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Sheena, la reina de la jungla: masacre

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SHEENA, LA REINA DE LA JUNGLA: MASACRE

Unas imágenes atroces la despertaron sobresaltada. Se encontraba junto a sus amados gorilas, durmiendo en brazos de Tarco, el jefe de la manada. Éste apenas se inmutó cuando ella, poco a poco, se zafó del abrazo de su enorme amigo para adentrarse en la jungla. Al sol había despertado hacía poco, y la actividad de los animales despertaba paulatinamente. Sin embargo, algo la llamaba hacia dentro. Era cuando lo salvaje la reclamaba, y sus instintos animales se agudizaban más de lo normal. Todo su cuerpo buscaba un indicio, algo. De repente, su olfato lo captó. Rápidamente corrió cuanto pudo, subiendo después a los árboles para agarrarse a las lianas y llegar más deprisa. Finalmente, la selva se apartó un poco para dejar paso a las llanuras, divisando un poblado a lo lejos.

Al llegar, el horror: las chozas quemadas y la gente muerta, tiñendo el suelo de rojo. Los cadáveres se extendían durante decenas de metros cuadrados, algunos con terribles heridas. Ni los niños se habían salvado de la destrucción, algunos de los cuales, al igual que los adultos, presentaban heridas de bala en sus cuerpos, mientras que otros tenían alguna que otra amputación por un arma afilada. Decididamente, el responsable de lo ocurrido no sentía ningún amor ni afecto por la vida ajena, pensó Sheena, totalmente conmocionada por lo que veía. La terrible estampa dio paso a la compasión por aquellas gentes, sus amigos los Kibuti, y después dio paso a la furia. Alguien tendría que pagar por ello. Pero antes, y aunque sabía que le llevaría bastante tiempo, enterró todos los cadáveres para darles honrosa sepultura. Al terminar encontró lo que buscaba.

Las huellas eran frescas, recientes, y aún mejor, podía seguirlas. Se adentraban en la jungla, en su territorio. Sonriente y rauda volvió a su hábitat natural. Mientras buscaba a los culpables de la masacre, por su mente desfilaban muchas preguntas, ¿quién podría haber masacrado a los Kibuti?, ¿por qué motivo?, ¿con que intenciones se habían metido en la jungla?. En tanto corría para averiguar el paradero de los responsables, comprobó que las pisadas indicaba la presencia de muchas personas. No menos de 8, y a juzgar por la profundidad, eran hombres corpulentos. ¿Cazadores furtivos, quizá?, no, de serlo no habrían matado a la tribu. ¿Entonces, que eran?.

Unos ruidos la hicieron detenerse. Notó como algo se acercaba y buscando un escondrijo, subió rápidamente a un árbol, permaneciendo oculta entre las ramas y el frondoso follaje del árbol. Por un hueco lo vio: era una procesión de figuras bien vestidas, extranjeros con porteadores locales. No pudo verles la cara, pero sí se fijó en dos de ellos que iban abriendo la marcha: el primero parecía joven, alto, fornido; el segundo era más viejo, algo bajo de talla, de vientre abultado. Parecían ir hablando.

-Ya te digo, Finley, que esta zona tiene muchos tesoros escondidos. No son como las minas del Rey Salomón, pero de dar con ellos, podremos vivir como reyes durante toda nuestra vida.

-Espero que tengas razón Robert. No me habría arriesgado a esta expedición de no estar seguro que sacaría buenos beneficios a cambio.

-Ya hemos encontrado un par de tesoros por el camino, ¿verdad?.

Finley, el hombre rechoncho, sonrió y asintió con la cabeza.

-¿Puedes volver a contarme la leyenda de esa supuesta bruja africana?.

-No bruja africana, Finley, si no Reina de la Jungla. Los nativos la llaman Sheena, y dicen de ella que es una especie de guardiana de la selva, que tiene poder para hablar con los animales además de conocer secretos que nadie sabe.

-Para mí no es más que una vulgar perra de color-rechinó entre dientes en tono despectivo-.

Sheena, en el árbol, no llegó a escuchar la conversación, pero no apartó la vista de los dos hombres que abrían la comitiva. ¿Serían ellos los responsables de la masacre?. Tenía que saberlo.

Un ruido detrás de ella le hizo ver que no estaba sola. Un siseo constante le hizo girar la cabeza y sonreír. Era Garsu, la serpiente, quien se acercó a Sheena sin que ésta se inmutara.

-Hola, vieja amiga-sonrió-. ¿Qué haces por aquí?, ¿tienes hambre?.

La serpiente siseó para responder a la pregunta, y con total confianza Sheena dejó que Garsu pasara por encima de su cuerpo tendido sobre una gran rama. El tacto de la piel escamosa de Garsu con el suyo hizo que Sheena lanzase un breve gemido de placer, y recordó que ya hacía mucho tiempo que no se encontraba con su amiga, con la que en épocas pasadas había eliminado muchas amenazas para la jungla.

-Eh Garsu, ¿no quieres divertirte conmigo?, te echo un poco de menos…

La serpiente, captando el mensaje, dio media vuelta y se rozó más contra el cuerpo de la reina de la jungla, que en seguida bajó al suelo una vez supo que se encontraba sola. Garsu descendió lentamente por el tronco del árbol y se abalanzó sobre Sheena, que se desnudó con rapidez, dejando su escasa indumentaria cerca de ella. El ofidio avanzó por entre las piernas de Sheena, subiendo después un poco para recorrer su vientre y llegar hasta sus tetas. Abriendo la pequeña boca se metió un pezón en ella y empezó a succionar como queriendo sacar leche. La cola de Garsu, que justo se quedaba en los muslos de sus piernas, los acariciaba con suavidad pasando de uno a otro para excitar a su amiga humana. Ésta en seguida tuvo las mejillas enrojecidas de placer.

El reptil no paraba ni un instante de acoger el enorme pezón de Sheena, procurando no morder demasiado fuerte para no lastimarla, aunque sí un poco para que ella se resintiera, haciéndolo un dolor maravilloso.

-Ooohhh Garsssuuu…eso es, chúpame bien…mmmm me encanta, me vuelve loca…hacía tanto…tanto que no vivía esto…

El animal siguió chupando hasta que se hartó y cambió de pezón, pasando a tomar posesión del otro y dejarlo tan sensible y grande como el anterior. Usando la mitad trasera de su cuerpo, Garsu fue lentamente penetrando el culo de Sheena sin encontrar resistencia alguna. Ayudándose de su mano derecha Sheena ayudó a su amiga y enterró un poco más de la cola del animal en su ano. Durante varios minutos más Garsu siguió succionando los pezones de Sheena, la cual se tocaba cariñosamente el que quedaba sin atenciones. Llegado a ese punto de excitación, Sheena se lo pidió.

Mirándola fijamente, Sheena vio como su amiga se iba retirando de sus tetas y de su vientre, haciendo que con sus movimientos, la parte que estaba penetrándola por el culo se contonease y moviera haciéndola disfrutar. La vio retroceder hasta llegar justo delante de la entrada de su sexo húmedo y palpitante a raíz de los tocamientos que Sheena se procuró mientras Garsu la chupaba. Garsu sacó la lengua un par de veces siseando, y luego, sin preámbulos, se coló por su vulva, metiendo la cabeza y una buena parte del cuerpo, dejando fuera lo justo para poder moverse.

-Aaaaaaaah ssíiiiii Garsssssssssssssuuuuuu…no pareeeess por favoooorrr, no te pareeesssss…

Como enloquecida, la serpiente se retorcía dentro de Sheena como si estuviera luchando contra una rival. Los meneos y movimientos hacían que la feroz guerrera se humedeciera cada vez más, dándole a la serpiente un buen trago que beber. Retorciéndose sobre la hierba Sheena se acariciaba el clítoris y las tetas, jugando con ellas a intervalos regulares, acelerando el momento del clímax. Su boca babeaba debido a las intensas y poderosísimas sensaciones que estaba teniendo, y sus gemidos se hacían cada vez más prominentes, disfrutando de cada segundo que su adorada Garsu le hacía el amor con furia desatada. Por fin, entre grandes estertores y gritos Sheena alcanzó su ansiado orgasmo y, empapada, Garsu salió de Sheena, siseando, para después acercarse a la entrada de su vulva, olisquear y abrir la boca para chupar un poco más de jugo.

-Ha sido maravilloso…gracias amiga…te debo una…si encuentro algunas ratas o alimañas para que comas te las daré encantada…

Garsu la miró fijamente, siseó como y luego siguió su camino, dejando a Sheena recuperándose del momento. Recogiendo los trozos de su ropa, se volvió a vestir y se despejó la cabeza. Se había dejado llevar, algo que no se podía permitir. No ahora, y se puso de nuevo a seguir el rastro de la expedición que había visto antes.

A lo largo de varias horas el rastro torció y giró varias veces, hasta que al final se detuvo en un claro de la jungla, en la que Sheena se encontró un pequeño campamento de varias chozas, bien dispuesto y con porteadores armados con fusiles. No tardó en comprender que si llevaban armas, sus intenciones no eran nada pacíficas. Lo que no sabía, y que era lo que la comía por dentro, era descubrir si ellos eran los responsables de la matanza de los Kibuti, de sus amigos y compañeros, con los que había compartido comida y bebida en más de una ocasión. Permaneció un rato observando cuantas personas había, dándose cuenta de que estaba en inferioridad numérica.

Decidida a buscar ayuda, resolvió volver sobre sus pasos para pedir ayuda a Tarco y su manada, incluso al fiero Bergui si hacía falta(aunque esperaba que no). No muy lejos del campamento que acababa de dejar tropezó con alguien con quien no contaba: Hazur. Se lo encontró en su hora de comer, devorando lo que quedaba de un antílope. A sabiendas de lo susceptible que Hazur era a la hora de comer, decidió no molestar, intentando pasar desapercibida, pero una inoportuna rama dio al traste con su idea. Alertada por el ruido Hazur se giró en posición defensiva. Sheena sabía que, si no jugaba bien sus cartas, el casi adulto leopardo podría terminar con ella de un zarpazo.

-Tranquilo Hazur, no era mi intención interrumpir tu comida…no quería interponerme…solo quiero seguir mi camino…

A diferencia de Bergui, Tarco, Motoba o Garsu, Hazur no era fácil de manejar. Su nerviosismo y ferocidad le hacían impredecible, motivo por el que solía esquivarlo, pero ahora, por desgracia y justo cuando más quería no verlo, se lo encontró de pleno.

-Por favor, Hazur, necesito seguir mi camino…No quiero problemas contigo…solo quiero llegar hasta Tarco y los demás para pedir ayuda…

La mención de Tarco lo puso nervioso. La enemistad entre los leopardos y los gorilas eran manifiesta y sabida por todos. Sheena se dio cuenta muy tarde del error.

-¿No podremos llegar a un acuerdo?...Si quieres puedo proporcionarte jirafas o ñus para que comas durante días, quizá semanas…o podría buscar una hembra para ti…

El joven leopardo se acercó hasta Sheena con paso cauteloso, y al llegar hasta ella le lamió la mano izquierda y un poco las piernas. Sheena suspiró. Hazur quería jugar con ella, su celo lo hacía manejable.

-Está bien, cachorro insolente-dijo con tono cariñoso-…jugaremos un poco…eres como un niño pequeño…

La reina de la jungla y el joven leopardo hicieron mimos y carantoñas a lo largo de varios minutos, retozando por el suelo. Sheena lo fue apaciguando poco a poco acariciándole el pecho y debajo del mentón, escuchando como ronroneaba. El animal la acariciaba en la cara y la lamía juguetón, haciéndola reír. Entre juegos y risas Sheena notó que Hazur cambiaba ligeramente de actitud, comprendiendo que ya no quería jugar, si no algo más. El ver que su verga despuntaba del forro confirmó sus sospechas.

-¿Quieres hembra eh gato salido-rió irónica-?...

La mano de Sheena palpó el bulto de Hazur y luego la pasó por la enorme verga que asomaba, meneándola ligeramente de un lado a otro. El leopardo resoplaba dejándose hacer, echado sobre el suelo mientras la hembra humana lo excitaba y domaba con sus caricias. Las expertas manos de Sheena calmaron los malos humos del animal, convirtiéndole en un gatito inofensivo. Ella se agachó sobre él y lamió un poco la enorme verga de Hazur, procurando que éste no se moviera de su sitio a la que vez su mano libre se acariciaba en su gruta para humedecerla. Aquello iba a costar que entrara, pero debía hacerlo para poder seguir con su misión.

Tan pronto Sheena se sintió preparada para recibir la brutal embestida del leopardo, ésta se apoyó en un árbol de rodillas, separando sus piernas en bastante ángulo.

-Vamos Hazur, date un gusto conmigo…sé que lo deseas…gózate de esta hembra gatito vicioso…

Ni corto ni perezoso el felino se acercó a Sheena pero no la penetró, si no que antes procuró lamerla entre sus nalgas, provocándole una serie en cadena de jadeos y gemidos que solo la calentaban más y más. Con cada lametada tanto su orto como su cuquita se quedaban más y más ensalivadas y mojadas, y la lengua rasposa y grande de Hazur parecía abarcar todo su sexo de una sola vez. Sheena se vio sorprendida por la forma de él de lamerla, nunca habría creído que algo así pudiera ser tan placentero.

Tras dejar de lamerla, Sheena se giró y vio como Hazur se le ponía encima, consiguiendo sin mucho esfuerzo penetrarla, dejándola casi empalada con su potente miembro viril. La guerrera se vio sobrecogida por el tamaño del manubrio que había conseguido tener dentro suyo. Se apretó fuerte contra el árbol y soportó estoicamente la embestida que Hazur la estaba dando. El felino la rodeó con sus patas alrededor de las caderas y se puso a convertirla en su gata particular.

-Aah asíiiiii Haazuuuur….oh dios míoooo que cosaaa más grandeeee…ay como entraaaaa…buffffff que bien lo haces…sí, así….más fuerteee…

Sheena arqueó la espalda todo cuanto pudo para darle a su amante más facilidad de penetración, poniendo el culo en pompa para que aquella enorme tranca entrase y saliese a su antojo. Hazur la acometía con envidiable potencia, sin dejarle un segundo de respiro, algo que tenía a Sheena tan impresionada como enloquecida. Apenas podía creerse que aquella verga pudiera entrarle, y sin embargo entraba a la perfección y la estaba haciendo ponerse por las nubes. Sus mejillas se pusieron rojísimas y sentía que el cuerpo le ardía de placer.

-Uuufff Hazur gato salidoooooo…métemela más, no te detengas…vamos dame más duro, más fuerteeeeee…me gusta, me encantaaaaa…

Despegando la mano derecha del árbol en donde se apoyaba Sheena procedió a toquetearse un poco sus endurecidas y enormes tetas, acariciándose suavemente los pezones para comprobar lo tiesos que estaban, para después ir a tocarse entre sus piernas y sentir por sí misma que efectivamente aquella maravilla de manubrio le entraba casi toda. En lugar de apartar la mano la dejó allí para llegar hasta su clítoris y acogerlo entre los dedos índice y pulgar, sobándolo con rapidez para sentir aquellos fantásticos corrientazas que le llegaban como sacudidas provocadas por las anguilas eléctricas. Con cada segundo que pasa su excitación y la de Hazur suben como el cauce del río en época de lluvias. Éste se apresura a terminar la faena para darle a Sheena el clímax que ella tanto desea, y aprieta más el ritmo de la follada.

-Ooohh…oooooohh Hazur, ¡¡Haaaazzzuuuuuurr!!...vamos felino vicioso, dámelo, dámelo yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…

Las últimas embestidas provocan una reacción en cadena, haciendo que Sheena no tenga uno si no varios orgasmos, al tiempo que el animal culmina su tarea y se vacía dentro de ella, llenándola con su semen, que acaba saliéndole por entre las piernas. Agotada y extasiada Sheena queda tendida en el suelo, cogiendo el semen que se le resbala por las piernas con sus manos y tragándolo entero sin dejar ni gota, al darse cuenta que desde que despertó no había comido nada.

-Mmmmmmmm…deliciosooo…y en cantidad…

Postrada en el suelo jadeante, Sheena apenas podía levantarse, dejando que Hazur, ya más dócil, se acercara a su vapuleado cuerpo. Sin temor alguno lo besó, y éste sacó la lengua y le dio un par de lametones en la cara que la hicieron reírse a mandíbula batiente. Luego se retiró dando la impresión de que se iba, pero no: aún con la lengua fuera se puso a lamerle las tetas de tal manera que se las dejaba bien impregnadas de saliva. Durante un buen rato estuvo lamiéndolas, hasta que Sheena vio que cambiada de lado, poniendo a lamerla entre las piernas para beber los abundantes jugos que chorreaban por su vulva.

-Vamos gatito lindo, bébetelo todo…es todo para ti…

Obedeciendo sus órdenes al pie de la letra, Hazur metió la cabeza entre los muslos de Sheena y se entregó de lleno a lamerla en profundidad, tal como hizo antes. Por la forma de relamerse de él, Sheena supo que Hazur lo estaba disfrutando como nunca, y que de ahora en adelante sería más fácil de manejar. Por su parte, la lengua del leopardo iba con rapidez y lamía con fruición en la intimidad de la guardiana de la selva, proporcionándole a ésta unas excitantes y estupendas sensaciones que la ponían al borde de la locura.

Levantando un poco las nalgas, ella se abrió un poco más de piernas, poniéndole literalmente el coño en la cara al animal. Éste vio las facilidades que su hembra humana le ponía y aplicó toda su furia en recorrerle aquel sexo palpitante con la lengua para que terminarse chillando a pleno pulmón, y dado que esa larga y rasposa lengua llegaba a lamérselo todo, Sheena procuró que sus enhiestas tetas no quedasen sin su debida atención, al tiempo que meneaba un poco las caderas para acompasar los lengüetazos de su amante.

-Uuuuuufff Haaazzzuuuur…estoy a punto, estoy cerca, muy cercaaaaaaa…venga acábalo, acábalooooooooo…

El leopardo prosiguió su tarea con esfuerzos redoblados, lamiendo todo lo deprisa que podía debido a la cantidad de jugo que la rubia defensora de la naturaleza segregaba. Los pezones se le endurecieron tanto que le parecía iban a reventarle de lo enormes que se quedaron por los masajes que ella procuraba darse, a la vez que Hazur casi llegaba a penetrarla con la lengua en su cuca chorreante. Finalmente el esfuerzo del felino se vio recompensando, consiguiendo llevar a Sheena al cielo del placer.

-Sí, ¡síiiiiiiii! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAHH!!...

La joven guerrera terminó corriéndose con fuertes alaridos, casi anegando la cara de su amante de tanto que chorreó. Hazur chupó todo lo que le salía hasta dejarla impecable, y ella, agradecida, procuró darle un beso con toda naturalidad. Justo después Hazur se fue para terminar de devorar el antílope que había cazado, y Sheena, viendo lo cansada que estaba de tanta actividad como había tenido, de inmediato buscó arbustos y bojes en donde encontrar toda clase de bayas y frutas con que reponer las fuerzas perdidas. Una vez recuperada corrió a toda prisa para pedir ayuda a sus queridos amigos los gorilas. Lo único que lamentaba era que su adorado Bob Reynolds, su amigo y aliado en tantas y tantas aventuras no estuviera con ella en ese momento, ya que se había ido de viaje unos días, lo mismo que Sabor, su fiel león y compañero, y Tamba, el elefante. En esta ocasión otros debían ayudarla.

Su carrera terminó súbitamente cuando llegó al hogar de los gorilas, su hogar. Según llegó a la guarida, Karon salió a recibirla, pero en esta ocasión Sheena no estaba para atender a los juegos del joven gorila con quien en anteriores veces había jugado y se había reído hasta la extenuación.

-Ahora no Karon, no estoy para juegos, hay cosas que hacer. En otro momento.

Sheena fue hasta Tarco y le explicó todo lo que había ocurrido: la tragedia de los Kibuti, la masacre, la expedición de los hombres y el campamento donde se asentaban junto a los porteadores. Tarco reaccionó con furia desmedida, dando gritos y golpeándose el pecho con fuerza, animando a los demás. Sheena se convirtió en la jefa del grupo, que silenciosamente fue desplazándose por la selva para rodear el campamento con todas las fuerzas de que disponían, pero a mitad de camino, lo inesperado. Un rugido hizo que Sheena se volviera un poco más arriba, encontrando una sombra que sigilosa se movía por las ramas de los árboles.

-¡¡MOTOBA!!.

Cayendo al suelo rápidamente, la pantera se puso en posición defensiva al ver a Tarco y a los demás. Encontrándose en el centro de dos fuerzas opuestas, Sheena se las tuvo que ver para Motoba y los gorilas no entrasen en batalla campal. Acercándose con cautela a su amiga, unos cuantos mimos y unas cuantas caricias domaron al animal, a quien pudo convencer, pese a la tensión que tenía con Tarco, de que les acompañara en la cruzada en que se habían embarcado. Ya a últimas horas de la tarde llegaron al campamento, pero Sheena contempló estupefacta que los habitantes casi se habían duplicado, viendo que aquello era todo un regimiento de hombres fuertemente armados. Un repentino miedo se apoderó de ella por la posibilidad de que pudieran matar a muchos de sus amigos.

-Tarco, habla con los tuyos, que rodeen el campamento y esperen mi señal. Atacaremos de noche, en la oscuridad. Y tú, Motoba, por favor te lo pido, aguarda también mi señal. Necesito entrar en el campamento sola. Necesito saber cuanto nivel de peligro hay. Si ocurre algo, daré un grito de alerta para que ataquéis.

Tanto la pantera como los monos asintieron. Ella lamió la mano a la rubia guerrera y se quedó quieta en las ramas de un árbol cercano, en actitud vigilante. Los gorilas, por su parte, comenzaron a dispersarse para rodear las rudimentarias chozas que habían construido. Con sigilo y mucho cuidado, Sheena fue entrando en el campamento, esquivando a los ocasionales guardas que hacían la ronda. Finalmente llegó a una choza en donde comenzó a escuchar una conversación.

-Mañana seguiremos hacia el este, tal como estaba previsto. Avanzaremos en busca de las minas de oro, o lo que sea que la selva guarde. Si hay oro o piedras preciosas, daremos con ellas.

-Eso espero Robert. Los malditos Kibuti no nos dijeron nada por mucho que intentamos sonsacarlos. Esos malditos aborígenes-refunfuñó de mala gana-…

-Son salvajes, Finley, y lo sabes, son unos incultos dejados de la mano de Dios todopoderoso. Se merecen lo que les pase.

Finley se quedó mirando a Robert, como buscando la fuente de tanto odio.

-Bueno, solo espero poder ser tan rico que pase el resto de mis días en un palacio rodeado de mujeres y ricachones comiendo de mi mano.

Robert se rió ligeramente por las fantasías de grandeza de su orondo compañero de fatigas.

-Que así sea-dijo alzando su copa-. Brindemos.

Sheena ya había escuchado bastante. Eran ellos, e iban a pagar por sus crímenes, pero justo en el momento en que se movía para dar la señal, vio alguien detrás de ella. Demasiado tarde para poder avisar a los demás. De un golpe de culata de rifle quedó inconsciente en el suelo.

Su despertar fue agónico, confuso. Tardó bastante en recobrarse. A su alrededor solo había oscuridad, excepto unas pequeñas antorchas que proporcionaban puntos de referencia. Descubrió que estaba maniatada, de rodillas en el suelo, con sus tobillos esposados y las manos amordazadas con una cuerda que llegaba al techo, poniéndola los brazos en alto. En última instancia fue cuando vio a los dos hombres de la mañana, uno sentado a pocos metros enfrente de ella, el otro de pie justo detrás del primero.

-¿Quién eres, mujer?...no pareces ser de ninguna tribu…

Sheena cayó. El hombre le propinó una potente bofetada.

-¿¡QUIEN ERES!?.

-¡¡Sheena-gritó-!!. Soy Sheena, la reina de la jungla…

Los dos hombres se quedaron patidifusos.

-¿¡Tú eres la famosa Sheena!?. Pensé que serías una ramera de piel oscura, la igual que todas las apestosas mujeres de este lugar-comentó sin ocultar un mohín de desprecio-. Me presentaré, me llamo Finley Wainwright, y el señor tan callado que estás detrás de mí es Robert Parker. Soy traficante de armas, animales, viajante, y todo lo que aporte beneficios.

-¡Tu mataste a una tribu entera esta mañana!. ¡¡ASESINO!!.

-¿A aquellos apestosos?. Sí, claro, los muy puercos no quisieron ayudarnos a proseguir nuestro viaje. Dicen que esta selva es un diamante en bruto en cuanto a tesoros antiguos de tribus perdidas. Si fueras tan amable de ayudarnos, nos iríamos en paz sin dañar a nadie-río, irónico-…

-No te daré nada-protestó Sheena-. Pero sí te prometo una cosa: antes de que salga el sol, serás pasto de las bestias que tanto desprecias.

Finley volvió a abofetearla, sacando un pañuelo de su bolsillo, con el que la amordazó, impidiendo que ella pudiera avisar a los demás. Solo entonces lamentó el desperdiciar su oportunidad hablando con sus enemigos.

-Vaya vaya-se relamió Finley, con el gesto obscenamente torcido-…algo nuevo para variar…ya estaba harto de las rameras de piel oscura…contigo me divertiré mucho más…

Sheena comprendió a que se refería e intentó por todos los medios salir de su prisión, pero no hubo manera de aflojar la cuerda ni de soltarse de los grilletes. Finley, acercándose a ella, la desnudó y la tocó, sonriendo con actitud macabra y cruel.

-No te preocupes, te encantarán mis caricias…

Procurando que la mordaza siguiera en su boca, la movió un poco para dejar los labios al descubierto, besándolos después. En un acto de suprema vileza, como para demostrar lo inhumano que era, Finley le lanzó un pequeño escupitajo a la cara.

-Oh, no te enfadarás por algo tan nimio, ¿verdad, pequeña?...

Finley se puso detrás de Sheena, arrodillándose detrás de la amazona y acariciándola con fuerza sus tetas, aprisionándolas entre sus grandes manos y casi retorciéndolas para que ella sufriera.

-Si una blanca como tú prefiere la jungla a la civilización, se merece lo que le pase, ¿verdad, Robert?.

-Exactamente-contestó éste impasible-.

-Tienes unas tetitas preciosas reina Sheena…y seguro que lo demás lo tienes igual de bien…sí, definitivamente me divertiré mucho contigo…

Fijando la vista en las arqueadas nalgas de Sheena, no se lo pensó ni un segundo a la hora de darle fuertes cachetes que la hicieron gemir de dolor. Finley reía con una risa parecida a la de un cerdo, disfrutando del momento. Acto seguido se bajó los pantalones y quedó desnudo de cintura para abajo.

-Ahora verás lo que es un hombre de verdad-promulgó triunfante-.

Aunque Sheena intentó resistirse todo lo que pudo, no pudo evitar que Finley la acometiera, violándola. Agarrándose a ella con total brutalidad el orondo mercader y traficante gemía y farfullaba mientras consumaba el vil acto. Sheena, consumida por la impotencia, la rabia y el dolor, tuvo unos deseos terribles de llorar, pero decidió que no lloraría, que no le daría ese gusto a tan despreciable ser humano.

-Aaaaahh eso sí es una mujer Robert…lástima que esa una salvaje, aunque bien mirado, tampoco lo lamento tanto JAJAJAJAJAAJA…

Las risotadas de Finley desataron en Sheena un profundo odio hacia él mientras proseguía la violación, ahora envarada a toda velocidad. Curvándose sobre ella Finley le daba chupetones en el cuello y caricias en sus tetas, apretando tanto los pezones que por un instante creyó que se los arrancaría. Podía sentir su pútrido aliento de cerdo detrás de ella mientras la forzaba, mientras la violentaba. Justo cuando Finley parecía que iba a correrse, de pronto se salió de ella para cambiar de agujero y barrenarla entre sus nalgas, causándole un dolor inesperado. De unas pocas estocadas más, el repugnante Finley consumó su vileza, vaciándose de su simiente en la guardiana de la selva.

-Buffff…ha sido genial…toda una mujer Robert…deberías probarla, seguro que no te decepciona…te cedo encantado el puesto…

Robert, saliendo de las tinieblas en que se encontraba, apareció ante Sheena: algo, fuerte, pero no tan joven como Sheena suponía. Las cuencas en los ojos y las arrugas denotaban que era de mediana edad, pero más fuerte de lo que se suponía.

-Siempre es bueno educar a las salvajes-comentó Robert-.

Acercándose a Sheena, Robert no se cortó a la hora de pellizcarla y someterla a su voluntad, apretando fuertemente sus carnes hasta hacerlas enrojecer. Desnudándose, la sometió a una pequeña tanda de golpes que la dejaron algo magullada por los cuatro costados. Seguidamente, sin perder un ápice de su maldad, se colocó detrás de ella, tal y como Finley lo había hecho antes, penetrándola de una sola y dolorosa estocada en su cuca. Sheena quiso gritar pero la mordaza se lo impedía. Aquella tranca era algo más grande que la de Finley, y actuaba con mayor sadismo.

-¡¡PERRA SALVAJE!!, debes ser castigada por tu traición a tu raza.

La forma que tenía de acometerla daba la impresión de estar usando un martillo de herejes más que una tranca. Había un especial salvajismo en su forma de violarla, que Sheena pensé que había algo detrás de él, un motivo especial, pero en ese momento no podía pensar con claridad, pues Robert la estaba tocando con furia, incluso dándole pequeños mordiscos por el cuello y los hombros, pero apretando con tanta fuerza que le dejaba la marca de los dientes. A su maltratado cuerpo había que añadirle las embatidas que recibía mientras era violada, y al igual que Finley, sodomizada después, al cambiar de agujero. Empujó y empujó con bastante desprecio por ella, así hasta el momento en que, a punto de gozarlo, Robert se salió de ella para ponerse ante su cara y mancharla de blanco.

-Vaya, ahora al menos sí que pareces blanca JAJAJAJAJA…

La furia con que Sheena miraba a Robert podría haberlo consumido en llamas de haber podido. Robert, con gesto triunfante y llevándose las manos a la cintura, miraba a Sheena con frialdad. Ésta intentó forcejear con la mordaza.

-Tranquila pequeña perra, no lo has pasado tan mal ¿verdad?…¿quieres decirnos algo?. Muy bien, a ver que tienes que decir.

Fue acercar las manos para quitarle la mordaza, y en el momento en que ésta salió de su boca, un profundo mordisco le cogió la mano. Tirando con todas sus fuerzas, Sheena le desgarró parte de la piel, dejando a Robert sangrando y chillando de dolor. Viendo su oportunidad, Sheena llamó a sus compañeros.

-¡¡AFIHAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!...

Lo repitió un par de veces más para asegurarse de que lo oían. Finley se acercó a ella para volver a abofetearla, pero entonces varios y chillidos provenientes del exterior captaron su atención, y al salir fuera de la choza, contempló atónito una manada de gorilas atacando al campamento, matando a los hombres que encontraban a su paso. Intentó volver a entrar, pero Tarco lo encontró y lo lanzó a lo lejos, entrando después en la choza.

-¡¡TARCO-gritó Sheena llena de felicidad-!!. Rompe la madera al que está unida la cuerda, deprisa.

De un solo empujón el débil tablón se rompió y Sheena pudo bajar los brazos.

-Busca las llaves Tarco, tienen que estar por aquí.

Mientras Sheena hacía maniobras para quitarse las correas, lo que le llevó poco tiempo, Tarco encontró en una esquina una gran arandela con varias llaves adheridas. Cogiéndola se la pasó a Sheena, la cual, al cuarto intento, pudo liberarse. Se giró para encararse con Robert y Finley, pero ambos no estaban, de modo que salió rauda fuera de la choca donde la habían torturado y forzado rumbo a por su merecida venganza. Tan consumida estaba por los deseos de vengarse que dejó su ropa en la choza, saliendo totalmente desnuda.

En la semi-oscuridad proporcionada por las débiles antorchas apostadas cerca de las chozas, Sheena podía ver un desfile interminable de figuras que bamboleaban de un lado a otro, unas como perseguidas, otras como perseguidoras. Echando mano de su cuchillo de caza, Sheena comenzó a matar a quienes se interponían en su camino, algunos de ellos robustos mulatos mucho mayores que ella, pero menos diestros en las artes de la lucha. Devorada por sus ansías de masacre, fue yendo de uno a otro ayudando a sus amigos los chimpancés y a Motoba, que a punto de ser asesinada por la lanza de un porteador de aspecto mugriento de no ser por la intervención del animal. La lucha prosiguió furiosa y sin pausa, e inmersa en plena batalla no percibió que una sombra furtiva se iba deslizando lentamente hacia ella, por la espalda.

-¡¡MUERE, PERRA SARNOSA!!.

En el instante en que Finley estaba a punto de tirotearla, el joven Karon saltó detrás de ella y consiguió evitar la tragedia, siendo él mismo herido en un hombro. Sheena rodó por el suelo un par de veces para evitar los disparos, y cuando escuchó a Finley quedarse sin balas y recomponerse para descargar ella, altiva y amenazadora, se lanzó contra él, clavándole su cuchillo en el pecho. Tras el impacto inicial, Finley le dio un cabezazo e intentó abalanzarse contra ella para matarla, pero Sheena hizo gala de sus habilidades y volviendo a tomar posesión del cuchillo, que se había quedado en el pecho del traficante, lo hendió por encima de su cabeza una y otra vez, acribillándolo y quedando salpicada de sangre. Lo acuchilló hasta que, tomando conciencia de lo ocurrido, se levantó y fue a buscar al que faltaba. Solo rezó por encontrarlo vivo.

Mientras buscaba, un potente rugido captó su atención, confirmando la peor de las sospechas: él había aparecido. Bergui, el rey de la selva, el temible león, había captado el olor de la sangre y había acudido a participar de la masacre, ayudando a la causa de Sheena. Por orden de ésta, Bergui se cebó en los particularmente más fuertes, dejando los débiles para Tarco y los suyos. Los pocos que podían huir caían en manos de Motoba, en una encerrona perfecta en la que nadie del campamento saldría vivo, y a la vez que ayudaba a sus amigos, Sheena buscaba a su presa.

Un par de minutos después de seguir buscando, y en mitad de la maraña de figuras chillonas y danzantes, que era cada vez menor, lo encontró. Se escapaba lentamente arrastrándose por el suelo. Apenas podía distinguirlo, pero el contorno y la complexión le indicaban que era él, sin la menor duda. Cogiendo una de las lanzas que estaban clavadas en el suelo, la cogió firmemente con las dos manos y se acercó sigilosamente a él, hasta que lo tocó ligeramente con la punta de lanza, haciéndole saber que había dado con él.

-¡Arriba, quiero que te levantes!...¡¡AHORA MISMO-le gritó, al ver que se quedaba en el suelo-!!.

Robert Parker se levantó y vio a Sheena, desnuda, ensangrentada y tapada por la semi-oscuridad, mirándolo fijamente. Al estar él de pie, Sheena, incrédula, contempló lo último que en ese mismo momento podría haber pensado ver: ¡¡un alzacuellos!!.

-¡¡Tú!!...¿¡Tú eres!?...¿¿eres un sacerdote??...¿¿un cura, TÚ??...

-Soy el padre Robert Parker, de la misión de San Rafael. Un misionero.

Aquella declaración la dejó tan estupefacta que apenas podía concebirlo.

-¿¿Y tú te haces llamar "hombre santo"-le espetó después de reponerse del shock-??, ¿¿tú te consideras un enviado de Dios??, ¿¿tú, que has matado y asesinado a tantos??...

-Y a más, si hiciera falta-contestó de golpe-.

Sheena se quedó sin habla ante aquella declaración.

-Educar a los nativos, culturizarles, civilizarles…¡¡FALACIAS-prosiguió él-!!. ¡¡BLASFEMIAS!!, eso es lo que son. Los aborígenes son demonios, son emisarios del diablo. Herejes que manchan la tierra con la huella de sus pies.

-¡¡Son gente!!, ¡¡gente como yo, como usted y todos los demás!!.

-¡¡NO!!. No lo son, nunca lo serán.

-¿Es que ser diferentes les hace blasfemos?, ¿solo por eso lo son?.

-¡¡Y tú eres la peor de todos!!. ¡¡TÚ BLASFEMAS CON TU MERA PRESENCIA!!. ¡Una blanca en defensa de estos…andrajosos, de estas parodias de ser humano!.

-¿¡Y quien te crees que eres para condenarlos!?, ¿¡Con que autoridad te crees poder hacerlo!?.

-¡Por el poder de Dios nuestro Señor!. Liberamos a los herejes de sus penurias, y aquellos que no se someten, serán purificados por el fuego liberador.

-¿Purificados?, querrás decir asesinados, como los Kibuti, los masacrasteis a todos, ¿¿y por qué??, ¿porqué un dios lo dice??.

-¿¿Se llamaban así??. Ni lo sabía ni me importaba, solo eran blasfemos como tú. Lo he hecho durante años, ya desde Koba, y lo seguiré haciendo mucho después.

-¿¿Koba-preguntó sorprendida-??.

-Sí, Koba, el cerdo hechicero que trabó amistad con Cardwell Rivington. Una falacia que un alma noble como él se hiciera amigo de alguien como Koba. No podía permitirlo, tenía que morir, al igual que Koba y todos los suyos tiempo después.

-¿Tú mataste a Cardwell?, ¿¿tú??...cerdo, puerco miserableeee…¡¡RIVINGTON ERA MI PADRE!!...Y Koba, Koba fue mi maestro, mi mentor, él me hizo tal como soy…¿por qué?, ¿por qué los mataste?, ¿¿por tu fe, por qué lo decía tu religión??...

-¡¡ERA LA VOLUNTAD DE DIOOOOOOOSS-vociferó-!!...

-¡¡NOOOOO!!, ¡¡Es la tuya-rechinó entre dientes, fríamente-!!. ¡¡Es la tuya, miserable bastardo!!. ¡¡ASESINOOOOO!!...

Con los dientes apretados en una terrible mueca de furia y los ojos convertidos en dos llamas ardientes de odio, el corazón de Sheena clamaba derramar la sangre de aquel fanático, de aquel desalmado que tanto daño había causado a tanta gente.

-¡¡MUEREEEEEEEEE!!...

Cogiendo la lanza con firmeza y determinación, Sheena alzó la lanza por encima de su cabeza, dispuesta a dar el paso final. Y tras unos segundos, ¡CHAS!.

Durante un momento, el silencio. Luego, la incredulidad. Robert Parker abrió los ojos y vio que seguía vivo, pero con la lanza en su cuello, apretando hasta que salió un hilillo de sangre, sin llegar a atravesarlo. Al mirar a Sheena, se vio aterrorizado por la horrible mueca de odio que se dejaba entrever. Las manos le temblaban, era evidente que quería hacerlo, lo deseaba, y sin embargo algo en su mente frenó su mano en la última fracción de segundo. Ella no podía matar a ese hombre. De hacerlo, sería peor que él. Peor aún, sería como él.

-Tengo una buena y una mala noticia: la buena es que prometo que no te mataré…

Robert, incrédulo, intento incorporarse y huir cuanto más lejos de Sheena mejor, pero a pocos metros de correr, Bergui le cerró el paso, y al intentar ir en otra dirección, Motoba le cortó su huida.

-…la mala-prosiguió-, es que no vivirás para ver el amanecer.

-No, no puedes hacerme esto. ¡¡Soy un hombre de Dios, soy un siervo del Señor!!. No puedes dejarme aquí a mi suerte.

-Te he prometido que no te mataría y lo cumpliré, pero no he dicho nada sobre salvarte-replicó con frialdad-.

Robert pronto se vio rodeado por las criaturas de la selva, y antes de caer víctima de ellas, le oyó decir a Sheena, "muy lentamente". Para luego girarse e irse caminando.

-Alégrate-dijo por último sin volverse, dejándolo extrañado-. Dicen que Cristo sufrió en la cruz antes de morir para poder alcanzar el cielo. Considérate afortunado: tú vivirás lo mismo para alcanzar el infierno-replicó casi escupiendo las palabras-.

Según Sheena se calló y se fue lentamente, resonaban en sus oídos las súplicas de Robert una y otra vez hasta que las súplicas se convirtieron en gritos de dolor y agonía. Durante largos minutos(más de los que ella hubiera podido prever), escuchó los gritos de Robert mientras las bestias lo arañaban, desgarraban, mordían y golpeaban, hasta que, finalmente, se escuchó un último y largo alarido de dolor en la selva, para después hacerse el silencio. Sheena quiso mirar, lo deseaba, pero no lo hizo, no quería, no podía. De haberlo habría disfrutado, y de haber disfrutado, hubiera sido como Robert, algo que no se podía permitir. Mientras caminaba se alegraba de ver que las atrocidades del sacerdote Robert Parker habían terminado, pero le apenó ver lo tarde que había ocurrido eso, y recordando a los asesinados, Sheena no pudo si no llorar por ellos, triste por sus horribles muertes, pero alegre porqué eso ya no volvería a pasar.

Viendo su cuerpo manchado de sangre, Sheena se fue a un arroyo cercano y se limpió por completo en poco tiempo. Al ver que ya estaba limpia, así mismo se sintió purificada, libre del sentimiento de suciedad que Finley y Robert la habían inducido. Contenta, volvió al campamento, donde encontró a Tarco, Motoba y Bergui esperándola. Uno por uno les agradeció le ayuda brindada, siendo especialmente cariñosa con Motoba.

-Gracias preciosa, tú sí que eres una amiga.

Mientras le rascaba la cabeza la pantera se tumbó panza arriba en el suelo, para que Sheena le rascara el pecho y la panza. Ella lo hizo generosa, sin darse cuenta de que los gorilas, liderados por Tarco, se iban marchando lentamente. Éste último, a diferencia de sus compañeros, quedó mirando un rato más, para luego desaparecer.

-¿Quieres mimos eh?...Me has salvado la vida, te lo debo…gracias Motoba, te quiero mucho…

Los mimos y caricias consiguieron excitar al animal, que era justo lo que ella deseaba. Llena de confianza Sheena hizo descender su mano desde la panza hasta el forro, del cual despuntaba su verga con cierta lentitud. Su perseverancia dio su fruto y consiguió que Motoba quedase totalmente erecto. A pesar de hablar siempre con Motoba en términos de "ella", el animal era macho, y, lo que más le gustaba a ella, un macho muy bien dotado. En cuanto vio aquello despuntando, se agachó para acogerlo en su boca, procurando darle todo el cariño que necesitaba para que se mantuviese erguida. Con su mano derecha se tocaba para humedecerse, deseando llegar al ansiado momento de la unión.

-Eso es Motoba…quédate muy quieto…yo lo haré todo por ti…no te muevas…no te muevaaaaaaaaaaaaasss…

Lentamente se sentó sobre Motoba y fue empalándose con su pija hasta estar totalmente penetrada por él. El felino apenas se movió, dejando a la humana toda la labor. Si algo admiraba Sheena de la pantera, era su obediencia para con ella.

-Mmmmm sí…estupendo, es estupendoooo…

Moviéndose cada vez con más fuerzas, y procurando no causarle daño alguno a su amante, la reina de la jungla se entregaba totalmente a la fiera pantera, en aquellos momentos totalmente sumisa e inofensiva. Con cada cabalgada que acometía sentía como aquel miembro la perforaba hasta límites insospechados, haciéndola muy feliz, haciéndola sentir completa. En todo momento Motoba tan solo ronroneaba y se agitaba ligeramente en el suelo mientras Sheena, curvándose hacia la pantera, movía las caderas todo lo posible para sentir la tan fantástica herramienta dentro suyo.

Sin previo aviso, Sheena notó que algo pasaba detrás de ella, pues notó un peso, y comprendió demasiado tarde lo que había pasado: Bergui. En su entrega a Motoba se había olvidado del león y éste, en vez de irse tras hacer su tarea, se quedó a la espera de tener su oportunidad con la guardiana de la selva. Lo único que dio a Sheena una ligera alegría era que Bergui, al igual que Hazur, era un ejemplar joven al que le faltaba bastante para convertirse en adulto. De haberlo sido, podría haberla aplastado.

-¡¡Quieto Bergui!!...¡¡No, por ahí no so pillastre!!...¡¡Por ahí no la metas!!, ¡¡noooooooo!!...

Incapaz de evitarlo, la verga de Bergui consiguió hincársela por su orto, dilatado debido a las violaciones antes realizadas por Finley y Robert, encontrándose a sí misma atrapada entre dos de los más fieros felinos de la selva. Tenía a ambos gatazos perforándola por sus dos agujeros, haciéndola vivir una situación límite y totalmente sorprendente. Sorprendente por lo mucho que lo estaba disfrutando, a pesar de que la verga del león, a diferencia de la de la pantera, la bombeaba con tanta saña que un par de veces pensó que se la iba a sacar por la boca, de tal empalada que recibía.

-Aaaahh, aaaaaahh síiiiiiii…Vamos Bergui, vamos Motoba, dadme duro…vamos chicos, no paréis…seguid así, seguid asíiiiiiiiiiii…

Cumpliendo su orden, el joven león la continuó penetrando de tal modo que la hacía retorcerse en todas direcciones, consiguiendo que los meneos que recibía la hicieran penetrarse más rápido con el manubrio de la pantera. Atrapada por el raudal de sensaciones que la anegaban a cada segundo, Sheena casi no se podía creer que algo así pudiera disfrutarse de semejante manera. Solo de oír sus propios jadeos, fuertes, secos y que pedían mucho más de lo que estaban dándola, la hacía ver que la encantaba lo que le pasaba. No, le apasionaba.

-Sí mis gatitos…empaladme, empaladme vivaaaaaa…

Con la energía que les proporcionaba su naturaleza, tanto el uno como el otro le embatían dando rienda suelta a sus instintos. La amazona se dejaba hacer, permitiéndose a sí misma ser presa de la lujuria de ambos felinos. Todo su cuerpo estaba al rojo vivo, se sentía tremendamente acalorada y excitada, subiendo esa excitación cada vez más hasta que, entre salvajes estocadas y tras conseguir un ritmo común de penetración, Bergui y Motoba hicieron gozar a la reina de la jungla, que profirió incontenibles gritos de placer mientras sentía como ellos se venían dentro suyo.

-Aaaaaaaaaaaaaaah…aaaaah aaaaah…aay santo cielo…aaahh que satisfacción…necesito repetir…

Tras hacer que Bergui y Motoba salieran de ella, Sheena se dio la vuelta para que Bergui ahora la penetrara por delante. Quería…no, necesitaba imperiosamente sentir esa arrolladora fuerza penetrante en su cuca, dejando a la pantera su orto dilatado. Según se sentó sobre Motoba de espaldas a ésta, fue bajando hasta tener su pija bien acomodada entre sus glúteos, se abrió de piernas de par en par, señalando su sexo chorreante.

-Vamos Bergui…ahora lo quiero por delante…penétrame…

Cumpliendo sus órdenes, aunque antes estuvo unos segundos lamiendo los jugos de la rubia, Bergui se puso encima de ella y se la volvió a meter. La cara de Sheena se contrajo de dolor debido a la violencia con que había entrado, casi como si fuera una violación. De nuevo empalada por sus dos orificios, los tres volvieron a la faena. Para ella no había palabras que pudieran describir lo que estaba pasando, lo que estaba viviendo y la manera en que lo vivía. Era el paraíso, el mismísimo cielo. Ayudando al joven león, Sheena meneó ligeramente las caderas en dirección opuesta a éste, de manera que cuando ella hacía movimiento de sacar, ella retrocedía, y al meter, ella se acercaba, haciendo que las empaladas fueran más potentes y secas, como a ella le gustaba.

-Aah Bergui…Berguiiiiiiiiiiiii…vamos macho mío, empala a esta hembra, métela todaaaaaaaaa…

Cuanto más gritaba y chillaba de placer más la penetraban, más rápido sentía que se la estaban metiendo. Era esplendoroso, sexual, soberbio, lascivo, espectacular, ¡¡insuperableeee!!. Pantera y león se la beneficiaban y ella les permitía jugar con su cuerpo empalado, y jugaron y metieron hasta que nuevamente Bergui primero y Motoba un par de minutos después volvieron a correrse dentro de la defensora de la naturaleza, haciendo que en vez de un solo orgasmo tuviera unos cuantos de seguida.

-Oohh síii…¡¡SÍIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!...

Chillidos y alaridos de toda clase salieron de la garganta de Sheena hasta que por fin se hizo el silencio y ella quedó como muerta entre los felinos. Saliendo de ellos y tumbándose abierta de par en par, los felinos lamieron un poco su cuerpo para saborear sus jugos, y después de un hilillo de voz en que Sheena les dio las gracias, los dos se fueron dejándola allí tumbada, con el corazón latiéndole a mil y la sangre hirviéndole dentro del cuerpo. Había sido mejor de lo esperado. Girándose un poco buscó a Tarco cerca de ella, pero al no verlo intuyó lo que pasaba, y haciendo de tripas corazón se levantó, cogió la ropa que había dejado en la choza, volvió al río para volver a lavarse y después partió rauda hacia el hogar de Tarco y sus congéneres.

Su llegada fue irónica. Hacía casi 24 horas había acabado allí también para pasar la noche con Tarco, para celebrar su cumpleaños, que había sabido gracias a Bob Reynolds a mediodía, justo cuando se iba a otro poblado por unos días. Al saberlo, se había ido a ver a los mandriles, a los chimpancés, a los orangutanes y finalmente a los gorilas, dándose una señora orgía con cada una de las razas(y tomándose un tiempo para reponer fuerzas entre una visita y otra). Ahora volvía al hogar de Tarco, aunque por motivos diferentes. Buscando entre los que dormían, encontró a su amigo al pie de un árbol, despierto y casi vuelto de espaldas. Cariñosamente se acercó hacia él, sentándose a su lado e intentando a abrazarle, pero el gorila le desechó el abrazo.

-¿Qué pasa cariño?, ¿estás enfadado?...Que ocurre…dímelo…¿fue por Bergui y Motoba?...¿me viste con ellos?...lo siento mi amor…lo de Bergui fue de improviso, no lo esperaba, y Motoba me salvó la vida, igual que Karon…tenía que darles las gracias por ello…por favor Tarco, no te enfades…

El gorila refunfuñó varias veces y se volvió, resentido.

-No seas infantil Tarco…sabes que solo tengo ojos para ti…te quiero mucho cariño…lo sabes…no te enfades conmigo, que me pongo triste…vamos-susurraba con tono meloso-…mírame Tarco…estoy aquí, contigo…solo quiero estar contigo…

Sheena rodeó al gorila con el brazo derecho, y con la mano izquierda fue acariciando el pectoral del enorme mono. Éste fue volviéndose lentamente hacia ella, que seguía acariciándolo con mimo, bajando lentamente su mano hasta su entrepierna en busca del mayor tesoro que él ocultaba. Tarco le cogió la ropa y se la quitó sin mayores problemas, pudiendo contemplarla como vino al mundo. El simio la rodeó con sus brazos y ésta le permitió disfrutar de sus tetas, las cuales había tenido la noche anterior, y debido a lo mucho que disfrutó, ella quería volver a disfrutar de sus caricias.

El gorila tocó un poco los pechos de la amazona, jugando torpemente a acoger los pezones entre la yema de sus grandes dedos, pero acto seguido las apretó con fuerza y después la atrajo hacia él, pudiendo chuparlas con su boca. La enorme lengua del gorila fue pasando por los pezones de Sheena, saboreándolos y empapándolos de saliva con cada lametón. Ella no podía si no sentir en la gloria mientras Tarco la iba comiendo las tetas de una manera fantástica, y zafándose un poco de él, le dio un enorme beso de rosca que casi la dejó sin respiración. El animal volvió a comerle las tetas, y con la mano derecha bajó para hurgarla en su gruta, que pedía a gritos ser mimada.

-Mmmmmmm…suave…muy suave…asíiiiiii…

Los dedos del enorme simio la recorrían la sonrisa vertical de un lado a otro, a veces entrando uno para explorarla y ver si estaba mojada. Sheena arqueó un poco la espalda para que su amante pudiera devorarle mejor sus perolas, a la vez que abría las piernas todo lo posible para que los dedos la tocaran mejor. No tardó en humedecerse, cayendo un poco por los muslos, algo que le hizo ver a Tarco que su hembra ya estaba a punto. Dejó de abrazarla y Sheena palpó aquella palpitante tranca, que sin decir nada se llevó a la boca para degustarla y que adquiriese todo el esplendor que ella deseaba. Lo hizo fervorosamente durante un buen rato, disfrutando a cada segundo de su tacto, de su sabor. Acto seguido, y haciendo que Tarco se recostara un poco sobre el árbol que tenían al lado, Sheena se sentó en su regazo, y bajó hasta quedar empalada por él.

-MMMMMMMMM SÍIIIIIIIIIIIIIIIII…

Apoyando las manos en los hombros del gorila, quien puso sus manos en el trasero de ella, Sheena se puso a cabalgar al animal, haciéndolo lentamente al principio pero después con algo más de energía. Sheena se encontraba perdida en un océano de amor: aquello no era una simple polla, era un señor pollón de padre y señor mío y la estaba haciendo ver las estrellas con cada estocada que se procurada dar, subiendo y bajando como si estuviera montando a caballo. En mitad del estupendo polvo Sheena notó unas manos más diminutas por su espalda, y cuando se giró, vio que era el juguetón de Karon, aunque esta vez no parecía querer simplemente jugar.

-Mmmmmmm Karon, mi pequeñín…¿¿tú también quieres jugar conmigo?, ¿te gustaría?...sí, claro que quieres…vamos pillín, móntame por detrás…vamos Tarco, déjale montarme…él también me salvó la vida…se lo debo…se lo ha ganado…

El gran mono apenas gruñó, tan solo hizo un mínimo gesto como asintiendo la proposición de Sheena. Ésta, sonriente y feliz, se volvió hacia Karon y asintió con la cabeza. El pequeño gorila se puso detrás de ella restregando su rabo contra sus nalgas, como diciéndola lo que le estaba por venir. Sheena se excitó al sentir aquella polla joven y viril rozándose entre sus nalgas mientras la otra la tenía bien acomodada en su pucha. Luego, cogiéndola de la cintura, el simio se apretó y apretó para poder enchufársela por el orto, pudiendo hacerlo tras un esfuerzo moderado. Estando penetrada doblemente, tal y como antes lo estuvo por Bergui y Motoba, Sheena no pudo más que lanzar un largo suspiro de placer. Nada había mejor para ella que cuando la tenían doblemente penetrada.

-Oooooh Karonnnnnnnnn…dame duro, dameeeeeeeeee...

Ambos simios se pusieron a endiñarla a ritmos diferentes, lo que tenía a Sheena totalmente conmocionada, sin tener un segundo de respiro. Cuando entraba una salía la otra y viceversa, dándole la impresión de que más de vergas se trataban de enormes garrotes que la estuvieran apaleando. Las sacudidas que recibía de Tarco y Karon la tenían caliente como la lava de un volcán, como un caluroso día de verano. Sheena se movía de arriba abajo ayudando a sus dos amores a penetrarla con más fuerza, con más ganas, implorando a gritos llegar al desgarrador clímax. El ímpetu de ambos simios combinados con el que la amazona tuvo su recompensa, culminando el trío con unos espectaculares chillidos por parte de todos.

Con el cuerpo cansado pero todavía pidiéndole guerra, Sheena, después de reposar unos minutos en el pecho de Tarco, se quedó mirando a éste, mientras Karon aún seguía detrás de ella.

-¿Quieres que te dé mi tesoro?, ¿lo deseas?...claro que sí…es todo para ti…sólo tú me lo haces gozar tanto…siempre será para ti Tarco…

Saliéndose de los dos, Sheena se limitó a darse la vuelta, teniendo esta vez a Tarco de espaldas y a Karon de frente.

-Y tú Karon, mira como estoy…vamos, disfrútame por delante…quiero sentir esa fuerza aquí dentro-le dijo toqueteándose la vulva-…

Después de dejar que Tarco la penetrara por el orto, el cual, aún a pesar del repaso anterior, le costó que entrase, Karon hizo lo propio por delante para dar la que sería la última maratón sexual de la noche. El enorme simio se agarró con fuerza a las perolas de la rubia guerra y se las estrujó con fuerza mientras Karon, con gesto torcido, la acometía con envidiable ritmo peleón. Sheena no se podía creer la actividad tan descomunal que estaba teniendo, en dos días se la habían cepillado más que en meses y cada siempre mejor que la anterior. Tener a Tarco y Karon se aquella manera, perforándola con saña y amor a pleno poder era un momento fantástico que la hacía conmoverse de arriba abajo. Su corazón clamaba por que ese instante durara siempre.

-Vamos Tarco, vamos Karon…solo un poco más, solo un poco más…quiero gozar de nuevo, lo quiero todo, todoooooooo…folladme así, asíiiiiiiiiii…dadme duro, partidme en doooooooooooss…

Lo que la anterior vez no habían conseguido, ésta vez lo lograron: los dos gorilas pudieron alcanzar un ritmo común de penetración, pero éstas pasaron de ser rápidas y ligeras a más fuertes y secas, como si en verdad quisieran partirla en dos. Las ganas que le echaban a penetrarla hacía que Sheena se sintiera orgullosa de ellos, del amor que le tenían y lo mucho que ella los quería también. Apretando los dientes Sheena soportó lo mejor que pudo la gran estaca de Tarco, que casi la estaba desgarrando el ano con su tamaño, aunque por suerte no fue así, debido a los que antes se la habían beneficiado por el mismo sitio.

-Estoy a punto…casi me llega, casiiiiiii…solo un poco máaaaaaaaaas…venga, un poco máaaaaaaaaaaaaas…

Las sensaciones de Sheena aumentaban por segundos, la tanda de orgasmos que había tenido a lo largo del día había sido enorme, y lo increíble era que aún tuviera ánimos para encarar otro más. Su líbido estaba por las nubes, se encontraba berrionda perdida y solo quería sexo y más sexo, tenía unas ganas enormes de gozar. Solo faltaba otro, solo otro orgasmo más y estaría realizada, solo otro máaaaaaaaaaaasss…

-Aaaaaaaaaaaaaahhh…me corroooooooooooo…sí síiiiiiiiii me corroooooooooooooo…

Dando los últimos empujones los tres gozaron como locos. A pesar de lo escocida que estaba en la entrepierna, se encontraba mejor que nunca. Segundos después Karon se fue para dejarlos solos.

-Te quiero Tarco…te quiero mucho…

Sheena se abrazó a él y lo besó cariñosamente. Luego pensó en Robert Parker, en su padre, en los Kibuti, en todo lo que hizo. Se sintió estupenda por lo ocurrido, contenta por el bien que había hecho, sonrió feliz, y se durmió enseguida…

FIN

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La historia de Mary Kay Letourneau

La vida secreta de Hermione Granger

Saúl, el semental que me desvirgó a mi también

Saúl, el semental que me desvirgó

La isabel

Juntos para siempre

Gabi, mi dulce amante peruana

Secretitos: Alicia en el jardin de las delicias

Raquel: entre la realidad y la fantasía

El pony que se folló a mamá

Mi adorado Sr. Sebastian

Mi dulce quiosquera: Un placer sin igual

Mi dulce quiosquera: Otra sorpresa

Mi dulce quiosquera: Inesperada petición

Mi dulce quiosquera: El deseo hecho realidad

Mi dulce quiosquera: Agradable sorpresa

Gemma, mi profesora particular

La dependienta: mi 1º vez con (toda) una mujer

Cynthia: lección de una anatomía precoz

Joyce

En el metro de japón

De cena con mi prima... y alguien más

De cena con mi prima