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Forzada en la disco

en No Consentido

FORZADA EN LA DISCO

            Hola a todos, mi nombre es Yaira. Aunque en el momento de escribir esto rondo los 20ytantos años, lo que vengo a contar ocurrió varios años antes, cuando sin comerlo ni beberlo me vi envuelta en algo que no me esperaba y que cambió mi vida de repente. Tengo el pelo negro, liso y casi tan corto como el de Rihanna, con especial énfasis en el “casi”. Mis ojos son un poco rasgados aunque no soy una chica oriental ni de ningún país asiático. Soy voluptuosa, y es en mi culo donde esas curvas se hacen más visibles, aunque mi pecho es bien generoso para quien lo quiera comprobar. No tengo un vientre plano pero por muy poquito, y mis labios son bastante carnosos, dibujan una sonrisa bonita cuando me siento contenta. En cuanto a mis ojos, son castaños, casi negros del todo, “ojos de viciosilla”, que alguien me dijo una vez...y es verdad que siempre he sido un poco “de moral liberada” para el sexo, pero lo que me pasó superó con creces mi más loco sueño.

            Ocurrió cuando estaba acabando el instituto, un fin de semana que las chicas y yo estábamos de discoteca, bebiendo, riendo y babeando por algunos de los chicos que veíamos en la pista de baile o en la puerta cuando salíamos a respirar un poco o a echar un pitillo tranquilamente, lejos del ajetreo de dentro. Éramos cinco chicas sin contarme a mí, seis en total, lo que entonces éramos como una hermandad entre todas. Eran Lola, Adela, Conchita, Emma y Judit (sin la “h” del final), y luego estaba yo. Era una noche como otra cualquiera y otro fin de semana como otro cualquiera, salvo por un detalle: que hacía poco acababa de romper con Miguel, y estaba como loca por olvidarle con el primero que se me pusiera a tiro. Ya había tenido algunos escarceos con algún chico por ahí, un simple ejercicio para evitar “perder la costumbre” y que diablos, que me gusta darle gusto al cuerpo y andaba necesitada de un buen meneo...poco imaginaba que el meneo me lo iban a dar a mí, de quien menos me podía esperar.

            Tras echar el pitillo (y de paso revisar la mercancía que había por allí) volvimos a la disco y estuvimos largo de baile y de copas hasta que, obviamente, mi cuerpo me hizo saber que tanto alcohol necesitaba salir de mi cuerpo ya mismo. Llamé a las chicas para decirles que tenía que ir al baño y que si alguna de ellas me acompañaba. Judit se ofreció gustosamente y salimos las dos de la pista de baile rumbo al cuarto de baño. En tanto que ella me cogió el bolso y los bártulos yo alivié mis ardores y me relajé mientras Judit me observaba.

            -¿Qué?-me dijo-, ¿alguno que merezca la pena?.

            -¿De los que hemos visto ahora?-pregunté. Ella asintió-. No, la verdad que no he encontrado a uno que me haga tilín. No sé, chica, empiezo a ver que los hombres están desmejorando mucho, ya no me dicen lo mismo que antes. ¿Debería llamar a Miguel?.

            -No lo dirás en serio-me espetó Judit-. ¿El tío se larga sin decirte nada ni darte explicaciones y encima quieres ir corriendo detrás de él como una desesperada?. Chica, a ver si aprendes a valorarte un poco más.

            -Pero es que le quiero-y no pude evitar dar un suspiro delator-. Aún me acuerdo mucho de él, y creo que él cambiaría por mí si ve que no le he olvidado.

            -Yaira, por el amor de dios, no seas cría. ¿Tú te oyes?. Pareces una colegiala o una niña encaprichada. Tú vales mucho más que él. Un tío que se larga así sin más no te merece.

            Sé que tenía razón, pero el corazón de una mujer es terco y testarudo, y cuando dice “es ese y no otro”, aunque sea el hombre menos adecuado, cuesta mucho olvidarlo. En mi fuero interno pensaba que de verdad podía hacerlo, que el amor lo conquistaría todo, que con eso podría cambiar a un hombre, que podría cambiarlo a él, pero Judit se afanaba en bajarme de las nubes. Con infinita paciencia esperó a que terminase y a que me limpiase como es debido (soy obsesivamente pulcra en ese sentido). Me arreglé un poco para estar más presentable y entonces me quedé mirando a Judit, que me miraba con ojos como platos, con expresión extraña.

            -¿Qué pasa?.

            -Tía-me dijo-, eres un pibón-y me reí-. En serio, estás buenísima. Si Miguel no lo ha sabido apreciar que le den por el culo, no sabe lo que se pierde. Estás de toma pan y moja.

            -Jajajaja-me volví a reír-. Tú también eres una preciosidad-quise ser amable-, pero casi das miedo hablando así. Si no te conociera diría que ibas a rasgarme la ropa y a montárnoslo aquí mismo en plan rollo bollo.

            ¿Quién me mandaría abrir la boca?. Antes que pudiera reaccionar, Judit había alargado el brazo para darme el bolso, pero justo en el momento en que lo cogí tiró de mí y me atrajo hacia ella, quedando las dos abrazadas y yo siendo besada por ella. ¡¡Y QUE BESO!!. Por dios, no se cortó un pelo en meterme la lengua hasta la campanilla y en magrearme el culo con mucha saña. Me rodeó con sus brazos e intenté resistirme, me moví para salirme de ella pero Judit no me dejaba. Me había aprisionado.

            -¡Judit!, ¿pero es que estás loca, tía?.

            -Loca por ti, cariño-dijo con tono sádico-. No sabes como me pones, estoy que exploto si no te lo hago aquí y ahora. Te vas a enterar de lo que es bueno. Cuando acabe contigo no volverás a acordarte de Miguel.

            Fue algo amoral y descontrolado, salvaje, pasional al mil por mil. Judit me besó de nuevo con fuerza metiéndome la lengua todo lo que podía, buscando mi participación en aquella obscenidad. Aunque había bromeado muchísimas veces con la idea de probar a tener sexo con otra chica, en el fondo la idea me parecía asquerosa. Si necesitaba un desahogo ya había hombres para eso, con sus entrepiernas duras y juguetonas dispuestas para darme un poco de gusto. No quería que Judit me lo hiciera y luché por escapar. Al ver mi resistencia Judit nos metió a las dos en el retrete de la esquina y cerró la puerta con el pestillo. Acto seguido se me abalanzó, me cogió del cuello mientras me besaba y con la otra mano buscó deslizarse dentro de mi mini falda y de mi tanga para acariciar mi coñito. La agarré del antebrazo para evitarlo.

            -No por favor...Judit para ya...¡para!...¡no sigas, no quiero!...¡basta!...

            -Mmmmmmmm así me gusta, me encantan que pelees. Eso me excita más. No sabes las ganas que te tenía, ya no podía aguantarme más. Ven aquí monada, que nos lo vamos a pasar muy bien.

            Sabía del gusto de Judit por los hombres. Le gustaba el sexo violento, el duro y salvaje, el sexo con una pizca de malicia, de esa furia más animal que cerebral...pero no podía imaginar que también le gustasen las mujeres, y mucho menos que le gustase el someterlas como me estaba sometiendo a mí. Intentaba resistirme con todas mis fuerzas y pugnaba por escapar...pero mi cuerpo, que es excesivamente sensible a esa clase de toqueteos y caricias, comenzó a traicionarme. Mis defensas empezaban a flaquear.

            Judit logró su objetivo, metió su mano por dentro de mi mini falda y en lugar de apartar mi tanga y tocarme, lo hizo por encima de él, presionando con fuerza en mi sexo mientras su otra mano dejó de apretarme el cuello para cogerme mi pecho izquierdo por encima de mi top, sobándolo en busca de mi pezón. Cuando dejó de besarme se puso a chupetearme el cuello. Lo hacía adrede porqué ella sabía que el cuello era un punto muy sensible para mí, que un chupetón me excitaba mucho. No podía creer que arrinconada como estaba en aquel maloliente retrete de mi mejor amiga estuviese abusando de mí de esa manera.

            -Mmmmmmmm perrita mía, me encanta sentir como te mojas. Noto como se te humedece el tanga...¿te gusta eh perra?. ¿Te pone cachonda, verdad?. ¡Esta es mi perra!. ¡Me encanta lo guarra que eres!, ¡a esta perra le gusta que le den caña!.

            Comenzó a dirigirse a mí en aquel tono malsonante como si yo fuese algo de su dominio, una mascota o una esclava. Nunca me habían tratado de forma tan indigna y humillante. Todo aquello era nuevo para mí, estaba indefensa ante semejante ataque, tan brutal y directo. Ni en mis más locos sueños hubiese imaginado que eso fuese a pasarme y mucho menos a manos de Judit. Su mano derecha, acariciándome la entrepierna, dio algo más de brío a sus caricias en mi coñito mientras me encontró el pezón que ella iba buscando y con el pulgar y el índice, aún por encima de la ropa (no llevaba sujetador), se puso a retorcerlo, a jugar con él. Me hizo algo de daño por lo brusca que era, y gemí entre dientes mientras deseaba que todo aquello acabase lo antes posible.

            -Mmmmmmm-me besuqueaba y pasaba la lengua por el cuello-...que rica estás, tienes un cuerpo que quita el hipo...y es todo mío, perra. Tu cuerpo, tus tetas, tu coño, tu cintura, tu pelo, tus ojos...eres toda mía zorrita, toda para mí...y te voy a comer...te voy a devorar como nunca te han devorado antes...

            De pronto me bajó el top y lo dejó a la altura de mi cintura, dejándome con las tetas al aire. Me las apretó con ambas manos con mucha fuerza, tanto que gemía más de dolor que de placer. Era muy brusca, muy ruda. “¿Sería también así con los hombres?”, pensaba para mis adentros. La idea me aterraba: si a los chicos los exprimía de aquella manera, ¿qué podía esperar que hiciese conmigo?, pero poco más pude pensar, ya que sentí su boca succionando mi pezón izquierdo mientras violentamente me agarraba y acariciaba el derecho, apretándolo y retorciéndolo con los dedos. Era doloroso como no lo había conocido antes, doloroso...y excitante, porque Judit había logro acceder a una secreta parte de mí, que yo misma ni siquiera conocía, y en donde aquella brutalidad y salvajismo me excitaban, quedando a su disposición.

            Pasaba de un pezón a otro con total facilidad, cambiaba sus manos para tocar y apretujarme las tetas casi como si quisiera marcarlas con las huellas de sus dedos para decirle al mundo “esta puta es mía”. Sé que suena fuerte decirlo pero es que de verdad me sentía así, me sentía sucia y asquerosa por dentro, como una puta. Era un sencillo instrumento de placer para Judit, como un juguete con el que divertirse. Me vejaba con violencia y mucha saña, me trataba como a una puta a la que iba a follar sin pagar. Sabía que me estaba violando, lo sabía, y yo quería resistirme y escapar, quería huir...pero mi calentura, mi cuerpo, mi excitación tiraban en dirección contraria. La trampa del placer, a pesar de lo escandaloso de mi situación, hacía que me quedase allí soportando todas las dolorosas caricias y despiadados sobeteos que Judit me procuraba. Todo aquello era nuevo...y creo que, en el fondo, mi cuerpo empezaba a gozarlo.

            Poniéndome un poco en pompa contra la esquina del retrete y subiéndome la mini falda, Judit metió su mano por la parte trasera de mi tanga y entonces me hurgó como le dio la gana mientras me apretaba un pecho o se besaba conmigo. Cuando no me hurgaba en mi chochito caliente y humedecido me daba cachetes en el culo, casi como si fuese una niña a la que debía castigar por haber hecho algo malo. Si no me apretaba los glúteos, los sobaba; si no los sobaba, los acariciaba; si no los acariciaba, los pegaba de manera brutal e indiscriminada. Terminé con el culo dolorido por el trato que Judit me dio a base de azotarme de mala manera, y cuando cansó de tenerme con el espinazo doblado y el culo en pompa se puso pegada a mí por detrás y volvió a tocarme aunque cambió de manos para hacerlo. Con la izquierda se apoderó de mi clítoris y de mi sexo mientras que la derecha me sobaba las tetas, pasando de una a otra al tiempo que volvía a chupetearme el cuello. Era una muñeca en sus manos...y ella lo sabía.

            -¿Ya estás a punto, verdad guarrilla?, lo tienes encharcado, zorrona. ¿Te gusta como te toco, verdad?, ¿te gusta que te viole, perra?, ¿te gusta que abuse de ti?, ya verás lo que voy a hacer contigo, vas a reventar, guarrilla mía. Mmmmmm mira que húmedo tiene el coñete mi putilla. Tengo la mano empapada. ¡¡Chúpamela!!.

            Su mano estaba anegada de mi humedad de tocarme, y me daba asco beberme mis propios jugos de su mano, pero a la primera bofetada que me dio, asentí y acepté sin rechistar más. Me hurgaba con tanta fuerza que me hacía daño, pero mi conejito estaba pletórico por como chorreaba al contacto de Judit con él. Estaba tan excitada que creía me iba a morir de placer. Atrás quedaba el mundo y sus pesares, atrás quedaba Miguel y nuestra relación imposible, atrás quedaban familia, trabajo, amigos, todo...solo estaba yo y mi pervertida ama que hacía de mí lo que quería. ¿De verdad todo aquella estaba pasando o solo era un mal sueño?, no podía entender como sin comerlo ni beberlo había pasado de chica liberal a esclava sumisa de una bisexual amante del sexo duro. No solo había logrado cogerme y abusar de mí...había logrado que yo gozara con ello.

            -¡Vamos, dímelo putita!-soltó de golpe, cortando en seco todos sus abusos sobre mi ahora maltrecho cuerpo-. ¡Quiero oírtelo decir, suéltalo!...

            Me quedé mirándola con la respiración forzada, como cansada de haber corrido durante horas. No entendía a qué se refería.

            -¿Qué te diga qué?, ¿qué quieres que diga?...

            -¡Dime que te lo haga!, ¡quiero oírtelo decir!, ¡quiero que lo supliques, que me lo digas con desesperación que te meta mano!, ¡quiero que me prometas que ningún otro hombre te tocará, que no dejarás que una polla se te cuele entre las piernas!...¡a mí perra no se la montará ningún perro!...¡DILO!...¡DILO!...

            -¡Judit!-exclamé, sorprendida por su orden-. No puedes esperar que te prometa que no me tire a otro hombre, no eres mi novia o mi prometida...

            -¡DILO!-y entonces me hurgó con tanta fuerza entre mis piernas que pensé que iba arrancarme todo el pubis de cuajo-. ¡Promételo o te juro que te haré cosas tan bestias que ni en tus peores pesadillas las pudieras haber imaginado!.

            Intenté protestar y que ella desistiera, pero el papel de dominadora violenta que tomó me hizo ver las estrellas. El placer y el dolor que sentía al mismo tiempo estaba volviéndome loca pero de verdad, sufría pero me gustaba, me gustaba pero sufría, no sabía que me pasaba pero de seguir así iba a perder el poco juicio que me quedaba, y sin poder creérmelo aún, escuché de mi boca decir las siguientes palabras:

            -¡SÍIIIIIIIII!...¡lo prometo, lo juro!...¡no volveré a follar con un tío!, ¡seré tuya, lo seré para siempre!, ¡solo tú me tocarás!, ¡fóllame ya, te lo suplico, por favor házmelo, no pares!...¡seré tu novia, tu esclava, tu perra!...¡seré lo que quieras que sea pero por favor házmelo ya!....

            -¡Esa es mi puta!-y me abofeteó en la cara que pensé que me saldría un moratón por la fuerza con que lo hizo-...¡eso es para que no lo olvides!...¡TÚ...ERES MÍA!...

            Me arrinconó contra la esquina, con la espalda contra la pared, me quitó la ropa  dejándola por el suelo, me separó las piernas, se arrodilló enfrente de mí mirándome tan fijamente que pensé que iba a atravesarme de parte a parte con la mirada...y clavó su lengua entre mis piernas, hundiéndola entre mis labios vaginales todo cuanto podía. Al primer contacto de su lengua con mi coñito me arqueé, doblando la espalda hacia fuera como si quisiera acercarle mi intimidad a su boca. Me retorcía de lado a lado. Judit se las arregló para mantenerme quieta: me cogió de mis tetas con fuerza y las apretujó con rabia, amasándolas como si quisiera arrancármelas. Era tan violento, tan lascivo y tan sádico. No podía creer que pese a lo asqueroso de la situación...gozase tanto.

            Se apoderó de mis pezones y los utilizaba como le daba la gana, yo apenas podía abrir los ojos para ver lo que Judit hacía con mi cuerpo. Cuando lograba abrirlos, veía sus ojos verdes clavados en los míos, aquellos enormes ojazos que me taladraban, que me perforaban más que su lengua dentro de mi chochito caliente. Mi cabeza iba y venía sin poder pensar con claridad, sentía placer y terror por vivir una experiencia límite y al mismo tiempo saber que lo estaba viviendo en contra de mi voluntad. No olvidaba que pese a lo mucho que gozaba, Judit estaba forzándome, me obligaba a tener sexo con ella cuando yo no quería. Era una anti-lesbiana al 100%. Quiero decir: no tenía nada contra ellas, que entre ellas se hiciesen lo que quisieran pero que jamás ninguna lo intentase conmigo. Yo era una chica que me desvivía por los hombres de cuerpos esculturales y entrepiernas prominentes. Dicho en plata: ¡a mí me gustaban las pollas!...¿De verdad me gustaban?. Con lo que estaba gozando con Judit, empezaba a dudarlo. Comencé a dudar de mí misma como nunca pensé que podría hacerlo.

            Por los movimientos que hacía la lengua de Judit en mis entrañas ella supo que estaba disfrutando de su salvajismo. ¡Y de qué manera!. A lo mejor estaba delirando, pero me daba la impresión de que Judit estaba dibujando en mi coñito: dibujaba letras o números con su lengua, pasándola de lado a lado, de arriba abajo, moviéndola con una maestría que me tenía sometida a sus deseos. Mi cuerpo no podía soportar más aquella tortura, todo mi ser suplicaba que terminara lo antes posible. Estaba como loca porque Judit se saciase de mí y me dejase en paz, la quería lejos de mí tanto como fuese posible para que no volviera a hacerme lo que me estaba haciendo, y perdida entre miles y miles de divagaciones, mi cuerpo cometió la última traición contra mi mente cuando Judit al fin logró su objetivo y sucumbió ante el mejor orgasmo que me habían dado en la vida. ¿De verdad era un solo orgasmo...o serían varios seguidos consecutivamente?. No podía articular palabra, estaba agotada, exhausta, rendida a sus perversiones. Me derrumbé y ella se incorporó, besándome con un beso de tornillo que casi me mata de lo largo que fue. ¡Y para colmo su boca estaba llena de mis jugos!. ¡La muy puta me los hizo tragar!.

            -¡Al pilón, puta!-me gritó al tiempo que chasqueó los dedos-. ¿O pensabas que te ibas a librar de mí así?...¡Ya estás poniéndote de rodillas y comiéndomelo todo, y más te vale hacerlo bien o verás lo que significa el término “dolor”!.

            Sentí una terrible náusea solo con la idea de tener que hacérselo, pero después de lo ocurrido ya no había marcha atrás. Judit se desnudó solo de cintura para abajo. Sus tetas, más grandes que las mías y con los pezones más sonrosados (lo sé porque de vez en cuando hacíamos noche de chicas entre todas, probándonos toda clase de ropa y el vernos desnudas no nos daba reparos), quedaban tapados por su top, pero su chochito rubio de formas generosas (Judit y yo casi hacíamos competición alguna vez por ver a cuantos nos tirábamos) estaba justo a la altura de mi cara. La carita de Judit, angelical a simple vista con su pelo rubio ondulado y sus ojos verdes, era pura perversión. Estaba como esperando a ver que hacía, preparándose para “castigarme” si no obedecía...pero lo hice, obedecí. Pegué mis labios faciales a sus labios vaginales y llevé mis manos a sus tetas, sintiéndolas por encima de la ropa. Obedecí a lo que me dijo: me la tiré, me la cepillé, me la follé con mi boca como ella había hecho conmigo. Hice gozar a Judit en la idea de que si lo lograba, todo sería un mal sueño, o una mala anécdota que luego se podría olvidar. Nada más lejos de la realidad.

            -¡Ha sido fenomenal!, ¡has estado muy bien, putita mía!-me dijo cuando me hizo subir, una vez ella gozó y chorreó en mi boca-. Pero que linda es mi perrita...ven aquí perrita...vamos ven aquí, que quiero verte loca de placer.

            Me abrazó por la cintura acariciando mi culo, sobándomelo bien y con la otra mano comenzó a acariciarme...pero con dulzura. De pronto toda la brutalidad de Judit dio paso a una faceta totalmente distinta. Sus dedos iban delicadamente rozándome mi chochito de adelante atrás y vuelta. Tras el primer orgasmo que me arrancó cuando me hizo todo aquello, mi cuerpo estaba muy sensible y aquellas caricias tan agradables me cogieron desprevenida. Casi esperaba que sacase un vibrador del bolso o algo así y me lo metiese a mala manera en mi coñito o algo peor. Nada que ver: Judit me sorprendió sacando su lado tierno, masturbándome con tanta delicadeza que tenía que morderme los labios para no gritar del placer que me estaba dando. Sus besos eran apasionados y con una enorme dosis de cariño. Si alguien nos hubiese visto en ese momento creería sin vacilación que éramos novias...¡y es que lo parecíamos!.

            Me hizo despegar una pierna, poniéndola sobre el retrete, al que le había bajado la tapa. Quedé abierta del todo a su entera disposición, y Judit siguió metiéndome mano con aquel tacto tan dulce, tan entregado. Mi ser gritaba por dentro de gusto, aquello sí que era una delicia para mis sentidos, eso sí que me gustaba de verdad. Siempre me han encantado los hombres atentos, cariñosos, entregados y que hacen algo más que el mete saca como si fueran becerros o algo así jajaja. Judit estaba superándolos en atenciones y cariño, me trataba como a una reina...¿Cómo era posible, si apenas media hora atrás era su esclava sexual, a la que sometía con total humillación e impunidad?. No lo entendía, ¿en serio se trataba de la misma chica con la que crecí toda mi vida, la que conocí desde el primer curso de primaria?. No entendía nada...y tampoco es que pudiera pensar con mucha claridad: Judit estaba procurándome un segundo orgasmo que prometía iba a ser mucho mejor que el primero...ese sí que iba a ser épico pero de verdad. Me derretía de gusto entre sus besos, sus lamidas en mis pezones con la puntita de la lengua y como me hurgaba en mi entrepierna, y me dejé llevar hasta que una vez más mi cuerpo se combó por completo y me derrumbé presa del orgasmo más sensacional que recuerdo. Judit se encargó de recibirme con los brazos abiertos, llenándome la cara de besos.

            -Uy pero que guapa es mi novia...mírala, tan bonita ella, con ese cuerpecito tan hermoso...mi chica bonita-y comenzó a besarme con ternura desde el cuello a la cara-. Te quiero tanto...vamos a ser muy felices juntas...estoy enamoradísima de ti...me tienes loca perdida por tus huesos, cosita...te amo Yaira...amo esos ojillos de viciosa, tu pelo negro, tu cuerpo tan bonito...no puedo vivir sin ti...

            Y siguió diciéndome cosas de esas durante un rato. Tuvo el detalle de vestirme ella misma, en lugar de dejar que me vistiera yo. Me vistió y me tocó por donde quiso, y luego volvimos a la discoteca como si nada hubiese pasado. Ni siquiera sé el tiempo que estuvimos allí metidas, con Judit violándome descaradamente. Al buscar a las chicas las encontré ligoteando con un grupo de chicos que estaban donde la barra, por lo que sabía que ni siquiera nos echarían en falta. El resto de la noche Judit me lanzaba las miradas más perversas y cómplices que recuerdo, como en una especie de juego secreto entre las dos. Yo intentaba eludir sus miradas, pero de vez en cuando se me iba la vista, y cuando la veía charlando o riendo tan alegremente con Emma o Lola, o con algún chico, me era imposible creer que era la misma que hacía poco me había forzado en el cuarto de baño de aquella discoteca.  Sencillamente, no podía creerlo.

            Sé que fue algo asqueroso, que me violó de mala manera, que me forzó, que fue a abusar de mí y se lo pasó bomba haciéndolo, lo sé...pero me excitó tanto con las cosas que me hizo, que a día de hoy no sé que pensar. Estoy como atrapada en un mal vicio del que no sé como salir. Es peor que el tabaco o las drogas. Mi sentido común me grita que la denuncie y que todos sepan lo que me hizo, pero mi mala cabeza me hace callar a la espera del siguiente revolcón entre nosotras. Me somete como nadie jamás ha logrado hacerme obedecer, y cuando me hace lo que me hace, chorreo de gusto como un hombre no ha conseguido hacerme gozar jamás. Cuando logro huir de su ojo avizor corro rauda y veloz a tirarme al primer hombre que encuentro, como a la espera de que él lograse llevarme lejos de ella, pero eso no ocurre, el chico me monta y luego sigue su camino, y termino volviendo a Judit. Cuando se pone ruda sufro y gozo al mismo tiempo al igual aquella primera vez en la disco, pero cuando se pone tierna...cuando saca su lado tierno me lleva a las estrellas...y entonces me enamora con sus atenciones, con las cosas que me dice y hace...es mi ama, mi dueña, mi novia adorada, mi amor...la quiero, pero la odio...no quiero estar con ella, pero sin ella ya no sé estar...¿qué puedo hacer?...

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Secretitos: Alicia en el jardin de las delicias

Raquel: entre la realidad y la fantasía

El pony que se folló a mamá

Mi adorado Sr. Sebastian

Mi dulce quiosquera: Un placer sin igual

Mi dulce quiosquera: Otra sorpresa

Mi dulce quiosquera: Inesperada petición

Mi dulce quiosquera: El deseo hecho realidad

Mi dulce quiosquera: Agradable sorpresa

Gemma, mi profesora particular

La dependienta: mi 1º vez con (toda) una mujer

Cynthia: lección de una anatomía precoz

Joyce

En el metro de japón

De cena con mi prima... y alguien más

De cena con mi prima