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La aparición de Nemesis (1)

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La aparición de Némesis (primera parte)

 

¿Qué es lo que te ocurre, tienes miedo? Vamos cadáver, bailemos un poco de rock and roll. Comento con ironía el sujeto.

Mal...maldito...urgh.... Masculló con ira la victima.

El hombre le hablaba envuelto en las sombras, pero él aun sin verlo podía percibir su presencia sobrecogedora. Se sentía como nunca antes le había pasado, indefenso ante algo mas fuerte que él.

No podía dar crédito a lo que ocurrido hace unos instantes... como si fuera una ráfaga de viento este individuo ingresó en su morada, eludiendo guardias y sistemas de vigilancia. Había acabado con sus servidores en un parpadeo y a él, uno de los mejores de su clase lo estaba tratando cómo a un muchachito de cinco años.

Un relámpago cayó cerca de su propiedad, iluminando esa espantosamente oscura noche; entonces pudo verlo... ahí parado sosteniendo un sable en su mano. Las facciones eran algo duras, aunque conservaba algo de encanto. Pero !ah¡, en sus ojos; en esos ojos no había otra cosa mas que el insondable mar del caos. Tan negros eran que el espectador llegó a desesperarse.

Una carcajada se adueño del recinto, el vampiro se sentía acorralado ante esta aparición que avanzó sin darle tiempo a nada. El poderoso joven atacó con toda su furia y pericia, pero como cuando intentas golpear el agua no logró hacer blanco.

Sintió el frío filo acerado de la hoja rodeando su cuello y los ojos negros se posaron desafiantes en los suyos. La sonrisa afloro, esta vez en los labios del joven de pelo plateado.

Yo soy un no muerto... soy inmortal.

Estas en un error, pequeño. Tu...solo eres... BASURA. Dijo el otro mientras de un golpe lo doblaba en dos.

Urgh...Demonios.

Cuando el vampiro se incorporo, nuevamente sintió la espada rodeando su cuello. Pero esta vez fue diferente, un ligero cosquilleo y luego dolor. Su cabeza cayó al suelo, separándose del cuerpo.

El sujeto lo miró y se burló, la condición de la victima era lamentable... el resto del cuerpo aún palpitante manaba sangre por la herida, mientras buscaba con frenesí esa parte tan importante de su integridad.

Con su pie pateó la cabeza, mientras luego se concentraba en hacer blanco donde estaba el punto vital. La hoja volvió a brillar un instante penetrando como un trueno por las entrañas de su victima para por fin atravesar esa bomba sanguinolenta que era su corazón.

El cuerpo repentinamente cesó de moverse, la cuerda que sujetaba su vida se había roto y con ello su existencia. Con un rápido movimiento sacudió la sangre que ensuciaba la hoja y envainó.

Luego suspiro largamente y sin mas que hacer salió caminando por la puerta de la mansión. ¿Guardias, seguridad?, no pudieron verlo... un rumor dice que el sujeto se desvaneció en el aire.

Muy lejos de allí y unos días después, un hombre disfrutaba de un café al aire libre en un local cerca del centro de la ciudad de Osorno, Chile. A través de sus lentes observaba el movimiento de la urbe. Acomodo los mechones rebeldes que caían sobre su cara, molestándole. Su mano tomo el bolso que traía consigo y luego le hizo un ademán al mozo.

Pagó la cuenta y salió como quien no tiene de que preocuparse. Cruzó la plaza, mientras las palomas volaban espantadas por su presencia. Se encamino a un puesto de diarios y revistas y una vez allí, pidió el Mercurio.

El diariero se lo entrego dobladito, recibiendo la paga saludo al joven y siguió con sus actividades. Este sujeto camino hasta un edificio y penetro en el, subió al ascensor y mientras tarareaba una vieja melodía llego al piso once.

Bajo en ese piso y luego extrayendo una llave del bolsillo, entró en una de las tantas habitaciones. Rápidamente se deshizo del saco, acomodándose en un silla y apoyando sus pies sobre la mesa se dispuso a leer el diario. La comodidad se vio interrumpida, unas manos empujaron sus pies de la mesa y estos volvieron al suelo.

El hombre la miro y sonrió, mientras doblaba el diario y se lo extendía le pregunto:

Y...¿que le parece? ¿Ya puede pagarme?

Eres mejor de lo que esperaba, pero al parecer es cierto muchacho. Comentó la mujer.

Creo que ya es hora que cumpla su parte, como empleadora.

Ya lo creo. Dijo ella, con suspicacia.

La mujer lo había contratado para eliminar a uno de los traidores de su clan. Su joven rival se convirtió en alguien muy importante repentinamente, todo ello gracias a tomar contacto con un antiguo de la región. El muchacho había absorbido al Antiguo obteniendo todo su poder.

Y ella, no podía permitirlo... cuestiones de poder que nada le importaban al aparentemente despreocupado empleado.

La dama miró al muchacho y dándole la espalda por unos instantes extrajo un bolso de entre el montón de almohadones que cubrían el sillón. El mercenario se sonrió, mientras se acercaba a ella y la tomaba por detrás.

Dejeme ver si esta correcto lo que me esta por dar. Comento él, mientras paseaba su mano por la cintura de ella.

Mmm... veo que además eres un joven atrevido. Comento ella, en tono sospechoso.

¿Lo soy? Oh, disculpe Ud. Señora. Se excusó.

El se separó de la mujer en un instante, mientras revisaba el bolso escucho el desenfunde de un arma... No necesitaba mirar, Astrid pretendía matarlo ¿motivos posibles?, puede ser que ella aún sintiera algo por esa pila de cenizas en que se había transformado su amado inmortal.

El muchacho rió sonoramente, ella no comprendía por que. Disparó, buscaba mitigar con la muerte de ese verdugo el arrepentimiento por sus actos. Las balas salieron martilladas del 38 largo, el joven no necesito verlas venir.

Se tiró en el momento preciso y evadió las balas, mientras tiraba al suelo a la dama y poniendo su dedo en el percutor le impidió seguir disparando. Se sonrió ante la situación, en ese momento no pudo evitarlo y se lo preguntó:

Dime, ¿hace cuanto que nadie le hace el amor?, se esta poniendo muy gruñona.

Maldito, no soportare esta afrenta de un niño atrevido como tu. Date por muerto. Vocifero ella, con ira.

Responde a mi pregunta, tal vez te deje vivir. Le dijo él con frialdad.

Hace ya unos treinta años. Comento ella sonrojándose.

Oooh, realmente me sorprende su sinceridad. Sin embargo no pareces de mas de cuarenta años, mi chinita. Vamos, entonces... deja los juguetes a quienes creen que sirven. Le dijo con un aire socarrón.

La dama se lo quito en un santiamén, mientras mostraba su verdadera faz. El joven no se inmutó, todo lo contrario. Parecía disfrutar del enojo de su reciente benefactora, la miro y se relamió, mientras le decía:

Esto me esta gustando. Creo que terminaras por caer, damita.

Eso es lo que tu crees. Ven, acércate y deja que te bese. Pidió ella, hechizante.

Seguro. Dijo él. Mientras se acercaba a ella.

¿!Aaaah¡?, la confusión se apodero de Astrid que de pronto se vió reducida ante el engaño de su sagaz oponente que con entusiasmo le susurraba:

Sé lo que pasa con tus besos, será mejor que no me tomes por un novato mujer. Deja que te dé placer.

Desarmada, el aprovecho a desvestirla... su tacto era algo raro ya que su piel se sentía muy fria. Con sus caricias y besos comenzó a darle temperatura, mientras lamía las areolas de sus pechos redondos y se dirigía hacia su centro de placer.

La dama gemía, hacía mucho que nadie asaltaba su cuerpo de esa manera... tan humana, la hacia olvidar lo que era y sentirse como una quinceañera. Uno de los dedos del joven penetró un poco su clítoris, mientras comenzaba a masajearla con dulzura. Ella se retorcía como una gata en celo.

Se derretía de placer ante las manos expertas del atrevido. Este la dejaba gemir, mientras observaba como paseaba su lengua entre sus labios con lascivia. El respiraba sobre la boca de ella, para luego comerle a besos el lóbulo de la oreja.

Ella se corrió ahí mismo, su placer llego hasta la alfombra pero eso no importaba en lo absoluto. Le dio un beso en los labios y luego se paro, tomo el bolso y se sonrió al verla incorporándose, llena de deseo.

Tenia los ojos en blanco, aún estaba aturdida de placer y lujuria. Así reaccionaba su cuerpo al estar en ese estado vampirico. El le dedico una ultima mirada, y luego saliendo por la puerta le dijo:

Si me necesitas nuevamente, ya sabes como contactarme.

El joven salió de la habitación, caminaba hacia el ascensor un timbre indico que el ascensor había llegado a ese piso. Las puertas se abrieron y vio pasar a tres hombres fuertes con un leve olor a sangre. Los cuatros se cruzaron por un instante e intercambiaron miradas.

Les restó importancia y presionando el botón de planta baja, bajo. Se reía al imaginar la cara de esos tres sirvientes al encontrar a su señora en tal estado de excitación y para mejor... aún desnuda.

Salió del edificio y se dirigió hacia el hospital municipal, saludo a las enfermeras y a un viejo conocido que se había convertido en Doctor, House era su apellido. Luego por fin, pudo entrar a los cuartos de cuidados intermedios... su corazon estaba lleno de gozo.

Entró en la habitación y la vio a ella, su mujer; su querida esposa estaba allí esperándole. Se acerco hasta la cama y con ternura beso su frente, ella le correspondió acariciando su rostro. En sus labios pálidos se dibujo una sonrisa que ilumino su rostro de una forma subyugante.

Con la mirada pedida en sus ojos, llenos de nostalgia y deseos de ver de nuevo su amada cordillera habló:

Elisa, ten un poco de paciencia querida. Los doctores me han dicho que pronto saldrá de aquí.

Mentiroso, puedo presentir que lo que tengo no es un simple resfrío. Le dijo ella con una dulzura infinita.

No puedo contigo amor, siempre has sido tan sensible. Pero, confía en ellos tiene que haber alguna solución. Tiene que haberla cariño, no quiero perderte. Le dijo, con lagrimas en los ojos.

Y no lo harás querido, siempre estoy contigo y lo sabes. Le comentó ella, con lagrimas también al tiempo que lo abrazaba.

Cuando ambos se separaron, ella se arreglo el pelo un poco. Mientras él le alcanzaba un refresco. Ella no logró diferenciarlo, su ceguera empeoraba por la catarata y además... el otro diagnostico de los doctores no era esperanzador.

¿Sigues trabajando, mi querido Juvenal?. La voz de ella lo sacaba de sus pensamientos.

¿Eh? Ah, si. Todo sea para curarte mi vida. Comentó él con dulzura.

No debes seguir con ese trabajo tan peligroso cariño, sabes que no me agrada. Ya logre verte una vez con eso ya es suficiente para mi. Dijo ella resuelta.

El se quedó de una pieza, ella siempre lograba sorprenderlo con su sencillez y calidez.

Juvenal se media ante ella y siempre quedaba en desventaja, la amaba por encima de todo. Ella era su único motivo de lucha, por ella el trabajar asesinando no muertos, brujos, hechiceros y todo lo que se le pareciera lo valía.

Se levantó de la silla y la beso con pasión, luego se despidieron... el salió al pasillo y lloro con amargura e impotencia. Aún con su poder y bríos no podía salvarla, las limitaciones del humano llegaban hasta ahí.

Volvió a su casa, vacía de ella y a su vez llena de recuerdos. El hogar estaba en penumbras, prendió las luces y se dirigió directamente a la cocina. Arremangándose puso manos a la obra... cocino como si lo hubiese hecho para ella, casi tan bien como cuando era chef.

Cuando terminó su obra, se sentó y comió... luego lavó lo que ensució y como no había nada interesante en la televisión para mirar; se dirigió a la habitación que compartía siempre con ella y allí se acostó.

Durmió profundamente, como una roca cayendo al fondo del mar. Pero el había jugado con fuerzas oscuras y por ello su vida no podía ser tranquila. Un frío espantoso lo despertó, soñoliento aún se percato de la presencia de alguien mas. Sentado al borde de su cama; un hombre vestido completamente de negro le observaba. Su mirada, parecía invitarlo a tomar las manos de la muerte.

El hombre se paró y saludándole cortésmente le preguntó:

¿Imam shutingi? (¿cómo te llamas?)

A Juvenal ya se le había pasado el sueño, estaba sorprendido y mas aún al oír hablar a ese brujo en una lengua tan antigua como esa. Pero no perdió el tiempo y le contestó:

Juvenal es mi nombre, ¿quien eres tu?

Noquam Shutini Caleuche (Mi nombre es Claeuche)

Esto sorprendió aún mas al oyente, ya que conocía las leyendas de la región. Pero nunca pensó que un brujo pudiera tomar el nombre del barco de la muerte. Miró al hombre y volvió a preguntarle.

¿Qué deseas?

Yachay jay Achuchiy Qanwan (Quiero saber que hacer contigo)

Déjame en paz, con eso basta brujo.

Pay sumaq (¿Ella bien?)

Realmente eso espero, no te metas con ella porque sino tu también lo pagaras.

El hombre le sonrió y luego sacándose un poco la carraspera le hablo, esta vez en español:

Ya lo sé joven, eres tan bravo y fuerte como los antiguos que nos enorgullecieron. Solo tenia curiosidad por conocer al que hace el bien sin saber en que se mete. En cuanto a ella, es posible que termine en mi barca y eso lo sabes.

Lo sé y lo temo, no deseo perderla. Es todo lo que tengo en la vida, pero así son las cosas y no puedo hacer mas por ella.

Tu conformismo me asombra, eso me agrada. Creo que ya te he desvelado mucho, tendrás otras cosas de que preocuparte pronto. Dijo el hombre enigmático.

Ojala no tenga que hacerlo. Comento juvenal en tono afable.

Adiós, muchacho.

Adiós, Caleuche.

Volvió a dormir, mientras el hombre se desvanecía. Nada perturbo su sueño, pudo descansar con tranquilidad hasta el día siguiente. Cuando se levanto, se dio una ducha y ya cambiado salió de su habitación. Se vistió con rapidez y desayunó fuerte (esto seria, dos huevos fritos, una taza de café un bife y un vaso de pisco), cuando estaba por salir de su departamento. Su celular comenzó a sonar, atendió al instante... Astrid al teléfono:

Ya lo dije antes... esto no se quedaría así.

Eso quiere decir...

Exacto, has adivinado, muchacho.

La puerta fue perforada por un puño, luego una multitud de golpes mas terminaron por reducirla a astillas. Los tres fortachones invadieron su hogar, el los miraba desde su asiento.

Los miro divertido, levanto su mano y les informó:

Bien, ya han caído en mis trampas. Dense por muertos.

Los hombres rieron, llenos de arrogancia al sentirse superiores a los humanos. Sin embargo, las palabras del muchacho adquirieron significado repentinamente. Pinchos salieron del suelo, traspasando las plantas de sus pies.

Los gritos de dolor pronto se vieron ahogados, las fuertes neurotoxinas los estaban tomando rápidamente. En cuestión de horas sus cuerpos se descompondrían sin remedio. Juvenal sonrió al verlos en ese estado, tomo su espada del armero y salió por la puerta sin que pudieran hacerle nada...

Se acerco a la enfurruñada mujer que se abalanzo sobre él, no pudo hacer blanco ante su esquive y quedo en inferioridad de condiciones al sentir la helada hoja sobre su cuello.

Los ojos negros se clavaron en los de la dama, esta no se animaba siquiera a respirar; en un instante podía terminar con su no vida. Retiró la hoja del cuello de su antigua empleadora y camino, mientras se iba le dijo:

Tendrás que buscarte otros sirvientes, ellos no vivirán mucho mas. Y a propósito, olvídame ¿si?... porque yo no te olvidare.

Claro que no lo harás, me recordaras. Ya lo creo.

El hombre tuvo un mal presentimiento, bajo las escaleras lo mas rápido que le dieron las piernas y ni bien llego a la planta baja hecho a correr hacia el hospital. Minutos después llego a destino, se calmo y ocultó el arma dentro del saco, mientras penetraba en el edificio...

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