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MU Capitulo 37: ¿Que ocurrió con Abigail?

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Capitulo 37: ¿Qué ocurrió con Abigail?

Dos hombres avanzan por la selva tupida. El calor húmedo y pegajoso les había obligado a despojarse de sus armaduras. Uno de ellos acarreaba una lanza, varios vendajes dejaban las claras de nuevos enfrentamientos. El cabello negro como la noche se hallaba suelto ahora. No había necesidad de llevarlo atado. La mirada ahora se había vuelto más salvaje e impetuosa. El guerrero había crecido.

Un Maestro de Almas le acompañaba, a estas alturas no se sabía cual de los dos estaba más loco. Si él por acompañarlo o ese imbecil por caminar este sendero. Su cuerpo había tomado color, abandonando el tono pálido de sus compañeros de Orden. El Cabello seguía igual, solo que ahora la barba acompañaba. Las manos estaban listas para atacar, es mas... deseaba pelear. El báculo iba guardado tras su espalda, no pensaba usarlo hasta no pulirse mejor.

Si, ahora eran rudos. Para que ser piadosos, la piedad es solo para débiles. Ellos sobrevivían, no importaba como. Si tenían que matar, eso ya no importaba. Eran solo ellos y sus enemigos. No importaban los gritos o el numero, solo superarlos. Frío, calor, lluvia esos eran detalles que no valían la pena.

¿El alimento? Cualquier cosa lo era, para un mendigo todo era comestible. Que importaba si estaba cocido. La carne muerta igual sabía a carne. Los insectos y alimañas también podían ser devorados. En ese infierno verde era una de las tantas preocupaciones.

Diógenes y Baiken caminaban trabajosamente por la selva de Kalima. Pero... ¿que fue de Abigail? Ella estaba en un lugar mejor. No, no murió solo volvió al lugar que le correspondía. La princesa del reino de Lorien por fin reapareció...

…

Cuando por fin alcanzaron a Diógenes, ambos tuvieron que elevarse a toda velocidad hacia arriba. Increíblemente habían llegado a ese reino. Lorien era conocida como el último bastión. Y en verdad lo era, a partir de allí, una vez que se saliera de la ciudad los dominios de Kundum comenzaban.

Los salvadores depositaron el cuerpo del lancero que a los pocos minutos despertó. Este al intentar levantarse cayó de nuevo al piso. Durante todo ese tiempo el ejercicio realizado por sus extremidades había sido poco. Por esa razón estaban débiles y había que volver a acostumbrarlas.

Dos horas pasaron hasta que pudieron moverse normalmente. Cuando los tres se pararon pudieron contemplar en todo su esplendor esa ciudad. Las luces ya comenzaban a encenderse e iluminaban el lugar. Sin dudas esa ciudad se veía bella a comparación de las demás. Como ciudad portuaria, se mantenía activa en todo momento.

El trío caminaba por la calle central. Jamás habían imaginado ver un entoscado tan prolijo. Las casas y negocios se veían llenos de comerciantes y transeúntes. Ellos avanzaban asombrados, miraban todo. Les parecía estar en otro lugar, era impresionante.

Un grupo de hombres uniformados les cortó el paso. Este contingente de guerreros vestía ropas azules y rojas. Todos portando espadas y escudos, se movían coordinados y aglutinados. Uno de estos se adelantó y les habló en voz alta:

¿Quienes son Uds.? ¿y que buscan en Lorien?

Estamos de paso, nos dirigimos a Ishkar- Dijo Abigail.

Oh, están locos. Un grupo de enclenques como vosotros no durarías nada allí. Primero deben atravesar Kalima, el infierno verde. Desde ahí, pasando el cenote del fin del mundo… llegaran a Ishkar, la patria del Demonio. Sin embargo, parecéis mas un hato de mendigos que un grupo de guerreros- Dijo el interlocutor.

Hemos estado luchando en Icarus, de allí venimos- Dijo Baiken.

OTROS IMBELICES QUE DICEN VENIR DEL SANTUARIO- Gritó uno de los uniformados.

Diógenes no habló, solo tomo su lanza y agitándola una sola vez ejecutó la técnica distintiva de la Orden. Los vientos formaron un tornado que levanto por los aires a ese grupo de imbeciles. Los hombres gritaban mientras eran cortados por esos vientos enfurecidos.

Los tres avanzaron por la calle ante las miradas ateridas de los caminantes. Otro grupo de uniformados les cortó el paso unas calles mas adelante. De entre ellos salió uno de una corpulencia similar a la de Schekander y desenvainó. La espada centelleaba en las manos del guerrero. Este no se movía, Diógenes preguntó:

¿Quieres terminar igual que tus amigos?

Solo quiero saber, ¿porque venís con ella por aquí? Si mal no recuerdo, junto a ti esta la princesa de este reino- Dijo el hombretón.

¿Cómo dices?- Intervino Baiken.

Los rasgos son idénticos a los de su madre. La mujer que camina a tu lado tiene que ser nuestra gobernante desaparecida- Dijo el guerrero.

¿Abigail?- Preguntó Diógenes.

La fémina no habló, solo miró al lancero que no terminaba de creérselo. Todo este tiempo había estado junto a un miembro de la realeza. Pero, antes de que pudiera volver a hablar; ella tomó la palabra.

No sé de que me hablan. No ha sido la primera vez que he pasado por estas latitudes. Sé sobre la princesa que perdieron hace tiempo, pero lo siento... No soy esa persona.

Espera, tampoco sabemos mucho de tu origen. Además me gustaría saber como sucedió todo. ¿Podrías contarnos un poco mas?- Pidió Diógenes.

Yo estaba a cargo del cuidado de la pequeña niña. Pero ella era increíblemente escurridiza y muchas veces escapaba de mi vista. Cierto día, la perseguía por el puerto y la chiquilla chocó con un desconocido. Cuando miré al hombre, palidecí de terror. Se trataba de Grendel el Demonio. Este pirata era el único que osó navegar los mares más allá de Lorien. Su presencia era tan temida como la de Kundum. No pude hacer nada contra él y mientras me hallaba tirado en el suelo le vi como se llevaba a mi protegida- Concluyó el sujeto.

Entonces, ¿eso fue todo?- Preguntó Baiken algo desilusionado.

No, por informes que pudimos obtener de la agencia de Inteligencia del Imperio. Estos sujetos llegaron en su bajel hasta las costas del continente de MU. Allí fueron destruidos por un solo elfo que al parecer tomó bajo su cuidado a la niña- Comentó el sujeto.

Pues, en verdad es una historia curiosa. Pero a nosotros no nos afecta. Ahora, tomen su dinero por el peaje y déjennos pasar- Dijo Abigail ofuscada.

Lo siento Caballeros, tenemos que seguir nuestro camino- Dijo Baiken.

Los hombres se quedaron mirando a esos extraños que seguían avanzando. El viejo uniformado se quedó centrado en la mujer. Si, para él no habían dudas; era ella. La mirada era muy similar a la de aquella chiquilla. Pero evidentemente, esa mujer era guerrera. La vida que había llevado en todo este tiempo fue dura. Muy lejos de la realeza.

Mas adelante los tres decidieron descansar en una posada. Tenían algo de dinero y podían darse ese lujo al menos por esta vez. Además, tenían lo que había guardado Schekander. Cuando ingresaron al lugar, el hombre que atendía les recibió con celeridad. Por suerte consiguieron habitaciones individuales y les cobró poco.

Por fin después de tantos viajes podían descansar. Aunque se les hacia raro a esos tres tener tanto lujo a su disposición. Después de todo, siempre habían dormido a la intemperie o en un lugar todos juntos. Ahora contaban con una habitación para cada uno.

Baiken aprovechó a desvestirse y cambiar sus ropas por otras más cómodas. Por un rato podría andar sin armadura. Abigail se había quedado apoyada tras su puerta. Pensaba y repensaba, era difícil seguir escondiendo su origen. Sin embargo, ya no deseaba ocupar ese lugar de privilegio. La vida como aprendiz de esa elfo había sido buena y junto a esa mujer aprendió a valorar las cosas pequeñas.

Desde joven se valía por si misma, no deseaba perder esa libertad. Suspiró y decidió ir a darse un baño. Al menos así lograría tranquilizarse. Camino al baño fue despojándose de la armadura y la ropa que siempre llevaba bajo esta.

Al llegar se encontró con una tina que llenó de agua. Su pie fue lo primero que tocó el líquido elemento, luego siguieron sus piernas. Luego las caderas, el torso y por ultimo la cabeza; todo fue hecho con delicadeza. Quedó bajo el agua unos minutos, como intentando pensar allí mismo.

Cuando sacó su cabeza del agua, pudo oír unos golpecitos a su puerta. No les dio importancia y tomó la esponja. Frotó todo su cuerpo para sacar las impurezas. En el podían verse algunas cicatrices. Pero no eran tan numerosas ni tan pavorosas como las de sus compañeros. Al terminar con el baño salió de la tina.

Los golpecitos los volvió a escuchar. Esto ya le estaba exasperando y tomando la toalla se dirigió a la puerta. Al abrir la puerta se encontró con un azorado Diógenes. Este no esperaba verle desnuda. Él ya estaba vestido, se había bañado rápido para invitar a la rubia a salir.

Ambos oyeron unos pasos venir hacia donde estaban. Diógenes no lo pensó y tapando la boca de su amiga entró y cerró la puerta. Con la hoja de madera a sus espaldas, esos dos quedaron mirándose. La mano del guerrero aún sujetaba los labios de la mujer. Ella podía sentir el cuerpo endurecido de su discípulo.

Este sonrió y quitó su mano para acariciarle el pelo. Nunca se había sentido así de indefensa ante alguien. El Caballero buscó los labios de la mujer que siempre había deseado. Estos no se negaron a recibir el ósculo, las manos de ella se movieron. Tomó la cara del muchacho que continuó besándola.

Los brazos de él rodearon el cuerpo mojado que se estremeció. Había pasado tiempo desde la primera vez que le vio. Desde esa vez en Lorencia que la deseaba en lo mas recóndito de su alma. Cada charla y cada vez que estaban juntos era un suplicio para él... estar tan cerca y no poder poseerla.

Para ese momento, Abigail ya le había quitado la camisa. Ahora apreciaba embelesada el pecho lleno de cicatrices del guerrero. Cada músculo endurecido por las luchas y los duros entrenamientos. Con temor acercó su mano al cuerpo de ese, su amante. Este no podía terminar de creérselo.

Mientras ella lo besaba, Diógenes se despojó de la parte de abajo. Con delicadeza bajó su mano hasta las caderas. Sus dedos buscaban el centro de mujer, el lugar donde podía hacerla explotar de pasión. Un dedo rozó esa zona y la rubia tembló como una hoja. Si, había llegado al blanco. Ese invasor ingresó en la cueva por unos instantes, haciendo que la mujer se arqueara de repente.

Abigail podía sentir que un calor comenzaba a nacer dentro de ella. Lo que desvió su atención fue ese bulto que no había sentido antes. Era una daga de venas y carne que pronto desaparecería... dentro de ella.

Su seno derecho fue tocado por esa mano callosa y poderosa que se afianzó. Mientras le masajeaba con firmeza… por abajo sus dedos entraban y salían de esa cueva. Cada vez con más velocidad, más rápido. Los muslos de la fémina pronto comenzaron a empaparse.

La respiración de ambos estaba acelerada, jadeaban de placer. Las bocas de ambos ardían de lujuria. Diógenes se agachó y lamió los muslos de la mujer que intentaba no gritar. Al volver a estar a la misma altura, el guerrero tomó a Abigail de la cintura.

Siempre quise tenerte así. Perdóname, Abigail.

Esta bien, creo que ya no podemos seguir ocultándolo. Diógenes- Respondió ella, ya sonrojada.

Esto puede dolerte un poco- Dijo él mientras le tomaba con sus manos.

La mujer no contestó, solo cerró los ojos. La estaca endurecida por la cercanía de los cuerpos fue abriéndose paso dentro de esa mujer. Abigail dio un respingo y aferrándose con los brazos al cuerpo de su hombre mordió ese hombro. El amante se mordió el labio inferior, soportando ese dolor que le derretía de placer.

Los envites eran más fuertes, el cuerpo de esa mujer bajaba y subía. Ambos estaban enzarzados, fusionados en un solo cuerpo de pasión. El lancero ya no podía mas, toda su resistencia se volvía nula. Su estaca llenó de su simiente el centro de mujer. Abigail le mordió más fuerte, hasta hacerlo sangrar.

El guerrero se dejó caer, las piernas le fallaron. Abigail aún no se levantaba de encima, todavía no acababan los espasmos. Unos segundos más y la mujer dejó de temblar. Ella abrió los ojos y miró de nuevo la cara de su amante. Diógenes rió al verla sudorosa y aún disfrutando del placer recibido.

Quiso incorporarse pero ella se lo impidió. Con un beso le detuvo, sorprendiendo al amante. La rubia se levanto, dejando al muchacho todavía derretido de placer. Por ser la primera vez, había estado fantástico. La mano de ella invitó a su querido guerrero a levantarse. El hombre la tomó y se incorporo frente a ella.

Ven, vamos a bañarnos. Dijo ella mientras le llevaba.

Continuará…

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