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MU Capitulo 28: Duelo en Tarkan

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Capitulo 28: Duelo en Tarkan

El desierto yermo y seco les recibió, el calor intenso y sofocante secaba sus ropas. Si bien se habían empapado, la temperatura era elevada a esa hora del día. Caminaron por el lugar, había mercaderes vendiendo objetos sobre paños tendidos en el suelo. La única taberna del lugar había dispuesto mesas fuera del edificio. Así, al menos podrían pasarla mejor que en el interior.

De ese lugar salían dos pasarelas de roca sólida que comunicaban con el exterior. De ahí en más, solo monstruos y muerte aguardaban a quien se aventurara. Ese lugar era peligroso si no se estaba bien preparado.

Los tres llamaron la atención de un numeroso grupo de novatos. A estos les parecía ver a tres héroes. O mejor aún, a tres dioses invencibles de la guerra. Les rodearon admirando sus vestimentas y las armas que portaban. Esto sorprendió a los viajeros que no sabían que hacer. Esta situación era completamente nueva para ellos.

Schekander se sentía muy incomoda con esto... no estaba acostumbrada a estar rodeada por tantas personas. Se le hacía insoportable tener a todos esos debiluchos hostigándole de repente. Abriose paso entre ese pequeño gentío y avanzó resuelta por la pasarela de piedra.

Un grupo de novatos le siguió, estaban deseosos de verle luchar. Abigail y Diógenes estaban aún rodeados por esos aspirantes. Les tironeaban de las ropas y les tocaban como a ídolos. Incluso les pedían que los ayudaran a entrenarse, a ellos que también venían a entrenar.

La germana avanzaba por el desierto algo lento por la presencia de tantos niñatos. De pronto los novatos pudieron percibir un resplandor dorado a la distancia. En ese mismo instante dejaron de seguirla... Ese destello solo podía significar una cosa: Ese monstruo de leyenda venía hacia acá.

Diógenes y Abigail les vieron venir hacia donde se hallaban. Los rostros de esos muchachos se veían llenos de temor. Algo poderoso les había hecho retroceder de esa forma. A lo lejos pudieron ver una figura dibujarse... parecía ser un guerrero.

Es... es... el Tantallos... Legendario- Dijo un gladiador temblando de miedo.

¿Y quien es ese?- Preguntó Diógenes.

¿Nunca han oído sobre el?- Dijo con incredulidad una elfo.

Bueno... no lo sabemos- Reconoció Abigail.

Es el único monstruo que ha sido considerado un azote desde tiempos antiguos. Se dice que en algún momento de su existencia fue un guerrero de increíble poder. Cuando estas tierras fueron invadidas por las tropas de Kundum. Este guerrero los combatió sin descanso, pero cayó. Sin embargo, por su poder decidieron convertirlo en un monstruo. Uno que sin recordar nada atacara lo que alguna vez protegió- Dijo un mago que se cubría con su escudo de mana.

Schekander, ajena a todo ello avanzaba por el desierto. La criatura cada vez se veía más grande y nítida. No pasó mucho tiempo hasta que ambos se encontraron en el medio de ese lugar calcinante.

El Tantallos vestía una armadura de bronce bruñido, en sus manos acarreaba una espada de destrucción tan grande como un árbol. La altura de esta criatura superaba por diez la de cualquiera de sus congéneres. De esto rápidamente podía deducirse que su fuerza era mucho mayor. Un aire de dignidad parecía envolver la figura de esa bestia guerrera.

Los ojos de la aparición escrutaban a ese viajero que se hallaba justamente enfrente a él... Schekander miró hacia arriba con parsimonia y directamente le dijo:

Apártate de mi camino, estorbas. Desaparece antes de que te aniquile.

Los jóvenes se horrorizaron al oírla hablar así. ¿Es que acaso esa mujer no conocía el miedo? Diógenes y Abigail les explicaron:

Ella es una guerrero muy poderosa. Su nivel se encuentra muy por encima del nuestro. Es natural que no le tema a nada ni a nadie. Creemos que esto durará solo unos segundos.

No lo entienden, ella no es el primer oponente que osa enfrentarse a ese Tantallos. Así como le ven, bajo su espada han caído muchos guerreros de renombre. Todos le subestiman, pero la realidad es otra- Dijeron los espectadores.

Bueno... parece que deberemos intervenir- Dijeron ambos mientras se separaban del grupo y avanzaban hacia el lugar del pronto duelo.

Esos dos habrán cubierto unos doscientos metros cuando el grito de Schekander les detuvo en seco:

NO INTERVENGAN, ES MI PELEA.

Los dos guerreros se miraron ante la extraña petición. Ahora ellos también se volvían meros espectadores de esa lucha de titanes. La mirada inyecta en fuego de esa bestia miraba a los ojos a la germana. Era un duelo de miradas en el que uno intentaba doblegar al otro. Sin embargo eso no sería suficiente para esos rivales.

La determinación y el deseo de pelear hicieron que ambos liberaran su poder espiritual al mismo tiempo. De repente parecía como si el cielo cayese encima de los que observaban. Ese poder aplastante pertenecía a los dos espadachines que estaban midiéndose. Un viento se levantó entre ellos, provocando una pequeña tormenta de arena.

Cuando la arena comenzó a caer, liberada del viento que le suspendía... comenzó el ataque mutuo. El destello que despidieron las armas al realizar el primer ataque… semejó al relámpago. Los aceros chocaron despidiendo chispas en una forma impresionante. Una prueba de fuerzas se inició entre los duelistas que se afirmaban para obligar a retroceder al otro.

El suelo cedió antes que ellos, hundiéndose por la fuerza aplicada. Los brazos retrocedieron y mientras el Tantallos levantaba su arma. La guerrera atacaba con un corte ascendente. El golpe producido hizo que la germana cayera al suelo como una bala. Aunque el Tantallos cayó cuan largo era de espaldas. Ambos se pararon rápido y se lanzaron al ataque.

Ambos gritaron al unísono, erizando la piel de los que observaban. Los cortes esta vez se ejecutaron a corta distancia, pero los dos evadieron igual de bien. Sin embargo, la empuñadura de la espada de Schekander llegó al costado derecho del rival. El monstruo apenas sintió el golpe. En respuesta crispó su puño y atacó... chocando con el puño de esa berserker.

La mujer cayó al suelo mientras clavaba su espada. Su oponente avanzó atacando en estocada. Schekander reaccionó al ataque, ambos se cruzaron. La sangre brotó de repente de la herida abierta. Ambos se habían alcanzando en el ataque. El brazo derecho de ella presentaba un corte profundo... lo mismo ocurría con el costado derecho del rival.

El dolor que por lo general amilana, en ellos actuó como un aguijón que les azuzó a luchar. Schekander saltó, para caer en un violento golpe que el Tantallos detuvo... hundiéndose en la arena.

Esta vez la bestia sorprendió, llevando su arma hacia atrás pero en forma horizontal... eso era defensa y ataque en un solo movimiento. Schekander sonrió, esa bestia no era estupida... era mas guerrero que muchos contra los que peleó en el pasado. La mujer emuló la técnica de su oponente.

La sombra de un ave se dibujó en la arena, pero los cortes parecieron cortar incluso eso. Esta vez el corte se abrió sobre las correas del peto que portaba el Tantallos... en cambio la germana se limpiaba la sangre de la frente con el puño. Ahora si estaba furiosa, no tendría piedad.

La velocidad con que se movió... la velocidad con que ejecutó ese corte fue demasiado para la vista de ese guerrero. La sangre brotó como un río de esa herida profunda que aparecía sobre el muslo. El Tantallos bramaba de dolor mientras se tomaba la parte herida.

Pero contra los pronósticos de la berserker, esa criatura se levantó. Esta vez la hoja describió un semi circulo que le sorprendió... lo que venía hacia ella eran explosiones de fuego. Solo pudo atinar a cubrirse, las explosiones le envolvieron en un torbellino de llamas.

¿Y TE PARECE, QUE CON ESTE FUEGUITO VAS A ASUSTARME? NO ME TOMES A LA LIGERA. Le gritó a la criatura.

La bestia avanzó rápido mientras atacaba a la figura que salía de las llamas como un fénix. Los ataques de la bestia eran poderosísimos... Schekander solo retrocedía al tiempo que bloqueaba y evadía. Esa tormenta desatada frente a ella podía engullirla en un santiamén. Ese Tantallos era en verdad poderoso.

Un golpe de ese puño gigantesco le incrustó contra las rocas. La dama salió y cayó al suelo, estaba cansada por ese combate intenso. Cuando le vio avanzar hacia ella tan despacio... por un momento le pareció ver a un Caballero. Esto le hizo tomar su hierro con más fuerzas y levantarse.

Esta vez debía liquidarlo, su ataque sería definitivo. El Tantallos se detuvo y empuñó la espada con ambas manos... ya presentía el ataque de ella. Schekander avanzó rápido hacia su rival. Cuando el guerrero levantó su arma para asestar el golpe... esa hoja se clavó hasta la empuñadura. El pecho había sido atravesado por la germana que empujaba para extraerla.

Con las piernas se impulsó hacia atrás, cayendo al suelo mientras la sangre comenzaba a caer sobre su cuerpo. El gigante trastabilló, como inconciente aún del daño recibido... la espada se levantó para realizar un último esfuerzo.

La criatura ahora se sentía morir, sus manos se aferraron con toda la fuerza que tenia a la espada. En ese instante, en ese último golpe puso toda su vida. Aunque muriera su oponente moriría bajo la espada. Schekander sintió el peligro y solo atino a bloquear el golpe con la hoja de su espada.

El poder de ese golpe póstumo fue mayor a cualquiera soltado durante el combate. La fuerza impresa fue capaz de dejar arrodillada a esa dama de espadas. La arena saltó hacia los lados, dejando roca al descubierto... la roca también fue rajada. Esa bestia se dejó caer hacia atrás, eso había sido todo.

Schekander suspiró de alivio. Había vencido por muy poco a ese rival inusualmente poderoso. Cuando se volvió a parar sintió como se abrían esas heridas. La sangre que salió fue poca, lo más sorprendente fue que su espada se rajó. La berserker abrió los ojos tan grande como pudo... su espada invencible había sido destruida. Fragmentos del hierro saltaron, provocando que la hoja se partiera del todo.

Los ojos de la vencedora se encharcaron de lágrimas. El arma que le acompañaba desde su niñez. La hoja que le había salvado mil y un veces en batalla... ahora yacía a sus pies... hecha añicos. Todo su orgullo y espíritu guerrero estaba comprendido en los filos de ese espadón. Ahora, sin su arma no era nada... mero despojo de guerrero.

Salió del agujero y se hincó ante el cuerpo muerto de su rival. Al menos, debía despedirle como a un guerrero. Su mano izquierda se extendió para agarrar la espada de su rival. Pero las punzadas de dolor le impidieron hacerlo. En el fragor de la batalla se le olvidó el estado de su brazo... ahí estaban las consecuencias.

La mano derecha aferró la espada de su rival y descargando un golpe lo decapitó. Luego se dejó caer mientras sus amigos venían corriendo hacia ella. Diógenes recogió los fragmentos de la espada y los guardó en una alforja. La espada podría reforjarse, consiguiendo al herrero adecuado. Aunque el espíritu de lucha de su amiga... eso era otra historia.

Jamás le había visto así de sentida luego de una pelea. Su mano intentaba taparle la cara llena de arena, sangre y lagrimas. Abigail le apuntaló, abrazándole mientras esta lloraba desconsolada. Había vencido a un rival imponente, pero a un precio muy alto. El arma que le había representado todo este tiempo ahora no servía para nada.

Abigail intentó incorporarle, pero era demasiado pesada para ella. Diógenes se paró ante las dos y sonriendo le dijo:

Tranquila, la espada puede volver a forjarse. No te preocupes, Schekander.

Pero... ese acero es muy duro, no hay forjadores tan fuertes en estas tierras. No creo que puedan. Respondió la mujer con pesar.

Ahora mismo vamos a ver a alguien capaz de forjarla de nuevo. Dijo Diógenes confiado.

¿Te refieres a Peleo? ¿Crees que el podrá obrar tal milagro? Preguntó Abigail.

Es un Maestro de Almas después de todo. Él siempre puede lograrlo. Dijo Diógenes convencido.

Schekander se incorporó lentamente, su cuerpo lastimado despedía dolor por cada poro de piel. Para los novatos que le miraban desde lejos era el surgimiento de una nueva leyenda. Solo un cambio de óptica, los tres reanudaron el viaje por ese desierto.

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