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MU Capitulo 32: La Orden de Caballeros Fantasma

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Capitulo 32: La Orden de Caballeros Fantasma

Ambos se miraban en la oscuridad de ese cielo. La lanza se movió rápido, desviando la hoja de la espada unos instantes. Momentos preciosos para golpear dentro de la guardia de su rival. Al separarse, Diógenes sonreía satisfecho. Había llegado al rostro de su contendor.

Sin embargo, este volvió al ataque con un corte muy rápido. Tal fue la velocidad, que aún evadiendo el golpe... la armadura presentó una rajadura. Diógenes comenzó a pensar que tal vez no fue lo más prudente enfrentar a ese sujeto. Se había lanzado a la ligera a luchar contra alguien de quien nada conocía.

Pero ya estaba envuelto en ese duelo, no podía simplemente huir. Así, tomando su lanza de un extremo comenzó a hacerla girar. Recordaba la técnica de su entrenamiento onírico. Avanzó mientras el arma giraba para descargar con toda esa velocidad acumulada.

Sin embargo, lo sorprendente fue la técnica realizada por su oponente. Este le esperó a que ingresara dentro de su rango de ataque y entonces lo desató. El golpe fue tan rápido y potente que el tornado creado anuló la técnica de Diógenes. Esa, esa había sido la técnica utilizada por Asura.

El joven pensaba en ello mientras era arrastrado hacia arriba por el tornado. Con las alas pudo protegerse de los cortes generados y aguantar lo peor. Sin lugar a dudas, era el golpe tornado del Psicópata Itinerante. ¿Cómo habían aprendido estos sujetos esa técnica?

Cuando el muchacho pudo escapar de los vientos, se encontró con que su rival estaba envainando. Grande fue su sorpresa al ver que, en la unión del hombro con el peto se podía apreciar un agujero. La armadura negra había sido perforada por la técnica que él creyó anulada. El Caballero Fantasma volvió a realizar el saludo y esta vez, habló con tranquilidad:

No pensé que aún quedaran verdaderos Caballeros Oscuros. Me disculpo por mi comportamiento anterior. Por lo que sabemos, las Órdenes se han corrompido de una forma lamentable. No solo eso, también se han rebajado a utilizar todo tipo de artimañas a la hora de luchar. Pero tu, muchacho; tu no lo haz hecho. Eres digno de llamarte Caballero.

¿Cómo puede decir algo así?- Inquirió Abigail.

Dime, ¿Cuantos de tu Orden conoces que sigan los ideales que predican? ¿Cuántos luchan con honor contra los ejércitos de Kundum?- Le retrucó el Caballero.

La rubia no supo que responderle, en verdad no tenía un argumento con que derribar sus preguntas. El guerrero continuó, esta vez increpando al mago:

Y tu ¿Cuántos de tu Orden luchan por el bien? ¿Cuántos se han perdido en su propio poder?

Mi maestro luchó por el bien, enfrentando a Kundum cara a cara. Sin embargo, frente a tanto poder, poco pudo hacer. Sobrevivió a tal periplo, pero anduvo por muchos confines a fin de adquirir poder- Respondió Baiken.

Uno entre cientos de miles, solo uno. ¿Eso te parece bien?- Dijo el Caballero.

El Maestro de almas quedó en silencio, ese Caballero tenía razón. No importaba que Orden hablara, estaba claro que estaban en decadencia. Los ideales de honor y caballerosidad se perdían en el fragor de la lucha. Aquello que les enseñaban de proteger a los débiles, todo quedaba en la nada. Las enseñanzas quedaban huecas, vacías al no tener ejemplo. De eso hablaba el Oscuro.

Vengan conmigo, les llevaré con nuestro comandante. Con gusto les tomará bajo su cuidado mientras estén por aquí. Vamos- Ordeno el Oscuro guerrero.

El Caballero Fantasma les dio la espalda mientras comenzaba a moverse hacia delante. Un movimiento de su mano bastó para que esas nubes se corriesen. Ahora quedaba revelada la entrada al edificio de la Orden.

Ante ellos aparecían unos portones de hierro muy parecidos a los de Lorencia. Solo se diferenciaba por los guardias. Estos eran Caballeros Fantasmas que con sus Espadas en mano custodiaban el lugar. Estos se sorprendieron al ver los acompañantes que traía el guardia. Adoptaron al instante la posición de inicio, esperando el momento justo para atacar.

Solo ante las palabras del guardia se tranquilizaron. Volviendo a su tarea habitual, apenas y observaron a los forasteros. Al entrar por esos portones pudieron ver cientos, tal vez miles de Caballeros entrenando y meditando. Todos portando las mismas armaduras y utilizando el mismo tipo de espada.

Los visitantes miraban abrumados el espectáculo que brindaba ese mar de tiburones negros. Cada guerrero luchaba imprimiendo velocidad y fuerza real. La letalidad de los golpes era palpable. Solo los mejores eran seleccionados para formar parte del grupo de avanzada.

El guardia les llevó más lejos todavía, había otro lugar reservado para los Caballeros de más alto rango. Los capitanes miraron con asombro al Caballero que venía con esa comitiva tan poco usual. Solo bastó que uno de ellos se adelantara para que el guerrero se detuviera. Algo vacilante, el Caballero se dirigió a su superior.

C... Capitán. E... Es... Estos forasteros... Piden refugio.

¿Un Caballero Oscuro, Una humana y Un Maestro de Almas? ¿Qué hacen tales basuras en Icarus?- Preguntó el Capitán.

Vamos camino a Ishkar, estamos entrenando para volvernos fuertes. Eso nos trae por Icarus- Respondió Abigail.

Vaya hatajo de niñatos. Dan lastima y quieren volverse fuertes, por eso acuden a nosotros. Ox, ¿por esa razón los trajiste aquí?- Lo increpó el Capitán.

E... en efecto mi... señor- Respondió el subordinado.

No pienso aceptarles ni siquiera como visitas. Ya mismo les borraré de estos cielos, basuras- Dijo el Capitán con desidia.

No pienso tolerar más insultos de su parte. Dijo Abigail, poniéndose seria.

La mujer ya estaba apuntando al guerrero con una flecha lista al ataque. El Capitán se rió mientras tomaba su espada. Pero Abigail no se dejó intimidar, había ido cargando de energía la saeta. Esta vez... sería algo especial cuando saliera disparada. El Caballero estaba a punto de atacar cuando una voz le detuvo:

¿Qué escena esta por montar, Capitán Janus?

Oh, Comandante. Mis disculpas por el disturbio. Estaba limpiando nuestro santuario de la escoria- Dijo el guerrero abandonando su postura.

Por lo que veo, no son escoria. No te haz percatado, pero la flecha que estaba por lanzarte esa mujer... puede destrozarte en un instante. Quien llega a un punto tal de poder no puede ser considerado escoria- Dijo el Caballero mirando a los viajeros.

Me disculpo por intentar acabar con uno de sus subordinados. Pero sus palabras se estaban volviendo muy hirientes para nosotros- Dijo la mujer mientras guardaba la saeta.

Yo me disculpo en nombre de Janus. Hace mucho no recibíamos visitas. Soy Argos, Comandante de la Orden de los Caballeros Fantasmas- Dijo el hombre que se quitaba el yelmo.

El rostro curtido y duro apareció enmarcado en unos cabellos castaños muy poco cuidados. La barba en cambio si estaba cuidada, el hombre abrió los ojos; dejando a la vista una mirada intensa. En verdad era alguien poderoso para ser tan agradable. La mano enguantada se levantó, extendiéndose a sus invitados.

El Capitán no se lo podía creer, su propio superior los reconocía como huéspedes. En verdad era inconcebible. Sin embargo, tuvo que aceptarles y él también saludó a los recién llegados. Le parecía absurdo acoger a esos malditos. Después de todo, ellos representaban a las Órdenes que les execraron.

Desde que ese maldito monstruo apareció, ellos fueron acusados de ser los responsables. Les culparon de la cobardía de los dioses, los marcaron como emisarios del mal. Todas las Órdenes de Caballería les dieron la espalda. Unos pocos levantaron sus voces, pero no fueron oídos. El Comandante lo afrontó con entereza ante las cortes del Imperio.

Se cuenta que él mismo desenvainó su espada en el salón de coronación. Frente a las miradas ateridas de sus pares. Apoyó la hoja en su otra mano y con voz potente declaró:

Aunque Uds. Nos aíslen, seguiremos cumpliendo nuestro deber. Así vaya en contra de lo que me piden, POR DEBAJO DEL VALOR, NO HAY NADA.

Ese que les saludaba, era el sucesor del antiguo Comandante. Así como aquél, también juró perseverar en la protección del Santuario. Los tres viajeros no tenían comprensión de esos sucesos. Solo conocían por lo escuchado o hablado con otros guerreros. Argos los invitó a una práctica, el único que aceptó fue Diógenes.

El lancero estaba mas que emocionado, iba a instruirse con leyendas vivas. Esos luchadores incansables ahora le invitaban a unirse a ellos. Baiken y Abigail le observaban, no eran tontos. Sabían bien que probarían sus habilidades en combate y ellos no eran tan avezados en combate cerrado.

Cientos de Caballeros comenzaron a reunirse, estaban ansiosos por aprender nuevas técnicas. Después de todo, había que alcanzar las espaldas del líder. El Comandante oficiaba como instructor, su ayudante era el Capitán. Terminado los ejercicios de calentamiento, los dividieron en parejas.

Cada Caballero eligió a su compañero acostumbrado. El único que permaneció solo, fue Diógenes. Los otros ya comenzaban a medirse, no le prestaban atención al joven. Solo una voz arrogante se ofreció... era Janus. Ese Capitán lo miró con odio, aborrecía todo lo que ese muchacho representaba.

Se paró frente al muchacho que tomó su lanza. El Oscuro desenvainó su espada y se cuadró frente al rival. A la voz de Comiencen, todas las parejas iniciaron los combates de practica. Diógenes se enzarzó con Janus, su lanza Dragón chocaba contra el acero de esa Espada Espíritu.

Pudo percibir como esa hoja se deslizaba por la lanza y golpeando hacia un costado buscaba abrir su guardia. Siguió el movimiento y agachándose golpeó con el otro extremo de su arma. Pero el blanco era muy avezado como para caer en ese truco... pudo ver como los pies se movían hacia atrás, pero la hoja seguía sobre su lanza.

Un tirón y la hoja volvió de golpe a la mano de su dueño. Observó con detenimiento, el mango tenía atada una cuerda cuyo extremo envolvía la mano del usuario. Janus rió con sorna, mientras hacia girar el arma por encima de su cabeza. Diógenes se quedó estático, esperando el momento para defenderse.

La hoja salió despedida rápido en dirección a su cuello. Costó evadir el corte, pero así podía desestabilizar el arma. Con un golpe contra el mango de la misma, el recorrido de vuelta se alteró. Sus piernas se movieron rápido, saltando sobre el Caballero que le miraba, relajado.

La hoja de su lanza descendió con fuerza, pero chocó contra la ese acero... la espada había vuelto a manos de su dueño. Al caer tuvo que evadir muy rápido ese corte asesino que le propinó su contendor. Volvió hacia delante, pero el codo del Capitán lo hizo recular.

De su rostro salió un tímido hilito de sangre. Ese hombre no tenía aberturas en su defensa. Esta vez la Espada surgió desde abajo, por eso tuvo que tirarse hacia atrás para evitar ser cortado. El lancero volvió a ponerse en guardia, estaba admirado por la altura de su oponente.

Janus se lanzó hacia él, esta vez la hoja de la espada venía retrasada. Diógenes comenzó a hacer girar su lanza, también iba a atacar. El corte del Caballero Fantasma fue interceptado por la estocada de la lanza. Ambas armas salieron despedidas del agarre de sus usuarios... cayendo al vació.

Los dos se miraron por un instante y sin dudarlo se lanzaron en picado a por ellas. En su carrera atravesaron nubes y vientos. Podían verlas, estaban casi a mano, solo un poco mas. Cuando las manos sintieron nuevamente sus armas, el choque fue casi instintivo.

La pierna de Diógenes llegó al estomago del Caballero que se dobló por el golpe y lo conmovió al darle un cabezazo. Su lanza Dragón atacó en una estocada que el guerrero evadió volando hacia arriba. Janus volvió atacando desde arriba, cosa que el lancero evadió para atacar.

Las armas chocaban, las piernas golpeaban una y otra vez. Esa lanza se movía como un ofidio, atacando retrocediendo y volviendo a atacar. Janus bloqueaba con una velocidad impresionante esa lluvia de ataques. No en vano era el Capitán de la Orden más beligerante.

La velocidad de ambos era asombrosa, sus armas no se veían. Las nubes se arremolinaban en torno a los combatientes. Era impresionante ver esas dos figuras rodeadas por los destellos que sus armas creaban al chocar. Aunque poco a poco habían ido vulnerando sus propias defensas... las armaduras eran testigos de ello.

Janus sonreía, con el revés de su mano secó la sangre que brotaba de su frente. Ese hombre era un oponente formidable, le había subestimado. El crío tenia agallas, lanzarse a luchar contra él... mierda que tenia pelotas. En mucho tiempo, nadie le había plantado cara de tal forma.

Muchos Caballeros Oscuros habían venido antes, pero muy pocos habían presentado tan duro combate. Ese joven se contaba entre los últimos, pero era especial. Porque los anteriores, todos usaban espadas y este solo lanza. Rara elección para un guerrero de corta distancia.

Ambos estaban agotados, pero definirían esto. Después de todo, debía alzarse un vencedor. Se lanzaron ambos en un grito, era la última carga. Pero una fuerza impresionante los detuvo en seco. Era un poder enorme el que los oprimió de repente... Argos, el Comandante les estaba mirando. Algo tan insignificante como una mirada, pero en ella parecía decirles: No tengo tiempo para enseñarles a respirar, pendejos. Basta de estupideces.

¿La diferencia entre un rango y otro era tan abismal? Eso se pregunto Diógenes mientras se desvanecía. No estaba acostumbrado a ese tipo de ataques, de ahí su debilidad. Janus le tomó de un brazo y lo llevó de nuevo con el grupo.

Al pasar junto a su líder, este le preguntó:

¿Valió la pena?

Claro, hace mucho que no me esforzaba así- Respondió el guerrero.

Janus, te contuviste ¿cierto?- Inquirió el Comandante.

No- Respondió el Rubio.

Eso es bueno de oír, amigo- Le dijo Argos, mientras lo acompañaba.

Los tres alados volvieron al lugar en el que estaban los demás entrenando. Estos al verles detuvieron la practica. Les sorprendió ver el estado en que apareció su Capitán, hacia tiempo que no le veían así. Era cierto que las heridas se contaban por cientos, la armadura estaba rota y la frente le sangraba. Pero, en su semblante podía verse satisfacción.

Continuará…

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