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El Inmortal

en Hetero: Primera vez

EL INMORTAL

Me hallaba sumida en mis pensamientos, dentro de aquel bus atestado de gente, cuando lo vi primera vez. Aunque no me pareció un chico especialmente atractivo, lo cierto es que vi algo en él extrañamente familiar: ojos castaños misteriosos, de mirada intensa y distante, como si me observasen desde el otro lado del universo, pelo negro y tez algo marmórea, pero aún así de buen color. Recuerdo que parecía como extrañado de verme, noté en él esa expresión de sorpresa, como si en aquel viaje a través de la ciudad no contara con encontrarme allí. No pude evitar sentir cierta atracción hacia él, aún cuando no era mi tipo de chico. Había cierto nerviosismo en él, cierta agitación e inquietud, podía notarse en su mirada, que iba en todas direcciones. Cuando el bus se detuvo en una parada él se quiso bajar en el acto, pero con tanta gente le resultó difícil. Dado que aquella era también mi parada, al final terminamos uno al lado del otro entre el tropel de personas, y de ese modo pude hablar con él.

-¡Oye-le llamé-!, perdona pero he visto como me mirabas, ¿nos conocemos?.

-No-negó en el acto-. Lo siento, creo que te equivocas.

-¿De veras?, pues me suenas familiar, ¿nos hemos visto en algún sitio?.

Se puso mucho más nervioso, parecía que quería evitar algo.

-Tengo una cara muy común, seguro que me confundes con otro. Lo siento, pero tengo prisa y sitios donde ir. Adiós.

-¡EH-lo frené ante aquella brusquedad-!. ¡No hace falta ser grosero!.

-¿Puedes hacerme un favor-preguntó de golpe, acercándose tanto a mí que casi podría darme un beso en los labios-?, ¡aléjate de mí tanto como puedas!.

-¿Y si no quiero?.

-Entonces morirás. Solo tienes una vida: si no quieres perderla, vete a casa.

Me dejó de un pasmo de narices. No sabía si aquello era una amenaza o un aviso por su parte, pero el hecho es que quedé allí petrificada, mientras él iba desapareciendo entre la multitud. Antes de darme cuenta, se había ido. Había sido un encuentro fugaz y el más extraño de toda mi vida, pero algo me decía que no sería el primero. Llamadlo instinto, intuición, me da igual, el hecho es que sentía en mi misma alma que el extraño chico que me había intentado intimidar volvería a aparecer en mi vida. Hubo un par de detalles que me llamaron la atención de aquel encuentro, aunque en su momento no les di importancia: 1º, su acento…que no tenía. Era imposible saber de donde era, su tono de voz era del todo aséptico, sin tics ni dejes propios de cualquier región del mundo; y 2º, cierto halo de…no sé, enigma, o misterio, que había entorno a él. No era como los demás, se le notaba que algo en él lo hacía distinto. ¿Habría sido eso lo me atrajo de él?.

Durante un par de días pensé en aquel encuentro con mucha asiduidad, pero la vida sigue y la gente con ella, de manera que volví a mis asuntos y me desprendí de ese recuerdo para cambiarlo por mis quehaceres cotidianos…y justo cuando ya lo tenía muy lejos de mis pensamientos, el extraño chico volvió a aparecer. En esta ocasión mi chico de ojos misteriosos se me apareció no en el bus, si no que me lo crucé en un parque de la ciudad, cerca de la casa de mi tío, a quien acudía a visitar.

-¡EH, CHICO RARO!. ¿Dónde te crees que vas?.

-Lejos de ti, ¿te parece bien-me espetó cortante-?, pues si no te gusta te aguantas.

-¡La madre que te parió-y él quedó cortado. No esperaba tal reacción mía-!. ¿Se puede saber que diablos te he hecho para que me trates de este modo?.

-Eso no es asunto tuyo. Ahora hazme un favor, cómprate un bosque y piérdete. No quiero tenerte cerca de mí, me das asco.

Intentó largarse, pero yo no soy la clase de chicas que las insultan y se quedan traumatizadas. En lugar de eso, le cogí del brazo y le sacudí una buena bofetada a modo de reprimenda para que me hablara en mejor modo.

-¡No vuelvas a hablarme en ese tono-le reproché-!. Ni se te ocurra.

El chico se quedó conmocionado, aunque más de lo que me pareció a mí. Quedó como en estado en shock, como si llevara tiempo sin recordar el ser golpeado…aunque quizá era una impresión mía.

-Ah, ¡y para que te enteres!: no me gusta que me hablen citándome frases de películas. ¿O crees que no me di cuenta de que la otra vez plagiaste descaradamente la película de Los Inmortales?. Un poco de originalidad, por favor.

-Vaya, eres lista-se sorprendió-, esperaba que no la supieras. De cualquier manera es una buena frase, pensé que serviría para alejarte de mí.

Emitió un suspiro, y esta vez sí que lo tenía seguro que era de melancolía, como si no pudiera evitar nuestro encuentro y se resignara a tal destino.

-¿Quién eres tú-le pregunté-?, ¿y porqué te empeñas en alejarme de ti?.

-Soy solo un fantasma del pasado…lo otro es mejor que no lo sepas. Créeme, no te conviene estar a mi lado. Si te alejas, vivirás más.

Aquel tono críptico me exasperaba, pero lo cierto es que Chico Raro, como ya le había quedado el nombre, tenía algo…no sé que era, pero me gustaba. Quizá su cuerpo, o su cara (sus modales desde luego que no), o algo en sus ojos, ese no–se–qué que hace que a una chica le tiemble el corazón al ver a un chico especial.

-¿Y si me acerco?.

-¿Tienes cera en los oídos?. Ya te lo dije la otra vez: si te acercas morirás.

Ahora sí que lo intuí muy bien: no era una amenaza, no era como si él fuese a matarme…¿pero entonces porqué insistía con aquello?, ¿a que venía tanta fatalidad?.

-Pues prepara mi ataúd: no pienso alejarme de ti solo porqué tú lo digas. Soy de natural curiosa, me encantan los misterios y lo extraño….y tú eres muy extraño-le dije en susurros acercándome a él-.

Chico Raro me miró como quien mira a una víctima de accidente. Estaba dolido, realmente dolido…y yo estaba intrigadísima.

-No sé que pasa por tu cabeza-me dijo con suavidad-, pero sea lo que sea, mejor será que lo olvides.

De pronto se quedó mudo, ausente, como si he hubiera ido muy lejos. Me sentía atravesada por aquellos ojos que miraban al vacío, a la nada.

-¿Conoces el parque que hay a las afueras, rumbo a las montañas-y asentí con la cabeza-?. Reúnete allí conmigo este domingo a las cinco de la tarde.

-¿Reunirnos-pregunté según él se volvió para irse-?, ¿¡PARA QUÉ!?.

-Para que sepas-me dijo en la distancia-.

Faltaban seis días, y yo ya estaba contando las horas.

…

Aquel domingo en que me cité con él fui con el corazón en vilo, haciéndome mil y una preguntas. ¿Qué iría a contarme?, ¿qué sería?, él quería que supiera algo, ¿pero qué?. Sumida en mis pensamientos me lo encontré donde él había dicho, en el parque que limitaba la ciudad por el norte, donde empezaban las colinas que luego se convertían en montañas. Él estaba allí, sentado en un columpio con actitud tranquila. A la semi oscuridad de aquella tarde, hubiera jurado que más que un ser humano, era un fantasma el que me esperaba. Me senté en el columpio contiguo.

-Dijiste "el siguiente domingo". Aquí me tienes.

Chico Raro me miró, y dio un suspiro. Luego miró hacia la ciudad, la que podía observarse casi toda desde la ventajosa posición que ocupábamos.

-¿Qué sabes de la mitología griega?.

-Un poco-contesté-, siempre me ha gustado mucho. ¿Por qué?.

-Voy a contarte una historia, una que nadie conoce…excepto yo.

-Oye, se supone que tienes que contarme porqué quieres alejarte de mí, no me vengas con historietas de medio pelo.

-Tú has querido saber la verdad si no recuerdo mal, permíteme que te la cuente a mi manera, ¿te parece?.

Vi en él cierta vehemencia y humildad, y una extraña tristeza que pugnaba por salir a través de aquellos ojos. Asentí con la cabeza y allí, en mitad de aquel desértico parque infantil, me dispuse a escuchar lo que Chico Raro tenía que decirme.

-Esta historia comienza con la primera Olimpiada de la historia, que se celebró en el 776 antes de Cristo. Ífitos, rey de Elis, decidió por consejo del Oráculo de Delfos reinstaurar los Juegos Olímpicos para salvar a todo su pueblo de las enfermedades y el hambre tras las guerras sufridas. Ífitos tenía una hija, Metilina, a la que había prometido dar en matrimonio a su principal general, Stavros, como premio por la victoria ganada tras la batalla en la Guerra de Leuca, pero el general ya era un hombre mayor, curtido en la batalla y rudo de carácter y Metilina prefería a uno de los sirvientes de palacio, un joven atlético de nombre Iolaus, que la pretendía en secreto. Ésta, en un intento por librarse de Stavros, convenció a su padre de entregarla como dote al ganador de los juegos, y cuando Ífitos los inauguró prometió la mano de su hija a quien fuera el mejor de todos los hombres. Aunque Stavros era mayor también era ágil y fuerte, y se apuntó para así poder desposarla. Iolaus también lo hizo, y sorprendió a todos por su fuerza y destreza…ignorante del odio y celos que había despertado en el general de Elis…

Su historia, hipnótica, me evocó una especie de pseudo recuerdo en mi memoria como si hubiera estado allí para verlo. Casi podía ver las togas que vestían aquellos hombres de antaño, las antiguas ciudades griegas con sus imponentes columnas y edificios, las mujeres con diademas y sandalias y los poetas y trovadores contando mil y una historias sobre los cortejos de los dioses con los mortales y las aventuras de héroes de nombre aún recordados.

-…Metilina, a espaldas de su padre, había ido en secreto como espectadora a ver los Juegos camuflada como un hombre en su deseo ver ganar al joven Iolaus, pero el general no se iba a dejar ganar tan fácilmente, y temiendo que la princesa fuera con aquel rival, urdió un plan para que, si él no pudiera tenerla, nadie la tuviera: rivalizó con Iolaus en todas las categorías retándole a llegar más lejos…y cuando los dos fueron a lanzar la jabalina, Stavros lanzó la jabalina tan lejos que cayó entre dos espectadores del estadio, desafiando a Iolaus a que si tenía tanta puntería como presumía hiciera que su jabalina partiera la de él en dos, por la mitad…Cegado por el orgullo Iolaus aceptó, pero Stavros fingió estornudar en el momento de lanzarla y lo desconcentró, haciendo que la jabalina saliera desviada…y asesinase a un joven que asistía a ver los Juegos al lado de la jabalina de Stavros: la propia Metilina disfrazada.

Me llevé la mano a la boca, sobrecogida por la sorpresa. Chico Raro hizo una pausa dramática para retomar el aliento. Mi mente se sacudió por el horror que tenía que suponer para un hombre matar por accidente a la mujer que amaba.

-…Cuando cayó su disfraz y se supo que la princesa había muerto Stavros lanzó las culpas sobre Iolaus, que defendió su inocencia acusando al propio general de ser el ardid del complot para matarla engañándolo a él, para impedir que otro hombre pudiera tomarla. El rey, apesadumbrado por la muerte de su única hija, mandó al joven Iolaus a la prisión a la espera de determinar su destino, en tanto que gracias al testimonio de los que aquí estaban, se supo que Stavros había sido el inductor. Ífitos lo condenó a vivir en la inmundicia cortándole los pies y las manos, que fueron guardados como trofeo por el propio Ífitos…Iolaus, aunque no lo había hecho a propósito, había sido el causante del crimen y también debía pagar. Enviado a Delfos, Iolaus pidió a los dioses clemencia: les suplicó para que devolvieran a la vida a su amada para poder pedirle perdón por su asesinato, jurando no descansar jamás hasta conseguirlo, entregando su propia alma a cambio como muestra de arrepentimiento con la condición de no recuperarla hasta que hubiera expiado su culpa. El Oráculo le concedió su deseo, pero al mismo tiempo lanzó un maleficio sobre él: "Que la maldición de Eros caiga sobre tu corazón no dejando que tu corazón ame jamás a otra mujer y no permitiéndote conocer el contacto de otra que no sea ella". El Oráculo castigó a Iolaus a revivir la misma tragedia una y otra vez hasta que "la palabra inmortal" lo liberara, cambiando las tornas…hasta que no supiera cual es, no habría fin para su sufrimiento, ni regreso para su alma hasta que el cielo azul y despejado llorara por él…

Nunca he sido muy ducha en mitología griega y por tanto no me conocía todos sus mitos y leyendas. Cuando acabó su historia, podía notar en él como una especie de alivio, como si llevara mucho callando aquella historia.

-Es realmente triste pero….¿que tiene que ver eso con nosotros dos?

Chico Raro se me quedó mirando con esos ojos profundos, como si con ellos pretendiera decirme algo que no alcanzaba a entender.

-¿Aún no lo entendiste-y negué con la cabeza-?...Yo soy Iolaus.

Me quedé mirándole absorta, con los ojos abiertos de par en par y de arriba abajo. No sé que reacción hubiera tenido otra chica en mi lugar, pero mi primer instinto, aparte del escepticismo y la incredulidad, fue pensar que se estaba riendo de mí.

-Ya, claro-sonreí-…y me estás diciendo que llevas en este mundo desde hace unos 2000 años, más o menos.

-En realidad son unos 2800 años, el calendario romano que lleváis usando desde hace milenio y medio no está del todo ajustado, pero sí, eso intento decirte.

-Y esperas que te crea, así sin más, sin ninguna prueba.

-Si quieres pruebas, aquí tengo la mejor que puedo darte-comentó indiferente-.

Cuando llevó la mano a sus pantalones pensé que se los iba a quitar y que todo iba a ser al final una estratagema para violarme, pero no, de su bolsillo derecho sacó una navaja de mariposa y antes de que pudiera hacer nada, se la clavó en su muñeca izquierda y se hizo un tajo desde la muñeca al codo. Tan solo atiné a gritar un largo "no" antes de ver como se abrió el brazo, para justo después, ser víctima de una enorme alucinación (tuvo que serlo, obviamente): antes de que la primera gota de sangre tocara al suelo, la tremenda herida que se había abierto en el antebrazo comenzó a cerrar a un ritmo increíble, y antes de darme cuenta no había ni sangre ni herida, ni tan siquiera una cicatriz. Nada, como si no hubiera sucedido.

-Eso es imposible-dije entrecortadamente, presa de un fuerte shock-.

-¿Quieres que lo repita?, no me cuesta nada, no me duele.

-¡NO-se lo prohibí-!. No vuelvas a hacerlo.

Me quedé mirándolo con extrañeza. Su historia era disparatada, absurda. Nadie podía vivir 2000ypico años así por las buenas. Los mitos eran eso, mitos…¿entonces porqué él estaba tan absolutamente convencido de que aquella historia era verdad?, ¿no sería que a lo mejor Chico Raro era un paciente fugado de algún sanatorio mental?.

-Suponiendo que tu historia fuera cierta (no digo que lo sea), ¿cómo sabes que soy yo?, ¿cómo puedes estar seguro de que yo soy una futura reencarnación de tu amor perdido?. ¿Esto va así, me encuentras por las buenas y ya está?.

Chico Raro se rió como si yo hubiera dicho un disparate. Entonces comprendí la perfecta definición del "sarcasmo".

-Esto no funciona así, querida. No soy yo quien te encuentra: eres tú quien me encuentra a mí…por mucho que yo haya puesto tierra de por medio para impedirlo. Has dado conmigo a lo largo y ancho del globo: me encontraste durante las Guerras Púnicas, en la Caída del Imperio Romano, en la destrucción de la Biblioteca de Alejandría y un poco antes en la fundación del Cristianismo…Nos vimos durante la Quema de Brujas de la Santa Inquisición, y durante las Cruzadas…Te perdí incluso tras el descubrimiento de América, donde te me apareciste como una mujer miembro de una tribu indígena…Te vi como mujer de clase alta del Renacimiento, durante la Revolución Francesa y la toma de la bastilla, en la llegada de la Revolución Industrial y como enfermera en la Gran Guerra, antes de que se rebautizarla como la Primera Guerra Mundial cuando llegó la Segunda…la última vez que me encontraste eras una hippie en pleno San Francisco que iba predicando el amor libre-entonces se rió-…¿sabes que una vez que nos vimos eras una novicia en un convento de Escocia, allá por el 1327? Lo gracioso es que yo era tu superior: creí que siendo sacerdote quizá me librase de mi maldición…

Me estremecí al escuchar aquel monólogo, por lo que decía, si no por cómo lo decía. Le salía de natural, como si en efecto fuera verdad y a mí no me quedara otro remedio que creérmelo.

-No te puedo creer-negué con la cabeza-…Además-recordé-, ¿no hay ya otro "Iolaus" en la mitología griega?, uno que era compañero de Hércules, creo recordar…

-¡No fastidies-se sorprendió-!, ¿me recuerdas de ir con Hércules?, pero si eso no fue nada del otro mundo, solo le ayudé a matar a la Hidra de Lerna, nada más…por ir quemando cabezas de serpiente no me parece digno de pasar a los anales de historia-se quejó, ligeramente molesto-.

-Entonces….¿me estás diciendo que eres el mismo?.

-Claro que lo soy. Es más, al volver de matar a la Hidra fue cuando competí en las primeras Olimpiadas….y donde hallé mi maldición…

-Muy bien, supongamos que te creo…¿qué te hace pensar que soy Metilina?. Dices que ella siempre va a ti…¿cómo sabes si es ella?, ¿cómo la distingues?.

-Solo cuando ella está a mi lado mi corazón late. Literalmente hablando-asintió con la cabeza-. Solo cuando ella se acerca vuelvo a tener pulso…solo cuando estoy con ella recupero un poco de mi alma perdida…y por cierto, no era compañero de Hércules si no su sobrino, hijo de su hermano Íficles.

-Eres un tramposo: si me acerco a tomarte el pulso podré sentirlo, lo mismo que tus latidos…y lo de ser sobrino de Hércules ya me parece el colmo de lo absurdo.

-Si quieres pruebas, llama a algún amigo y aléjate tan solo diez pasos de mí, y ya verás como tu amigo te confirma que en mi pecho no hay corazón que lata, ni en mis muñecas un pulso que se pueda tomar. Adelante, vamos, no me importa.

Me asusté de verdad. No por sus disparates, si no por su convencimiento de ellos. Realmente se creía su historia.

-Así que inmortal…pues si es verdad lo que dices, imagino que habrás contado esto una infinidad de veces…¿qué tal reaccioné en las otras vidas?, ¿cómo me lo tomé?.

-Pues de ninguna de las maneras: jamás te lo había contado hasta ahora.

-¿Nunca?, ¿por qué?.

Iolaus…perdón, "Chico Raro", miró hacia el suelo, apesadumbrado.

-Porqué cuando supliqué a los dioses que te devolvieran a la vida pensé que tu alma volvería desde el Hades, pero eso no pasó, y vagué como un fantasma durante 21 años hasta que, en las tierras de Esparta, reapareciste. Volví a enamorarme de ti y pensé que los dioses al fin habían atendido mi súplica, pero antes de un año, te perdí: moriste durante una pelea con otro pretendiente que tenías, el cual te mató por accidente. Tardé 150 años en comprenderlo: estaba destinado, cada 21 años, a reencontrarme contigo solo para perderte después, así hasta que lograra impedirlo…Me pasé las 500 primeras veces intentando evitar tu muerte a toda costa, y fracasé en todas; todas las artimañas del mundo para mantenerte con vida…y ninguna funcionó…

-¿Por qué cada 21 años, y no 30 ó 40?.

-Porqué es la edad que tenías entonces, la que tienes ahora…Siempre tienes 21 años cuando me encuentras…siempre esos bellos 21 años…

Me sorprendió que supiera mi edad con tanta precisión…y por loco que parecía, estaba empezando a creerle aquel delirio. Si su intención era conquistarme, ¿acaso no había medios mejores que ese, sabiendo que podía tomarle por un loco peligroso?.

-¿Y que te ha hecho contármelo "esta vez"?, ¿qué tiene esta vez que no tenga ninguna de las anteriores?.

-¿Con sinceridad-y asentí con la cabeza-?...Pues que ya no tengo estratagemas ni artimañas…Por una vez, y solo por una vez, he decidido ir con la verdad por delante…Aún a sabiendas de que no me creerías…

-¿NO?, ¿en serio-ironicé burlándome-?. ¿En que lo notas?.

-Déjate de sarcasmos, no me gustan-negó con la cabeza-.

-Lo siento-me disculpé viendo su gesto algo enfadado-…y dime una última cosa, así de curiosidad…¿y cuando se te quite esa maldición, que va a pasar?, ¿lo sabes?.

-No lo sé-contestó con un arranque de sinceridad brutal-. Lo más probable es que me vuelva mortal, y que pueda recomenzar a vivir como uno más…o a lo mejor la edad me da alcance y tras más de 2800 años vivo, me convierta en polvo en un par de segundos…Esa idea me ha reconfortado durante siglos…

Me giré y le miré con los ojos abiertos al máximo. Iolaus entendió lo que le preguntaba sin palabras.

-Los que dicen querer vivir para siempre no saben de qué hablan-me dio por toda respuesta-. Morir, por mucho miedo que inspire, es una liberación.

Vi en él un sentimiento de tristeza y alivio cuando habló así, como si estuviera a la espera de librarse de una pesada carga que llevara demasiado tiempo sobre sus hombros (¿la supuesta "inmortalidad" de la que hablaba?).

-Pues creo que solo me queda una pregunta que hacerte-y él me miró esperando eso mismo-: "¿y ahora qué?".

Iolaus, que hasta ese momento había estado sentado sin moverse del columpio (yo había estado algo más inquieta, sentándome y levantándome sin parar), se levantó y se pasó la mano por el pelo y la ropa, para quedárseme mirando.

-Pues muy sencillo…voy a hacer lo único que nunca hice: huir.

-¿¡Qué!?.

-Te dije que las primeras 500 veces que te vi intenté evitar tu muerte por todos los medios…En todas ellas nunca te dije nada, solo volvía a estar contigo como si fuera la primera vez, pero siempre morías…y tampoco te he dicho ahora que el resto de veces intenté alejarme de ti pero al final mi deseo por estar a tu lado me podía…el deseo me vence siempre…pero no esta vez: esta vez pienso huir lo más lejos posible, solo así sé que podré evitarlo…

-¡Espera!, ¿me sueltas todo esto y ahora me dices que te largas?.

-Esta vez no pienso acercarme a ti. Tengo que alejarme de ti, tengo que huir, y cuanto más lejos mejor. No quiero que mueras esta vez.

-¡NO, ESPERA…!.

Antes de poder detenerle comenzó a correr rumbo a la ciudad, y negada a dejar que se fuera de rositas, corrí tras él. Era evidente que estaba loco y que necesitaba mi ayuda. De alguna manera, en su escasa lucidez, me vio como una posible salida para así curarse. Sé que me estaba pidiendo ayuda, y yo no se la iba a negar. Iniciando una feroz persecución por las calles, me sorprendió la capacidad de aguante que tenía, parecía que no se cansaba nunca (¿quizá por ser inmortal?).

-¡No me sigas-me gritó una de las pocas veces que andábamos cerca-!. ¡Aléjate de mí, no te acerques!, ¡largo!.

-¡No pienso dejarte marchar!, ¡estás enfermo y necesitas ayuda!, ¡deja que te ayude a salir de esta!.

-¡NOOOO!.

Tras varios minutos de persecución en que las fuerzas comenzaban a fallarme, me detuve para recobrar el aliento…sin darme cuenta, en mi despiste, en que estaba en medio de una carretera llena de tráfico. El sonido de la bocina de un camión de gran tonelaje precipitó las cosas: venía hacia mí, incapaz de parar. Iba a arrollarme.

-¡IOLAUS!.

-¡¡METILINA, NOOOOOOOOOO!!...

¿Nunca ha pasado que el miedo te paraliza y no te puedes ni mover?. Pues así me pasó a mí, veía al camión pero sentía mis piernas ancladas al suelo. Iolaus, viendo lo que iba a pasar, corrió para intentar salvarme. Recordando su historia, supe que jamás llegaría a tiempo. Iba a morir. Iba a morir allí mismo, no dentro de un mes o de varios años, iba a ser ahora. "Adiós Iolaus, hasta nuestro próximo encuentro", recuerdo que pensé. Cerré los ojos esperando el fin, y noté como algo me empujaba…pero no de frente, si no de lateral. Fue todo como a cámara lenta: vi a Iolaus junto a mí, sacándome de la carretera de un empujón, y mientras reculaba hacia atrás, vi en sus ojos un alivio que no sabría describir, como si esperase el fin y le hubiera llegado. Incluso, durante una fracción de segundo, me pareció escucharle decir "gracias"…justo antes de que el camión le impactara de lleno y lo lanzará por los aires a varios metros de distancia. El impacto fue brutal, y aunque la gente gritaba, yo apenas podía oír nada. Solo podía ver aquel cuerpo volando por el aire antes de estrellarse contra el suelo. Cayendo al suelo, me hice un poco de daño en los brazos y me levanté como pude para ir hasta donde mi salvador estaba, rodeado de gente que, como estatuas, se limitaban a mirar sin hacer nada por él. Cayendo a sus pies le acogí en mis brazos.

-Iolaus….háblame Chico Raro….dime algo maldita sea-dije presa del horror-…

-Estás viva…te he salvado…No puedo creerlo, lo conseguí-y una lágrima se le resbaló por la mejilla-…Era eso…Esa era la palabra-dijo mirando al vacío-…

-¿Qué?, ¿la sabes?, ¿sabes cual era la palabra?...¡Dímela!, ¡dime cual era, por favor!...¡DÍMELA-le abofeteé intentando que no cerrara los ojos-!...

Iolaus me miró, sonriendo como buenamente podía.

-La verdad-exhaló-…Esa era la palabra: la verdad. Solo tenía que ser sincero, que decírtelo sin trucos…sin artimañas…con la misma honradez con la que defendí mi inocencia cuando me acusaron…Era la verdad…

Le noté agonizar. Tosía y se convulsionaba, estaba al borde de la muerte. Yo no podía creerlo. ¿Acaso al lograr salvarme su inmortalidad había desaparecido?. Y en ese momento, por increíble que pareciera, me escuché rezar. Yo, atea por convicción, oraba:

-Por favor no…no le dejes morir…a él no…sálvalo…oh dios mío, sálvalo…no le dejes morir…no…

Le cogí de los hombros mientras sus espaldas reposaban en mi regazo. Inclinada sobre él, la pena me pudo y lloré. Mis lágrimas cayeron sobre él…y entonces ocurrió lo imposible: un fuerte temblor nos sacudió a todos, pero principalmente a Iolaus. Todos los presentes nos agitamos como si se produjera un terremoto (aunque no estoy segura que el suelo temblara bajo los pies), y para colmo de lo absurdo, juraría, no lo tengo muy claro, que en ese momento sentí una fuerte impresión…como si algo cayera desde el mismísimo cielo, y por una fracción de segundo pensé "¿sería su alma volviendo a su cuerpo desde el Más Allá?". Fuera como fuera el caso es que Iolaus, al cabo de varios segundos, se incorporó con una expresión de horror y sorpresa en el rostro. Inspiró profundamente y la gente, asombrada, pareció huir presa del pánico. Librándonos de dar explicaciones él y yo nos fuimos antes de que nadie pudiera preguntarnos qué había pasado. Por incapaz que fuera de creerlo, lo cierto es que Iolaus no tenía un solo rasguño, ni una herida, ni un arañazo en su cuerpo. Estaba sano y salvo.

-Estás vivo...¿como es posible?.

-Eso quisiera saber yo-se miró incrédulo-. No es justo-se lamentó-: al fin te había salvado, lo había conseguido al fin. Mi inmortalidad había desaparecido al evitar tu mente. ¿Por qué sigo aquí?. No lo comprendo. ¿Cómo ha ocurrido?.

-Como que me llamo Azura...que no tengo ni idea.

Iolaus se quedó mirándome con una expresión de sorpresa, como si de pronto todas las piezas del puzzle encajaran en su sitio. Apoyándose en la pared que tenía justo detrás de él, me miró…¡CASI RIÉNDOSE SIN PARAR!.

-¿Te llamas Azura?.

-Así es, en efecto. Ya sé que no es un nombre común, pero mi padre no deseaba que "si niña" tuviera un nombre normal y corriente. Tenía que ser especial.

-¿Sabes lo que significa?. Tu nombre, digo. ¿Conoces su etimología-y yo negué con la cabeza. La etimología nunca me importó mucho-?. Yo sí lo sé, es el problema de ser inmortal: como ocupar el tiempo que tienes. Azura…proviene del inglés antiguo, y significa "cielo azul y despejado".

Me lo explicó, pero no lo entendí. Él parecía saberlo, yo no, y supongo que por la expresión de mi rostro, él comprendió mi perplejidad.

-El Oráculo de Delfos-recordó-. Ella lo dijo claramente: que hasta que el cielo azul y despejado llorara por mí, mi alma no volvería del cielo. Nunca entendí lo que eso podía significar…nunca lo entendí hasta ahora.

Entonces yo también lo entendí: el Oráculo no se refería al cielo sobre nuestras cabezas…e Iolaus, como viendo lo que había pasado y comprendiéndolo todo, vi como en su rostro se dibujó la sonrisa más plena que jamás había visto…y se lanzó a darme un beso que fácilmente podría ser el beso más apasionado de toda la historia. En aquel beso desfilaron imágenes locas y absurdas de mi misma, con distinto aspecto pero con el mismo rostro, viviendo lejanas y remotas épocas…como si los recuerdos volvieran a mi memoria en forma de delirios, y entonces mi corazón supiese a ciencia cierta lo que me hizo fijarme en él: que le quería, que le amaba con todas mis fuerzas.

-Bueno-bromeé-, creo que por fin vas a disfrutar conmigo después de 21 años sin tener una mujer en tu cama. Lo echarás de menos después de tanto tiempo.

Me miró con pesar, como si hubiera dicho algo inoportuno.

-Nunca llegamos a yacer juntos-me reveló-, ni siquiera cuando eras Metilina. Eso fue lo peor de mi maldición: recordar que nunca tuve la ocasión de conocer el éxtasis de estar con una mujer.

Me quedé atónita. Si lo que decía era cierto, aquel chico que no parecía contar más de 25 años y que según parecía se había estado arrastrando por el mundo desde hacía más de 2500 años era…

-¡Dios mío!, ¿lo eres?....¿tú eres…?

-Sí.

Le miré, y se me partió el corazón: a sabiendas de que su maldición le ataba en exclusiva a mí, supuse en algún momento de alguno de nuestros encuentros le habría la satisfacción de tenerme en su cama. No fue así.

-Entonces tienes mucho tiempo perdido que recuperar…y no quiero que pierdas ni un solo instante más. Vámonos.

-¿Irnos?, ¿dónde?.

-A tu casa.

"Tu casa"….¿casa?...¡ERA UN PUÑETERO PALACIO!. Jamás había visto una mansión tan grande en toda mi vida, todo era lujo y más lujo, hasta en detalles que ahora mismo me sería imposible recordar. Estaba impresionada por lo que veía ante mí.

-Lamento el desorden, hace tiempo que no la cuido un poco-me dijo, y no supe si lo decía en serio o se estaba quedando conmigo-. ¿Quieres algo de beber o…?.

No quise escucharle más, por lo que usé el mejor método para hacer callar a un hombre: besarlo apasionadamente. Le metí tal beso de tornillo que de pronto solo podía oír el latido de nuestros corazones desbocados. Me sentí embriagada por un sentimiento que no puedo describir, estaba fuera de mis cabales, casi al borde de la locura. Lo quería comer a mordiscos, desgarrarlo con mis uñas. Era presa de una pasión arrolladora, de un sentimiento de furia asesina que incluso a mí me sorprendía. Él tampoco se quedó atrás y me demostraba que sabía besar a una mujer como está mandado. ¡Mi madre que besos!, eran fuego, estábamos sumidos en las llamas de la lujuria. Dejamos de hablar, y la verdad que era lo mejor. Ya había pasado el tiempo de hablar: ahora tocaba el tiempo de hacer…y él bien que hacía, me tenía en un jirón de nube, me sentí transportada. Me llevó en brazos a su cama y me tendió en ella. Casi con rabia nos deshicimos de la ropa que tanto nos molestaba, y ya desnudos, le recibí con los brazos abiertos.

Decir que admiró mi cuerpo sería quedarme muy corta: más bien lo veneraba, era como la fuente de toda la fe de su alma. No hubo rincón que sus manos, delicadas y suaves, no exploraban, incluso haciéndome descubrir partes de mi propio cuerpo que nunca llegué a pensar que tendría. Era increíble. Estuve tentada de decirle algo pero, ¿para qué?. Por otra parte, la forma en que me tocaba, en que me acariciaba era algo que nunca había conocido antes, era de un sublime que me transportaba lejos del mundo. No creo poder encontrar jamás palabras que pudieran describir con precisión aquel instante de mi vida en que estuve en sus brazos, sintiéndome como si fuera la única mujer sobre la faz de la tierra. Estaba al filo del gran momento que él llevaba deseando vivir desde hacía más de dos milenios, y yo a punto de estallar por culpa de lo ansiosa que estaba de él. Quería perderme en él, fundirme: quería ahogarme en él.

Perdida en sus caricias y en sus jadeos, mi amante se dedicó a acariciarme de un modo muy especial: con la punta de su lengua repasaba cada curva de mi cuerpo. Pasó por mi vientre, por mi ombligo y subió a mi pecho, donde casi creí morirme de placer al notar aquella punta de lengua húmeda y caliente rozándome muy levemente mis duros pezones. Ignoraba que eso pudiera existir, pero me daba unos corrientazos que ponían al borde de la locura. Él seguía y seguía dedicando tiempo a mis pechos hasta que subió a mi cuello y luego a mi boca, donde se hizo de rogar a la hora de besarme. Eso hizo que los besos fueran más apasionados….¿y sus manos?. Oh dios mío, que manos, que forma de acariciarme en mis muslos, de tocarme la cintura, el vientre, era harina de amasar en sus manos, me tenía en su poder y él, sabiéndolo, me usaba como le daba la gana…sin que a mí se me pasara por la cabeza la idea de protestar.

Presa del frenesí, yo también quería tocarle y llevé mis manos por su hombría, desde su cuello hasta sus bien formadas piernas. Su vientre era una tableta de chocolate, torneado aunque no muy musculoso. Su pecho, varonil, no tenía el más mínimo vello en él, cosa que me encantó más pues siempre he odiado los hombres muy velludos que casi parecen alfombras con piernas. Él era perfecto. Así, sin más…y por supuesto quería ver si su perfección llegaba a "todas partes", así que bajé mis manos más allá del vientre…y al notar "aquello", los ojos se me desorbitaron. Me relamí solo de pensar lo mucho que aquella cosita tan apetitosa que mis manos sentían iba a hacerme feliz. Devolviéndome el favor, sus manos gentiles pero fuertes buscaron mis propia intimidad para tomar posesión de ella, y lo hizo posando sus dedos sobre ella y jugando a trazar dibujos y figuras, ¡incluso letras!. Me parecía imposible que alguien pudiera sacarle tantos usos a esa parte de la anatomía tan básica para el resto de la gente. Nuestros preliminares nos habían puesto a tono. Él vio el deseo a través de mis ojos, y no se demoró ni un solo segundo. Era el momento.

El siguiente acto supuso la culminación a todos nuestros deseos. Con nuestras bocas fusionadas y nuestras lenguas enzarzadas en una larga guerra de besos, al sentir penetrarme fue el cénit. Fue como si se me hubieran abierto las puertas del cielo y estuviera conociendo lo que era la auténtica gloria celestial. Por mi parte estaba en un éxtasis absoluto, le hubiera dejado hacer todo lo que quisiera, en ningún momento hubiera dicho la más mínima protesta. Iolaus me amaba, me hacía el amor con unas ganas tan tremendas que por un instante temí que la fuera a dar un ataque al corazón o algo, que herramienta de placer tenía, que maravilla el sentirla martillándome dentro de mi, sacudiéndome desde mi pelo hasta las puntas de los dedos de los pies. ¡Y aún así, yo quería más, mucho más!. ¡LO QUERÍA TODO!.

Buscando el hueco de su hombro, acurruqué mi cabeza en aquel lugar buscando sus besos de vez en cuando. Mis labios húmedos emitían jadeos y gemidos a propósito para que él los oyera, para que supiera en todo momento que me estaba dando el polvo de mi vida. Él, esforzándose por mejorar, seguía haciéndome el amor con un vigor que parecía no cansarse nunca, me penetraba profundamente con aquellos (calculados a ojo, todo hay que decirlo) 21 centímetros que, la verdad sea dicha, me parecían los 21 centímetros mejores usados del mundo. El modo en que me penetraba es inenarrable, cada acometida era una experiencia única, una agonía, un suplicio, una pequeña muerte para luego volver a la vida, una suerte de resurrección para volver a sentirlo entrándome al segundo siguiente. Yo no podía aguantar más, aquello era insoportable. Quería gozar. Lo deseaba, lo exigía. Quería gozar de una vez…él supo ver mi ansia a través de mis besos y aceleró, comenzó a martillearme más deprisa, más fuerte, más rápido, así en un viaje a la locura culminado con lo que tanto tiempo deseábamos: nuestros orgasmos, al mezclarse, produjeron una reacción en cadena de varios orgasmos más pequeños. Fue el mayor goce de toda mi vida. Grité tan fuerte que tuvo que acallar mis gritos con su boca para no alertar a la gente que pudiera haber alrededor. Derrumbada en la cama agotada y exhausta, sudando después de un polvo que había durado más de media hora, recibí a mi fogoso amante en mis brazos, que jadeaba cansado pero con la mayor felicidad que yo había visto en la cara de alguien. Estuvimos así abrazados más de 20 minutos, sin decir una sola palabra. ¿Cuántas personas pueden hacer eso hoy día?.

Al final del día, después de toda una tarde entera de sexo y amor a partes iguales, Iolaus me contó a qué se dedicaba, y la verdad que me reí a mandíbula batiente cuando me enteré: anticuario, al igual que Christopher Lambert en Los Inmortales. Decía que el mejor oficio para un inmortal era recopilar la misma historia en la que él había participado a lo largo del tiempo, y también me dijo que, gracias a eso y a la identidad de su vida actual, era uno de los hombres más ricos del planeta debido a las antigüedades que poseía, algunas de las cuales guardadas bajo llave. De pronto tuve una duda: ¿acaso aquella historia que me contó había sido su forma de seducirme para evitar que su riqueza condicionase mi opinión sobre él?. No era tan descabellado, mucha gente solo ve el dinero y no a la persona y quizá de ese modo sorteó el problema. Sí, pudiera ser…pero la herida que se cerró sola, el temblor que sentí cuando él "resucitó" delante de mí tras ser atropellado, y aquellos "recuerdos" de mi misma en otras épocas…¿fue real, o fue el poder de la sugestión jugándome una mala pasada?, ¿era su historia algo real?, ¿cómo podría salir de dudas?...No sé si algún día lo sabré, pero sé que le amo y él me ama, y que siempre estaremos juntos…¿acaso importa algo más?...

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