Capitulo 16: Camino a Noria
El trío volvía a las andadas, abandonando Tarkan se internaban en el mundo subacuatico de Atlans. El agua les envolvió de repente, usando un hechizo podían lograr respirar en ese medio. Nadando tuvieron que atravesar el lugar, mientras evadían rayos y ataques congelantes de los monstruos que habitaban esas profundidades.
Desde las multicefalas Hidras, hasta las silenciosas Valkirias congelantes todas les atacaban. Los tres debieron abrirse paso a fuerza de espada y agallas hacia la zona segura. Tardaron varias horas en llegar al único lugar en el que podían respirar sin necesidad de utilizar el hechizo. Al entrar a ese lugar, la arena seca les recibió inconmovible. Sacándose el pergamino del pecho, los tres pudieron volver a disfrutar del oxigeno disuelto en el aire.
Abigail y Diógenes estaban cansados por tanta lucha, sin embargo su compañera se mantenía impasible. La germana les miraba con una mezcla de simpatía y sorpresa, no podía creerse que un poco de ejercicio les hubiera cansado. Además, sus ansias de luchar en esa arena olvidada le empujaban a continuar. Su corazón ya latía rápido de solo pensar en lo que le aguardaba.
La pareja se levantó y siguió a la mujer hacia ese camino que les conducía a la superficie. Al salir del agua, se hallaron de pronto en un estanque rocoso. Un golem de roca les recibió pero duro menos que un soplido. El trío no tuvo más dificultades para llegar a la ciudad de Noria. Una vez allí, Abigail les pidió que le dieran todos los ojos y llaves de Demonio que habían ido recogiendo. Luego, la muchacha sacó de una bolsa que llevaba consigo tres gemas de un definido color ambarino.
Estas joyas eran conocidas como las gemas del caos, su uso se limita al de combinarse en una maquina de tecnología desconocida junto a diversos ítem. De acuerdo a los ítems que se mezclen pueden salir artículos totalmente distintos. De entre estos artículos, mezclando un ojo demoníaco con una llave se obtenía una invitación especial... este era el único pasaporte que aceptaba el encapuchado Caronte para llevar a los guerreros a la Plaza del Demonio.
Utilizando la maquina del caos, la mujer obtuvo luego de un par intentos las tres entradas para el macabro evento. La rubia les entregó las otras dos entradas a sus amigos y juntos se dirigieron hacia el lugar en donde se hallaba Caronte. Un poco mas alejado del sitio en el que bullía un animado comercio de armas y artículos una alta figura encapuchada se erguía solitaria. La prenda le cubría por completo, ocultando su rostro más oscuro que la noche y sus ojos de rubí. Este al ver las entradas les habló en tono lúgubre y seco:
Valientes guerreros, aún falta para que se me permita llevarles hacia su último destino; deben aguardar hasta el atardecer. En ese momento, la orden será dada.
Bien, eso quiere decir, que podemos descansar un poco ¿no?- Dijo Diógenes.
Tú no descansarás, antes te harás doscientas dominadas en las ramas de ese árbol. Debes trabajar tu fuerza- Dijo Schekander severa.
Diox... a falta de una maestra ahora he terminado con dos y muy severas- Rezongo él, mientras se subía al árbol.
Entrena y calla, alfeñique- Le retó la gigantesca mujer.
Las dos mujeres tomaban asiento en las mesas con forma de hongo que había en el lugar. Era una espera larga, recién pasó del mediodía y nada. Las dos estaban puliendo sus armas, cuando vieron que el joven bajaba del árbol. Estaba bañado en sudor. Pero al parecer no era suficiente, la germana se paró y le pidió a Diógenes que le siguiera. Al llegar fuera de la ciudad, esta desenvainó su espada a lo que el muchacho se puso en guardia.
Pero ella no se movió, solo sonreía con una gran sorna. Diógenes se lanzó al ataque y cuando intentó asestar el golpe, pudo sentir como si ella creciera aún más. El grito de ella hizo temblar el lugar completo. Mientras que el lado chato de su espada se detenía a centímetros del hombro de su rival. El golpe que sintió el muchacho fue por la presión del aire de un golpe que nunca llegó. Si ese corte hubiera llegado a su cuerpo... habría sido partido en dos.
En un combate a muerte, utiliza todo lo que tengas, pon todo tu espíritu en cada golpe... no juegues. Sino solo hallarás tu muerte, amigo- Dijo la mujer tatuada.
Así lo haré, no moriré ante nadie- Dijo él.
Eso quería oír, en esta batalla que nos espera, tendremos que usar nuestro cuerpo hasta más allá de sus límites. Sino podemos, moriremos- Dijo Abigail.
El sol comenzaba a ponerse, las sombras comenzaban a ganar terreno en la tierra de los elfos. Poco a poco fueron apareciendo otros viajeros, por sus armaduras y equipamiento se trataba de cinco guerreros. Estos se hallaban muy callados, como concentrándose antes del viaje. Dos magos aparecieron, se sentaron algo más lejos. Por las cintas en sus brazos se veía que pertenecían al Clan Garuda.
Su maestro era uno de los gladiadores más poderosos de la región, hace tiempo no se les veía. Se comenta que su clan entero se lanzó hacia los dominios del malvado Kundum, desde entonces no se les había visto. Ahora, dos de sus magos aparecían a probarse en el evento. Tres elfos de brillantes armaduras aparecieron, estas reconocieron enseguida a Abigail y se le acercaron. Quitándose sus cascos, las arqueros se presentaron ante la guerrero Alfacrux.
Maestra, ha pasado el tiempo. Marina, arquero del clan Alfacrux se presenta- Dijo la guerrera de ojos ambarinos y rubia trenza.
Alecto, arquero del clan Alfacrux también se reporta- Dijo la siguiente, de pelo corto y rubio.
Tisifone se presenta- Dijo la última, de cabellos blancos como la nieve.
No esperaba encontrarles aquí. Pensé que estarían escoltando a nuestro líder en alguna de sus batallas. Fue para eso que os entrene- Dijo Abigail algo seria.
Es que de momento el clan esta detenido, por eso hemos venido a probarnos aquí. No había intención de abandonar al líder- Dijo Marina, algo atemorizada.
Bien, pero luego de esto, se vuelven con Docrates; no deseo tener problemas con él- Dijo Abigail.
¿Quienes te acompañan en tu aventura?- Preguntó Tisifone.
Una berserker y un guerrero. Ellos son Diógenes y Schekander- Los presentó la mujer.
Es un placer- Dijo Schekander mientras se levantaba de su asiento.
Las tres mujeres se quedaron asombradas por la altura de su interlocutora, al menos les duplicaba en estatura. Luego saludaron al muchacho, este no parecía algo fuera de lo común, pero si viajaba junto a su maestra, debía ser alguien poderoso.
Continuará