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MU Capitulo 59: Viento y Oscuridad

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Capitulo 59: Viento y Oscuridad

El guerrero encapuchado bajaba la pendiente de esa montaña. Ya podía sentirlo, el poder de ese Demonio Regidor le estaba llamando. Si, el desafío ya estaba planteado y ahora debía darlo todo. Esos jóvenes lo habían hecho bien, mejor de lo que había esperado. Sin embargo, las batallas que sufrieron les dejaron muy débiles. Si seguían exigiéndose tanto… sus días quedarían contados.

Sus pies tocaron tierra y entonces comenzó a correr hacia la ciudad. Solo un poco más, pensó. Esos cuatro tenían que resistir, contaba con ello.

En las ruinas del Palacio Imperial, Lord Kundum continuaba luchando. Esos cuatro guerreros ya no podían ser perdonados. Le habían matado una vez, sufrió la agonía y el dolor. Era el turno de ellos, levantando su espada desató nuevamente a su Cortador de Cielos.

El destello atravesó puntos específicos en esos guerreros. Nada pudieron hacer, intentar bloquear solo le fue posible a Circe. Schekander, Diógenes y Abigail gimieron de dolor al recibir las estocadas. La sangre brotó sin control y ya quedaron ralentizados. Con las piernas heridas, no podrían moverse tanto.

Les asustaba la idea de que ese Demonio estaba jugando con ellos. Pero al menos había esperanza… Circe todavía estaba en pie. La elfo oscura luchaba con todas sus fuerzas contra ese hombre. Estaban igualados en velocidad, reflejos y poder. Sin embargo, la sonrisa de él le molestaba.

Era cierto, en el pasado también le había ocurrido. Mientras peleaban, él solo sonreía al tiempo que detenía y atacaba. Era como si más que luchar estuviera retozando. Sin embargo, sus golpes eran certeros y mortíferos. No, ese hombre no podía estar jugando con ella.

Sus puños golpeaban, chocando entre si. El momento propicio se presentó y entonces las hojas volvieron a volar. Un semi circulo y ambos cayeron, se habían cortado el abdomen. Jadeaban mientras regeneraban su cuerpo, pero Circe se estaba agotando. La visión comenzaba a fallarle.

La doncella cerró sus ojos, ahora solo percibiría. Ya no podía confiar en su vista, estaba cansada. Relajó su postura de combate y dejó de atacar. Esto confundió a su rival, no esperaba que ella se rindiera. El odio que le empujaba a querer matarle a él, el asesino de los suyos... no podía desaparecer tan fácil.

Esperó titubeante algún ataque, pero Circe no atacó. No quedaba de otra, tendría que atacarle. Lord Kundum levantó su espada y lanzó su Cortador de Cielos. Los destellos atacaron a la mujer. Pero ninguno llegó a destino, la hoja humeante de la mujer de Kalars lo comprobaba.

Volvió a atacar, pero los resultados fueron los mismos. Los cortes no pudieron alcanzar el cuerpo de ella. A pesar de no verle, podía predecir los ataques con exactitud. Cada movimiento que él hacia, la elfo se movía en esa dirección. No gastaba energías, al contrario… las ahorraba, pero ¿Para qué? En el pasado ella no había luchado de esa forma.

Era intrigante esa forma de pelea inusual. Sin embargo, la sonrisa volvió al rostro del guerrero. Ahora lo comprendía, esa elfo había resignado el ataque solo para defenderse… si, ella ya se había rendido. Solo era cuestión de dar un golpe tan veloz y potente como para atravesar su rango de ataque.

Él poseía una ofensiva así, lastima que tuviera que usarlo en una situación tan embarazosa. Así lo pensó Kundum. Tomó la espada con ambas manos y dejó el filo mirando hacia abajo. Se lanzó a toda velocidad a por ella, transformándose en un relámpago de luz. Al verlo venir, Circe contraatacó.

El choque entre ambas técnicas hizo temblar la tierra. Diógenes y Schekander fueron arrastrados por el movimiento. Abigail, por el contrario se levantó y apuntando disparó una saeta. Abrigaba la esperanza de dañar a ese guerrero, pero jamás se espero lo que ocurrió.

Kundum detuvo la flecha con su espada y acto seguido desató su Cortador de Cielos. El destello se intensificó. Diógenes y Schekander no llegaron a tiempo. Impotentes le vieron caer mientras la sangre se regaba. La blonda cayó para no levantarse mas, su llama vital había sido devorada.

Diógenes y Schekander le abrazaron y comenzaron a llorar. El pilar del grupo había muerto y ellos no pudieron hacer nada. El lancero cerró los ojos de la rubia y enjugándose las lágrimas intentó pararse. Clavó su lanza en la tierra para incorporarse.

Fue por su debilidad que no pudo protegerle. No fue lo suficientemente fuerte. Su mirada brilló con el deseo de venganza. Esta vez, no podía permitirse el patetismo... por ella. Se lanzó al ataque y Kundum no pudo verle. El espadachín sintió como se abría su hombro. La sangre brotó de la herida y el dolor volvió a morderlo.

Schekander intentó levantarse, pero Kundum ya había atacado. El Demonio Regidor envainó la espada. El sonido de esta al trabar hizo de interruptor. En el pecho de Diógenes, en el brazo izquierdo de Circe y en el abdomen de la berserker... dos profundas heridas aparecieron.

Los tres atacantes cayeron al suelo, intentando tapar con sus manos la herida. Era infructuoso, la sangre escapaba igual. Ese era el final, ya todo se había perdido. Podían descansar en paz. Al menos para cuando él se recuperara de todo esto... Nuevos guerreros de verdadero poder y valor vendrían a plantarle cara. Ese único consuelo hacia su tormento más llevadero.

Lord Kundum realizó un hechizo y nuevos servidores aparecieron. De la nada, invocados por su poder. Las bestias se arrodillaban ante su señor y lentamente iban acercándose. Los cuatro guerreros ahora no eran más que alimento para esos monstruos recién nacidos.

Las fauces babeantes se acercaban a ellos para devorarles. Sin embargo, sus hilos todavía no debían ser cortados. Al menos, alguien no estaba de acuerdo. Cientos de gritos se elevaron mientras un grupo de bestias caían destrozadas. La confusión se apoderaba de la escena. Luego los vientos mas poderosos que jamás vieron destrozaron a las apariciones.

El fragor del sonido parecía callarlo todo. Sin embargo, unos pasos les llamaron la atención ¿Alguien mas estaba allí? Miraron ávidos al lugar del que provenía ese sonido. Un sujeto envuelto en una larga capa venía hacia ellos. Kundum se quedó pensativo, otro combatiente mas. Sonrió, seguro sería un debilucho como estos chiquillos.

El encapuchado llegó hasta donde estaba Abigail, se arrodilló y le dedicó una plegaria. Pasó por el lado de Schekander y le palmeó el abdomen. Su voz grave y fría la elogió:

Lo haz hecho muy bien, berserker. Ahora descansa.

¿TU AQUÍ?- Gritó ella sorprendida.

Circe, recupera tus energías y sacales de aquí. Te lo encargo- Dijo el recién llegado a la elfo de Kalars.

Esta bien, amigo- Dijo la mujer mientras paraba.

Gracias-Dijo Diógenes.

Diógenes, realmente te haz lucido. Haz cumplido con tu promesa, te has vuelto alguien grandioso. He aquí mi gratitud- Dijo el guerrero pasando a su lado.

No puede ser... ¿Asura?- Preguntó incrédulo el muchacho.

El encapuchado no contestó, pero a su alrededor el aire se volvió un tornado que destrozó la capa. La cara del quinto rival aparecía ahora ante todos. El director de la Orquesta venía a terminar con su melodía.

Prepárate, Kundum- Dijo el Gladiador mientras avanzaba.

Tu rostro se me hace conocido, guerrero- Dijo Kundum luego de mirarle.

Soy el asesino que casi mata a tu hija- Le dijo el otro esbozando una sonrisa maléfica.

Eres... ese mal nacido- Dijo el lord entre dientes.

El mismo, he venido del infierno solo para llevarte conmigo- Le dijo Asura cerrando su puño.

Inténtalo, escoria- Le espetó el Lord.

Heh- Rió el Gladiador.

A esas alturas el rostro de Kundum había abandonado la serenidad. Sus dientes apretados daban parte de su furia. Esta vez, no jugaría… ya una vez fue obligado a dejarle escapar. No volvería a repetir el error. El poder que se liberó de golpe aplastó contra la tierra a los demás rivales. El suelo se hundió completo, pero el Psicópata Itinerante seguía parado.

En sus labios se esbozó una sonrisa sádica, ese imbecil ya estaba enfurecido. Sería divertida desde el principio… su venganza ya había comenzado. En eso pensaba, mientras pasaba su Espada Espíritu a su mano izquierda. Si, en esta ocasión lucharía con todo. Lord Kundum se movió tan rápido que ni siquiera Circe pudo verle. La patada dobló en dos al Gladiador que se sonrió un instante. Luego, riendo le preguntó:

Que ¿Eso es todo?

El moreno se enfureció aún más y le hizo volar de un puñetazo. Asura cayó parado y se rió más fuerte. Le instó a que viniese a él, con la palma de su mano le llamaba. Ese hombre no precisaba que le llamara así. Se lanzó a por él y le golpeó nuevamente. Al segundo golpe, la mano de su victima lo detuvo.

Al cabezazo que le propinó, le siguió un puñetazo en la quijada. Lord Kundum se movió hacia atrás. Esto lo aprovecho Asura que le dio una patada en el medio de la cara. Y mientras su pierna bajaba, desenvainaba. La hoja se movió en consonancia, pero Agatha le interceptó rápido.

Las hojas generaban chispas por el roce, Asura dejó que su hoja se deslizase y moviéndose a un costado... consiguió el ángulo justo. El corte pasó dentro de la guardia del Lord. El aguijonazo de dolor envolvió su hombro. No tuvo tiempo para quejarse, el ataque no había cesado.

El movimiento giratorio del Psicópata atacaba por segunda vez. La espada detuvo el recorrido por la hoja de Kundum. Ambos luchaban en un duelo de fuerzas, pero Asura se movió hacia adelante y tomándole del hombro sano lo proyectó. El Demonio Regidor pasó por encima del omóplato de ese hombre.

La caída fue aparatosa y humillante, ese guerrero peleaba en una forma completamente diferente. Mientras los otros eran capaces de hacerle frente...él no lo hacia. Solo se movía de acuerdo a la forma de ataque del rival. Asura, disfrutaba con todo esto. Su sonrisa se ensanchaba cada vez más. La dicha le brotaba por cada poro del cuerpo.

Kundum vio la punta de esa Espada Espíritu sobre su cabeza. Asura le sonrió de lado y apartó su arma. El agraviado se levantó rápido y más enfurruñado. Atacó usando el Corte Fantasma, este chocó con el Golpe Tornado del Gladiador. Los vientos y la velocidad hicieron que ese poder ascendiera al cielo.

Una columna penetró el cielo, abriendo las nubes. Mientras, allí abajo los dos duelistas luchaban con todo. Asura atacó en un corte horizontal que su rival evadió. Este le respondió con una estocada desde abajo hacia arriba. El guerrero eludió por muy poco, pero suficiente para dejarle a alcance de su empuñadura.

El mango pesado golpeó el pómulo del Demonio que cayó al suelo. Sin embargo, mientas caía aprovechó a cercenar el costado expuesto de su atacante. Ese guerrero pasó la mano por la herida sangrante. Rió con sorna y le dijo:

Necesitaras más que este rasguño para matarme.

Ya lo sé, en aquel entonces no moriste- Dijo Kundum contrariado.

Tengo un cuero muy duro, maldito- Comentó el Gladiador con orgullo.

No es eso, solo tuviste suerte en esa oportunidad- Le dijo Kundum.

Ahora no tengo suerte... solo poder- Respondió el asesino.

Es cierto, la suerte esta conmigo ahora- Dijo Kundum sonriendo.

Demuéstramelo, Demonio- Le pidió Asura.

Las piernas del Maligno le golpearon de repente el mentón. El hombre se había levantado junto con ese movimiento. Asura no recibió el golpe, solo siguió el trayecto del golpe. Sus reflejos evitaban que el daño fuera mayor. Su espada habló por él, surgiendo desde abajo. Lord Kundum casi pierde una pierna al evadir ese corte imprevisto.

Aún siendo golpeado ese Gladiador era un oponente peligroso. No podía siquiera pestañar, ese hombre no se descuidaba un segundo. Y además... esa sonrisa llena de confianza, le molestaba. Algo en ese guerrero le incomodaba, tal vez fuera el hecho de que casi mató a su hija confundiéndole con él. Si, era eso.

No pienses, bastardo

La voz de Asura le sacó del mar de sus propios pensamientos. Una daga aserrada se clavó en el espacio entre la clavícula y el hombro. Una nueva oleada de dolor envolvió al Demonio que grito de dolor. Pero no por mucho, un rodillazo le calló por unos instantes más. Del dolor ni siquiera sintió el momento en que cayó de espaldas al suelo.

Pudo percibir un destello, la Espada Espíritu de ese hombre cayó a unos centímetros de su cabeza. El acero se clavó profundo en la tierra de Ishkar, regalándole un reflejo. Esa era su cara llena de miedo y asombro. La voz grave y fría de ese sujeto volvió a sonar:

Levántate, ya voy matándote dos veces.

Maldita basura- Gruñó Kundum mientras se paraba.

¿Basura? Yo diría asombroso, te supero- Le dijo con sorna el Gladiador.

Cállate- Dijo enfurecido el Demonio.

Oblígame- Le retrucó el guerrero.

El Psicópata Itinerante tomó su espada mientras le dedicaba una risa a su contendor. Le dedicó todos y cada uno de sus dientes. Kundum se volvió a levantar, sonrió ante ese hombre extraordinario. Alguien como él, era lo que había estado esperando. Un sucesor a su esencia de maldad. Podía sentirla en lo profundo del ser de ese guerrero. Y para mejor... era superior a él con la espada.

Pero no era suficiente, esos chiquillos también habían podido matarle. De hecho lo hicieron. Este modo, aunque con la apariencia cambiada era algo de lo que ya no había vuelta. Solo podía avanzar al siguiente nivel de poder. Rió mientras adoptaba otra postura.

Me agrado pelear contigo, Asura- Le dijo de golpe.

¿Eh?

Ahora te mostrare mi verdadero estado de poder- Dijo el Regidor.

¿Sabes? Sospechaba que eso no era todo lo que tenías para dar- Le comentó el pelirrojo.

Eres alguien muy suspicaz, Gladiador- Lo elogió ese rival.

Gracias, vamos muéstramelo- Pidió Asura.

Ya que insistes- Sonrió Kundum.

El Demonio regidor comenzó a recitar unas palabras. El idioma que uso era algo totalmente desconocido. Pero, mientras lo hacia su forma se iba rompiendo. El aire a su alrededor se oscureció. Las nubes se revolvían en el cielo, pasando muy rápido.

Rayos y truenos comenzaron a caer en derredor. La forma de ese hombre ya no existía, solo podía apreciarse una mirada asesina. La oscuridad cubrió todo el lugar, distorsionando el espacio. Ni siquiera un sonido podía apreciarse. Un latido fue haciendo que esa negrura espantosa cobrara forma nuevamente. Y así la forma definitiva de Lord Kundum surgió.

Asura estaba completamente asombrado. Ese hombre ante él, podía sentirlo... su poder estaba fuera de todo lo que conocía. En verdad era merecedor del Titulo Demonio Regidor. Lord Kundum abrió los ojos y enfocó al guerrero. Una sonrisa se esbozó en sus labios. Ahora el resultado quedaba claro.

El Gladiador ni siquiera pudo ver en que momento su andar se volvió tan pesado. Era realmente aterrador. Apretó con fuerza su Espada Espíritu y aguardó el ataque. Sin embargo, Kundum ya no estaba ahí. Un silbido a sus espaldas le llamó la atención... la hoja de ese sable apuntaba a su cráneo. La punta de la espada bajó unos instantes.

Considérate afortunado, Asura. Has sido el primero en obligarme a llegar tan lejos- Le dijo ese Demonio.

HE... HEHE HEHEHEHAHAHAHAHAHA.

¿De que te ríes?- Preguntó Kundum.

¿Tanta velocidad y ni siquiera me has cortado?- Le preguntó Asura.

Te equivocas- Respondio el Lord.

Ugh...

Dos heridas profundas se abrieron en el pecho y la espalda. Las protecciones de la armadura no habían sido traba para él. Esa, era la espada más poderosa del mundo... ¿O no? El Psicópata Itinerante comenzaba a caer mientras clavaba su espada. Él no iba a dejarse caer, jamás. Nunca un enemigo le vio en el suelo y ese Demonio no sería la excepción.

Apretó sus dientes y rió con sorna. Ladeó la cara y habló:

Bien, Kundum. Veamos si puedes con esto.

Vamos, ataca- Dijo el Demonio, expectante.

El destello fue tan rápido que Kundum apenas pudo evadir esos vientos asesinos. Le sorprendió mucho esa técnica. No era el Golpe Tornado, sin embargo le pareció más fuerte. Ese hombre... ¿Qué tan poderoso podía ser? No conseguía hacerse a la idea de subestimarle, lo pagaría caro si lo hacia. Se lanzó hacia el guerrero que volvió a ejecutar el mismo ataque. Si, era diferente al Golpe Tornado. Con solo apuntarle, la cuchillada de viento salía.

Sin embargo, solo con eso no era suficiente. Kundum lanzó su Cortador de cielos, la tierra se abrió junto con el destello. Esta vez, no era lo mismo que antes. El Gladiador se tiró a un costado para esquivar. Al rodar, un pie detuvo su recorrido. La sonrisa sádica de ese combatiente sorprendió al Psicópata.

El pie se levantó y se hundió en el cuerpo del guerrero. La tierra también se abolló por el impacto. Asura tosió sangre e intentó levantarse. Lord Kundum se iba, dándole la espalda. Esta vista no podía permitirla, clavó de nuevo la espada y consiguió pararse. La sangre corría, bajando por sus piernas y ensuciando el piso.

No... huyas... aun... no... he... acabado... contigo- Dijo el Gladiador.

¿Cómo dices? Mírate, ni siquiera puedes moverte- Le contestó el Demonio.

Aún... no te he matado... basura- Respondió ese hombre.

Eres una escoria muy resistente- Le dijo esa leyenda.

Heh, observa- Pidió ese rival.

La Encarnación de la Muerte rió, mientras levantaba su espada y la clavaba enfrente de él. El gesto no sorprendió en nada al Demonio Regidor. Sin embargo, lo que pasó a continuación si. Comenzó a recitar una extraña plegaria, la armadura cayó de su cuerpo... ya no sería necesaria. El aire a su alrededor se enrareció, su rostro se volvió una furia. A los costados de su cabeza, dos rostros más salieron. Dos pares de alas brotaron de su espalda.

La Espada Espíritu fue levantada por ese brazo poderoso. Los labios de La Encarnación de la Muerte seguían recitando. La mano derecha pasaba por el filo de la espada que iba desapareciendo. Los vientos comenzaron a concentrarse en la empuñadura de esa arma y crearon así la hoja. Vientos envolvían el cuerpo del Gladiador que mostraba así cual era su verdadero poder.

Los ojos de La Encarnación de la Muerte se abrieron. Las pupilas rojas intensas miraban al rival. El cuerpo musculado se cubrió de vientos que formaron una armadura. Ese guerrero sonrió lleno de confidencia y con su mano llamó al Demonio Regidor.

Schekander, Diógenes y Circe se habían vuelto espectadores. Solo ellos tres podían ver de cerca una pelea que nadie mas vería. Un asesino estaba luchando al mismo nivel que el Demonio Regidor. Un Gladiador estaba retando a duelo a la amenaza más grande del mundo. Podían ver las formas, ambos se veían impresionantes. Y la velocidad y las técnicas que usaban, eran fruto de toda una vida luchando.

Circe sonrió aliviada, a la distancia que estaba era más seguro. De otra forma, ellos no podrían haber salido ilesos. Desde donde estaban vieron como esos dos se lanzaron el uno contra el otro. Sus gritos les hacían temblar y con ellos también la tierra y los cielos.

Los destellos de esas hojas se multiplicaban tanto como rayos lanza el sol. Esos duelistas lo estaban dando todo en la batalla. Sus pies golpeaban y bloqueaban, mientras avanzaban o retrocedían... según la ocasión. Un puñetazo de Asura llegó a la cara del Lord que se dio vuelta y le golpeó con el reverso de su mano. La pierna del Psicópata golpeó la rodilla del Demonio que retiró la pierna, dolorido.

La sonrisa del Gladiador fue seguida del agite de su espada. Kundum no pudo evitar el corte que se abrió en el costado derecho. Respondió al detalle con un estoque de su querida Agatha. La hoja se clavó en la mano del hombre que lejos de gemir se echó a reír.

Su dura cabeza golpeó la cara del Lord. Este trastabilló, estaba desorientado por el golpe recibido. Otro agite y la espada cercenó los músculos de la pierna. La mirada de Kundum se enardeció al tiempo que utilizaba magia. Las llamas negras envolvieron el cuerpo de Asura.

Pero este guerrero ni siquiera se inmuto, abriendo su boca les absorbió. Su Espada habló por él, abriendo un tajo en el costado del cuello de su rival. El Demonio Regidor sintió como la sangre quería escapar de su cuerpo. Pero no lo permitió, no podía ser tan patético. Su hoja cortó el hombro del gladiador que con su mano retuvo la hoja. La Encarnación rió mostrando todos sus dientes.

Este es tu fin, muere- Dijo el asesino sonriéndole.

¿Comó?- Preguntó el Lord sin entender.

FURIA DE LUUUUUUUZ- Gritó el herido.

Los vientos se volvieron tan poderosos como nunca había visto. Fueron no una, millares de estocadas abrieron agujeros en su cuerpo. El viento no puede ser retenido, he ahí la diferencia decisiva. Así, el Demonio Regidor cayó a tierra dedicándole una última sonrisa a su verdugo.

El cuerpo destrozado se despojó de toda Oscuridad, el maligno ya no tenía un recipiente en el que habitar. Circe asombrada apenas reaccionó cuando Diógenes se paró. Los tres corrieron hasta el lugar donde yacían los peleadores. Asura caía de rodillas al suelo, su poder le abandonaba.

Continuará…

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