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MU Capitulo 40: Un año después

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Capitulo 40: Un año después

Una figura alada bajaba a las afueras del puerto de Lorien. Se detuvo unos instantes a contemplar ese lugar tan precioso. Parecía que por un momento volvía a estar con los suyos. Las alas se replegaron, perdiéndose en la espalda. Las manos sacaron con prisa una capa enorme en la que se envolvió.

Tenía que rescatar a su amiga y compañera de viajes. Si, aunque Abigail dio mil excusas para no casarse con el Príncipe de Crywolf. Su padre ya tenía todo listo para la boda. Los pies de esa figura se movían presurosos por la calle principal. Había que hallar el palacio a como diera lugar.

A las pocas calles un grupo de soldados salió a cortarle el paso. De entre ellos apareció un hombre de una estatura similar a la del desconocido. La mano se alargó, intentando tomar al encapuchado. Pero la mano del sujeto tomó la del soldado, este no podía creer que le ganaran en fuerza.

¿Cómo llego al palacio?- Preguntó el extraño.

¿Quien eres? ¿No sabes que debes pagar para pasar de aquí?- Respondió el guardia.

Respondeme ¿Cómo llego al palacio?- Volvió a peguntar el encapuchado.

¿Porque deseas llegar allí?- Inquirió otro guardia.

Debo salvar a una amiga- Respondió con una sonrisa que se esbozó por debajo de la capucha.

EY TU, PAGA- Grito el soldado ya ofuscado.

Bien, quédense con todo- Dijo con gravedad el forastero.

La capa se levantó por unos segundos, y un haz de luz barrió a los soldados. El soldado miraba aterrado a esa figura que insistió en su requisitoria. El hombre no pudo más que acceder a los deseos del extraño. Este sonrió bajo la capucha y lanzando al soldado continúo su camino.

Ahora no podía echarse atrás, pasó las primeras calles y tras cruzar la enorme plazoleta lo encontró. El castillo de Lorien aguardaba por una invasión que nadie esperaba. Los soldados vieron venir al encapuchado que quiso pasar. Las dos picas le detuvieron al cruzarse. Ambos guardias se acercaron al encapuchado, este no se movió. Las manos se alargaron, bajando la capucha.

La cara de los dos guardianes se demudó al ver ese rostro apacible. Los ojos se abrieron, estudiando a sus oponentes. No eran más que dos cachorros asustados, no valían la pena. Las runas pintadas en su rostro y esa estatura… no habían dudas, era un berserker.

Schekander los golpeó con fuerza, dejándolos tendidos en el suelo. La alarma se corrió al instante, pero ella solo sonrió. Las dos estatuas colosales que guardaban el portón salieron del relieve para enfrentar al atacante. La estatura de ambos colosos parecía perderse en el firmamento.

Al verles desenvainar el recuerdo de su último duelo en Tarkan la hizo explotar. Ya no podía contenerse, apareció en un instante sobre las moles de piedra. Su mano empuño la espada que cantó al salir de la vaina. Un corte solo y los brazos de las estatuas cayeron junto a ella.

Las moles no sentían nada y continuaron el ataque. Pero la mujer ya no estaba allí, había pasado entre ellos. La mujer suspiró contenta al abrir la puerta, comenzó a correr por el patio hacia el primer edificio. Un grupo de flecheros le vio y tensando sus arcos lanzaron sus saetas hacia el intruso.

La mujer se detuvo un momento y usando la capa envolvió las saetas. Continúo su camino, dejando atónitos a esos arqueros. Solo fue un giro usando la capa de escudo, pero bastó para detener esas saetas. No había duda; quien quiera que fuera ese extraño estaba por encima de ellos.

Al ingresar al edificio se encontró a cientos de Caballeros Oscuros formados para la guardia de honor. La mujer volvio a sonreir, mientras cerraba la puerta tras ella. Ahora podría ver que tanto nivel tenían los imbeciles que protegían a su amiga.

Los Caballeros le miraron al unísono y desenvainaron para presentarle batalla. La mujer volvió a envainar y atándose la correa de la vaina a su mano derecha esperó. Los Caballeros le rodearon, estudiando a su rival. El primero se lanzó ante ella que lo esquivo y le barrió las piernas. Otros dos se lanzaron al ataque, pero ella les detuvo con la vaina para patear a uno y proyectar al otro.

Los demás aprovecharon a lanzarse al ataque. Vaina y espada detuvieron los ataques simultáneos. Un duelo de fuerzas se produjo entre ellos y la berserker que gritando los repelió a todos. Cuatro al ataque, la berserker evadió las estocadas para responderles con un golpe de su vaina. El cobarde que le atacó por detrás recibió la punta de la vaina con el rostro. Mientras el de adelante recibía un golpe con el lado chato. El tercer atacante quiso atravesarle desde un costado, pero ella evadió y mordiendo la hoja lo detuvo.

Un movimiento de su cuello y el hombre se desequilibro. La vaina lo golpeó en el estomago mientas la hoja se deshacía del cuarto. Se lanzaron todos juntos al ataque, alguno iba a ser capaz de atinarle. Pero la germana no pensaba igual y adoptando una postura de cruz con ambas partes de su espada se dispuso a probar el filo de su arma.

Dos cortes y las paredes se rajaron de una punta a la otra. Las piedras y los vitrales cayeron sobre los guerreros que así se vieron frustrados. La mujer pasó sobre ellos, no les mató y respetó sus vidas. Había un objetivo mayor por alcanzar; Abigail.

Avanzó por el lugar, hallando por fin el salón imperial. Allí estaba Abigail junto al rey y sus acólitos más poderosos. La mujer caminó por el lugar, para asombro de todos y alivio de la rubia. Si, ella le había enviado una carta pidiéndole que le salvara. El porqué de ella era simple… Diógenes había desaparecido.

La última vez que se le vio fue junto a Baiken. Ambos iban borrachos y se internaron en la peligrosa Kalima. Desde ese entonces, nada se supo de ellos. Se los tragó la selva nebulosa. Así que, solo ella podía salvarle de un casamiento que no deseaba. Los pasos resueltos de esa mujer se oían por la alfombra. Los acólitos esta vez no se quedaron al margen.

No me importa quien seas, pero no podrás pasar de aquí- Dijo uno de los Caballeros mientras desenvainaba su florete.

Ya otros lo intentaron y no pudieron- Respondio ella mientras daba un paso hacia delante.

Pero él no esta solo- Intervino un segundo guerrero que se unia al primero.

Creo que yo también debo intervenir esta vez- Dijo un mayordomo, mientras tomaba una espada.

Y yo- Intervino un cortesano.

Bien por mi, no tengo intención de detenerme. Lo siento pero debo salvarla, aún si va contra los deseos de Uds- Respondió la berserker que aapoyaba su mano en un banco.

Bien, no se hable más- Dijeron los hombres al unisono.

Los cinco hombres desenvainaron sus espadas. Mientras avanzaban hacia su oponente tiraron las vainas. Schekander esta vez volvió a colocar la vaina en su lugar original. O sea, en su espalda. Sus piernas adoptaron una posición de semi flexión. Su mano se aferró al pomo de su espada, esperando para desenvainar.

Los cinco rodearon a la berserker que no cambiaba su posición. Las espadas apuntaban a la dama como dedos acusadores. Solo un instante bastó para que decidieran atacar a toda velocidad. No eran guerreros comunes, pero increíblemente sus ataques parecieron chocar contra algo. Si, las estocadas fueron repelidas una y otra vez por una fuerza invisible.

La germana sonrió para atacar ella, ya había recibido los intentos de esos sujetos. Un solo ataque y los cinco retrocedieron. Las muñecas de sus trajes se abrieron limpiamente. La sonrisa de ella volvió a ensancharse, mientras alardeaba:

Vamos, no fue nada. ¿Eso es todo?

Maldita berserker, abominación- Dijo uno de los duelistas.

Eso ya lo he oído antes, intenten vencerme. Si quieren- Dijo la mujer riendo.

Los cinco atacaron al unísono, pero de nuevo era como si sus cortes dieran contra una pared. La germana los pateó con fuerza y al último le envolvió con un abanicazo de su pierna. El hombre quedó en el suelo, bajo la planta del pie de esa mujer. La bota ejercía presión en el abdomen del sujeto que se quejaba.

Los otros cuatro se levantaron para observar como esa bestia aplastaba al Caballero. El pie se retiro del cuerpo de ese hombre, pero para ese entonces estaba desvanecido. Los restantes se volvieron a lanzar al ataque. Pero Schekander los evitó. Primero los cortes verticales y mientras los sujetos pasaban a su lado... tomando sus manos les acercó a ella.

Para cuando los otros dos quisieron dar sus estocadas, se encontraron con los cuerpos de sus compañeros de armas. Las hojas se detuvieron y los insultos gratis comenzaron. La germana se burlaba de ellos. Aprisionó más fuerte a sus dos rehenes y fue avanzando con ellos.

Ey, no te emociones muchachón. Solo quiero lograr mi objetivo, no pienso tenerte mucho tiempo. Le dijo al que tenía a su izquierda.

El hombre se sonrojó, mientras ella llegaba ya al recinto donde se realizaría el casamiento. Los otros dos le seguían de cerca, pero no atacaban. Cuando la berserker estuvo al lado del rey y su amiga soltó a los dos hombres. Mientras estos quedaban libres, sus manos obraron. Sus puños descendieron como mazas sobre el cuello de los guerreros que terminaron en el suelo.

Los otros dos se lanzaron al ataque pero esta vez la mujer detuvo las hojas con sus manos desnudas. Las caras de esos sujetos parecieron desencajarse al ver como rompía sus espadas. Ya sin enemigos para vencer, la mujer se dirigió hasta donde estaba Abigail y habló:

Bien, vamonos de aquí. Digo... si es que todavía deseas ir a buscar a ese estupido.

NO, no te lleves a mi hija- Intervino el rey.

Heh, lo siento abuelo. Es el deseo de su hija- Respondió la berserker.

La mujer miró al anciano y levantando su dedo lo hundió en la garganta del anciano que se quedó sin aire. Luego, dándose la vuelta le hizo una seña a su amiga y ambas salieron del palacio. Se lanzaron por la ventana, desde allí podían ver mejor lo que les aguardaba. Esa selva interminable llena de peligros y muerte, Kalima aguardaba por ellas también.

Abigail miró a su amiga, le notaba mas refinada. La forma de moverse era diferente también, estaba mucho más grácil y suelta. Ya no usaba una armadura tosca y dura como al principio. ¿Había habido un cambio en ella también? Parece que en ese año, la beserker no había perdido el tiempo.

La morena la miraba como atolondrada, estaba admirando el vestido. En verdad se veía como toda una princesa. El raso delicado junto al encaje del vestido le daba un aire refinado. No había dudas que para su cuerpo delicado ese corte de tela le sentaba fabuloso.

Cuando llegaron a tierra, Schekander comenzó a correr hacia la selva. Pero la voz de Abigail le detuvo. La germana miró a su amiga sin entender mucho, era necesario hacer unos cambios de indumentaria.

Ven amiga, acompáñame. Tenemos que ir por esta calle desierta- Le indico la rubia.

¿A donde me llevas?- Preguntó Schekander.

Al lugar en el que oculte mis armas- Respondio la blonda.

Bien, vamos- Dijo la morena mientras le seguía.

Las dos corrieron por esa calle que se perdía en un lúgubre bosque. Al llegar allí, disminuyeron la velocidad. Abigail buscó entre los árboles, hasta hallar la cueva que había en las raíces de uno de estos robles. Ingresó allí sin titubeos, Schekander al ver que no salía también ingreso.

Vio una luz pequeña que difundía su haz en el recinto contiguo. Con apuro se dirigió hasta allí y por fin la encontró. Allí, ya parada y con su set a medio poner la rubia le miró. Se sonrió por un momento y le señalo el lugar donde había dejado el vestido. Si, el vestido que habían creado para ella. Schekander se dirigió hacia el perchero y se quedó mirándolo. En verdad era un atuendo precioso, aunque ella nunca podría usar algo así.

Se reía interiormente al pensarlo, las cicatrices que cubrían su cuerpo seguro atemorizarían a cualquiera. Además, su talla no era la de una fina mujer. Ella había sido concebida para la guerra. Un arma del que ya nada querían saber, pero a la que temían por su potencial.

La germana sacudió la cabeza alejando tales pensamientos. No era momento de recordar tonterías. Abigail salio ya cambiada, tenía toda la armadura colocada. Cruzado en su espalda, el arco esperaba de nuevo. El carcaj estaba listo y las dagas en su lugar de costumbre. Volvía a ser la guerrera que siempre fue. Al verle así, Schekander sonrió y apoyó su mano en el hombro de la rubia.

Entonces, ¿vamos?- Preguntó.

Claro, tengo que decirle un par de verdades a ese imbecil- Dijo Abigail en tono serio.

Bien bien, ese es el animo que precisamos. A Kalima, Princesa Abigail- Dijo la mujer mientras hacia una reverencia.

Basta de tonterías, Schekander. A mi no me causa tanta gracia. A Kalima- Dijo la rubia, algo avergonzada.

Si- Dijo Schekander mientras le seguía.

Las dos mujeres salieron del bosque y sin dejar de correr se dirigieron hacia esa inmensa selva que aguardaba. Hacia el este, siempre hacia el este… hacia Diógenes y Baiken.

Continuará...

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