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MU Capitulo 22: Heridas

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Capitulo 22: Heridas

Al entrar allí, lo que vio fue la amplia espalda de esa mujer avergonzada. Si, la germana no se sentía a gusto con que le mirara de esa forma. Diógenes no sabía que hacer, esa imagen le había impactado. Con algo de temblor en sus manos hizo un poco de presión en el brazo de Schekander. El labio inferior se frunció en un gesto de dolor que intentaba contener. Pero la palpación continuaba, tenía que fijarse que los huesos no estuviesen desviados mediante el tacto. Se detuvo al ver la faz sufriente de su amiga, no quería hacerle daño.

Por eso, tomando el bálsamo se lo untó directamente en el brazo y con sus manos comenzó a masajear. La piel tatuada de la germana respondió muy bien al bálsamo, la fragancia del ungüento comenzaba a penetrar en la dermis.

Diógenes miraba, espiaba lo poco que podía ver de esa mujer, ya que se estaba cubriendo con una cobija. Al terminar con la aplicación, ella se inquietó un poco pero todo paso al verlo volver con las vendas. El dolor desaparecía poco a poco, pero era preciso el vendaje; mas allá de esa sensación temporaria. Él guerrero vendaba con cuidado el brazo de la mujer cuyas palpitaciones se iban incrementando como aquella vez. Si, aquel día en que esa elfo tocó su cuerpo, enseñándole lo que era el placer. La piel de ese hombre rozarle la excitaba, pero algo le detenía... el miedo a destrozarle con su tacto, eso atenuaba el deseo.

Diógenes terminó con el vendaje, ya había finalizado y anudando con maestría la venda sobre el omoplato de la mujer daba por acabada la tarea. Podía sentir esa piel curtida esperar por algo y quizá por pura tontería le dio un beso en el vendaje del hombro.

Schekander giró y le tomó por sorpresa, las miradas se encontraron. La sorpresa de ambos parecía más estupor. El silencio parecía decir mucho a través de sus miradas, los labios se iban acercando cada vez mas; era como un hechizo. El ósculo llegó por vez primera. El sabor de esos labios anhelados y prohibidos les embriagó por completo, solo pensaban en volver a besarse y eso hicieron.

Las manos recorrían los cuerpos de manera febril, no lo hacían con delicadeza; entre ellos podían permitírselo. Se miraron de nuevo, solo para fundirse nuevamente en un beso que despertó más pasiones de las que podían contener. La cobija fue cayendo de a poco, con cada movimiento de ella. Las manos de la germana aferraron las ropas del joven que no tuvo tiempo para lamentar como estas se volvían jirones. La piel de ambos parecía fundirse en cada abrazo, en cada recorrida apasionada de sus manos.

Los dedos de Diógenes se colaron en un resquicio de las vendas del pecho de ella y con unos tirones la venda cedió. Los pechos de Schekander quedaron al descubierto en todo su esplendor. Diógenes miraba embelesado y sin contenerse más se hundió en ellos.

Mientras los amantes se dedicaban a prodigarse ese placer del que tanto se habían privado, algunos pensaban en interrumpir esa tranquilidad. Con sus armas embrazadas y pocas intenciones de paz los intrusos avanzaban hacia la cabaña. Adelantaban por la nieve con paso mesurado, no había apuros por liquidarles, después de todo, nadie podría auxiliar a esos dos.

El grupo se dividió por unos momentos, sería un ataque por dos frentes. Después de todo, si no pertenecían a ningún clan, solo podían transformarse en victimas. Uno de ellos se acercó a la puerta, la mano se extendió para abrirla. Pero no pudo, estaba trabada. Bien hecho, pensó el guerrero pero eso solo les haría ser más evidentes. Su mano comenzó a girar la cadena de la que pendía el hacha que luego de unos pocos giros salió despedida hacia la puerta, destrozándola en pedazos.

El ruido alertó a los amantes que ya embrazaban sus armas. Schekander aún no terminaba de vestirse, por eso Diógenes salió primero. Los guerreros no hablaron, solo sonrieron al ver que uno venía a hacerles frente. Por la hoja, el hombre utilizaba una lanza. Sería problemático para él luchar en un lugar tan reducido, pero él no lo creyó así. Su primer lanzazo alcanzó el hombro del primero que intentó partir su lanza, mal hecho... el acero de la espada se melló contra la dureza de esa arma hecha a partir del hueso de un dragón.

Diógenes sonrió y apoyando su otra mano, retiró la hoja para dejarle sin un brazo... el grito de ese hombre se oyó por toda Davias, tomándose el muñón caía ahora al suelo empapado de sangre. El muchacho quedó shockeado, sus manos... él había matado a un hombre, un semejante moría por las heridas que él mismo provocó. Siempre había usado su lanza pero no en esa forma. Las cavilaciones del muchacho se interrumpieron al ver esas saetas acercarse veloces hacia él. Pero alguien le defendió, con horror vio como Schekander le protegía, usando su cuerpo como escudo.

Las flechas no hirieron puntos vitales, ya que la mujer se cubrió con la espada. A pesar de su corpulencia podía evaluar la severidad de los ataques. A su amante le dedico una sola mirada... Diógenes estaba apocado, era la primera vez que mataba a un semejante. Schekander recibía el primer ataque, corte horizontal hacia su cabeza. Lento, muy lento pensó la bárbara que agachándose traspasó de abajo hacia arriba el cráneo de su primer victima; partiéndolo en el proceso. Se movió de nuevo, esta vez era un hacha con cadena. Ataque a distancia, evitó el primero y acortó espacio.

La daga de ese guerrero le esperaba pero ese no imaginaba que ella tomaría la cadena para atraerle hacia el interior de su rango de ataque. La carne de ese hombre se enterró en el acero que le dejó con el abdomen perforado, otro atacó a sus espaldas. Schekander no se inmuto, solo movió su cuerpo y termino de partir al guerrero para en el mismo movimiento detener la hoja del otro bribón. El golpe fue demasiado, no solo detuvo la espada sino que la partió. El hombre miró atónito, pero ella no perdonó... la hoja voló, llevándose una pierna en el proceso.

Los gritos desesperados de ese hombre no llegaban a la berserker, no era más que una basura muerta. Otra saeta caía sobre ella, la mujer evadió el ataque al tiempo que observaba la fuente del ataque. Su brazo se movió hacia atrás mientras evadía, al pasar la saeta, su espada salió dando vueltas hacia el lugar. Muy rápido, demasiado grande como para esquivarle. El arquero se dejó caer del árbol cuya copa caía ahora cercenada por esa centella enorme. Alcanzando el suelo, podía oír como llegaba el otro grupo, el plan había salido mal. Pero todo podía arreglarse, aún podían liquidar al muchacho.

Mientras se dirigían hacia el joven que ahora con lágrimas les miraba al tiempo que temblaba.

NO SE ATREVAN A TOCARLE- Gritó Schekander mientras tomaba su frasco negro.

Dios mío, es una berserker. Desertemos- Dijo uno de ellos.

Sea lo que sea, esta muy herida; no podrá con nosotros diez- Dijo el cabecilla.

Odin, me encomiendo a ti- Musitó la mujer mientras sorbía del frasco.

Mierda, la cagamos- Dijo uno cobardemente mientras huía.

El grito inhumano de esa mujer que ahora perdía el control le detuvo, los guerreros la vieron venir muy rápido. Atacaron, pero sus hojas no parecían dañarle. La sonrisa en su boca les hizo temblar, no era algo humano o al menos nunca habían visto algo semejante. El cabezazo de ella destrozó el cráneo del primero, mientras su mano se engarfiaba como una garra en el cuello del cabecilla y le rompía la espina como a un cabrito. Uno le clavó la lanza en el abdomen pero ella no sintió nada. La única respuesta fue la de su otra mano atravesar el cráneo de ese cretino. Los dedos de esa mano poderosa salieron por la nuca de su victima.

Los atacantes recularon, esa mujer era terrorífica... mucho mas que cualquier aparición que hayan enfrentado antes. Sin embargo era tarde, la bestia tatuada volvía a tener las manos libres. Ella se lanzo sobre ese grupo de cobardes, no hubo piedad. Sus gritos lastimosos no lograron detenerla, les golpeo aun después de haberlos matado.

Diógenes le miraba aterrado, estaba viendo a un monstruo ahora mismo. No, esa no podía ser Schekander, la misma que cuidó durante el viaje. Su rostro y ropas estaban cubiertos de sangre, se quedó parada por unos instantes entre sus victimas y luego de gritar largamente... se volvió hacia él. Este se acercaba a la pared, quería huir, pero no podía hacerlo. Cuando ella estuvo frente suyo, las piernas le fallaron y cayó de rodillas ante él mientras suspiraba aliviada. Era ella de nuevo, con una sonrisa lastimosa la guerrera le dijo:

Al menos, he podido salvarte. Parece, que aún no estas listo... esto es lo que significa ser un guerrero. Esta es la verdadera cara de todo lo que haz aprendido: todo esto forma parte del arte de guerrear y matar, no importa como lo quieran hacer aparentar.

Nunca había matado a nadie, me acobardé... no supe que hacer. Perdóname- Dijo él con lágrimas en los ojos.

Esta bien, ahora todo esta bien- Dijo ella mientras se dejaba caer del todo.

Diógenes se quedó mirándole largo rato, esa mujer ahora agotada y malherida le había salvado de nuevo arriesgando su propia vida. No podía permitirse la duda de nuevo, no más temores... por su propio bien y el de ella, su querida amiga. Clavando su lanza en el suelo el guerrero arrastró de nuevo el cuerpo de su salvadora hacia dentro de la casa.

Debía curarle rápido antes de que se infecten sus heridas, no había tiempo que perder.

Con diligencia se movió, para salvar a su salvadora. Schekander no podía decir o hacer nada, había quedado sin conciencia luego de la batalla. Sus manos tomaron la saeta que se hallaba clavada en el hombro de ella y tirando con fuerza logró sacársela... debió hacer lo mismo con las otras tres que se hallaban en el cuerpo de la mujer. Con algo de vergüenza ajena le sacó la ropa que cubría su torso al tiempo que le sacaba el pedazo de lanza. No hubo sangrando interno, la pócima tomada por Schekander era muy rara Aún estaban allí las heridas abiertas por las flechas. Pacientemente cerró las heridas y le volvió a vendar, admirando de nuevo el cuerpo de su reciente amante. Para cuando terminó su labor, el sol se ocultaba en el horizonte. Por eso, tomando su propia capa la envolvió con ambas capas y encendiendo un fuego se quedó dormido junto a su lanza. Si, ahora él debía protegerla con su vida, esa sería su meta.

Los días pasaron ante ese vigía que intento no dormirse lo más que pudo. Cinco lunas con sus soles pasaron ante él como una procesión de astros, hasta que lentamente… se durmió. Los rayos de un amanecer acariciaban el rostro del muchacho que fue despertado por la calidez de un mimo. Al abrir sus ojos, pudo ver de frente la mirada serena y llena de gratitud de esa enorme germana.

Gracias, querido Diógenes. Una vez más, te debo mucho.

No, todo lo contrario. De no haber sido por ti, ya estaría muerto- Reconoció él.

Es lo que habría hecho cualquier compañero. No es nada- Dijo ella, algo sonrojada.

Bueno, ahora que estas mejor, sigamos hacia el punto de encuentro- Dijo él con animo.

La pareja volvió a tomar sus petates y con apuro salieron en busca de sus monturas, pero por más que las llamaron estas no vinieron. No habrían podido, habían sido pasadas a filo de espada. Se miraron pero no dijeron nada, lo harían caminando; por mucho que costara.

Continuará…

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