Capitulo13: La verdad de Asura
Los dos se quedaron helados, pero invitaron al guerrero a unirse a la fogata. Este, agradeciéndoles procedió a sentarse y luego; mirando al fuego comenzó:
Yo nací dentro de una modesta familia del sur de Lorencia. Mi madre murió durante el parto. Por lo que mi padre me odió desde ese momento. Con mi nacimiento él perdió al amor de su vida. Así fue como antes de aprender a caminar yo ya empuñaba una espada. Si, mientras otros niños jugaban y reían en las praderas, yo ya estaba auxiliando a mi padre en el fragor de la batalla.
En ese entonces mi deseo habría sido ser igual a ellos. Vivir de una forma despreocupada y alegre, mientras crecía. Pero a diferencia de ellos, la muerte me rodeaba a cada paso y así lo quería mi progenitor. Una y otra vez era arrastrado contra mi voluntad hacia el infierno del campo de batalla. Hacia la locura, la agonía y la desesperación por vivir a cualquier precio. Más de una vez fui alcanzado por el ataque de algún guerrero, pero siempre me las pude arreglar para sobrevivir. A pesar de las heridas y golpes que recibía en los combates aún seguía vivo. Aunque muchas veces quedé destrozado no me atreví a morir. Mi supervivencia y los comentarios de sus compañeros de clan volvían loco a mi progenitor. Y esto fue aumentando conforme fui creciendo y mis habilidades se manifestaban.
El punto final llegó una noche oscura, mientras dormía... mi padre intentó matarme. Con sigilo entro en la tienda que me habían destinado y alzando su espada ataco. Sin embargo yo desperté y evadí su ataque me defendí. En ese instante en que mi vida estaba en juego, no pude pensar; solo actué y maté a mi propio padre.
La sangre broto de su cuello al ser perforado por la espada que él mismo me había entregado. Gotas rojas cayeron sobre mí como una magnifica lluvia que me alelo por unos momentos. Cuando quise darme cuenta mis manos, mi torso y mi cara estaban cubiertos de su vitae.
Los ruidos de pelea alertaron a los demás que irrumpieron en la tienda. Los hombres quedaron helados al ver a su amigo muerto. El asombro dio paso a la ira que les demudo el rostro. Se lanzaron sobre mí con tal deseo de muerte que reaccione cortando la mano de uno de ellos. Las cosas empeoraron y salí de ahí, tome un uniria y emprendí la huida.
El clan al que pertenecía mi padre me persiguió por días y cuando me tuvieron a alcance me erizaron de flechas. Caí de mi montura y ahí mismo quedé tendido, debatiéndome entre la vida y la muerte. Cuando mis perseguidores se fueron me arrastré para no morir y dentro de una cueva me quedé hasta recuperar mis fuerzas.
Un viejo guerrero me encontró y me llevó consigo, de nuevo volví al adiestramiento. Pero ya era diferente, el sabor de la muerte me había infectado. No había vuelta atrás, ya a los quince años me había vuelto miembro de una banda de asesinos. Los Pecadores del Norte, su maestro se llamaba Oreon. Este hombre era aún más terrible que yo, pero su enfermedad limitaba su capacidad. Pero, cinco minutos eran suficientes para que liquidara a decenas de guerreros. Justo el tiempo limite para que su corazón no colapsara.
Un día, durante una batalla contra esos clanes de idiotas que desean hacerse héroes; mi maestro fue herido. No pudimos hacer nada por salvarlo y al morir el clan se disolvió por completo. Sin rumbo y sin saber hacer otra cosa más que pelear, serví como asesino para muchos poderosos.
Si les nombrara uno por uno, los señores de la guerra a los que ayudé a sacarse molestos de encima... creo que no terminaría más. En ese entonces vivía por mi espada y por la paga. Pude probar todo tipo de excesos, podía darme esos lujos como sicario. Pero ese no era el camino que deseaba para mí. Había algo mas que deseaba, todas esas banalidades me terminaron asqueando. Me cansé de ser un títere, no deseaba seguir siendo manejado por otros y así renegué de mi situación. Me volví un perro solitario, no hubo perdón para esas basuras que habían sido mis amos.
El clik fue en Tarkan, mientras oía las imposiciones de mi jefe. No le estaba oyendo, en verdad me importaba un comino. Mi mano se movió por si sola bah, fue lo que siempre quise hacer. Tome su cabeza y la incruste contra el muro, el imbecil pareció no comprenderlo... yo no dude, mi puño hizo el resto.
Al salir de la morada de mi ex jefe todos sus hombres me esperaban en el patio de salida. Ese día se encontraba una veintena de perdedores, se decían mercenarios. Pero no eran más que un montón de basura, ni un solo ataque mío pudieron detener. Me fui del lugar por la puerta de entrada, al verme salir de allí algunos guerreros quisieron atacarme. Pero mi aspecto los atemorizó, la sangre bañando mi cuerpo les disuadió. Así, comencé a vagar por el continente.
Combatí en la nívea Davias, fui acosado en Noria por sus elfos. Sacudí Lorencia con mi espada, pelee en Icarus contra Magos y gladiadores. En Tarkan, en el Estadio luché miles de veces... mas de una vez fui rival de Peleo y también mas de una vez peleamos codo a codo. Si, fuimos perseguidos por los perros del imperio. Demasiado poderosos o sabíamos demasiado para seguir vivos, esas eran las razones por que buscaban matarnos.
Con ese mago hemos arrostrado dificultades sin nombre, peleado contra criaturas legendarias. Nada pudo detenernos y aunque quedábamos heridos de gravedad siempre vencíamos. Más de una vez perdimos el conocimiento, más de una vez luchamos contra las fuerzas de Lord Kundum. Creo, que solo nosotros y un puñado de hombres más nos animamos a plantarle cara.
Si, ambos conocemos la cara de ese maldito. Luchamos contra él, pero nunca llegamos a vencerle. Ese demonio es demasiado poderoso, aún para nosotros. Nunca pensé que algo como eso existiera, nunca pensé que algo pudiera poseer tal poder. Lo que han enfrentado hasta ahora, es nada comparado con lo que hay en los dominios del maléfico Lord Kundum.
Contrariados al no poder vencerle, nosotros decidimos seguir caminos diferentes. Como único fin, nos haríamos fuertes a como diera lugar. Si, no importaba que tomásemos un camino lleno de oscuridad. Fuimos de entre los herejes, los que más herejías cometimos. Pero fue tarde para mí, que a diferencia del buen maestro de almas no tenía nada que amar.
Por eso es que sigo en este camino, no tengo mas el terror que inspiro en otros. Es cierto, no encajo en ningún lugar. Solo soy un renegado que no tiene otra cosa más que su espada y su poder. Mi espíritu y mi alma están corrompidos ya, no tengo salvación alguna. Mi único camino es la muerte.
El guerrero se levantó de su rustico asiento y comenzó a caminar. Ellos lo miraron perderse en la gran oscuridad de esa noche sin luna ni estrellas. Una noche justo para alguien como él. En silencio le despidieron y comprendieron, ahora comprendían el porqué del Psicópata Itinerante.
Continuará