Capitulo 24: Duelo en Davias
El horizonte se veía despejado, en la gran estepa que se extendía al norte de esa región. Aún no amanecía, las sombras prevalecían todavía y ya había concurrencia. Tres figuras de un lado esperaban pacientes a que llegaran los demás. Con los primeros rayos del alba que empezaba a despuntar apareció el clan Alfacrux.
Encabezando a sus tropas, Docrates venía montado en un Dinorant. Se trata de una criatura muy utilizada como montura, pero que no solo sirve como medio de transporte. Además sirve muy bien en la batalla ya que absorbe un tercio del daño que recibe su usuario y le aumenta su poder de ataque.
Diógenes se separó de sus amigas y de Gunther que le observaba con atención, hacia mucho que no le veía en acción. Docrates le emuló con algo mas de parsimonia, se sentía superior al estar montado. Después de todo, los Caballeros Negros peleaban mejor montados ya que podían sacar todo su potencial en batalla. Eso era algo con lo que contaba.
Un nuevo rayo de sol salió por el horizonte, esa fue la señal para el comienzo. El joven retrocedía a saltos de los ataques incandescentes de la bestia que dominaba ese guerrero negro. Docrates conocía esa forma de evasión y no dudó en alterar el timming de ataque; como resultado la esfera de fuego impactó sobre el retador. El humo que se generó le permitió el momento de confianza de su rival.
El Caballero no se lo esperaba, ese joven fanfarrón aparecía sobre él ahora y descargaba un terrible golpe con su lanza. El escudo del hombre apenas llegó a tiempo para cubrirle de ese golpe que le hizo estremecer. Diógenes sonrió satisfecho, mientras giraba hacia atrás. Este momento fue aprovechado por la bestia que atacó, pero el atacante tenía otros planes y no dudó en hacerlos valer.
Con una sola mano proyectó la cuchilla de su lanza hacia el casco de su adversario. El yelmo del guerrero salió despedido, mientras mostraba el rostro lleno de asombro de ese Docrates. Las mandíbulas del Dinorant rozaron el cuerpo del guerrero, destrozando el lado derecho de su armadura. Este cayó al suelo y no dudó en volver hacia atrás, tenía un severo corte por los dientes filosos de esa bestia.
Estaba desarmado ahora, detrás de la criatura y su jinete su lanza esperaba por él. No habían muchas opciones, pero esta vez el ataque fue en conjunto. Evadió la bola lanzada por el animal, pero no pudo hacer nada contra la espada del Caballero Oscuro. La estocada atravesó su hombro, había sido perfecto... lo vio pero no pudo responder a tiempo.
Docrates sonrió, ya lo tenía donde quería... la sonrisa del muchacho afloró ya que con su mano izquierda le impidió extraer su espada. El cabezazo que le propinó atolondró al Caballero, un nuevo golpe le cortó la frente. Un golpe hacia sus partes nobles le separó del guerrero que caía dolorido al suelo.
E... Eso fue... muy sucio- Se quejó el Caballero.
Estoy poniendo mi vida en juego, no voy a guiarme por códigos de nobleza. Solo quiero sobrevivir- Dijo el muchacho con seriedad.
La espada del Lider cayó al suelo con estrépito, el borbotón de sangre se detuvo por la mano del muchacho que intentaba frenarlo. Con una sonrisa sacó un puñal y se lo hincó en la espalda a su oponente. Este aulló de dolor por el daño inflingido. Quiso pararse, pero no podía hacerlo. Diógenes se acercó trastabillando hasta su lanza, pero cuando la hubo alcanzado... el Dinorant le atacó.
Sus fauces babeantes caían sobre el guerrero herido que apretaba sus dientes en un intento de hacer algo. Los espectadores se inquietaron, a pesar de lo corto del combate, el daño que ambos habían recibido era grande. Abigail tomó su arco de la espalda y lo embrazó... la situación se había vuelto peligrosa para su discípulo. Pero al mirar el rostro calmado de Schekander se tranquilizó.
El grito de la criatura quedó ahogado por la lanza que le atravesaba el cráneo. El muchacho tenía sus brazos rígidos, intentando con toda su desesperación hundirle más su arma. La criatura se notaba cada vez mas pesada, por eso tuvo que salirse de allí... el cuerpo cayó muerto al piso. Diógenes jadeaba, ya había acabado con la montura del líder y este se hallaba herido. Se levantó con pesadez, parecía que cada pelo de su cuerpo le pesaba como mil kilos.
Trabajosamente se acercó hasta Docrates que se había abandonado al dolor. Miró hacia delante y la bota del guerrero dio de lleno en su cara. Diógenes también caía, ya no tenía fuerzas para hacer nada más. Sus ojos comenzaban a flaquear por el cansancio, esa nieve que ahora caía suavemente sobre ellos a la luz de ese sol majestuoso... parecía ser un pedazo de paraíso. No podía oír nada, el cansancio podía con sus ojos que finalmente se cerraron del todo
Continuará