Capitulo 29: Alas de esperanza
Los tres llevaban largo rato caminando, solo Diógenes y Abigail luchaban. A Schekander no le dejaron luchar, ese duelo le había dejado exhausta. No solo físicamente, también en espíritu.
Cerca de la tarde pudieron divisar a lo lejos la pequeña campiña de Peleo. Esa visión les infundió ánimos, ya estaban cerca. Apuraron el paso, no importaba el cansancio o el frío que comenzaba a arreciar. Solo un poco mas y podrían ver al Maestro Peleo.
Diamante estaba cocinando cuando percibió tres esencias. Se asomó de la cocina, era raro solo estaba Peleo ahí sentado esperando la cena. El mago le miró y asintió, también había sentido a las visitas. Dos golpes en la puerta agregaron más tensión al ambiente.
La elfo abrió la puerta bajo la mirada atenta de Peleo. Todo se calmó al ver a sus amigos, volvían a visitarles. Pero la alegría duró poco al ver el estado de Schekander el duelo y la marcha le habían dejado muy mal. Diamante tomó a la germana que estaba afiebrada y deliraba.
Peleo apareció en el baño y calentó el agua con sus flamas. Volvió a donde estaba Diógenes, mientras Abigail ayudaba a la elfo. Llegaron al baño y cerraron la puerta. Allí despojaron a la berserker de sus ropas y la sumergieron en el agua. El agua cambió gradualmente de color. Volviéndose pardas, la sangre y la arena que había en el cuerpo de la berserker estaban siendo limpiadas.
Las dos mujeres se metieron al agua y lavaron a la berserker. Le secaron y pacientemente la elfo fue desinfectando las heridas. Rato mas tarde Diamante aplicaba su aura de curación sobre el cuerpo de la guerrero. Le asombró a esa mujer fría ver tantas cicatrices en ese cuerpo.
Ese físico enorme y poderoso, incluso para un Caballero estaba surcado por cicatrices... mudos testigos de las penurias pasadas desde corta edad. Todas ya curadas pero dejando una huella imborrable en el cuerpo de esa mujer. La elfo terminó de curarle y ya sin más le dejó dormir en paz.
Peleo y Diógenes charlaban sentados contra la pared. El joven lancero le comentaba sobre ese entrenamiento onírico que tuvo. Sobre Circe y su extraño ritual de iniciación al combate. El Maestro de almas oía con atención a su interlocutor y asentía. Diógenes le miró con más detenimiento... Peleo no le oía, solo dormía.
La voz de su querida Diamante le hizo disipar el sueño. Eso era suficiente para sacarle de cualquier cosa. Se dispusieron a dormir, el día que se avecinaba estaría lleno de nuevas sorpresas.
Los rayos del día sorprendieron a los durmientes que despertaban lentamente. El olor fuerte del café recién molido los envolvió. La voz de Diamante se oyó clara desde la habitación de huéspedes:
DESPERTO. VENGAN TODOS.
Los dos se atropellaban para entrar a la habitación n en la que estaba Schekander. La germana les miraba ahora con algo de tristeza. Ese duelo le había dejado muy sentida, las imágenes se sucedían en su cabeza una y otra vez. Cada movimiento y técnica ejecutada por ella y su rival. Se hizo un silencio esperando que hablara, estaban muy impacientes.
Gracias, por la ayuda chicos. Pero ahora no les serviré de nada... mi espada.
No digas mas, todo se solucionará. Le dijo Diógenes intentando calmarle.
Además, no luchaste contra una bestia común y corriente. Te mediste contra un guerrero legendario. Un hombre maldecido por Kundum por revelarse a su dominio. Es natural que te costara vencer, tú no lo sabías.
Lo ignoraba, pero varias veces durante el combate pude notar que su comportamiento no era común. Al menos a comparación de las bestias con las que usualmente luchamos.
Eres impresionante amiga, derrotaste sola a un rival de renombre. No hay duda de que lo tuyo es el combate.
Heh... puede ser. Pero sin una espada no valgo nada- Dijo la mujer con pesar.
Y quien dijo que no tendrás una espada.
Todos giraron a mirar hacia la puerta. Peleo les miraba cruzado de brazos al tiempo que se sonreía confiado. Diamante rió por lo bajo mientras les decía:
Tal vez ustedes no lo sabían. Pero durante sus años como asesino este maldito aprendió los secretos de la herrería. Yo sé que por la cara no se le nota, pero puede hacer maravillas con las manos- Le elogio la elfo.
Ey, tú siempre dándome donde más me duele. Dijo el mago enfadado.
¿En verdad podrás arreglar mi espada?- Preguntó con incredulidad la tatuada.
Claro que puedo. Ya he examinado los trozos de tu espadón. La reforjaré y tendrás de nuevo un arma poderosa. ¿Tienes fuerzas como para dar un pequeño paseo? Quiero mostrarles algo- Dijo el mago.
Claro que puedo moverme- Dijo la mujer incorporándose en la cama.
Bien, entonces te esperamos para que nos sigas- Le dijo Abigail.
Minutos después la tatuada salía de la habitación ataviada con una falda larga y una camisa. Bajo esta podían notarse los vendajes que trataban las heridas. El mago le miró y con sorna abrió la puerta trasera de la casa.
Algo más lejos se levantaba una pequeña casita de vidrios sucios y humeante chimenea... Ese era el taller del Maestro de Almas. Caminaron por el sendero serpenteante y una vez allí el albino abrió la puerta. Un fuerte olor a azufre, salitre y pólvora recibió a los visitantes.
Una mesa de madera maciza llena de recipientes y herramientas fue lo primero que vieron. Un esbozo de sonrisa apareció en el rostro del mago que les hacia seña de que le siguieran. El ambiente estaba calido, pero conforme avanzaron el calor aumentó... la fragua estaba encendida.
El mago accionó una palanca oculta y una habitación apareció ante ellos. Al entrar allí pudieron verlas colgadas. Estaban sujetas por multitudes de ganchos y aparejos... pero al fin estaban terminadas. Tres pares de alas desplegadas aguardaban a sus futuros dueños.
Peleo se adelantó y con orgullo habló:
Hace ya año y medio que les conozco. Antes de que partieran hacia Davias les prometí que tendrían alas. Bien, aquí están.
Impresionantes, son preciosas Peleo- Dijo Abigail.
Las tuyas son las de la derecha. Me basé en el mismo diseño que utiliza Diamante. No solo tendrás mas velocidad de ataque sino que tu respuesta defensiva también se incrementará. Además, absorben parte del daño que recibas y lo reflectan. Te servirán bien- Dijo el mago.
¿Puedo?- Preguntó ella con nerviosismo.
Por favor- Dijo el mago mientras le animaba a ponérselas.
Cuando la mujer se acercó a las alas, estas se movieron por si solas. Esto inquietó al lancero que se lanzaba al ataque. Solo la mano de Schekander que le sujetaba detuvo su acción. Las láminas de acero se desprendieron de los ganchos y se fundieron con la espalda de la dama.
Abigail estaba serena, a pesar de que un cuerpo extraño estaba pasando a formar parte de ella. Los magníficos aditamentos quedaron quietos esperando una orden desde la sinapsis de esa... su nueva dueña. Las alas se replegaron, desapareciendo en la anatomía de la mujer. Diógenes estaba sin habla, era pasmoso el dominio que mostraba su compañera de aventuras.
Peleo miró cómplice a su mujer, en verdad esa mujer era impresionante. Diógenes dio un paso adelante y el mago le dijo:
Bien, las del centro son las tuyas. Para el diseño me basé en las que usan los Caballeros Fantasma. Su dureza es tal que un espadón no puede mellarlas. La defensa que te proporcionarán esta mas allá de lo que conoces. Tu velocidad de respuesta y ataque también se incrementarán. Úsalas con confianza.
E... esta bien- Dijo Diógenes.
El guerrero se acercó titubeante, el temor a lo desconocido es algo natural. Las alas se movieron al sentirlo cerca. Diógenes reculó ante esto, no se lo esperaba aunque sabía que iba a pasar. Las láminas de acero ya se habían soltado de sus soportes y ahora se extendían hacia él.
No tuvo tiempo ni siquiera para proferir un grito. Los aditamentos estaban soldándose a su espalda. Podía sentir como cada nuevo nervio de esas cosas se unía a la espalda y la columna. Esas alas tenían vida propia, una que ahora compartirían con él. A diferencia de Abigail, estas se movían nerviosas.
Tranquilízate Diógenes, estas alas son sensibles a tus estados de ánimo. No les confundas con tu miedo. Porque de seguir así, se pondrán en guardia- Le dijo el mago.
Es fácil decirlo- Dijo el lancero.
Vamos, es fácil si lo piensas- Le dijo Schekander.
Segundos después las alas se aquietaban y de a poco se replegaban. Fue necesario un poco mas de paciencia para que desaparecieran en la espalda del joven. Schekander miró al Maestro de Almas y preguntó:
¿Esas cosas son para mí?
No tengo registros de que guerreros de tu estirpe usaran este tipo de artilugios. Estas alas aún están en etapa experimental. Por lo general cada raza guerrera de este continente posee su tipo de alas. En tu caso, serás la primera portadora de alas en tu estirpe- Le dijo el mago, hablando en tono serio.
No sé como tomarlo, es un orgullo para mí- Respondió la germana-
Sin embargo... hay algo que debemos hablar- Le dijo el Maestro de Almas, poniéndose mas serio.
Continuará