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Reencuentro

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Reencuentro

Cuando recuerdo este episodio, me envuelve un cierto aprecio y añoranza por ese tiempo pasado. Es contradictorio, ya que en mi condición actual me causa algo de repulsión mi vida pasada.

Rememoro lo sucedido, no hace mucho de ello solo que he preferido olvidar para cicatrizar heridas. Ocurrió durante una de mis primeras misiones, aun era principiante.

Me habían encomendado acabar con un pez gordo de la mafia, algo sencillo; aunque yo no contaba con la presencia de ella.

Esa vez, mi disfraz era el de un deportista lesionado con yeso incluido; el lugar elegido era un espacioso y bien cuidado parque por el que este infame solía pasearse con una reducida comitiva de matones. Dentro del yeso que cubría mi antebrazo, se hallaba la daga con que tomaría su vida. Todo estaba previsto, excepto el que esa mujer había sido contratada como parte de su seguridad.

Su piel tersa y morena contrastaba con la de esos gorilas pálidos que la precedían. Sus pechos generosos, sus caderas rotundas y las piernas esbeltas y torneadas eran una delicia de visión ante la dureza de la mafia. Aun así, en su mirada había una frialdad y aplomo que podían fácilmente espantar a un escuadrón de caballería. Sus cabellos oscuros, casi aseguraría renegridos, se hallaban recogidos en una cola que caía sobre su espalda.

Los observe pasar, contrariado al haberme salteado un detalle tan importante como ése. ¿Por qué importante? Te preguntarás, seguramente. Simplemente por el hecho de que ya nos conocíamos, hace algunos años fui su iniciador en el amor. Aún no nos dedicábamos a esta vida tambaleante que siempre se encuentra haciendo equilibrio sobre la punta de una espada. Yo cometí una estupidez y por ello decidí desaparecer de su vida y ahora ella estaba frente a mí... había abandonado a su grupo.

Alcé mis ojos para enfrentar los suyos, me pareció tan fria y resuelta; entonces comencé:

Carla...Pronuncié desde el banco de la plaza.

Eduardo, tiempo sin verte. Respondió ella desde mi frente.

He venido por quien proteges. Le comente.

Sabia que esto pasaría, pero me alegra que fueras tu. Comento con un dejo de emoción.

Me sonreí un momento, no podía engañarla; su percepción era igual a la mía. Así me paré y di el yeso contra el árbol más cercano. Ella vio como caían los pedazos, liberando mi brazo armado, luego con un movimiento clave la daga en el suelo. Ella rió socarronamente mientras se dirigía a mi:

Siempre has sido un riesgo.

Me considero alguien con suerte. No en vano tuve el privilegio de ser tu primer hombre. Le dije, mostrando un falso orgullo.

Desde ese entonces, no me han gustado los hombres. Comento en un tono grave que me sorprendió.

Oh, lo siento. Respondí con algo de pena.

Ya tendrás tiempo para sentirlo. Dijo ella mientras se ajustaba sus enguantadas manos.

¿Tenemos que hacerlo?. Pregunté yo.

Es necesario. Fue su respuesta, mientras con un salto acortaba la distancia hacia mí.

Nos trabamos en un corto combate, digo corto porque había una dura realidad que ambos sabíamos y esta era que yo, novato, no era tan bueno en combate como la que muchos consideraban, y meritos no le faltaban "la mejor mercenaria de todas".

Naturalmente, no pude vencerla, en parte por mi impericia y otro tanto por la confusión que se apoderaba de mi mente en ese momento. Aun me rió al recordarme tirado en el suelo como un trapo sucio y viejo ante su mirada algo apenada por el hecho. Recuerdo haberla mirado, desde el único ojo que no tenia cerrado a causa de los golpes. Luego todo se puso negro, obviamente quede desvanecido.

Cuando desperté al fin, me encontraba en una cómoda habitación... sólo había un pequeño detalle que hacía de esto algo mas inquietante, no era un hospital. Por lo que pude ver, con mi limitada movilidad ya que me encontraba con un cuello ortopédico... sin duda por la terrible patada descendente de mi rival. Había una ventana bastante amplia, pero las cortinas tapaban la vista. Además de un armero pequeño, un escritorio antiguo y un ropero que se me hacía algo barroco por su excesiva ornamentación.

Una cama más pequeña y un par de fotos completaban todo el mobiliario de esa habitación tan extraña para mí.

Trate de incorporarme pero no pude, al intentar hacer fuerza comprobé que mi brazo derecho estaba dislocado y una de mis piernas posiblemente también. El dolor era intenso y punzante, por ello no me atreví a moverme ni siquiera un poco más. Ignoro por completo que espacio de tiempo estuve así, postrado allí examinando mi conciencia.

En esta parte de mi existencia era algo que muy pocas veces había hecho, la emoción de cada día. El peligro estaba a la vuelta de la esquina y la muerte me rodeaba tiernamente a cada paso. Pero la llama de la vida y la magia de las aventuras podía mas que el anhelo de seguridad y tranquilidad.

Entonces, un sonido capto mi atención... era el picaporte de la puerta que giraba y la hoja se abría. Por el tono de voz determiné que se trataba de una mujer, luego la vi penetrar en la habitación cerrando la puerta detrás de ella. Ahí estaba de nuevo, mi rival y confidente... mi verdugo y amante. Mi mente se hallaba confundida, por un lado me tranquilizaba el hecho de estar al cuidado de alguien a quien yo conocía; pero los recuerdos mas recientes que guardaba mi cuerpo eran muy dolorosos y también se asociaban a la misma persona.

La guardaespaldas me miró y sonrió de satisfacción al ver mis ojos clavados en ella, se acercó al escritorio y me mostró un objeto que reconocí al instante... era mi celular. Me lo lanzó suavemente, el condenado aparato describió una leve curvatura en el aire; con mi brazo izquierdo lo tome. Ella me habló:

Así que tu verdadero nombre siempre fue Daniel.

Es cierto. Respondí con sequedad.

No los llames, les envié un mensaje avisando que te tomarías mas tiempo. Me comentó, mientras se acercaba al lugar de mi reposo.

Gracias por el detalle, Carla. Le dije, mientras me perdía en sus ojos.

No es nada querido Daniel. Me respondió, mientras me guiñaba el ojo.

Bien, lo que haré entonces será llamar a una chica que conocí en una casa de citas. Comente.

Ella me miró en silencio, allí sentada a mi lado por todo un instante.

Era broma. Dije al fin.

Carla no cambio su actitud, parecía buscar o tratar de recordar algo y yo no sabía qué, por supuesto. Pero un leve movimiento de sus labios me llamó la atención. En ese silencio, mi diversión fue ver esos húmedos, cálidos y suaves pliegues de su boca moverse articulando y pronunciando algo que no me detuve a analizar. Lentamente, con el único brazo sano disponible; acerque mis dedos para acallar a esa boca inquieta.

Ante el contacto de mis dedos, sus labios formaron una sonrisa que me permitió ver unos dientes aperlados. Sus ojos buscaron los míos, como un combatiente busca a su hermano de armas en el campo de batalla. Las pupilas negras se posaron en mis ojos marrones encendiendo en ellos su brillo antes dormido. Su mano, cálida y suave acarició mi rostro por un momento; para luego jugar con mis cabellos. Ese contacto de su piel me hizo sentir reconfortado.

Por desgracia, una musiquita algo siniestra comenzó a sonar desde su bolsillo. Se trataba de una llamada a su celular que rompió con su son la magia del momento. Atendió al instante, como todo profesional lo hizo con monosílabos y sin abundar en detalles. Cuando cortó, me miró con tristeza y se despidió lanzándome un beso desde la puerta.

Volví a quedarme solo en su habitación, me aburría la quietud en que me hallaba. Contradictorio, ¿no te parece, lector? Cuando uno se halla en constante movimiento, alerta a todo su entorno la calma casi no existe. Exceptuando, claro está los momentos que dedicas a tomarte para ordenar tu cabeza.

En mi caso no fue voluntario... fui forzado a ello. En el silencio y la quietud, los recuerdos son mas tenaces que todos los asesinos del mundo; caen sobre uno sin pausa ni descanso. Siempre te encuentran, no importa lo bien que te escondas ni lo mucho que escapes.

Tuve que enfrentar a mis fantasmas en un duelo solitario, oscuro y sin descanso. Vi mis actos y tuve la oportunidad de ver su juicio; pude encontrar a ese cansado mercenario que busca quietud y descanso. Para mi sorpresa ese mercenario... era yo.

Cuando me di cuenta, la noche ya había descendido sobre la ciudad; las penumbras envolvían la habitación que sólo estaba iluminada parcialmente por el débil resplandor de la luna. La puerta se abrió nuevamente, pero no prendieron la luz; la vi moverse entre las sombras. Con suma delicadeza se quitó el saco y se sacó los pantalones, al igual que los zapatos. Luego se desabrocho la camisa, botón por botón, por último las mangas. Como podrás deducir, yo la miraba con suma atención.

Hacía mucho que no estaba con una mujer y aún más tan especial. Carla se acercó hasta mi y tendiéndose suavemente encima mío me besó. Con el ósculo de dio una píldora que tragué, no me preguntes qué era; supongo que medicina.

Nuestras miradas se clavaron en silencio, yo como pude rodeé su cintura. Mientras esa mujer acariciaba mi cara y comenzaba a descender hacia mi pecho. Una lágrima me sorprendió al caer de su faz y hacerse mía. En ese momento, mi mano reunió el coraje suficiente y con algo de trabajo pude soltar su pelo.

Mis ojos no daban crédito a mi sorpresa, nuevamente luego de tres años esa chica se me revelaba en toda su oculta hermosura. No había cambiado en absoluto su corte, su pelo apenas estaba ahora más cuidado y largo.

Nos miramos con ternura y luego de unos apasionados besos ella se durmió, estaba rendida por la jornada. Yo suspiré y la abracé un poco mas fuerte y así, me quedé dormido.

Dime lector ¿Qué buscabas? Si es satisfacción a tus más bajos deseos, será mejor que lo olvides... mejor busca otro relato morboso. No puedo darte detalles aunque quisiera; la dama de la historia no me lo perdonaría y su memoria prefiero mantenerla así.

Un olor a café recién preparado y a tostadas doradas fue lo primero que percibí. Cuando abrí mis ojos, giré la cabeza para verla; la halle sentada sobre el escritorio. Estaba con pantuflas y el pelo revuelto, una bata algo gastada cubría sus atributos.

Me miró de reojo, temiendo mi evidente pedido; el que no fue necesario ya que mi estomago rugió solito. La súplica fue sonora, pero a mí me llenó de vergüenza. Carla comenzó a reírse, me preparó unas tostadas con dulce y se llego hasta mi lado.

Con paciencia, ternura y maestría me alimentó mientras me decía:

En verdad esto nunca me lo imagine, te tengo comiendo de mi mano.

Yo no le pude responder, no al menos hasta terminar con la tostada. Me limité a asentirle, luego tomé unos buenos tragos de café y entonces me digné a contestar:

De no haberme dado tamaña paliza, te aseguro que no tendrías que estar tomándote tantas molestias.

Oh, tu siempre tan considerado. Me respondió ella, con malicia.

La mire a los ojos y callé, vi su mirada llena de dolor y resentimiento hacia mí. Tenia toda la razón, no tenia como justificarme ante ella. No había por qué ahondar su pesar.

¿Por qué desapareciste?. Pregunté ella.

No tenía nada que darte y yo siempre supe que merecías mucho mas de lo que un...

!!BASTA¡¡. Pidió ella en un grito.

Esos recuerdos pasados hacían mucho daño, tiempo atrás habíamos llegado a ser novios. Ella estaba muy animada y esperanzada entonces, teníamos planes de casarnos algún día. Pero su padre se interpuso, golpeando nuestros sueños con la realidad.

Ambos lo sabíamos, por eso intentábamos no verla y fue esa realidad a la que abrí mis ojos. A esa situación tan humillante e irritante para mí, por eso una fria mañana; con lágrimas en los ojos y el corazón haciéndoseme añicos me fui para nunca más volver.

Yo no podía darle una vida de comodidades y satisfacciones. Con un sueldo de profesor y buenas intenciones no lo lograría. Mi vida de sacrificios y privaciones no era lo que deseaba darle a ella.

En un momento me pregunte ¿Qué hago ahora? Y en esto pensé: Los poderosos poseen dinero para llevar una vida cómoda y en vez de eso siempre buscan deshacerse de quien les molesta o estorba. Ahí apareció la solución, volverme mercenario, sirviendo a otros en forma independiente no se veía tan malo. Pobre tonto crédulo, esta vida mostró ser mas dura de lo que imaginaba.

Decidí romper el silencio, pero al verla llorar sin consuelo me detuve; levanté mi mano y sequé sus lagrimas con mi mano. Ella la retuvo sobre su cara y así la atraje a mi seno. Deje que se calmara y rato mas tarde le pregunté:

¿Estás mejor?

Sí, me alegra haberte encontrado nuevamente. Musitó.

A mí también, aunque nunca pensé encontrarte así. Le respondí.

Sólo tuve que pensar como tú. Dijo ella, mientras suspiraba.

Eso quiere decir que todo este tiempo...

Si, estuve buscándote. Completó ella.

Nos quedamos en silencio, sorprendidos de haber hecho todo esto pensando en el otro. Sonreíamos por dentro ya que tanto esfuerzo había valido la pena.

Los días fueron pasando, en esa sucesión interminable e inexorable que es la vida. Mis heridas sanaron, recupere mis fuerza y a ella también; aunque fuera por tan poco tiempo.

¿Por tan poco tiempo? Te preguntas, de seguro. Pues sí, como es lógico aún tenia una misión que cumplir. Pero antes tuvimos nuestra charla, teníamos que dejar en claro muchos puntos oscuros y sincerarnos. En nuestra posición actual, era mas que obvio que nos enfrentaríamos de nuevo.

¿Tienes que hacerlo?. Preguntó ella.

Lamentablemente, él es un hombre corrupto que no duda en tomar las vidas de otros. Lo siento pero debo. Le dije con resolución.

En ese caso, volveré a verte. Cuando lo hagas, no me interpondré. No sabia ese detalle.

Lo agradezco, Carla. ¿Por qué no te vienes conmigo?, podríamos recomenzar. Le Dije.

Eso seria tocar el cielo con las manos para mi. Nada deseo más, aunque seamos enemigos por estas tontas circunstancias no puedo odiar a quien amé. Concluyó ella.

Me costara mucho desligarme de ti, no quiero perderte; no de nuevo. Sin embargo, aunque andamos el mismo camino; hemos tomado direcciones diferentes. Le comente con pesar.

Tal vez, lo mejor era seguir separados y no saber nada el uno del otro. Dijo ella.

Nos miramos y en silencio lloramos, el cruel destino se empeñaba en mantenernos alejados. Ahora, si bien éramos libres de hacer lo que nos placiera; los caminos que tomamos nos enfrentaron. Un ultimo beso, eso fue lo que terminó de sellar nuestra promesa de algún día reencontrarnos.

Salí por la puerta, solo me detuve para mirarla una vez mas. Le sonreí por un instante, tratando de ocultar mi pena. Ella me miró y con un saludo me despidió... entonces desaparecí.

Volví a mi base de operaciones, me sentía desgarrado por dentro. La amargura me roía el alma con su dolor. Tome una daga y me la acerque al cuello, tenia ganas de matarme por mi estupidez. Pero la promesa hecha me detuvo, no puedo incumplirle...

Esta vez el lugar elegido es un restorán en la pequeña Italia, "Cossa Nostra" era utilizado como cuartel de la mafia. El pequeño lugar estaba atestado de peces gordos, el capo aún no llegaba... era obvio que algo sabía.

Yo estaba ahí adentro como un comensal mas, esperando a mi victima. Unos momentos después, el hombre llego, un sujeto algo panzón, con varios anillos en sus manos; un rostro ajado y severo dejaban a la vista que se trataba de él.

El hombre me clavó los ojos, chasqueo los dedos y sus hombres desenfundaron sus SMGs, en su mayoría... amantes de las Uzi israelíes y las Ingram Mac japonesas. No me reí, pero... solo el jefe sacó una Beretta italiana.

Pero fueron demasiado lentos para mí... no tuvieron posibilidad de eludir mis puñales, dos de ellos cayeron y el jefe recibió uno en el hombro... eso fué durante el chasqueo de sus dedos. Los demás acólitos se levantaron de sus mesas desenfundando. Por suerte pude escapar por una de las ventanas.

Ya fuera de allí, evadí varios disparos y me oculte tras una callejuela. Tenia algunos rasguños, pero mi misión ya estaba hecha. El puñal que le clave a mi victima estaba emponzoñado. En quince minutos pasaría a mejor vida y ya nada había que hacer con un muerto.

Camine sin rumbo por un rato, entré a un enorme shopping para distraerme un poco; no sé porqué lo hice. Miré las vidrieras atestadas de productos y accesorios inservibles, todas cosas de las que prescindir.

Alguien salió de la tienda en que estaba mirando, nos reconocimos al instante... era ella, nos quedamos uno frente al otro. Sonreímos los dos, luego de un abrazo nos fuimos a tomar un café. Solo una pequeña compensación por nuestro alejamiento...

 

Gracias, muchas gracias a quienes me han ayudado a mejorar mi escrito. ^^

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