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MU Capitulo 45: Derrotas y Sorpresas en Kalima

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Capitulo 45: Derrota y Sorpresas en Kalima

El desafío de Asura ya estaba planteado. Esa era su forma de llevarlos hasta sus propios límites y mas allá. El espadachín más sanguinario les estaba probando. De nuevo la Furia de Luz surcó el espacio. Los cuatro se lanzaron a por él, pero los vientos abrieron cortes en sus cuerpos.

- VAMOS, SIGAN PELEANDO. SUS CORAZONES TODAVIA LATEN… PARENSE Y PELEEN- Gritaba el Gladiador.

Todos ellos cayeron al suelo heridos, habían estado soportando por mas de media hora. Era demasiado para sus actuales niveles de poder y fuerza. El psicópata les miró decepcionado, se dio vuelta mientras dejaba caer su espada y la arrastraba. Unos momentos más tarde la recargo sobre su hombro y comenzó a caminar hacia la selva. Aunque tenía cortes por todos lados, estaba feliz de haber peleado con ellos.

Les faltaba para llegar a darle alcance, pero lo habían hecho muy bien. Lograron herirle, eso ya era algo encomiable. Podrían vencer a rivales poderosos, aunque Lord Kundum era otra historia. Ese demonio estaba más allá de las capacidades con que ellos contaban. Para vencerlo debían volverse tan fuertes como dioses y no lo eran. Pero al menos tenían valor.

Cuando los guerreros pudieron incorporarse, notaron que las apariciones no les habían atacado. Schekander estaba muy lastimada por los ataques del Psicópata Itinerante… Baiken tenía el brazo convertido en pulpa. Recordó como había intentado detener la pesada empuñadura de esa espada. Este fue el resultado. Concentrándose ejecutó su hechizo de curación con la mano sana.

Diógenes se levantó a duras penas, le sangraba toda la espalda y la cabeza. Ese guerrero estaba fuera de su alcance. Con sus puños golpeó el suelo, estaba tan feliz de superar a Schekander. Y de pronto, así porque así aparece él y les enseña la verdad. Siempre hay alguien mas poderoso ahí afuera. Alguien que nos mostrará que todavía nos falta mucho.

Sigurn se levantó dolorido, para su asombro la armadura que vestía… cayó de su cuerpo. Las vestiduras que le habían acompañado siempre ahora eran un montón de pedazos. El pelirrojo intentó caminar, pero cayó de nuevo al piso. Su pierna derecha estaba luxada. Entre los otros tres levantaron al Caballero Dragón y lo llevaron hasta las puertas de la fortaleza.

Cuando los guerreros de la Marca Este les vieron venir, salieron a su encuentro. Su Comandante estaba herido. Cuando miraron a los que le traían no les reconocieron. Schekander intervino para que no les atacaran. Diógenes dejó al hombre y mirando a Biaken ambos desaparecieron. El Maestro de Almas usó la teleportacion masiva para ello.

Aparecieron cerca de una cueva y se dejaron caer. Ya no tenían porque seguir mintiendo, estaban agotados y lastimados. Una niña salió de la cueva, sus harapos y su cara sucia le confundían con el ambiente. La chiquilla intentó despertarles pero no le fue posible. Cuando tocó el cuerpo de Diógenes se manchó con sangre. Esto le asustó, haciéndole retroceder. Baiken se movió un poco y le habló:

K… kalima. Por favor, dame una mano con este tonto.

De nuevo se peleo ¿no?- Preguntó ella con desilusión.

Heh, no le culpes. Esta vez alguien mucho más poderoso apareció- Le dijo Baiken mientras se paraba.

Eso no importa ahora. Tengo que salvarles, así que… ayúdame un poco a despertar mis poderes- Pidio la niña al mago.

Gracias, Kalima- Le dijo Baien mientras le sonreía.

La niña tocó la mano del mago que comenzó a recitar un hechizo de hielo. La energía que se generaba fue absorbida por la chiquilla. Esta se llenó de ese poder y mientras todo su ser irradiaba energía se acercó al cuerpo de Diógenes. Juntó sus manos y comenzó a recitar un conjuro. Unos momentos después acercaba sus manos a las heridas del guerrero.

Las heridas comenzaron a sanar rápidamente. Los tejidos, músculos y vasos se regeneraban. El impulso vital que enviaba esa niña generaba el efecto. Una curación ultra rápida del cuerpo humano. Minutos pasaron uno tras otro hasta que las cicatrices cerraron completamente.

Cuando la sesión terminó, la niña comenzó a temblar por completo. Sus piernas se aflojaron y por eso quedó de rodillas ante el herido. Al intentar pararse, Baiken le ayudó y la tomó en sus brazos. Esa pequeña tenía una forma muy inusual de canalizar la energía. Sus poderes mágicos aún estaban latentes, sin embargo era evidente que tenía grandes fuerzas.

Le cargó con ternura, dejándole dentro de la cueva. Luego salió y cargó con Diógenes que todavía no despertaba. Mientras lo llevaba, el guerrero despertó. Con suavidad le preguntó a su amigo:

Lo hicimos bien ¿no?

Heh, todos sobrevivimos. Eso ya nos hace vencedores- Dijo el mago mientras le lelvaba.

Ahora me doy cuenta, lo mucho que me falta para poder ser el mas fuerte de todos- Dijo Diógenes.

Ese asesino esta en otro nivel de poder. Y yo que pensé que tu eras poderoso- Respondió Baiken a tono jocoso.

No, solo quiero serlo. Pero para eso debo alcanzar las espaldas de ese hombre- Le dijo con firmeza el lancero.

Bueno, eso ahora no importa. Tienes que descansar, Kalima te curó. Pero ella no hace milagros- Le retó ese albino.

Esa niña. Resultó ser más confiable de lo que esperaba- Dijo el moreno mientras reía.

Si… ah, lastima que sea una niña- Se lamentó Baiken.

Ey, aquí las mujeres no abundan. Además, cuando volvamos a ver a Abigail y a Schekander tal vez puedas salir con la tatuada- Le dijo con seriedad Diógenes.

Hah, tu siempre pensando en mi integridad física, amigo- Respondió Baiken menando la cabeza.

¿De que hablan tanto Uds. Dos?- Preguntó la niña.

Nada, nada. Solo esta delirando este tonto- Se disculpó Baiken.

Aha- Le siguió la corriente el lancero.

Los tres se quedaron dentro de la cueva que era muy espaciosa. Diógenes se durmió casi al instante, estaba agotadísimo. Luego de tanta tensión, al relajarse el cuerpo y enfriarse era como un desmayo. Baiken se quedó solo con la niña, ambos estaban sentados. La pequeña tiritaba de frío, por eso el mago tomó su capa y la envolvió con ella.

A Baiken le costaba reconocerlo, pero tenía una gran fijación por esa niña. Sin embargo, lamentaba no ser tan fuerte como para protegerle. Se comparaba con Diógenes y no era tan bueno. Asura estaba completamente fuera de su alcance, aunque en magia le superaba. El Maestro de Almas suspiró, tantas comparaciones poco favorables minaban su ego.

Con ternura miraba el rostro de la pequeña niña durmiendo a su lado. Bueno, al menos aunque fuera una niña. Ella le quería… lastima que no fuera una mujer madura. Eso era lo que le gustaría tener en ese preciso instante. Al mago le habría encantado conocer a una mujer avasalladoramente bella. Una que también compartiera sus gustos. Pero ya no era momento de pensar y por eso cerró sus ojos.

¿Te gustaría que fuera alguien mayor?- Le preguntó una voz dulce.

¿Que?- Atinó a responder el hombre.

Bien, pero cállalo por favor-Respondió la voz.

Cuando el mago abrió los ojos, una mano delicada y sedosa se los tapó. Una voz sensual e invitante le susurró al oído:

Quizás tu deseo se cumpla, Baiken.

¿Quien eres? ¿Cómo llegaste sin que lo notara?- Balbuceó el mago alarmado

Ssssh, calla o Diógenes despertara- Le dijo la voz al oido.

¿A él también le conoces?- Preguntó el hombre sin terminar de creerselo.

La mujer no le respondió, solo pudo percibir como los labios de ella se movían. El hechizo fue corto, pero con esto dejó a Diógenes sin poder oír o ver. La mano no se movía de los ojos del mago que ya comenzaba a asustarse. Los latidos de su corazón se dispararon, empezaba a temblar. Si… a pesar de estar acostumbrado a las luchas, todavía era un cobarde. Las risas de ella lo descolocaron, un roce de esos labios voluptuosos y humedecidos embriagaron al albino.

Los labios del mago saborearon ese ósculo, esperando por más. Los labios de esa fémina esta vez atraparon la boca de ese hombre. La mano dejó de tapar sus ojos para agarrarle fuerte la cara con ambas. Baiken estaba en el séptimo cielo, totalmente indefenso y ausente. La hembra le soltó por unos instantes y volvió a besarle. El albino se derretía de felicidad.

Baiken abrió sus ojos y se encontró cara a cara con una mujer de hermosas facciones. El cabello castaño enmarcaba esa carita de ángel. Los ojos verdes, profundos casi hipnóticos le miraban divertidos. Esos labios rosados y atrayentes, esos eran los que había probado ya casi tres veces. El Maestro de Almas le miró nuevamente, esa dama le recordaba a alguien. Cuando le miró las ropas… comprobó que solo llevaba harapos. Su capa le tapaba y ahora le cubría a él también. La mujer le mordió el lóbulo de la oreja suavemente y luego le dijo:

Soy yo tonto, Kalima.

Ante esa afirmación el mago se quedó helado. No podía ser cierto que esa bella mujer fuera la niña que había cuidado durante todo este tiempo. Imposible, la Kalima que el recordaba era una pequeña de cabellos castaños y ojos marrones profundos. Esa mujer, no podía serlo. Pero la fémina no le dio tiempo a hablar nuevamente. Esta vez ella se abalanzó sobre él, besándolo.

No te preocupes, yo solo te quiero a ti- Dijo ella en un suspiro.

¿Pero como puede ser posible?- Preguntó él.

Tengo mis razones para permanecer como una niña- Respondió ella, misteriosa.

Dime la verdad, sin miedos, Kalima- Pidió Baiken.

El Demonio Regidor al que ustedes llaman Kundum tuvo una hija- Le dijo la dama clavandole sus ojos como dagas.

Hahahaha y me dirás que tú eres esa hija- Dijo él, riendose.

Si- Sentenció ella.

Ante esa afirmación el mago se quedó como si lo hubiera herido un rayo. Kalima jamás le había mentido y no tenía porque hacerlo ahora. Miró a la mujer de nuevo, como si no terminara de creérselo. Pero el semblante de ella estaba serio, en verdad hablaba seriamente. Las manos del Maestro de Almas temblaban, mientras soltaban la cintura de la chica.

Kalima sonrió compasiva, lo que le había dicho era un shock para ese hombre. Todo este tiempo viajó junto a la hija del mal. Baiken se sentía traicionado, esta pequeña jugó con sus afectos. Durante casi un año cuidó de ella con muchísimo cariño. Esta era la recompensa que recibía por todo ello… que irónico.

Mientras en esa caverna las verdades comenzaban a salir a la luz. En la Marca Este los médicos corrían contra el reloj. Las heridas que recibió Sigurn eran muy profundas, no sabían con quien se había encontrado. Pero no había dudas que era tan poderoso como para matar a su comandante.

Asrok estaba nervioso esperando noticias. Su mejor amigo y mentor estaba postrado en una camilla. El no pudo intervenir y eso le frustraba… su debilidad lo ofuscaba. Pudo oír unos pasos venir desde el pasillo. Los pasos eran irregulares, el sonido de la muleta apoyar interrumpía el silencio. La silueta enorme se dibujó en el recinto. Si, era Schekander. La herida en su pierna derecha tardaría en sanar, lo demás eran cortes superficiales y golpes. Sin embargo, así y todo le habían llenado de vendas.

El segundo al mando le miró reprobatoriamente. Ella no había sido capaz de defender a su jefe. Le parecía que era alguien indigno, por eso habló:

No pudiste protegerle ¿Como puedes venir a mostrar tu cara por aquí?

Vengo a saber como esta Sigurn- Dijo ella, impasible.

No tienes derecho a estar aquí. Fallaste como su protectora- Le dijo Asrok mientras le señalaba la puerta.

Dime algo Asrok ¿Alguna vez oíste hablar de Asura el Psicópata Itinerante?- Preguntó ella de repente.

¿Porque me preguntas eso?- Quiso saber el tuerto.

Contéstame- Pidió la mujer.

Claro que si, todos aquellos que hemos sostenido una espada sabemos sobre él. Un guerrero que usa una espada espíritu. Pero no un guerrero ordinario, un asesino depravado que disfruta de la lucha. Se dice que un golpe de su espada puede destruir estrellas. Un solo agite y cualquier monstruo, sin importar su poder desaparece delante de su presencia. No existe nadie que haya podido sobrevivir a un duelo con ese hombre. Y él siempre viaja por el continente buscando guerreros fuertes ante los que probarse- Dijo Asrok con vehemencia.

Bien, contra ese hombre fue que nos enfrentamos. No pudimos hacer más que intentar detener sus ataques. Solo pensábamos en sobrevivir, ni siquiera pudimos atacarle. Una vez que se puso serio todo fue de un solo lado- Le dijo ella mientras se agarraba el brazo,

La existencia de ese guerrero siempre fue un rumor para nosotros. Eres la primera persona que oigo darme una explicación de este tipo. Pero de ser cierto, dime ¿Con que mano empuñaba su espada?- Preguntó el guerrero.

La derecha- Dijo con seguridad Schekander.

Bien, entonces de ser el verdadero Asura… estaba conteniéndose. Ese asesino es zurdo- Respondió Asrok con seguridad.

Ante esa afirmación Schekander se quedó sorprendida. Si eso era cierto, ese hombre ni siquiera les había tomado en serio. Aunque aparentó usar todo lo que tenía... no usó el cien por ciento de sí en el combate. Eso era aún más humillante para ellos. Ellos cuatro, que estaban por encima de los demás guerreros habían sido vencidos. Y un solo Gladiador había sido el responsable.

Asrok le miró divertido, conocía esa expresión de incredulidad. A Sigurn le pasó lo mismo cuando le contó sobre Asura. Quizás ellos no podían creer que alguien como ese hombre existiera. Pero, para quienes habían estado siempre en continente… era una leyenda común. Escuchar sobre Kundum o Asura era algo común entre la gente de ese lugar.

La puerta se abrió y finalmente uno de los médicos intervinientes salió. Su semblante no auguraba nada bueno. Los dos se pararon al instante y esperando con ansiedad el veredicto del hombre. El silencio que se cernió en ese pasillo los incomodó un poco. El hombre habló:

Esta muy lastimado, tardará mucho en recuperarse de sus heridas. Hemos hecho lo que pudimos.

¿Podemos verle?- Preguntó Schekander.

Creo que lo mejor será que le dejen descansar por hoy. Fue una intervención muy delicada- Dijo el doctor.

Bien, muchas gracias- Le dijo Asrok mientras se daba la vuelta.

Los dos se quedaron allí unos momentos más. Parecía como si las baldosas se aflojaran y junto con ello… el mundo se les viniera encima. Sin un comandante que les guiara y protegiera. Ese grupo de soldados debería resistir por sí mismos. Esta vez, deberían hacerlo por su jefe. Pero, no contaban con que ya había alguien que tomó las riendas.

Flecheros, esta vez… no tengan piedad- Ordenaba la voz de una fémina.

Si señora- Respondieron los flecheros.

Cuando les tengan a alcance lancen- Ordenó Abigail.

Los arqueros tenían las cuerdas tensas, las flechas listas para salir. Una sola seña y las saetas salieron en forma de rayos mortales. Estos atravesaron apariciones, monstruos y todo lo que hallaron en su camino hasta desaparecer. Abigail sonrió complacida, sus esfuerzos daban frutos. Sus compañeros en el muro ahora se hacían con una poderosa técnica. La flecha de penetración se mostraba ahora como la nueva arma de la Marca del Este.

Continuara...

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