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MU Capitulo 55: Mortal Kombat

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Capitulo 55: Mortal Kombat

Diógenes miraba asombrado al guerrero ante él. Su arma era muy diferente a la que él acarreaba. No parecía tan fuerte, es mas... diría que hasta podía parecer frágil y sin embargo le venía deteniendo. Más que eso, lo estaba poniendo en aprietos. Solo que el reconocerlo sería una vergüenza para él.

Sin embargo, esa mujer enmascarada en ese momento se le antojaba terrible. No podía siquiera leer sus ojos. La faz horrenda le desconcentraba y esos movimientos lo descolocaban. Itagi no decía nada, solo podía oír la respiración calmada salir de esa armadura. Era como el ronquido de un dragón, claro; si esas bestias roncaran.

El Lancero corrió hacia la guerrera que estaba frente a él. Esta adelantó un pie, mientras flexionaba el otro. Sus manos detenían el arma por los extremos del mango, sin tocar la hoja. Cuando la hoja de esa lanza entró en el rango de ataque. Un golpe de esa alabarda descolocó a Diógenes.

La hoja de esa arma se movió rápido hacia el cuerpo del atacante. Diógenes tuvo que hacerse a un costado para evitar ser cortado. Sin embargo, las embestidas eran muy rápidas. Diógenes descargó a una mano un golpe lateral. Pero ella se agachó y con el mango buscó golpearlo. El hombre tuvo que saltar hacia atrás para evitar el contra ataque. Sin embargo… no fue suficiente.

La hoja de esa alabarda se movió de abajo hacia arriba. Como resultado, la armadura se abrió por el corte provocado. El guerrero se quedó descolocado, esto le jugo en contra… la parte chata golpeó su pierna, haciéndole caer. Ahora ella se paraba encima de él, apuntándole con la hoja a la garganta. Había perdido, ya no tenía porque seguir intentando vencer a ese oponente monstruoso. Cerró los ojos ya resignado, ahora solo esperaba el desenlace final.

Sin embargo, las palabras de Itagi le dieron a entender que ella no buscaba matarle:

Cuida tu centro de gravedad, muchacho. Ponga más atención a los movimientos de tu adversario. Con algo tan simple no debo vencerle.

¿Porque no me matas?- Preguntó él.

Es mi deseo pelear con todo lo que tengo. No deseo una práctica. Alguien como UD., que ha llegado hasta aquí a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. No puede tener tan poco nivel técnico, dígame que me esta tomando a la ligera y le creeré- Dijo esa mujer.

No entiendo que me pasa. Por lo general soy imparable, pero ante ti... no se porque pero me siento inferior. Le veo y es como si peleara contra una montaña- Dijo Diógenes aún en el piso.

HAHAHAHAHAHAHAHAHA. No lo puedo creer- Dijo la mujer riéndose.

¿Qué es tan gracioso?- Pregunto Diógenes.

Aún no ha conseguido hacer crecer sus convicciones. Eso es lo que le restringe ante mí. Su decisión y determinación por vencerme son inferiores a las mías. Es como si inconscientemente se rindiera ante mí. Por eso le parece que pelea contra algo invencible- Dijo ella mientras posaba su lanza sobre el hombro.

No puedo entender lo que dices- Dijo el muchacho caído.

Vamos, levántese. Se lo mostraré en una forma práctica- Dijo la mujer.

La mano de la mujer se alargó, ayudando al rival a levantarse. El joven se sorprendió por la fuerza con que le atrajo hacia si. Ella le miró nuevamente de arriba hacia abajo y luego le soltó. Su mano izquierda tenía agarrada su arma con firmeza, él no podía aprovecharse. Ella no estaba descuidada o desprevenida. Si él intentara alguna treta, ella le despenaría. La voz calmada de esa mujer volvió a salir de la mascara:

Observa esa montaña. ¿Que piensas al verla?

Que es imponente, demasiado para mi- Respondió el hombre.

En cambio, para mi es solo un estorbo. Debe desaparecer de allí AHORA MISMO- Gritó la mujer.

La mujer levantó su alabarda y profiriendo un grito poderoso hizo girar su arma un par de veces y la lanzó contra el peñasco. Al corte producido se le sumó un temblor. La montaña se derrumbaba ante los ojos de esos dos guerreros. Diógenes estaba asombrado, es más... traspiraba en frío. Itagi se dio la vuelta y mientras le sonreía llevó dos de sus dedos a la boca. La bestia silbó con fuerza y de entre todas esas rocas cayendo una saeta vino hacia ella.

Su alabarda cayó clavada delante en la tierra. Unos ligeros temblores recorrían el arma que se movía en forma pendular. La mano de ese monstruo se alargó y volvió a tomar su arma. Luego, mirando al muchacho volvió a hablar:

Si piensas en lo grande que es lo que vas a vencer. Nunca podrás vencerlo. Si piensas que las estrellas están lejos de tu alcance. Jamás podrás destruirlas. Con eso en mente, intenta pelear contra mí.

Bien, entonces te venceré- Dijo Diógenes comprendiendo.

Con esa convicción, no lo creo- Le dijo Itagi.

Ya lo veras- Dijo el muchacho.

Diógenes dio un salto hacia atrás y se cuadró ante su rival. La hoja de su lanza apuntaba a la garganta de la mujer. Esta, unos metros más lejos permanecía con su alabarda y sin intenciones de atacar. La punta de su arma estaba hacia abajo, pero sus sentidos aguardaban alertas para atacar. Los ojos de ella miraron al guerrero que le estudiaba con detenimiento.

La pierna derecha del joven se adelantó, preparando el avance. Los brazos del muchacho estaban semi extendidos sobre el mango de la lanza. Esa lanza dragón avanzó rápido hacia ella que moviendo su pie hacia atrás dejó que sus brazos subieran. La hoja produjo un corte que hizo detener a Diógenes. Sin embargo, este aprovecho para continuar atacando. Podía ver un hueco en la defensa de ella, eso era lo que necesitaba.

Evadió la punta de la hoja y fijo la punta en el costado de la mujer. Sin embargo, el mango de su alabarda desvió la hoja. Ahora, era el atacante el que se veía en problemas. Un golpe de esa rodilla dobló al lancero que apoyaba su rodilla en el suelo. Ciego de furia agitó su lanza, obligando a que su rival retrocediese.

Se dio la vuelta, intentando ubicar a la mujer, pero solo podía oír sus pasos. La hoja de esa alabarda se clavó en el suelo a centímetros de él. Haciéndole retroceder, eso fue todo. Apenas pudo ver como ese monstruo caía y deslizando sus manos por el mango aprovechaba a golpearle con ambas piernas. El moreno salió despedido hacia atrás por la potencia de ese golpe. Sin embargo, no era suficiente para derrotarle; no a él. Apretó sus dientes y aferrándose al arma volvió al ataque.

Dos cortes sucesivos, se dio la vuelta y pasando el arma por encima de su espalda atacó con un giro completo. Itagi evadía los ataques, pero no respondía. De hacerlo, el tobillo, el costado y los brazos del joven serían cercenados. Pero... que más daba, respondió al siguiente ataque. La hoja no tuvo misericordia con el costado derecho del joven.

Diógenes grito adolorido al sentir su carne rasgarse. Sin embargo, no pudo abandonarse al dolor. La hoja embebida de sangre atacaba ahora con ansias de probar de nuevo su carne. Sin embargo, pudo ver un brillo en los ojos del monstruo. Demasiado tarde, la punta del mango describió un breve arco... dando duramente contra la frente del guerrero.

De a poco iba dándose cuenta de la forma en que esa mujer manejaba su arma. Ella podía maniobrar su alabarda incluso a distancia cero. Extendía y acortaba el alcance de su arma mediante el agarre. Teniendo las manos juntas podía dominar el sentido del arma a su antojo. No era una amateur, por el contrario, dominaba su alabarda de forma tal que parecía estar viva.

Diógenes volvía a cuadrarse frente al monstruo que reía socarronamente. Era muy obvia la diferencia entre ellos dos. Él ya tenía tres cortes y un golpe mientras ella seguía intocable. Esta vez la velocidad del guerrero se incrementó, haciendo que el monstruo riera de gozo.

El lancero parecía una centella, demasiado rápido para que ella lo detuviese. El corte partió en dos la mascara de furia. Dejando al descubierto el rostro de Itagi. La sorprendida mujer se dio la vuelta, mirando al guerrero que ahora le miraba con atención. Un tímido hilito de sangre descendió de la coronilla, bajando por la frente y ladeándose hacia un costado, tomando su mejilla derecha como canal.

Itagi sonrió y clavando su lanza en el suelo se quitó el casco con ambas manos. La pesada protección se hundió en el suelo por el impacto. Desató el pañuelo con el que tenía sujeto el pelo. Cuidando de que no molestara con la armadura. Unos mechones de pelo renegrido cayeron sobre su faz. Mientras una larga trenza descendía por su espalda.

Los dedos enguantados recorrieron por unos instantes la coronilla. Al ver su sangre corriendo por la cara, sonrió. Se llevó los dedos a la boca y los lamió, ahora si podía comenzar lo bueno. La mirada negra pareció encenderse, mientras una sonrisa se dibujaba en los labios carmesí de esa dama.

Diógenes le restó importancia, mientras se lanzaba al ataque. Ella se lanzó al mismo tiempo que él, ambos desaparecieron de la vista. Los vientos cortantes que generaban abrían grietas en la tierra. Los golpes hacían huecos en los montes. Los destellos parecían relámpagos en el medio del día. Las brisas se cortaban por el recorrido de ambas armas.

Los dos guerreros luchaban sin medir sus fuerzas. Solo querían acabar el uno con el otro, nada mas importaba. Si ese lugar era destruido, no importaría. Las hojas buscaban sus blancos, los mangos chocaban en un intento por doblegar al rival. En uno de esos choques, cuando ambos guerreros quedaron frente a frente. Itagi se movió rápido con sus manos y le dislocó un dedo al lancero.

El movimiento fue rápido y seco, el dedo índice del guerrero quedó superpuesto sobre la o falange. La faz de Diógenes se torció del dolor, no se esperaba una técnica así. Menos en una situación tan apremiante. Sin embargo... ello le indicaba que Itagi aún no estaba peleando con todo.

La pierna de ella le empujó hacia delante. Separándole y creando la chance para atacar a ese rival. El corte no llegó al cuerpo del guerrero que evadió moviendo su cuerpo hacia un costado. Su lanza repitió el movimiento de su adversario, pero ella también le evadió y mientras se agachaba utilizaba el arma como un látigo.

El corte fue rápido, por lo que se vio obligado a saltar. En ese punto buscó hacer blanco la mujer con un certero lanzazo. Sin embargo Diógenes giró la cadera para ser rozado por el arma. Su lanza atacó también, pero ella evitó el impacto moviéndose hacia la derecha. Con un movimiento brusco de su mano golpeó el arma de Diógenes. Intentaba desarmarlo. Sin embargo, el lancero no cedió.

Esta vez su puño si llegó al abdomen de la mujer que se dobló por el golpe. El guerrero se detuvo por unos momentos, tal vez había sido demasiado.

No me tengas piedad, muchacho. Yo no la tendré contigo- Dijo ella sonriendo de forma macabra.

La mujer tomó la empuñadura de esa lanza. Lo siguiente fue un giro con su cuerpo y los pies de ella dieron contra la cara del joven. Diógenes voló dando contra un peñasco, lanzó un golpe con su lanza, pero ella se quedó parada sobre el mango. Un movimiento de su brazo y la hoja ya se clavaba en su espacio intercostal. El dolor que sintió ese guerrero se cristalizó en un sonoro grito. Itagi extrajo la hoja de su alabarda y mientras la acariciaba hablaba con ella:

Querida Naginata, ¿Que te parece la sangre de este joven? Hoy te bañaras en ella.

Los ojos negros volvieron a posarse en el hombre sucio y sangrante. Pero Diógenes ya no estaba allí. Un golpe poderoso en el hombro derecho envió a la mujer contra el suelo que apenas se veía. Sin embargo, ella no cayó del todo. Al llegar al suelo rodó y así evitó un mal mayor.

Estaba gratamente sorprendida por la resistencia de ese muchacho. A pesar de haber recibido ya un daño considerable, todavía tenía fuerzas para luchar. Se paró nuevamente y saltó de nuevo hacia el guerrero que se lanzó a por ella. Sin embargo, cuando Diógenes estaba a punto de lanzar su golpe, ella tiró su alabarda y se posicionó justo frente al guerrero y así demasiado cerca para recibir el corte.

Con su frente golpeó la cara del guerrero, para luego proyectarlo al suelo. Ella también se dejó caer, aterrizando en el abdomen del lancero. Diógenes se quejó por el maltrato, pero ella sonrió y tomando la mano lastimada le reacomodó el hueso dislocado. No le llevó mucho hacerlo, solo un par de segundos. Luego desde donde estaba saltó para tomar de nuevo su arma.

Cuando su mano agarró la Naginata el guerrero salió del agujero. Esa lanza dragón atacó de improviso. Lo tuvo difícil para eludir el ataque, ella se estaba agotando. Al verlo emerger así de enojado, Itagi se sonrió. Ese sujeto, la determinación en sus ojos finalmente salía.

Voy a vencerte, Itagi- Dijo él, convencido.

Con eso no es suficiente- Le respondió ella.

VOY A APLASTARTE, MUJER- Gritó él, ya ardiendo en cólera.

Ahora si, tal vez tengas oportunidad. A PELEAR, BASURA- Le dijo ella riendo.

Diógenes se lanzó al ataque y mientras corría movió su brazo hacia atrás. Si, esta vez usaría el Golpe Tornado para acabar con ella. Itagi también venía a por él, ella estaba preparando su ataque. Sin embargo, al ver los vientos que comenzaban a rodear el brazo del muchacho se detuvo. Rió echándose hacia atrás y entonces reinició la marcha.

Cuando su lanza entró en el rango de ataque de Diógenes, fue entonces que los vientos salieron con toda la fuerza. Itagi fue levantada en un vendaval de vientos cortantes. Sin embargo, ella se estaba protegiendo con su lanza. Giró por unos momentos y entonces encontró el vortice... tal como lo había pensado. El vortice era ese muchacho, desde allí salían los vientos. Desde la altura se dejó caer con su arma, buscando ensartar al guerrero.

Sin embargo, ese joven le tenía preparada una sorpresa. Agitando su lanza en forma circular saltó hacia ella. Ambas hojas se encontraron, generando chispas y un ruido infernal. Desde esa distancia, ambos ejecutaron sus técnicas. Las figuras de esas armas brillaron por la velocidad imprimida. Los dos combatientes fueron despedidos por sus técnicas, mientras los vientos del Golpe Tornado cesaban.

Ambos cayeron al suelo estrepitosamente, no pudieron hacer nada por amortiguar los golpes. Las lanzas habían salido de sus manos, cayendo lejos de sus dueños. Itagi se levantó primero, sonreía satisfecha. Ese muchacho era todo lo que ella había esperado, esa fuerza podía ser lo que habían estado buscando. Las piernas estuvieron a punto de flaquearle. Pero ella no podía caer allí, tenía heridas en ambos brazos, y un profundo corte en la pierna izquierda. En su rostro había un rasguño que tenía de rojo esa faz aperlada.

Diógenes se levantó un poco después, le costó incorporarse. Las protecciones de su armadura habían sido destrozadas por esos golpes certeros. Su brazo izquierdo estaba sangrando por varias heridas. Su muslo también había sido alcanzado por la técnica de esa mujer. Tenía rasguños por todos lados, Itagi le había superado en velocidad.

Bien, parece que ambos estamos en nuestros límites- Dijo el lancero.

Es acertada su apreciación. Pero déjeme hablar antes de que le venza- Pidió Itagi.

Habla, Itagi- Dijo el muchacho.

Con cada lucha que tienes te vas pareciendo mas a tu padre- Le dijo ella, afable.

¿Cómo dices?- Inquirió él.

Creo que ya es tiempo de que sepas que todo esto ya ha estado orquestado desde un principio- Le dijo la mujer riéndose.

¿Todo esto? ¿A que te refieres?- Preguntaba el hombre lleno de dudas.

Estas luchas, tu formación en la casa de Holstein. Tus viajes, tus aventuras, los duelos que has tenido. Cada cosa por la que haz pasado ha sido vigilada por nosotros- Le dijo esa dama.

¿Porque?- Preguntó Diógenes.

Él nos lo ordenó, tu padre- Respondió Itagi.

Mi padre murió hace mucho- Le dijo el moreno.

No, pequeño. Tu padre es el único capaz de mandarme. Lord Kundum es tu progenitor- Aseveró la fémina.

No puedo creerte, mujer. Lord Kundum es un demonio regidor, hay una gran diferencia de edades- Le dijo el muchacho.

Heh, Tu eres el fruto de una unión entre él y una mujer de la aristocracia de Lorencia. Ella era una hechicera en busca de inmortalidad. Pero, por lo visto encontró algo más. Pero tu madre murió a los pocos años de tu nacimiento. Fuiste criado por sus mayordomos- Habló la mujer.

No puede ser... ¿Cómo lo sabes?- Preguntó Diógenes nuevamente.

Ya te lo he dicho, nosotros te hemos vigilado desde el mismo instante en que naciste. Ahora, me agrada ver que serás un buen sucesor. Por eso, no tengo un solo sentimiento de pesar- Le dijo la guerrera.

¿Un sucesor? Yo he venido a matarle- Dijo el guerrero.

HAHAHAAHA justamente. Solo puede haber un malvado por época. Bien, ya he hablado demasiado- Dijo la mujer parándose.

Terminemos con esto, Itagi- Dijo Diógenes.

Claro, Diógenes- Respondió Itagi.

Los dos se miraron mientras avanzaban el uno hacia el otro. Ella sonreía mientras tronaba sus dedos. Él lancero hacia lo propio con sus manos, mientras acortaban espacio. Cuando los dos estuvieron frente a frente, ella sonrió y entonces volvió a hablar:

Que recuerdos, así pelee contra tu padre la primera vez que le vi.

Deja las tonterías- Le retó el muchacho.

Heh

El puño de ella dobló al joven que le respondió con un cabezazo. La pierna sana de Itagi golpeó al muchacho en la cabeza. Este trastabilló cayendo sentado, se paró de nuevo y le devolvió la cortesía a esa dura mujer. Ella rió ante el puñetazo y golpeó al muchacho en la cara. Este respondió pero ahora hacia la parte media de esa guerrero. Itagi recibió los ataques y dándole una patada avanzó. Entonces, teniéndolo cerca le golpeó con dureza el mentón.

Diógenes se conmovió por completo, ese golpe había sido muy fuerte. Se quedó como atontado por unos segundos. Atinó a levantar sus brazos y cruzarlos. Los golpes de Itagi ya caían sobre su cuerpo. Resistiendo los ataques se fue corriendo hasta que logró cansar a la dama. La respiración de ella era agitada, los puños le pesaban. El lancero aprovechó y le golpeó duramente primero en el abdomen y luego en la cara.

La morena le agarró de los hombros, resistiendo los puños como mazas. Y entonces comenzó a darle rodillazos. Dos de estos y Diógenes se quedó sin aire, cayó al suelo cuan largo era. Ella también se dejó caer, había sido demasiado. Sus ojos miraron en busca de su lanza. Cuando la diviso, la notó demasiado lejos como para ir a buscarla.

Era demasiado, su cuerpo había recibido muchísimo daño. Ahora no podía moverse, el dolor se lo impedía. Sonrió aliviada mientras se quedaba allí tendida. Estaba activando su organismo para recuperarse de ese duelo. Después de todo, ella tenía esa facultad oculta. Si, ni siquiera Kudum sabía de esto.

Diógenes se había desvanecido, estaba perdiendo mucha sangre. El daño recibido durante ese combate tan intenso era demasiado para el. Itagi era una rival formidable, la pericia que poseía le hacia superior a él. Reconocía con orgullo que esa dama lo había vencido, no tenía resentimientos.

La doncella que poseía una determinación de acero se paró rato después. Ella pudo sanarse, aunque no estaba en las mejores condiciones. Caminando lentamente tomó su lanza y la del rival. Volvió hasta donde estaba el joven tirado y clavó la Lanza Dragón al lado del joven. Sonrió de lado al verle ahí tirado, desvanecido. Lo había dado todo en su pelea y de no ser por un solo movimiento… él habría vencido.

Al ver la sangre abandonar el cuerpo del joven. Itagi se posicionó sobre Diógenes y tratando de apuntar bien descargó un golpe con sus dedos. El anular y el índice se hundieron unos centímetros dentro de la carne del muchacho. Ella retiró su mano y luego se sentó al lado del muchacho. El golpe que le había dado no fue para ultimarle, solo había detenido el sangrado.

La mujer cerró sus ojos, mientras sentía el viento soplando desde el valle hacia las montañas. Los sonidos de combates a lo lejos también llegaban a sus oídos. Ella ahora estaba sintiendo su entorno. De repente tres sonidos llamaron su atención. No era necesario que abriera los ojos, eran ellos.

Teneo, Aziel, Fausto- Les reconoció.

Lo has hecho increíblemente bien, Itagi. Apenas podemos creerlo- Dijeron los hombres.

Heh, luché con todo lo que tenía. No podía permitirme la derrota- Dijo ella con orgullo.

Pero no venciste, las órdenes eran claras- Dijo Aziel.

Tenías que matarle, no dejarle medio muerto- Repuso Fausto.

La mujer sonrió de una forma socarrona, mientras se paraba. Los tres guerreros le rodeaban al tiempo que tanteaban los pomos de sus armas. Parecía ser que las cosas daban un giro inesperado. Itagi abrió los ojos y mientras escupía al suelo les preguntó:

¿Y… Que piensan hacer al respecto?

Los hombres no respondieron, solo desenvainaron. En el caso de Aziel comenzó a hacer girar su cadena. La mujer rió sonoramente y los tres atacaron velozmente. Ella evadió la cadena del moreno y con un rápido movimiento de lanza desarmó a los dos. Aquellos tres hombres se quedaron congelados, como detenidos en el tiempo. Sus espadas junto a la cadena ahora yacían clavadas muy lejos. Un sudor frío recorrió sus cuerpos, no querían reconocerlo... pero temblaban. Recién en ese instante pudieron percatarse de la diferencia. Si, había una gran brecha entre esa mujer y ellos.

¿Porque defiendes a este intruso?- Preguntó Teneo.

Nuestras ordenes son las de matar a todo enemigo que ingrese a Ishkar- Dijo Aziel.

Itagi, todavía puedes remediarlo. Matalo- Le dijo Fausto.

Lo siento. Tal vez sea mi instinto de madre lo que me impide hacerlo- Dijo la doncella.

NO es hijo tuyo- Repuso Teneo.

Claro que no, pero... mirándole, podría ser el hijo que nunca tuve. Heh, son tonterías de una mujer- Dijo la fémina.

Bien, entonces morirás por esas tonterías- Dijo Aziel.

Me parece bien- Respondió ella.

Cuatro voces se fundieron en un grito, los combatientes pusieron todo en un solo ataque. Todo o nada, así lo definieron en un instante. El silencio volvió a reinar sobre las montañas de la olvidada Ishkar. De esos cuatro guerreros solo uno permaneció en pie. Solo uno, lastimado y moribundo... Itagi respiraba con dificultad.

Cuando el joven abrió los ojos, se halló vivo y con sus energías repuestas. No era posible, él había perdido. ¿Cómo podía ser posible? ¿Porque? Las incógnitas venían más rápido que las respuestas. Se paró y miró hacia un costado, al mirar hacia el lado derecho... le vio.

Parada sobre sus pies, la figura de esa mujer se volvía leyenda. Con su lanza rota, ella sonreía lastimosamente. Al percatarse que Diógenes estaba parado detrás suyo se dio la vuelta. Su cuerpo estaba erizado por esas dos espadas. Estas se hallaban clavadas en su abdomen y pecho. Con movimientos lentos se quitaba la cadena que le envolvía el brazo derecho. Tosió sangre por unos momentos, estaba en verdad hecha un desastre. Volvió a reír, ahora si estaba muriendo.

Pudo oír los pasos del guerrero acercarse hasta ella. Le miró, pero en esos ojos no había resentimiento. Tampoco había deseo de luchas… solo podía percibir paz. Ella tomó su lanza con las dos manos. Diógenes se detuvo, si ella le atacaba de nuevo… sería el fin. Sin embargo, le sorprendió verla inclinarse y arrodillarse ante el.

He cumplido con la última promesa que había hecho- Le dijo ella.

¿A que te refieres?- Preguntó el muchacho.

Le prometí a Vuestra madre que te protegería. He cumplido con ello, ya puedo morir en paz- Dijo la mujer sonriendo.

Itagi, antes dime algo sobre mi padre- Pidió el guerrero.

Heh, chico tonto. Era mentira, tu padre no es Kundum. Él fue uno de los capitanes del ejército de Lorencia. Un gran hombre. Le dijo la mujer.

¿Cómo lo sabes?- Preguntó él.

Yo… era… la instructora… del cuerpo de lanceros. Dijo ella con felicidad.

La sonrisa que se dibujó en el rostro de esa mujer asombró al muchacho. Ante él, una brisa suave envolvió el cuerpo de la doncella. El cuerpo de Itagi se volvió un montón de pétalos de flores. Estos se esparcieron con la brisa, que los llevó lejos. Diógenes quedó solo, mirando como un tonto esa armadura vacía. Esa mujer le había protegido de otros tres atacantes. Seguro habían sido otros generales, ella desobedeció las ordenes. Pero cumplió con todas sus promesas, así fue Itagi.

Continuará…

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