Capitulo 7: El séptimo piso de la Torre Perdida
Luego de haber luchado por cada uno de los pisos de esa torre terrible finalmente llegaban al último piso, el séptimo de la Torre Perdida. Al atravesar ese portal, se hallaron con un solo camino hacia abajo... no necesitaban presentir, sabían que esos pasillos estaban infestados de criaturas. Siguieron caminando sin prisas, cada demonio o Caballero Muerto que aparecía caía rápido ante el poder de los ataques de esos dos.
Llegaron hasta un puente monstruoso, el delgado pasaje estaba tapizado de los cadáveres de los cientos, tal vez miles de guerreros que habían intentado pasar. Hacia ambos lados no había más que un vacío insondable esperando para tragarlos para siempre. Avanzaron con cuidado, pero ahí mismo tuvieron que luchar contra gorgones y Caballeros muertos que intentaban tirarles hacia el vacío. Costó avanzar, las apariciones luchaban cada centímetro de camino.
Cuando por fin lograron llegar al otro lado, sus cuerpos cansados y sudados tuvieron que resistir una nueva andanada de los monstruos. Sacaron fuerzas de flaquezas para vencerles, pero al término de la escaramuza, Abigail descubrió para su sorpresa que se le habían terminado las flechas. La chica escupió al suelo como señal de disgusto, no le gustaba utilizar otras armas además de su arco... pero la situación lo requería.
Diógenes le vio sacar las dagas que llevaba siempre en las vainas de su pierna derecha. Eran las únicas armas auxiliares de las que disponía. Ciñéndose el arco a la espalda pasó las correas por sus muñecas, quedando así lista para la lucha franca.
Siguieron con su avance, eligieron el camino de la derecha, rodeando las escaleras que conducían a una superficie aún mas infestada de apariciones. Pensaron que habían elegido correctamente, nunca estuvieron más errados. Cuando vieron la hoz gigante girar a unos diez metros por encima de sus cabezas se percataron de ese enemigo. El arma escarlata de ese Balrog descendió sobre ellos, Abigail evadió el ataque mientras atacaba con sus dagas. Para cuando el muchacho quiso atacar el centauro acorazado caía herido de muerte.
Otro mas apareció y esta vez fue la lanza Dragón la que destazó las patas delanteras del monstruo. Las dagas hicieron el resto. No hubo aparición que pudiera pararles, pero eran cada vez mas numerosas... esto hacia mas dificultoso el avance. A Diógenes le sorprendía la maestría con que su amiga utilizaba esas dagas. No parecían la gran cosa, pero ella era capaz de generar un gran daño con ellas. Un nuevo portal apareció delante de ambos, ¿había otro piso más? Eso fue lo primero que pensaron.
Hola chico y damisela. Me presento, soy el maestro de almas Peleo- Dijo una voz que retumbaba por el lugar.
Preséntate, maestro de almas- Dijo Abigail.
Bueno, ahí les voy jeje- Dijo la voz.
Un mago ciñendo una armadura Legendaria bastante dañada se presentó ante los dos, las alas casi angelicales lo mantenían suspendido en el aire. Su báculo Kundum brillaba con iridiscencias celestes, este se paró un momento a rascarse la cabeza y luego les dijo:
Si pasan este portal, entraran en el reino de Icarus. La zona etérea del continente. Sin alas o un Dragón no podrán permanecer allí.
Gracias mago, ¿quieres unirte a nosotros?- Preguntó Diógenes.
!Claro¡ estoy muy aburrido, me hacía falta compañía- Dijo el mago mientras se acercaba a la pareja.
¿Perteneces a algún clan, mago extraño?- Le interrogó Abigail.
No, que yo sepa no- Dijo el maestro de almas mientras se quitaba algo.
Creo haberte visto en el clan Special... ¿specialK?- Intentó recordar la rubia.
No, no pertenezco a clan alguno. Ando de paseo por aquí, iba hacia Arena. Tenía ganas de probarme en algún duelo- Dijo el mago mientras estrechaba las manos de la pareja.
Entonces se bienvenido, yo soy Abigail- Dijo la rubia.
Aha, ¿y como se llama tu novio?- Preguntó el mago con malicia.
Soy Diógenes, pero no soy su novio sino su aprendiz- Respondió prontamente el muchacho.
Pues... no me lo parecían, tortolitos- Dijo Peladin esbozando una sonrisa picara.
Los dos guerreros se miraron algo avergonzados, el maestro de almas reía en el último piso de la torre. Pero luego tomando un repentino tono serio extrajo de su bolsa dos pergaminos que les lanzó a los jóvenes y les dijo:
Úsenlos para llegar a la zona segura más cercana a la Arena. Esas serán las tierras de Tarkan. Ahí les esperare. Nos vemos, chicos.
Los dos usaron el pergamino y una luz blanca los encegueció por un instante. Cuando se dieron cuenta, se hallaban en un páramo desierto, unos pocos guerreros guardaban y comerciaban cosas. Otros compraban allí lo necesario para salir. Unos instantes después que ellos apareció el mago parado de manos. Luego de caer con estrépito al suelo comentó:
Siempre me pasa lo mismo con estos pergaminos. Nunca puedo aparecer bien.
Nosotros llegamos lo mas bien. Dijo Abigail.
Definitivamente, no me quieren estos pedazos de papel. Dijo el hombre mientras se sacaba el casco.
Continuará