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Aprendiz de chupapollas: segunda lección

en Orgías

APRENDIZ DE CHUPAPOLLAS: SEGUNDA LECCIÓN

Después de todo lo acontecido aquella tarde en que me ocurrieron todas aquellas increíbles cosas con aquellas diabólicas chicas (para más detalles, leer la primera parte), esa noche la dormí como un bebé por lo que me había pasado…pero al mismo tiempo también dormí en tensión por la cantidad de dinero que llevaba encima. Menos mal que era el único vagabundo del pueblo y que en ese sitio no abundaban los atracos. Eso me reconfortó, pero lo cierto es que tenía un miedo atroz por si lo perdía o me lo quitaban. No sabía cual sería el destino final del dinero, a que cosa podría destinarlo para que me ayudara a salir del paso. Fui un mar de dudas largo tiempo hasta que al fin logré saber para que podría destinarlo…pero ese es un misterio cuya respuesta me reservaré por una razón: que gracias a él me ocurrió algo increíble. Algo que contaré más adelante.

Lo que había vivido con aquella panda de golfas, que a tenor de lo que hicieron no se merecen otro nombre, me había dejado con ganas de más. Peli me había advertido de las consecuencias de si le ponía un dedo encima a ella o a las demás chicas pero quizá pudiera jugar la baza de la provocación para pillar a alguna en solitario y lograr de ella tanto su complicidad como su confidencialidad. Si ellas habían quedado tanto o más fascinadas que Peli o Vaquita al ver mi hombría (una herencia genética de mi padre que siempre agradecí, todo sea dicho), quizá fuese posible que las pillase en solitario una por una. Sabiendo como sabía lo chismosas que podían llegar a ser algunas mujeres, aquella era una jugada que debía meditarme mucho antes de hacer nada. En un grupito tan homogéneo como aquel donde las chicas parecían llevar el lema de “todas a una” por bandera, intentar sacarlas del grupo y que pensaran por su cuenta era más o menos como sacar a alguien de una secta cuando su cerebro está totalmente lavado y absorbido por ella: una tarea casi imposible.

Otra cosa que casi olvido mencionar ahora es que pese a lo ocurrido y al dinero que me habían dado, mis rutinas no habían variado en absoluto. Podía ser vagabundo, pero no tonto, y antes de verme mendigando tenía mi trabajo y mis estudios. Siempre fui una persona inteligente y sabía que a los del pueblo, que ya me tenían bien fichado de verme todos los veranos deambulando por allí (la guardia civil, como sabían que no me metía en líos, no me detenían salvo en caso de dormir en la calle por la noche, pues eso era algo que estaba prohibido), les extrañaría que de pronto me hubiese ido o peor, que comenzase a entrar tienda por tienda a comprar toda clase de caprichos. No podía llamar la atención sobre el dinero y el modo en que lo había conseguido, el escándalo sería monumental en todo el pueblo. Me jugaba el pellejo…y a eso le tenía demasiado cariño. No mentiré cuando digo que la tortura era terrible, tener dinero y no poder gastarlo debido a que no podía llamar la atención de ninguna manera.

Dicho todo esto, mi rutina veraniega en el pueblo de mi niñez no tuvo grandes cambios más allá de ese encuentro en el granero de los Fernández…o eso pensaba yo. A mi rutina de mendigar y dinero, le seguía la de vigilar a las chicas cuando pasaban cerca de mí. Me impresionaba lo bien que disimulaban la zorrería que ocultaban sus caritas de angelitos. Para el resto del pueblo y del mundo, aquellas seis chicas eran un grupo de amigas normal y corriente que se dedicaban a la ropa y a fijarse en chicos de su edad o algo mayores, como era la norma de su edad. Nadie sabía lo que ocultaban, y a nadie se lo podría contar porqué nadie en todo el ancho mundo me hubiera creído. ¿Cómo poder explicar a alguien que aquel grupito había obligado a una de ellas a pasarse largo rato chupándome la polla hasta casi ahogarla en chorros de mi semen, mientras las demás se exhibían delante de mí para provocarme y que mi eyaculación fuese más abundante?, y más aún, ¿cómo convencer a alguien de que aquello no había sido provocado por mí, y que yo solo era una víctima de las maquinaciones de un grupo de chicas sin corazón?.

Solo cuando las miraba a los ojos ellas delataban su perversidad. Peli no tanto, pero otras, especialmente Pecas y Larguirucha, sonreían ampliamente dedicándome un casi imperceptible guiño de complicidad recordando las cosas que a su compañera le habían hecho por motivaciones de las que entonces yo no sabía, tan solo podía intuir levemente. Además, aprovechando que estábamos en verano, no se cortaban para lucir carnes y enseñarme sus curvas, para provocarme con la fruta que yo no podía comer…y ellas lo sabían. A veces volvían de la playa y lo hacían solo con sus bañadores o bikinis luciendo palmito, o si iban de paseo al sol, vestían mini faldas muy vaporosas en blanco semi transparente marcando sus culitos prietos. A sabiendas de que estaban en sus manos como un juguete en propiedad, las chicas decidieron que no había mejor modo de pasar aquel caluroso verano que provocando al mendigo del pueblo sin que nadie más lo supiera. Alguna vez llegué a odiarlas de lo excitado que me llegaban a poner, con unos deseos enormes de masturbarme o de castigarlas con un buen polvo que las dejase temblando. Ganas no me faltaban.

El juego de provocación al que estaban jugando pasó a un nivel más elevado una tarde en que, como tantas veces, tocaba darme un baño y asearme un poco. Obviamente esperaba a que hiciese un día tan soleado como caluroso, y procuraba ser prudente para llegar a aquel pequeño rincón en donde poder desnudarme y limpiarme el cuerpo (así como la ropa) para luego volver de nuevo al pueblo. Creo que debía ser el vagabundo más limpio del mundo. En fin, como iba diciendo, una tarde de esas me encontraba en la cala tostándome un poco al sol. Me había dado un buen baño para quitarme toda la roña que llevaba encima y estar más presentable (dentro de mis circunstancias) cuando noté unas familiares risitas a mi espalda. Recuerdo que mi primer impulso fue maldecir para mis adentros todo lo habido y lo por haber. No era el hecho de que me siguieran, si no el que alguien podía haberlas seguido a aquellos niños que ya había escuchado otras veces (sin llegar a saber quienes eran) y de ese modo encontrarlos mirando a un vagabundo desnudo tendido en la arena. Hubiese sido una situación muy violenta.

Sin llegar a levantarme del todo, me incorporé quedando sentado con las piernas extendidas en la arena y miré en rededor. Sabía que estaban allí porqué los había oído, pero era incapaz de verlos. La playa principal estaba lejos de donde yo me encontraba y eso evitaba que alguien me viera, pero a partir de cierta distancia sí que era visible (una especie de lecho rocoso con un camino muy dificultoso, de ahí el aislamiento de la cala) y por eso no quería ponerme en pie, aún sabiendo que si alguien me hubiese visto desde la playa sería poco más que un puntito muy muy distante. En todo caso mi preocupación era encontrar el origen de las risitas…pero ellas me encontraron a mí cuando de entre las rocas a mi espalda salieron tres de las chicas del grupito de provocadoras. ¡Eran ellas las que me estaban espiando, ellas quienes me seguían para mirarme desnudo después de bañarme en el mar!. Eran Larguirucha, Rizos y Pecas. Las otras no estaban presentes, cosa que me hizo dar un suspiro de alivio ante la ausencia de Peli. Que no estuviera ella indicaba que las demás habían venido por su cuenta.

-¿Se puede saber que hacéis?, ¿como se os ocurre venir aquí?. Ya tuve bastante con lo que pasó en el granero. Me puede caer la gorda si os pillan conmigo aquí, ¿pero en que pensabais?.

-Queríamos verte de nuevo-dijo Larguirucha-. Nos gusta mirar “eso”-y señaló a mi verga- y ver como se balancea cuando vas a bañarte o cuando te secas.

Soltaron risillas entre ellas, risillas que les daba un aspecto totalmente aniñadas, pero yo ya sabía que de niñas nada tenían salvo quizá el recuerdo. Ni sus cuerpos ni sus ganas de jugar a cosas morbosas eran de niñas.

-Pero no aquí-protesté-. Este es mi rincón secreto, donde me puedo limpiar y en donde me permito recuperar algo de mi dignidad, pero seguro que vosotras no sabéis de esas cosas. Sois “hijas de papá” y tenéis de todo. No tenéis ni idea de lo que estar en mi pellejo y tener que pedir dinero. ¡Por favor marchaos, dejadme!.

-Déjanos quedarnos, solo esta vez-suplicó Pecas-. Si es un problema de dinero nosotras tenemos, podemos darte algo más entre todas.

-Oye, que no-insistí-, no quiero problemas y menos con vuestra jefa. Ya me dejó bien claro que si os ponía un dedo encima me las cargaría con todo el equipo.

-¡Pero eso lo dijo por ella misma-replicó Rizos-!, yo no dije nada de que no me pudieras tocar, y si lo pensaste así fue cosa tuya. Nosotras tenemos voz y voto y ella no nos manda. Bueno, no siempre-apuntilló al ver la cara suspicaz de Larguirucha-. Esto es cosa nuestra y ella no se enterará de nada. Será nuestro secreto, ¿verdad chicas?.

Las demás asintieron. Yo arqueé una ceja algo incrédulo por lo que sucedía ante mis ojos: cuando ya daba por perdido el abordarlas para intentar seducirlas y así darles un repaso a sus cuerpos, fueron ellas mismas las que actuaron por iniciativa propia y se me entregaban a mí. Vamos, que de intentarlo hacer adrede no me hubiese salido…y no lo negaré: estaba encantado con la idea. Lo del dinero era una mera formalidad, casi una excusa, diría yo. Ningún hombre rechazaría a unas chicas como esas cuando vienen con ganas de jugar a cosas de mayores…pero no iba a ponérselo tan fácil.

-¿Te parece bien, verdad-prosiguió Rizos-?. Además, seguro que ya gastaste el dinero que te dimos en comida o algo así, así que necesitarás más…y somos buenas chantajistas con papá y mamá, tenemos bastante para darte-sonrió-.

-¿Y a cambio de darme ese dinero, que tengo que hacer yo?, ¿es que tengo que volver a abusar de vuestra amiguita la de pelo azabache?.

-¡¡A ESA QUE LA FOLLEN-replicó Larguirucha con una mala leche que me dejó desconcertado-!!. La muy “doña perfecta” que nunca rompe un plato. Anda que no me lo pasé bien viéndola comerte eso-señaló a mi tranca-.

-Dejando de lado el entusiasmo de ésta-señaló Rizos hacia su amiga-, ¿qué te parece si a cambio del dinero te dejas tocar?.

-¿Por tocarme la polla?, ¿me daríais dinero solo por eso-ya casi pensaba que me lo darían a cambio de hacer lo que hice con su amiga y provocarles un orgasmo-?.

-A mí me parece bien-contestó Pecas, que hasta ahora estuvo callada-. De ese modo podremos saber como es. Yo estoy muerta de curiosidad de saber como es tocar algo como eso, en mi vida he tocado una-y pareció como frustrada por ello-.

-Ni yo tampoco-replicó Larguirucha-. Todo lo más fue cuando pillé a papá en la cama con mamá, por casualidad. Desde que los pillé acostándose estoy muerta de ganas de saber porqué mamá le hacía aquello a papá con tanta gana.

Mi cabeza imaginaba varias posibilidades a lo que Larguirucha acababa de decir, y todas ellas eran muy morbosas. Rizos era la que tenía sus ojos de color esmeralda clavados en mi cuerpo desnudo…y la forma en que me miraba hacia que mi excitación se despertase poco a poco. Pecas también me miraba fijamente. Viéndolas mirarme de aquella manera me hacía gracia la ironía de la situación: la inocencia de su mirada ante algo que no saben como manejar, con la perversión que yo ya les había conocido. Pensé en el dinero que me darían (e inocente de mí no me di cuenta de una cosa…y menos mal que no me di cuenta, porque de haberlo hecho hubiera salido escopeteado de allí) solo por dejarme tocar por ellas, y ya que me habían recompensado una vez, no veía motivo que me impidiera aceptar una segunda. Dinero es dinero tanto como placer es placer. ¿Me lo monto con ellas y encima me pagan por ello?. ¡¡La madre del cordero, ya podía pasar así el resto del verano!!.

-De acuerdo, acepto-asentí-. Solo esta vez y solo aquí, ¿de acuerdo?. Pero antes una pregunta: ¿dónde está vuestra amiga, Vaquita?.

-Tiene visita familiar, como las otras, estarán fuera todo el día-me explicó una de ellas-. De todos modos, si la quieres volver a ver…eso te va a costar aparte.

No entendí su actitud de misterio, y tampoco iba a sacar el tema en ese instante. Simplemente hice un ademán invitándolas a recostarse en la arena junto a mí para que posasen sus manos curiosas sobre mi verga. Mientras mi mente no dejaba de pensar en Vaquita y en volverla a ver (a saber lo que tendría que hacer para lograr eso) las chicas ganaron algo de confianza, y allí en aquel rincón alejado de todo y de todos, ellas alargaron sus manos…y comenzaron a tocarme. Pero no solo me tocaban “ahí”. Ambas rubias sí se centraron en mi polla, divirtiéndose mientras lo tocaban y sentían como iba creciendo poco a poco, pero Larguirucha, no sé si por curiosidad del cuerpo masculino o una cuestión de morbo, llevó sus manos por mi pecho. En cuestión de vello nunca fui un oso (tipo Sean Connery, del que Austin Powers fue su parodia peluda), pero tampoco una de bola de billar. A la chica parecía gustarle un pecho velludo…y yo me dejé hacer.

-Que raro es-les dijo a sus compañeras-…pero no sé, me gusta…donde hay pelo hay diversión…

Se acercó a mi cara y sin dejar de acariciarme, me estampó un profundo beso sin lengua (seguramente no sabría morrear…creo). Las otras se rieron, preguntándose que como podía besarme si era un mendigo.

-¿Se acaba de bañar, no?, entonces está limpio…y yo quiero saber porqué a mi hermana le encanta tanto que los chicos la besen…pero ahora que lo he probado, no lo entiendo mucho…

-Haberlo dicho antes, chiquilla-bromeé-. Ven de nuevo, que vas a saber porqué a tu hermana le gusta tanto…tranquila, no te voy a morder…

Larguirucha se acercó algo vacilante, mientras las demás me iban palpando la ya erecta verga que tenía. Escuchaba de fondo como recordaban a su amiga, chupándomelo todo días atrás, y como era posible que algo así pudiera hacerse. No les presté atención y me centré en mi morena viciosa, a la que estampé un morreo al lograr juntar su lengua con la mía. Poseía unos morritos calientes y muy apetecibles, y su lengua fresca y jugosa se enroscaba con la mía de forma magistral.

-¿Cómo se te ha quedado el cuerpo-pregunté con sonrisa de niño travieso-?. ¿Lo entiendes ahora?...

-Buffff…¿todos los besos son iguales?...

-Incluso mejores.

-¡¡MI MADRE!!.

No me dijo más. Esta vez se me abalanzó directamente y comenzó a morrearse conmigo para que la enseñara a besar. Mis rubitas estaban mirándolo todo con morbosa curiosidad. Habían dejado de tocarme para ver a su amiga montándoselo conmigo.

-Chicas, venid aquí y probad esto. De veras, tenéis que ver como besa. Este tío sabe más de lo que parece-y por dentro no pude evitar reírme al ver que ellas pensaban que por ser indigente ya debía ser un ignorante-. Vamos, ven aquí.

Se lo había dicho a Pecas. A diferencia de Larguirucha, sus labios eran mucho más finos y delicados, y besarlos fue un placer diferente, tanto como lo fue besar a Rizos, que tenía los labios más sensuales de las tres, muy carnosos y sonrosados, lo que hacía un gran contraste con lo blanquecino de su piel. Iba pasando de una a otra, así de forma constante. Con cada beso las chicas besaban con más pasión y más ganas, y tanto las iba besando que cerraba los ojos para intentar adivinar cual era una y la otra. Perdí la conexión con la realidad tanto que al abrir los ojos ¡¡Larguirucha estaba desnuda!!.

-Así seguro que te gustará besarnos más-sugirió-…y además, aún me tienes que hacer el favor especial…si lo haces bien, te contaré un secretito…

-¿Qué tengo que hacer?.

No lo dijo abiertamente, si no que me lo susurró al oído. Me quedé que no supe como reaccionar, así que solo me dejé llevar por los besos de las chicas. Cuatro manos volvieron a tocarme, y las dos rubias quedaron charlando entre ellas sobre las cosas que yo podría hacer con lo que tenían entre las manos. Mientas pensaba para mis adentros “si vosotras supierais…” me dediqué a comerle la boca a mi morena…hasta que sentí a una nueva aprendiz de chupapollas haciendo lo suyo. Tuve que abrir los ojos y ver de quien se trataba: era Rizos y sus labios carnosos…¡¡y que labios!!. Dios mío de mi vida, que mamada había empezado a hacerme. Los morritos de Vaquita habían sido cálidos, pero no tanto como ésta. Pecas, quizá por celos, le dijo a su compañera “eh, déjame probar a mí” y comenzaron a turnárseme para chuparme hasta el fondo.

-¿Te lo estás pasando bien, verdad-me preguntó Larguirucha-?.

-Seguro que tanto como tú-le dije-. ¿Quieres que te haga lo que me pediste?.

-Pensé que no lo ibas a decir nunca. Espero que valga la pena.

El favor que me había pedido era que le hiciera lo mismo que le hice a su amiga la otra vez, después de casi ahogarla cuando me había corrido en su boca. Al verla a ella con aquella carita desencajada de placer mientras mis dedos y mi boca los había pegado a su entrepierna, se había quedado con el deseo de saber si eso era tanto como parecía. La hice sentarse sobre mi cara, y antes de dedicarme a la tarea, admiré las formas de la chica, que eran sublimes. Ni lunares, ni pecas ni manchas de ninguna clase. Su piel era tersa y suave, y temblaba al contacto con mis caricias…aunque más comenzó a temblar cuando notó mi lengua recorriendo su labio vaginal de un extremo a otro. Las dos ninfas chupópteras que tenía poniéndome en órbita tuvieron que parar un segundo para girarse y ver lo que le hacía a su amiga.

-¡¡Pero qué haces-se escandalizó Pecas-!!...¿como le dejas hacerte eso?, si tiene que ser asqueroso que te pongan la boca “ahí”…

¿“Asqueroso que te pongan la boca ahí”, cuando ella misma abría la suya para tragarse toda mi polla tiesa?. A eso llamaba yo una buena definición de ironía.

-Que va…es maravilloso-gemía-…ufffff ahora lo entiendo…ahora entiendo que la otra se quedase así después de que él le hiciese esto…mmmm…

Mi gatita morena era una mimosa dócil y caliente que se derretía a cada lamida que le daba en su tierno chochito. En un alarde de sarcasmo, la rubia escandalizada no quiso ver más y no solo volvió a mi entrepierna si no que comenzó a chuparme con más fuerza cerrando los ojos para no pensar en como su amiga disfrutaba que la comieran en su sexo. La tercera en discordia hacía trabajo doble: lograba sacarme un poco la cara del coñito de su amiga para besarme, y luego ayudaba a Pecas y ambas me la chupaban al mismo tiempo. Estaba tan fuera de mí mismo que en ese momento me daba igual quien pudiera encontrarme: era lo más morboso que me había pasado nunca y estaba gozando como un condenado. Que gatas salvajes eran las chicas…era una pasada.

El clímax a tanto placer fue llegando por oleadas. La primera de ellas en gozar fue mi morena viciosa, que con gran gusto me había cogido las manos para llevarlas a sus pechos y acariciarlos, pero con una curiosidad: no se limitó a llevar mis manos a sus tetas y dejarme tocarlas, si no que ella dirigía las caricias. Básicamente ella se tocaba las tetas a través de mis manos…y parecía que le encantaba todo aquello, tanto que cuando al fin gozó su cuerpo convulsionó, ella chorreó sobre mi cara (pocas cosas supieron tan bien) y quedó con una radiante sonrisa de oreja a oreja. En cuanto a mis chupópteras, mi inminente orgasmo fue anunciado previamente porque supuse que no querrían hacer lo mismo que su amiga días atrás, obligada por otra de ellas a tragarse todos mis chorros de lefa. De una forma alucinante y cogiéndome por sorpresa, las rubias me dieron unos últimos meneos para que me corriera…¡¡y Larguirucha se puso a tiro para que le fueran todos los lecherazos a la boca!!. No me había equivocado, la tía era una viciosa…y yo encantado de la vida con ella. Adoro a las buenas putitas depravadas.

-¡Que asco-protestó Pecas mientras la otra apuraba los últimos chorros que caían sin parar por mi verga y que ella lamía-!...¡tía, eres una puerca!...

-A lo mejor sabe rico-contestó Rizos, y levemente pudo saborear un poco de lo que la otra no se había tragado aún-…mmmm ¡anda, no sabe mal!...

-Vosotras dos-dije a ambas rubias-…gracias por un trabajo magnífico, me habéis dejado para el arrastre…como me lo hagáis a menudo me vais a matar…que manera de chuparla, ni que os fuera la vida en ello…

-¡¡Es que nos gusta mucho-dijeron a la vez, y estallaron en risas-!!...

-Ya se nota-reí con ellas-…pues dejadme que os lo pague…prometo que no será nada asqueroso, palabra…tumbaos a la larga una junto a la otra…ya veréis…

Ellas no entendieron lo que pasaba. Me puse entre ellas rodillas, y mis manos se fueron a cada una de ellas, acariciando sus tetas y su vientre, bajando hasta que toqué sus coñitos y las empecé a masturbar al mismo tiempo. Pecas no estaba convencida del todo de gustarle aquello, pero la otra no tardó en dejarse hacer…y en tocar a su amiga a ver si la animaba a dejarse llevar y disfrutar de lo que les hacía a ambas. Larguirucha se unió a la fiesta e iba besando a una y otra (tras limpiarse muy bien la boca), acariciando a ambas en sus tetas mientras yo proseguía con mis maniobras en sus ardientes vulvas. Fundidas en un abrazo por consejo de la otra, ambas rubias se dejaron masturbar por mí hasta que, una primero y otra un poco más tarde, explotaron de gusto y chorrearon sobre mis manos. Larguirucha, que a ese extremo ya le daba igual todo, lamió de mis manos y probó el sabor de sus amigas, sabor que compartió con ellas con unos últimos y largos besos de tornillo que yo le había enseñado a dar. Ni en mis sueños más locos hubiese imaginado algo así…estas chicas eran gatas en celo permanente, y yo me lo pasaba de miedo aliviando sus ardores.

-Tenemos que irnos-recordó Pecas-…se nos ha hecho tarde y si nos tardamos se preguntarán donde estuvimos…

-De acuerdo, espero que hayáis disfrutado…quizá otro día os enseñe un par de cosas que os dejarán con los pelos como escarpias…

-¡Nos encantaría aprenderlo-volviendo a decir al mismo tiempo, entre risas de complicidad y un besito que ambas me tiraron-!...

-¡Eh tú, la viciosilla-señalé con sorna a Larguirucha-!, chica, está claro que eres una fiera, los chicos se te van a rifar a puñetazos-bromeé-…dime: ¿lo hice bien?, ¿me contarás ese secretito que me habías prometido?...

-Claro, has estado genial, lo he pasado mejor que nunca…el secreto es este: ¿te acuerdas del granero donde engañamos a nuestra amiga, la que tanto te gusta?...

-Sí, claro…

-¿Alguna vez has ido de fin de semana, en sábado o en domingo?.

-Claro que no-contesté de golpe-. Es cuando hay más gente en el pueblo. Sacó más dinero que otros días y por eso no voy a ningún otro sitio…

-Pues deberías pasarte por allí algún domingo. Te va a encantar…

Terminando de vestirnos todos, ellas volvieron al pueblo por un lado y yo tomé otro camino totalmente distinto. En todo el trayecto me quedé pensando en dos cosas: la primera en qué hacer con todo el dinero que ya tenía (el extra que me acababan de dar junto con el que ya me habían dado días atrás), y la segunda, a que diablos se referiría Larguirucha con lo del granero de los Fernández el fin de semana. ¿Qué podría haber allí que fuese tan interesante?.

No quise esperar ni un fin de semana más de la cuenta para salir de dudas, y ese siguiente domingo seguí las instrucciones de Larguirucha. Debo aclarar que nunca supe sus nombres, y aunque alguna vez me lo quisieron decir, me negué a escucharlo por la razón que cuanto menos supiera de ellas más fácil sería eludir toda responsabilidad si me acusaban de algo. Así mismo ellas tampoco supieron mi nombre ni ningún otro dato personal mío. Esa especie de anonimato que teníamos a pesar de las cosas que hacíamos juntos, suponía como la garantía de que en caso de problemas, nadie podría delatar a nadie. Era raro, sí, pero creí que sería el mejor método para prevenir males mayores.

Con cuidado me acerqué al granero abandonado. Larguirucha, a la que días atrás le había practicado una estupenda cunnilingus, me había dicho que lo que encontraría allí me encantaría, pero no especificó lo que iba a ver, y toda precaución es poca. De lejos el granero parecía del todo abandonado, como las otras veces. Miré a mi alrededor, por si alguien pasaba por allí, pero no, estaba solo (la granja de los Fernández se hallaba muy lejos de toda ruta, principal o secundaria). Al llegar a la puerta, di un rápido vistazo dentro. Nadie. Entré con sumo cuidado y eché otra mirada. El único sonido que llegaba a mis oídos era el de los grillos de fuera…hasta que unas risitas muy apagadas llegaron débilmente a mis oídos.

Por un instante hubiese jurado que se trataba de las chicas, pero algo en la forma de reír me decía que no eran ellas, no del todo. ¿De donde venían?. Giré la cabeza un par de veces hasta que, al no ver a otras personas, tuve una idea y se me ocurrió mirar en un pequeño cuartucho de madera que estaba en un apartado rincón y que de aquella, cuando estuve con las seis chicas, me parecía no solo viejo si no también imposible de entrar en él por una especie de tablón que bloqueaba la puerta. Al acercarme con sumo cuidado, de nuevo escuché las risas. Buscando algún hueco por el cual ver lo que estaba pasando allí dentro, descubrí algo curioso: el cuartucho no estaba arrinconado contra la esquina del granero como yo pensaba, si no que había un hueco entre la parte posterior de éste y la pared del propio granero. Una formación de lo más extraña, pero ideal para mí por dos razones: primera, a varios metros por encima de mi cabeza había una pasarela superior que hacía sombra justo en mi posición, lo que me ocultaba de la vista; segunda, si alguien entraba en el granero o si los de dentro del cuartucho salían, bastaba con meterme en ese hueco para ocultarme de ellos. Me vino al pelo.

-Ya te digo tío…ostia que bueno-escuché una voz semi adormilada-…Pásamelo de nuevo que se me ya está yendo…

Aaaahh clarinete, ahora entendía el porqué de las risitas. No eran las chicas que estaban allí encerradas haciendo dios sabía qué, si no una panda de quinquis (de aquella época se les decía así) en plena fumada. De acuerdo que yo era un vagabundo, pero esos eran carne de presidio, delincuentes juveniles a los que tenía vistos alguna vez con sus pintas de macarrillas haciéndose los chulos. Mientras los veía, intentaba saber que podía haber allí para captar mi atención. Entonces una voz me sacó de dudas.

-Oye….¿es que no te gusto?...Mira, si quieres te dejo que me toques…lo que tú quieras, ¿vale?...Vamos, que yo me dejo…

Sonaba igual de emporrada, pero reconocí al instante la voz de Peli. ¡Vaya con la hija de papá!. “A la chica buena le iban los chicos malos”, pensé para mis mientras sonreía. Por lo que pude ver, parecía que a la chica le ponía el jefe del grupo, y de qué manera. Toda la fuerza y el liderazgo que tenía con las chicas ahora solo era sumisión y sometimiento. Tenía que admitirlo: aquello me estaba encantando.

-Tronco-escuché de otra voz de mujer que parecía no estar muy lúcida-…¿pero que coño hacen estas aquí, pavo?...tío lárgalas que son unas niñatas…

-Tú a callar, putilla-le dijo el jefe, con un tremendo colocón-…a ésta le molo y nos vamos a divertir con ella-sonrió-…y a mi hermana me la han endosado los viejos tía…yo que sé que haremos con ella…es un muermo de tía…

¿Hermana?, desde mi posición solo veía dos chicas, ¿dónde estaba la tercera?.

-Yo sé lo que podemos hacer-dijo Peli-…ven tío, dame una calada y te contaré una cosa que te encantará…

Por lo que deducía, habría como seis personas allí dentro, quizá ocho muy pero que muy atrincherados, su refugio no era muy grande…pero claro, tan poco espacio era lo mejor para colocarse. Conté tres chicas: la porreta, Peli y la hermana oculta a mi vista, el resto eran tíos. Vi al jefe de la banda escuchar la confesión de la pelirroja en su oído y entonces el jefe comenzó a descojonarse de risa.

-Ostía tía que buenaaaaa-se rió con aquella cara de yonqui-…Pavos esta tía es la cañaaaaa…pero que perra eres tronca…y tu que golfa eres, hermanita…ven aquí que me vas a decir si eso es cierto…tíos vais a flipar…

Resultó que si no veía a aquella chica es porque estaba sentada justo debajo del agujero que yo usaba para mirar. La hermana se movió y se sentó junto a su hermano, a la izquierda de él (a la derecha se hallaba  Peli): ¡¡IMPOSIBLE!!. De pronto sentí que el corazón se me salía del pecho: ¡¡ERA VAQUITA!!. No necesité oír la conversación para saber lo que le había contado. De pronto el mundo se me cayó a los pies. Si alguno de los porretas se iba de la lengua, a mí me esperaba una larga temporada entre rejas. Intenté calmarme pensando que estando como estaban en plena fumada no se acordarían después, cuando se les pasara. Crucé los dedos y juro que del miedo que tenía no fui capaz de moverme. Quedé petrificado.

-¿En serio de la comiste al vagabundo, hermanita-y echó una nueva calada justo al lado de su cara-?...Dime, ¿se la comiste de verdad?...

Ella tosió un poco debido al humo pero algo menos de lo esperado, aunque con aquella humareda del aquel cuartucho, juraría que incluso ella estaba ya muy colocada, tanto que dijo que sí y que yo le había metido dedos y puesto su boca allí, y lo señaló con su mano.

-Que puta eres tía-dijo la porreta, que iba con un cebollazo de tamaño industrial-…Tu hermana se la ha chupado a un tío…

-Fue cosa mía-admitió-…lo hice para que vieras que no soy tan buena…soy una chica mala…y odio a tu hermana…no soporto que los tíos pasen de mí por fijarse en ella-dijo con otro soberano colocón-…

Los porros y el alcohol (tenían unas cuantas cervezas en una esquina, que iban pasándose los unos a los otros) hicieron que todos se colocasen más. El jefe porreta fue y le estampó un beso a su hermana en los morros, delante de todos. Vaquita intentó rechazarlo pero fue en vano y recibió un largo beso con lengua que la puso roja como un tomate.

-Tíos venid a besarla un poco…ahora ya sabemos que podemos hacer con ella…

-¿Y yo qué?...el que la hizo eso fui yo…

-Tú puedes empezar cuando quieras…

El jefe porreta se bajó los pantalones e invitó a la pelirroja a que se la chupase, así sin más, en frío. ¡Y Peli aceptó!. La quinqui del grupo no quiso quedar atrás y se entregó en manos de otro de los chicos, cosa que no me extraña porque algo me decía que aquella quinqui con pelos de loca con pintas de desnutrida era la típica chica que se la iban rifando los chicos entre sí solo por un porro o una raya. La azabache iba de boca en boca y de mano en mano, se la iban sobando sin que protestase, acariciando con gran deseo sus enormes tetas por encima de la ropa hasta que le quitaron la camiseta para así dejarla con sus melones al aire.

-Mira que tetas-dijo “Porrera”-…tía, eres como una vaca…¿cómo puedes correr con todo eso?...

Alucinado contemplé que Porrera se unía al grupo de besucones. Se acercó a la hermana de su colega y la besó como un par de veces, luego la tocó.

-Oye tronca-le dijo el único porrero de pelo rubio-…me la pones muy dura con eso…vuelve a besarla y luego chúpamela un poco, que no me la chupas desde ayer…Si lo haces te doy un par de porros…

La tía dijo un simple “vale”, y después de seguir el show lésbico un poco más, se fue a su amigo, le bajó los pantalones y comenzó a chupársela.

-Oye tía-dijo el jefe a su novieta pelirroja-...házselo a él también-señaló a otro del grupo-…quiero ver como se la chupas…

-No, yo solo quiero hacerlo contigo…

-Y yo te digo que si quieres seguir viniendo aquí tendrás que hacer lo que digo, y digo que se lo hagas…vamos, si te va a gustar-sonrió-…y tú ven aquí, que yo también quiero un poco de eso…

Pese al miedo que tenía de que esos macarras se fuesen de la lengua y fueran a denunciarme o chantajearme (o quien sabe que más), estaba con la polla que me iba a reventar en mis pantalones: no solo a la pelirroja se la estaban rifando como a un trofeo, si no que el otro estaba induciendo a su propia hermana para que se la mamase. En ese momento sentí que el mundo estaba vuelto del revés y cabeza abajo. Lo estaba viendo y no era capaz de creerlo…¡¡pero me estaba poniendo a mil por hora!!. No sabía que tenía una vena tan pervertida dentro de mí, pero en ese momento no me importaba nada. Sin darme cuenta vi que el tablón que bloqueaba la puerta se abría por debajo y que entraba alguien más: estaba tan absorto en mis visiones que no había escuchado a alguien más entrar en el granero. Cuando pensé que la cosa no podría mejorar, lo que vi hizo que cambiase de idea: ¡eran las demás chicas de la pandilla!.

-Hemos conseguido escapar de nuestros padres-dijo Larguirucha-…mmmmmm como mola eso-dijo a ver como Vaquita se la chupaba al hermano-…ya me suponía que a esta le iría de todo…joder, necesito una calada…

-¿Los traéis-preguntó Porrera-?.

-Claro que sí-y enseñó una tanda de porros que habría traído del pueblo, pagados seguramente a alguien de pueblo-. Vamos allá, yo también me quiero divertir…

Las chicas no se cortaron un pelo. No sé como hicieron para caber todo allí en ese cuarto, pero se las apañaron muy bien cuando las chicas, que entre el humo y las caladas ya estaban bastante puestas, se agacharon al suelo y como esclavas sumisas se dejaron tocar y hacer de todo por los quinquis. Me parecía increíble: las que en su día eran sometedoras, ahora eran sometidas. De amas a esclavas.

-Me encanta-dijo Porrera justo a mi lado, pues la tenía al otro lado de la pared en donde yo me encontraba. Estaba con otro chico al que le estaba masturbando. Por lo que veía, a algún chico le tocaban dos chicas a la vez para chupársela. El juego de poder me tenía loco-…míralas, tan buenitas y tan putillas…son unas guarras-y se besó con su colega, que también fue a meterle mano mientras una de las rubias se la tragaba hasta el fondo-…¿te la chupa bien, eh?....

-Tía, me la chupa de puta madre…chupa más rubita-le dijo-…me encanta como lo haces…dale más duro…

Durante no sé cuanto tiempo, la cosa fue estable en el sentido de que la escena solo se limita a mamadas y más mamadas. Al parecer los chicos no estaban interesados en follarlas. De pronto sentí lo que pasaba: aquello era el pago por dejarles estar con “la banda de los niños malos”, su forma de pasar por taquilla…y todas pasaban, y diría que hasta gustosamente. Las veía pasar por caja con toda comodidad. Mientras veía toda la escena (con una erección que podría partir mármol) recuerdo estar llamándome tonto para mis adentros al creer que las chicas eran unas víctimas inocentes de la pervertida pelirroja por ser ella la jefa. Nunca se me ocurrió pensar que ellas fuesen cómplices tan depravadas como su líder, o quizá más aún…y hablando de complicidad: me pillaron.

De pronto, y sin esperarlo, me encontré que Larguirucha había mirado fijamente al hueco desde donde yo estaba mirando (más bien dándome un festín visual de sexo y decadencia moral). De los chicos a los que se turnaba, en ese momento se la mamaba al jefe del equipo, al hermano mayor de Vaquita (lo de hermano mayor solo podía suponerlo, pero estaba seguro de que no me equivocaba), la cual estaba atrapada entre dos quinquis, que se lo pasaban bomba apoderándose de sus pechos y mamando de ellos como verdaderos obsesos sexuales…y todo eso ocurría ni a medio metro de distancia de mí. Estaba como loco por masturbarme y gozar como un perro salvaje, pero no podía porqué si lo hiciera delataría mi presencia allí. En su lugar me tocaba de vez en cuando aliviando los picores que me producía ver todo aquello…y saber que Larguirucha no solo sabía que yo estaba allí, si no que guardaba silencio y furtivamente me lanzaba algún guiño de complicidad con tan buena fortuna, que el quinqui que tenía delante de mí, al otro lado de la pared, pensaba que los guiños eran para él. Ni adrede me hubiera salido mejor.

Pero donde realmente la cosa se desmadró fue como un par de minutos después de que la morena comenzase a jugar conmigo al juego de “te veo, sé que estás ahí…y no diré nada para que disfrutes del espectáculo”. El jefe de los macarrillas ya había gozado antes con Pecas (que mira tú por donde, a pesar de su puritanismo, lo tragó todo sin protestar una sola vez…nunca conseguí entender que tenían los chicos malos que a las chicas buenas las seducían y sometían de modo tan visceral) y ahora ella se había encargado de ponerlo de nuevo caliente. Mirando a su hermana, que tenía a dos de sus amigos comiendo de sus tetas y lamiendo de sus pezones, esbozó una sonrisa y arqueó sus cejas con una maldad que me heló la piel. Solo alcancé a distinguir que Vaquita negaba con la cabeza. El porqué de eso, estaba a punto de descubrirlo.

-Tíos-anunció-…vais a ver algo que recordaréis el resto de vuestras vidas…solo para vosotros, ¿de acuerdo?...os lo prometo: vais a gozarlo como nunca…

Hizo un ademán para que trajesen a su hermana junto a ella. La dejó desnuda y se frotó contra ella. Algunas chicas seguían a lo suyo, ajenas a lo que pasaba. Los chicos tampoco le dieron importancia…hasta que la sentó encima de él y comenzó a pajearla con toda impunidad. Vaquita era una sumisa absoluta. No sabía si era por vergüenza o el miedo pero el hecho es que se dejaba hacer por él. Todos los allí presentes la vieron desnuda y como su hermano la masturbaba. Incluso le daba órdenes: “vamos, tócate las tetitas, sóbatelas para mis amigos”, “ahora tócate ahí abajo, y hazlo a piernas abiertas” y otras órdenes del estilo. Cuando pensé que ya nunca volvería a sorprenderme de nada: ¡¡LA ENCULÓ!!. Y lo hizo sin casi esforzarse. Los demás alucinaban, tanto las chicas como sus amos macarrillas. Todos quedaron mirando a Vaquita, viendo como aquella polla de su hermano entraba y salía con una facilidad pasmosa dentro de su ano.

-Esta perrita ya lleva varios meses siendo mi putita particular-confesó él-, un día que estábamos los dos en casa la pillé saliendo de la ducha…yo había ido a mear, y ella salía sin ropa y sin toalla…la convencí de ayudarme a mear, me la sujetó todo el tiempo mientras lo hacía…y cuando me la fue a sacudir…tíos, me corrí como un perro-se reía todo jocoso-…

-Como mola eso-dijo Peli, que no perdía detalle-…tío, le estás dando por el culito a la doña perfecta de tu hermana…me encanta mirar eso…

-Ven aquí y míralo de cerca-la invitó-…

Peli se sentó al lado de su pretendido novio y abriéndose de piernas se entregó para que la tocara. Besándose con él, podía vislumbrar como miraba al culito de su amiga para ver como la estaban penetrando. Vaquita tenía sus ojillos azules cerrados, su boca abierta gimiendo, sus labios húmedos, sus mejillas enrojecidas y sus tetas se bamboleaban al compás de la sodomía que la estaban haciendo…pero solo fue la primera perversión de la tanda.

-Tío, como molaaaa-comentó Porrera que no se perdía ni un solo segundo del espectáculo-…la Vaquita es una tragoncita…tío, su culo es como el comecocos…se lo traga todo-y los demás rieron la gracia, aunque era evidente que a la pobre Vaquita no le hacía ni pizca de gracia-…

Vi que el jefe porrero se quedó mirando a su compañera de fumada con la cara algo desencajada. De no ser por el ciego que llevaba el tío, juraría que había algo que le había pasado por la cabeza, o que el comentario que había escuchado le había procurado un momento de lucidez.

-Que guay colega-dijo éste-….mi hermanita La Comecocos…me mola…y como es “La Comecocos”, vamos a hacer que se lo coma todo…todo para ella…

-Eh, tú…si tú…ven aquí guapetón…ven que estoy necesitada...

Había hablado Larguirucha, señalando hacia el macarra rubio. El tío no lo dudó, se puso delante de ella y comenzó a darle verga por la boca. Pecas se fue a otro de ellos para que la masturbasen o que, tal como hice yo la otra vez, uno de los macarras pusiera su caras entre sus piernas para comérselo todo; la Marimacho se fue a por el único quinqui que iba rapado al cero y también se entregó a una nueva mamada; las dos rubias ya estaban entregadas a lo suyo…y Vaquita, mientras aún seguía sobre el regazo de su hermano (de espaldas a él) recibiendo su polla dentro de su culo, vio que otro de los quinquis se puso en pie y la sometió para que se metiese su polla en la boca.

¡¡Virgen misericordiosa, que aprendiz de chupapollas!!. Las otras ya iban bien entrenadas en las artes sexuales, se las notaba mejor entrenadas de lo que yo mismo me imaginaba…pero Vaquita era aún una novata y aquel grupo de porreros y de chicas bien se había empeñado en darle un cursillo acelerado de depravación y abusos sexuales de todo tipo. Peli, mientas era masturbada frenéticamente, desahogaba su rabia con su amiga: le cogía las tetas y se las retorcía de tal modo que podía escucharla gemir a pesar de no poder hablar por tener su boca llena de polla. Se ensañó con sus pezones y los retorció para dejarlos más duros y grandes. Las otras comenzaban a ejercer como las putas que ya eran y los chicos se las disfrutaban enormemente.

-Eh tías, tengo una idea…vosotras, las putitas, ven aquí y haced lo que os diga. Tú también, guarrilla mía-le dijo a Peli-…vamos a darle un nuevo uso a Vaquita…va a hacer honor a su mote…Comecocos se lo come todo-y rió a mandíbula batiente…

Por orden de su jefe, los chicos quedaron de espalda a la pared, formando una especie de círculo externo, y las chicas (Porrera incluida) se pusieron justo enfrente de ellos formando un círculo interno en el centro de aquel pequeño cuarto. Pensé que las iba a poner a cuatro patas para que “La Banda Fumeta”, como ya la llamaba en mi mente, les dieran por el culo y/o las follasen a placer tan alegremente, cosa nada rara pues en aquella época la palabra SIDA ni siquiera existía, ni tampoco nadie había oído hablar aún de las enfermedades de transmisión sexual (era una época más inocente). En fin, que aquello era muy diferente a lo que yo me esperaba, no entendía nada porque las chicas no estaban a cuatro patas si no echadas boca arriba y ellos malamente sentados o de rodillas. Todas estaban desnudas, y ellos también se habían desnudado (hasta ahora estaban a medio vestir…si es que a aquellos harapos se les podría llamar ropa).

La extraña maniobra cobró sentido cuando en el hueco que quedaba justo en el centro del cuartucho pusieron a Vaquita a cuatro patas. Al comprender lo que se estaba fraguando, me llevé la mano a la boca fruto de la sorpresa: ¡ERA UN RELOJ!. Situada a modo de aguja (horario, minutero o segundero, daba igual), el hermano había creado una especie de reloj del sexo en el que Vaquita iba girando de chica en chica para poner su boca entre sus piernas y obligarla a follarse a sus amigas con la boca, mientras éstas seguían chupándoles la polla a los chicos que estaban puestos justo a su lado. ¡Ah! y lo más importante: el culo de Vaquita quedaba en pompa a tiro del hermano, que la siguió enculando con opción a turnarse con cualquiera de los chicos. Y de hecho eso hacían: si se cansaban de una boca o de tocar un par de tetas, fácilmente llamaban a otro y ambos se las cambiaban. Las seis chicas permanecían inamovibles mientras los tíos iban de una a otra. Nunca vi nada tan degradante ni tan humillante….y tan excitante, porque estaba tan empalmado que me dolía la erección tan grande que tenía. Mi vena perversa estaba tan exaltada que si de pronto los porreros hubieran violado a las chicas, casi que hasta lo hubiera disfrutado por saber que hubieran sido ellas quienes los hubiesen provocado.

-Tíos, mirad que putita es mi hermanita-y le dio la primera calada a un porro que se acababa de liar mientras con toda tranquilidad estaba enculando a su hermana-….La Comecocos es la Comecoños-y volvió a reírse-…Esto sí que mola tíos…

Las chicas, que no lo dije antes, estaban como encantadas de estar allí: al mismo tiempo que se trabajaban a los chicos pasándoselo en grande mamando a todo mamar (y con una cara de gozo que metía miedo), sus ahogados gemidos decían claramente que las chicas disfrutaban y mucho de la lengua y la boca de Vaquita, que se las trabajaba mientras La Banda Fumeta se la cepillaba sin piedad. Algunas chicas como Larguirucha o Peli fueron más lejos y cuando notaron que Vaquita había cambiado de chica y ahora las chupaba a ellas, llevaban una mano a la nuca de mi aprendiz de chupapollas favorita (ascendida a aprendiz de comecoños también) para que se lo hiciera más fuerte y que su lengua entrase más adentro. Mientras era testigo de tanta perversión mi mano me hacía una lentísima paja que no deseaba terminar nunca. La manera en que Vaquita se había convertido en el centro de una orgía me excitaba de forma terrible. Cuando los fumetas la enculaban y se encorvaban sobre ella para estrujarle los pezones y apretar con fuerza en sus bamboleantes tetas estaba sediento de ganas de porculizarla yo, me volvía loco de contento…tanto que  eso me estaba poniendo loco de verdad.

La situación pasó a otro nivel cuando Vaquita logró el objetivo impuesto por su hermano e hizo correr a todas las chicas, incluida Porrera (hasta ese momento, la putilla oficial del grupo; a partir de él, solo una segundona). Rizos y Pecas, echadas una junto a otra, recordaron su tarde playera conmigo y se abrazaron para morrearse y estar un rato tocándose de arriba abajo (para alegría de los chicos y también mía, pues cuando se cruzaban las piernas y las veía comerse sus bocas mi cabeza deliraba con todas clase de escenas morbosas y depravadas). Porrera se fue a por Vaquita y como en una especie de venganza, la metió mano por todas partes y empezó a montárselo con ella. La escena me puso aún si cabe más excitado. Ya no podía contenerme por más tiempo, mi excitación estaba fuera de control y apretando los dientes con tanta fuerza que pensé que iba a romperlos, me cogí la tranca y yendo al final del estrecho pasillo (apenas medio metro) apoyé contra ambas esquinas en aquel rincón y comencé a pajearme como un loco sabiendo que al otro lado la panda de golfas que se las daban de señoras y de intocables estaban siendo humilladas sin darse cuenta. Ver a Porrera dominando a Vaquita de la manera en que lo había visto fue suficiente para que, con un esfuerzo sobrehumano del que no me creía capaz, mi cuerpo encontró el largo alivio que estaban necesitando. Fue una corrida demencial, y me pajeé como si estuviese poseído por el mismísimo Satanás. A día de hoy, sigue siendo el momento más puramente animal y amoral de mi vida.

Cuando me recuperé de aquel orgasmo y dejé de correrme, esperé un poco a que mi respiración volviese a la normalidad. Sabía que no me perdería nada en especial y que la orgía que se había montado iba para largo, así que prisa no tenía. Una vez estuve bien y recompuesto, proseguí mi faceta de mirón: a Vaquita estaban a punto de darle una ración extra de polla, y no es que fuesen a penetrarla por su delicioso chochito, si no que la pusieron en el suelo boca arriba y mientras Porrera se había sentado encima de ella para obligarla a que se lo comiese todo de nuevo, los macarras se colocaron alrededor de las dos chicas y comenzaron a masturbarse a la vez. En ese momento, vi a Larguirucha guiñarme un ojo y señalar hacia mi posición, algo más abajo. No entendí nada hasta que, milagro, descubrí que en ese rincón había otro agujero, algo más abajo que como siempre había alguien allí, lo tapaba con su cuerpo y no había sido consciente de él hasta ahora. Larguirucha se puso contra esa esquina con el culo en pompa y le dijo al chico más cercano que con la mano libre la masturbase pero que no la penetrase. Lo que el fumeta no vio es que en una jugada maestra, me puse de rodillas y colé mi polla por el agujero de ese tablón (había espacio más que suficiente) para que Larguirucha me la chupase. Como el masturbador estaba atento a Vaquita y a su dúo con Porrera, nadie se dio cuenta de que ella, apoyada con los brazos para ganar un poco de altura, se metió mi polla en su boca y me la mamó hasta que me corrí en ella (cosa que no tardó mucho debido a la sobreexcitación que llevaba encima). Fue genial.

Porrera, ayudando a sus compañeros yanquis, iba de polla en polla bien tocando o acariciando o chupando sin parar mientras instaba a Vaquita a que siguiera haciéndole lo que le hacía. Mientras estaba dejando que Larguirucha me la chupase no podía mirar (la postura para lograr eso sería muy incómoda para mi espalda) pero mi imaginación sustituía a mis ojos, y era muy morboso imaginar la situación, imaginar como Vaquita era sometida a ejercer de lesbiana mientras los chicos se pajeaban sobre ella. Cuando Larguirucha me hizo correr volví a mi hueco y vi que los chicos se habían agachado. Porrera se morreaba con todos (o con los que tenía a su alcance) diciéndoles que ella se había a correr y que esperaban un segundo, que ella quería verlo. Ellos ralentizaron sus masturbaciones pero Vaquita fue obligada a acelerar la que le hacía a su forzada amante para hacerla correr antes, cosa que logró. Porrera se salió de Vaquita y se colocó entre el fumeta rubio y su novio-jefe-hermano de Vaquita, al que dicho sea de paso provocó un gemido de dolor cuando se la agarró con fuerza y lo pajeó hasta que le hizo correrse sobre las tetas de Vaquita. Aquel fue el primero de muchos…o mejor dicho, de todos, porque todos los macarrillas la pringaron. Ni uno solo quedó sin probar las delicias que ofrecía el correrse sobre aquel cuerpo violentado. Las otras chicas rieron y se alegraron de ver como el objeto de su ira y de su envidia era humillada al ser embadurnada de su semen en su cara, en su vientre, en todas partes. La dejaron bien pintada de blanco.

-Hermanita…a partir de ahora vendrás con nosotros todos los domingos-le dijo él con gesto contento y perverso-…le dirás a papá y a mamá que te gusta estar aquí con nosotros, y que necesitamos algo de dinero para algún refresco-y solo entonces me di cuenta de que su colocón iba poquito a poco cesando-…Nos los pasaremos pipa gracias a tu culito de putita…¡¡Tío-pensó en voz alta-, eso es chachi!!: “culito de putita”…

El chiste provocó una carcajada general. Muy sometida debía tenerla para que ella dijese que sí sin protestar en modo alguno. Las demás chicas siguieron dejándose tocar por los chicos hasta que los dejaron contentos. Como “premio”, a modo de última sumisión, ordenaron que limpiaran a Vaquita de semen…pero con la boca, y que después lo recogido se lo pasaran entre ellas con largos besos de tornillo…algo que cumplieron a rajatabla. Es más: hasta la puritana de Pecas lo hizo, aunque su cara delató que no disfrutó mucho con ello (al contrario que yo; disfruté como un enano viéndola sometida de ese modo). Dos de ellas incluso fueron más allá: Rizos y Larguirucha no se cortaron un pelo y masturbaron al punto del orgasmo a sus parejas de ocasión (Peli y la Marimacho, en ese orden), que a su vez estaban abusando de Vaquita para terminar de agotar sus fuerzas, y dicho sea, Peli y la Marimacho dieron rienda suelta a su odio por Vaquita haciéndole una brusca y brutal comida de tetas mientras la pajearon al mismo tiempo. Pocas veces vi unas miradas tan cargadas de odio como aquellas.

No sé cuantas horas habían pasado, pero la tarde ya empezaba a caer y todos empezaron a irse por turnos una vez se vistieron y limpiaron un poco el cuartucho del submarino que parecía aquello con tanto humo. Larguirucha fue la última en hacerlo, limpiando el cuartucho para dejarlo limpia como la patena, por si alguien se acercarse a husmear. Esperaba marcharme una vez ella se fuese, pero cuando pensé que ya se había marchado, regresó para encontrarme saliendo de mi escondite y vino hacia mí. Sin que le dijese nada se puso de cara a la pared y arqueó la espalda para ponerse en pompa.

-Espero que te lo hayas pasado bien-me sonrió con un gesto malicioso-. No te preocupes por ellos, no dirán nada…ya me encargaré de comprar su silencio y el de las chicas si hace falta…ahora déjame aliviar tus ardores…necesitas un desahogo…

Después de lo que había visto me negué tanto a follarla como a encularla, pero sí que la masturbé de fábula y me hizo una mamada sobrenatural antes de irnos cada uno por su lado. Esa noche apenas pude dormir, perdido entre recuerdos morbosos. Aquello era delirante, imposible de creer: un dinero que no tenía ni idea de como gastar, unas chicas pervertidas que me usaban de juguete sexual y unos macarras salidos que las corrompían como querían. ¿Cómo acabaría todo aquello?. Continuará…

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