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MU Capitulo 15: La visita a Peleo

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Capitulo 15: La Visita a Peleo

No he hallado un solo guerrero a mi altura, creo que ya es hora de seguir con mi próximo desafío- Dijo Schekander.

Te acompañaremos- Dijo Abigail

Bien, entonces iremos hacia Noria. Me han dicho que ahí se desarrolla un evento muy especial- Dijo la bárbara visiblemente emocionada.

Si, La Plaza del Demonio. Conozco el sitio y en verdad es un lugar terrible, junto a mi clan logramos sobrevivir a el. No es un paraje al que uno deseé volver muy seguido- Dijo la rubia, rememorando viejas épocas.

Bien, cuanto más duro sea el lugar más podré dejar salir mi poder- Dijo la enorme doncella, mientras comenzaba la marcha.

Espérenme por favor- Dijo Diógenes, que se movía usando su lanza como muleta.

Ven aquí, te cargaré hasta que estés mejor- Dijo afablemente la germana mientras tomaba al guerrero y lo acomodaba sobre su espalda.

Así, sin más dejaron atrás el Estadio y atravesaron el portal hacia Tarkan. Volvían sobre sus pasos, pero esta vez para tomar un gran desafío. El desierto se aparecía nuevamente ante ellos, al parecer no había señales de los Purple Rhinos. Pero sabían por un pergamino que les había dejado Peleo, su nueva locacion.

¿Y quién es ese?- Inquirió Schekander.

Es un maestro de almas, uno de los magos más poderosos que hemos conocido- Dijo Abigail.

Por lo que me dices debe ser un tipo muy imponente. Seguro que podría retarle a un combate- Dijo con ánimos la berserker.

No creo, es un tipo muy pacifico. Ahora creo que se ha convertido en granjero... al menos eso nos comentó en su ultima carta- Dijo la rubia mirando a su amiga.

Bien, vayamos de todas formas a verle. ¿Tu que opinas, Diógenes?- Preguntó la mujer.

Será bueno verlo, aunque sé que se reirá mucho al verme llegar así- Comentó el guerrero.

Si lo hace le partiré la cara- Dijo la germana.

Tuvieron que atravesar muchos ríos de lava y luchar contra criaturas de fuego, luz y lava. En el camino, por orden de Abigail tuvieron que recoger todos los Ojos de Demonio y Llaves que caían de los cuerpos muertos. Ya al promediar la tarde, cansados de andar y luchar llegaron al lugar. Podía verse una pequeña arboleda, sin duda cuidada con mucho esmero en esas tierras. Y entre medio una pequeña casita con un bonito aterrazado. Dos figuras salieron a su encuentro, apenas pudieron reconocerles sin sus armaduras.

Una mujer ataviada con una larga falda negra y sobre ella un delantal blanco, su cabello rubio se hallaba suelto, con una camisola de color carmín. No parecía ya la fría asesina de los desiertos. Pero era Diamante, la misma que casi les mata en una oportunidad. Y junto a ella, caminando a su lado un hombre de cabellos blancos atados en una cola... su amplia sonrisa y sus ojos semi cerrados dejaban junto a su cicatriz todas las pistas de que se trataba de Peleo. Sus pantalones gastados y su camisa arremangada dejaban a las claras que había abandonado la magia.

Al verles llegar, ambos se emocionaron. Hacia mucho tiempo que no recibían visitas y es que en esas tierras desoladas muy pocos se animaban a vivir. Les hicieron pasar a su hogar, tenían tanto que contarles y tanto que escuchar de esos amigos. La enorme germana sorprendió a Diamante, y también le molesto un poco ya que nunca había visto una mujer tan alta. Peleo le preguntó a Abigail por Diógenes y luego echó a reír como un condenado al verle a espaldas de Schekander. Eso no le agradó mucho a la germana que le dedicó una mirada muy fea al mago, pero este no se inmutó y palmeándola dijo:

Vamos mujer, es una broma. Si este hombre también me cae bien.

A mi no me lo parece, en mis tierras el burlarse de un guerrero equivale a la muerte- Dijo con solemnidad la berserker.

Puede ser, pero aquí no somos tan estrictos- Dijo el mago mientras sonreía.

Diamante y Abigail se internaron en la cocina a preparar la cena. Mientras tanto, en la mesa el mago, Diógenes y Schekander charlaban. Peleo oía atento las hazañas de su amigo. Al oír sobre lo que vio en ese duelo entre Glotas y Asura, el rostro del mago esbozó una sonrisa. Esto sorprendió a Diógenes que no comprendía, por eso el mago habló:

Esa es la fuerza de un asesino, lo que te causó tanto temor fue el instinto asesino de Asura. Él solo dejó salir sus deseos de matar, la expectativa de hallar un rival tan poderoso como para matarle fue lo que el emocionó. Lo que ocurrió luego, fue debido a su frustración... él seguro esperaba mucho más y por eso le mató.

Eso explica que se deshiciera de esa forma del asesino- Dijo Diógenes.

Pero y ¿por que tanto miedo? ¿Acaso no podrías vencerle, Diógenes?- Preguntó Schekander.

No, cuando lo veo me siento como si me faltara mucho para llegar a su nivel- Dijo el guerrero con sinceridad.

No creo que estés tan lejos, solo que tu aún eres muy inocente Diógenes. No haz tenido que pasar por situaciones tan duras como las de él. En ese sentido él si puede vencerte solo con mostrar su peor cara. Pero si lograras sobreponerte a ello, te encontrarías con que no es tan terrible después de todo- Dijo el mago.

¿Y que hay de ti?- Preguntó la guerrero.

¿Yo? Pues... ya dejé esa vida... me cansé de ser perseguido y de pelear para mantenerme con vida. Ahora vivo con la persona que amo, ya no tengo nada más que probar- Dijo el mago.

Pues me gustaría ver hasta donde llegas contra mí. Nadie ha logrado derrotarme en Estadio- Dijo la mujer con confianza.

Lo siento, pero no peleo contra nadie. No tengo ninguna necesidad de ello, además haz venido a mi hogar como una amiga de mis amigos- Dijo el mago, intentando calmarle.

En la cocina, las dos mujeres cocinaban codo a codo. Se esmeraban para los hombres que le gustaban. Diamante al ver a la mujer con tanto afán, inquirió:

Es para Diógenes, ¿cierto?

Heh, por supuesto mi amiga. Tu siempre tan receptiva- Dijo Abigail con algo de sonrojo.

Debes sincerar lo que sientes, recuerda que la vida que llevas es muy incierta. Tu fin puede llegar en el momento en que menos lo esperas. No te quedes sin experimentar la felicidad, aunque sea por un fútil momento- Dijo Diamante convencida.

Y tu... ¿la haz experimentado?- Preguntó la rubia.

Esa fue la razón por la que abandone mi vida como guerrera- Dijo la elfo mirándole a los ojos.

La charla fue interrumpida por el sonido de una pared siendo destruida. Las dos salieron de la cocina, para ver con una mezcla de horror y asombro como esa enorme mujer volvía a empuñar su espada. Sentado en la silla, podía verse a un Diógenes algo atemorizado, pero incapaz de dar un solo paso.

Cuando la nube de polvo comenzó a disiparse, pudo verse la figura de ese mago que aparecía tronando la articulación de su muñeca derecha. El guerrero moreno miró a las dos mujeres en un intento por explicar lo ocurrido. Pero fue detenido por la voz del mago que sonriendo dijo:

Esto es lo malo de ser tan poderoso, todos quieren enfrentarte sin importarles que ya hayas abandonado tus viejos hábitos. Esta bien, berserker... prepárate.

Eso es lo que deseaba oír- Dijo la mujer.

Al levantar su espada, no tardó nada en lanzarse al ataque; cubriendo el espacio que les separaba en una fracción de segundo. La hoja descomunal bajó, pero chocó contra una fuerza invisible que le repelió. Fue como dar contra otra hoja, la mujer sintió como vibraba la hoja de su pesada arma... impresionante. El mago solo había elevado su brazo a una altura natural. En unos momentos pudieron distinguirse unos brillos blancos que le rodeaban, ese era su escudo de mana. Su poderosa defensa impedía que los ataques de la guerrera llegaran a su cuerpo.

Schekander comenzaba a perder la paciencia, la frustración comenzaba a ganar terreno y le empezaba a llevar hacia la desesperación. Se estaba agotando físicamente al atacar una y otra vez a tal velocidad, cosa que nadie había logrado antes. Al parecer era momento de utilizar su último recurso, la mujer se detuvo. Esto sorprendió a todos, pero puso en alerta al mago que le vio extraer de su bolsita una pequeña botella de vidrio negro. La mujer extrajo el corcho con sus dientes y luego se bebió un poco del contenido de un solo trago.

Sus ojos se tornaron blancos y su rostro comenzó a cubrirse de venas que se volvían cada vez más gruesas. Un grito ronco salió de su garganta, adquiriendo cada vez mas fuerza. Los músculos de su cuerpo se contraían y su cólera aumentaba, sus dientes apretados le conferían un aire feroz a su faz. Ayudada de sus manos se arrancó parte de la armadura y luego desapareció... esta vez el golpe conmovió el lugar completo, el suelo se resquebrajó y el aire que generó la espada al moverse pareció arrancarlo todo.

Un nuevo ataque destrozó por completo el escudo místico del mago. Peleo se sorprendió, aunque no parecía ser la primera vez que alguien lograba esa hazaña. El mago desapareció, pero la Berserker le encontró... ese golpe terrorífico llegó directo al pecho del mago que cayó lejos. Este se levantó y sus ojos se abrieron, la sonrisa que afloró en sus labios dejaba a las claras que esta vez pelearía en serio.

Sus manos se volvieron como rayos, la luz rodeaba sus manos y el mago entonces se dispuso a atacar. Sus ojos parecían cambiar de color con la intensidad de esa energía... con su mano dibujó un circulo que envolvió a la guerrera en una bola de fuego. Esta recibió el hechizo de lleno pero siguió al ataque. Con su hoja buscó partir al mago que apareció detrás de ella dispuesto a fulminarle.

El rayo llegó al cuerpo de esa doncella que se sacudió en los espasmos violentos de la electricidad. Pero, algo le llamó la atención, en la espalda de la mujer, había un símbolo de poder. Ya le había visto antes, en esa habitación que contenía los mismos infiernos vio algo similar. Eso sacudió su memoria... era ni mas ni menos que el sello de la guardia personal del emperador.

Los demás salieron para ayudar al mago que se sentó al lado del cuerpo monolítico de esa mujer. Peleo decidió no decir nada, sería mejor ocultarlo. Porque una amistad como la que estaban forjando podía suprimir esa maldición terrible. Quizá, por eso ayudó a la curación de esa tal Schekander.

Al abrir los ojos, la guerrero se halló recostada sobre una cómoda cama. Una elfo corrió la cortina de entrada y al verle despierta gritó hacia fuera:

HA DESPERTADO

¿En verdad? Eso es bueno- Dijo una voz conocida.

Diógenes apareció mucho mejor, la miró emocionado y se sentó al borde de la cama. La mujer no hablaba, estaba avergonzada... incluso él había visto su faz como berserker, esa parte horrible de su ser. Eso que muchas veces le había salvado la vida en batalla, le recompensaba con el miedo de los suyos.

El silencio se adueñó de la habitación, los ojos de Schekander miraron tímidamente al hombre que para su sorpresa le sonrió. El moreno ya se había repuesto de sus heridas, y ahora se acercaba a ella.

No importa que tan horrible sea tu faz, en el fondo sigues siendo una mujer hermosa- Dijo Diógenes.

Ante esa declaración, la enorme mujer se sonrojó de una forma muy evidente. Diógenes se levantó, justo para que Abigail se cruzase con él en la entrada de esa habitación. La sonrisa del muchacho le animo, eso quería decir que esa mujer se hallaba bien. La germana le abrazó afectuosamente, asfixiándole por un momento. Estaba muy feliz de ver a su amiga, esta le ayudó a vestirse con un vestido de tela pues aún estaban reparando su armadura.

En un día más quedaría terminada. En ello se estaba esforzando un viejo amigo de Peleo. El aludido entró a la cocina de su hogar cerca del mediodía. De entre todos no esperaba encontrar levantada a esa mujer. Su mirada casi aflora de nuevo, pero esta vez la mole no deseaba pelear. Por esa razón el albino se tranquilizó, luego de besar a su querida esposa sentose a almorzar junto a todos ellos.

Ya sabía de su intención de afrontar el desafío de la Plaza del Demonio, pero deseaba preguntárselos una vez más:

¿En verdad irán allí?

Si, lo hemos decidido. No hay otros desafíos a los que someternos, ya hemos atravesado todos los mundos que conozco. La prueba mas difícil es esa, junto con el Castillo Sangriento que se celebra en Davias- Dijo Abigail.

He oído mucho sobre ese lugar y deseo probar mi fuerza allí. Es por eso que ellos decidieron acompañarme- Dijo Schekander con seriedad.

Comprendo, es por eso que hemos preparado todo para que peleéis en las mejores condiciones posibles. Les esperaré nuevamente, confío en que para ese entonces tendré listas sus alas- Dijo el mago mientras terminaba de almorzar.

Bien, no esperemos mas- Dijo Diógenes mientras se levantaba de la mesa.

Si, vamos a vencer en esa arena olvidada- Dijo Abigail.

Les deseo la mejor de las suertes chicos- Dijo Diamante, mientras juntaba los platos.

Continuará…

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