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Mu Capitulo 49: Ishkar

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Capitulo 49: Ishkar

Se dice que una vez pasado el portal de Kalima, lo que espera del otro lado es el mundo de los muertos. Otros dicen que es solo el Valhala del que hablan las sagas nórdicas. Lo cierto es que ya nada es igual en ese lugar. En la antigüedad se menciona este terreno como una isla que formaba parte del continente de MU. Pero, debido a que el poder del Demonio Regidor fue sellado. Esa porción de tierra se hundió en las profundidades, acabando también sellada.

Tanto mejor, el panorama que recibía a los recién llegados era traumático. Bestias luchando unas contra otras, devorándose por vivir. Hombres, mujeres y niños convertidos en entes. Si, bolsas deformes gimiendo en agonía y soledad. El cielo plomizo, amedrentador era cruzado por relámpagos que iluminaban el tortuoso paisaje.

A poco andar podían verse los vestigios de las sucesivas batallas que se habían dado lugar en esa tierra maldita. Si, estandartes destrozados y guerreros mutilados eran los encargados de dar la bienvenida a los visitantes. Cabezas cercenadas insertas en picas junto a esqueletos y cuerpos descompuestos oficiaban de guardia de honor. Las montañas erizadas de flechas, lanzas, espadas y cuernos recibían a los guerreros. A lo lejos podían oírse gritos de lucha, si… los pocos valientes que se habían osado a entrar y luchar todavía estaban peleando en ese lugar de pesadilla.

La tierra de origen volcánico junto con los ríos de magma le daba un toque de color a ese paisaje parco y lúgubre. Más de uno al llegar a esas regiones intentaba huir, pero una vez llegados ya no había forma de escapar. Aunque, algunos aseguraban que había un pasadizo entre las montañas que llevaba a las Tierras de la Prueba. Desde allí, se podía volver a los mundos ya conocidos.

Los sabios se pasaban días discutiendo y refutando hipótesis estériles. Que podían saber esos gusanos criados entre libros sobre los pasadizos de Ishkar. Los pocos guerreros que alguna vez habían vuelto de ese lugar lo describían así. El infierno era un lugar hermoso al lado de eso. Nunca una afirmación fue más cierta, esto fue lo que vieron los cinco viajeros al atravesar el portal.

Schekander rió con sorna, si eso era el Valhala… le habían engañado. Sin embargo, podía sentir como si una fuerza invisible le llamara. Tal vez eso que le llamaba era el poder del guerrero Thor. Este berserker había abandonado el palacio de Kundum. Desde una montaña cercana oteaba el horizonte. Si, su instinto le decía que ese guerrero de su tribu ya estaba allí. El gigante se paró y comenzó a caminar.

Diógenes observaba con pesar ese lugar infecto. Esa era la verdad que todos los Caballeros y hombres de armas compartían. Esta era la máxima expresión del resultado del camino del guerrero. Esto era lo que quedaba luego de cualquier guerra. Todos esos que se hallaban ahí tirados habían tenido una vida. Dejaron atrás familias, amigos, esposas. Todo para terminar así… muertos.

Abigail cerró los ojos por unos instantes, estaba allí junto a sus amigos. Junto a los que amaba y quería. Esta vez pondría todo su empeño para sobrevivir. Sus manos cansadas dejaron por un momento el arco. Era agotador estar todo el tiempo lanzando saetas y apuntando. Aunque, ahora tendría que permanecer alerta todo el tiempo. Ya no estaban en un lugar seguro.

Baiken miraba hacia todos lados y lo que observaba era muerte. El cielo concordaba perfectamente con ese lugar siniestro. Sus rodillas temblaban, claro que tenía miedo. A pesar de estar acostumbrado a la batalla no soportaba la muerte. Si esa otra cara de las guerras no existiera. El Maestro de Almas tragó saliva pensando por un momento en las palabras de Kalima.

Sin embargo, la pequeña todavía estaba sobre su espalda. La niña le sonrió de una forma inusual. De nuevo estaba en su hogar, las tierras que le vieron nacer. Ya habían pasado cinco años desde el día en que huyó. Rebelándose a la voluntad de su padre, por no dejarle salir de palacio mas que para matar. La pequeña escapó aprovechando la noche, deseaba conocer el mundo. Ahora la interrogante que se planteaba era: ¿Podría hacerle frente a su padre?

En el otro extremo de ese lugar de pesadilla. Un palacio se levantaba tras la ciudad de las cien columnas. Alguien se levantaba de repente de su trono. El salón se hallaba en penumbras, aunque algunos haces de luz se filtraban por las ventanas delgadas. La figura caminaba lentamente por el lugar. Cada luz mostraba una parte de la mascara que cubría su cabeza. Si, finalmente Lord Kundum aparecía.

La mano enguantada desenvainaba su espada, mientras caminaba hacia la puerta. La figura desapareció por unos segundos. Se oyó un grito ahogado en la oscuridad. Y el encapotado apareció sosteniendo a un guerrero. La espada estaba apoyada en la cien del intruso. La voz del enmascarado resonó en el recinto:

Así que… Mi hija ha vuelto. Eso quiere decir que los nueve guardianes ya han comenzado a moverse. Esto será interesante.

Señor… por favor- Dijo el hombre, tembloroso.

Oh, siento haberte asustado, Teneo. Ve a reunirte junto a los tuyos- Respondió Lord Kundum mientras le soltaba.

Muchas gracias, mi Lord- Dijo el guerrero aliviado.

El enmascarado salió del castillo y observó nuevamente el cielo nebuloso. Si, parecía ser que al fin la lluvia llegaría. Envainó su espada y llamó al paje. Como era su costumbre, se presentaría ante los recién llegados en el campo de batalla. Al menos, debía mostrarles cierta cortesía. Desde que estaba allí en su forma corpórea, aprovechaba para saludar a sus rivales.

Desde hacia poco tiempo, los guerreros de los clanes combatientes podían ver a lo lejos a un guerrero de brillante armadura observándoles. La mascara que protegía su cabeza lo identificaba entre los demás. Ese era Kundum, el Emperador que conquisto el mundo por un instante. Sin embargo, cada vez que un servidor comentaba esa hazaña. El enmascarado comenzaba a reírse.

Era como si en lugar de envalentonarle o darle bravura, le hiciera gracia. Ese guerrero ya no tenía las ansias de poder de antaño. Tal vez los años le habían ablandado más de lo que creía. Kundum se paraba entre los suyos y se iba a pasear en soledad. Sin embargo, era durante esos paseos cuando todos podían percibir al viejo Lord Kundum.

En la soledad de sus paseos los recuerdos del pasado volvían a asaltarlo. Memorias de batallas pasadas acosaban al enmascarado. Era en esos instantes cuando su aura salía poderosa. La visión de sus legiones acabadas, de sus amados soldados vencidos. Eso era lo que le enfurecía. Sin embargo, también estaban los recuerdos de su amada. En ese momento la cólera cesaba y el aura poderosa se desvanecía.

Tantos recuerdos conmovían al guerrero que aguardaba a sus rivales. La espada de Lord Kundum añoraba luchar. Ese lamento también llegaba al hombre que sonriendo hablaba con su arma:

Aguarda un poco más, Agatha. Ya llegará el momento en que te bañes de sangre. Pronto vendrán guerreros de verdadero valor y poder. Entonces, podrás degustarles.

Los cinco avanzaban con cuidado, examinando y reconociendo esa tierra devastada. A cada paso que daban, más cuerpos hallaban. A unos metros pudieron ver a un guerrero que intentaba pararse. Al ver a esos cuatro llegar hasta donde él estaba pareció aliviarse.

Sin embargo, el hedor que despedía el sujeto era impresionante. Se había quitado una de las tantas flechas que erizaban su cuerpo. Tenía el colon perforado, por lo tanto el control de sus esfínteres era nulo. Si, estaba sentado sobre sus propias heces. Moría de forma patética, allí en el hogar del propio mal. Los ojos del sujeto los miraron un segundo antes de morir. Esa fue la última imagen que se llevó al otro mundo.

Al pasar el primer cordón de montañas. Pudieron ver lo que les aguardaba en el valle que se abría a sus pies. Hasta donde alcanzaba la vista se veían guerreros de todas las clases luchando contra ese maremagno de abominaciones. Incluso los cielos se hallaban atestados de apariciones que resistían a los combatientes.

Los cuatro se miraron por un segundo. Baiken pudo sentir como ese campo de batalla les llamaba. Envolvió a sus compañeros con sus escudos de mana. Los tres se largaron de un salto pendiente abajo. El mago rió al verles tan animados, era como si todo ese escenario no les afectase. Solo pensaban en luchar y vencer. El albino se largó a luchar mientras apretaba a la pequeña más contra su espalda.

Kalima se sonrió al verle tan preocupado por ella. Sin duda ese Mago era demasiado inocente. Pero eso mismo era lo que le fascinaba, su inocencia. A pesar de que ambos eran capaces de aniquilar a cientos de individuos. Sin embargo... él podía mantenerse puro. Podía sentir como su cuerpo se despertaba y sus fuerzas comenzaban a multiplicarse de a poco. Dentro de poco se le haría imposible mantenerse en esa apariencia aniñada.

Baiken luchaba junto a sus amigos manteniéndose juntos. Mientras se iban acercando al lugar en el que se hallaban los otros guerreros. Sin embargo, cuando estaban a punto de llegar hasta ese grupo de combatientes. La pequeña Kalima tocó el hombro de Baiken con insistencia. El Maestro de Almas le miró extrañado. Fue el brillo de sus ojos lo que le indicó que algo no andaba bien.

Por favor, ven conmigo. Vamos a un lugar en el que podamos estar a solas- Dijo repentinamente Kalima.

Pero, Kalima. ¿Justo ahora?- Preguntó él, no muy convencido.

Si, yo te guiaré hasta el lugar. Acompáñame- Pidió la niña.

Bien- Asintió el Maestro.

En una fracción de segundo ambos desaparecieron. Los tres guerreros se quedaron allí, luchando por sus vidas contra esa impresionante cantidad de rivales. En la confusión del combate se habían olvidado de Baiken.

El Mago aparecía ahora en unas montañas, mas allá del valle en el que estaban peleando sus amigos. Kalima se bajó de las espaldas de Baiken. El albino comenzó a temblar, sabía que ese era el momento. La pequeña le miró y haciéndole una seña habló:

Sígueme, quiero que conozcas este lugar. Cuando tus amigos tengan que descansar, este lugar les puede servir de refugio. Este es mi regalo de despedida para ellos.

¿Porque así tan de repente?- Inquirió el mago.

Lo siento, mis poderes me impiden seguir como una niña. Por eso quería traerte aquí. Este será mi regalo para ti, Baiken- Le dijo Kalima.

¿A que te refieres?- Dijo él sin comprenderle.

La niña se alejó unos pasos de su compañero. Este le observaba entre extrañado y aterrorizado. Ya una vez le había visto en esa caverna, allí en la selva... se había convencido de que fue un sueño. Pero no era cierto, solo se había engañado. La pequeña comenzó a palpitar. El aire a su alrededor se oscurecía y las nubes que se formaron le envolvieron.

Ante sus ojos una mujer de figura espigada y armoniosa emergió. Sus ojos parecían dos piedras de verde jade. Su piel blanquecina y tersa contrastaba con el castaño oscuro de sus cabellos. Estos caían desordenados sobre sus hombros, dos mechones cubrían también sus pechos. Los andrajos que apenas tapaban sus partes mas púdicas permitían imaginar mucho a ese mago. Con su mano llamó a ese albino que dudaba en acercarse.

Sus pasos eran hacia atrás, tenía miedo de ella. Era cómico, le temía a la persona de la que había cuidado en todo ese tiempo. Crispando su puño, el mago se armó de valor y avanzó. Recibiendo por vez primera un calido abrazo de esa, su Kalima. La mujer le besó y luego le susurró al oído:

Este es mi regalo, si volvemos a encontrarnos. Seremos enemigos, mi vida.

Lo siento mucho, Kalima- Dijo el mago temblando.

Vamos, no seas tímido, Baiken- Le dijo ella mientras se reía.

El Maestro de Almas posó sus manos en las caderas de ella y le besó con pasión. La mujer sonrió complacida, mientras le abrazaba. Los besos fueron multiplicándose, lo mismo que las caricias. Las prendas del albino cayeron, mientras era tomado por el desenfreno de la lujuria. Ya no pudieron contenerse, ambos cuerpos se fundieron en el fuego del deseo.

Los cabellos se confundieron, sus pelvis se fundieron en una. Los cuerpos sudorosos, hambrientos de si mismos se anudaron una y otra vez. Las lenguas recorrieron lascivas cada curva de esos dos amantes. Las horas pasaron y cuando ella se levantó, le vio dormido abrazándola. Con sigilo se desembrazó y dejándole un último beso, la mujer desapareció con las luces del nuevo día.

Baiken despertó del sueño, hallándose desnudo la calidez en sus labios fue lo ultimo que atesoró. De ahora en más, solo le quedaba pelear hasta la muerte. Se volvió a vestir y recitando un conjuro apareció de nuevo ante sus amigos. Los envolvió de nuevo en pequeños escudos de mana. Mientras comenzaba a recitar un hechizo que maestro y alumnos sabían que estaba prohibido.

Lluvia de Hielo- Susurro el Maestro de Almas.

¿Que es eso?- Dijeron todos los presentes.

De esos cielos encapotados comenzaron a llover millares de saetas de hielo. Los conos afilados erizaban y perforaban a los monstruos. Por varios minutos los guerreros pudieron descansar. Amparados por los escudos místicos, podían permanecer sin recibir daños.

Los otros tres se quedaron sorprendidos por la técnica del mago. Sin embargo, este no tenia tiempo para eso y les guió hasta el centro de la batalla. O sea, donde se hallaban los otros guerreros. Una vez allí, pudieron ser saludados por todos esos guerreros de verdadero poder y valor.

Allí mismo estaban reunidos los miembros principales de clanes míticos como Titanes, Special K, Sparta, Ragnarok. Junto a ellos, había guerreros que no pertenecían a ninguno de los clanes mencionados. Sin embargo, eran tratados como si fueran miembros. Allí no había diferencias, todos luchaban contra el mismo enemigo.

Los guerreros hablaban entre ellos y se contestaban. Se podía notar que los maestros de clan daban órdenes. Uno de ellos, sonriendo les hizo comprender lo que ya sospechaban. Le estaban dando órdenes a sus otros compañeros, al otro lado del segundo cordón de montañas. Esos luchadores estaban excelentemente organizados, no cabían dudas.

Sin embargo, el luchar tanto tiempo sin descanso seguro les afectaría. Sin embargo, esos hombres no mostraban signos de cansancio. Llevaban años luchando sin descanso, estaban acostumbrados. Podían romper sus ritmos de lucha en cualquier instante, de esa forma podían vencer con facilidad. Al cambiar la forma de ataque, el enemigo quedaba vulnerable; perdiendo atención. Ese segundo era aprovechado para vencer.

Sin embargo, con esos cuatro la situación empeoraría. Los nueve más poderosos ya estaban moviéndose. Sería cuestión de tiempo para que esos guerreros chocaran en sus propias batallas a muerte. Además, Kalima ahora estaba suelta e iría a por Kundum. El escenario final ya estaba preparándose.

Continuará…

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