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Amantes

en Amor filial

AMANTES

-Gabriel, te dejo aquí un momento. Voy a bajar al mercado para hacer unas compras y volveré en unos minutos, ¿ok?.

-Vale Mamá-contesté-. Tampoco iba a ninguna parte.

-Muy bien cariño. Ahora vuelvo.

Me levanté del sillón de la salita y fui a la puerta para darle el acostumbrado beso de despedida en la mejilla. Ella me sonrió por un gesto que a mis años ya no debería tener y me le devolvió. Fue entonces cuando no pude contenerme, y la besé en la boca. La besé con todas mis ganas, deleitándome con su lengua y el calor de sus labios. No duró más allá de unos instantes, pues Mamá se separó de mí rápidamente, con mirada confusa, mirando al vacío y luego a mí. Yo también estaba muy confuso. Esperaba una enorme bofetada ó buena bronca, pero en su lugar ella se marchó como alma que lleva el diablo. Yo me volví a la salita, y aunque estaban dando unos de mis programas favoritos, apenas le eché un vistazo. Estaba turbado, incapaz de creerme que realmente le hubiera dado semejante morreo. Pero lo había hecho, y no estaba seguro de si me arrepentía.

(Para que lo entendáis, os diré que Amanda, que es el nombre de pila de Mamá, me cuidó sola desde que nací. Mamá tenía 16 años cuando se quedó embarazada de mí, durante una noche loca de discoteca y alcohol. Una de tantas madres solteras. Mi padre, por desgracia, se desentendió de ella y jamás quiso asumir sus responsabilidades. En toda mi vida solo le he visto unas pocas veces, más por formalismo que por cariño de padre. En cuanto a Mamá, según supo que estaba embarazada, supo que había perdido su vida de adolescente: las fiestas, las borracheras, salir con las amigas, etc. etc. etc., pero a diferencia de las demás, vio lo que había ganado: a mí. Supo compensar lo que perdió con lo que ganó, y desde el día que nací se dedicó a mí en cuerpo y alma, disfrutando de los placeres de la maternidad y siendo muy feliz. Mi abuela también la ayudó a conseguir su actual trabajo y la casa que tenemos. Ambos vivimos muy bien.)

Me quedé allí en la salita mucho rato, intentando asimilarlo en mi mente. Lo cierto es que ya hacía más de un año que llevaba espiándola en el baño, o cuando se depilaba las piernas, o cuando dormía. Teniendo como tenía 16 años, mi pubertad estaba a flor de piel y por cualquier cosa me ponía muy caliente, y Mamá. A sus 32 años, estaba de un bueno que tumbaba de espaldas: un sedoso pelo liso azabache, ojos pardos misteriosos, insondables, manos delicadas, un pecho hermoso, bien formado, un trasero bien carnoso para agarrar con fuerza, y buenas piernas para deleitarse la vista, que invitaban a abrirlas y poseerla como un demente. Quizá no sea muy objetivo, pero tratándose de Mamá, para mí era una diosa viviente. Pensando en ella tuve instintos de sacarme el miembro y masturbarme pensando en ella, pero el recuerdo del beso y la confusión que me produjo no lo hizo posible. El tiempo se me hizo un segundo hasta que escuché abrir la puerta y ella volvió con las bolsas de la compra. Nos miramos un segundo, y luego se fue a la cocina. La seguí para hablar con ella.

-No te habrás enfadado, ¿verdad Mamá-pregunté con voz tímida-?.

Ella me miró unos segundos antes de hablar. Parecía estar escogiendo que palabras decirme cuidadosamente.

-No mi niño, no lo estoy. Solo quiero que entiendas que eso es muy peligroso y además está mal, que soy tu madre Gabriel.

-Sí, ya lo sé Mamá. Es que últimamente mi cuerpo me arde a todas horas…

Ella se rió con algo de ternura, como si todo hubiera perdido importancia.

-Es normal, corazón mío. Tienes 16 años y tus hormonas andan muy alteradas, y claro, acudiste a lo que tenías más a mano. Ahora lo entiendo. No pasa nada amor.

Nos dimos un abrazo y su cuerpo en contacto con el mío volvió a excitarme. Procuré que no se diera cuenta y luego me fui a mi cuarto a fantasear con ella, una de tantas fantasías, acumuladas durante interminables noches de sueños húmedos.

Durante los días siguientes nada más pasó, en apariencia al menos, pero en mi corazón se afianzó un fuerte amor por Mamá como jamás antes había querido a nadie. Cada día pasaba mirándola sin que ella lo notase, fijándome en esas curvas que deseaba recorrer con mis manos. Al cabo de semana y media ya no pude contenerme, y según llegué a casa de dar una vuelta, me encontré con Mamá hablando por teléfono, creo que con tío Enrico, ya que solían llamarse y charlar.


Según la vi, ya no pude contenerme y poniéndome detrás de ella, la estreché entre mis brazos y le di un fuerte beso en la boca que le impidió protestar ó rechazarme. Busqué su ardiente lengua con la mía y comenzamos una pugna deliciosa, ¡tremenda!. Que rica sabía su lengua, que dulce y jugoso. Dejó el teléfono diciendo que tenías cosas que hacer(y vaya si tenía cosas por hacer) y comenzó a acariciarme. Ni siquiera había abierto los ojos para ver que era yo quien la estaba besando. Abrí un par de botones de su blusa y metí mi mano dentro buscando su pecho. Mis dedos acogieron su pezón y jugaron con él, poniéndose duro en seguida por mis caricias. Al mismo la rodeé por su cintura y me sentí feliz sabiendo que ella me había aceptado.

-Mamá te amo-le dije-, que quiero muchísimo.

-Yo también mi niño. Eres lo más maravilloso del mundo.

-¿Quieres seguir Mamá?, ¿quieres que sigamos haciendo esto?.

-¿Quieres tú-me preguntó desafiante-?.

Comprendí que lo deseaba tanto como yo y me lancé a explorar con las manos. Acabé de desabrochar su blusa y su falda y cayeron al suelo, dejándola en ropa interior. Se giró para abrazarme y seguir besándome. Empecé por su trasero y subí por su espalda, sin dejar de besarla. Mamá me quitó la camisa y se apretó contra mi torso desnudo, luego crucé una pierna entre las suyas y suspiró de placer, echando la cabeza hacia atrás. La acogí en mis brazos, besé su cuello, sus párpados, sus mejillas, la devoraba con mis labios sedientos de ella. Su sabor me volvía loco, y después de acariciar sus pechos por encima del sujetador bajé a su entrepierna y comencé a frotarla con los dedos. Sus jadeos fueron algo más fuertes y sus manos buscaron por mis pantalones hasta localizar el bulto que se formaba de la erección que tenía. La susurré al odio: "Quiero comerte la vulva", y ella solo atinó a decir "Pues hazlo antes de que cambie de idea". Me agaché, aparté un poco sus braguitas y me lancé devorar lo que fue lo más suculento que hubiera probado jamás. Su coñito ya estaba bien mojado por mis caricias anteriores y sus jugos me llegaban como un manjar a mi paladar, que devoraba con fluidez. Aquello era el alimento de los dioses.

Mmmmmmm que bien sabía Mamá, como se humedecía y chorreaba para que yo probara sus fluidos. No podía contener mis ansías de penetrarla con la lengua. Mamá me acariciaba y elevó una pierna para felicitar mis avances orales. Me agaché para poder acercarme más y entonces lo conseguí. No hay palabras para describir el placer que sentí al meter mi lengua en su rajita bien humedecida. Sabía a gloria. Mamá gimió tanto que temí que los vecinos del piso de abajo nos oyeran. Jamás la había visto gozar tanto y me encantaba, me excitaba saber que yo la estaba poniendo cachonda como una perra hambrienta de sexo. Seguí lamiéndola hasta dejarla sin aliento. No sé como reunió unas pocas fuerzas y me dijo, en tono altivo me dijo "Deja que Mami te haga gozar". Me levanté y ella se agachó, me bajo el pantalón, y me palmeó la verga con mucho esmero y cariño. En sus ojos brillaba una morbosa satisfacción.

-Hacia ya tanto tiempo que no tenía una en mis manos…Mmmmmmm como te arde Gabriel…ya verás lo bien que te vas a sentir…te sentirás como en el cielo…

Dicho lo cual y sin más ceremonia se la metió en la boca. La succionó entera con sus labios y luego la sacaba y volvía a meter. Era la primera felación que me hacían y me sentía en el cielo, como ella dijo. Que mamada me estaba dando, como chupaba. Con sus manos me masajeaba las pelotas y con la lengua chupaba mi verga como si devorase una piruleta. Realmente era una golosa de la polla.

No sabía que Mamá supiera hacer esas cosas, pero desde luego, me encantaba que supiera. Su boquita de piñón mamaba y mamaba sin cansarse, y sin siquiera paraba para coger aire. De mi boca salían gemidos sin control y tenía un tremendo calor de la excitación. No sé cuanto tiempo pasó probando el sabor de mi tranca, pero para mí fue una eternidad. Sentí que estaba a punto de correrme cuando ella me detuvo, como viendo que lo iba a gozar. Se levantó, se acercó y me susurró, con voz embelesante.

-¿Te gustaría hacerle el amor a tu Mami mi amor?.

-Sí, me encantaría…

-Dilo…

-Quiero hacerte el amor Mamá….

-Otra vez-dijo ahora más excitada-…

-Quiero hacerte el amor-dije con vehemencia-. Quiero penetrarte y hacerte gozar hasta el final. Quiero abrazarme a ti y empujar y empujar dentro de ti hasta que grites de placer. Quiero acariciar tu cuerpo de diosa griega y sentir todas tus curvas para que goces con tu hijo amado. Quiero que sepas cuanto te amo y cuanto te deseo. Quiero meterme mi polla hasta corrernos juntos y hacerlo toda la vida. Quiero que seas la primera mujer con quien haga el amor y la única mujer en mi vida. Quiero hacer contigo lo que yo quiera y satisfacer todas mis fantasías contigo. Quiero disfrutar tu culito cachondo hasta destrozártelo a empujones y quiero llenar tu conchita de leche. Quiero que seas mía. Quiero poseerte Mamá.

Mamá se relamió varias veces, se arqueó un poco hacia delante y separó un poco las piernas, dispuesta para dejarse hacer por mí. Se puso de cara a la cómoda del pasillo, elevó una pierna, y en ese momento me acerqué, la toqué para humedecerla algo más y entonces se la metí. Su calor me electrizó por todo mi cuerpo y su chochito rico acogió palpitante todo mi manubrio.

-No te muevas mi amor. Por favor no te muevas-dijo, entre suspiros-. Ha pasado tanto…ha pasando tanto desde la última vez…aaaaaaaaaah…que verga tiene mi niño…que bien se siente dentro de su Mami…aaaaaaaah da gusto volver a tener una buena verga dentro…mmmmmmmmm-volvió a relamerse, con expresión de lujuria desenfrenada-…vamos amor, házmelo. Hazle el amor a tu madre. Fóllate a tu madre.

Ni corto ni perezoso comencé a bombear dentro de ella. Con cada empujón ella temblaba y se pegaba a mí lo máximo posible. No podía creerlo: por fin estaba haciendo el amor con Mamá, por fin la estaba penetrando. Me abracé a ella, que se giró para poner sus tetas y con su mano izquierda me acarició las pelotas. Llevó su mano a mi nuca y me susurraba piropos mientras le metía toda mi virilidad con total devoción.

Mis acometidas se hacían más potentes y no podía detenerme, ni quería tampoco. La culminación de todas mis incestuosas fantasías por fin se estaba realizando y de la mejor manera posible, con Mamá bien abierta y dejándose hacer por mí.

-Que bien que bien…..uuuummmmmm aaaaaahhhhhh….que zorra soy, dejándome follar por mi hijo….ay como me folla mi hijo…aah aaaaahh aaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaaaahhh…sigue mi amor, sigue poseyendo a Mamá, haz gozar a Mamá…Sí, síiiiiiii…que polla tiene mi hijo…

-¿Te gusta lo que te hago Mamá?, ¿te gusta que te folle?.

-Sí amor, me gusta que me folles…fóllame, viólame, penétrame hasta que el agotamiento, hazme tuya…Hazme el amor como nadie…Ufffffffff-resopló-…me llenas el coñito de polla, me lo llenas todo…Dame duro mi niño, dame a base de bien…

Reforcé mi penetración y se la metía violentamente. Sacaba casi toda la verga, a excepción del glande, y luego lo metía del todo. Me encantaba ver como la vulva de Mamá se tragaba toda mi polla dura, y luego volvía a aparecer brillando con los jugos que caían sobre ella. El olor a sexo ya inundaba toda la casa y el olor de Mamá al ser follada por mí perforaba mis fosas nasales y me erizaba los pelillos de la nuca, entre lujuriosas imágenes de sexo y más sexo que deseaba tener con ella. Por mi mente se cruzaron las películas porno que había visto a escondidas y tuve deseos de poner en práctica con ella todo lo que había visto, todo sin excepción. Mi mano derecha se fue a su clítoris y lo acogió entre los dedos, mojados de mi saliva, para ponerlo muy duro y hacer que Mamá gritase como la perra que ya era. Que perversión, vaya vicio. Ilegal, prohibido, indecente, libertino, amoral…pensar que lo que hacíamos era todo eso me excitaba aún más. Que magnífico primer polvo que estaba teniendo con Mamá.

-Vamos amor…dale verga a tu madre…que puta vuelvo a ser…es delicioso…

-¿Ya lo…eras antes-pregunté, entre jadeos de placer-?...

-Sí amor mío….tu madre era una furcia…una ramera…me follaba a todo hombre que se me ponía a tiro…me follaba a todos…a todos…mmmmmm dame más Gabriel…no pares no pares…me encanta como me follas…

-Así que mi madre era una puta-ironicé-…una puta barata…una fulana…

-Sí cariño…me encantaba serlo…lo echaba tanto de menos…por eso me dejé…porqué yo también te quiero…te necesitaba dentro mío…te necesitaba tanto…

-Mamá, quiero cambiar de postura. Me duelen las piernas de estar de pie.

Nos giramos para sentarnos sobre la cómoda que teníamos al lado y nos acomodamos, sin que por eso yo dejase de penetrarla. En esa postura, estábamos cuerpo con cuerpo, bien pegados, y bien unidos. Me lancé a comerle una teta mientras las sujetaba con mis brazos. En esa postura podía admirar toda su sexual y visceral belleza, mientras su propio hijo, yo, le hacía el amor. Una imagen bellísima.

Lo que me había contado me mostró una faceta de Mamá que hasta entonces nunca me había imaginado. En mi mente la veía, a sus 16 años, vistiendo vestidos provocativos y calentando a todos los hombres de la discoteca para luego pasárselos por la piedra, uno detrás de otro, como si estuvieran en una fila india. Me la imaginaba tragando vergas una y otra vez como una auténtica guarra, haciendo felaciones a diestro y siniestro, y luego siendo penetrada por todos sus agujeros a la vez. "Amanda la guarra", me gustaba como sonaba. Con un incesante bombeo noté como el clímax se acercaba imperceptiblemente al principio, y desbordante al final. Ya estábamos a punto.

-Mamá, ya me viene. Voy a correrme Mamá, voy a gozar.

-Yo también mi amor, yo también…Aaaayyyy-gimió-…goza de tu madre hijo de la verga…gózame…vamos…dame más…

-Voy a llenarte tu cueva de leche Mamá…Te voy a inundar…no quisiera preñarte…no puedo…

-Síiiiiiiii-jadeó en un suspiro-…no te preocupes Gabriel…quiero tu leche…la quiero toda dentro…ya me preocuparé de eso luego…riégame…córrete dentro de Mami cariño…córreteeeeeeeee……

-Mamá, ¡¡MAMÁ!!...ME CORRO, ME CORROOOOOOOOO….

-SÍIIIIIIIIII…YO TAMBIÉEEEEEENNNNNNN…MMMMMMMM MMMMMMMMMMM MMMMMMMM…ME CORROOOOOOOOOOOOO….

-AAAAAAAAAH ¡AAAAAAAAAAHH! ¡¡AAAAAAAAAAAAHH!! ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!!...

-ME CORROOOOOOOOO…MMMMMMMMM-gimió apretando los dientes-…AAAAAAAAAAAAAARGGHH...¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!...

Mi leche salió como disparada como una bala y le inundé todo el coño. Cinco, seis, siete chorros largos y potentes la llenaron toda su conchita caliente. Me derrumbé y ella me siguió. Nos prodigamos entre arrumacos y caricias mientras nuestros orgasmos, entremezclados, nos llevaban al cielo. Fue, sin lugar a dudas, la experiencia más bonita de toda mi vida. Además, ¿quien me iba a querer más que mi madre?, ¿y quien la iba a querer más a ella que yo, su propio hijo?. El tierno silencio fue como una marea de sensaciones y sentimientos encontrados, y tan apreciado como todo lo demás.

-Te quiero Gabriel-me besó-…ha sido precioso lo que has hecho por mí, y me ha encantado volver a sentirte en mis entrañas…

-Yo también te quiero Mamá. Era una mujer preciosa, bellísima como una diosa. Eres mi diosa del amor particular-dije acariciando su pelo, oliéndolo y dándole pequeños besos por su carita de ángel-.

Mamá se rió y me abrazó.

-Puedes hacerme lo que quieras. Seré todo lo que tú desees. Me entrego a ti mi niño-me espetó con una serenidad abrumadora-.

-Quiero que seas mi puta, mi esclava, mi sirvienta, mi amante y mi fulana. Quiero ser tu chulo, tu señor, tu dueño. Te quiero toda para mí.

-Ay dios mío-dijo graciosa-, que putón me ha salido este niño. Que pendejo eres jajajaajajajaa…Sí mi amor, lo seré. Podrás prostituirme, sodomizarme, enviciarme cuanto quieras. Solo tienes que decirlo y lo haré. Seré la puta de mi hijo.

-Pues quiero gozar de tu culo. Quiero llenarte todo tu culo de leche.

-Sí mi amo-dijo como si fuera una esclava-. Mi culo es todo para ti. Hace años que no me lo perforan, así que será como si fuera la primera vez.

Se dio la vuelta para ponerse de cara a mí, se acercó para juntar cuerpo con cuerpo, apunté mi verga a su ano y ayudando con mi mano, intenté en vano penetrarla. Ella tenía razón, estaba muy cerrada, pero no desistí, y cuando noté que mi glande entró la senté de un solo golpe y le enterré mi polla en su culo de viciosa. Mamá emitió un ronco grito de dolor y me pidió que se lo destrozase, que no tuviera piedad con ella. Impulsándome con las caderas y sujetándola de sus caderas con mis manos, le di por el culo a mis anchas. Me sentí como un rey que conquistara nuevas tierras. Que sabroso culo tenía la muy hijaputa. Como tenía sus pechos a mi alcance los degustaba como todo un gourmet, pasando la lengua, mordisqueando con los dientes sus pezones a la par que notaba cada milímetro de mi tranca atrapado entre las nalgas del culo de Mamá.

La embestí como una bestia salvaje. Noté mi tranca asfixiándose dentro del ano de Mamá. Me la estrujaba tanto que me laceraba. Eran como latigazos de placer. Su cara era un poema, con su ceño fruncido y su boca abierta jadeante, intentando en vano acomodarse al tamaño de mi verga que le entraba, por primera vez en años, en su deseado culito. Mis empujes encontraban resistencia por la presión de las paredes de su ano, y como si fuera un ariete medieval yo le daba una y otra vez, y otra vez, y otra vez, hasta notar como su culo se amoldaba a mis amorosas acometidas. La lujuria que nos invadía nos dejaba fuera de sí, casi enloquecidos. Antes de darnos cuenta, volvimos a gozar y volví a regarla con mis chorros de leche cremosa. No sé que efecto hacía Mamá en mí que cuando me corría lo hacía de verdad, con chorros interminables. Fue un éxtasis sin precedentes, que jamás se volvió a repetir. Eso sí que fue dar por culo.

Pasamos el resto del día vestidos solo con los albornoces, viendo el cuerpo del otro, y después de comer quedamos juntos viento la TV y charlando, los dos abrazados y dándonos muchas caricias. Ambos habíamos disfrutado del sexo libre y sano más hermoso que podíamos concebir y ahora, derribabas todas las barreras, éramos como una sola persona. Por la noche dormimos juntos en la misma cama, desnudos y bien agarrados.

-Te quiero-me besó-…te quiero mucho…te quiero…

-Te amo Mamá. No quiero dejarte nunca. Te deseo.

-Lo sé mi vida. Ha sido precioso. Me has hecho el amor mejor que todos los hombres de mi vida, incluso mejor que tío Enrico.

Aquello fue algo que no me esperaba. Quedé muy sorprendido.

-Sí mi niño. Yo también he tenido mis experiencias incestuosas, y mi hermano, tu tío, tiene una buena tranca con la que es capaz de follar durante horas. Incluso me hacía daño cuando me la metía toda.

-¿Y solo tuvisteis incesto con tío Enrico?.

-No. También con Daniel, mi primo, y aunque no lo creas, con tu abuelo. Papá fue una de las experiencias más bellas que tuve. Yo le seduje, ¿sabes?. Ya te dije que era una zorra y de las buenas, y tú has salido a mí-me guiñó un ojo-.

-Ya veo-sonreí-…Pues ya me las apañaré para que vuelvas a hacerlo con ellos…

Le brillaron sus ojillos como nunca.

-¿Sabes?. Estaba tan acostumbrada a ser la gran señora que ya había olvidado lo puta que era. Gracias por recordármelo mi amor.

-De nada Mamá. Ven, que quiero montarte como si fueras una yegua.

-Soy tu yegua. Móntame, móntame con tu señor pollón.

Nos pasamos follando varias horas antes de dormir, y desde aquella noche, dormíamos juntos desnudos y teníamos sexo cada noche. En la casa los dos íbamos desnudos, gozando de la visión de nuestros cuerpos, y tal como ella me dijo, se convirtió en mi puta particular. La sodomicé un par de veces, la prostituí, hicimos tríos con algún amigo mío y le di unos de sus mejores momentos cuando volvió a hacerlo con tío Enrico y su primo Daniel. Incluso la llevé a una orgía una vez y se convirtió en el alma de la fiesta(imposible olvidar la imagen de verla con cinco pollas a la vez por todo su cuerpo). Ninguno nos arrepentimos de lo que hicimos. Sólo gozamos de cada ocasión y de nuestro amor sin límites. Amo a Mamá como ella me ama a mí. La quiero, la deseo, y no hay nada mejor. Es como una inyección de adrenalina, de las locuras de placer. Seguro que quien lo ha vivido sabe de lo que hablo, y es que las madres son lo mejor del mundo, una bendición del cielo, y si no, que me lo digan a mí. Como regalo, aquí dejo la imagen más bella de nuestro amor. Espero que hayáis disfrutado de cómo me convertí en el amante de mi madre y ella en la puta de su hijo. Hasta la vista…

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