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Vida de una supermodelo

en Confesiones

VIDA DE UNA SUPERMODELO

            Soy una importante supermodelo. Evidentemente no puedo decir quien soy ni tampoco si mi idioma natal es el español o el inglés (o el que sea), y tampoco puedo dar muchos detalles sobre mi anatomía por razones obvias (si soy modelo, es evidente que belleza y sensualidad no me faltan), pero es lo más seguro que habréis sabido de mí por la prensa del corazón o por fotos mías, tanto las normalitas donde poso con las últimas tendencias como por las subidas de tono en las que salgo en ropa interior o en topless. También han hecho fotos falsas o “fakes” en donde aparezco con toda clase de hombres o en diversas posturas totalmente desnuda, pero ya digo que mi entrepierna jamás la he enseñado en foto, por muchas veces que me lo han pedido.

            Mis padres se divorciaron siendo yo adolescente, más o menos en la época en que me propuse ganarme la vida en las pasarelas (aunque ambas cosas jamás han estado relacionadas). Ante la duda de vivir con mi padre o mi madre, decidí vivir con mi padre en la idea de que él sabría mejor que ella lanzar mi carrera. No me equivoqué. Mi madre quería una vida sencilla, cómoda pero sin dinero ni ostentaciones...y a mí me sobraba ambición por los cuatro costados. Quería dinero, quería lujo, quería fama...y la quería a toda costa. Muchas modelos suelen ser encontradas en playas, por la calle o así, pero hay casos en que es el padre quien se convierte en manager de su hija para que sea una modelo. Ese es el mío...más o menos.

            Mi padre supo encarrilar nuestras vidas hacia el éxito y la fortuna, y aunque nos costó tiempo y mucho esfuerzo, el triunfo llamó a nuestra puerta finalmente...a un alto precio: una vez el juez y los servicios sociales comprobaron que nuestra situación era “segura para mi bienestar” (que chorrada, yo estaba mejor que nunca a su lado), y que mis deseos de ser modelo no eran mal tomados como una explotación a una adolescente ni nada por el estilo, mi padre se dedicó en cuerpo y alma a prepararme para mi vida de famosa...e hizo un especial énfasis en mi cuerpo. Sus esfuerzos, pacientes y denodados, lograron su objetivo, y pronto me hice un hueco y un nombre en el mundo entero.

            Lo que más me gusta cuando vuelvo a casa lejos de mis viajes y del agobio de volar a tal o cual país es la tranquilidad que tengo. Solo estamos mi padre y yo, libres para hacer lo que nos plazca. A día de hoy mi padre ya tiene otra modelo como pupila y yo otro manager que vela por mis intereses, pero aún así seguimos teniendo una casa para nosotros solos donde descansar del ajetreo del mundo...y donde dar rienda suelta a nuestras depravaciones.

            Debo decir que esa casa es la misma que mi padre compró cuando se divorció de mi madre, y que conservamos más por cariño de viejos tiempos que por otra casa. Con el dinero ganado en todos estos años podríamos comprarnos una casa de varias plantas o varias mansiones al estilo de Hugh Hefner (que gran hombre, por cierto), pero tanto a él como a mí nos podía esa idea de “estar a solas”, de manera que conservamos nuestro viejo hogar...que también fue nuestro nido de amor (o lujuria, según se mire).

            Estar allí me hace recordar esos años de adolescencia en que mi padre comenzó a mover hilos, a llamar a agencias, a conocer el mundillo para que su hijita del alma se hiciese famosa y muy rica posando y haciendo que los hombres deseasen sus curvas...y yo, tan inocente en aquella época, hacía todo lo que él me decía. A fin de cuentas, fue la promesa que tuve que hacerle, en nuestro primer cumpleaños a solas.

            -Cariño-me dijo-, yo haré todo por ti, buscaré gente, te promocionaré, conseguiré contratos lujosos y te haré una estrella...pero a cambio debes hacer todo cuando yo te diga sin rechistar, ¿de acuerdo?. No importa si te gusta o no, si protestas o lo haces de buena voluntad, si te repudia o te acaba encantando, si yo doy la orden, tú lo harás, ¿de acuerdo?, ¿tenemos trato?.

            Incluso alzé mi mano como si fuese a testificar en un juicio. Prometí que acataría todas sus órdenes, por extrañas o difíciles que fuesen de cumplir. Le pregunté el porqué de ese trato, y él me respondió con tres palabras: “La fama cuesta”. No entendí nada, pero a él se le vio un brillo malicioso en los ojos. La misma mirada había visto en los ojos de mis compañeros de clase cuando se quedaban mirando a mis curvas (que para mi edad ya eran de lo más generosas)...y cuando sentí un calor interno en los muslos de mis piernas mientras mi padre me miraba, intuí que a él le pasaba lo mismo que a mis compañeros. Aquella sensación no me desagradó: más aún, me excitó.

            Sin descuidar mis estudios, papá comenzó a cumplir su promesa, y yo la mía. La primera orden que me dio y que me dio una vergüenza terrible (me hace gracia cuando lo recuerdo), era que caminase en ropa interior si estaba en casa. Las visitas no eran un problema, papá las tenía todas controladas, de manera que era llegar a casa y tener que ponerme en sujetador y braguitas para él. A lo primero me daba reparos, siempre he sido algo tímida, pero el me ayudaba con sus palabras.

            -Si quieres ser modelo-me decía papá esos días-, ten en cuenta que muchas veces vas a estar desnuda delante de mucha gente desconocida, así que debes acostumbrarte a estar sin ropa. El cuerpo humano es algo hermoso (y más el tuyo)...y ten en cuenta que nacemos desnudos. Todo lo demás es travestirse, ya desde la cuna.

            El piropo siempre me sacaba los colores, y él comenzó a hacerlos de forma muy lenta pero progresiva. A veces me daba un beso en la mejilla o un abrazo y yo le dejaba sentir mi cuerpo casi desnudo. Otras veces me acariciaba la espalda o el vientre, incluso llegó a tocarme un poco los pechos por encima del sujetador o el culo por encima de las braguitas...mi cuerpo respondía por instinto a sus atenciones, y mi cara se ponía roja a más no poder, cosa que a él le encantaba.

            -Si eres modelo, tendrás 10 ó 20 manos encima maquillándote, cambiándote la ropa o arreglándote algo, así que debes hacerte a la idea que tu cuerpo será como una estación de tren en hora punta: llena de gente. Te tocarán por todas partes, sobretodo si llevas lencería o prendas ligeras, así que no debes incomodarte-me hizo saber-.

            Pero la cosa iba subiendo de tono. Al cabo de uno o dos meses de estar en ropa interior por casa, mi padre dio una orden que yo llevaba tiempo esperando: que ahora yo fuese siempre desnuda. Cumplí a rajatabla delante de él, allí mismo. Fue algo lento. Me llevé las manos al broche del sujetador, lo desabroché y mirándole a los ojos, lo quité y me quedé con mis tetas al aire...y luego, con paciencia, me quité mis braguitas, que se las tiré, y me quedé desnuda del todo, sin taparme mi coñito. Ese fue el momento más excitante de toda mi vida.

            -Tienes un cuerpo divino, serás una gran modelo...y debes aprender a usarlo. Un cuerpo bonito tiene mucho atractivo para nosotros los hombres. Si usas bien tus armas de seducción no solo lograrás dinero, lograrás poder, mucho poder. Poder para mandar, para controlar, para decidir...Ahora te pregunto: ¿quieres que entrene tu cuerpo?, ¿qué lo ejercites para aprender a seducir con la mirada?, ¿para contonearte y que los hombres solo piensen en acostarse contigo?.

            Asentí con la cabeza, y mi padre no dejaba de mirar mis tetas bamboleándose a ritmo de mis asentimientos. No me imaginaba lo que pasaría a continuación: mi padre se bajó los pantalones, se empezó a despelotar delante de mí hasta que quedó igual que yo, desnudo. Mis ojos no podían apartarse de su espada, toda dura y erecta, que parecía palpitar por sí misma.

            -Esto es un hombre-y abrió los brazos como exhibiéndose-. No todos son tan guapos ni atractivos como yo-se pavoneó, haciéndome reír-, que lo sepas, algunos son mucho más feos...pero todos pensamos con esto-se tocó su espada-. Esto nos domina, nos controla, cometemos toda clase de locuras por su culpa...y si quieres aprender a dominarlo, debes aprender a satisfacerlo. El sexo es poder. El sexo vende. Y para que tú vendas, debes conocer el sexo. Las supermodelos no son famosas por ser bellas, si no por venderse como objetos inalcanzables de deseo y lujuria, por incitar a los hombres con el sueño y la ilusión con echarles el polvo de su vida.

            Intentaba escucharle pero no podía, su espada ocupaba toda mi atención. Papá sabía por mi cara que aún no había visto nada igual, y se aprovechó de eso. Me llevó al sofá y allí nos sentamos. Me enseñó su colección de porno, y puso un par de películas para ir calentándome (aunque no hacía falta, ya estaba ardiendo). Aprendí lo que era el sexo viendo aquellas películas, lo que las chicas hacían con aquellos fornidos hombres de cuerpos perfectos. ¡AH!, un detalle: todo el rato que me pasé viendo aquellas pelis lo hice masturbando a mi padre por orden suya. La idea no era hacerle correr (entonces no sabía lo que era eso), solo acostumbrarme al tacto y calor de un pene. Fue muy morboso y excitante: padre e hija viendo porno, desnudos, mientras lo masturbaba con tal lentitud que él aguantó todo el tiempo sin correrse. Solo de pensarlo, me pongo al rojo.

            Una de las cosas que más me fascinaron de esa primera escena juntos fue el tacto de su espada (y la llamo así por su longitud; con el tiempo se me quedó esa palabra para hablar de lo que los hombres tienen entre las piernas). Fina, sin pliegues ni nada de eso, recta, erecta, dura...y caliente. Eso es lo que más loca me volvió. Parecía arder entre mis manos, su calor me quemaba en mi interior mientras lo masturbaba. Además, su cara era impagable mientras se la meneaba. También le acariciaba su cuerpo con la otra mano, sintiendo sus abdominales (mi padre siempre se ha cuidado mucho) y su vello (él no es metrosexual que se depile: “donde hay pelo hay diversión”, siempre me decía; tampoco estoy diciendo que él sea un oso, ¿ok?, él es...un término medio). De cuando en cuando miraba para la película, veía lo que aquella hacía con su cuerpo, y me deleitaba en mi mente pensando si yo podría hacer cosas así. De momento solo estaba empezando, “precalentando” por así decirlo, entrenándome con mi propio padre...sin ni siquiera suponer donde me llevaría todo aquello.

            Con el paso de los meses, en efecto, las visitas a las agencias se hicieron mucho más frecuentes. Como primer paso, obviamente, hicimos un book de fotos en toda clase de poses y con la ropa más diversa. Mi padre era fotógrafo aficionado y él mismo me las había sacado, todas en blanco y negro. Jugábamos a la ambigüedad, al desenfado, a que era la chica pizpireta y alegre ignorante de su poder de seducción: de colegiala, en bikini o en shorts de deporte...incluso en ropa interior, sugiriendo más que mostrando con una actitud de inocentona total. Cuantas lágrimas eché con cada fracaso y cada “ya nos lo pensaremos”, “no es lo que buscamos”, “le sobra cuerpo”, etc...Y menos mal que papá se encargó de que no cayera en una anorexia o algo así debido a esos comentarios.

            En tanto estudiaba e intentaba ser modelo, las lecciones de mi padre seguían su curso. Una de ellas fue que, una vez yo terminase de desayunar (cosa que hacíamos los dos juntos en la cocina), yo me metiese por dentro de la mesa, que me pusiera entre sus piernas de rodillas...y que se la chupase. Recuerdo que la primera vez que me lo dijo, me puse colorada, pero muy excitada. Ya le había masturbado, pero chupársela...aún no me habían adiestrado en el arte de las felaciones, y la idea de que él lo hiciera...empecé a dudar de si lo hacía por mi carrera de modelo o por su propio placer, y también de cual de las dos ideas más me excitaba.

            -Dos tetas tiran más que dos carretas, cariño. A muchos hombres te los ganarás en los despachos de las agencias, en pases privados, y ahí es donde debes demostrar que sabes lo que te traes entre manos. Ellos podrían estar sentados en su mesa y tú debajo de ella, ganándotelos. Es importante complacerles y ser obediente. ¡AH!, y saber qué decir en cada momento. Mucha gente (actores, modelos, políticos...) perdieron sus carreras por hablar más de la cuenta. Debes tener cuidado. Ahora de rodillas, y al trabajo.

            Acepté mi posición, y una vez terminé de desayunar, me fui bajo la mesa, se la saqué mientras él seguía desayunando, y mis ojos casi se salían de las órbitas al tenerla tan cerca de mi cara. La toqué, la acaricié, noté como mi padre temblaba de placer con mis caricias...y tal como ordenó, abrí la boca, con la lengua le di toquecitos en la punta (para saber si aquello sabía bien, era curiosidad), y entonces la fui tragando hasta que casi me da en la campanilla. Tuve que sacármela por la arcada que me dio, respiré con resuello y luego volví a probar, así varias veces hasta que, a la 5 ó 6 vez, logré cumplir la orden de papá. Le hice una mamada en toda regla, y recibí el primer lecherazo de mi vida (por sorpresa, debo añadir).

            -No podía avisarte para que te sorprendieras. De ese modo lo recordarás siempre y así la sorpresa solo será por esta vez. Ahora ya sabes lo que nos pasa a los hombres si nos calientan demasiado. El sueño de muchos hombres es que la chica lo trague, eso nos vuelve locos, tanto como corrernos en la cara de la chica o en sus tetas. Si sabes hacerlo bien, los hombres pondrán palacios y joyas a tus pies. No lo olvides nunca: “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”...Y muchas veces, varias...

            Aunque no en mis partes íntimas, las manos de mi padre me tocaban todos los días, sin excepción. A veces, al despertar, me encontraba con que mi padre me estaba acariciando los muslos de las piernas o mi vientre. En otras ocasiones, al terminar de comer me ayudaba con los deberes y buscaba acariciarme la espalda o los labios, para luego besarlos con lengua (y me enseñó a besar muy bien). Y si a lo mejor estábamos en “tiempos ociosos” e íbamos de viaje, furtivamente él me tocaba o me besaba en sitios donde nadie nos conocía (y procurando que nadie nos viese). Me sentía como si tuviese un novio que tuviese que esconder de mi padre...aunque irónicamente era mi padre el que me metía mano...y sus manos cálidas sabían como excitarme. Él deseaba verme de sumisa, al menos de momento. Debía obedecer sus órdenes. Ese era mi papel.

            Si de cuando masturbaba a mi padre ya me ponía como una moto a 200 por hora, el momento en que me la metí en la boca por primera vez ya fue toda una experiencia divina. Antes de ese lecherazo sorpresa, me regocijé y recreé en la sensación increíble de tener en mi boca aquel trozo de músculos y piel, esos centímetros en apariencia tan poco importantes pero tan vitales al fin y al cabo. Era maravilloso, casi no podía con su espada, toda no me entraba y el intentarlo me excitaba aún más (y a él, obviamente). Su sabor no me desagradó, su palpitar me hacía enloquecer, parecía que estuviese viva. Me la saboreé como si fuese un polo de helado o algo así. Hay momentos de esos que sabes que te marcarán de por vida. Ese fue uno de ellos: supe que iba a pasar mucho tiempo chupando pollas...y la idea me encantaba.

            En todo este tiempo papá me había ido acostumbrado a sus miradas, sus caricias, sus toqueteos diarios...y yo fui perdiendo la vergüenza hasta que todo aquello fue de lo más natural. Lo que más loca me volvía, desde la primera vez en que me lo hizo, eran los momentos en que se dedicaba a masajear mis pechos, a acariciarlos...y a metérselos en la boca para chupármelos. Gemía y jadeaba como una loca: me tumbaba en el sofá, en la cama, en la ducha o donde él me mandase y me dejaba chupar los pezones por él. Me sentía tan bien, tan ardiente, mi cuerpo se sumía en las llamas de la lujuria...y todo aquello explotó el día en que le pedí que fuese hasta el final, que me lo hiciera.

            -¿Estás segura de que no quieres esperar a encontrar un chico que te guste y con quien estrenarte?. Una vez lo hagas, no habrá vuelta atrás, no podrás arrepentirte-y yo asentí-. Muy bien entonces...pero has de saber que a lo mejor sangres un poco por ser tu primera vez, o quizá sufras por el dolor. Nunca se sabe con estas cosas. De todos modos es tu decisión. ¿Dónde prefieres que sea?, ¿en tu cama?...¿en la mía?...¿en el sofá?...

            Con gesto divertido respondí que en mi nueva cama, la que él me compraría y la que esa misma noche estrenaríamos los dos juntos. En un gesto muy galante, él esperó a mi cumpleaños, a cuando la fiesta entre amigos y familiares había pasado y los dos nos encontrábamos a solas. Ese día (más bien noche) él se metió en mi cama, yo misma le abrí las sábanas para que entrase...y también las piernas. No lo hizo en ese momento, se tomó su tiempo. Me devoró a besos, a caricias, me tocó en lo más íntimo y lo chupó y devoró como ya otras veces me había hecho (así me despertaba a veces, comiéndome el coño hasta hacerme gozar). Esa primera sensación, ese primer hombre penetrándome, mi padre, mi amante...oh dios mío...no fueron relaciones sexuales, ni impúdicas, ni tan siquiera incestuosas: ¡¡FUERON MAGNÍFICAAAAAAAAAS!!...

            Mi padre se ocupó con mucho cuidado de que mi ruptura interna fuese poco o nada dolorosa. Noté como algo que se rompía por dentro, una sensación extraña a la par que confusa...y poco a poco fue llegando el placer. Atrapada entre la cama y mi padre, me sentía morir, me estaban partiendo por la mitad y las dos mitades de mi ser estaban llegando al viaje a velocidad vertiginosa. La espada de mi espada causaba estragos en mi cuerpo, la notaba moviéndose en mi interior, me atrapaba, me subyugaba, me hacía ver las estrellas, me dolía, me quemaba, me abrasaba...mis movimientos comenzaron a acompasar los suyos: lo acaricié, lo apreté contra mí, grité con estertores de chica a la que estuviesen violando y me dejé llevar por las más bajas pasiones que jamás conocí hasta ese entonces, quedando en un estado de shock por el orgasmo, casi en coma.

            -Felicidades mi amor. Ahora ya eres mujer, ahora ya sabes porque los hombres persiguen a las mujeres con tanto ahínco, porqué vamos detrás de ellas como babosos en celo. Y se puede hacer de mil formas diferentes en mil sitios diferentes...

            Pero yo no le escuchaba en absoluto. Estaba en shock por aquel primer polvo (y vaya polvo) que me habían echado. Lo había visto infinidad de veces en las pelis porno de mi padre, lo había intuido por las otras cosas que papá me había hecho...pero nada de lo que hubiese imaginado se acercó ni remotamente a lo que viví y sentí: los besos con lengua, las caricias, esa intensa pasión animal entre nosotros. Estaba agotada, casi muerta...pero me sentía más viva que nunca, me sentía...fuerte. Esa noche ni él ni yo dormimos. Nos la pasamos follando como salvajes.

            De las posturas que mi padre me enseñó, la primera fue la del “perrito”, es decir, a cuatro patas sobre la cama. Fue excitante porque en esa postura pudo follarme y estar sobándome las tetas todo el tiempo. Incluso me dio algunos chupetones en el cuello que me hacían perder la cabeza (y eso le encantaba, el verme desatada). También aprendí a montarle a horcajadas, encima suyo (cosa que me encanta, es una sensación de poder maravillosa el tomar el mando de la situación), o haciendo tijereta (lo que normalmente hacen las lesbianas, solo que esta vez eran mi padre y yo empujando él contra mí y yo contra él; hay que probarlo para entenderlo)...y todo tomó un nuevo cariz cuando un día dio una orden inesperada: debía dejarme encular.

            -Sí, me has oído bien, cariño. Si hay una parte del cuerpo femenino que a todos los hombres nos enloquece (aparte de las tetas y “lo obvio”-dijo con sorna-), esa es sin duda el culo. Un buen culo, en falda o pantalones, nos hace pensar en el sexo con más rapidez que decir “Jesús”. Tu culo es precioso y deberá ser entrenado debidamente, por lo que quiero empezar ahora, e irlo sensibilizando. Sentirás cosas extrañas al principio, ten en cuenta que en origen no es una zona erógena...pero puede llegar a serlo. No te preocupes y no tengas miedo, yo haré que lo disfrutes.

            Después de todo lo que había hecho, lo creí a pies juntillas. Se rió muchísimo al ver como me puse a cuatro patas en la cama para recibirlo, y me dijo que para algo así necesitaba preparación previa. Me llevó a la piscina del jardín y la puso en modo jacuzzi (cosa que rara vez hacía). Pronto el efecto del agua me relajó, tanto como los dedos de mi padre acariciándome, sobándome entre pierna...y llegando a mi ano para jugar con él e irlo dilatando poco a poco. Aquel fue nuestro primer polvo de piscina: sentada de espaldas a él y sobre él, fui bajando poco a poco hasta que toda su espada entró en mi culo. Él no se equivocó: era extraño, un poco doloroso, molesto, casi sentía deseos de toser...pero con su habitual maestría, logró convertir aquella amalgama de sensaciones en placer. Gracias al efecto del agua, él se deslizó dentro de mí fácilmente, me desvirgó mi culito, y yo gocé con ello.

            -Ya estás preparada-y lo dijo con orgullo-. Ahora hay que mostrarte al mundo y que vea todo el potencial que tienes, que los hombres se peleen por tenerte y las mujeres se mueran de envidia buscando alcanzar tus curvas. Hay que lograr que las revistas de moda quieran tenerte en sus páginas, en su portada, que seas el objeto de deseo de los hombres cuando vayan al baño a pajearse, y que seas la referencia de las mujeres para la ropa y los complementos que tanto os gustan (y que nosotros nunca valoramos). Es el momento de echar toda la carne en el asador, y si sale todo bien, encontraremos una agencia o una casa de alta costura que esté dispuesta a todo por que la representes.

            El día que en efecto una agencia vio mi potencial y nos propuso un contrato para modelar, vi el cielo abierto. Tanto esfuerzo al fin estaba viéndose recompensado, fue un día memorable (el polvo de celebración, ni os cuento), y desde aquella agencia hasta mi salto al estrellato, fue una escalada meteórica que me llevó a la cima del éxito. La fama llamó a mi puerta, las firmas más importantes se me disputaban, todos los diseñadores se mataban por que vistiera sus creaciones, los fotógrafos me querían en sus campañas de publicidad...y mi padre estaba allí para celebrarlo conmigo.

            Eso sí, el camino entre medias estuvo bien salpicado de detalles oscuros. Nada de drogas o alcohol (ni muerta pienso acabar como Lindsay Lohan, pobre chica...), pero sexo...de eso vaya que si hubo, y a raudales, y de formas que no me podía ni imaginar. Pero al igual que con mi identidad, no puedo revelar nombres, solo cargos o trabajos que desempeñaban. Si la gente supiera lo que hay detrás del glamour y las pasarelas, quizá viesen el mundo de la moda con otros ojos.

            Un ejemplo: de cuando hice  mi primer book de fotos mi padre había consultado con un amigo suyo que tenía una tienda de fotografía y una vez me llevó para que él me viese y le diese a él algunos consejos de cómo “captarme en fotos”. Ya de entrada vi su mirada clavada en mi cuerpo y supe que me deseaba. Papá me había dicho que jugase a hacerme la inocente, la ingenua, como en las fotos que me sacó. En efecto, su estrategia surtió efecto. El amigo de mi padre se llevó un buen recuerdo de mi parte: no se acostó conmigo (aún faltaba para que papá me desvirgase) pero fui “dejándome hacer” hasta que logró sonsacarme, y le hice una mamada mientras mi padre “había ido al baño”. Al marchar de allí el amigo le dijo a mi padre que sí, que en verdad era fotogénica, le dio consejos e incluso teléfonos de alguna agencia. Fue un día redondo.

            -¿Te has dado cuenta?. Le hemos hecho bailar a nuestro ritmo, él nos ha dado lo que queríamos porqué has sabido coquetear con él. Recuérdalo siempre: hazte la tonta. Deja que ellos se hagan los listos, que vayan de machitos, de sabelotodos, juega a su juego...pero luego marca tú las reglas. Practica las poses que ensayamos, mejóralas, que parezcas inocente, ingenua (pero sin ser una cabeza hueca). Juega a ser esa chica corta de miras pero amplia de tetas y el mundo será tuyo. ¿Entiendes?.

            En algunas agencias, todo sea dicho, tuve que hacer algún “pase privado” para los jefes. Recuerdo aquellas salas sin ventanas, aquellos hombres y mujeres ante los que desfilaba, que me recorrían con la mirada. Yo me desvivía por complacerles, atendía a sus peticiones...que en algunos casos, era “medirme el cuerpo” milimétricamente, de forma que terminaba sobada por doquier. Lo más extraño para mí era cuando en lugar de un hombre, era una mujer la que me tocaba. Estaba acostumbrada a las manos de un hombre (mi padre o alguien a quien intentar convencer de mi talento de modelo), y con las mujeres era diferente...pero muy excitante.

            -Será inevitable que a veces hagas cosas que atentan contra su sentido del buen gusto, o contra tu moral. En esos casos solo hay dos opciones: no tener moral, o que la entierres muy hondo. No siempre podrás escoger entre el menor de los males, a veces la vida te pones retos muy duros. Debes ser fuerte y resistir. La fama cuesta...y a veces el precio es muy alto.

            A diferencia de los hombres, que solo tocaban lo justo y luego iban al meollo de la cuestión, las mujeres se recreaban más en los preliminares: un sobe aquí, una mano allá, una lengua en el otro sitio...No es lo mismo que un hombre meta su lengua entre las piernas de una chica, a que lo haga otra chica. Es diferente, aunque no sé explicarlo con palabras. Las mujeres que me han poseído (algunas con más mala leche que otras) supieron excitarme: mujeres de bellísimo aspecto con las que me acosté (más bien follé, sin más) y que se dedicaban a comerme los pezones como si la vida les fuese en ello, a chuparlos y lamerlos hasta dejarlos doloridos de tanto mordisquito y pellizco; lenguas comiéndome lo más íntimo de mí de forma desaforada, intensa, arrebatadora...y no solo me lo hicieron, yo también lo hice, y con el tiempo, aprendí a hacerlo muy bien.

            Cuando me echo en una de las tumbonas de casa y me pongo morena al sol, no puedo evitar recordar aquellas sesiones privadas,  y como las mujeres, para goce de los que allí estaban, venían a besarme o a acariciarme, se lo montaban conmigo delante de ellos como si fuesen putas troyanas. Me costaba comprender la actitud tan machista de unos y tan pasiva en otras, pero entendí que este negocio es así, y que el machismo es también parte de él. Mientras ellos se masturbaban en las sillas, mi amante ocasional y yo éramos observadas, las dos tendidas sobre la enorme mesa del despacho, o yo sobre el regazo de ella, semi desnuda mientras me metían mano (y sí, una vez terminábamos nosotras, ellos venían a cepillársenos de mala manera).

            Ponerme a nadar en la piscina me hace despegar la mente, llevándome a todas las playas de aguas perfectas en donde posaba con los trajes de baño más exclusivos, en donde los fotógrafos, muy profesionales de puertas afuera, buscaban esa mirada ideal, esa pose perfecta, ese gesto que llenase portadas de revistas. Ahora bien, de puertas para adentro, también eran profesionales, y ya no recuerdo en cuantas caravanas hacía falsas sesiones privadas que empezaban sacándome fotos (con la cámara sin carrete) y que terminaban conmigo a cuatro patas mientras me trajinaban a placer. Algunos iban más allá y no querían follar, si no otras cosas: desde un sencillo pellizco de pezones (sí, a un hombre) hasta que les pasase por encima con zapatos de tacón (solo con los zapatos), aprendí el verdadero significado del término “depravación”, y ellas no se quedaban cortas, ya os lo puedo asegurar.

            Soy testigo de primera mano de cómo el clero (sí, habéis leído bien) hace algo más que dar comuniones y cepillarse a niños menores de edad (que asco, por dios). Por mucha sotana que lleven siguen siendo hombres...y la tentación de la carne siempre es irresistible, más aún si hablamos de mujeres de mi posición: algunos ni siquiera iban a quitarse la sotana, y con ella puesta me subían en sus regazos y me daban la absolución divina “por vía anal”, o algo parecido. Y en cuanto a políticos, en cuantos escaños habré estado de rodillas, a escondidas, y cosas así (muy divertidas) mientras el de turno se lo pasaba bomba a mi costa mientras le chupaba a “su parlamentario” hasta dejarlo seco. A veces los hombres son tan tontos en sus fantasías, o tan extraños...pero una tiene que ejercer su papel y saber jugar a su juego, aunque con mis reglas.

            Lo más degradante era cuando, literalmente, nos convertíamos en putas de lujo. Eso sí, nos vendíamos caro, pero nos vendíamos al mejor postor. Claro que el “mejor postor” eran magnates de primera línea, políticos de alto nivel, deportistas de fama mundial o líderes extranjeros que exigían cierta compañía especial si pasaban por tal y cual sitio. Alguien dijo una vez que las modelos éramos como muñecas hinchables con los agujeros abiertos al mundo. No sé quien fue, pero no iba desencaminado. Puertas afuera todos éramos amigos y nos movíamos en los mismos círculos, pero en privado muchos hombres de supuesta moral intachable acudían a mí (o alguna compañera de profesión, si pedían a más de una a la vez) y daban rienda suelta a sus fantasías. Y luego aparecen en TV como adalides de la rectitud y la vida decente. ¡JA!, si sus esposas e hijos supieran, otro gallo cantaría.

            En cierta ocasión, un grupo de banqueros juntó de forma inaudita a modelos con prostitutas de lujo (de las de verdad), aunque la sorpresa la dieron cuando algunas de las “chicas” no eran tales: eran transexuales. La estampa de ver a un hombre acostumbrado a manejar personas y millones como lo más natural del mundo siendo enculado por una mujer con una espada tamaño familiar no tiene precio (para todo lo demás, Mastercard). Con uno de ellos me acabaron liando, era una perversión de un famoso hombre de las telecomunicaciones: una modelo sometida por una puta transexual, y me tocó. Para una modelo como yo una prostituta es lo más bajo del escalafón de la mujer (a todas suelen darnos asco), y no me gustó la idea...pero el transexual sabía más de lo que aparentaba, y pese a la repulsa inicial, terminé no solo haciéndole una mamada de primera, si no que recibí en mi culo (con gritos de alegría por mi parte) toda su fuerza varonil. No fui la única chica que pasó por ello, pero seguro que sí fui la que más lo gozó. Como decía mi padre, “sácale el máximo partido a todo. Siempre”.

            Por supuesto, él está enterado de todo. Cada vez que vuelvo a casa nos ponemos a contar anécdotas y entre risas le cuento lo que tal político o el financiero de turno me hizo o me pidió que le hiciera a él, hasta las chicas con las que me he acostado o hice alguna travesura (eso le encanta). Él me cuenta las suyas con su nueva protegida (una chica a la que auguro un brillantísimo futuro si al igual que yo sigue las indicaciones de mi padre), y pasamos el rato recordando viejos tiempos y rememorando nuestros juegos. La protegida de mi parte, por cierto, posee un marcado toque felino y agresivo, y no solo en apariencia. Con ella probé el sexo duro y aunque reconozco que no me dio más, la muy condenada se las apañó para dejarme con las piernas flaqueando. Menuda fiera.

            (¡Uy!, casi se me olvida: cuando mi carrera ya había despegado la agencia para la que trabajaba me había dicho que me buscarían un reputado agente para mi carrera, para los contratos y todo eso. Yo no quería renunciar a mi padre por nada del mundo, esto había sido un viaje de los dos juntos desde el principio, pero fue él mismo quien aceptó que ya había llegado la hora del relevo, que él ya no podía llevarme a cotas más altas y necesitaba alguien mejor preparado, aunque a cambio consiguió un puesto como cazatalentos, descubriendo a otras chicas y sus carreras. Fue un duro golpe, pero con el tiempo entendí que debía ser así. Era lo que debía ser.)

            Sentados los dos juntos ante la TV, muchas veces le voy contando a mi padre la verdadera cara de alguien a quien vemos en las noticias. Mientras se lo cuento, busco su espada por dentro de sus pantalones. No ha perdido fuerza con los años. Le explico con detenimiento cómo ese imponente hombre de negocios pedía ser dominado entre trajes de cuero, cadenas y látigos, cómo le sometía y lo torturaba tal y como él me pedía. Eso sin dejar de acariciarle y masturbarle pacientemente, como me había enseñado a hacerle años atrás. A cambio él me hacía lo mismo, masajeando mi entrepierna hasta conseguir que me relaje como solo en casa puede uno relajarse.

            A veces mi padre viene a darme las buenas noches a la cama. Al mirarle a los ojos le veo la intención y con cierta resignación cómica le digo que lo haga: él se sube encima de mí y mientras me interroga sobre mis amantes o las posturas sexuales que he aprendido, pone su espada entre mis tetas y luego las aprieta, apretando mis pezones con sus pulgares. Le encanta esa sensación de enterrar su cosa entre mis tetas para después ponerse a menearlas (o que yo las menee) y pajearle así. Alguna vez hice lo mismo con ciertos famosos que parecían más recatados que un monaguillo. Mi padre se lo pasa en grande, se la meneo entre mis tetas y luego, como siempre, me lo trago todo como la buena chica que siempre he sido.

            Lo mejor sin duda es cuando le puede la lujuria, cuando ya no se puede reprimir y se abalanza sobre mí, poseyéndome de forma frenética. Me devora viva, no piensa, es un animal, un depredador despiadado. Me vuelve loca esa pasión amoral, esa fuerza que lo domina. Yo no puedo resistirme a sus deseos, casi soy una víctima de violación en sus manos, él me somete a sus deseos y con furia me penetra y me folla hasta saciarse de su sed de mujer. Ni siquiera le preocupa que yo goce. Que fuerza tiene, solo él sabe montarme de ese modo, nadie más. Y cuando termina y me lo echa todo, le recibo con una sonrisa comprensiva y un abrazo...y soy la mujer más feliz del mundo.

            No hace mucho tiempo, en uno de mis habituales retornos a casa, y tras haberme acostado con él (le di un polvazo de esos que tanto le gustan), le pregunté si detrás de lo que hicimos había algo más. Llevaba mucho tiempo con la duda en la cabeza de si todo lo que me enseñó en todo ese tiempo fue para que yo en verdad fuese modelo o solo era por simple lujuria. En sus lecciones él siempre se había incluido como uno más, ni peor ni mejor. Por tanto, y siguiendo esa línea de pensamiento, ¿no sería lógico pensar que pese a sus buenas intenciones a él le pudo la lujuria de un cuerpo bonito (a pesar de ser quien soy) y que en realidad solo quería follarme a placer?, ¿qué aprovechándose de mi inocencia él logró todo lo quería y yo le di mi cuerpo de buena voluntad sin saber en realidad lo que me estaba haciendo?.

            -Claro que sí-contestó de lo más natural-. Con ese cuerpo, esas preciosas tetas que parecen manjar de dioses, esa carita de ángel de “no he roto un plato en mi vida”, ese culo que parece esculpido a cincel...¿crees que me frenaría por el hecho de ser tu padre?. De eso nada, y más cuando me dijiste lo mucho que querías ser modelo. ¿Crees que iba a permitir que un extraño sin alma te violentase y te dejase tirada como a una muñeca de trapo?, ¿o que dejaría que un cabronazo pervertido se llevase tu virginidad como quien recoge las llaves para salir de casa?, ¿o que un don nadie de medio pelo te pasara por la piedra de mala manera?...¡Ni en un millón de años!. Sí, deseaba acostarme contigo, y sí, me moría de ganas de hacerte de todo (menos tener un hijo-nieto con mi propia hija, que tan loco no estoy), pero todo lo he hecho por ti. Cada polvo, cada sobe, cada caricia, cada lección solo ha sido para instruirte y guiar tus pasos a la grandeza...y me siento orgulloso de ti porque has cumplido tu sueño. Me alegro muchísimo por ti.

            Desquitada esa duda y sabiendo de la doble intención de mi padre, no puedo si no sentir orgullo y admiración por él y por las cosas que me hizo. No por hacérmelas, si no por el motivo para hacérmelas. Fue el mejor tutor que jamás tuve, todas sus lecciones se hicieron ciertas a niveles que jamás imaginé, y gracias a él yo pude trabajar en lo que siempre había deseado, y podía hacerlo sabiendo lo que había tras la fama, el glamour y el oropel. Así es mi vida ahora, dividida en tres mundos: el público, con mis desfiles y mis posados; el privado, con las sesiones con importantes hombres y mujeres que me usan para sus depravaciones; y el secreto, donde solo estamos mi padre y yo. Todo el plan se cumplió a las mil maravillas. Ahora soy famosa, tengo dinero, poder, y soy el sueño erótico de los hombres en medio mundo (y parte del otro medio). Al final aprendí bien mis lecciones, gracias a ellas conseguí mi deseo. He luchado por llegar donde estoy a base de esfuerzo, sacrificio, y de poner el culo en pompa más veces de las que puedo recordar. Soy una zorra disfrazada de chica honrada. Esta es la vida que siempre quise y no me disculparé por ello, me la he ganado a pulso...y la disfruto como nunca.

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