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Mi dulce quiosquera: Otra sorpresa

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MI DULCE QUIOSQUERA: OTRA SORPRESA

(Continuación de "M.D.Q.: Inesperada Petición". Por favor no leer este relato sin antes haber leído el anterior. Finaliza en "M.D.Q.: Un Placer Sin Igual")

Violar a Merchita, a pesar de ser lo que ella quería, supuso la pérdida de la inocencia, y la ruptura de aquella alegría en todos nosotros. Fue como soltar a la serpiente en el paraíso, y todos quedamos afectados a raíz de aquello. Tuvimos suerte, ya que Merchita salió más que escarmentada y solo nos reclamó para un par de caprichos suyos, para luego no volver a verla. Moni siguió como si nada hubiera pasado, por la verdad es que poco a poco comenzó a distanciarse de nosotros, y en cuanto a Patri…aaayy(suspiro), Patri también comenzó a alejarse, a un nivel emocional, y nuestros encuentros amorosos también empezaron a decaer. Yo me daba cuenta y quería hablarlo, pero nunca veía el momento. Nuestra unión, antes fuerte e inquebrantable, se había roto, y cada vez me fue más difícil encontrar un momento para hablar con ella. Llegó un día en que hablamos solo cinco minutos en toda la tarde, y luego el silencio. Su mirada hablaba más que las palabras, y aquello me estaba destrozando. Pasados diez días, me dispuse a hablar con ella, estaba más que determinado a superarlo, porqué la idea de perderla era para mí enloquecedora. Aquella tarde llegué a "Magenta" con la mentes clara, y al entrar, lo hice de golpe, casi empujando.

-Hola Patri, quisiera-y me detuve de golpe-…¿¡Quién eres tú!?.

Patri no estaba en el quisco. En su lugar había otra chica, de más o menos 1’75 de alto, pelo rubio liso recogido en una pequeña cola de caballo, ojos azul marino, expresión risueña y un cuerpo muy bien formado. Me encontré como pez fuera del agua.

-Soy Blanca-dijo ella-, la prima de Patricia. Me pidió que atendiese el quiosco durante una temporada. ¿Y tu quien eres?.

-¿Donde está Patri?.

-De vacaciones, claro-me dijo como fuese sabido por todos-. Se fue esta mañana y yo he venido para atender esto.

Aquello me dolió, me dolió de verdad. Ni siquiera me avisó. Me llevé a la mano a la cabeza amargado, y casi lloré allí mismo. Empezaba a tener una depresión.

-Dios mío, ¿estas bien?, ¿puedo ayudarte en algo?.

-No-dije, casi llorando-. No puede haberse ido. No quiero perderla…

-Cielo santo, tú eres el niño-dijo con expresión de asombro-…

-¿El niño-pregunté sin comprender-?.

-Sí, el niño. Patricia me ha hablado mucho de ti. Solemos hablar muy a menudo porqué de pequeñas estábamos siempre la una para la otra, y por no perder el contacto hablamos por teléfono casi a diario. Últimamente sólo me hablaba de ti y de lo bien que estaba contigo: "mi niño esto, mi niño aquello…". Dejó esto para ti.

Blanca me dio un sobre cerrado, que en la parte del remitido decía "a mi niño". Abrí el sobre y leí la carta de dentro, que decía lo siguiente:


Dirigido a mi niño:

Lamento no haberte dicho que me iba, pero no tenía fuerzas para hacerlo. Si te hubiese visto para hablarlo sé que no podría irme, y ahora mismo lo que no podía hacer era quedarme. Prometo volver, pero ahora no puedo. Perdóname. Blanca estará contigo en todo momento, es muy buena chica, y si necesitas de ayuda ella te la dará. Besos de tu queridísimo amor…

Firmado:

P.

P.D.: Pregunta a Blanca por el asunto de yerba. Ella te lo contará…

 

Aquello me derrumbó por completo. Me llevé una mano a la cabeza otra vez mientras sólo quería llorar, gritar, chillar, destrozarlo todo. Temía que aquello fuese el fin. El miedo a perderla me inundaba por todas partes. Blanca, sin apenas conocerme, salió del mostrador y me abrazó, consolándome un poco.

-Si quieres una amiga o una confidente aquí me tienes, ¿vale?.

-Gracias. Es que Patri y yo hemos sido como uno solo desde que el verano empezó, y ahora que no está, yo…yo…

-Ssssshhhhh-me susurró, haciéndome callar-…No pasa nada…tranquilo…todo va bien, ¿de acuerdo?...todo va bien…

Me sentí igual que cuando era abrazado por Patri. El abrazo de Blanca fue mi tabla de salvación, y mi pena se apaciguó un poco. Cuando se separó de mí pasé la mano por las mejillas, porqué sin darme cuenta había llorado un poco, pero me sentía mucho mejor que antes.

-¿Puedo preguntarte algo, Blanca?.

-Sí, claro-me sonrió-.

-¿Qué es el asunto de yerba?.

Su cara cambió radicalmente. Una enorme mueca de incredulidad, sorpresa y asombro la cruzó de lado a lado. Emitió unos cuantos balbuceos incoherentes hasta que finalmente tragó saliva para recomponerse. Me quedé sorprendido por aquello.

-¿El…el asunto de yerba?.

-Sí. En la posdata de la carta Patri me dice que te pregunte por el asunto de yerba, que tú sabes lo que es. Parece como si ella quisiera que me lo contaras.

-Yo la mato-dijo ella, pensando en voz alta- …voy a matar a esa hija de puta…

-Eh, hoooolaaaa, estoy aquíiiiii-dije agitando los brazos-, ¿me escuchas?.

-Sí, perdona…Pero entiéndelo…muy pocos lo saben…y ella no tenía derecho…

-¡Espera un momento, por favor-la detuve-!. Parece que ese asunto de yerba es algo muy comprometedor para ti. ¿Hacemos un "quid pro quo"?.

-¿Quid pro…qué-preguntó ella extrañada-?.

-"Quid pro quo". Tú me cuentas lo del asunto de yerba y a cambio yo te digo otro, que no creo que Patri te haya contado. Un secreto por otro. ¿Hay trato?.

Blanca estuvo mirando mi mano extendida unos segundos. Pude notar como su nerviosismo aún la invadía. Finalmente estrechó la mía con el ceño fruncido.

-De acuerdo, pero no se lo cuentes a nadie, tu vida depende de ello. Pasó hace tres años, donde yo vivo. Estábamos de fiesta con unos amigos, en un lugar llamado precisamente Monte Yerba, y Patricia y yo, como todos, íbamos un poco borrachas. Ellos y nosotras(el grupo de amigas), como casi todo eran parejas, comenzamos una especie de toqueteo común. Con la ventaja de estar en un descampado lejos de ojos indiscretos, aquello se desmadró. No puedo contártelo todo, pero te diré que hubo algo acerca de dos chicas, cuatro chicos y una chica, dos perros, un pony…

Mi imaginación trabajaba a toda velocidad al oír lo de "dos perros y un pony". Fue en ese instante que comprendí porqué Blanca reaccionó así cuando escuchó lo del "asunto de yerba", y también entendí que los amigos debieron amenazar con difundirlo a todo el mundo si no obedecían, por lo que ellas debieron estar dominadas en todo momento a sus fantasías. Cuando me lo contó todo, me miró a la expectativa.

-Te agradezco que me lo contaras-le dije-, así que ahora me toca a mí. No creo que Patri te lo dijera, pero…llevo acostándome con ella desde poco después de fin de curso, y no ha sido la única con quien lo he hecho. Hay más, mucho más…

Quedó perpleja por mis confesiones, y vi que Patri no se lo había dicho. Luego le fui contando todo lo ocurrido, con pelos y señales, hasta el punto actual, y Blanca acabó sabiendo todo lo mío con Patri. Al acabar, mis ojos, por instinto, fueron a mirar los pechos de Blanca, y me di cuenta de que sus pezones resaltaban sobre la camisa negra que llevaba. Mi relato la había excitado a base de bien, algo con lo que no contaba.

-¿Así que mi primita te ha tenido como su juguetito de echar polvos eh-preguntó con un tono de ironía-?. Que interesante...debes de ser muy bueno con las mujeres…

-No, que va-contesté algo nervioso-…es que ella y yo nos queremos y todo eso…no pienses mal…seguramente soy como los demás…

-Pues no te vas a marchar sin que lo averigüe-rechinó entre dientes con ardor-…

Se me abalanzó como una gata en celo. Antes de darme cuenta me tenía rodeado con sus brazos y me había callado con un beso que me electrizó. Tanto tiempo llevaba sin recordar aquella sensación que me rendí ante aquella dulzura. En los ojos de Blanca brillaba un fuego de deseo, un fuego que parecía que quemarlo todo, incluso a mí.

-No podemos hacer esto-dije-. Patri es tu prima, y yo…

-¡¡Al infierno con todo!!. Tú no eres pariente mío y no sois novios. Ven aquí semental, que tienes una yegua que domar ahora mismo…

No pude resistirme más. La abracé y correspondí a aquel beso, llevando mi lengua hasta la suya para jugar con ella. Íbamos de un lado para otro con aquel beso, y Blanca echó manos a mí culo y lo aferró, mientras las mías abordaron sus pechos. Aquel toqueteo nos puso a mil, y rápidamente Blanca echó cierre para llevarme a la parte de atrás. Una vez allí comenzó a desvestirme con una ansiedad furiosa, pero yo tampoco me quedaba atrás. Necesitaba desesperadamente volver a sentir aquella felicidad, y al quedar desnudos volví a besar su boca, para llenarme de su dulzura. Blanca jadeaba y llevaba sus manos por mi cuerpo, recorriéndolo hasta acariciar mi hombría y notar como se iba endureciendo poco a poco. Puso una mano sobre mis testículos para masajearlos y con la otra comenzó a jugar para ponerlo a tono. Las laceraciones que aquello me producía eran deliciosas. En pocos segundos ya estaba totalmente duro, y para entonces, mi mano derecha ya la estaba recorriendo entre las piernas, deleitándome con el tacto de su sexo cada vez más mojadito. Besé sus pechos y relamí sus pezones, los mordisqueé, apreté, estiré y besé a mi voluntad, con sus continuos gemidos como premio a mis incursiones en su cuerpo. Con toda la fuerza que le era posible, Blanca me tiró contra la pared, me arrinconó y se arrodilló a mí, tragándose mi virilidad hasta el final, de una sola vez. Puse mis manos en su nuca y me dejé llevar por sus imparables lametones y chupadas, que me estaban volviendo loco. Fue sacándolo y metiéndolo todo de su boca, y su aliento sobre mi sexo me tenía fuera de mí. Me costaba creer que este animal sexual fuese la misma tierna chica que me abrazaba antes tan afectuosamente. En aquel juego de dominios, cogí a Blanca de los hombros y la tiré hacia atrás, quedando tumbada en el suelo. Abrí sus piernas y me hundí en ellas, mi lengua devorándola.

-¡¡¡Oooooooohh!!!...que bien lo haceeeeeees…..que placeeer…me encantaaaa…no te pareeeees…cómemelo todo…sí, asíiiiii…me matas todaaaa…

-Y ya verás. Todavía no has visto lo mejor-insinué con un aire de orgullo-.

-¡¡No te pares por lo que más quieras!!. Sigue…mmmmmm, así sigueee…madre mía que gozadaaa...pero que lenguaaaa…es divino, es divinooooo…no puedo máaaas…

Con sus manos me hizo subir a su altura, y colocándome a tiro, la perforé en sus entrañas hasta el fondo, con sus piernas sobre mis hombros, una postura que hasta entonces desconocía, pero que me encantaba. Empecé a cabalgarla sin piedad, a la vez que la sujetaba para que no se me escapase. Blanca emitía gemidos y palabras dulces mientras se agitaba a ritmo de mis penetraciones.

-Vamos cielo mío…móntame…que bien lo haces…móntame entera…párteme en dos con tu ariete…uf que rico…es divino…dale duro…no frenes...daleeeee….

-Que salvaje que eres…nunca lo hubiera pensado…voy a llenarte toda…

-Mmmmmmm…siento que viene, ya lo siento…Vamos….hasta el final…

-Contigo…hasta el cielo, y más lejos…mmmmmm...aaaaaaah…aaaaaaah…

-¡¡AAAH!!...¡¡AAAAAAAAHH!!..¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHH!!...

-¡¡Síiiiiiiiii!!. ¡¡GOZA TODAAAAAAAA!!...¡¡¡AAAAAAAAAAAHHH!!!...

Nuestro desquiciado frenesí culminó con un éxtasis tan salvaje como deseado. Nos retorcimos en todas direcciones dejándonos arrastrar por aquella inundación de placer, hasta que caímos, abrazados el uno al otro, sin más fuerzas. Me eché sobre su pecho, y Blanca me acariciaba la nuca con dulzura, mientras yo la rodeaba con mis brazos, en una estampa de auténtica felicidad. Luego la miré a los ojos y la llené de pequeños besos por todas partes. Ni siquiera era capaz de hablar.

-Eres un sol-dijo ella tras minutos de caricias ininterrumpidas-. Y no te infravalores, eres un gran amante…Me has arrancado espasmos del fondo de mi ser…

-Y tú eres una auténtica maravilla-repliqué-. Una auténtica mujer. Ni Patri ni Moni te han igualado. Eres sensacional…

-¿¿Cómo estás de fuerzas??.

-Me quedan. Pocas pero quedan. ¿¿Por qué??.

Me echó un poco hacia atrás y se puso a cuatro patas, ofreciéndome su redondo y terso culo. A pesar de mi fatiga, no podía dejar pasar aquello de lado. Me subí a su grupa de mujer y mi sexo entró a la primera, casi sin hacer esfuerzo. Quedé estupefacto por aquello, hasta que recordé lo del asunto de yerba, y lo que me había contado. La penetré hasta el fondo, para empezar al instante a bombear dentro de aquellas nalgas. Llevé mis manos a sus pechos y los recogí, amasándolos como una barra de pan en el horno, con sus pezones entre mis dedos, que iba moviendo poco a poco. Blanca no fue menos que yo, apoyó una mano en la pared usándola de tope, y usó la otra para meterse mano, acariciándose su palpitante sexo y su clítoris mientras la atacaba sin cuartel. Sus jadeos eran casi gritos, anunciando el inminente clímax. Llevé una mano a su cara para acariciarle, me curvé del todo sobre ella, aceleré, y con los resquicios de mis fuerzas mi leche volvió a salir disparada directa a su culo, quemándonos en un fuego que nos dejó exhaustos, completamente inmóviles mientras éramos transportándonos al cielo del placer, muy muy lejos de allí. Ya no podíamos ni movernos de allí.

-No te dejaré escapas-me dijo-. Pocos hombres me han hecho sentir como tú.

-Tenemos tiempo hasta que Patri vuelva. Mucho tiempo…

Durante aquella tarde parecía que solo existíamos ella y yo, y nos dedicamos a buscar nuevos placeres todo el tiempo. En los días que siguieron fuimos apasionados amantes, dedicados solo al placer por el placer, aunque nos quedaba una última sorpresa y nuevas vivencias por conocer, pero eso será más adelante…

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