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MU Capitulo34: La Instruccion de Diamante

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Capitulo 34: La instrucción de Diamante

Había pasado un mes desde que sus amigos partieron. El cielo de Tarkan se le mostraba como un océano lleno de misterios. Esos dos enanos estarían ya muy lejos de ella, seguro luchando contra alguna criatura desconocida. Y sin embargo... ella estaba ahí en tierra.

La mujer suspiraba cada tanto, estaba deprimida por tanta inactividad. Ella debía estar en el campo de batalla, pero no era así. Lo único que había frente a ella era un desierto vasto y casi ilimitado. Su vista se perdía entre las formaciones rocosas que salían de entre las dunas de arena. Los ríos de lava cruzaban la región pero solo en determinadas zonas. Allí parecían como las venas de la tierra.

Cuando se cansaba de tanto mirar, cerraba los ojos. El sonido del viento pasearse por la tierra se mezclaba con la voz de Diamante. Si, la elfo cantaba mientras cocinaba para su amado y esa huésped. Desde la ventana podía ver a Schekander sentada en la roca. Esa berserker estaba pasando por un periodo al que no estaba acostumbrada.

Una persona que siempre estuvo moviéndose de un lado a otro. Alguien que se la pasó dentro de la espiral de violencia y muerte... es difícil que se ponga a reflexionar sobre todo lo que le ha pasado. Este enemigo implacable y paciente que es la memoria... sería su nuevo duelista.

Ante las sombras de esos ojos cerrados, la berserker veía. Si, pero se veía a si misma: cada combate, cada batalla de la que tomó parte. Las heridas que recibió en cada duelo parecían volver a abrirse. Cada gesto suyo parecía volver a surgir, su furia incontenible también.

Si, era ella en su lejana patria la que luchaba casi muerta contra esa manada de lobos... como siempre, nadie estaba allí para auxiliarle. Solo ella, los demás de su clase debían estar luchando cerca de allí. Pero bueno, no quedaba más que resistir. Sus manos volvieron a aferrarse a la espada.

El tacto de una mano le sacó de pronto de su meditación. Era Diamante que le venía a buscar para ir a almorzar. La elfo le miró unos momentos y le dijo:

Ya esta la comida, vamos tienes que alimentarte.

Esta bien. Respondió la mujer con pesar.

Vamos Schekander, anímate. Le dijo la elfo mientras volvía al hogar.

La mujer se levantó de su asiento y se volvió. Diamante caminaba de vuelta hacia la casa, en unos minutos Peleo saldría del taller. Schekander camino siguiendo al elfo que ya había llegado a la puerta. Ya no le impresionaba tanto, se había acostumbrado a la mirada fría de esa dama.

Durante el almuerzo Peleo les comentó sobre como venía con sus diseños. Estaba abocado a la nueva figura de la espada de Schekander. En ese mes le había acercado al menos unos cien diseños que la germana rechazó. Pero el mago era insistente y no se dejaba caer.

Mientras almorzaba le explicaba como sería esa nueva arma. Y para los postres le mostró el diseño. Ese modelo le encantó, era muy parecido a su espada anterior. Así que, ese fue el elegido. Peleo sonrió satisfecho, ahora podría ponerse a trabajar en lo realmente difícil: El acero de esa espada.

Diamante sonrió, notaba un brillo de esperanza en la mirada de esa mujer. Esa joven parecía haber revivido. Al terminar el almuerzo, Diamante levantó los platos y se fue a lavarlos. No le pedía ayuda a Schekander, sabía que no estaba en condiciones de mover su brazo.

Esto era mortificante para la mujer que sin decir palabra se iba de nuevo fuera. Allí podía seguir pensando, pero ese día Diamante tenía nuevos planes para ella. La elfo aprovechó que estaba a solas con Peleo y le consultó sobre el asunto. Aunque trataba el brazo de esa mujer. Podía percibir como el ánimo y espíritu de esa germana decaían.

Diamante quería entrenar a la mujer, así al menos le tendría ocupada. Además… en el fondo ella también quería volver a luchar. Peleo accedió, pero no sin advertirle que tuviese cuidado con la berserker. La fuerza que poseía esa dama podía dañarla si le golpeaba.

Diamante sonrió de una forma que al mago le dio a entender como se sentía… Si, ella quería un sparring. Peleo rió y dirigiéndose al taller le dijo:

Contrólate, amor

Por favor, siempre me he controlado. Haces que me sonroje- Respondió ella.

Acto seguido, la mujer salió de la casa y volvió a llamar la atención de la germana. La doncella no comprendía nada. Diamante sonriendo le dijo:

Será mejor que te saques el vendaje. El brazo necesita aire también, recuerda que es parte de ti.

Esta bien, lo aflojare- Dijo la berserker mientras deshacía el nudo.

Ve preparándote, desde hoy voy a entrenarte- Le dijo la elfo mientras volvía a la casa.

¿Cómo dice?- Inquirió la germana sin creérselo.

¿Aún no te has dado cuenta?- Le preguntó la elfo.

¿De que?- Respondió la berserker.

Tu forma de pelear es auto destructiva. Expones tu cuerpo a daños enormes y de poca solución. Lo de tu brazo es una clara prueba, peleas como si no te importase tu vida. Si sigues así, tus días como guerrero están contados- Lapidó Diamante.

No me importa morir en combate. Mi alma ira al Valhala junto con los bravos de mi tribu- Le dijo ella con orgullo.

Heh, el Valhala. ¿Todavía crees en esas estupideces? He recorrido este mundo hasta sus mismos confines y jamás he encontrado ese lugar. Tal vez tus dioses tengan miedo de mí- Dijo la mujer con sorna.

La germana se quedó sin palabras. Esa elfo había derruído por completo sus creencias ancestrales. Si el Valhala no existía, entonces ¿a donde habían ido sus camaradas? No hubo respuesta, solo las palabras que salieron de la boca de esa elfo fría.

Lo único que hay es lo que ves. Así que, acostúmbrate. Esta es la vida que te ha tocado.

Schekander sonrió de lado, esa mujer podía ser recia cuando se lo proponía. Le vio desaparecer tras la puerta. Minutos después, Diamante apareció acarreando su arco y un carcaj lleno de flechas. Cuando la berserker miró los ojos de esa mujer pudo sentirlo: esa clara intención de matar… esa sed de sangre. La germana retrocedió, no tenía con que atacarle. La voz de Diamante salió fuerte y quemante:

Empieza a correr.

La berserker no lo pensó dos veces, tenía que preservar su vida. No quería morir allí y mucho menos a manos de esa elfo. Las flechas silbaban cerca de ella, algunas pasaban cerca de su cabeza, otras rozaban su brazo. Eran las caricias de muerte que brindaba con su arco Diamante.

Cuando cubrió alrededor de unos mil metros. Se percato de que las flechas habían cesado. Giro para mirar y notó que Diamante seguía en el mismo lugar del que le había hablado. Sabía que los elfos eran excelentes arqueros, pero esta mujer superaba los rumores.

Diamante pensaba sobre lo que estaba haciendo: ya le había hecho correr hasta allí, ahora, tenía que hacerle volver. Esta vez debía contenerse un poco con la fuerza que imprimiría en la flecha. No quería matarle, solo impresionarle lo suficiente como para hacerle volver. Los dedos abandonaron las cerdas de la flecha que salió en la forma de un rayo espeluznante.

Schekander solo atinó a tirarse al suelo mientras ese rayo pasaba justo a la altura de su pecho. Una explosión a espaldas suyas le indicó que al fin había dado contra un blanco. Era momento de correr, tenía que detener esos disparos. Para ello, debía acercarse a Diamante como fuera.

La elfo sonrió al verle venir hacia ella. Su mano volvió a lanzar otra flecha, esta vez sería más costoso para evadir. Pero para su felicidad, la germana evadió la primera. Esto puso feliz al elfo que continuó lanzando saetas. El ejercicio era muy difícil y la posibilidad de resultar herida era alta. Sin embargo, era real y directo.

Schekander por fin estuvo junto a la flechera, abrió sus brazos para atraparle. Pero Diamante desapareció de su campo visual. El sonido de las cuerdas del arco tensadas le indicó lo peór. Sin embargo, la flecha nunca salió... solo palabras de regaño:

Tonta, eres muy lenta. Sigue intentándolo.

Maldita sea, por poco- Se quejó la germana.

Siguió intentando atrapar a la mujer que le evadía con facilidad. Si bien Schekander ganaba en corpulencia, la cosa se tornaba diferente con el manejo de las distancias. Y en ese campo, Diamante era por lejos la mejor. Aunque tuviera un espacio muy reducido, ella podía utilizarlo en su propio beneficio. La elfo reía, mientras se burlaba de la germana tocándole con el dedo.

La reacción de enojo y sorpresa a la vez divertía a la rubia. Esta seguía evadiéndole y haciendo sonar la cuerda de su arco. Por cada vez que sonaban las cuerdas... significaba que en ese momento pudo matarle. Schekander se volvió a lanzar sobre la elfo que le esperó, para correrse y terminar encaramada en su hombro.

La cara de Schekander quedó congelada, ya no era asombro... mas bien estupor y terror, esa mujer de apariencia tan frágil. No podía ser cierta la velocidad que poseía. El sonido del arco no le hizo reaccionar. Había quedado detenida en el tiempo, como una estatua de fría piedra.

La pierna derecha del elfo se mecía adelante y atrás. El talón martilleaba suavemente el pecho de la berserker. Esa mujer no podía hacer nada, ¿La diferencia tenía que ser tan abrumadora? Pensaba Schekander.

Continuemos un rato mas, luego tengo que lavar la ropa y hacer la cena- Dijo con sencillez la elfo.

¿Quien? Digo,¿Qué eres tu?- Preguntó Schekander abrumada.

Soy solo una elfo, me llamo Diamante ¿Recuerdas?- Respondió la mujer sentada en su musculoso asiento.

Antes... antes no me precias tan... fuerte- Dijo la germana.

Bueno, hace tiempo que abandone el camino de las guerras- Le dijo Diamante.

¿Hace cuanto dejaste las luchas?- Volvió a preguntar la germana.

Un año, eres una chica curiosa... Schekander- Dijo la elfo sonriéndose.

! Un año ¡ esa mujer tan temible había dejado el camino de fuego y sangre durante todo ese tiempo... y le avasallaba de una forma tan aplastante. Era impresionante que alguien así existiera. Mientras Schekander intentaba atrapar a la mujer, en el taller un Maestro de Almas se veía preocupado.

Continuará...

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