Capitulo 30: Preparación y despedida
La mujer se quedó mirando al mago que de pronto adoptó un semblante sombrío. Él los invitó a salir de la habitación, abandonando también el taller. Schekander no entendía nada, tal vez habló de más. Diogenes y Abigail miraban a su amiga confundida. Una vez fuera del recinto el mago volvió a hablar.
Schekander, preciso que permanezcas aquí.
¿Por cuantos días?- Preguntó ella.
No será por un día. Debes quedarte un año completo- Respondió el Mago.
Esas palabras fueron como un mazazo en el pecho para ese trío. Hace pocos días que habían vuelto a reunirse y ya tenían que separarse. Estaban consternados, además le precisarían en su periplo por los cielos de Icarus. Sin embargo, ese Maestro tenía otros planes para ellos.
Diogenes quiso intervenir, pero el albino lo paró en seco:
Deja de apoyarte en la fuerza de otros. Si quieres volverte fuerte hazlo por ti mismo y no gracias a quienes te acompañan. Si quieres proteger a otros, vuélvete más fuerte que cualquiera.
Pe... Pero si soy fuerte- Dijo el joven.
Docrates, Kronion, Glotas ¿Esos guerreros te parecieron fuertes? Entonces, ¿Como catalogarías a Asura?- Inquirió el mago.
El lancero titubeó, no tenía respuesta para dar. En verdad no había enfrentado aún oponentes realmente poderosos. Solo rivales avezados, pero no guerreros curtidos en mil matanzas. No parece mucha diferencia, pero el reto es abismal. Ante cualquiera de los anteriores ni siquiera dudaba en atacar. Pero ante alguien como el Psicópata Itinerante... la historia era diferente.
La intensidad de sus espíritus era mucho mayor a la de cualquier Caballero. También la destreza en el manejo de armas era diferente. Podían ser mucho más amenazantes y menos rígidos. Ni que decir de la facilidad que adquieren para encontrar huecos a los que atacar. Todo esto junto, hacia que Asura estuviera más allá de su escala de fuerte o débil.
Odiaba admitirlo, pero Peleo tenia razón. No estaba siquiera cerca de los verdaderos hombres de espada. Todo este tiempo había jugado inocentemente, como un niño. Le faltaba mucho por aprender. No todo son formas anquilosadas sacadas de instructivos de academia. Ya era momento de abandonar los juegos.
Abigail miro al suelo avergonzada, comenzaba a sentirse culpable de la inmadurez de su pupilo. Tal vez, en su deseo de alejarlo de lo que ella creía malas influencias lo perjudico. Debió ser menos compasiva y dejarle luchar solo. Ahora podía ver claramente el problema, pero porque otro lo sacaba a relucir.
Schekander esta muy herida y aunque ella no quiere decírselos. Yo puedo notarlo- Dijo Diamante mientras se acercaba a la germana.
No es cierto, yo estoy recuperada ya- Mintió la tatuada.
NO, no lo estas. Los tendones de tu brazo izquierdo aún están demasiado cargados de tensión. La forma en que mueves tus dedos lo denota. Y no solo eso, en tu último duelo te viste obligada a volver a usar las dos manos. Estuviste a nada de desgarrarte- Dijo la mujer mirándola fijo a la cara.
Su mano se alargó hasta el brazo poderoso de esa mujer. Solo le tocó y el rostro de esa berserker se contrajo en un gesto de dolor. Diamante no le soltaba, solo sonreía al saberse con la razón. Si volvía a luchar otra vez, su brazo no lo resistiría... ese fue el diagnostico de la elfo.
La mujer meneo la cabeza y rió resignada. Todo lo dicho por esa mujer era cierto, este ultimo tiempo. Estas batallas las había luchado llevando al límite su brazo izquierdo, dado a que este soportaba la mayor parte de la carga durante la lucha. Con cada movimiento de su arma empeoraba el cuadro.
Schekander había sido consciente todo el tiempo de la forma en que se exponía. Pero con tal de ayudar a sus amigos... no le importaba sacrificar su brazo y con ello sus días como guerrera. Solo quería ayudar a que ellos se mantuvieran unidos a pesar de las dificultades. Ese era su único anhelo.
Por su bien debía descansar, tendría prohibido el uso de las armas por todo ese año seria un año muy aburrido. Diógenes y Abigail miraron a su compañera, pero era cierto lo que decía Peleo. Ella estaba en un nivel diferente al de Diógenes y tal vez también al de ella.
Pero el Maestro de almas no les dejó pensar mucho más. Alejándose de ellos dijo:
Bien, ahora los entrenaré para que puedan usar las alas a la perfección. Sé que desean ir hacia Icarus. En ese mundo solo tendrán sus alas y a ustedes para sobrevivir. Así que, cuanto antes comencemos será mejor.
El mago les hizo una seña para que se adelanten. Los dos nuevos usuarios extendieron sus alas y comenzaron a elevarse. Peleo silbó un momento y luego comenzó a recitar un conjuro, estaba quitándose una restricción. El aire alrededor del mago parecía bullir, los ojos del Maestro de almas se volvieron celestes y brillantes.
Rayos y centellas comenzaron a caer, atacando a ese dúo de alados. Pero las alas ayudaban a evadir los ataques. Y cuando no podían esquivar bloqueaban los rayos, protegiendo a sus portadores. Ellos también buscaban acercarse hacia el atacante que no se movía del lugar.
Schekander observaba junto a Diamante como esos dos intentaban llegar a tocar a ese mago. Ambas estaban guarecidas en la casa y desde allí observaban el entrenamiento, era mas seguro no intervenir. Al menos así lo dijo Diamante. La germana miraba al elfo que venía con vendas y ungüentos.
De ahora en adelante trataré tu brazo para que sanes lo más pronto posible. Necesitarás estar en óptimas condiciones para cuando te reúnas de nuevo con ellos- Le dijo la fémina en tono afable.
Un año es mucho tiempo, hace mucho que no estoy quieta en un solo lugar- Dijo la guerrera.
Lo sé, yo también fui luchadora en otro tiempo. No usaba espadas pero si arco y flechas. Como mi querido Peleo... yo también tuve precio por mi cabeza. Por eso abandone esa vida- Dijo la elfo.
¿Cómo están esos dos? ¿Lo habrán logrado?- Preguntó Schekander, intentando otear por la ventana.
Las dos se asomaron por la ventana, los alados yacían en el suelo intentando resistir los ataques veloces de ese mago. Ese albino apenas les dejaba respirar, en verdad los tenia acorralados. Diogenes se levantó un momento y se lanzó hacia el mago, intentando tocarle.
Los rayos cayeron sobre él, pero las alas absorbieron el daño, cuando su mano estaba a punto de tocarle... Peleo sonrió mientras le gritaba desde la copa del árbol:
Caíste, muchacho tonto.
El cuerpo falso que tocaba Diogenes explotó atronadoramente. Ese hechizo había sido prohibido por la Orden de Magos Oscuros... tal era la peligrosidad de esa ilusión. Para realizar ese hechizo, el mago comprimía fuego, azufre y pólvora en una ilusión con su figura. La ignición que producía tal explosión era el contacto físico. Un hechizo muy artero sin lugar a dudas.
Abigail se apareció a espaldas del mago pero sin darse cuenta también caía bajo otra versión del mismo hechizo. Al tocar el cuerpo... un viento gélido se liberó, entumiendo sus brazos. Peleo apareció detrás del muchacho y atacó con su técnica preferida. Los rayos impactaron con la fuerza de ese golpe en la armadura. La explosión lo lanzó muy lejos, en verdad Peleo no era fácil de tratar.
Diamante rió de buena gana al ver la escena, su querido Maestro de Almas se lo estaba pasando en grande. La verdad es que lo que había recitado el mago era una restricción para sus poderes. Al reducir su poder, podía combatir contra esos dos sin matarlos por accidente. Aunque no lo parecía, Peleo estaba jugando con ellos.
Ese día transcurrió así, al final de la jornada ninguno de los dos había podido alcanzar a ese mago. Peleo comía feliz de la vida ante la mesa. Diogenes y Abigail lo miraban con odio, pero el albino se les reía en la cara cada vez que les miraba. Esto les enfurecía, pero no los ayudaba a lograr el objetivo.
Después de la cena, Diamante se quedo a solas con su amado. La elfo vestía pijamas y parada al borde de la cama le preguntó:
¿Por qué les haces esto?
Porque es divertido- Respondió él.
Vamos, dime la verdad- Pidió ella.
Deseo que estén preparados para lo que les espera en Icarus. Tú lo sabes, ahí están los dominios de los Caballeros Fantasma. La Orden herética. Si al menos sobreviven a este nivel de poder, creo que no tendrán muchos problemas en lidiar con esa dificultad- Dijo el mago.
Eres demasiado blando con ellos, al menos así lo veo yo. Podrías mostrarles aunque sea un poco tus verdaderas fuerzas- Opino la elfo.
No, si lo hago a todo poder puedo matarles aún sin dar en el blanco. Ya los dejé bastante mal el día de hoy. Sé que se recuperarán, pero a todo poder la cosa es diferente. Y tú lo sabes-. Volvió a hablar Peleo.
Heh... el asesino dentro de ti se soltaría ¿Cierto?- Inquirió Diamante.
Exacto. Por eso tengo que limitarme- Dijo el albino.
Apago las velas, quiero un poco de acción a oscuras- Dijo ella con malicia.
Diamante apagó las velas mientras se perdía en la sonrisa de su amado... Una semana más tarde Abigail y Diogenes estaban listos para partir. Habían podido pasar la prueba de Peleo. Por un lado estaban felices de haber podido superar un entrenamiento tan difícil. Pero, tendrían que dejar atrás a Schekander.
Con tristeza se despidieron de su amiga y compañera. Mientras ellos iban a entrenar a los cielos de Icarus... ella se quedaría en tierra, curándose. No le olvidarían, ambos remontaron vuelo, perdiéndose en las nubes. En sus corazones abrigaban esperanzas de volver a verle algún día.
Continuará