Pato
La contrucción de adobe, paja y madera se levanta en la inmensidad. La pampa se extiende, dejando sumergido el ranchito. Embebido en tanta inmensidad se vuelve un punto en el horizonte. Sin embargo, ese día parecia haber jolgorio. Varias monturas estaban atadas al palenque.
En la pulpería los parroquianos estaban ansiosos. El pulpero no estaba, había salido a buscar "la pelota". Los jinetes bebían despacio sus bebidas, mientras miraban por la puerta. Los ojos cansados de tanta vastedad se iban a las nubes. Pero el cielo estaba límpido y apenas unas trazas blancas mostraban que hubo nubes. Al rato un jinete llegó,era un moreno de cara redonda. Su piel parecía de cobre y sus cabellos ríos de brea.
Los parroquianos se pararon contentos. Al fin, la pelota estaba lista. Un grave y pesado recelo se cernió sobre los paisanos. Las miradas se volvieron torvas, la sana rivalidad apareció. El que llegaba se apeó y ató el caballo. Traía una bolsa bajo el brazo y una sonrisa de un millon de dientes amarillentos.
Ya esta lista la pelota, ajuera- Dijo el pulpero.
Como diga, Don Anastasio. Hoy les vamo a ganar a estos pencas- Dijo uno de los paisanos. Este tenía un pañuelo negro en el pelo.
HA, nosotro vamo´ a ganar. Entuavía no ha nacido el hombre que pueda pasarnos- Dijo Gaspar Flores, el capataz de la estancia Los Lechuzones.
Eso, porque nunca han jugau contra los cuidaores de`Luchador- Dijo el del pañuelo.
Menos chachara y a los pingos. No vaya ser que el barbudo se apersone. Dijo Anastasio refiriendose al juez.
Ajuera, compas- Dijeron los hombres.
Los diez paisanos salieron del rancho perdío en la inmensa pampa. Subieron a las monturas. Con el talero a una mano y las riendas en otra, los hombres esperaban al pulpero. A los gritos llamaban a don Anastasio, pero este les calmó los animos. El sonido pareció un trueno.
El cañon del güinchester humeaba en la mano del aludido. Los hombres callaron y entonces el sujeto sacó la bolsa. El saco estaba lleno de manijas trenzadas. Adentro podía sentirse el aletear de un ave. La saca voló por los aires y la gritería aumentó de riepente. El partido arrancó y los bríos se desbocaban.
Se levantó una polvareda inmensa. Como cuando en Santiago bailan malambo. Los caballos daban empellones. Los jinetes a los talerazos azuzaban sus monturas... y de paso le hinchaban el lomo al rival. A los gritos se agachaban para alzar la bolsa. El cuerpo vibraba, estaban esitaos intentando agarrarla.
Los dedos tiocos rozaban las manijas. En eso, una mano agarró la manija, un solo aventón y consiguio alzar la saca. El del pañuelo le gritó mientras cablagaba rapido hacia el circulo de victoria. Pero un alazán lo pechó, tirandolos al suelo. Paisano y montura barrieron el suelo. Pero el gaucho le silbó a su caballo y esta volvió a pararse.
Se sorió, esa había sido una juegada sucia. Pero, le mostraba que esos pencas estaban desesperaos. Azuzó a su caballo y de nuevo se unió al quilombo. Tomó la saca, pero habían ya un monton de manos aferradas a la mesma. Eran cinco jinetes con las manos vuelta garras. Se miraban comiendose con furia, no la iban a soltar.
Y ahí mismo comenzó la repartija de talerazos. Las lonjas de cuero golpeaban a diestro y siniestro. Pero los hombres seguían haciendo fuerza, tanta que al final esta se abrió... dejado al pato en libertad. Los cinco tunantes quedaron mirandose con cara de quien no entiende un soto.
Solo las risotadas del pulpero Anastasio dieron el resultado. El partido quedaba inconcluso, habían roto la saca. Los jinetes escupieron al piso asqueados. Era la tercer vez que les pasaba. Estrecharon sus manos y prometieron volver a verse allí en el proximo dia franco. Para ese entonces, definirían al mejor de la zona.
Este relato va dedicado al verdadero deporte nacional argentino: El pato. Podran encontrar muchas faltas ortograficas. Pero, el gaucho nunca fue un letrado. Jamas prieciso de un lapiz para levantar alambraos.
^^