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Una Historia de Navidad

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Una Historia de Navidad

 

El hombre estaba parado a lo oscuro del pasillo. Un pie apoyado contra la pared, mientras el otro estaba en el suelo. Estaba nervioso, como no estarlo... estaba por ser tio. Hace quince minutos había traído a su hermana al hospital. Un sonido llamó su atención, la puerta de entrada se abrió y alguien entró.

El recién llegado preguntó Celina Fidalgo, su hermana. Ese era el novio, el imbecil que no quiso hacerse cargo cuando la embarazó. Tal vez ahora quería verle a ella y a la criatura que pronto nacería. Como fuera, solo esto accionó una palanca en el hombre en penumbras. Se movió y el otro no pudo sentirle.

  • Yoh, acompañame- Habló una voz a espaldas del recién llegado.

  • ¿Quien? ¿Que?- Inquirió el joven.

  • He dicho que vengas conmigo- Dijo el hombre mientras le tomaba del hombro.

  • Quiero ver a Celina- Dijo el recién llegado.

Antes de que acabara de cerrar su boca, tres dedos de ese hombre entraron en la boca de ese tipo. La otra mano le tomó de la nuca con violencia. El hombre en sombras le llevó al pasillo de prepo. Acercó la cara de ese imbecil hasta la ventana, le mostró a su hermana postrada en la cama del hospital. Había tenido contracciones, pero ya había pasado. Igualmente, como ya estaba en fecha... fue mejor dejarla allí.

Luego, de un movimiento lo estrelló contra la pared. El hombre se quejó mientras se levantaba. ¿Qué mierda le pasaba a ese idiota? ¿Qué se creia? La figura lo levantó en vilo y le llevó hasta la puerta de salida. En la luz pudo ver el rostro de su agresor: Los ojos marrones le miraban llenos de odio. Los cabellos renegridos, ondulados pero cortos se movían como serpientes en esa cabeza. Nariz recta, labios un poco gruesos eran la configuración del rostro.

El hombre cayó al suelo. Cuando se paró, el zapato de ese hombre se estrelló contra su cara, tirandole de nuevo en el piso. El sujeto fue claro:

  • Eso es lo que te mereces por dejar sola a mi hermana. Ven mañana si quieres verle, hoy ya pagaste tu deuda con ella.

  • Basura, ¿Como te atreves?- Dijo el hombre enfurecido.

  • Oye, sorete putrido. No me provoques si sabes lo que te conviene. Ahora, desaparece de aquí antes que te corte en lonchas- Le dijo el cuñado.

Ante la amenaza el hombre se paró y huyó. Habia oido que esa muchacha tenía un hermano, pero jamas le había visto hasta el momento. Como saber que esa chica tan mona y sexy podía tener semejante pariente. Se tocó la cara, se le estaba hinchando por el golpe. Solo habia ido a verla, despues de todo... era su pequeño el que nacería de esa mujer.

El que había quedado en el pasillo se acomodó la ropa y salió fuera. Metió la mano en el bolsillo y sacó un poco de tabaco y papel. Comenzó a líar el cigarro con cuidado, en cuestión de minutos lo tuvo listo. Volvió a buscar en el bolsillo el encendedor, pero no lo halló. Buscó en su otro bolsillo... nada.

Una mano le acercó el encendedor ya con llama. El hombre acercó el cigarro y lo prendió, sonrió un segundo al ver a la dueña. Su compañera de andanzas, una morena sonreía en la noche. Pero no cualquiera, ella no era una chica sexy... su rostro no podía estar en una portada. Mucho menos ser un referente de moda, no con esa cicatriz en el cachete.

  • ¿Cómo esta?- Preguntó ella.

  • Bien, se quedara aquí. Ya esta en fecha, pero me preocupa algo- Respondió él.

  • ¿Qué es?- Inquirió la muchacha.

  • No lo sé, pero oí a los medicos hablar de complicaciones con el niño- Le comento él, pensativo.

  • Mierda, algo habra que hacer- Dijo ella mientras jugaba con el encendedor.

  • Los gastos de internación en caso de una operación pueden ser caros ¿no?- Le interrogó él.

  • Heh, claro que si- Le dijo ella con aire socarrón.

  • Bueno... entonces ya sabes lo que tenemos que hacer- Le dijo el moreno mientras la miraba.

  • Si, parece que no quedará de otra- Dijo ella.

  • Vamos- Ordenó el hombre.

Los dos se pararon, abandonando asi el hospital. Ya no era tiempo para preocuparse, sino para ocuparse. Caminaban por las calles, abandonando el centro de la ciudad. Volvían al barrio en el que vivían junto a sus familias. Al lugar en el que ambos crecieron y se conocieron.

Se detuvieron en un kiosco a comprar una cerveza. Le pagaron al hombre y siguieron camino. Iban el uno junto al otro, charlaban sobre lo que habían hecho en el dia. Y de lo que les esperaba al siguiente amanecer. Ella se ganaba la vida trabajando en un taller de costura. Era una de las pocas que habían decidido capacitarse.

Gracias a ello era la segunda operadora de maquinas overlock y recta del barrio. Estaba acostumbrada a ganarse el pan con sus propias manos. Aunque, en un tiempo que a veces no quería recordar… salió a hacer la calle. No tenía nada y sus padres habia muerto en un accidente de transito. ¿Qué salida mas facil para una inutíl? ¿Qué mas podía hacer una chica de quince años sola en la vida?

Sumida en ese mundo de mierda todas las noches era la mujer de muchos. La amante de todos los desesperados. La novia del Caballero Billete… una puta, que tanta palabrería. Se regalaba y allí era tomada por el que pudiera pagarle. Ese era su infierno personal, al menos hasta que él apareció.

El hombre que ahora caminaba a su lado. Si, ese fue su salvador. Uno que al verla allí tirada como un trapo roto en un callejón le cargó en sus hombros. Una mala experiencia con un cliente demasiado astuto… eso la había dejado ahí. Adrian, ese era el nombre del muchacho que iba a su lado.

Cuando ella despertó se encontraba tapada dentro de una cama. La habitación de paredes gastadas y ventanas reducidas le recibió. La luz pasaba apenas diafana por las ventanas limpiadas con esmero. Se levantó y miró a su alrededor, un ropero arreglado a mano se veía ante ella. Una silla usada como perchero y ropas de hombre en ella… ¿hombre?

Se paró en la cama y encaró la puerta con apuro. Salió a la cocina de la que daba a una reducida sala de estar. Ahí habia un sofa y sobre él… el dueño de las ropas. Al oir los pasos y el grito de ella, desperto. Le sorprendio gratamente la vista de esa mujer solo en interiores de encaje y satén. Se sonrió como un bobo, pero la mirada de ella lo sacó del trance.

  • Perdón, ve a ponerte algo de ropa- Dijo Adrian recobrando compostura.

  • ¿Quién mierda sos?- Le preguntó ella, enojada.

  • Me llamo Adrian, por si te interesa. Te encontré desmayada en un callejón, no podia dejarte ahí- Le dijo él.

  • Gracias… yo me llamo Azul- Le respondió la chica, enmendando su error.

  • Lindo nombre, pendeja- Le dijo él mientras sonreía.

  • Gracias, baboso- Le contestó ella mientras volvia a cambiarse.

Asi fue como se conocieron por primera vez, de eso ya hacían cinco largos años. Desde ese entonces, esas dos almas solitarias quedaron unidas. No se habian casado, solo estaban juntados. Hacía unos meses que él se habia armado del valor suficiente como para ir y presentarla a su familia. Todos le aceptaron de muy buen grado, pero al poco tiempo supieron lo de Celina.

Celina tiene quince años y es contextura frágil, sus salud nunca fue de las mejores. Muchas veces andaba mareada a causa de su baja presión. Sin embargo… su rostro era el de un angel. Y su figura aunque delgada era muy bien proporcionada. Como una muñequita de frágil cristal. Su belleza no pasó desapercibida y alguien ya estaba degustandola.

A escondidas, la chiquilla enamorada tenía relaciones esporadicas con un hombre. Pero, cuando ella comenzó con los vomitos y descomposturas… él, su Romeo le abandonó de repente. No importó cuanto le buscó o llamó, no apareció. Sola y desilusionada, traicionada y herida se quedó en casa de sus padres.

Adrian se enteró al poco tiempo, y aunque quería matar al gusano maldito... no podía hallarle. Así que, decidió ayudar a su familia con este nuevo problema. Sin embargo, en las ultimas visitas al ginecologo… algo había pasado. Celina no quería hablar, pero él lo presentia. Su sobrino tenía algo congenito, estaba seguro.

El problema es el dinero, para variar. Ellos, gente de trabajo que gana un sueldo apenas superior a mil pesos… en el mejor de los casos. ¿Comó iban a hacerle frente a una operación de alta complejidad? ¿De donde sacarían el dinero? Adrian tenía algunos ahorros, pero con ellos no alcanzaría.

Ya el veintitrés de diciembre y no tenían como solucionar el asunto. El diagnostico se habia revelado: el pequeño tenía secuestro broncopulmonar. La intervención era muy cara, algo había que hacer. Pero esa tarde Azul tuvo la idea, una idea loca… pero una posible solución.

  • Robemos un camion de caudales- Le dijo de repente.

  • ¿Comó? ¿En que momento?- Le preguntó él, incredulo.

  • Hay un momento critico, fijate cuando caminamos por el centro. El camión se detiene frente al banco y un guardia baja. Revisa los alrededores y luego permite que el otro descienda. Por un instante, el conductor esta solo- Le dijo ella mientras dibujaba con el dedo en la mesa.

  • ¿Y comó querés que asaltemos frente a tanta gente?- Volvio a preguntar él.

  • Facil… es navidad- Le dijo ella, como si fuera lo mas obvio del mundo.

  • ¿Y eso que tiene que ver?- Preguntó nuevamente, Adrian.

La mujer no habló, solo fue hasta la pieza. Pasó un rato hasta que volvió… disfrazada de Papa Noel. En ese momento los labios de Adrian dibujaron una sonrisa. El muchacho tomó su celular y buscó un numero. Sabía que este amigo suyo no hacia preguntas y como siempre estaba sacandose armas decomisadas... Seguro conseguía algunas y gratis.

Antes de dedicarse a la albañilería... Si, ese hombre vivía en el submundo, lo que comunmente se llama mafia. Como sicario se ganaba bien, pero las heridas y su encuentro cercano con la muerte le hicieron cambiar de opinión. En su espalda llevaba gravada a fuego una enorme cicatriz de espada. Sus reflejos fueron buenos como para minimizar el daño del corte. De haberlo recibido un centimetro mas arriba, seguro quedaba paralitico.

Esa herida le recordaba cada día el porque trabajaba allí. Cada vez que miraba a su querida Azul se convencía de que había sido lo correcto. Le quería y deseaba envejecer junto a esa mujer. Y eso era lo que le movía a seguir luchando en esa vida.

Esa tarde y parte de la noche se la pasaron planeando y recopilando datos. Esto era esencial a la hora de realizar algo de esa magnitúd. Pasada la media noche, los dos estaban rendidos mirando ese mar de hojas y apuntes. Ya estaba todo listo, las armas estaban listas y cargadas. El itinerario, la hoja de ruta, el equipo, las mascaras... listo para usarse. Mañana veinticuatro... ese era el día clave. Azul se levantó de la mesa y se encaminó al cuarto, un silbido agudo y Adrian se paró y salió corriendo hacia la pieza...

Veinticuatro, el momento de la verdad había llegado. Los dos salieron de la casa llevando sus bolsos. Miraron hacia todos lados y salieron, mientras viajaban en el autobus tarareaban una canción. No me arrepiento de Este Amor tocado por Ataque 77, para mas datos.Esta era la forma en que intentaban controlar sus nervios mientras llegaban a destino. Cuando llegaron a unas diez cuadras del banco elegido, bajaron los dos. Ya en la calle, se dieron un beso y cada uno camino en dirección contraria.

Temblaban de miedo, al menos Azul que jamás había hecho esto. Pero las palabras de su amor le animaron. Esas mismas que le susurró al oido mientras se despedían de momento:

No dudes en lo que hagas mi amor, yo estare ahí junto a ti.

Unas cuadras mas adelante, Adrian dobló y entró a un zagúan de una casa vieja. Allí aprovechó a cambiarse. Era arriesgado pero así nadie podría ubicarle con facilidad. En unos minutos estuvo listo, cubriendo su pelo terminó de ponerse la mascara y el gorro rojo. Su mano tomó la bolsa y luego de ocultar el bolso salió caminando.

Azul hacía lo propio penetrando en el baño publico de un paseo de compras. Allí, en ese reducido espacio adoptó el disfraz. Tuvo sumo cuidado en acomodar el arma que levaba y ya con todo listo salió. Caminaba con normalidad, tal y como Adrian le había dicho. Cualquier tipo de tensión se notaría, aunque ella no lo creyese.

Dos papas noel caminaban riendo por la calle desde direcciones opuestas. Saludaban a los niños y les daban cajitas con presentes. De a poco iban acercandose a la hora indicada, mientras ya veían su objetivo venir al lugar. El camión de caudales venía hacia ellos, pero aún no era el momento. Debían tener paciencia si querían que todo saliera bien.

El camión paró en la acera y apareció uno de los caudaleros caminando. Examinó el area uno momentos y luego con una seña el acompañante del conductor bajó. El Papa Noel de la derecha miró al que estaba al otro lado de la vereda. Fue un encuentro de ojos, significaba un espera. Siguieron en lo de ellos, mientras el recién bajado se acercaba a la puerta trasera y le daba dos golpes. El caudalero de atrás, el jefe bajó con las sacas.

Entre ambos caminaron hasta la entrada del banco y el tercero entró junto a ellos. Ese era el momento, jamás se vio Gordos Navideños mas rapidos que esos dos. En un instante ya estaban apuntando al chofer. El disparo con silenciador regó los sesos del hombre. Mientras ese Barbudo tomaba el volante el otro se metía en la parte trasera del camión..

Salieron a toda velocidad, dejando el cuerpo en la calle y a tres hombres asombrados. Los segundos jugaban en contra, había que ser rapidos. La radio ya les avisaba sobre el alerta policial, pronto los patrulleros vendrían a por ellos. Al doblar en la decima cuadra detienen el vehiculo y se apean.

Cuando el Papa Noel conductor se baja del vehiculo y va hacia atrás, la mano del otro le da una bolsa. Se miran y salen corriendo, abandonando el camión. A los pocos metros comienzan a caminar con normalidad. Se debe fingir naturalidad, incluso en momentos así... si se quiere conseguir despistar a los sabuesos. Claro esta.

Mientras caminan se cruzan con dos disfrazados también, se saludan y ellos siguen. Buscan un lugar abandonado, en esa zona hay muchos. Cuando por fin lo encuentran, pueden oír las sirenas de moviles policiales. El ajetreo y la confusión en que se sumió la ciudad. Se cambian y meten disfraces y bolsas en el conteiner de la basura.

Con los bolsos se van caminando por la calle, toman el micro de vuelta y ya pueden suspirar aliviados. Sentados allí se miran y echan a reir, los nervios por fin se pasan. El brazo de Adrian rodea el cuello de su chica. Un beso robado de golpe deja desconcertada a la chica. Ambos habían hecho algo malo, pero para un buen fin... su sobrino.

Una hora mas tarde, los dos volvían a su casa. Abrieron la puerta y entraron, al cerrar la puerta Azul llamó al hospital. Le atendieron por el auricular, ella jubilosa preguntó por la paciente en la habitacion 230. Su cara se transformó y de su boca, las palabras tardaron en salir... Ya había iniciado el trabajo de parto hace una hora.

Adrian se levantó de la silla, la morena le siguió mientras abría la puerta. Cerraron y ya salieron a las corridas hacia el hospicio. Que mierda importaba el cansancio, una nueva vida estaba naciendo. En ese momento eran felices, estaban libres de preocupaciones. Es por eso, que quiza el destino lo quiso asi.

Mientras intentaban cruzar la avenida, un paso mal dado y quedaron atrapados por el trafico. Adrian abrazó a su amada, poniendo su cuerpo como escudo. La camioneta que venía rapido no se detuvo a tiempo... ambos volaron por el impacto. El chofer no se detuvo, dejandolos a su suerte.

El joven no pudo moverse, solo abrió sus brazos liberando a su amada Azul. Sonrió al verle bien... al borde de las lagrimas. Llamó a una ambulancia a los gritos, estaba desesperada. La ambulancia llegó enseguida, le cargaron y les llevaron al hospital que estaba a unas cuadras de allí. Al llegar, la chica le avisó a sus suegros de lo que habia ocurrido. Era una desgracia, pensaba ella con el corazón contrito y el alma escapandosele por la boca.

De allí se fue a la sala de parto, pero no le dejaron pasar. Celina estaba dando a luz, ella se tuvo que quedar fuera. El llanto repentino le llenó de felicidad, habia nacido su sobrino. Las lagrimas brotaron de sus ojos, bañando su rostro. Los padres de la joven llegaron, pero si bien la noticia era buena... les preocupaba la vida de Adrian.

La intervención duró cuatro horas en el quirofano. Los doctores lucharon contra reloj para salvar la vida de ese hombre. Pero, al cabo estas... lograron salvarle. La familia entera suspiró aliviada. Sus dos hijos estaban vivos y una nueva vida se añadía al clan. Había mucho que festejar en sus corazones. Las horas se acercaron a las doce de la noche, esa navidad ellos festejaron el nacimiento de dos vidas.

Una vida tiene mil emociones y desafíos. Muchas historias nos rodean y son muy pocas las que conocemos... si queremos. Muchas personas pasan por nuestras vidas y todas dejan una huella en nosotros. Las emociones pueden envolvernos en torbellinos y las dificultades se vuelven numerosas como gotas de lluvia. Pero, sin todo eso... que aburrida sería nuestra vida.

^^

Aquí les dejo un boceto, estos son los Santas Malos.

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