Capitulo 50: Padre e hija
Atravesando las líneas enemigas una sombra se movía con sigilo. La oscuridad de la noche le acompañaba. Las nubes cubrían su movimiento, eran sus aliadas. Lo mismo que el terreno tortuoso, así era más fácil confundirse con el entorno. Los movimientos rápidos y cortos se la hubieran puesto difícil a los guardias. Escalando con rapidez la muralla posterior llegó a una ventana.
Se coló rápido en el salón mientras se confundía con las sombras. Los guaridas seguían parados vigiando sus puestos. La velocidad con que se movió estaba fuera del alcance de cualquier ojo medianamente entrenado. No eran rivales para ese nuevo enemigo que los dejó parados pero sin duda muertos. Esa era la especialidad que había adquirido luego de tantos entrenamientos.
Matar sin siquiera ser identificado, esa era la máxima. Podía anular su presencia por completo. Dejar atrás sus emociones y volverse una autentica maquina del asesinato. He ahí su maestría. En eso le habían entrenado y a eso había dedicado su vida. Kalima, la sombra asesina llegaba al palacio.
Kundum abrió las puertas del palacio. Recién llegaba de su caminata vespertina. Se rió al ver a sus guardias ahí parados ya sin vida. Si, su retoño se le había adelantado. Era obvio que ya había ideado un plan para asesinarle. Todo ese recinto era ahora una sala de muerte. Podía percibir un cambio en el ambiente, demasiado silencio esperando por él. Al dar un paso pudo ver como esos resplandores se precipitaban hacia su persona.
Movió su mano un instante, reflectando las cuchillas que buscaban su vida. Ya se había movido y las columnas se le vinieron encima. El enmascarado salto rápido, atravesando toda la habitación. Al pararse pudo sentir esa espada salir de la nada. Era un estoque rapidísimo hacia su rostro. Sin embargo, evadió el ataque y riendo habló:
Haz mejorado muchísimo, Kalima.
Gracias por el cumplido, padre- Dijo la mujer dando otro estoque.
Parece ser que haz mejorado incluso tu forma de manejar el sable. Bien, bien- Le adulaba su progenitor.
He entrenado mucho desde el día en que me fui- Le dijo ella mientras volvía al ataque.
Tantas molestias para ser capaz de matarme. Me conmueves, pequeña- Dijo el enmascarado.
La mano del enmascarado tanteó el pomo de su querida Ágata. El guerrero se aprestó a desenvainar, pero el pie de su hija detuvo la empuñadura. Ambos quedaron detenidos, absortos en un duelo técnico y mental. La pierna de esa mujer atacó en abanico mientras el enmascarado evadía y desenvainaba. La chica evitaba la hoja girando su cuerpo en el aire.
Al apoyar sus pies en el suelo, pudo sentir esa hoja inmisericorde atravesar su cabeza desde atrás. Se sonrió mientras dejaba sorprendido a su padre. Si ella también había mejorado en su velocidad de evasión. Lo que ese guerrero alcanzó a atravesar fue su imagen residual.
Los dardos que salieron despedidos hacia su persona no supusieron mucho problema. El verdadero ataque salió desde abajo. El hechizo ejecutado a sus pies dio de lleno en su cuerpo. Las flamas lo envolvieron, abrasándole sin piedad. Sin embargo, Kundum acalló las llamas solo con su espíritu. Ese era el poder del gran Kundum y apenas estaba usando una pequeña porción de ellos.
Kalima se sonrió ante esa demostración de poder. Si, solo su padre podía hacer algo así ante sus ataques. Sin embargo, ella podía vencerlo si se lo proponía. La mujer envainó su espada, esto sorprendió al guerrero que inquirió:
¿Renuncias a tu espada? ¿Qué estas haciendo? No podrás vencerme de otra forma.
Bien, ahora veras mi forma de vencerte- Respondió ella con sorna.
Ilústrame, pequeña- Pidió el hombre.
La chica comenzó a recitar un hechizo, mientras su energía ascendía. El enmascarado esperaba paciente mientras dejaba descansar la punta de su espada en el piso. Pero en lugar de lanzar el hechizo, la mujer concentró ese poder en su cuerpo. Con esto su energía volvió a incrementarse. Ahora sus cabellos erizados se movían de acuerdo al flujo energético. Su cuerpo ahora brillaba por la energía que tenía en cada poro de su cuerpo.
Kundum comenzó a reír mientras envainaba su espada. Sus manos se acercaron a la mascara y soltó las trabas que la sujetaban. Las dos partes de la mascara cayeron de su rostro que aparecía ahora ante su hija. Si, al menos ella merecía ver la faz de su vencedor. Ya era hora de mostrarle la verdad de esa pelea.
Has descubierto la esencia del puño demoníaco por ti misma. Realmente me llenas de orgullo, pequeña. Sin embargo yo inventé ese estilo- Dijo Lord Kundum mientras dejaba salir su poder.
La misma manifestación rodeó al guerrero que en un acto de gallardía volvía a ocultar todo su poder. La mujer se quedó atónita, creyó haber descubierto la forma de vencer a su propio padre. Sin embargo, la realidad era que ese camino ya lo había transitado el hombre que estaba frente a ella.
La misma sonrisa llena de confidencia apareció en el rostro de Kundum. Sus cabellos rubios intentaban tapar la mirada verdosa. Sus ojos parecían hipnotizarle, el rostro estaba impecable a pesar de las cruentas batallas. Es por eso que vestía la mascara. No adoptaba una postura para el ataque, solo se quedó parado ante ella.
Esa actitud tan altanera irritó a la mujer que se lanzó al ataque. Cubrió el espacio que le separaba de su oponente en un segundo. Con fuerza golpeó al lord que rechazó el golpe con la palma de su mano. Sin embargo Kalima no bajaba los ánimos y por eso multiplicó sus ataques. Sin embargo, los puños parecían dar contra una pared porque todos eran detenidos por las palmas de ese hombre.
Los pilares eran pulverizados antes de que sus puños los rozasen. Pero ese sujeto los detenía con sus palmas. Era simplemente increíble que su padre tuviera ese poder. En ese instante se percató de que ya no podía vencerle. Sin embargo, podía usar la técnica de otra forma. Tranquilizando su carácter cerró sus ojos y aguardó. Kundum se sonrió al verle así.
Bien, entonces ya es hora de que yo ataque- Dijo el Demonio.
El hombre se dio vuelta y tomó su mascara. Luego abandonó la habitación y llamó a los guardias. La orden fue clara, tenían que sacar a sus camaradas y enterrarlos. Kalima se dejó caer al suelo, mientras su vista se nublaba. El peto de su armadura cayó hecho añicos. Había sido solo un golpe el que había lanzado Kundum. Eso fue todo para ella, la diferencia entre ambos aún era grande.
Kundum estudió su puño de nuevo, el guante había sido cortado. Ella había sido capaz de cubrir parte del ataque. Esa pequeña que tanto quería fue capaz de tal prodigio, no había dudas de que era su hija. Hinchó el pecho orgulloso mientras iba a ver a los nueve.
Los nueve componentes de la guardia. O sea los luchadores más poderosos con que contaba Lord Kundum. Estos ya se habían comenzado a mover, por lo tanto al arribo de su señor solo unos poco se hallaban ahí. Teneo lo miraba con algo de temor, podía sentir la esencia de ese hombre. Lemulia le miró y volvió a lo suyo, no le importaba si él estaba allí. Fausto y Aziel estaban absortos afilando sus armas. Para esos dos no había nada más importante.
Parece ser que estas contento por algo, Kundum- Dijo Teneo.
Heh, claro que lo estoy. Hoy ha vuelto mi niña y he podido ver cuan fuerte se ha vuelto- Comentó lleno de entusiasmo el hombre.
O sea que la asesina mas poderosa esta de vuelta en nuestro bando. Esto es bueno- Dijo Aziel.
No, no creo que este de nuestra parte esta vez- Dijo Lord Kundum.
¿Qué te hace creerlo?- Preguntó Teneo
Me tendió una emboscada y aunque acorralada, intentó vencerme con todas sus fuerzas- Dijo el hombre.
Ella ha cambiado su pensamiento. Creo que el amor fue lo que le cambio- Dijo Lemulia mirando su vestido.
HAHAHAHAHAHA la sombra asesina enamorada. Que tontería- Dijo el Lord.
No creas que es una tontería, Demonio. Sabes muy bien que ese sentimiento puede cambiar incluso a los seres más malvados- Dijo la hechicera.
Tsk, puede tener el efecto contrario también. Creo que ya he tenido suficiente de tanta filosofía. A luchar, damas y caballeros- Dijo Kundum.
Bien, tantas palabras complicadas estaban mareándome un poco- Dijo Aziel.
Heh, siempre igual Aziel- Rió el hombre.
Los guerreros allí reunidos comenzaron a moverse. Era el momento de ir a reunirse con sus camaradas. Ahora que tenían el permiso de Lord Kundum podían ir a aplastar a esos intrusos. Esos cuatro partieron hacia el frente de la batalla, ahora podrían demostrar todo lo que valían.
La noche llegó a Kalima y los clanes luchadores descansaban en sus guaridas. Sentados ante el fuego los guerreros reían y bebían. Algunos contaban historias ante un público que les oía absortos. Allí en el medio de una multitud el orador comenzó a narrar una historia sobre el emperador
Esta historia se viene pasando de generación en generación. Un viejo guerrero me la contó en un bar de Davias. Por las cicatrices que llevaba en su cuerpo, seguro había estado aquí. Sin embargo, también se las arregló para escapar de este lugar. Después de todo, a nadie le gustaría terminar sus días aquí. Bueno, según las memorias de ese anciano.
Nos remontamos al tiempo en el que esta región formaba parte del continente. Si, se puede ver en antiguos grabados que este lugar infernal estuvo en la superficie. En ese entonces este era un reino prospero y brillante. El castillo que ahora se ve lleno de sangre y cuerpos descompuestos. En su momento sus paredes fueron tan blancas como el más fino marfil.
Los campos yermos y muertos en los que luchamos, en ese entonces eran bellos prados verdes. Las montañas tenían árboles de hojas perennes y todo esto parecía un edén. Los ejércitos de este lugar estaban compuestos por Caballeros nobles y valerosos. Y entre ellos el rey era la persona más fuerte y bella del reino. Todo era felicidad, el rey Kundum lo tenía todo. Una esposa cariñosa que le amaba con fervor. Una pequeña recién nacida y una salud de hierro.
Sin embargo, una sombra opacó el semblante apacible del rey. Su mujer al contrario de otras reinas del continente era una mujer guerrera. Ella solía ir junto a su esposo a las batallas que libraba su reino. Como heredera de una tradición de asesinos y guerreros de sombras. Ella demostraba con gallardía sus dotes en la lucha.
Esto preocupaba al rey que más de una vez tuvo que proteger a su amada. La reina comenzó a entrenar a su hija pequeña ni bien esta pudo pararse. Para ello, la dama abandonó las batallas. Todos los días bien temprano entrenaba y así le enseñaba a la pequeña Kalima. El rey tenía que combatir solo y esto le pareció perfecto. Sin embargo, así la fiera quedó suelta.
Su mujer siempre acompañándole había sido una vaina para él. De esta forma no mostraba por completo sus dotes en combate. Y tampoco tenía porque llegar a la locura en una pelea. Pero ahora todo era diferente y el cambio se notó. Los Caballeros bajo el mando del Señor de Señores temían a su señor. En la batalla obedecían ciegamente las órdenes por más crueles que fueran.
El rey comenzó a mostrar signos de altivez y prepotencia. Sus gestos y movimientos habían dejado la amabilidad. Se había vuelto un hombre parco, hosco y gris. En las noches le costaba conciliar el sueño. Sin embargo, la tragedia tocó a su puerta y por su propia mano.
Esa mañana el rey despertó de mal humor. Al tantear en su lecho, pudo notar que su esposa no estaba. Se levantó del lecho enfurecido y apenas tomando sus ropas y su espada salió de los aposentos. Atravesando el pasillo llegó hasta el salón. Pero no le halló ahí. Unos sonidos le guiaron hasta el patio trasero del castillo.
Allí parada una figura enmascarada ejecutaba una técnica demoníaca a manos vacías Sin embargo, para sorpresa del monarca la figura embebía con la magia de la técnica a la hoja de su espada. El poder generado turbó al guerrero que temiendo que esa figura intentase matar a su retoño se lanzó al ataque.
De espaldas la figura pudo ver como sobresalía por su abdomen la punta de esa espada refulgente como un espejo. La hoja cayó de su mano, chocando en el suelo. La figura giró ante un asombrado Lord Kundum. Su pasmo y su pena no conocieron limites a ver caer esa mascara si, la figura que él creía tan peligrosa era su esposa.
La faz delicada de su amada esbozo una sonrisa compasiva. La mujer tomó la espada con sus manos y volvió a mirar a su esposo. Lord Kundum a esa altura lloraba desconsolado. Su espada estaba diseñada para matar, tanto cortes como estocadas eran mortales solo con penetrar al rival.
La reina Kalia se dejó caer al suelo de rodillas, mientras su amado cónyuge se hincaba y le tomaba entre sus brazos. La mano de ella acarició la faz dolida de su amor eterno y con un susurro le encomendó a su pequeña. Cuando hubo terminado, simplemente expiro. El Señor de Señores retiró su espada y luego prorrumpió en un largo y amargo llanto.
Desde ese momento el recuerdo de su amada esposa le trastorna día y noche. Ese día su destino y su estrella cambiaron para siempre. Ya nunca volvió a ser el mismo. Ocultó su rostro con la mascara que su amada uso ese día. Sus ojos abandonaron la benevolencia y solo se abren al mal. Sus manos se convirtieron en garras y su corazón se volvió de piedra. Así, Lord Kundum inició la conquista del continente y el resto ya todos conocemos la historia
Al terminar con el relato, todos se quedaron mirando al guerrero. Este comenzó a sentirse incomodo y luego de carraspear un poco se sentó. Sin embargo, uno de los oyentes le preguntó:
¿Y que paso con la niña?
Tsk, ¿realmente quieres saber?- Preguntó el relator.
SIIIIIIIIII- Contestaron todos.
La pequeña se convirtió en una sombra asesina a las órdenes de Kundum. Su hija es su más fiel protector. Y no crean que por ser mujer es débil, todo lo contrario. Es una de las personas que más cercana se encuentra al nivel del emperador- Dijo el hombre con orgullo.
Ante ese comentario, muchos echaron a reír. No podían creerlo, además si bien era cierto que a Kundum le veían seguido. No podía ser que hubiera guerreros tan fuertes de su lado. Sin embargo, Baiken sabía que era verdad. El mismo había podido sentir el poder que latía dentro del cuerpo de esa mujer que le dio amor. Sus puños se crisparon al saberse indigno de ese amor que ella le profesó.
Los guerreros seguían hablando y riendo. El ejercito imperial se había retirado y de momento no había de que preocuparse. Los líderes de los clanes involucrados discutían sobre las estrategias de mañana. Mientras en una sala contigua las elfos atendían a los heridos en combate. Era necesario que mañana volviesen a luchar. A esa dimensión no llegaban muchos guerreros, por eso tenían que proteger a los que permanecían allí.
Los que no hablaban pulían y limpiaban sus armas. Mañana tendrían muchos enemigos más que matar. Diógenes y Schekander afilaban sus armas mientras que Abigail pensaba sobre todo lo ocurrido. Miraba a ese mago y no podía creer que tuviera tanto poder. Por momentos se comportaba como un cobarde y en otros se volvía alguien tan terrible. Era inexplicable.
Sin embargo, alguien se acercaba hacia ese campamento. Una cacería nocturna daría inicio
Continuará