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MU Capitulo 58: Recuerdos en Ishkar

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Nota Aclaratoria: Este capitulo 58 esta narrado desde tres vistas. Pueden decir que es un recurso algo rebuscado. Y lo es, diría más que eso… es desequilibrante. Pero juzgué, que esta forma era la más adecuada para mostrarles estos recuerdos pasados. Las memorias del Comandante Muren (luego se convierte en Emperador), un joven Peleo y un juvenil Asura. La historia comienza con las memorias de Muren. Al llegar a la primer división de puntos suspensivos, es Peleo quien toma la posta. Ese fragmento decidí dejarlo en cursiva, para diferenciarlo del resto de la narración. Luego, ya es Muren quien sigue contando. Y cuando lleguen a la cuarta división de puntos suspensivos… ahí les espera la narración de Asura. Bueno, hechas las aclaraciones, solo me queda desearles que disfruten de esta entrega. ^^

Capitulo 58: Recuerdos en Ishkar

Bitácora del Ejercito Imperial del Norte. Día y mes... ignorados.

Lugar: Isla de Ishkar

Autor: Comandante Muren de la casa de Holstein

Ahora que completo este rotulo me río, que tonto hemos sido. Fuimos las primeras huestes en ser enviadas, una avanzada. Nos mintieron diciéndonos que íbamos solo en una misión de infiltración y observación. Evidentemente, el imperio no sabe con que nos toca lidiar aquí. O... me temo que lo saben y solo desean eliminarnos de una forma más diplomática. Después de todo, muriendo como Soldados del Imperio nuestras familias se llenaran de gloria.

Que irónico, nos vivarán y escribirán romances y cantos sobre nosotros. Unos que ahora luchamos contra un mar muchísimo mas vasto que el de Kalima. Día tras día luchamos y huimos, escondiéndonos como ratas. Si nos vieran seguro nos tacharían de cobardes.

No les diría lo contrario, pero antes que morir como idiotas. Preferimos vivir para luchar otro día. Aquí nadie se cubre de grandeza, solo tenemos armaduras rotas y cicatrices en todo el cuerpo. Sin embargo, nuestros espíritus y resolución jamás han sido más fuertes.

Hoy han llegado dos guerreros a nuestro campo. Dos nuevos compañeros de horrores cotidianos se suman a nuestro calvario. O al menos eso pensamos, hasta que les vimos bajar de la barca. Si, el buque no se aventuró más cerca de la costa. Yo y mi segundo al mando fuimos a recibirles mientras nuestros subordinados luchaban.

Cuando les vimos bajar envueltos en las capas por la lluvia que arreciaba desde hacia una semana. Mucho no pudimos dilucidar, seguramente serían como cualquiera de nuestros hombres. Ambos personajes se pararon firmes en la lluvia y nos saludaron como lo requiere el protocolo. Las capuchas no nos permitían ver sus rostros, además la lluvia no ayudaba en nada.

Así, los soldados Peleo y Asura se unían a nuestro contingente. El barquero me entregó varias cajas forradas con legajos, planos, instrucciones y víveres en su interior. Eso sería todo lo que recibiríamos del Imperio. Le agradecí mucho su cortesía y el hombre encogiéndose de hombros volvió a tomar los remos. Mi segundo al mando quiso tomar las cajas, pero los recién llegados se le adelantaron.

Déjenos esta tarea a nosotros, Señor- Dijeron los dos hombres.

Vaya con estos muchachos- Dijo el hombre canoso.

Tienen bríos, eso es bueno. Por favor, sígannos- Dije yo.

Si señor- Respondieron los guerreros.

Caminamos un largo trecho ocultándonos entre las rocas. Hasta llegar a la caverna en que nos refugiábamos tardamos una hora. En todo ese trayecto, esos hombres no pronunciaron una sola palabra. Ni siquiera un gemido o una expresión de asombro. El sonido del golpeteo de las gotas era todo el ruido que oíamos. Nos pareció extraño, por lo general al ser soldados nuevos estos se alelan.

Al llegar a la boca de la cueva, disminuimos la marcha. Cuando nos dimos la vuelta para indicarles que allí nos quedaríamos. Ellos ya se habían pegado contra la pared de roca y haciéndonos señas nos dieron a entender que lo sabían. Sin duda estos dos se las traían. Avanzamos en silencio hasta penetrar en la gruta. Una vez dentro fuimos directo a la tienda del comandante. Allí por fin se hicieron las presentaciones de rigor.

Ahí recién, frente a sus superiores esos dos hombres bajaron las cajas. Con ambas manos bajaron las capuchas que cubrían sus cabezas. Yo, Muren y mi subalterno nos quedamos helados. Como no nos habíamos percatado antes con los nombres que nos habían dado. Esos dos no eran soldados corrientes. Eran: Asura, la encarnación de la muerte y Peleo el Destructor.

En sus rostros no había el menor trazo de bondad. Solo podía percibirse un brillo extraño, como si faltase solo algo para que ambos se desatasen. La sonrisa que había en sus rostros no era agradable. Era mas una mueca llena de confianza y prepotencia. Los dos se miraron cómplices pero luego nos entregaron un sobre.

El pliego estaba cerrado todavía, pero en él podían verse varios sellos nobles. Pero lo que mas me sorprendió fue ver el sello del propio emperador en el. Sin más dilaciones tomé el sobre y lo abrí. Cuando saqué la carta, me sorprendió ver que había sido escrito el mismo día en que zarparon. Esta había sido escrita de puño y letra por el Emperador. Y decía lo siguiente:

Estimadísimo Comandante Muren:

Se que no le escribo en el mejor de los momentos. Me han llegado vuestros reportes sobre vuestra situación. Sin embargo, aquí la lucha también es cruenta. Apenas hemos podido evitar que los Dragones Dorados arrasen con Davias. En Tarkan las apariciones de Kundum pudieron ser derrotadas, pero cinco centurias completas perecieron.

Estamos reclutando a todo guerrero disponible. Pero como sabe, no todos están dispuestos a ir a los destinos que les damos. Tenemos muchas deserciones por ese motivo. Estos dos hombres que le envío tienen una misión muy específica. Supongo que para esta altura ya les habrá reconocido. Si, en efecto; son Peleo el Destructor y Asura la encarnación de la muerte.

Usted sabe tan bien como yo que estos hombres están por encima de nuestros niveles. Y por esa razón los elegimos. Ellos se encargaran de matar a Lord Kundum. Para ello, ambos se infiltraran en el palacio. Solo le pido que vuestra merced les brinde el apoyo que necesiten.

Sin más, le saluda

Exeter Emperador del Continente

Ante esa concisa nota garabateada en tinta mi cara se transformó. Lo primero que pensé fue: Este imbecil esta completamente loco. Razones no me faltaban, este lugar era muy duro. Incluso para guerreros asesinos como ellos. Podían ser todo lo terribles y malvados, pero ese lugar era mucho peor. Las bestias de aquí eran con mucho las más fuertes. Además, los guardias personales de Lord Kundum eran tantos o más poderosos que estos dos. Era una temeridad encomendarles semejante misión.

Los dos soldados ya se habían quitado las capas del todo y por fin podíamos apreciar sus armaduras. Asura solo vestía una liviana cota de cuero con algunas protecciones forradas en hierro. Por otro lado, Peleo si llevaba una compleja armadura del Lado Oscuro. Con el casco atado a la cintura, el albino nos miraba fijamente. Me levanté de mi silla y solemnemente les dije:

Les han enviado aquí en una misión suicida. Quieren que se infiltren en el palacio de la Ciudad Maldita y que maten a Lord Kundum.

Hehe, es tal y como lo imaginábamos. ¿Cierto, grandulon?- Habló el Maestro de Almas.

Bien, vamos allá- Dijo el Gladiador mientras se ajustaba la protección del antebrazo.

¿De veras quieren intentar esta locura?- Les pregunté a esos dos.

!!!Claro¡¡¡ Somos asesinos ¿Sabe?- Me replicó ese mago.

Que diox nos ampare- Dije yo en voz alta.

Claro que lo hará, yo lo suplanto en sus días libres- Le dijo ese mago mientras levantaba su pulgar y me guiñaba el ojo.

En marcha, pájaro parlanchín- Dijo Asura dándose la vuelta.

Maldito seas, Maniquí Musculoso- Dijo el albino.

Como vuelvas a llamarme así...- Le dijo Asura volviéndose de golpe.

Bueno bueno, no te pongas así- Dijo el mago en tono conciliador.

Solo puedo desearles suerte, caballeros- Les dije a esos dos.

Ambos guerreros asintieron y tomando de nuevo sus capas salieron a por su misión. El Maestro de Almas desapareció al instante. Por otro lado, Asura salió caminando tranquilamente. Al llegar a la boca de la caverna nos dedicó una mirada y entonces habló:

No vuelva a desearme suerte. Eso, solo va con los perdedores. Yo solo tengo éxitos. No me importa su rango, solo es un hombre.

Luego le vi desaparecer tras esa boca oscura como el infinito. A los pocos minutos pude oír estruendos y explosiones. Salimos alarmados de la cueva, temiendo un ataque enemigo. Fue entonces que comprendimos la elección del Emperador. Esos dos guerreros no eran normales. Avanzaban rápido y sin temor, acababan con decenas de monstruos con una facilidad inaudita. No les tenían piedad, es mas... por sus rostros podría aventurar que disfrutaban haciéndolo.

Desde ese mismo instante el número de apariciones y bestias comenzó a decrecer. Era increíble, casi como un sueño. Durante una semana completa, mis soldados apenas y salieron a pelear. Muchos pudieron recuperarse de las heridas. Conseguimos reparar nuestras armaduras y acondicionar armas. Instalamos torres de vigilancia y flecheros, ahora si podríamos asentarnos. Que decir, salvo que el emperador había estado en lo cierto.

Sin embargo, al comenzar el octavo día. Solo uno de esos dos hombres temerarios y despiadados volvió. Su armadura había sido parcialmente destruida. Una cicatriz en su ojo derecho todavía sangrante como único rasguño. El Maestro de Almas caminaba despacio, como si con cada paso moviera el peso del mundo. Su mirada estaba como perdida, ausente de toda vida. Su rostro estaba demudado y mugriento, como si allí donde quiera que fue hubiera visto la cara del mismo Demonio.

Pasó entre los soldados que le vivaban emocionados. Pero, él no les dio importancia... ni siquiera los saludó o miró. Solo siguió caminando hasta llegar a donde estábamos Mi subalterno y yo. Una vez parado ante nosotros, el hombre se puso en posición de firmes y nos hizo la venia. Sonrió, pero esta vez no había maldad en ella... solo dolor. Abrió su puño y me dio un paño de tela con un escudo y un mechón de cabellos rojos. Luego, cayó delante mío cual marioneta sin hilos.

Alarmados lo levantamos y le llevamos a la enfermería. Ahí los dejamos al cuidado de la única pareja de elfos que había en el grupo. Las dos féminas le quitaron la armadura y limpiaron sus heridas. Una de las féminas mojó el paño con vinagre y lo acercó a la cara del herido. Antes de que su mano delicada tocara el rostro del Maestro de Almas, este abrió los ojos. Le miró un instante y la mujer gritó de horror. Su compañera alarmada le abrazó con fuerza. Mientras le interrogaba sobre lo que le había pasado. Esa mujer habló con temor:

Vi sus ojos, pude verlo. Snif

¿Qué viste?- Le preguntó la otra.

El infierno en la tierra, eso fue lo que vi. Bestias que jamás había visto, seres que nos aplastarían en un santiamén. Pero tras ellos, vi un vacío insondable y en el una infinidad de ojos se abrían. Tuve miedo, amiga- Le dijo la blonda temblando.

Te comprendo, después de todo... este hombre tenía la orden de matar a Lord Kundum- Le informó la fémina.

!!No lo puedo creer¡¡- Gritó incrédula la joven arquero.

Pero, por lo visto si ha llegado hasta su objetivo. De no ser así, no estaría en este estado- Concluyó la elfo.

¿Qué hacemos con él?- Preguntó la rubia.

Tenemos que salvarle, curémosle- Dijo la otra resuelta.

Bi...bien- Asintió la jovencita.

Esas dos elfos en la enfermería salvaron al Soldado Peleo. El hombre tardó un par de días en despertar y levantarse. Por mi parte, ya habíamos enviado un correo con las novedades. No tuvimos respuesta inmediata, tampoco esperamos que el mensaje les llegara. Nos carcomía la intriga de saber que había ocurrido en ese duelo que suponíamos había sido impresionante.

Las apariciones habían vuelto al campo de batalla, así que estábamos ocupados. La lucha volvía a ser incesante y cruenta. Durante el día luchábamos a brazo partido contra esas huestes duras y disciplinadas. Cuando nos avisaron que el Maestro de Almas se había levantado nos alegramos. Volvimos hacia el campamento a toda prisa. La visión de ese hombre reanimaría los cansados ánimos de los soldados.

Al llegar a las tiendas le vimos caminando a tientas. Una de las elfos le tomó de la mano, pero el mago se soltó. Se negó a recibir su ayuda, solo pidió un palo para usar de bastón. Al oírnos acercarnos se detuvo y comenzó a recitar un hechizo. Le dijimos quienes éramos y así el Maestro de Almas se detuvo. Teníamos curiosidad, ante nuestras preguntas él se rehusó a contestar. Pero, cuando le pregunté por el paradero de su compañero. El hombre se quebró y entonces pude escucharle:

...

Atravesamos las tres cadenas de montañas que existen en este lugar. Al llegar a ese ultimo valle, por fin encontramos la Ciudad Maldita. En efecto, como su nombre lo indica esta llena de pilares que abrigan trampas. Entre ellos también hay bestias poderosas como no habíamos visto. Pero, amparados en la oscuridad de la noche nos decidimos a comenzar con la misión.

Junto con Asura atravesamos ese campo de trampas y llegamos hasta los muros del palacio sin ser detectados. La guardia imperial no se había percatado de nuestra presencia aún. Rodeamos la muralla, mientras mi compañero usaba un hechizo de visión. Así descubrimos donde se hallaba la habitación de Lord Kundum. Decidimos dividirnos, Asura entraría por la ventana. Y yo me escabulliría hasta la sala de coronación, el otro lugar importante de ese palacio inmenso.

Cubríamos los dos lugares posibles en que podía estar este sujeto. El plan no tenia fallas, salvo por un par de detalles que no esperábamos. Nos dividimos, deseándonos éxitos y comenzamos la infiltración. Me llegué hasta la entrada principal y me tele porte pasando entre los guardias. No pudieron verme, no eran lo suficientemente buenos como para ello. Reaparecí tras una columna y usando un hechizo de fusión de sombras me moví en base a ellas.

Paseando por las paredes en penumbra me volví indetectable. Pero yo si podía verles, cientos, tal vez decenas de miles de guardias. Cuando llegué a la puerta de la sala de coronación salí de las sombras. Con mis manos abrí las hojas de esas puertas pesadas y entonces entré.

...

El hombre hizo una pausa, como intentando recordar lo que vio. Yo, Muren me hallaba expectante. Deseaba saber que era lo que se hallaba en la sala de coronación. Es mas, quería oírle decir como había matado al malvado. Pero lo siguiente me desconcertó, el hombre no habló más. Solo me pidió que le mirara a los ojos y sin más, los abrió y me miró fijamente. Las imágenes que vinieron a mi mente me abrumaron de tal modo que no pude tenerme en pie. Mi conciencia quedó sentida por lo que vi... en verdad no creo que pueda seguir luchando después de esto.

Desde el suelo miré a ese hombre con un miedo indecible. Aunque, en el fondo apenas alcanzaba a comprender un poco de lo que había pasado.

...

Si, en la sala de Coronación están las armas de Lord Kundum y su cetro. Pero, alrededor de ellos... Fénix, Caballeros Fantasmas, Caballeros Malditos, Liches de Trueno e Ilusiones del Emperador Oscuro custodiaban el lugar.

Las puertas se cerraron antes de que pudiera reaccionar. Quise telé portarme, pero las paredes no me lo permitían. No me quedo más que pelear solo contra todas esas amenazas. No es por adular, jamás he sido un adulador. Pero ese Maestro de Almas habría sido terrible como enemigo. Alguien sin piedad y capaz de utilizar cualquier tipo de recursos con tal de sobrevivir. Así es, a este Mago Peleo, lo hirieron, le cortaron y mordieron pero él siguió luchando. Los venció a todos, pero para ese entonces ya estaba muy herido.

Las puertas del salón se abrieron y dos Guardias de Lord Kundum aparecieron. Pero, ese hombre no estaba. Los dos entraron en la trampa del Mago que había dejado un clon explosivo dentro del salón. El estallido dentro del salón lleno de júbilo al hombre. Sin embargo, en su mente Asura le pedía ayuda.

Me vi viajando a una velocidad que jamás experimenté. Y entonces, no se como contemplé al guerrero Asura... arrodillado pero tomando fuertemente su espada. Tenía heridas en todo el cuerpo. De su armadura no quedaba nada, solo sus ropas llenas de tajos. Le miré levantarse apretando los dientes. En verdad admiré su fuerza de voluntad, era un hombre poderoso en todo sentido.

Un destello se acercaba a su cabeza, entonces pude ver de cerca a su verdugo. Si, ese hombre de armadura ricamente elaborada. Lord Kundum. La hoja de esa espada estaba parada a solo unos milímetros de la cabeza del mago que protegió a ambos con su escudo de mana. Sin embargo, me sorprendió que el destello se intensificara. Entonces mi vista se volvió roja. Retrocedí y pude oír el hechizo rápido de Peleo crear otro clon explosivo.

Su mano tomó la de un desvanecido Asura y usando teleportacion escaparon del castillo los dos. Pero, lejos de estar a salvo solo habían aumentado sus peligros. Todas las huestes comenzaron a perseguirles y nueve guerreros diferentes al resto también les siguieron. Asura despertó y mirando al Maestro de Almas le pidió que le soltara. Él les detendría con su espada... al menos uno de nosotros debe volver y contar lo que paso aquí. Le oí decir con gravedad mientras esbozaba una sonrisa. Peleo no quería soltarle, pero ante la amenaza de cortarse el brazo... el Maestro lo soltó.

Pude ver como ese Gladiador se paraba solo ante esos millares de enemigos. Lo vi levantar su espada y lanzarse solo contra todos ellos. Su bramido poderoso resonó en todo el valle. Así había decidido morir Asura, la encarnación de la Muerte.

...

Tanta muerte y dolor eran muy difíciles de digerir. Y eso que no me había pasado a mi, solo lo vi por las imágenes que ese Mago me dio. Era natural que ese hombre quedara tan sentido y desorientado. Cualquier otro, y me incluyo habría desfallecido. Pero ellos dos lucharon juntos por lograr su objetivo. No les importó si tenían que sacrificarse el uno por el otro. Al menos uno de ellos volvería a salvo, todos debían conocer. Saber que les aguardaba si lo intentaban de nuevo alguna vez. El Emperador no había errado en su elección. Esos dos guerreros eran excepcionales en todo sentido.

Quizás por eso mismo me sorprendió la carta que llegó una semana después. Otro sobre sellado por el Emperador y varios nobles. Abrí deprisa la carta, quería ser el primero en enterarme. Lo que leí me dejó completamente perplejo, me restregué los ojos. No podía ser cierto lo que decía allí:

Estimado Comandante Muren:

Envié en el barco al Maestro de Almas Peleo con la mayor premura. Ese hombre es muy peligroso e inestable y ahora sabe demasiado. Debe enviarlo de inmediato para que comparezca ante Corte Marcial.

Sin más, Le saluda

Exeter Emperador del Continente

Al leer la carta en voz alta, todos los hombres quedaron mudos. Aunque Peleo se empezó a reír a carcajadas. No era extraño para él que les utilizaran y luego quisieran matarle. Después de todo, gente como él solo eran temidos por sus poderes. Seguro le creían indefenso. Le estaban subestimando, claro que si. Se levantó y tiró el bastón mientras se iba hacia la costa.

SOLDADO PELEO- Le grité.

Si señor- Se dio la vuelta y me miró.

Gracias por devolvernos el ánimo- Le dije, agradecido.

Heh, pobre tonto. Intente no terminar como yo- Me dijo mientras daba la vuelta.

PELEO, PELEO, PELEO- Comenzaron a gritar los guerreros acantonados en ese infierno.

El albino meneó la cabeza y rió. Luego sin darse la vuelta ni una sola vez se encaminó hacia la costa. Los soldados se pararon y saludaron al guerrero. Este les saludó desde la barca y luego se sentó, mientras el remero se lo llevaba al buque. Ese hombre de excepción volvió al continente. Me alegro mucho de haberle conocido, en verdad.

Algún tiempo después recibí noticias de que le habían condenado a muerte. Me reí mucho al enterarme de que había desaparecido de su celda la mañana de su ejecución.

Se muy bien que ese hombre no puede darles su vida a ellos. Jamás se entregará sumisamente. Después de todo, él peleó contra el Demonio Regidor y vivió para contarlo. Ellos, pobres idiotas no eran nada para reclamarle algo. Creo que estas serán mis últimas páginas aquí. Requieren de mi presencia en el continente. Parece ser que hay muchas conjuras en el palacio y el Emperador no puede confiar en otro.

…

Mientras nadie cuente sobre lo ocurrido, tanto mejor. Yo, Asura La Encarnación de la Muerte… fui vencido deshonrosamente por un adversario superior. Cuando me separé de Peleo, escalé el muro y me llegué hasta una ventana. Desde allí, me escondí tras un pilar y usándolo me lo subí. Desde esa altura fui pasándome de pilar en pilar. De esta forma, mientras los soldados miraban sus narices, no podrían llegar a verme.

Según el plano que habíamos podido recopilar, los aposentos del sujeto estaban pasando ese pasillo. Al llegar hasta el límite de ese lugar, aguardé un instante agarrado de la columna. Dos guardias aguardaban en la puerta. Tenía que ser silencioso, sino podrían llamar la atención de los demás.

Me acerqué a ellos lo más que pude y desde la altura me lancé sobre ellos. Con mis dagas les atravesé la garganta. Ni siquiera pudieron gritar, la sangre les ahogó. Mientras eso ocurría, yo me escabullí por esa puerta. Tenía la certeza de que tras esas hojas de madera estaba mi presea. Ardía en deseos de poder enfrentarme a ese sujeto. Ya saben, a ese que superaba en poder al propio Emperador. El sujeto que había sido considerado un demonio por su nivel de fuerza.

Al ingresar en la habitación, me pegué a la pared. La habitación estaba en penumbras, tanto mejor para mi. Desenvainé mi katana y me acerqué a la cama. Levanté mi arma y cuando lo hice. Pude ver que la silueta bajo las sabanas no se correspondía con la que me habían dicho. Me habían engañado, era obvio. Me subí a la columna llegando hasta el techo y aguardé.

Alguien se levantó de la cama, era una niña de cabellos castaños. Seguramente, era la hija de ese mal nacido. La pequeña podía percibir que algo iba mal. Esa chiquilla debía tener algún tipo de poder mágico. Ya que lentamente miró hacia arriba, tuve que saltar hacia otro lado. Pero ella logró verme y dio la alarma. Me aparecí tras ella y envainando mi katana… saqué una daga. Ella me había visto, debía morir.

Por favor, no me mate- Imploró la criatura.

Lo siento niña. Mi objetivo era tu padre, pero me haz visto. No puedo dejarte viva- Le dije con gravedad.

Eso, si yo te lo permito. Escoria- Me interrumpió una voz.

¿Como?- Inquirí yo.

Una patada fortísima impactó contra mi cara. Puedo decir que fue el golpe más fuerte que recibí en mi vida. Terminé impactando contra la pared de ese recinto. Me levanté enseguida, sabía que ahora me hallaba en aprietos. Así que, desenvainé. Al levantar la vista… pude verlo. Ese guerrero sobre el que se habían tejido tantas leyendas estaba frente a mí.

Me lancé al ataque, pero solo pude ver un borrón. Luego, una herida se abrió en mi hombro derecho. Pero no podía detenerme, no así. Le ataqué con mi espada, pero ese sujeto bloqueó el golpe. Y luego ejecutó una estocada que no llegué a evitar del todo. La hoja rozó mi costado, abriendo mi carne. Apreté mis dientes y le lancé mi daga. Pero ese sujeto me la devolvió. Apenas la pude evitar, me cortó un poco el cuello. Distraído no pude ver ese corte.

Tres tajos se abrieron en mis piernas. Caí al suelo de rodillas y me volví parar usando mi espada. Me volví a lanzar al ataque, pero ese sujeto ya me tenía estudiado. Lo que siguió de ahí en más, fue una sucesión de cortes que ya no pude evadir. Con cada uno, mi orgullo se desvanecía un poco más. Y las palabras de ese sujeto:

Haz sido muy arrogante al venir a matarme. ¿En verdad pensabas que era tan débil? ¿Creíste que tus fuerzas eran superiores a las mías?

Si- Respondí yo.

Ahora, puedes ver que tú eres la tierra y yo soy el cielo. Nunca podrás llegar a alcanzarme- Me dijo él, magnánimo.

TE VENCERE ALGUN DIA, YA LO VERAS- Le grité, enardecido.

Puede que tengas espíritu, pero no tienes fuerza. Al menos no para mí, desaparece de mi vista- Dijo él mientras levantaba su sable.

Yo ya había estado mandándole mi pedido de ayuda a Peleo. Por suerte, ese pajarraco siempre llega en el momento justo. Jamás me alegré tanto de verle a él y a su escudo de mana. Me sonrió y entonces me atemoricé al ver como el poder de ese hombre se intensificaba.

Esa espada cortó integro el escudo de mana de Peleo. Eso si que fue increíble, pero aunque herido… ese mago es terrible y tenaz. Creó muy rápido una copia explosiva de él y para cuando me tomó de la mano… no pude sentir nada. Me desvanecí, había perdido mucha sangre. Pero mas dolido estaba por la humillación sufrida.

Reaccioné ya estando fuera, mientras huía siendo llevado por ese mago. Ese desgraciado, usando sus alas escapaba. Miré por un momento hacia abajo. En verdad estaba aterrorizado. Volaba realmente lo más rápido que podía, le dije:

A que le temes, tonto.

Mira hacia atrás y me entenderás- Respondió él.

Cuando le hice caso, pude verlos. Eran nueve guerreros diferentes al resto que nos seguían de cerca. Y tras ellos, las huestes mas numerosas que vi en mi vida. Nos estaban dando alcance, podía percibirlo. Cargándome así, yo actuaba de lastre. Fue entonces, que tomé mi decisión, si iba a morir… que fuera peleando.

Suéltame, déjame aquí Peleo- Le dije.

¿Estas de broma? No lo haré, terminamos esta misión los dos juntos- Dijo el mago, resuelto.

No lo podrás lograr, suéltame- Repliqué.

No lo haré, idiota- Me respondió, exasperado.

ME CORTARE EL BRAZO SI NO LO HACES, MALDITA SEA- Le grité yo, enfurecido.

¿Te das cuenta que si te dejo solo morirás?- Me preguntó él, sin dejar de volar.

Claro, así quiero morir. Luchando. Así, al menos tú podrás contarles lo que vimos. Sabrán, que les espera- Le dije riendo.

Adiós, Asura- Se despidió de mi.

Gracias, Peleo- Le dije mientras me soltaba.

Su mano me soltó y caí desde lo alto. Mientras lo hacia, grité con todo lo que tenía y desplegué mis alas. Desenvainando mi katana y tomando otra daga, me lancé a por ellos. Esta vez fue diferente, mi ser ardía de furia. En los primeros ataques rompí mi espada y mi daga y ya sin nada. Luché con mis puños y mi cuerpo. Tomé armas de los caídos y así luché, no sé por cuanto tiempo. Caí muchas veces, pero me levantaba y seguía luchando. No importaba como, pero tenía que resistir. Al menos hasta que Peleo estuviera fuera del alcance de ellos.

Sin embargo, luego de vencer a algunos generales. Pude ver a ese guerrero con lanza, se me hacia conocido su estilo. Luchamos con resolución, di todo de mí. Pero no logré vencerle, al caer al suelo… clavé el espadón y me atajé de nuevo. Ese sujeto comprendió y se detuvo.

Este hombre no morirá por nosotros. Él tiene otro destino, un camino de sombras más oscuras que la noche. Hace falta mucho valor para enfrentarse a nosotros. Y mucho más, para irrumpir en los aposentos de Kalima y enfrentar la ira de Lord Kundum. Es por este valor, que no tomaré tu vida. Vete de aquí guerrero. Con tu espíritu nos haz vencido.

G… gracias.

Me paré lo más erguido que pude y caminé unos pasos. Ya las piernas me flaquearon y no pude evitar caerme. Comencé a arrastrarme, no sé hasta donde. Pero llegué hasta una grieta. Me metí allí y comencé a caer. Mientras caía por ese abismo de roca, pude ver que algo brillaba en el fondo. El fin de la caída era una poza de agua subterránea. Salí a flote a duras penas y de milagro logré llegar hasta el borde.

Entonces, al levantar mi vista, pude verla… estaba ahí aguardando por mi. Clavada entre ese montón de huesos secos. El espadón más grande que jamás haya visto. Sólido, macizo, poderoso. Un arma con el que podría ser capaz de partir un dragón. O un dios, ese instrumento estaba hecho para mí.

Salí del agua y tomé la empuñadura de esa arma. Una descarga eléctrica me tiró al agua en un instante. Esa espada no me reconocía como su dueño. Me volví a acercar y puse mi mano en ella. No había caso, la electricidad recorría mi cuerpo. Pero, no me dejaría vencer por esa cosa.

Venciendo los espasmos de mi cuerpo, arranqué por fin esa arma de los huesos. Al hacerlo, la descarga ceso. Suspiré aliviado, eso había sido muy peligroso. Ya agotado me dejé caer al suelo y me dormí. Estuve tirado en ese lugar alrededor de dos semanas.

No fui capaz de moverme hasta ese entonces. Durante el día apenas me movía para tomar agua. Y en las noches, apenas conseguía dormir por los dolores y las pesadillas que me asaltaban. Más de una vez desperté gritando como un loco. Mi dolor apenas se comparaba a la deshonra sufrida. Lloré de impotencia y allí, me prometí volverme invencible. Con la ayuda de esa espada lo haría posible.

Cuando ya pude pararme, decidí pasar el resto de mi tiempo entrenando. Volví a tomar el espadón con firmeza. No me ocurrió nada, y desde ese instante comencé a practicar los movimientos. Día tras día fui puliendo detalles y ganando fuerza. Para cuando decidí salir de allí, seis meses habían transcurrido.

Al llegar nuevamente hasta la boca de esa grieta. Salí a la superficie, lo que vi me desoló. Esa tierra yerma y muerta me recibía de nuevo. Pude ver cientos de soldados bestiales marchar hacia la batalla. Para ese entonces, un reducido grupo de guerreros quedaba allí. Todavía acantonados en ese lugar de pesadilla y muerte. En sus rostros solo veía miedo y resignación.

Al verme salir de la grieta, se asustaron. Mi apariencia semejaba más un demonio que una persona. Me di la vuelta y enfrenté a ese mar de bestias que venía a por ellos. Y entonces lo hice. Blandí mi espada con todas mis fuerzas. Los vientos que salieron convirtieron en sangre a esas bazofias. Los hombres salieron a escape, mientras yo me quedé impresionado por el poder de esa espada.

Me sonreí y finalmente entendí, solo con ella lograría vencer a ese maldito. Tal vez no en este instante, pero algún día… lo aplastaré con mis propias manos. Lo juro.

…

La mano enguantada dobló nuevamente los papeles. Paseó de nuevo por esa cueva que tantos recuerdos le traía. Si, ya solo quedaba terminar con su objetivo. Después de tantos años, ahora si podría hacerlo. Ya era hora de devolverle corte por corte la deshonra que le había provocado ese hombre.

Continuará…

Mas de Tenchu

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MU Capitulo 54: 800 Flechas

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Pato Criollo

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MU Capitulo 44: Devolviendo Memorias

MU Capitulo 43: En la Marca del Este

MU Capitulo 42: La Marca Este

MU Capitulo 41: Avances

MU Capitulo 40: Un año después

MU Capitulo 39: Kalima

MU Capitulo 38: El Lamento de Lorien

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MU Capitulo 36: La espada resurge

MU Capitulo 35: Arusa el ayudante

MU Capitulo34: La Instruccion de Diamante

MU Capitulo 33: Una guerra se vuelve leyenda

MU Capitulo 32: La Orden de Caballeros Fantasma

MU Capitulo 31: Icarus

MU Capitulo 30: Preparación y despedida

MU Capitulo 29: Alas de Esperanza

MU Capitulo 28: Duelo en Tarkan

MU Capitulo 25: Entrenamiento y Sacrificio

MU Capitulo 24: Duelo en Davias

MU Capitulo 23: Punto de encuentro

MU Capitulo 22: Heridas

Mu Capitulo 21: De nuevo en Davias

MU Capitulo 20: El poder de Circe

MU Capitulo 18: Secuelas y una promesa

MU Capitulo 17: La plaza del Demonio

MU Capitulo 16: Camino a Noria

MU Capitulo 15: La visita a Peleo

Mu Capitulo 14: Aparece un rival

MU Capitulo 13: La verdad de Asura

MU Capitulo 12: Aventuras en el Estadio

MU Capitulo 11: El fin de una leyenda

MU Capitulo 9: El pasado de Peleo

MU Capitulo 10: Lucha en Tarkan

MU Capitulo 8: Viajando por Tarkan con Peleo

MU Capitulo 6: Explorando la Torre Perdida

MU Capitulo 7: El Septimo piso de la Torre Perdida

MU Capitulo 5: Hacia Davias

MU (04: Guerra de Clanes)

MU (03: La tutoria de Abigail)

Mu (02: Asura, el psicopata itinerante)

MU (01: Comienza una leyenda)

Mugen: Balance

Mugen (13: Acto Final)

Mugen (12: Infierno y Regreso)

Mugen (11: Premonición y Perdición)

Mugen (10: Mente Criminal)

Mugen (9: Maldición)

Mugen (8: Exilio)

Mugen (7: Sadismo e Igualdad)

Mugen (6: Revelación)

Mugen (5: Mentiras)

Mugen (4: Misión)

Mugen (3: Revelación)

Mugen (2: Violación)

Mugen (1: Encuentro)

El guerrero (17)

El guerrero (15)

El guerrero (16)

Cambio

El guerrero (14)

El guerrero (13)

Uno menos

Reencuentro

El guerrero (12)

El guerrero (11)

La aparición de Nemesis (1)

La aparición de Nemesis (2)

Justicia sin precio

Controlandome

Historia para Clark Kent

La charla

La moza

El guerrero (7)

Mientras llovía allá afuera

El guerrero (5)

Una forma de amor

El guerrero (4)

Castigo Celestial

¿Un sueño? ¿o tal vez una premonicion?

A ella

Cambio de roles

Paso durante la semana de la dulzura

El guerrero (3)

Un encuentro inesperado

Combate durante el Crepusculo

La conocí mientras se desudaba

El Escorpión Resolana

Los dos Compañeros: El Campamento

Camino a Kanazawa, sigue la aventura...

El panzón y la niña

Mi primera vez con una marimacho

Un encuentro Increible

Sexo sobre ruedas

Una intriga, una victima y sexo

Mientras te retrataba

El luchador y su protegida

Usted sera mio

Percepción

Primer Encuentro