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Pizza con extra de almeja

en Fantasías Eróticas

PIZZA CON EXTRA DE ALMEJA

Mi mujer y yo estábamos próximos a los cuatro años de matrimonio. Si por un lado nos amábamos muchísimo, lo cierto es que nuestra pasión iba camino de desaparecer. La rutina sexual, la monotonía, y el trabajo de los dos empezaron a ser pesadas losas, tanto así que incluso aún no habíamos tenido ningún hijo, pese a desearlo los dos. Tanto ella como yo nos dimos cuenta de aquello y de inmediato buscamos algún remedio para reavivar una pasión adormecida. Una tarde de fin de semana que teníamos libre fuimos a un sex-shop, miramos un buen rato los productos y volvimos a casa con un catálogo bien grande con una enorme variedad de prácticas sexuales(y utensilios de lo más variopinto). Durante unas dos horas estuvimos sentados en el salón de casa, mirando las páginas del catálogo de un lado para otro, buscando algo que nos agradara.

-¿Y que tal el sadomaso-pregunté-?.

-No, de eso nada. ¿Cadenas, cuero negro y todo eso?. Beeggg-exclamó haciendo una mueca de asco-…ay no sé Jairo, ¿y si probamos con algo más normal?.

-Algo más normal es lo que llevamos haciendo desde que nos conocimos, y de eso hace-ironicé mirando mi reloj de pulsera-…vaya, casi cuatro años. Necesitamos algo diferente Lorena, algo nuevo, algo sexy y excitante.

-Ya lo sé, pero…

-¿Es que quieres que acabemos como Zaira y Ernesto-pregunté a modo de reproche y advertencia-?.

-¿Qué les pasó-preguntó confusa-?.

-Pero como, ¿no lo sabes?. Se separaron, se divorciaron hace tres meses.

-¿Pero que me cuentas-me preguntó con la cara desencajada de la sorpresa-?. Si nosotros fuimos los testigos de la boda.

-Pues ya ves, tan enamorados que se casaron y mira, ahora están divorciados y viviendo en casas diferentes. ¿Y sabes porqué se separaron?, porqué perdieron la pasión. Dejaron de amarse porqué no supieron mantener su llama encendida, y amor mío, yo no quiero que la nuestra se apague.

-Yo tampoco quiero que se apague-contestó. Luego nos besamos-, pero es que todo esto no me convence: me has propuesto un trío, un intercambio de parejas, el voyeurismo, ¡joder!, incluso has planteado la zoofilia. Yo quiero algo menos…no sé…menos raro…

-¿Cómo qué, hacer lo que llevamos haciendo desde siempre?.

Un silencio tan molesto como absoluto ocupó la habitación. Ninguno sabíamos que decirnos el uno al otro.

-En fin, mientras pensamos alguna solución yo iré a buscar algo de beber. Tú sigue mirando la revista a ver que encuentras que te pueda gustar.

Me levanté del sofá y fui a la cocina. Lorena apoyó los codos en las rodillas y luego la cabeza en una mano mientras con la otra pasaba las páginas: le parecía increíble que hubiera personas que realmente pudieran hacer todo lo que allí se veía: lluvias doradas, dobles penetraciones(y triples incluso), sumisión, zoofilia con perros y caballos…Ella misma era incapaz de creer que estuviera mirando todo aquello, le parecía una perversidad tremenda. Mi mujer siempre se crió con el concepto de "hombre encima y mujer debajo"(nada raro habiéndose criado en un colegio de monjas) y aquel prejuicio era realmente difícil de extirpar. Yo había tenido una educación algo más liberal y por tanto ese ambiente no me escandalizaba como a ella. Mientras me servía un poco de café y un pastel, desde la cocina la veía ojear el catálogo con gesto interrogante y no podía dejar de pensar que sería de mí si ella y yo nos separábamos. Sus ojos verdosos, su corto pelo castaño, sus finos labios rosados, sus delicadas manos y su continua expresión de serenidad y cariño lo eran todo para mí. Ella era mi vida, mi vida. Cuando volví con ella tropecé con la esquina de la mesita y ¡hala! todo el café por la camisa. Lancé un grito de dolor ya que estaba muy caliente.

-¿Pero como has hecho para tropezar con la mesa?. Ven acá…

-Aaaayy aaaayy…dios, me he puesto perdido, y como arde el caf酡¡maldita sea!!, ¡¡y me he manchado mi camisa favorita-sollocé furioso-!!.

-Tranquilo Jairo, que ya la lavaré. Hijo, que pareces un perro con un hueso. No te pongas de mal humor y quítatela para echarla a lavar.

Me la quité y ella se fue al cuarto de baño para echarla al cestón de ropa sucia, mientras yo me fui a coger una camiseta de recambio que ponerme. Echando un vistazo al catálogo, miré la sección de zoofilia y por un momento me imaginé a Lorena embestida por un buen can, lo que me gustó mucho. Se lo iba a comentar cuando volviera, pero cuando llegó lo hizo con una expresión tan extraña que no fui capaz de proponérselo. No podía entender que pasaba por su mente.

-Lorena, ¿te ocurre algo?.

Tenía la mirada perdida, como quien está pensando profundamente en algo y a la vez como quien hubiera dado con el asesino de un crimen. Sus ojos brillaban.

-Lorena-repetí-…¿qué te pasa?.

-¿Qué?...oh perdona, es que estaba pensando en…en una idea…

-¿Una idea?.

-Sí…síiiiiiiiiiii-susurró con un tono de orgullo y triunfo que me dejó tan confuso como extrañado-…cariño, ya lo he resuelto. Ya sé como recuperaremos nuestra pasión.

-Pues dímelo, estoy ansioso de saberlo.

-No, mi amor. Será una sorpresa.

Me quedé de piedra como un idiota. No sabía que hacer.

-Jairo, ¿tú confías en mí?.

-Sí, claro que sí.

-Entonces, por favor, haz lo que yo diga: tengo una idea que puede funcionar, pero la pondré en práctica sin avisar, cuando menos lo esperes. A su vez te pido que hasta que no ocurra, dejaremos de hacer el amor, ¿te parece bien?.

Francamente no estaba seguro de qué se proponía, pero si no confiaba en mi propia esposa, ¿en quien podía confiar?.

-De acuerdo, acepto tus condiciones. Hazlo a tu manera.

Ella sonrió emocionada y me dio un fuerte abrazo. Parecía una niña a la que le hubiesen dado su juguete favorito. Trazado el pacto, a partir de ese instante me dediqué a mi labor como profesor en la facultad de medicina y ella a su trabajo como asistenta de asuntos sociales. Aquel pacto fue una liberación para mí: me concentré en mis alumnos y en mis exámenes con absoluta libertad. De vez en cuando, cuando estaba en casa y revisaba exámenes, no podía evitar mirar a Lorena unos instantes y preguntarme que sería lo que tendría pensado, pero eso fue solo a los primeros días. Después de eso ya ni me acordaba, y tampoco me extrañaba que Lorena durmiera con pantalones de pijama cuando normalmente lo hacía desnuda(debido a que al dormir siempre padecía mucho calor). Pasaron como dos semanas, dos semanas y media, hasta un Sábado que estábamos abrazados en el sofá viendo la TV cuando ella me dijo:

-¿Cariño, te apetece una pizza?.

-¡Caramba, pues sí-exclamé alegre-!. Hace tiempo que no comemos una. ¿De que la quieres?.

-Una familiar clásica, lo normal, sin anchoas ni nada por el estilo.

Cogí el teléfono y llamé al Telepizza para que nos mandaran una a casa. Me froté las manos pensando en lo que bien que me lo pasaría comiéndola, ya que era y soy un gran devorador de la "comida basura". Lorena echó mano a la cartera para pagar al repartidor y me dijo que fuera a la cocina para buscar algo para cortarla. Mientras estaba allí pude oír como llegó el repartidor, le entregaba la pizza y los refrescos a Lorena y luego ella cerró la puerta. "Cariño, la dejo sobre la cómoda del recibidor-me dijo-, voy a mirar algo en nuestra habitación". Cuando por fin encontré una bandeja y un cuchillo con que separar mejor los trozos, fui todo confiado a por la pizza, y cuando la abr텡la ostia!: ¡¡la pizza parecía una zona de guerra, aplastada y removida por todas partes, y faltaba una ración!!. Me supuse que el repartidor se la había comido de camino y me puse hecho una furia. Me fui a ver a Lorena y abrí la puerta casi echándola abajo.

-Lorena, el puto repartidor ha….¿¿¡¡PERO QUE COÑO ES ESTO!!??:

-¿No te gusta la pizza?. ¡¡PUES COME PIZZA-me dijo irónica-!!.

Me quedé clavado en el suelo como un poste incapaz de asumir lo que estaba viendo enfrente mío: ¡Lorena tenía todo el pecho lleno de trozos de pizza!, y la porción que faltaba…¡¡virgen santa, la porción que faltaba le tapaba su vulva!!. No sabía si estaba soñando, alucinando ó si de tanto trabajar se me había reblandecido el cerebro.

-¿Se puede saber que puñetas has hecho?.

-Pues ésta es mi idea. Se me ocurrió cuando estaba mirando tu camisa manchada de café en el baño. ¡¡Tacháaaaaaaaaaaaan!!. ¿No te gusta?.

-Sí, sí me gusta-respondí más por miedo a decepcionarla que por decir la verdad-…es un poco raro…pero me gusta…

-Pues ven a comerme, y descubrirás la gran sorpresa…

-¿Pero es que hay más-pregunté perplejo-?.

-Mucho más. Tú come, ¡pero trae la pizza, que luego la necesitaremos!.

Fui como una bala a por la pizza y los refrescos y volví con ella, que se había echado sobre la cama con cuidado de que nada cayera sobre las sábanas. Dejé la pizza sobre mi mesita de noche y me recosté junto a mi mujer.

-Mmmmmmmmm que bien huele…esto tiene que estar buenísimo…

-Entonces, ¿a que esperas?.

Acepté su invitación y empecé a comer de los trozos que tenía sobre sus tetas. Aquel juego me estaba empezando a gustar. La pizza estaba de miedo, y mezclado con las tetas de mi mujer, de infarto. Según iba comiendo aquello se iba despejando poco a poco, mostrando el buen par que tenía Lorena(y motivo por el que empecé a cortejarla). Lo mejor fue que dos trozos de barbacoa los tenía tapándole el pezón. No sé si lo hizo adrede pero aquello me puso muy cachondo y en vez de quitarlos rápidamente fui haciéndolo sin prisa, jugando con la lengua a probarlos. Lorena ya estaba muy caliente entre la pizza y mis caricias, y yo empezaba a estarlo. Usé los dientes para hacer mordiscos aquí y allá por su cuerpo, y sobre la masa de pizza que tenía sobre sus tetas. Ella con los jadeos que emitía ya pagaba. Al final me lo comí todo y lo dejé bien limpio y reluciente. Aquello era un plato digno de los mejores gourmets. Me di por satisfecho, pero Lorena me señaló su entrepierna.

-Esto también te lo comes. Le quitas la porción y te lo acabas todo.

Una instantánea e instintiva sensación de asco me invadió. "Pizza con pelo púbico, que asquerosidad". Tan transparente era mi náusea que Lorena leyó en mi cara como en un libro abierto.

-No tengas miedo y no sientas asco. Ya te digo que hay una gran sorpresa que te gustará muchísimo, pero para saber que es deberás comerte eso. Confía en mí.

¿Conocen eso de "tener Fe ciega"?. Pues yo la tuve. Cogí la porción y la dejé con el resto de la pizza. Quedaba tanto trozo sobre su panocha que lo tapaba por completo. No se veía nada. Lorena abrió las piernas y puse mi cara entre ellas. Repitiendo el proceso fui comiendo todo aquello cuando de repente noté que faltaba algo y puse mueca de intriga. Lorena se percató y sonrió complacida sabiendo que estaba próximo a descubrir su sorpresa especial. Tras esa pequeña pausa me lancé a comer como un descosido. Ella gemía como una demente sin control alguno. Chupaba, lamía, besaba, comía, volvía a chupar, así hasta despejar su cuca de pizza y pude ver porqué creí que faltaba algo. Joder que si faltaba algo…¡¡no había pelo!!. ¡¡No había ni un solo pelo en su bajo vientre!!.

-Llevo como diez días rasurándome y echando cremas para dejar la piel suave. Por eso estos días he dormido con pantalón de pijama en vez de desnuda como siempre. ¿Te gusta ver mi chochito afeitado-me sonrió en tono malévolo-?.

Me pareció estar viendo a una niña pequeña en lugar de a una mujer adulta. Puse mi mano sobre su pucha y lo comprobé in situ. Efectivamente, la piel estaba suave, y ni rastro de pelo. De la sorpresa inicial pasé a la pasión, pero no a la pasión convencional, no señor: me invadió un salvajismo que nunca antes me había salido. La visión de aquella panocha pelona me hacía bufar como un toro salvaje. Algo estaba creciendo dentro de mí. Me sentía como un toro salvaje.

-¿Cariño, estás bien-preguntó preocupada-?. Dios mío, parece que vas a estallar.

-¿Estallar?, ¿¡ESTALLAR!?. Ya te daré yo estallido, cacho guarra. Voy a follarte hasta que tiemblen las paredes. Oh Dios ese coño…ese coño es mío…voy a reventarlo a base de pollón-y-tente-tieso…

Lorena quedó desencajada por la forma en la que hablé, y yo también. Jamás me había sentido tan azorado. Ni siquiera esperé que ella me hiciera la habitual mamada previa.

-Ay Jairo loco, para que va a doler así en seco…para…

-De parar nada, ya estás bien mojada cacho puerca. Agárrate que vas a saltar más que si estuvieras en una cama elástica.

Ella forcejeó para que fuese algo más normal y fino, pero no me era posible contenerme. El verla depilada me hacía pensar en que no tenía delante a una mujer si no una niña y eso me calentó al borde de la eyaculación precoz. Ganado el forcejeo se la enchufé embistiendo como una locomotora descarrilada. Estaba fuera de mí mismo.

-Aaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh…Jairo por dios…para que me matas, me mataaaaaaaaas…

-Ooooooooooh que chochito más rico…y está sin pelo…sin pelooooooooo aaaaaahh aaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaahh…

-Oh madre mía que polvoooo…eres un salvajeeee…aaaahh aaaaahh aaaaaaaahh …más suave mi amor…sé más suave…aaahh aaaahh aaahh…

-¿¡Suave!?.¡Una mierda suave!. Voy a follarte hasta que reviente la cama.

-Ahhhh aaahh sí…síiiiiiiii me gustaaaaaaaaa…eres un violador…me estás violando…me violaaaaaaaaaaaaaass aaaaaaaaaahh aaaaahh aaaaaahh…

Aquello me cogió de sorpresa. Parecía que yo no era el único con cierto toque morboso. "Violador", pensé, "a ésta le voy a dar polla hasta que se harte".

-Aaaaaaah aaaaaaaahh aaaaaaaaahh síiiiiii cabrón me violas, me estás violando…sigue, sigueeeeeeeee…no freneeeeeeeeeeeeeeeess…

-¿Te gusta eh?...dí que te gusta…dilo…

-Síiiiiiiiiiii…me gusta…que me violes…viólame cabrón…viola a esta niña…

-Ooooooooohh que cerda eres…ya verás lo que te voy a dar…

No me esperaba que a Lorena le gustase del tema de la violación, pero me vino caído del cielo. La unión de nuestras perversidades fue tan simple como magistral. Apoyando mis rodillas en la cama me incorporé un poco para coger fuerzas con que bombearla a loco. Le estaba pegando el gran polvo que quería echarle, pero no podía controlar mi lujuria. Mi polla comenzó a dolerme debido a la sobreexcitación mientras se la hincaba. Por un instante creí que iba a empalarla y sacársela por la boca. Lorena me arañó la espalda, me encendió aún más en mi arrebato. La aferré bien por la parte exterior de los hombros, apretando los dientes con expresión sádica al tiempo que la embatía. La cabecera de la cama resonaba contra pared a cada empujón. Las sábanas habían volado. Al darme cuenta de todo aquello juro que por un momento me creí un verdadero violador.

-Ooooohh ooooooohh oooooohh ooooooohh…Jairo…¡¡JAIROOOOOO!!...no puedo más-decía como si se estuviese atragantando-…aaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaah aaaaaaah aaaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaahh…

-CÓRRETE PERRA….VAMOS NIÑA CÓRRETE…AAAAAAHH AAAAAAHH AAAAHH AAAAHH AAAHH AAAAAHH AAAAAAAAAAHH...¡¡¡YYYEEEEEAAAAAAAAAAAAAARRRGGHH!!!...

-ME VENGOOOOOOOOOO ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHH!!...

Nuestros gritos tuvieron por fuerza que oírse en los pisos de arriba y abajo. Los gritos que lanzaba al correrme eran de auténtico paroxismo. Lorena tampoco se quedó atrás en esos términos. Cuando finalmente hube descargado todo el semen retenido me derrumbé literalmente sobre mi mujer, empapado de sudor. Estábamos jadeantes y por un buen rato fuimos incapaces de hablarnos. El olor a pizza y sexo inundó nuestro cuarto de una atmósfera sexual cargada hasta los topes. Recuperamos el aliento más adelante, aunque nuestras fuerzas seguían escasas. Por suerte teníamos la pizza al lado y comíamos algo para recuperarnos. Nos estuvimos besando un rato antes romper el precioso silencio que teníamos.

-Ha sido fenomenal-me susurró-. Nunca había follado como hoy…

-Ni yo tampoco. Ha sido el polvo más salvaje que he echado nunca...y oye, no sabía que tuvieras fantasías con la violación…

-Y no las tengo…

-¿Entonces-pregunté-?.

-Fue por culpa de la Hermana Margarita. Fue una de mis maestras en el colegio de monjas. Siempre andaba diciendo que lo peor que le podía pasar a una mujer era una violación, pero nos decía también que si la violaban era culpa suya, que se lo merecía. Acabó traumatizándonos. La Madre Superiora se vio obligada a echarla del convento. Luego supimos que había sido víctima de violación y que por eso se había recluido. Realmente fue trágico: se creyó culpable de su violación.

-Bufff-resoplé-…menuda historia…

-¿Y ahora me explicarás tú desde cuando fantaseas con niñas, cacho pederasta-me preguntó con gesto sardónico-?.

-No lo hago…

-¿Entonces-volvió a preguntar-?.

-Cuando tenía…uuuuuuh…20, 22 años, me fui con mis padres de vacaciones a un pueblo de la costa…no recuerdo su nombre-dije tras segundos de silencio de reflexionar-. La cuestión es que en el pueblo había una niña llamada…¿Enriqueta?, ¿Jacinta-intenté recordar-?...¡Graciela, eso es!. Pues Graciela era una niña muy guapa, pero un auténtico putón. Tenía 13 años y se insinuaba a cualquier cosa con pantalones, y para 13 años tenía un cuerpo de 18, todo curvas. En alguna ocasión se me rozó, y luego, cuando veía que me había empalmado, se iba como si tal cosa diciéndome "ea, ahora a casita a pajearte". Nunca pude beneficiármela-dije en un tono de triste resignación-. Hacía como….¡dios mío!, 8 años que no la recordaba.

-¿Qué fue de ella?.

-Se lió con un chico del pueblo y quedó preñada. Fue todo un escándalo y la obligaron a casarse. El chico solo tenía 12 años.

Lorena quedó sorprendida por aquello. La historia era algo insólita, pero era real al 100%. Tras aquellas mutuas confesiones vinieron abrazos, caricias, algunos besos, y un susurro en mi oído: "otra vez". Cogiendo algún trozo de pizza jugué a pasarlo por su cuerpo para embadurnarla e ir comiéndome lo que quedaba por su cuerpo. Nuestras energías se sintieron renovadas. Volvimos a la acción por horas, sin salir de la cama. Fue la mejor tarde de toda nuestra vida marital. De noche dormimos como bebés.

A los pocos días de aquello fuimos de cena con Laura y Jordi, íntimos amigos nuestros que también eran matrimonio. Cuando Jordi y Lorena se fueron al baño tuve la ocasión de contarle a Laura(que siempre fue mi confidente), lo ocurrido entre Lorena y yo. Ella quedó encantada por mi anécdota y me contó alguna suya con Jordi que me dieron ideas para hacerlas entre mi mujer y yo. Me dijo que era tremendamente erótico entregarse al 100% a la persona amada y que debía probarlo lo antes posible. Cuando Jordi y Lorena volvieron ella lo hizo con la cara ruborizada como un tomate. Aunque tuve mis sospechas, nunca pregunté que le pasó en el baño.

Laura no se equivocó en su comentario. A la noche siguiente puse en práctica la idea que ésta me había dado: depilar yo mismo a Lorena. Ésta se dejó hacer por mí, relajando su cuerpo para facilitar la maniobra y con mucho cuidado fui quitando todo el pelo del pubis de mi mujer. Fue una experiencia fantástica, pero mejor aún fue que yo mismo me entregué a ella para que me depilara a mí. Sus manos obraron maravillas y su experiencia hizo que todo fuera como la seda. Cuando acabó sentí que volvía a tener 6 años cuando miré abajo y vi que no había pelo, ni en mi bajo vientre y ni en mis pelotas. Sus caricias me hicieron un efecto doble que me encendió, así que lo celebramos con un buen polvo no sin antes pedir una pizza familiar. Desde aquella tarde, las pizzas fueron imprescindibles en nuestra vida tanto para nuestros juegos sexuales como para comerlas después de una buena sesión de sexo. Las encargábamos tan a menudo que cuando las pedíamos desde casa creíamos que el repartidor nos diría que teníamos cuenta de cliente preferente. Cuando íbamos en persona conocíamos a todos los empleados y pensábamos que nos extenderían la alfombra roja ó que nos nombrarían "hijos adoptivos" jajajaja.

Pronto hará cuatro años de aquella tarde en que la pizza consiguió reavivar nuestro matrimonio. En este tiempo fuimos bendecidos con dos niños, Sergio y Graciela, por los que nos desvivimos en arrumacos y abrazos, y que han colmado nuestra vida de casados de una felicidad que no creíamos posible. Incluso nuestros amigos y amigas, cuando nos ven, quedan extrañados de vernos tan unidos cuando ellos mismos no tienen esa complicidad. Lo mejor es ver sus caras de perplejidad cuando, tras preguntarnos por el secreto de nuestra feliz vida en común, nosotros, muy sonrientes y sarcásticos, respondemos: "Pizza con extra de almeja"…

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