ella me miró muy extrañada, y el profesor intervino al ver que ella interrumpió la clase al ponerse a mirarme de cuando en cuando. ¿Qué el novio le dio por el culo?. “¿La polla de Fran me hará gozar más que la de Pablo?”. ¿Qué ella recordaba como se la lamía a su novio?. “Fran debe tener una buena polla, seguro que sabe mejor y todo?”. ¿Qué el novio le había dicho de hacer un trío con otro amigo?. “¿Y por qué no con Fran?. Quizá hasta le dejaría correrse en mi culo”. No sé como hice para no estallar en carcajadas en mitad de clase. Menudas caras ponía ella. Fue divertidísimo.

            ¿Y a quién no le ha pasado que al entrar a una discoteca, en la pista de baile hay una chica despampanante bailando como si se la estuvieran follando?. La típica lobona y calientapollas que no solo está buena si no que sabe que está buena y se las da de diva. La que humilla a los tíos meneándose, diciendo “te voy a poner al rojo vivo pero luego te mandaré a casa a que te la casques”, la que piensa que los hombres deberían estar más que agradecidos de que ella se digne a mirarlos o que los deje mirarla. Sí, a esa clase de chica me refiero...la misma con la que jugué a su juego, con mis reglas. La abordé en la pista de baile, diciendo lo buena que estaba, y que yo me la follaría mejor que nadie de la discoteca.

            -¡Anda ya, niñato!. ¡Pero si pareces un renacuajo aún!. ¿Sabe tu madre qué haces a estas horas, nene?.

            -No tienes ni idea de lo que mi madre sabe, “nena”-arqueé las cejas-. Y tampoco tienes idea del polvo que te voy a echar. ¡Va a ser la follada del siglo!.

            -¡Calla ya, retaco!. ¡Pero si seguro que eres maricón!. ¿¡Qué vas a saber follar tú, mediometro!?.

            “Otro machito que va de conquistador. ¿Éste va a follarme?. Si ni siquiera sabrá en donde tiene que meterla”. ¡Bingo!. ¡Ya la había cazado!. “Pero parece muy seguro de sí mismo. ¿Sabrá más de lo que aparenta?”.

            -Nena-susurré en su oído-, yo puedo comerte ese coñito tan bien que el resto de tíos luego te sabrán a poco. ¡Te vas a correr de gusto!.

            “Eso es imposible, no hay tío que sepa hacer esas cosas. ¡Me está fardando!. ¡Se está quedando conmigo?. Pero, ¿y si dice la verdad?. ¿Y si realmente puede hacerlo?”.

            -No me convences nada, solo eres un renacuajo. Ve a casa a pajearte.

            -¿Y por qué no me la haces tú?. Después de comerte el coño y ponerte a aullar como los lobos. ¡¿Alguna vez has tenido un orgasmo únicamente cuando te lo comen?. ¡Pues ahora vas a saberlo!.

            “Pero que atrevido el idiota este, como alardea. Tiene que ser fingiendo, me está chuleando...pero su seguridad en sí mismo...parece muy convencido. Parece como si ya lo hubiera hecho antes. ¿Puede hacerme correr solo con su lengua?”.

            -¿Ah sí?, ¿y qué más sabes hacer, eh listillo?.

            -Puedo llevarte a las estrellas-le susurré en mi oído, y noté como eso había hecho mella en su interior-. Puedo hacerte cosas que ni sabes qué existen.

            “¡Joder con el mocoso este, como se vende!. Ya veo como se tira el rollo...y esa confianza en sí mismo me pone...es guapo de cara, de cuerpo no parece estar mal...pero esa chulería...diosss que sexy es un hombre seguro de sí mismo...¿puede cumplir lo que me dice?. ¿Es tan bueno en la cama?”.

            -Soy tan bueno en la cama que te parecerá un sueño-se lo dije adrede, claro está-. Te prometo la noche de tu vida. Vas a fliparlo de lo que vas a gozar.

            En pocos minutos, las fantasías estaban rondando por su cabeza, y yo aporté mi granito de arena. Con un par, dejé a los demás con un palmo de narices al verme salir con la maciza de la disco, rumbo a su casa. Un cuerpo de escándalo: sedoso y ondulado cabello de color cobrizo, ojos castaños muy vivos, brillantes, labios carnosos, pintados en rojo diablo, piernas de vértigo, interminables, unos pezones de infarto, rosaditos, un par de tetas perfecto, de las que por los pelos te caben en ambas manos...una verdadera diosa. Tenía que ajusticiarla, ajusticiarla por tantos tíos a los que rechazaba solo por el placer de sentirse importante...y vaya si la ajusticié. Por cada fantasía que pasaba por su cabeza yo añadía algo de mi cosecha, complementaba sus viciosos pensamientos. En el cajón de su mesita tenía toda una serie de juguetes sexuales que apenas usaba cuando se llevaba a casa a algún tío porque a ellos no les iba ese rollo. ¡A mí me vino de perlas!.

            Por ejemplo, sin ir más lejos, tenía un vibrador de acero a pilas, que se lo metí en el culo mientras me la follaba. Fue un milagro que los vecinos no llamaran a la policía denunciando un caso de malos tratos: la guarra de Corina, que así se llamaba, gritaba y se corría como si hubiera perdido todo pudor y toda inhibición. También tenía esposas: la esposé a la cama boca arriba y la follé fingiendo que la violaba. ¿Orgasmo?, no que va, para nada: fueron varios seguidos, la hice multiorgásmica. Un juego de bolas chinas estriadas (o con relieve, da lo mismo): le metí el juego entero mientras la porculizaba a todo tren. Al sacárselos del coño, por cada bola, un orgasmo. Literalmente, chorreaba de gusto. Usé todo lo que tenía a mano, y para cuando acabamos, la pobre estaba al borde del colapso. Por un segundo pensé que se me había ido la mano y me asusté. Corina no hablaba, solo miraba al techo con la mirada perdida. El olor a sexo era tan fuerte tenía que percibirse incluso en la calle. Había sido demencial.

            -¡Dios mío!-dijo ella de pronto-...que hijo de puta-jadeaba, exhausta y sudorosa de pies a cabeza-...que pedazo de cabrón...puto niñato de mierda...casi me mata a polvos el muy...te odio-dijo girando y mirándome fijamente-...pero que cerdo eres...tu madre ha de estar encantada contigo...menudo follador estás hecho...

            Arqueé una ceja, divertido. Nunca antes un comentario había sido tan acertado, sin pretenderlo.

            -No lo sabes tú bien-me reí-. Ya te dije que te iba a follar a lo grande.

            Se me quedó mirando unos momentos más, con la cara totalmente desencajada de tantos orgasmos que le había dado. Apenas si podía moverse.

            -¿Es que eres un maldito Casanova, o qué?. ¡Nunca me habían hecho gozar así!.

            -Eso es lo que pasa cuando follas con niños y no con hombres de verdad: que no saben hacértelo como dios manda-me chuleé con la impertinencia propia de mi edad-.

            Fue una humillación para ella, y esa era mi intención al decirlo. Yo, un chavalito en aquel entonces, había cogido a una tía como ella (que por cierto, la nena tendría sus 22, quizá 24 años) y le había metido un repaso mejor que todos los tíos que por su cama habían pasado. Ojalá hubierais visto su cara cuando le dije que sólo tenía 15 años. Ojalá yo hubiese tenido una cámara a mano para inmortalizar el instante. No se lo podía creer. No solo se había follado a un quinceañero, si no que además el quinceañero había sido el que mejor se la había tirado nunca. Hasta me dio su número por si otro día yo estaba por la labor. Me quedé con la tarjeta y solté un “ya te llamaré” con indiferencia, como si ella solo fue otro polvo más. Nada como que te den a probar tu propia medicina.

             Hubo más casos como ese, muchos más. Divas de discoteca me tiré a bastantes, pero me di cuenta de que debía ir con cuidado de no crearme fama de follador. Prefería pasar desapercibido (octava lección: discreción ante todo), porque si la gente se ponía a murmurar sobre mí y sobre mis dotes de amante, muchas chicas querrían comprobar si la fama es cierta. El problema no era ese, nada más lejos de la realidad: el problema era que los chicos vinieran a por mí pensando que les estaba robando a sus posibles ligues, y eso no me interesaba lo más mínimo, de manera que comencé a dosificar mis salidas (o más bien, mis polvos de fin de semana). De ese modo, podría follar con total libertad sin despertar cuchicheos a mis espaldas.

            Y además, a fin de cuentas, lo que importaba es que hiciera sexo. Dicho de otro modo: no estaba obligado a tener que ir al mete-saca, la cuestión era darme un gusto, o darle un gusto a la chica. Un ejemplo facilito: más de una vez induje a la chica a que me hiciera una buena comida en los baños, o un simple polvo rápido (en lugar de la sesión maratoniana con Corina), o a lo mejor hacerle una paja mientras le comía una teta...algo de todo eso. Bastaba una pequeña, una insolencia por mi parte, o una situación que en la mente de la chica se crease, para hacerle lo que me venía en gana. Eso sí, con cuidado de no ir demasiado lejos (novena lección: no forzar los tabúes de una chica, ni tampoco cambiar su personalidad). Era importante que lo que hiciera estuviera dentro de lo que ella veía que podía hacer, y en caso de intentarlo, desafiarla con algo que no le pareciera un despropósito o un escándalo. Había que saber marcar límites y saber cuando parar.

            Por otra parte...¿para qué iba a forzar los tabúes...si podía doblegarlos?. Poco a poco, naturalmente, no de golpe, pero podía hacerse. Recuerdo a una tal Agustina, muy guapa ella, pelirroja de ojos azules, algo tímida, que en sus fantasías tenía un tabú que le daba muchísimo asco: el sexo oral. No hacerlo ella (la chupaba de vicio), pero sí que se lo hicieran. Por alguna razón, para ella eso era impensable, un tío se la podía tirar y tal, pero no se lo podía comer porque le repugnaba, ergo nadie jamás había podido comerle el coño antes, ergo si yo lo lograba sería el primero en hacérselo. La idea me volvía loco y me moría de ganas por hacerlo, pero para ello tenía que vencer su resistencia, ahondar en su placer y conseguir anular su reticencia a ello. No fue fácil. En cuanto se lo decía, saltaba como un resorte, era algo profundo, instintivo, que le cortaba el rollo. No supe el modo de lograrlo hasta que me acordé de Corina, y entonces vi como podía hacerlo.

             Estaba en pleno meneo con ella cuando comencé a meter la idea en su cabeza, y lo hice muy sigilosa y delicadamente. “Mmmm pero que rico me da por culo. Fran es un fiera en la cama. ¿Es que hay algo que no sepa hacer bien?. Seguro que sabrá hacer gozarme con todas las partes de su cuerpo. ¡Así, con golpes secos, me atrae el morbo de pensar que me lo está forzando!”. Ya aviso: cuidado con las tímidas, que cuando se desatan pueden ser...sorprendentes. “¡Ya no aguanto tanto polvo!. ¿Pero es que no se cansa nunca?. Ay mi madre como me folla...este Fran vale su peso en oro, que follador de tío...follador, y quién sabe qué más cosas sabrá hacer...¡esto sí que es un macho y no esos gallitos que van con sus coches tuneados!”. Iba intercalando sus pensamientos una y otra vez, sembrando dudas, una pregunta aquí y otra allá, subiendo de tono de manera que ella no se diera cuenta de sus propios pensamientos.

            De pronto la escuché pensar: “¿Y si tiene razón, y si no es tan asqueroso?”. ¡Ya era mía!. ¡Cazada!. “¿Y si eso da gusto?. ¡Pero que asco, por dios, una lengua dentro de mí!. ¡No por dios, eso no!. Pero ¿y si me la mete y me gusta?, ¿me haría gozar con ella, me haría disfrutar?. ¡Ay por dios Agus, no seas loca!, ¿cómo puede ser estar bien eso?. ¿Y si lo está y me lo he perdido todos estos años?. ¿Y si resulta que los tíos no son tan cerdos por comer eso?. ¿Y si pruebo una sola vez...a ver que pasa?”.

            -Vamos Fran, dame duro...me gusta, eres genial...sí, me dejaré...lo haré...

            -¿Qué harás, Agus?. ¿De qué hablas?.

            -Si me haces gozar por el culo...te dejo comerme el coño...pero esta vez, ¿vale?. Ni una vez más, solo por esta. ¡Pero solo si me haces correr ahora!.

            ¿Un orgasmo anal?. Marchando. A fin de cuentas, entre mamá y Corina, llevaba mucho rodaje en cuestión de hacer orgasmos, eso sin contar las otras que había tenido a punto de caramelo, suplicándome por que las penetrase o que terminase de masturbarlas que ya no podían aguantar más. Así que recordando lo vivido, me ensañé con Agus para darle un orgasmo que la dejara desmadejada en la cama y que apenas se pudiera mover, tal como había hecho con Corina. Después de dos buenos polvos, la pobre estaba que no cabía en sí de gozo, y como lo había logrado, efectivamente se tumbó y se acomodó en la cama, ofreciéndome su sexo lingüísticamente virgen.

            -Prepárate Agus...te prometo que será fantástico. Cierra los ojos un segundo, ¿de acuerdo?. Ya te diré cuando abrirlos.

            -Pero...

            -Tú hazme caso. ¿Confías en mí?-y ella asintió-. Ciérralos, no voy a hacerte el más mínimo daño. Túmbate, y relájate. Irá como la seda.

            El problema de Agus era visual. Literalmente hablando: el ver a un tío que iba a comerle el coño era lo que le daba asco porque en su mente asoció, inconscientemente, la regla con el que un tío fuera a comerle el coño y que sin querer éste quedase con su cara manchada de su sangre; algo muy poco agradable. La imagen desataba un rechazo natural, pero sabía como eludirlo. Agus me hizo caso, se tumbó y cerró los ojos. Estuve un buen rato acariciando sus tetas, besándola, besando su cuello, su vientre, haciéndole chupetones en el cuello a veces, estimulándola para que se sintiera a gusto...y cuando menos ella lo esperó, Agus lanzó un jadeo al sentir como mi lengua le dio una profunda y potente lametada de arriba abajo, algo lenta en su movimiento, como si al chocar con su coño la lengua perdiese velocidad. El cuerpo de Agus tembló de pies a cabeza como si estuviese en una silla eléctrica y la estuvieran electrocutando.

            “¿¡Pero que ha sido eso!?. ¡Tócate la balalaica, no había sentido nada así en mi vida!. ¡Ay mamá, lo que me ha hecho!. ¿En serio me lo ha lamido?. ¡Y casi me hace ver las estrellas en pleno día!. Pero es su lengua…¡en mi coño!. ¡NO, QUE ASCO!...¡¡AY MAMÁ, QUE LAMETADA ME HA VUELTO A PEGAR!!. ¡¡Y OTRA MÁS!!...esto no puede ser...por favor, que me están comiendo el coño, ¡A MÍ!. ¡¡A MÍ!!. ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO!!. ¡¡UFFFF QUE CORRIENTAZO ME PEGA EL TÍO!!. ¡En mi vida hubiera imaginado algo así!. ¡Déjate llevar, ni se te ocurra parar ahora o lo mato a ostias por convencerme de esto!. ¡Mmmmm ay mamá que lengua maneja!. ¡Pero que cosas siento!. ¡No es posible!. ¡No es posible que esto dé tanto placer!. ¡Es de locos, de locos!. ¡Estoy loca!. ¡No puede ser que me esté gustando esto!. ¡Sí que puede ser que te guste!. ¡Me lo está poniendo al rojo vivo!. ¡Que sensaciones!. ¡Es increíble!. ¡Como siga así voy a correrme!. ¡Me correré sin tener un polla follándome ni enculándome!. ¿Pero es que eso es posible?. ¿Es posible tal locura?”.

            Vi la confusión de Agus y la aproveché en mi favor, me dediqué por entero a su coñito precioso (rosadito, poco pelo; ideal), a lamerlo, chupetearlo y a mordisquearlo, y en mitad de ello le pedí que abriera los ojos un segundo, para que me viera. Le costó, lo notaba, pero lo hizo, me miró mientras le metí un par de lametadas que hicieron arquear su espalda y volver a cerrar los ojos. Grabé la imagen en su mente, se la hice repetir en tanto su cuerpo sentía mis lamidas, mis chupaditas y mis mordiscos (suaves, sin ánimo de hacer eso, pero sí de procurarle unos latigazos de placer que la dejaran en órbita) con la intención de reemplazar su rechazo. Y sí, después de varios minutos más de estar dale que te dale a la lengua (y no para hablar precisamente) Agus llegó a un éxtasis sónico, y sí, lo he dicho bien, “sónico”: ¡pegó tal chillido de placer que me cogió por sorpresa, y  casi me deja sordo!. ¡Soberbio!. ¡Magnífico!.

            Durante unos segundos me miró fijamente, con los ojos abiertos como platos, la mirada intensa, incrédula, extrañada, asustada pero gratificada a la vez.

            -¡No puede ser!. ¡Lo has hecho!. ¡Me hiciste gozar!. ¡Y con tu lengua!.

            -¿Y qué?-pregunté, confuso-.

            -¡No estás manchado!. ¡Pensé que si me lamías te mancharía!. ¡Se suponía que si me tocabas el coño con la lengua la regla me bajaría antes y te pringaría!. ¡Te mancharía de mi sangre menstrual!.

            Alucinado no, lo siguiente. ¿De donde salían ideas como esa?. Y la chica tenía la cabeza bien amueblada, que conste. Fue curioso comprobar como incluso en las mentes más lúcidas podían entrar las ideas más descabelladas.

            -Pues ya ves: te lo he comido, has gozado...y de sangre nada, monada. ¡Y por tu grito, te lo pasaste de fábula!. ¿Qué, mola o no mola?.

            ¿Conocen el eslogan de “a qué no puedes comer solo una”?. Pues eso: Agus no se conformó solo con una.

            Fue uno de mis múltiples logros con las mujeres. Otro de ellos fue mi profesora del instituto. Entre nosotros tenía el mote de “La Curvas”, por razones obvias: su cuerpo era un continuo vaivén de curvas imposibles, y no me refiero a que fuese rellena, si no a que tenía un cuerpo de modelo, que se enfundaba en vestidos imposibles. Pantalones de cuero ajustados, vaqueros ceñidos, un pecho apretado en tops o camisas vaporosas...nos volvía locos a todos. Poseía unos ojos de un verde intenso, de un tono claro brillante, deslumbrador. El ejemplo perfecto de madurita superbuena (estaba más cerca de los 40 que de los 30). El morbo añadido lo llevaba en su mano derecha: una alianza de casada. ¿Mi profe siendo infiel al marido con un alumno suyo menor de edad?. ¡La Curvas se lo iba a pasar en grande!.

  

            Esperé al último día de clase, antes de la fiesta de fin de curso, cuando sabía que ella me llamaría para hablar de las notas (mi rendimiento académico, por las jaquecas, se había resentido un poco). Efectivamente, el instituto ya se había quedado vacío y yo estaba con ella a solas en el aula donde lo normal era que estuviéramos 30 personas a la vez. Mientras me animaba a mejorar mis notas y que me preparara para subir la nota en septiembre, yo le explicaba lo que me había pasado con el rayo y con las jaquecas (ella lo sabía, ya que la noticia se había corrido como la pólvora; tanto que ya me decían en broma “el Chico Rayo”). Entonces, en mitad de una charla más o menos anodina, hice algo que todos los hombres hacemos por instinto: rascarme el paquete, tocármelo como si fuese lo más natural del mundo (¿cuántas veces al día los hombres haremos eso?). La vi disimular (estábamos sentados uno junto a otro, en su mesa), pero su instinto jugó en contra suyo y por un instante, me lo miró. “Que manía con tocárselo”, pensó, “ni que les picara a todas horas”. Volví a hacerlo. “¡Otra vez!. ¿Pero qué le pasa?”. ¡Y otra vez!. “A tomar vientos, lo que pasa que está cachondo. ¡No fastidies, se la está tocando por mí!. ¡Yo soy la causa de sus picores!. ¡No jorobes, que podría ser mi hijo!. ¡Menudo paquete debe tener, como se le abulta ahora!. Ay mierda, ¿pero qué me pasa?. ¡No puedo dejar de mirarle el paquete!”.

            Llevada por un impulso loco, posó su mano izquierda sobre mi paquete. “Madre de dios, que duro está. Claro, la juventud. Con esta edad se empalman en seguida”.

            -Mmmmmm profe, que rico me toca...por favor tócala así, me gusta...

            “Debo estar majareta perdida. ¡Que le estoy meneando la polla a un alumno!. La que me va a caer como alguien se entere. ¡Pero se ve deliciosa!. ¡Y ardiente!. ¡Y como me arden deseos de comérmela toda!. ¡Me la voy a tragar hasta el fondo!”.

            -Mmmmm que delicia Fran...esto me sabe a gloria...¿la tienes así por mí?.

            -Sí...es por ti...tú me la pones muy dura, me tienes loco por tu cuerpo...estás más buena que mis compañeras, que son unas sosas...tú las ganas a todas...

            “¡Me desea!. ¡Un imberbe como él me desea, le gusto!. ¡Aún gusto a los chicos jóvenes!. ¡Soy atractiva!. ¡Sigo siendo atractiva!. ¡Y como la tiene de dura por mí!. ¡Es estupendo!. ¡Se la como toda!. ¡Y me gusta!. ¡Se la voy a comer hasta los huevos!”.

            Nos desnudamos y la tumbé en su mesa de profesora. Sabíamos que nadie más estaba por allí. Nadie nos pillaría. Se la iba a endiñar hasta los riñones.

            -¡Cristo bendito, pero qué cuerpo!. ¡Es increíble!. ¡Estás más buena que Giselle Bundchen!. ¡Yo alucino!. ¡Profe, eres una diosa!. ¡Una verdadera diosa!.

            “Mmmmmm no entiendo como lo hace, pero como me pone...que manera tiene de hablarme, de excitarme...dios, si me dice más cosas como esas voy a explotar, es que me tiene comiendo de su mano...ay que chico éste, pero como sabe ponerme a tono, si le dejo me va a taladrar hasta por el culo. ¡Pero qué dices, majareta, si a mí nunca me han taladrado el culo!. ¿No se lo has dado a tu marido y se lo vas a dar a él?”.

            ¡Bingooooooooo!. ¡Toma revelación!. Lo que me costó no ponerme a dar saltos de alegría. Un culito virgen para mí solo, y menuda hembra. Como todo lo demás en su cuerpo, su culo era redondito, terso, prieto, carne jugosa en mis manos, tan bueno como el de mamá cuando se lo penetré. En dos palabras: un culazo. Terminé de sacarme toda la ropa y me mostré ante ella con mi falo apuntado al cielo, totalmente erecto.

            -Esto es para ti, profe, es todo tuyo. Te lo regalo para que juegues con él-y se la acerqué un poco a la cara, para que me la volviera a comer-.

            “Que delicia, es un manjar. ¡Majareta, solo tiene 15 años!. ¡Y se gasta una polla fantástica!. ¡Páralo como sea, pero páralo!. ¡Mmmm no, las tetas no!. ¡Ohhhh dios soy toda suyaaaaa!. ¡Que bien me las soba, me encanta que me las acaricien de ese modo, es perfecto!. ¡Que forma de magrearme!. ¡Me tiene enviciada!. ¡Así, en los pezones, en los pezones!. ¡Sí, tírame de ellos, tira de ellos, pellizca bien!. ¡Me vuelvo majareta perdida, a este chico lo voy a hacer un hombre, me va a follar pero bien follada!. ¡Va a meterme este rabo hasta hacerme llorar de puro placer!”.

            Sentado en su sillón de profesora, la hice girar un poco, y acercando el asiento a la mesa, pude encorvarme para llegar a su conejito. Lo acaricié un poco con los dedos y me dispuse a hacerlo luego con la lengua.

            -Mmmmmmmm eso sí que es una buena lengua...tienes que poner a las chicas al rojo vivo con esa lengua...nunca había visto un chico tan experto como tú...se nota que eres un triunfador...uffffffff sí, presiona ahí...justo ahí, sí, asíiiii...más fuerteeee...

            “Lámemelo de arriba abajo, méteme la lengua a tope, dámela toda, es la mejor lengua que ha pasado por mi coño. ¡Aaaaahh que delicia, que cosas siento, nunca había sentido nada igual!. ¡Es que me voy a correr con su lengua!. ¡Chica, eres una perra, un alumno te está comiendo el coño y encima lo consientes!. ¿¿Dónde está tu autoridad??. ¡A la mierda la autoridad, quiero que me reviente a polvos!. ¡Has perdido tu poder, él te está dominando!. ¡Y como me excita eso!. ¡Me somete, me tiene a sus órdenes, cederé a sus caprichos!. ¡Le daré mi boca, mi coño, mi culo, se lo daré todo!. ¡TODO!”.

            Allí tendida, desnuda y entregada, La Curvas me recibió con los brazos abiertos, y yo fui a ellos. Tumbado sobre ella, rocé un poco mi glande contra sus labios vaginales e hice algo de presión. Con lo mojada que estaba entró de maravilla, a la primera, y solo de entrar noté como su cuerpo se tensaba como si fuera correrse o como si estuviera en una eyaculación precoz. “¡Mierda, casi me corro solo con sentirla dentro!. ¡Pero como lo hace este tío!. ¡Es increíble!. ¡Métemela toda, quiero polla jugosa en mi interior!. ¡No puedo morir sin ser follada por esta polla!. ¡Es gloria celestial!”.

            -Profe eres una verdadera diosa...te la meto toda...siéntela dentro, no puedo dejar de follarte, te deseo...me excitas muchísimo...

            “Como se ponga a insultarme, ya es que me corro como una perra en celo”.

            -Sí Fran, tú también eres un dios...un dios del sexo...pero fóllame más, no pares, no puedo vivir sin que me folles...fóllame bien, fóllame hasta que te hartes...

            -Sí, te follaré hasta que te hartes, ¡te follaré como a las putas!, ¡como a las putas baratas!. ¡Te follaré a lo vivo hasta que te escueza el coño!. ¡Te follaré a lo bestia!.

            “¡OH DIOS!. ¡POR FIN UN HOMBRE QUE SABE INSULTAR!. ¡NO HABÍA SIDO HUMILLADA ASÍ DESDE HACÍA AÑOS!. ¡QUE PASADA!. ¡MAJARETA, ESTÁS MAJARETA!. ¡DEJARTE HUMILLAR ASÍ POR UN ALUMNO!. ¡¡Y QUE FORMA DE HUMILLARME TIENE, ESTO SÍ QUE ES SUMISIÓN!!. ¡POR FIN UN TÍO QUE SABE SOMETERME Y NO COMO EL TONTO DE MI MARIDO!. ¡SÍ, QUE ME HUMILLE, QUE ME FOLLE, QUE ME SOMETA!. ¡ESTO ES LO QUE LLEVO ESPERANDO TODA LA VIDA!”.

            Sus pensamientos estaban enardecidos, fuera de todo límite, su mente gritaba de tal manera que me costaba atenuar el sonido de sus gritos para no perder el control de la situación. Fue un polvo llevado hasta sus últimas consecuencias, un total paroxismo de placer, de energía desatada, de sexo bien hecho, incluso con una sonora bofetada en su cara mientras le decía lo putona que era por dejarse follar así. Cabe decir que La Curvas me respondió a la bofetada con un ronco estertor de un primer orgasmo que le vino aún en mitad del polvo, y que se aderezó con un segundo unos minutos más tarde. Se puede decir que La Curvas se corrió hasta que la cabeza le daba vueltas (y a mí también).

            -¡Profe, necesito tu culo!. ¡Es perfecto, me vuelve chiflado perdido!. ¡Tengo que follártelo!. ¡Al precio que sea!.

            -No Fran, eso no: en mi vida he follado por el culo. ¡Nunca le he dado mi culo a nadie, ni siquiera a mi marido!. ¡No me folles el culo!.

            -¿Y quién dice que tengas que dármelo?. No es que tengas que dármelo: ¡yo voy a tomarlo por la fuerza!. ¡Este culo es mío!. Y como es mío, haré con él lo que quiera, y lo que quiero...¡¡ES FOLLÁRTELO!!.

            “Aaaaaaaahh que me corro solo de pensarlooo...aaaaay mamáaaaaaaa...que me lo ha dicho en serio...que me va a reventar el culo, que me lo va a violar, a usar sin mi consentimiento...¡no puede ser la locura esta!. ¡Dios, voy a correrme como una puerca!, ¡Fran me va a petar el culo!. ¡Y lo voy a gozar!. ¡Pero que puta soy!”.

            Me senté en su asiento y a ella la hice sentarse sobre mi regazo, clavándosela en el culo tal como le dije, sometiéndola bien, intentando que entrase a la primera (no fue posible, estaba muy cerrada). Con mis pensamientos la hice relajarse, la hice fantasear con ser violada por el culo, con que su alumno lo tomara como le viniera en gana, con ser sometida en vez de ser sometedora, como le tocaba en su papel de profesora. Ahora yo tenía el control y ella no, y el cambio de roles la ponía al borde de la locura.

            “¡DIOSSSSSSSSSS!. ¡Pica, duele, resquema, me gusta, me duele, me mata, me está taladrandooooo!. ¡Que cabrón, me lo está follando!. ¡Me está desvirgando el culo, y yo me dejo!. ¡Me lo folla!. ¡Me lo va a reventar!. ¡DIOSSS!, ¡SÍII!, ¡NOO!, ¡PARA!, ¡SIGUE!, ¡DÉJALO!, ¡SIGUE MÁS!, ¡ME ESCUECE HORRORES!, ¡ME CORRO DE GUSTO!. ¡ME ARDE MUCHÍSIMO!. ¡ME DA IGUAL!. ¡FÓLLAMELO!. ¡DALE DURO A MI CULO!. ¡FÓLLAMELOOOOOO!”...

            -Para Fran, paraaaaaaaaa...que me dueleeeee...me duele muchooooo...

            -¡Este culo es mío!. ¡Pararé cuado me dé la gana!. ¡Y no quiero parar!.

            La imagen se quedó grabada en mi cabeza de forma indeleble, y sé que para ella también: mi profesora, sentada en mi regazo, con su culo reventado por mi polla que iba entrando y saliendo a ritmo enloquecido. Sus gemidos eran estruendosos.

            -¡Aaaaah Fran!. ¡FRAN!. ¡Córrete!. ¡Córrete en mi culoooo!. ¡AY MAMÁ, AY MAMÁ MI CULOOOOOOOO!...

            En el momento en que sentí que estábamos a punto corrernos, hice una última diablura bastante perversa: le di un último empujón para que se clavase contra mi polla con mucha dureza. Sentí su cuerpo convulsionar, estremecerse, temblar y chillar entre el placer y el dolor, sentada de espaldas a mí, mientras mis manos le apretaban las tetas de tal modo que pensé que durante días su marido no podrías verlas por las marcas de mis manos en ellas. La Curvas se quedó allí sentada, con mi polla bien insertada por su culo perfecto, incapaz de moverse durante un rato hasta que se giró y me miró fijamente, sin creerse lo que había vivido. Literalmente, la había reventado a polvos.

  

            Eso fue lo que me preparó para el acto final, a propósito del verano que tenía por delante: la incursión de mamá y Regina en sus inicios en el lesbianismo (y no, no se me había olvidado contarlo, pero tenía que dar un rodeo para explicarlo mejor). Con todo lo aprendido, estaba dispuesto para ver a mamá y a Regina dándolo todo. La idea la tenía en la cabeza desde hacía muchísimo tiempo, pero sin práctica previa, lo más seguro es que no fuese una buena idea y saliera mal, de modo que esperé a que fuese verano, y por supuesto a que papá se fuese con sus amigos al bar. Yo fingí que me iba de paseo por ahí y ellas quedaron solas. El terreno perfecto para cumplimentar la fantasía.

            Mi casa es justo eso, una casa y no un piso, una casita de las afueras con un buen jardín trasero. Hay piscina, y también setos altos y amplio espacio en donde exhibirse y ponerse al sol sin que nadie mire. Era un día soleado, y sabía que mamá y Regina iban a aprovecharlo para tumbarse en el jardín en bikini para ponerse morenas (la playa estaba muy lejos). Poniéndome entre los setos con mucho cuidado de estar lejos de la vista de cualquier vecino y de ellas dos, comencé a tirar mis indirectas a la que pillaba algún tipo de pensamiento obsceno, lo mismito que hice con Agus. Fue metódicamente ejecutado, “duro y a la cabeza”, que diría aquel, de manera que para cuando quisieron darse cuenta de lo que les estaba pasando, mamá y Regina se fundieron en un largo beso de tornillo mientras se abrazaban. Por su mentes desfilaban ideas locas pero excesivamente letales para mí (letales de morbo, claro): “¡Dios mío, con mi hija no!. ¡Me estoy besando con Regina!. ¡Con mi hija!. ¡Y qué bien saben sus labios!. ¡Besa de fábula!”.

            Regina iba en un estilo parecido: “¿Con mamá?. ¡Imposible!. ¡Primero con Fran y ahora con mamá!. ¡Seguro que es obra suya!. ¡Pero él no está en casa!. ¡Está fuera de aquí!. ¿Como puede ser obra suya si no está aquí?. ¡Mamá te quiero!. ¡Oh mamá, que beso, me enciendes!. ¡Es fantástico!. ¡Que indecente, que asco!. ¡Me pongo cachonda con mi propia madre!. ¡Ay dios, que loca estoy!. ¡Loca por tener su coño en mi boca!”. Entre los pensamientos de una y de otra me encontraba desbordado, las ideas de ambas seguían direcciones distintas, y tenía que encauzarlas de forma que retuviera el control de las dos. Me sentía como si intentase retener con los brazos el agua desbordada de un pantano, pero no estaba dispuesto a ceder bajo ningún concepto.

            Se deshicieron de los bikinis y se quedaron desnudas frente a frente. Regina fue a acariciar las tetas de mamá y ésta hizo lo propio. Se los estuvieron besando un largo rato, mordiéndose los pezones y pasándoles la lengua varias veces, succionando como si quisieran arrancarlo de puro desenfreno. Se enzarzaron en una guerra de besos de rosca que casi me las imaginaba arrancándose las cabezas de tan fuerte que se besaban. Me fue imposible excitarme tanto viendo eso, que llevé la mano derecha a mi entrepierna y comencé a darme caña muy despacio, tenía que aguantar lo máximo posible.

            -¡Mamá!. ¡MAMÁ!. ¡Mírame!. ¡Soy toda tuya!. ¡Gózame mamá!. ¡Quiero que me folles con tu lengua!. ¡Fóllame con tu lengua mamá!. ¡Te necesito!. ¡FÓLLAME!.

            Se sentó sobre la cara de mamá y ésta no lo dudó para poner su cara entre los muslos de mi hermana y darle lengua sin parar, para penetrarla con ella y que Regina se convulsionase de puro placer. Desde mi posición la vista era excelente: mamá tumbada a la larga mientras Regina estaba de rodillas, de espaldas a mí, de forma que podía ver su espalda y ese culo perfecto heredado de mamá. Solo de imaginarlas enculándose con algún tipo de vibrador fue suficiente para hacerme correr...con los ojos abiertos. ¿Tenéis la más remota idea de lo que cuesta eso?.

            Vi como el cuerpo de Regina se agitaba más deprisa y con más energías, estaba claro que la lengua de mamá la estaba haciendo gozar y por lo que intuí, era un orgasmo muy potente. Los debates morales continuaban en su interior, pero el placer que lo que estaban haciendo les producía era tal que había ocasiones en que no podía leerles nada de lo que pensaba...porque de tanto placer, no podían pensar, sus mentes desvariaban y colapsaban. Eso le pasó a mamá cuando, al cambiarse las posturas, la lengua de Regina le devoró el coño de tal manera que cuando mamá tuvo su orgasmo Regina la cogió bien fuerte de las tetas para retenerla y que dejase de moverse. Y dado el tamaño de las tetas de mamá, que yo conocía bien, puedo asegurar que la escena era tan morbosa...que me corrí por segunda...y también con los ojos abiertos (ya hasta me dolían y todo).

            “¡Lo vivo y no lo creo!. ¡Me he follado a Regina!. ¡Primero me follé a mi hijo y ahora a mi hija!. ¡Sí, me la follé!. ¡Le he metido dedos, le comí el coño!. ¡Y bien que me lo he pasado!. ¡Que cuerpo tiene mi hija, es puro sexo!. ¡La despertaré comiéndole todo el coño cada mañana!. ¡La follaré para que despierte!. ¿Pero qué locuras digo?. ¡Estás hecha una viciosa insaciable!. ¡Eres una golfa!. ¡Pero que bien sienta ser golfa!”.

            Eso lo pensaba mamá (obviamente). Lo de Regina era más o menos así: “¿Cómo puedo haber gozado follando a mamá?. ¡Ay dios, que sí lo gocé!. ¡Me he corrido con su lengua morreándome el coño!. ¡He chorreado de gusto cuando me lo comió!. ¡Pero que guarra soy, ahora aparte de calientapollas soy lesbiana!. ¡E INCESTUOSA!. ¡De aquí al infierno medio paso!. ¡Y que me quiten lo bailao!. ¡Me he corrido como una campeona, ha sido genial!. ¡GENIAL!. ¡VIVA LA PUTA DE MI MADRE!”.

            Aunque tuve la idea de una macro orgía entre los cuatro, en el fondo prefería que ninguno supiera abiertamente lo que había hecho con los demás. Mamá no sabía que yo me había follado a Regina, por ejemplo. Me daba más morbo así, que Regina no supiese que mamá y yo habíamos follado antes, o que pensara yo no supiese de su escarceo con papá (por supuesto, obra mía, ocurrido como un mes antes de la aventura lésbica entre las dos). Las mentiras mantenían las cosas en su sitio. Solo yo conocía los hechos en su conjunto, y así quería que siguiera. Más diversión para mí.

             Me encontraba en un impresionante estado de euforia tras lo conseguido con mi hermana y con mamá, el espectáculo había sido soberbio, y aunque no comprendo como logré aguantar mis deseos por masturbarme a lo loco viendo lo que vi (en realidad, claro que lo sé: práctica). De hecho, estaba tan animado que no lo pensé muchas más veces y me apunté a prácticas de conducir para sacarme el carnet. Me moría de ganas por ir en coche en el futuro, y me apunté a una autoescuela para comenzar las prácticas. Lo más difícil fue convencer a papá para que me dejara el coche (poniendo la correspondiente “L” en el cristal trasero cuando yo lo llevaba), ya que quería poner a prueba lo que me enseñaban en clase, y conocía un sitio bastante alejado del tráfico, una zona en donde se tenía pensado hacer una urbanización pero que luego no se pudo, quedando únicamente las carreteras asfaltadas. No se llegó a hacer ni una casa. Era ideal para mis prácticas.

            Como era una zona sin tráfico ni nada por el estilo, podía allí maniobrar y poner en juego mis habilidades de conductor. Papá se encargó de enseñarme de lo primero, y cuando vio que más o menos dominaba la técnica, pudo dejarme conducir a solas en “la zona desurbanizada”, como se la conocía. A veces conducía de noche, para ir pillando el tranquillo a conducir en todas circunstancias (papá me había avisado que no tenía nada qué ver conducir por el día que por la noche, y que debía saber manejarme tanto con luz natural como sin ella). Nunca había pasado nada, hasta una fatídica noche en que estaba conduciendo por esa zona...y de pronto me encontré con un coche patrulla. No salía de mi asombro. ¿Pero qué narices hacían allí, que nunca había nadie?. Por dios, ni siquiera lo usaban las parejas como picadero rodante (es decir, el típico polvo en el asiento de atrás). Me pararon y yo comencé a acordarme de toda la familia de los polis hasta que por fin el agente se bajó de coche, se puso a la altura de mi ventanilla...y ese momento me llevé la mayor sorpresa de mi vida. ¡Dios bendito!, ¿¡pero qué era eso!?.

            Intentaré describir lo que vi del mejor modo posible: no era un policía, era UNA policía...y vaya policía. Si todas las agentes eran como ella, que me detuviesen en aquel mismo instante porque iba a cometer un delito de violación. ¡Virgen santísima, pero que hermosura de mujer!. Ojos almendrados muy brillantes, del color del ámbar (jamás me había encontrado unos ojos como esos), pelo castaño a juego, en una melena muy bien cuidada, sedosa y fina, con pose aniñada, labios tersos, sinuosos y sensuales, el conjunto de su cara era de una perfección absoluta. Y el cuerpo...porque el uniforme no lo dejaba muy claro, pero me parecía que el cuerpo iba a juego con su cara. Como me fastidió que desde mi posición no podía verle el culo, enfundado en aquellos pantalones. Tenía que marcársele de miedo, y en cuanto a las tetas...ella no se fijó cuando tras golpear con los nudillos en la ventanilla y agacharse, pero le vi el canalillo a través de la camisa (con un botón desabotonado; no llevaba corbata) con total impunidad. Todo aquello parecía ser un manjar de dioses. ¿¡Donde diablos hacían mujeres así!?.

            -Carnet y documentación del coche, por favor-pidió asépticamente-.

            Según fui a coger los papeles, miré hacia atrás, al coche patrulla. Sentado en el asiento del copiloto, había un tío algo mayor. Me jodió enormemente que no fuese otra chica, ya hubiese sido la repera. De pronto, una idea se me vino de golpe, una idea tan peligrosamente loca que solo podía tener dos finales posibles: o salía bien...o terminaba detenido en comisaría. Reconozco que la idea de que me detuvieran (y las implicaciones para mi familia si me arrestaban, más los motivos del arresto) no me gustaba un pelo...y sin embargo, cuanto más miraba a aquella belleza de ojos ambarinos más crecían en mi interior los deseos por poseerla...esa noche nació un fetiche que me acompañaría el resto de mi vida: las mujeres con uniforme.

            -¿Sabe por qué lo hemos parado?.

            -Sí-e hice alarde de mi irresponsabilidad juvenil-: para que pudiera ver la cosa más guapa sobre la faz de la Tierra.

            La policía se me quedó mirando sorprendida. Sus ojos se me clavaron en lo más profundo de mi alma.

            -¿Perdón, como dice?-preguntó como si no hubiese escuchado bien-.

            -Que eres la tía más guapa y más buena que he visto en mi vida. Viva la madre que te parió. Lo tuyo sí que fue un polvo bien echado y lo demás cuento.

            Por un instante estuvo a punto de reírse, pude verlo, pero en seguida contuvo su risotada, se puso muy seria, y miró un momento a su compañero, sentado en el coche. Y al hacerlo, una duda me cruzó la mente. ¿Sería su compañero...o su superior?. Eso me hizo desatarme en mis teorías...pero ya llegaríamos a eso.

            -Mira chaval, no te columpies conmigo si no quieres problemas. Yo no soy una de esas niñatas que debes encontrarte en las discotecas los fines de semana. A mí se me respeta-señaló a su placa-. ¿Entendido?.

            -Perdón, pero yo no dije que no te respetase-observé-. Lo que dije es que tienes el mejor cuerpo y la cara más bonita que he visto en mi vida, y no creo que haya dicho ninguna mentira, ¿verdad?.

            Entornó un poco los ojos mientras tomaba nota (o hacía que tomaba nota, de eso no estoy seguro). El tono más suave con el que lo dije pareció calmarla un poco, aunque no estaba ni remotamente tirando la toalla. Me moría de ganas por tirármela, y estaba de lo más dispuesto para hacer lo que fuese con tal de lograrlo.

            -Ibas demasiado deprisa para esta zona, por eso te hemos parado. ¿Es que no te conoces el límite de velocidad?.

            -¡Venga ya!, ¿aquí, en mitad de la nada más absoluta?. ¿En serio me vas a poner una multa de exceso de velocidad en un sitio donde por no haber no hay ni cucarachas?.

            -Las reglas están para algo-se justificó-. Y no hay excepciones.

            -Yo sí que no haría una excepción contigo. Si eres tan dura con las multas a un tío lo tienes que matar a polvos.

            -¿¡Como has dicho!?. ¡Mira chaval, no me calientes!-se enfadó bastante-.

            -¡Coño, pues ya me gustaría, yo estoy que ardo desde que te he visto!.

            Me toqué el paquete y no disimulé lo más mínimo. Entonces no lo sabía, pero al parecer existe algo llamado “conducta lasciva”, por lo que te podían detener. Claro que en ese momento, yo de leyes no sabía mucho e ignoraba todo aquello. Al ver como mi brazo se movía, de pronto capté un pensamiento en su cabeza. Por fin, tras unos cuantos esfuerzos, había conseguido atravesar la gruesa armadura de su uniforme y llegar hasta su corazón de mujer. Creía que no, pero ahí estaba. “¡No me jodas!. ¿Pero en verdad se la está tocando delante de mí?. ¡No puede estar tan loco para hacer eso delante de una agente de policía!. ¿Está pirado, o qué le pasa?. ¿Pero qué diablos les pasa a los chicos de hoy en día, es que no tienen el menor sentido común?. ¿Yo lo he puesto así?”. No quise influir aún en ella salvo la duda final, para de ese modo convencerla mejor. Estaba seguro de que pronto iba a caer.

            -¡Oye tú, no te estarás tocando!. ¿Verdad?.

            -¿Tocando?. No, que va: me estoy haciendo una señora paja a tu costa.

            Me bajé la cremallera con fuerza, a propósito además, para que ella escuchara el ruido de ésta bajando. Quería que supiera que me la había sacado de los pantalones. Yo sabía, estaba convencido de que su curiosidad natural sería más fuerte que su reticencia y que vendría a mirármela, a comprobar qué en verdad había hecho tal locura. De hecho ni yo mismo me lo creía. Ahora, al recordarlo, me pregunto como podía ser tan atrevido para hacer algo, el Fran de hoy en día no se hubiera arriesgado de aquella forma...pero claro, entonces tenía 15 años. La edad ideal para cometer locuras.

            La agente (que en su placa ponía “Vázquez”, nada más) en efecto, vino a mirar al interior del coche, y clavó sus ojos ambarinos en mi mano y como me fustigaba sin la menor piedad. Tengo que decirlo: la paja que me estaba haciendo era endiabladamente potente. Si iba a caer, lo haría con las botas puestas. “¡Ay por favor!. ¡Si no lo veo no lo creo!. ¡Vaya gayola se está haciendo ese pirado ante mí!. ¡Vaya multa voy a meterle al loco esto!. ¡Vaya...!. ¡Vaya polla se gasta este mamón!. ¿Será posible que esto me está poniendo sucia?”. ¿Sucia?. Curioso modo de decir excitada o cachonda. “¡Pero míralo como se mazuca el cimbrel, que descaro de tío!. ¡Ay dios, no aparta la vista de mis ojos, no deja de mirarme!. ¡Este cerdo me está retando! ¡No puede ser, no puedo caer en su juego!. ¡Lo que no puedo es dejar de mirarle el cimbrel!. ¡Lo tiene durísimo, y menuda insolencia la suya, como apunta al cielo!. ¡Ay señor, no puede ser que por culpa de este cabrón vaya a perder la placa que tanto me costó ganar!”.

            -¿Te gusta mirar?. Pues no pierdas ojo: esto es culpa tuya. La tengo así por ti, y solo por ti. Me vuelves loco, te deseo. Tienes que estar muy buena bajo el uniforme, me pones a mil. Te voy a comer las tetas como nunca te las habrá comido nadie. Te dejaré los pezones tiesos. Y ya verás la comida de coño que te voy a hacer...va a ser el mejor sexo de tu vida. ¡Voy a hacerte sentir mujer como nunca te lo ha hecho sentir nadie!.

            El tono de voz era meloso pero firme, decidido, muy seguro de mí mismo y de mis habilidades como amante. Sabía que eso excitaba a las chicas y confiaba en que con ella surtiese e mismo efecto...claro que no esperaba verla temblar de pies a cabeza en el momento en que terminé mi soliloquio. Por lo que deduje, la frasecita de “hacerla sentir mujer” la había causado un profundo espasmo en su mente, la excitó sobremanera: “Oh por todos los diablos...eso es demasiado, no soporto que me digan eso...y me lo dijeron tan pocas veces...pero nunca con tanta determinación...ay dios, en menudo marrón voy a meterme. Como venga Rogelio y me pille entonces se acabó todo”. ¿Rogelio?. Eso más que un nombre era una venganza...pero que pensara en él me hizo recapacitar. Si veía a su compañera hacer gestos raros, Rogelio vendría a comprobar lo que pasaba. ¿Qué iba a hacer con él en ese momento?. Ya lo pensaría entonces...aunque algunas ideas estaban ya discurriendo como locas por mi cabeza.

            Las ideas fueron cuidadosamente y metódicamente insertadas en su mente, y no lo hice porque sí, había una buena razón. Sabía que Rogelio vendría para comprobar qué diablos pasaba con su compañera, que tanto tardaba en poner una simple multa...y que al ver abrirse la puerta del coche y ponerse a la chica de rodillas le extrañaría aún más. Evidentemente, no se arrodillaría a comprobar los frenos o la palanca de cambios jajaja, aunque eso no era del todo exacto: sí que estaba comprobando una palanca...o al menos, hasta qué punto sabía en su boca al tragársela toda...porque en mitad de la paja abrí la puerta, me giré en el asiento y ella procedió a comerlo como si le fuese la vida en ello. Era parte de un plan, uno muy peligroso, como todo lo demás desde que me la saqué de los pantalones. El que no arriesga no gana...y yo estaba dispuesto a todo por ganar.

            -Oye Lucinda, ¿se puede saber por qué...?, ¿¡PERO QUÉ COÑO...!?.

            ¿Lucinda?. Por un segundo estuve descolocado. ¿Rogelio y Lucinda?. ¿Pero es qué estaba dentro de un maldito culebrón de esos de la tele?. Y sin embargo, era justo decir que el nombre, poco corriente, le iba como anillo al dedo a aquellos dos ojos poco corrientes. ¡Ah!, olvidé mencionarlo antes: Lucinda era joven, a ojo de buen cubero, y si no me equivocaba, no pasaría de los 21 años. O lo que es lo mismo, una recién graduada en el cuerpo. Eso daba sentido al comentario sobre perder la placa. En cuanto a Rogelio, su compañero, parecía un poco mayor que ella, posiblemente alguien más veterano para enseñarle los trucos del oficio. Qué él viniera a mirarnos era parte del plan...y también y al mismo tiempo, del desafío que me había autoimpuesto a raíz de que ella mencionara a su compañero. Hasta ahora, todas las mujeres en las que influí eran mujeres a las que yo iba a tirarme, con la excepción de Regina y mamá...pero ahí no intervine directamente, no estaba entre ellas dos diciéndoles “vamos mamá, háztelo con Regina que te lo vas a pasar bomba”. Es decir: nunca había influido en una mujer con la que estuviera...pero a la que no me tirase. Ese era el reto: ¿podría convencerlo a él de unirse a la fiesta usando a su compañera como arma de seducción?, ¿podría mi poder conseguir que la guapa de Lucinda ardiese en deseos de montárselo con Rogelio conmigo de mirón?. Pues estaba a punto de averiguarlo.

            -¡La puta que te parió!. ¿Has perdido el puto juicio, Lucinda?. ¿Tienes idea de la que te va a caer cuando se enteren en jefatura?. ¡Esto va a ser tu puta ruina!. ¡Acabarás vendiendo unas putas patatas fritas en un puto McDonalds!.

            Bufff que tío. Para ser poli, alguien debería lavarle la boca con lejía. Ni siquiera yo era tan mal hablado, salvo para ocasiones especiales.

            -¡¡LUCINDA, JODER!!, ¿¡SE PUEDE SABER QUÉ MIERDA HACES!?.

            -¿Que qué hace?-intervine-. ¿Es que no es evidente?...Ufff...¡Me está haciendo la mejor mamada de mi vida!. ¡Esta chica es una diosa!. ¿De verdad te llamas Lucinda?-y ella asintió con la cabeza, con mi polla aún en su boca-.  Pues hola Lucinda, me llamo Fran, encantado de conocerte...ufff por dios, en mi vida me han hecho algo así...como te la haga a ti te va a dejar sin vida...te la arrancará de cuajo...

            -¡BASTA LOS DOS!. ¡PARAD DE UNA VEZ!.

            El tío se abalanzó sobre nosotros, la frenó de la mamada que me hacía y me sacó del coche para meterme en el asiento trasero de su coche patrulla. Lucinda parecía estar algo avergonzada, como si volviera a la realidad.

            -¿Pero qué mierda has hecho?, ¿cómo esperas que no dé parte de esto?. ¡Ponerte a mamársela al primero que se te cruza!.

            -No tienes que dar parte de nada-dijo ella-. Nadie nos ha visto, aquí no hay gente que nos pudiera pillar...por favor no digas nada Rogelio, no quiero que me expedienten.

            -¡No pienso cubrirte el culo!-se enfadó-. Y parecías formal. ¡Menuda golfa que estás hecha!.

            Me mantuve callado...al menos de boca. Mi mente trabajaba sobre la de Lucinda a todo tren: “¡Puta que lo parió al maldito Rogelio!. ¡Siempre fastidiando a todo dios, no me extraña que nadie quiera patrullar con él!. ¡Entre lo mal que habla y su mal humor es insoportable!. ¡Si me denuncia se sabrá todo!. ¡Ay dios!. ¿Cómo se lo diría a mamá o a papá, tan orgullosos que están de mí!. Este hijo de puta va a buscarme la ruina...a menos que...un momento...¿en serio?...sí, podría...¿de verdad?...¡no, es de locos!...¡pero tal vez sea lo único qué...!. ¡Es imposible!...¿y por qué no?...peor no puesto estar...de perdidos al río, qué coño...¡mierda de vida!...¡lo mal que me cae, y lo que le tengo qué hacer!...ay mamá, pero que razón tenías el día que me lo dijiste: “verás como algún día vas a tener que hacer algo que no te guste”...¡más razón que un santo, mamá!”.

            (Sí, cierto, he de hacer una mínima pausa: de alguna manera que soy incapaz de explicar, mi poder no solo conectaba con la mente de la chica y con sus pensamientos, también lo hacía con su personalidad, con su modo de pensar, como el caso de Lucinda, propensa como se ha visto a las frases inacabadas. No sé como funciona, pero sí sé que funciona. Con eso me vale).

            Lucinda, sentada en el asiento del copiloto, se encargó rápidamente de sacar las llaves del contacto antes de que Rogelio pudiera reaccionar. Se las guardó en uno de sus bolsillos del pantalón.

            -¡Para salir de aquí tendrás que quitármelas, y para quitármelas vas a tener que trabajártelo!.

            -¡Devuélveme las putas llaves ahora mismo, puta de mierda!.

            -¡SÍ, SOY UNA PUTA!. ¿¡Y QUÉ!?-le espetó en plena cara-.

            Rogelio quedó tan sorprendido que parecía que se hubiese convertido en estatua viviente. Podía ver a sorpresa en su rostro. Lucinda se abalanzó sobre él para comenzar a sacarle la camisa, a besarse con él. Por supuesto, Rogelio se resistió, y lo hizo con la fiereza de un león. Lucinda se las ingenió para bajarle la cremallera y hurgarle dentro de los pantalones, mientras que él quería quitársela de encima...hasta el momento en que la pobre Lucinda agachó la cabeza y se puso a comer su segundo trabuco de la noche. Ah, como la zona estaba sin urbanizar, tampoco tenía farolas de iluminación, y las luces que se veían era de bastante lejos, por lo que estábamos bien protegidos por la oscuridad.

            Lucinda comenzó a darle una mamada a Rogelio por todo lo alto, veía su cabeza subir y bajar y veía como la resistencia de Rogelio iba cediendo poco a poco. La trampa del placer es la trampa perfecta: ¡ni dios se resiste a ella!. Si antes me había dado mucho morbo mirar a mamá y a Regina haciéndoselo (sin que me vieran), hacer de mirón con los tortolitos enfrente de mí era todavía muchísimo mejor. Literalmente, porno en vivo. El bueno de Rogelio estaba intentando encontrar los perdidos trozos de su cordura en un intento desesperado por acabar con aquella locura, se le veía en su cara, pero todo lo que pudiera discurrir era en vano. La mente de Lucinda iba como loca: “Será un compañero horrible, pero el tío se gasta buena polla...¡y qué dura se le pone!...¡está bien dotado este pedazo de cabrón!...es casi mejor que la de Fran...mmm que idea...¿podría?...¿pero no sería muy?...bueno, quizá no...¿y si entonces?...quien sabe...bien acomodados y eso...¿y por qué no?...pero eso será...¿debería o no debería?...¿lo hago?...¡a la mierda todo, de perdidos el río, que coño!”.

            Me costaba no reírme en los momentos en que leía la mente de Lucinda. Tanto debate moral y tantos intentos por ser “racional”, para al final mandarlo todo al carajo e irse a cometer la locura de turno. En este caso, la locura fue salir del aliento delantero, abrir la puerta de atrás donde yo estaba y bajarse los pantalones para ponerle el culo en pompa a Rogelio...mientras me la volvía a chupar a mí. Rogelio no se lo pensó mucho: se puso detrás de ella y se la enchufó mientras a mí me la estaba comiendo con aquellos dos tesoros por labios, carnosos y sensuales, tragándosela a las mil maravillas. Por dios bendito, qué morbo de mujer.

            -Mmmm vamos Lucinda...eres la mejor comepollas del mundo mundial...nunca me han hecho lo que tú me haces...ufff que maravilla de boquita tienes...eres una artista de las mamadas, eres la Leonarda Da Vinci de las felaciones...chúpamela más, cómetela entera, ¡¡arráncamela a lo bestia!!...

            “¡SÍ, CLARO QUE SÍ!. ¡A LO BESTIA!, SE LA COMERÉ HASTA DEJARLE SIN ELLA, VOY A DESTROZARLE COMO A UN ANIMAL!. ¡A ESTE HIJO DE PUTA QUE ME HA ARRUINADO LA VIDA LE VOY A MATAR A POLVOS!. ¡LO MATARÉ A GOLPES DE CADERA!”.

            Más que morbo, lo que tenía era un pánico que milagro fue que no se me bajara la erección (gracias a sus aptitudes feladoras). Aquello había sonado totalmente en serio y con un grito mental ensordecedor. Rogelio, que nada sabía de los pensamientos de su compañera, logró curvarse sobre ella, desabotonar su camisa y quitársela...y entonces vi la joya de la corona: dos fantásticas, carnosas y bien voluptuosas tetas encerradas dentro de un sujetador de aros que hacía por resaltar aún más aquel pechamen. Estaba claro que él quería sobarle las tetas, y se las sacó por encima del sujetador...casi me mareo solo de ver la perfección de sus pezones, de la aureola que tenían. ¡Dios bendito, esto no era una mujer, era un regalo del cielo!.

            -¡Puta de mierda!. ¡Golfa!. ¡Zorra!. ¡Ya sabía yo que bajo esa fachada de frígida había una lamepollas de cuidado!. ¡Zorra!, ¡asquerosa!, ¡guarra!, ¡eres lo más putón que parió una madre!. ¡Te voy a reventar a pollazos, te voy a romper el puto coño a base de folladas que te voy a dar!.

            Buenoooooo...la que lié. Si antes Rogelio era malhablado, ahora tenía excusas de sobra para dar rienda suelta a toda su palabrería. Me extrañaba que directamente por esa boca no salieran demonios surgidos del infierno, y aún así, pese a todo, Lucinda estaba más desatada que ofendida, por la forma en que ella se movía con cada estocada que él le daba. Estaba más claro que el agua: Lucinda estaba disfrutando como nunca de aquel trío que se había montado entre Rogelio y yo. Lo disfrutó de tal modo que superó todas mis expectativas y me arrancó un ronco gemido que me hizo cerrar los ojos más tiempo del que yo hubiera deseado, pero es que era imposible mantenerlos abiertos. Supuse que eso quizá rompiese el hechizo o la influencia que tenía sobre ella, pero antes de que ella pudiera o no reaccionar, Rogelio terminó su faena...¿y creen que tuvo cortesía de evitar correrse dentro?. Que va, al contrario: le vi empujar con golpes secos y firmes hasta que finalmente debió quedarse a gusto, porque estuvo un rato quieto dentro de ella, sin hacer nada más. Lucinda, tras tragarse todos mis chorros, se fundió conmigo en un morboso y fuerte beso. ¡Dios, que beso tan bueno!.

            -¡Dios, que beso tan guarro!. ¡Por favor, sois unos putos gochos, joder!. ¡Besarla después de echárselo dentro!. ¡Qué asco!.

            Lucinda miró a su compañero con cierta pose sarcástica, como queriendo decirle “¿y no es más guarro que te hayas corrido dentro sin haber usado condón?”. Y no es que solo se lo dijera con los ojos, si no que se lo leí en la mente. Me supuse, de forma clara y precisa, que Lucinda tendría que tomar precauciones cuando todo esto terminase. Por ahora, solo se limitaba a disfrutar del momento, y a fe mía que se lo estaba pasando de miedo. Parecía ser el mejor momento de toda su vida.

            -¡Ven aquí, hijo de perra!. ¡No sé qué ha pasado para que ocurriera todo esto, pero seguro que tú tienes la culpa, y ahora vas a pagar las consecuencias!.

            Sí, me lo dijo a mí. Sí, me miró con aquellos ojos ámbar y me hizo estremecer de pies a cabeza. Por primera vez, me encontraba asustado. Nunca había presenciado el desatarse sexual de una mujer...metía miedo.

            Me tumbó en el asiento trasero, se desnudó por completo, dejando la ropa por el suelo y el coche (no había el más mínimo viento, por lo que había peligro de que la ropa saliese volando), me desnudó a mí, y entonces cual gata salvaje comenzó a escalar por encima de mi cuerpo. Lucinda estaba en órbita, completamente desatada, juro que nunca antes (ni tampoco después) había presenciado algo así. Buscó mi verga y la agarro con tal fuerza que me dolió, tanto como la fuerte, despiadada y monstruosa paja que empezó a hacerme allí mismo. Mi mente (y la suya) desvariaba con pensamientos que jamás me imaginé llegar a tener. De pronto Rogelio intervino, reclinando los asientos delanteros y haciendo del coche una improvisada cama con ruedas, ideal para que darle una mamada a la vez que se sentó sobre mi verga y se la clavó sin compasión alguna. Fue la primera vez que penetrar a una chica supuso un acto de dolor.

            -¡FÓLLAME HIJO DE PUTA!. ¡VAMOS, A VER LO HOMBRE QUE ERES, A VER SI ES VERDAD TODO LO QUE ME DIJISTE ANTES, CUANDO ESTABAS EN TU COCHE!. ¡VAMOS, HIJO DE PERRA!. ¡JÓDEME DE UNA VEZ!. ¡A VER DE QUÉ ESTÁS HECHO!.

            Nada peor que atacar el ego masculino, y más aún el ego sexual masculino. No le di cuartel alguno: “¡Sí, eso es!. ¡Ahora sí que mueve las caderas, se acompasa!. ¡Me pone muy sucia!. ¡Dios, que sucia soy!. ¡Que meneos me mete!. ¡Joder, si hasta dibuja círculos con sus golpes de cadera!. ¡AAHH!. ¡PUTO CABRÓN, CLÁVAMELA ASÍ, DÁMELA TODA, PIÉRDEME, ENVÍCIAME, JÓDEME YA!. ¡DESTRÓZAME EL COÑO CON TU RABO!. ¡QUÉ MALO EL RABO!. ¡QUÉ SUCIO HACE SENTIR A LAS MUJERES...PERO QUÉ PLACER DA!”. Entonces me dio por hacer una pequeña travesura, y lo que pasó a continuación no tuvo desperdicio.

            -¡¡AAAHHHH!!...¡¡ESO ES, SÍIIIIII!!...¡¡NO HAGAS ESO, POR FAVOR, NO LO HAGAS!!...¡¡NOOOOOO!!...¡¡AY NO, ESO NOOO!!...¡¡NO LO SOPORTO, NO PUEDO!!...¡¡CABRÓN, TE VOY A MATAR!!...¡¡COMO ME DEJES A MEDIAS TE MATO AQUÍ MISMO!!. ¡¡POR MI MADRE, QUE TE MATO!!.

            Y eso solo por subir un poco la cabeza...y lamerle los pezones. Ni cogerlos entre mis manos ni retorcerlos entre mis dedos: solo elevar la cabeza, llegar hasta ellos, y dar un poco de lengua a sus nacaradas guindas. ¡Increíble, alucinante!.

            ¿Alucinante?, ¡una mierda!. Eso fue una mierda comparado con lo que sucedió a continuación: después de varios minutos de follármela mientras se la comía a Rogelio, éste procedió a un asalto totalmente inesperado. Ni siquiera Lucinda podía esperar algo de semejante calibre, y a mí no me dio tiempo a reaccionar. El hijoputa de Rogelio, con sus ojos azules cristal y su pelo rojo, parecía un demonio salido del infierno, se veía la maldad en ellos, la maldad que le hizo salir del coche, pasar a entrar por detrás, subirse encima de Lucinda de mala manera...y darle por el culo aprovechando lo ensalivada que tenía la polla por la mamada que ésta le había dado hasta ese momento. Por las mejillas de Lucinda caían lágrimas de dolor. Fue rápido y brutal. Una violación anal.

            -¡¡NOOOOOOO!!...¡¡HIJO DE PUTAAAAAAA!!...¡¡BASTA YA, CABRÓN, PARAAAAA!!...¡¡ESO NOOOOOOO!!...

            Follármela “de segundas” no me importaba: en aquella situación, que primero lo hiciese con Rogelio aseguraba su complicidad. Que me la mamase mientras se lo tiraba tampoco me importaba: era mi primer trío y había que transigir con algunas cosas. Que pudiera encularla llegado el momento, tras una buena preparación, tampoco importaba: un culo como el de ella es para ser gozado a lo grande...pero que Rogelio le hiciera eso, de aquella forma tan grotesca y obscena...no me quedó más remedio que intervenir, por partida doble: por un lado, volví a lamerle los pezones (de formas perfectas, sensibles a las caricias, color suave) al mismo tiempo que fui induciendo la idea de un placer que fuese paulatinamente reemplazando al dolor que sentía por aquella brutal intrusión en su culo. Desconocía si era su primera vez en las dobles penetraciones, de manera que opté por centrarme en esa vez concreta que rebuscar entre sus recuerdos alguna anterior, por si acaso no existía.

            “¡¡NO PUEDE SEEEEEEEER!!. ¡¡EL CULO NOOOO, ASÍ NOOOOO!!. ¡ME DUELE, ME DUELEEEE!...¡OH DIOS MÍOOOOOO!...¡¡DIOS MÍO, ES IMPOSIBLE ESTO!!...¿¡LO GOZO!?...¡Oh señor!, ¿lo estoy gozando?...¿Pero puede ser verdad que lo esté gozando?. ¡Dios mío, tengo a dos hombres follándome a la vez!. ¡Dos hombres reventándome por dentro!. ¡Jamás he sentido nada igual!. ¡Me follan!. ¡¡ME FOLLAN VIVA!!...¡¡AY DIOS, QUE ME MATAN A POLVOS!!...¡¡FRAN, HIJOPUTA, NO ME HAGAS ESO, QUE ME DERRITOOOOOO!!...¡¡MALDITO PERRO, PARA YA, QUE ME VAS A HACER CORRER!!...¡¡PARAAAAAA!!...”.

            Entre las porculadas de Rogelio y las folladas mías, entre la fiereza de uno y las atenciones de otro, Lucinda explotó en un orgasmo asesino que pensé de verdad que iba a matarnos a los dos desgarrándonos a arañazos y mordiscos. Lo de aquella chica era de verdad sensacional: era tierna, mimosa, salvaje, amoral, dulce, cariñosa, loca y animal en unas cantidades increíbles. Sin pretenderlo ni buscarlo, había ido a dar con una mujer sexualmente insuperable, con orgasmos tan únicos como explosivos. Los estertores de su placer nos llegaron y desbordaron con tanta fuerza que me sentía como arrastrado por la fuerza de un maremoto. Por supuesto, yo tampoco me contuve de correrme dentro, a sabiendas que ella no quedaría embarazada, y Rogelio...en fin, ¿nunca en la historia una chica quedó embarazada al correrse en su culo, verdad?. Pues eso, que la dejó pringada a base de bien.

            Tardamos en recuperarnos. La sesión había sido mucho más salvaje y más bestia de lo que nunca yo hubiese imaginado. Lucinda me regaló un beso de tornillo que hizo que viese las estrellas...y me hizo temer que fuese a arrancarme la lengua. Lo dicho: que gran felactriz se perdían los productores de cine porno, se harían de oro con un talento como el suyo, era un diamante en bruto. Menuda diosa tenía ante mis ojos, una que me había llevado a un cielo de plenitud sexual no imaginado antes...y mientras pensaba en todas esas fantasías de perversidad, los tres nos fuimos recomponiendo, y vistiendo sin decir una sola palabra. Yo volví a mi coche, seguro de que ni Rogelio ni Lucinda iban a venir a detenerme. Acerté...pero solo a medias.

            -¡Amonestado estás!. ¡La próxima vez que te pille te pongo una multa que no la terminarán de pagar ni tus nietos!.

            ¡Una amonestación!. ¡Una puñetera amonestación!. Vale, no era una multa, pero aún así...Fue como una venganza, lo hizo adrede para fastidiarme, para decirme “no te vas a ir de rositas, vas a pagar por lo que has hecho”. Lucinda me dio la amonestación y luego se volvió al coche con Rogelio, saliendo de allí a toda velocidad. Yo volví a casa y conté lo que había pasado (no todo, obviamente), solo para quedarme sin conducir un par de semanas y estarme sin salir los fines de semana durante un mes. ¡Tiene narices la cosa!: paso la mejor sesión de sexo de toda mi vida con Lucinda, y como premio recibo una amonestación y un castigo. Rabié como un perro por ello, y seguro que si Lucinda lo hubiera sabido, se hubiera reído en mi cara...pero al menos me quedé con el consuelo de habérmela follado como nadie en su vida. Dudo que llegase a olvidarme alguna vez.

  

            Después de lo ocurrido con la agente de policía y su compañero, de pronto se me había ocurrido una idea con la que poner el punto y final a mi aprendizaje, algo mejor y más morboso que mi sesión voyeurística mientras Regina y mamá se lo montaban ante mis ojos, sin ellas saber que era yo quien había sido el artífice de su maravillosa sesión de sexo lésbico. Fue entonces que me decidí a que aquel no fuese el punto y final, si no a que fuese otro, algo mejor y aún más morboso, si cabía, algo que sí que iba a ser toda una gozada, si me salía bien. Un colofón insuperable...pero como dije, si me salía bien.

            Esperé un par de semanas, el verano estaba por acabar y el tiempo se presentaba muy bueno, por lo que sabía que la piscina de casa sería usada unas cuantas veces más, antes de que papá la cubriese con lona, ya que al poco de entrar el otoño era lo normal el dejar de usarla. La piscina era clave en mi plan, y todo dependía de que se presentase un día adecuado para realizarlo. Finalmente, vi en las noticias que el tiempo para los días siguientes iba a ser óptimo, de manera que tenía vía libre para realizar mi plan, aunque no quise llevarlo a cabo sin antes conseguir algo que llevaba ya tiempo corroyéndome la cabeza, que era reconciliarme con Regina. Desde aquel encuentro sexual alocado, muy pocas veces se quedaba a solas conmigo, me había cogido miedo, pero miedo de verdad. Y yo podía ser muchas cosas, pero el ser un desalmado no era una de ellas, y por encima de todo era mi hermana y la quería, tanto como quería a mamá...ya sé que suena extraño que lo diga, sobretodo teniendo en cuenta lo que les hice, pero es que esta cosa me exige cierto grado de uso cotidiano, y mejor que desconocidas que pudieran ser asustadas ellas me venían al pelo. Cosas de las circunstancias.

            -Regina-conseguí hablar con ella esa mañana previa a la puesta en marcha de mi plan, pillándola por sorpresa en su cuarto-. ¿Podemos hablar?.

            -¿Qué haces tú aquí?. ¡Largo de mi cuarto, monstruo!. ¡Fuera de aquí!.

            -¿Por favor, quieres escucharme?. Solo quiero disculparme.

            -¿Disculparte?, ¿por qué?, ¿por haberme obligado a pajearme delante de ti?, ¿por follarme del modo en que lo hiciste?, ¿por abusar de mí?. ¡Me controlaste la mente, me forzaste, me violaste!. ¡Tú no eres mi hermano!. ¡Eres un monstruo!.

            -¡Yo no hice eso!-quise defenderme-. No sé lo que te pasó, ¿vale?. Yo no quería que ocurriera eso, ¿entiendes?. Quiero...necesito que lo sepas. Lo necesito, Regina-dije a poco para el sollozo, y no era fingido-. Ojalá nunca hubiera pasado. Eres mi hermana y te quiero, y siempre hemos sido uno para el otro...amigos, confidentes...en resumen: hermanos. Y quiero recuperarte. Necesito recuperarte.

            Regina se quedó sin palabras, y no supo qué decir, tan solo se me quedó mirando unos instantes con gesto críptico. Fuese lo que fuese lo que le pasase por la cabeza, no era nada sexual, eso desde luego. De haberlo sido, lo hubiera leído en su mente. Por mi parte, yo me quedé plantado en la habitación a la espera de que decidiera algo, de que se decidiera a perdonarme por lo ocurrido. En verdad me sentía mal por ello, y aunque de vez en cuando discutíamos (como todos los hermanos) es verdad que la quería y quería llevarme a bien por ella. A fin de cuentas, era mi única hermana...y no voy a negar que de haber tenido algún escarceo con ella, jamás hubiera querido que fuese de ese modo, pero de aquella ni conocía ni controlaba mi poder...un desastre.

            -¿Tuviste algo que ver con lo de mamá?.

            Me quedé tan sorprendido que fijo se me tuvo que notar. No me esperaba que lo mencionase ni en un millón de años.

            -¿Mamá?, ¿pero qué dices?, ¿es que le ha pasado algo?.

            Reconozco que fingí un poco, pero sin sobreactuar. Ya estaba muy curtido y no era ningún tonto, sabía lo que debía hacer y decir...claro que ella era mi hermana y me conocía bien, sabía cuando yo mentía. Confiaba en engañarla, al menos esta vez.

            -No, nada, olvídalo-desdeñó sacudiendo la cabeza-...de acuerdo, voy a aceptar tu disculpa, pero no voy a bajar la guardia contigo. Una cosa rara, o algo que me hagas o me obligues hacer, y te denuncio a la policía o algo parecido...

            Me quedé boquiabierto, y su mención a la policía me hizo recordar lo ocurrido con los dos agentes de patrulla, varias semanas atrás. Tendría gracia que se encontrase con ellos al ir a poner la denuncia.

            -Soy una blandengue...pero yo también te he echado en falta, aunque vas a tener que volver a ganarte mi confianza, te aviso. Eso que pasó me dio muchísimo miedo.

            -Como que yo no estaba acojonado, no te digo-contesté suspicaz-...

            -Esas cosas no son normales-pensó en voz alta-. No sé que fue, pero me asustó tanto como eso de los fantasmas o los duendes. Eso no trae nada bueno. Es...antinatural.

            Desconocía esa faceta suya, y me dejó bien claro, sin decirlo abiertamente, que jamás de los jamases podía hacerle cómplice o partícipe de mis experiencias, y que si algún día encontraba alguien para hacerlo, ella no iba a ser esa persona. El pánico que le inspiraban esas cosas la dominaba. De todos modos, con recuperarla me conformaba. Y en cuanto a la confianza, ya me la ganaría con el tiempo. Sabía como hacerlo.

            A las pocas horas de mi charla con Regina, media tarde más o menos, sugerí a mamá que fuésemos a dar una vuelta, madre e hijo dado una vuelta por el campo para conversar y pasarlo bien, y que papá y Regina quedasen a solas en casa. Ambos querían darse un baño en la piscina y yo no estaba por la labor, ya me había dado un buen baño por la mañana y quería estirar las piernas. Convencer a mamá no fue difícil, y no, no me hizo falta usar mi poder para inducirla ni obligarla: mamá adora pasear por la tarde, en especial si la tarde está soleada. Y si va acompañada, mejor que mejor. Durante un buen rato todo fue normal, madre e hijo pasando una tarde juntos, departiendo como lo más natural del mundo. El asunto comenzó justo al final del paseo, cuando volvíamos a casa y nos quedamos junto a los setos altos que rodean el jardín trasero, lejos de la vista de la gente, cuando de pronto la abordé y comencé a acariciarla por encima de la ropa. Posé mis manos encima de su blusa y busqué sus pezones, para acariciarlos con los pulgares.

            -No sabes como te deseaba mamá, hace mucho que no te tengo. Añoraba tener tus tetas en mis manos. Me vuelven loco tus tetas-decía melosamente para seducirla-.

            “Hay que fogosidad, este chico es una máquina de follar. ¡Y bien que te folló la última vez!. ¡Pobre de mi futura nuera, la va a dejar hecha cisco!”.

            ¿Nuera?. Eso sí que me descolocó las ideas. Novia no tenía, lo veía algo difícil con esto que ahora tenía. ¿Casado con una tía a la que pudiera hacer gozar de todas las maneras inimaginables?. No se veía tan malo el matrimonio, después de todo.

            -¿Sabes lo que quiero hacerte, verdad?-y llevé mi mano por encima de su falda, posándola entre sus piernas-. Quiero esto-apreté-, lo quiero todo, lo quiero para mí. Me vuelve loco tu coño, mamá, lo quiero follar con los ojos, quiero devorártelo.

            “¡Oh dios, eso no, si me hace eso me moriré a base de orgasmos!. ¡Sí, sí, quiero que me lo haga!. ¡Nunca jamás estuve tan cachonda!. ¡Me volví loca cuando me follaba con los ojos!...Mmmm pero que manera de meterme mano, me tiene derretida. ¡Oh por favor!, ¿de verdad me va a follar aquí, al aire libre, con ellos delante?. ¡Pero que guarro es esto, que obsceno!...¡y qué bien se siente!. ¡Ay si nos pillan, la que nos puede caer a los dos!...¡pero que me follen a dos bandas si esto no es lo más morboso del mundo!”.

            Ellos, a los que se refería mamá, eran papá y Regina. Ambos habían salido para darse un chapuzón en la piscina, y cuando empecé a magrearla en secreto ellos estaban haciéndose unos largos, disfrutando de la tarde y remojándose un poco. Mi idea era tan simple como morbosa: follarme a mamá delante de papá y Regina...sin que ellos dieran cuenta de lo que hacíamos, hacerlo tan en silencio y tan en secreto como fuera posible para que no nos descubriesen. El morbo de lo prohibido resultaba irresistible, y más aún sabiendo como era mamá cuando se ponía cachonda. Una vez la excitabas, era una fiera en la cama, su calentura era increíble y gozaba a lo grande. No me extraña que papá no la dejara escapar y se casase con ella. No se puede dejar ir a una mujer así.

            -Te voy a follar delante de ellos-le susurré al oído-. ¿Lo has oído bien?, te pienso taladrar con ellos aquí al lado, te penetraré, te daré por el culo, te haré de todo con ellos aquí al lado, sin que nos descubran. Te voy a follar, mamá-susurré en su oído con tono meloso y lascivo, mientras le daba chupetones en el cuello-.

            “¡Cristo bendito, que lo ha dicho en serio!. ¡Joder, casi me he corrido solo con escucharle decírmelo!. ¡Pero como me excita que me domine de ese modo!. ¡Loca, eres una loca, que es tu hijo!. ¡Loca me tiene con ese rabo suyo y como me lo mete!. ¡Estoy chiflada por que me folle!. ¡Como te pongas a gritar Paco y Regina te van a pillar, van a saber que Fran te mete mano!. ¡Me da igual, que vean como es que me follen a todo tren!. ¡Estoy enamorada de la polla de mi hijo!. ¡Mi coño es suyo!. ¡Todo suyo!”.

            Me encantaba jugar con sus pensamientos, y en vez de excitarla, jugar a plantear los “contras” en vez de los “pros”. ¡Era increíble ver a una mujer superar cualquier tipo de tabú o restricción moral solo por estar cachonda!. Ya lo había visto otras veces con muchas otras chicas, pero lo de mamá lo superaba todo, por eso me encantaba hacérselo una y otra vez: porque cuando se excitaba, le daban igual las reglas y el mundo, todo le importaba una mierda: solo quería que se la follaran...y eso es lo que le iba a hacer.

            Le subí la falda y llevé mi mano por encima de su ropa interior. Colocado detrás de ella, podía rozarle mi paquete contra su culo para que sintiera lo duro que estaba a la vez que le acariciaba su entrepierna por encima de la débil tela de su ropa interior (cosa que me encantaba, sentir como se le humedecía). Luego deslicé mi mano por dentro de sus braguitas y la sobé sin nada entre su coño y mi mano, y se lo fui tocando como sabía que debía hacerlo, mientras mi otra mano pasaba de una teta a otra. Su camisa ya estaba desabrochada y sus tetas lucían maravillosas, sensibles al tacto y sensuales a la vista. Le hice bajarme la cremallera de los pantalones y sacarme la polla, para luego agacharse y comérmela, con las abiertas en cuclillas enseñándolo todo. Menuda furcia estaba hecha mamá. ¡Y dios, como me ponía saber lo guarra que era!.

            El espacio entre la piscina y los setos, en donde nos encontrábamos, era bastante como para estar montándonoslo allí mismo sin levantar sospechas de ruidos extraños. Y dado que Regina y papá estaban dale que te dale al nado, el ruido del chapoteo servía de amortiguador para nuestro escarceo, de manera que sin pretenderlo, ellos nos lo estaban poniendo más fácil. Tan fácil, de hecho, que ni siquiera cuando aparté su ropa interior (no se la quité, eso era aún más morboso para mí) y se la metí se enteraron, y eso que a mi madre se le había escapado un suspiro un poco sonoro en el momento de penetrarla.

            -Mamá te quiero mucho. Me vuelves loco. Te deseo mamá. Te follo. Quiero que goces conmigo mamá, a todas horas. Te voy a follar como a las diosas. ¡Te la meteré y te follaré hasta que correrme dentro!. ¡Voy a correrme en tu coño hasta que inundártelo del todo!. Te voy a follar, mamá-le repetí en tono más insinuante, buscando excitarla de tal manera que adelantase su orgasmo-.

            Dieron comienzo las acometidas, y por cada una de ellas mamá parecía entrar en éxtasis. Cada movimiento era lento, no podía acelerar precisamente para evitar que nos pillaran, era delicioso follarse a mamá de aquella manera, sintiendo de forma tan intensa cada penetración, cada instante en que me deslizaba dentro de ella y luego salía. Era un suplicio, una tortura infernal que ponía a mamá en órbita (¡y a mí también, que coño!), y podía ver en su mente toda una serie de lascivas imágenes, a cual mejor. Aquella fue la primera vez en que no solo capté pensamientos hablados, si no visualizados. Ignoro qué pasó para eso ocurriera, pero pasó: podía ver en mi mente las imágenes que conjuraba la de mamá. Una de ellas, la más morbosa de todas, era la de mamá sentada en mis rodillas mientras me la follaba, mientras estrujaba sus pechos con papá sentado junto a nosotros, viendo la tele, como si fuese lo más natural del mundo. ¡Joder con mamá!.

            Estuvimos dándonos caña hasta que, tras una buena tanda de folleteos y sobeteos varios (acariciar las tetas de mamá es mi debilidad; deberían ser un tesoro nacional) los dos alcanzamos al mismo tiempo un orgasmo increíble, gozamos como esquizofrénicos en un paroxismo brutal, y nos costó un huevo y parte del otro acallar cualquier clase de gemido, jadeo o chillido que pudiera delatarnos. Sin duda alguna, fue una de las mejores experiencias sexuales que había tenido hasta ahora (y anda que no llevaba terreno hecho en esa materia). Coincidencias de la vida, nuestro orgasmo llegó cuando Regina y papá salían de la piscina y se sentaban en las tumbonas, para secarse un poco al sol. Entonces escuché lo siguiente.

            -¿Qué te pasa, papá?. Te he visto muy alicaído. ¿Te encuentras bien?.

            -Pues, verás...es que...no sé, no me parece que deba contártelo.

            -No me asustes papá, ¿es que pasa algo malo?.

            -No, no es malo, pero es que...verás, es qué...bueno, es que...empiezo a tener la sensación de que tu madre no me quiere como antes...la noto distante...yo...

            Aquello nos llamó la atención tanto a mamá como a mí. Le hice una negación a ella con la cabeza, haciéndole saber que mejor callar y escuchar, que intervenir.

            -¿Distante?, pero si estáis mejor que nunca-observó Regina-.

            -Distante en la cama-aclaró, y mi hermana se quedó muda, con sus ojos abiertos expresando su sorpresa-. Ya no es como antes, no sé porqué.

            Mamá me miró con cierta expresión de culpabilidad. Cierto era: desde que ella y yo nos lo hacíamos, ya no atendía a papá como antes. No pensé que se diera cuenta de eso (tenía entendido que las mujeres sí se dan cuenta más claramente que los hombres; en fin, quizá me equivoqué)...pero entonces pasó algo inesperado: la mente de Regina se puso a recordar lo ocurrido con mamá: “oh dios, lo sabe, sabe que algo pasa, que mamá y yo nos lo hicimos: si se entera de que somos amantes nos mata a las dos”.

            -Seguro que es algo pasajero papá...además, tú estás bien...quiero decir que para tu edad estás de muy buen ver...seguro que ella te sigue deseando...

            Oh dios mío...virgen misericordiosa...no podía ser, eso no. Lo estaba viendo ante mis ojos, y no podía creerlo. Lo único que quería era follarme a mamá delante de papá y de Regina sin que se enterasen, pero esto...esto se las prometía mil veces mejor que mis escarceos con los policías. No perdí ni un puto segundo.

            “Espero que no me haya pillado el nerviosismo, será mejor que le suba un poco la moral hablando de su cuerpo...porque vaya cuerpo...la verdad es que está de buen ver todavía...y con esos slips encima...hay que tener la moral bien alta para llevar slips con sus años...se le marca todo el paquetorro...¡no, por dios!...¡otra vez no!...¡con él no, no quiero llegar a eso!...¿primero con mamá y ahora con mamá?...¿pero es que estoy loca o simplemente soy la puta más puta de todo este maldito barrio?”.

            -Mamá-le susurré al oído-...creo que Regina se lo va a tirar...la cerda de tu hija se va a follar a papá, mira como no aparta la vista de su bañador...

            -No puede ser...Regina es una buena chica...ella no haría eso-susurraba ella con la cara un poco desencajada por el placer que le daba que le magreara las tetas-...

            -Lo va a hacer mamá, te lo juro, mírala...está cachonda, lo desea. Va a sentarse sobre él, va a cabalgarlo, o algo así. Se lo va a follar. Se va a follar a papá.

            “No puede ser, es imposible que sea tan cerda...¿primero folla conmigo y luego se folla a su padre?...¿pero qué clase de hija he criado yo?...claro que Fran tampoco es un santo que digamos...pero es que me folla tan bien...no puedo vivir sin los polvos que me da mi hijo...a lo mejor Regina es como yo...quizá es una puta como lo soy yo, quizá sí se lo vaya a follar...pero ella no lo sabe...si se lo hace con él, entonces...”

            -Vaya, gracias hija-habló papá, cortando de golpe los pensamientos de mamá y dejándome de un palmo de narices. ¿Qué sabía mamá sobre papá que Regina yo mismo no sabíamos?-...pero no tienes porque ser amable, ya sé que soy un viejo y que parezco más una uva pasa que una fresca, pero la vida es así...ya lo tengo asumido...

            -¿¡Pero qué dices!?-se hizo la escandalizada-. ¿Uva pasa?, pero bueno, ¿habrase visto?. ¿Desde cuando eres tan derrotista?. No es verdad, papá. Para tu edad estás muy bien. A ver, ya sé que soy tu hija y eso, pero reconozco que como hombre estás de buen ver, sigues teniendo encanto. Vamos, que estás bueno...y seguro que mamá piensa como yo, ya lo verás.

            Como me jodía no poder leer la mente de papá, porque la cara que se le puso me decía que por su cabeza debían estar pasando un millón de cosas. La misma que tenía la que tenía a mi lado, viendo la escena en secreto.

            -¿Es que quieres ruborizarme?-bromeó papá, poniendo poses afeminadas. Tenía un sentido del humor a prueba de bombas-. No estoy bueno, pero gracias por mentirme. Tú que eres una preciosidad. Afortunado del futuro yerno que te tenga. Con lo linda que eres y tu cuerpo, espero que al menos pilles un rico.

            Regina se llevó la mano a la mejilla, un gesto típico de ella cuando se ruborizaba o algo le daba vergüenza. Si quería dominar la situación del mejor modo posible, tenía que tomar cartas en el asunto pero ya: poniéndome por detrás de mamá, la rodeé con mi cuerpo y comencé a acariciarla, a seducirla, a eliminar cualquier opción de que saliera a campo abierto y nos descubriera. Al mismo tiempo, pude leer la mente de Regina: “¿le gusto a papá?...¡claro que no, solo ha sido amable!...pero se le ha abultado un poco más el paquete...¿o me lo parece a mí?...¡es imposible!...¿se está poniendo cachondo con mi cuerpo o soy yo la que se lo imagina?. ¡Ay dios, que se le sube más!...¡menudo pollón el de papá, eso tiene que ser enorme!...¿y a mamá no le interesaba ese pedazo de polla?...si parece una salchicha de tamaño industrial...ay dios, que mojada me está poniendo entre las piernas...me tiene chorreando de gusto...”

            -Jo papá, que me ruborizas...pero yo no estoy tan buena...

            -¿Cómo que no?-y ahora era papá el que se hacía el escandalizado-. Tu cintura y tus caderas son perfectas, proporcionadas...y no me lo tomes a mal, pero tienes un pecho precioso, en eso sales a tu madre...y tus piernas están muy bien torneadas...no te sobra ni un kilo...estás perfecta...

            “Para papá, que la vamos a liar...ay por dios como se le sube...¿pero es que no se da cuenta de cómo se le sube hablando de mí?...no puedo pasar sin probar ese pedazo de salchichón...¡a la mierda, no aguanto más!...Papá, no sabes lo que has despertado...”

            Vi a Regina levantarse de su tumbona e ir junto a la de papá, sentándose encima de éste. Papá, extrañado, quedó sin saber qué hacer.

            -¿Qué haces, Regina?.

            -Chstttt-le puso un dedo en sus labios-. Será nuestro secreto, papá...Fran y mamá nunca lo sabrán...no te preocupes por nada, papá...yo te voy a mimar. Voy a cuidar de ti y darte lo que mamá no te da.

            Antes de que papá pudiera reaccionar, Regina ya se había reclinado sobre él y lo estaba besando mientras deslizaba la parte superior de su bikini. Yo no dejaba de tocar a mamá, y le hice abrir los ojos para que contemplase la escena (mis magreos la tenían en trance, tal como yo quería).

            -Mamá, te lo dije...se lo va a zumbar, mira como se morrea con él. Regina se va a follar a papá...se lo va a tirar por todo lo alto.

            Viendo aquella escena, de pronto me vi con la mayor situación de control con la que podía encontrarme: inducir a dos mujeres...pero solo teniendo a una para mí. ¿Podía ser capaz de semejante logro?. Hasta ahora todas las chicas a las que había imbuido de mi poder eran chicas a las que yo iba a darles lo suyo...hasta el incidente con la agente de policía. Ese cambio fue el primero, una especie de iniciación, y ahora llegaba el plato fuerte, la gran graduación en el uso de mi poder: someter a mamá para follármela...y a Regina para follarse a papá. Control por duplicado. Estaba que lo vivía.

            Quizá por la forma en que Regina se le ofrecía, o quizá por su largo periodo de abstinencia, lo cierto es que papá se resistió menos de lo que yo esperaba, y con un par de morreos que se dio con Regina, éste la rodeó con los brazos y se puso a morrearle las tetas, apoderándose de sus pezones, lamiéndolos y chupeteándolos golosamente. Regina suspiraba y gemía mientras yo me dedicaba a mamá...y ahí resaltaba la dificultad: tener que alternar mis miradas de una a otra sin por ello romper el control sobre ambas. Tenía que mirarlas de forma que no se rompiera el encanto del momento.

            Las manos de Regina no fueron capaces de contenerse por más tiempo, y buscó la erección de papá. Se la sacó del slip negro y abrió los ojos al contemplarla. “¡Madre mía de mi alma, qué maravilla!. ¡Esto sí es una buena polla!. Ay papá, no tienes ni idea de lo que te voy a hacer. Vas a descubrir lo experta que puedo llegar a ser. ¡No, por dios bendito, detente, qué es tu padre!. ¡Y menudo pollón se gasta!. ¡Esto debe ser un manjar digno de los dioses!. ¿Estás loca?. ¡Sí, loca por mamársela!”.

            De pajearle ligeramente mientras se morreaba con él, de pronto Regina abrió la boca y entonces...entonces se la tragó toda que pensé era imposible que le cupiera todo aquello dentro. Paré en seco mis magreos para qué mamá abriera los ojos una vez más, y entonces, colocado detrás de ella, la obligué a ver la escena.

            -Te lo dije, mamá...mira como se la chupa la cerda de Regina...fíjate lo bien que se la chupa a papá...lo va a dejar seco, seguro que las mamá de dos en dos los fines de semana...es una chupapollas de primera...le encanta mamársela...¡mamá, chúpamela ya mismo!. ¡No dejes que ella sea mejor que tú!.

            “Dios mío, pero qué hija tengo. ¡Como disfruta mamándosela a su padre!. ¡Pero que locura, por dios!. ¡No puede ser, tengo que hacer algo!. ¡Sí, voy a demostrarle a esa niñata como se mama una polla de verdad!. ¡Le voy a hacer una mamada a Fran que del grito que va a pegar cuando se corra nos van a escuchar hasta en la luna!”.

            Lo reconozco: eso último me asustó. Cuando quería, mamá podía demostrar todo lo que sabía y tenía aprendido sobre sexo...y esa declaración de intenciones me asustó, pero también me excitó muchísimo. Mamá se puso de rodillas y empezó a comerme el troncho mientras que Regina le hacía lo mismo a papá. La escena era de un morbo que no había palabras: madre a hija compitiendo, sin que ésta última lo supiera, por obtener el título de “mejor chupapollas del barrio”...¡y vaya como competía mamá!. Podía ver a mamá mirando a Regina, como comprobando lo que ella hacía para intentar superarlo.

            -Oh Regina, no sé como sabes hacer esto, pero no pares, por favor...no me puedo creer lo que está pasando. ¡Uffff!. ¡Dios mío, que casi me la arrancas!. ¡Regina, eres un diablo, una verdadera diablesa!. ¡Que arte tienes, chiquilla!. ¡Vamos, cómesela a papá, dale duro!. ¡Me encanta, me vuelves loco!. ¡CÓMEME LA POLLA, REGINA!.

            Ni qué decir tiene que mamá y yo no podíamos gritar, por mucho que queríamos y deseábamos hacerlo, pero desde nuestra posición, aunque podíamos verlo sin que nos viesen, bastaba con dar una buena voz para ser descubiertos. Tampoco hace falta decir que en cuanto mamá escuchó eso, se puso a succionármela de un modo tan fuerte que la cabeza me iba a estallar de puro placer. ¡Lo usaba todo!: boca, lengua, labios, hasta los dientes (con pequeños mordisquitos muy suaves, que bien hechos (y ella sabía hacerlos) podían ser muy excitantes)...era la mejor mamada que me había hecho nunca.

            “Mmmmmm papá, te voy a dejar sin vida, te voy a vaciar el huevamen de leche durante una semana...conmigo vas a correrte como un loco. ¡Pero que idiota es mamá al dejar esto de lado!. ¡Papá es un fuera de serie, con esta polla me lo follaría todos los días sin piedad!. ¡Sí, sí!. ¡Claro que sí!. ¡Follármelo viendo la tele en el salón, o en la cocina, o al irnos a dormir!. ¡Me lo follaré delante de mamá para qué vea lo que están dejando de lado!. ¡Dios, como me excita esa idea!. ¡Me lo follaré delante de sus amigos, viendo el fútbol!. ¡Les haré disfrutar más que con el partido de los domingos!. ¡Dios mío, pero que pervertida soy!. ¡Y lo que disfruto siéndolo!”.

            “¡Mmmmm Fran, te voy a vaciar los huevos, te los dejaré sin una gota de leche durante días!...te vas a correr como un loco conmigo. ¡Si Regina nunca se la ha mamado a Fran no sabe lo que se pierde!. ¡Esta polla es gloria celestial, que verga se gasta Fran!. ¡Daría lo que fuera por que me follase un día en el salón, delante de Regina y de Paco!. ¡Que me dominase y me hiciera de todo ante ellos, que vean lo que es follar como dios manda!. ¡Me lo follaría en la comida, me sentaría a horcajadas sobre él!. ¡Oh dios, me lo follaría ante los amigos de Paco, que vean que Fran es todo un hombre y no el niño por el que lo toman!. ¡Me volvería loca si me hace eso!. ¡Les daré un espectáculo mejor que cualquier partido de fútbol!. ¡Pero que loca estoy!. ¡Y LO QUE DISFRUTO!”.

            Sí, es correcto: no induje ni uno solo de sus pensamientos, esa vez no. Todo era idea suya, yo solo las percibí. ¿Alucinante, verdad?.

            ¿Tienen idea de lo que me costó ahogar cualquier tipo de ruido, gemido o jadeo en el momento en que me corrí, para evitar delatarnos?. Eso sí que fue difícil, y no lo de inducir sus mentes. Mamá tembló recibiendo mis chorros en su boca, tanto como lo hizo Regina con papá cuando éste no pudo aguantarse por más tiempo. Ambas hicieron a la vez lo mismo: tragaron y tragaron, y no dejaron ni gota. Incluso se pasaron el dorso de la mano por la boca a la vez. Desde luego, nadie podía decir que no eran madre e hija.

            -¿Listo papá?...porqué ahora vamos a follar.

            No dijo nada más, y aquellas pocas palabras bastaron para quemarme la cabeza de por vida. El tono en que las dijo, tan insinuante, tan lleno de maldad, tan deseoso de cometer aquel acto de deliciosa impureza, abrasaron mi mente con más fuerza que mil incendios forestales. Aquella imagen quedaría por siempre retenida en mi retina.

            Vi a Regina sentarse sobre la tumbona y coger la polla de papá entre sus dedos, afianzarla apuntado al norte y poco a poco, con el culo en pompa (la parte interior de su bikini ya había desaparecido, mostrando un perfecto coñito que resultó estaba depilado al 100%, que a papá le volvió loco), fue bajando lentamente, disfrutando cada milímetro de aquella polla entrando en ella hasta que, como un minuto después, logró su objetivo y se la clavó entera. Jamás había visto nada tan lento y excitante. No sé como hizo para que papá no tuviera una eyaculación precoz.

            -Te lo dije, mamá...te dije que se lo iba a follar. Regina es como tú: una putita de lo mejor. Se nota que está bien entrenada. Mírala como lo cabalga, mamá...se la ve feliz y contenta follándose a papá...y yo te voy a follar a ti. No voy a dejar que papá sea un mejor follador que yo. ¡Ábrete de piernas, zorrona, que te la voy a clavar!.

            Cierto, no hacía falta el lenguaje soez y el trato burdo, pero servía de mucho para disparar sus fantasías. Y a esas alturas tampoco hacía falta usar mi poder, estaba seguro que si dejaba de usarlo, todo iría sin problemas...pero eso no era elección mía, mi poder debía ser usado sí o sí. Además, alguna vez ya había pillado a mamá por banda, sin usar mi poder, y había podido pasármelo en grande. Por desgracia, no podía estar mucho sin utilizar este poder. Las jaquecas se volvían terribles si espaciaba su uso muchos días.

            No me costó someter a mamá, toquetearla y ponerla cachonda para que levantase su falda y me diera su coñito húmedo para que la penetrase. Me hubiera gustado meterle un poco de lengua y morrearle el coño hasta dejarla como un charco anegado, pero ellos ya estaban en plena faena y no quería quedar rezagado, así que me pude a darle rabo de toro. Como ellos, fui en plan lento, con mis manos de nuevo en sus pezones, sus tetas en mis manos, adueñándose de ellas. Me encantaba follármela totalmente vestida, era muy morboso estar con la ropa puesta, y sin embargo tan profundamente unidos. Magreaba las tetas de mamá por encima de la camisa, o le metía mano por dentro para buscar sus pezones, o le daba una penetración muy profunda, podía hacerle lo que fuese, que ella se dejaba y disfrutaba con ello. Mamá era una diosa del sexo, y me encantaba.

            Regina tampoco se quedaba corta cabalgando a papá, no dejaba de cabalgarlo de arriba abajo, a veces lento y a veces rápido, usando varios ritmos para alargar el polvo. Papá apenas decía mucho, solo se limitaba a acariciar las tetas de su hija, a sobarlas y mimarlas con sus dedos mientras ella se metía todo aquel pedazo de carne con una cara impagable de placer. Se la veía encantada de la vida, parecía estar viviendo la mejor de las experiencias...y entonces, cuando ya llevábamos un buen rato al “dale que te pego”, de pronto papá tomo la iniciativa, y lo que vi me impactó enormemente.

            -Papá, ¿pero qué haces¿....¡No por dios!. ¡Eso no papá!.

            -¡Lo necesito!-gritó éste-. Desde que tu madre se dejó aquel día no puedo vivir sin esto. No te preocupes Regina, prometo que te vas a correr como nunca. Te lo voy a hacer por todo lo alto.

            ¡Ay dios, la que lié!. Ahora entendía aquel pensamiento interrumpido de mamá: ¡papá se había vuelto un adicto al sexo anal!. Le había gustado tanto, que ahora estaba dispuesto a encular a Regina...y yo desconocía si Regina era virgen por ahí. Tenía que intervenir rápidamente o la pobre no podría sentarse en dos semanas.

            “Ay dios mío, no puede ser...no puedo dejar que me folle el culo con ese pedazo de berenjena, si lo hace me lo va a destrozar...me lo partirá en dos con ese ariete suyo...y quien sabe, quizá me guste...¿se puede gozar por el culo?...pero eso no es como lo otro, no se puede gozar igual...¿pero y si papá sabe lo que se hace?...se le ve tan decidido...y si mamá se dejó, entonces quizá no sea tan malo...¡loca de mierda, pero que es tu culo, y estás pensando en dárselo a tu padre!. ¡Que eso es de salida!. ¡HOY NO!. ¡Hoy va a ser de entrada...y ojalá que me lo parta en dos!. ¡SÍ!. ¡DAME POR EL CULO, PAPÁ!”.

            -¡Sí, sí!. ¡Rómpeme el culo, papá!. ¡Dame por el culo, es tuyo, tómalo, fóllamelo y hazlo tuyo!. ¡DAME POR EL CULO, PAPÁ!.

            Regina quedó tumbada boca abajo en la tumbona y papá se le puso encima, con su polla apuntando a su ano listo para entrar. Evidentemente, intervine para relajar todo lo que pude sus músculos y que la penetración no fuese tan violenta ni tan dolorosa...y claro, al ver eso, me negué en redondo a no hacer lo mismo.

            -Mamá, mira como Regina pide polla...es una viciosa, quiere que papá la encule. Seguro que es virgen por el culo. No puedo aguantar más. ¡Te voy a encular!.

            Tan pronto lo dije, me salí de ella y cambié de agujero mientras veía la mente de mamá delirar con todas las guarradas que la situación generaba en su cabeza. Lo que le excitaba más era el que los cuatro estuviéramos dándolo todo, pero ellos no supieran de que estaban siendo observados. Nosotros los veíamos, pero ellos no nos veían. El morbo del mirón, del voyeur.

            -Qué culo tienes mamá. Dios, como me encanta darte por el culo...tanto como a papá encular a Regina. Mírala mamá, mírala como se deja follar por el culo. ¡Pero que zorra es Regina, mamá!. ¡Es tan guarra como tú!.

            “Mmmm pero que forma de humillarme tiene...dios, me vuelve loca que me trate tan sucio...y Regina, mi pobre hija...Paco la va a dejar dolorida una semana...pero a ella no parece desagradarle...Fran tiene razón: Regina es una furcia. Mi hija es una puta. Es como su madre…dios, como me pone ser tan zorrona...me encanta...porqué será todo lo horrible e indecente que dicen...pero da tanto gusto hacer esto...uffff dios pero es que lo hace tan bien...así Fran, así...fóllate a tu madre, dale por el culo, córrete donde quieras, soy tu esclava...serás mi dueño para siempre...sé mi dueño, fóllame toda la vida hasta que te hartes...no puedo vivir sin que me folles...”

            Las sensaciones, contrapuestas, tenían a las dos mujeres en un éxtasis sublime, que duró durante sus buenos minutos, en el tiempo que papá y yo terminamos de dar por el culo a Regina y mamá, respectivamente.

            “¡Papá, PAPÁ!...¡Dios bendito, me está matando!. ¡Me duele horrores, me duele muchísimo!...¡PERO SI PARA LO MATO!. ¡ME GUSTA, ME VUELVE LOCA!...me vuelve loquísima...¡que zorrería!. ¡Y lo que me gusta!. ¡Que es tu padre!. ¡Y un follador digno de una peli porno!. ¡No puedes consentirlo!. ¡Lo que no puedo es vivir sin que él termine el trabajo!. ¡Como me duele!. ¡Me encanta!. ¡Te va a partir en dos!. ¡Y lo perra que me pone eso!. ¡Dame duro, dame más!. ¡Duele!. ¡Me gusta!. ¡Duele mucho más de lo que pensaba!. ¡Y lo que lo gozo!. ¡Me voy a correr, me corrooo!...”

            -Dame duro papá, dame más. ¡Me duele, pero me encanta!. ¡Lo gozo!. ¡Dámelo todo papá, echa el resto!. ¡Fóllame, encúlame!. ¡Seré tu nenita bonita, papá!. ¡Encúlame y haré todo lo que tú quieras!. ¡Seré tuya para siempre!.

            Esas últimas palabras encendieron a papá más allá de todo límite imaginable, ya que fue decirlo, y entonces papá aceleró y aceleró sus acometidas hasta el punto de que pensé que sí que iba a romperle el culo, pero bien roto. No podía hacer lo mismo pero tanto me daba, tenía a mamá bien follada por el culo y se lo estaba gozando como a mí me gustaba,  y de hecho se lo follé hasta que nos corrimos juntos al poco de Regina y de papá. Fue un orgasmo visceral, surgido desde lo más profundo tanto como lo el de mi querida hermanita. Nunca la hubiera imaginado tan depravada ni tan sexual.

            Tumbados a la larga, Regina se recostó sobre papá, acariciándole mimosamente su polla como si quisiera pajearlo. Mamá y yo volvimos a la calma, con mi cabeza más despejada de lo habitual por el esfuerzo. Seguramente tendría un periodo bien largo de tranquilidad neuronal. Aquello había sido una sesión maratoniana, pero me había salido todo a las mil maravillas. No sé mamá y Regina, pero yo dormí a cuerpo de rey, mucho más tranquilo y felizón que otros días. Aquello sí que era un auténtico colofón a todo un verano de lujuria. La de pajas (y polvos) que haría en años venideros recordándolo.

            Mi idea original de la orgía siguió igual de descartada, pero claro, ahora mamá sabía lo que Regina y papá hacían a escondidas, y como ella tenía mucho de qué callar, se limitaba a hacerse la tonta e ignorarlo. Aunque ya no era el único en saber todos los hechos en su conjunto, seguía llevando la voz cantante. Las mentiras seguían haciendo que las cosas siguieran en su sitio, y eso era lo que me interesaba: mucha más diversión para mí. Bueno, casi.

  

            Han pasado diez años desde mi accidente en el camping. Ahora tengo 25 años, y en estos diez años he hecho cosas increíbles, “presenciado” imágenes sexuales de todo tipo (chicas follándose a lo bestia, otras que se ponían a cuatro patas para permitir a su perro penetrarlas y convertirlas en su perra-esclava-humana, monjas que mientras iban por la calle se ponían a fantasear con “el divino miembro de Cristo”,  maduritas con la mirada perdida deseando entregarse al jovencito de turno...) y hasta satisfecho deseos de la más variada índole. Se podría decir, en términos generales, que mi vida es fantástica a todos los niveles: tengo buen curro, gano mi dinero, sigo viviendo en casa (de momento, hasta encontrar un piso asequible). Sí, mi vida es genial a todos los niveles. ¿A todos?. No. A todos no. Hay un nivel donde mi vida no es tan buena. Ahí fue donde aprendí la décima y última lección: todo tiene un precio.

            Aquellos pensamientos de mamá sobre su futura nuera y sobre a quien escogería como mi mujer se quedaron en mi cabeza. En cierto modo me pareció algo lógico. Si yo podía inducir pensamientos en las mentes de las chicas, podía pasar también que algún pensamiento de las chicas pudiera afectarme a mí. Un ejemplo: Regina, la dulce Regina, se volvió una adicta al sexo anal después de su primer (que no único) affaire con papá, incluso una vez que estaba necesitada y no tenía a papá a mano, me utilizó a mí (es un decir jajaja)...sin saber que mamá estaba cerca mirándonos, ya que se había convertido en una adicta al voyeurismo. Por supuesto, no he compartido mi secreto con ella ni con nadie más, y papá es el único que no sabe lo que pasa en casa. Él ya tiene bastante con disfrutarse a Regina como quiere (sobretodo por el culo)...todos hemos sufrido lo que he denominado “transferencia de ideas”, incluso yo. Y la mía es la peor de todas, porque la idea que se me ha transferido es la de casarme, la de encontrar una mujer a la que amar, que me ame de igual modo y con la que sentar cabeza...pero hay un problema.

            No puedo enamorarme. No es que perdiera mis emociones, las sigo teniendo, no soy un psicópata...pero no puedo tener una relación estable con una chica. Las jaquecas me obligan a usar mi poder de formar regular, o de lo contrario la cabeza me estallaría de dolor. ¿Qué clase de relación podría tener en estas condiciones?. ¿Y la alternativa?. Mejor no hablemos de ello. En algunos sitios las putas no quieren ni acercarse a mí: en caso de necesidad he recurrido a ellas con los años...y como no, las hice gozar de modo tal que algunas no me cobraron el servicio, y eso es malo para el negocio (por esa razón las putas solo las uso como un último recurso). ¿Cómo podría tener una relación sexual saludable con una chica cuando sé que soy capaz de hacer cumplir todas sus fantasías al poder leerle la mente, de saber sus fantasías más íntimas y más inconfesables?. Y peor aún: ¿cómo podría una chica no temerme si supiese que su novio puede controlarle la mente para que haga y piense lo que yo quiera?. Sí, ya sé que no es así del todo, que no es un control total y absoluto...pero la gente no haría conmigo esa clase de distinciones, y si no, solo hay que recordar el pánico que me tenía Regina al principio. ¿Cómo puedo esperar que una chica conociera todo esto...y no sintiera miedo de que le metiera ideas en la cabeza, aunque fuese por accidente, de esclavizarla mentalmente?.

            A veces pienso en Lucinda. No la volví a ver, pero de todas las que conocí y con las que me acosté, ella siempre ha ocupado un lugar prominente en mi memoria. Fue la mujer más bella e impactante que jamás había visto. Entonces fui muy estúpido y muy joven para darme cuenta de lo que tenía delante de mis narices, hoy en día veo las cosas de una forma muy diferente. Nunca supe lo que pasó con ella, una vez Rogelio y ella se subieron a su coche patrulla y desaparecieron de allí. No había gran diferencia de edad entre nosotros, y nunca volví a ver nadie que me impactase como ella. A veces sueño en volver a verla, en verla y seducirla, en hacerla mía...y entonces las mismas dudas y los mismos miedos vuelve a mi mente: ¿podría de verdad hacerla feliz teniendo como tengo este extraño poder?. Porque si no lo uso con ella, por fuerza tendría que usarlo con otra chica, para aliviar las jaquecas. Es la pescadilla que se muerde la cola: de estar con ella tendría que usar mi poder y no podría enamorarla “limpiamente”, y de no usarlo con ella tendría que serle infiel para aliviar los dolores. ¿Y la alternativa?. ¿Decirle del don que adquirí?. ¿Cómo podría hacerlo y esperar que ella me aceptase a pesar de todo?. Regina me demostró hasta qué punto esto puede inspirar temor. ¿Podría Lucinda aceptarme tal cual soy al saber el don que poseo?. Y quien dice Lucinda, dice cualquiera otra. ¿Cómo podría aspirar a enamorar a una chica, sin asustarla por contarle el secreto de mi don?.

            Sí, lo sé, sólo tengo 25 años, aún soy joven y tengo mucha vida por delante, eso me lo han dicho muchas veces ya. Seguro que no me dirían lo mismo si supieran toda la verdad. He acudido a toda clase de médicos, me han hecho cientos de pruebas, pero ni uno de ellos ha sabido explicar ni curarme las jaquecas (obviamente no les expliqué “lo otro”). He probado a pelearme hasta quedar inconsciente para ver si así mi cerebro hacía una especie de “formateado”, como si fuese el disco duro de un ordenador. Tampoco me funcionó. Ya no sé qué hacer: en los primeros años casi me veía como un superhéroe de cómic. Hasta me puse mote, “Erotic Man”, que detenía a los malos estimulándolos para dejarlos indefensos. Ahora me veo más como un supervillano, y hasta cambié el mote de “Erotic Man” por el de “Fire Mind” (“Mente Incendiaria”), capaz de abusar de chicas sin siquiera tocarlas o de robar bancos atacando a los guardias con chicas sedientas de sexo. No creo que mi don sea eso, más bien empiezo a verlo como una maldición. Pero aún soy joven. Quizá un día una chica vea mi habilidad sin miedo, y pueda ser feliz a su lado. Cambiaría todo lo que puedo hacer solo por encontrar el amor verdadero. Quizás un día mi don desaparezca por sí solo. He tenido suficiente sexo como para varias vidas. Ahora necesito saber qué es el amor.

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