Capítulo2: Aparece Asura, el Psicópata Itinerante
Esa actitud sólo va con los pusilánimes. Dijo una voz grave.
Una ráfaga de viento atravesó al gigante a una velocidad asombrosa. El joven no pudo ver el golpe, pero sí vio asombrado como caía el monstruo, levantando una nube de polvo. Una mano poderosa lo levantó del suelo y cuando el agradecido muchacho se dio vuelta para agradecerle a su salvador... se horrorizó al darse cuenta que era un criminal asesino.
Comenzó a retroceder, sabía del destino de todos aquellos que se cruzaban con estos sujetos. El temor lo invadió, porque contra este enemigo no podía hacer absolutamente nada. Tenía sombrío semblante y tanto la armadura como su espada se hallaban llenas de sangre. La hoja era impresionante, no sólo era enorme, sino que además poseía unos dientes que desgarraban al adversario y el sujeto la manejaba con una facilidad nunca vista. Sus ojos llenos de furia brillaban en forma amenazante. Su rostro serio le atemorizaba, era su fin. Sin embargo, el asesino le extendió su mano enguantada y le dijo:
Vuelve a tu ciudad natal y búscate un buen equipo, chico. Sin una buena protección serás presa fácil de estos insectos.
¿N... no va a matarme? - Preguntó el joven aún tembloroso.
Sólo busco oponentes poderosos, de momento no podrías vencerme. Sigue tu camino muchacho, pero antes, dime tu nombre - Pidió el asesino.
Diógenes es mi nombre ¿y u...usted? - Preguntó el muchacho.
Asura, el psicópata itinerante- Respondió el guerrero mientras se retiraba.
Diógenes se quedó mirando con una mezcla de admiración y miedo al asesino que desaparecía en el bosque que rodea la ciudad de Lorencia. El muchacho volvió caminando a la ciudad, pasó de nuevo las murallas y se dirigió directo al bar. Luman, la única mesera de la taberna lo atendió cálidamente con sus gestos estudiados. El joven pidió una botella de alcohol y sentándose en una silla de la última mesa comenzó a tomar. Habían sido muchas emociones para un solo día.
Unos guerreros llegaron y se sentaron en la mesa contigua alardeando de sus técnicas, su fuerza y sus trofeos. El joven los oía con atención, cosa que hinchó aún más el ego de los recién llegados y uno de ellos lo invitó a contarles algunas de sus peripecias. Diógenes no se animaba a contar sus periplos porque no era más que un novato, no tenía en su haber grandes hazañas. Los bebidos sujetos insistieron tanto que el joven relató sobre su experiencia mas reciente... nada increíble; pero los hombres no creyeron lo mismo cuando mencionó al asesino que lo salvó. El rostro de los hombres se tornó inusualmente serio, los efectos de la bebida se esfumaron con el nombre que Diógenes mencionó. Diógenes creyó haber dicho algo malo y les preguntó:
¿He dicho algo malo?
Asura es el nombre del asesino más terrible de este continente. Es el criminal más buscado y a su vez el guerrero más temido. Todos aquellos que probaron su espada han muerto, nadie sobrevive a su presencia. Hemos venido hasta aquí siguiendo su rastro, somos caza recompensas. Gracias por el dato que nos has dado muchacho - Dijo uno de los guerreros.
¿Irán en su búsqueda? - Preguntó el chico.
Naturalmente. Si lo derrotamos podremos cobrar la recompensa que pesa sobre su cabeza - Respondió el otro mientras se levantaba de la mesa.
Quisiera saber ¿A quién irán a buscar? - Preguntó una voz grave.
A Asura, el asesino - Dijo el otro mientras se daba la vuelta.
Un silencio espantoso se adueñó del bar. Los dos guerreros se quedaron helados de espanto y asombro. El mismísimo Asura les miraba inquisitoriamente, sin darle tiempo a nada posó su mano enguantada en la hombrera de uno de los caza recompensas. Éste palideció ante la acción del sujeto que, sin inmutarse ni hacer mucho esfuerzo, la redujo a un montón de añicos.
Los ojos de la víctima estudiaron la hombrera con incredulidad y luego con temor escruto el rostro del hombre que estaba frente a él. Su compañero temblaba como una hoja en un vendaval, no atinaba a moverse. La mirada de Asura los devoraba, podía destrozarlos en el momento que deseara y sin embargo no lo hizo. Sólo miró al muchacho y le dijo:
Si quieres ser grande, sé silencioso. Demuestra tus cualidades con tu espada. Vuélvete grandioso, Diógenes.
Los guerreros suspiraron aliviados al ver que se alejaba, pero ambos quedaron avergonzados ante el muchacho que los miraba sin comprender su actitud cobarde. Diógenes se paró, se disculpó y salió del bar. Fue a la herrería de Hans, un enorme germano de brazos como troncos y voz de trueno.
Éste, al verlo llegar, sonrió y le saludó con una palmada que casi le saca los pulmones del pecho. Diógenes, luego de reponerse, le pidió una armadura para su cuerpo. El herrero lo miró detenidamente, sacó de su negocio un pesado equipo y se lo dio al muchacho quien cayó al suelo superado por el peso de la armadura.
Es de cuero trabajado, te protegerá bien. Me lo pagarás con lo que juntes de los cadáveres de los monstruos que mates - Dijo el germano.
Gracias Hans - Le dijo el muchacho.
Vamos chico, tú tienes madera de guerrero - Respondió el hombretón sonriendo.
Continuará...