MU
Contexto:
El continente de Mu era una tierra perdida y próspera. Perdida en la bruma de las leyendas y la mitología. Estas regiones tenían su propia organización, cada país tenía su propio gobierno y convivían pacíficamente. Sin embargo, había ciertos señores de la guerra que deseaban poder y supremacía.
Pero, a pesar de ellos, una fuerza que latía en las entrañas del continente apareció. Un antiguo demonio regidor asoló el continente. Como fruto de la resurrección de Lord Kundum, monstruos de toda clase y bestias nunca vistas brotaron de la nada. De repente, todos se veían amenazados por este ser poderoso que, amparado en un poder sin igual, los oprimía.
Desde ese momento, cada guerrero que existía se dedicó a combatir la amenaza con todas sus fuerzas. En este continente había diversas razas de guerreros: Por un lado, estaban las Elfos, excelentes arqueras y luchadoras, tan bellas como mortales, provenientes de la paradisíaca meseta oculta de Noria. Por otro lado, los Caballeros Negros, guerreros elegidos por su fuerza física y resistencia. Maestros en el manejo de la espada y la lanza. También estaban los Maestros de Almas, individuos con poderes místicos y elementales. Por último estaban Los Gladiadores Mágicos, perfectos guerreros pelirrojos que combinaban el manejo de la espada con poderes mágicos. Otras razas antiguas también existen, pero de ellas no se tiene información precisa.
Es en este ámbito que comienza nuestra historia. En algún lugar de este caótico continente...
Capitulo 1: Comienza una leyenda
Ese jovencito de cabellos oscuros y mirada perdida salió por primera vez de los muros protectores de la ciudad fortificada que lo vio nacer. Su querida Lorencia le deseaba la mejor de las suertes a uno de sus hijos que salía a dar los primeros pasos como guerrero. Sus manos temblorosas empuñaban con indecisión un hacha pequeña. Las nubes cubrían el cielo y los rayos que cruzaban el lugar lo asustaban.
Muy alerta, percibió movimiento entre los pastos que tapizaban la ruinosa pradera.
Una araña monstruosa le salió al paso y lo único que atinó a hacer el muchacho fue gritar y correr en la dirección contraria, pero un dragón enano esperaba por él; transpiraba de miedo y su respiración se aceleraba, estaba a merced de esas criaturas de terribles intenciones; el único escenario posible que se le presentaba era su muerte. Acorralado como estaba, sacó valor de donde no tenía y se enfrentó a la araña. La bestia se abalanzó sobre él con una gran ferocidad. Las púas envenenadas que le lanzaba evitaban que se acercara lo suficiente como para dañarle. El joven tuvo que hacer gala de toda su agilidad para evitar que la ponzoña le tocase. Pero la otra carta de la aparición eran sus telas pegajosas que le estorbaban para moverse.
Sin embargo, el muchacho logró hallar un punto ciego en el ataque de la criatura. En la siguiente agresión se cruzaron y mientras el veneno le llegaba con las púas, su hacha cercenaba de un corte limpio la cabeza de esa araña.
Ya mas confiado se lanzó sobre el dragón enano que resultó ser un oponente formidable. No pudo con la criatura que lo venció con sus llamas. El calor abrasante de las llamas envolviendo su cuerpo fue la última sensación que tuvo. Al aparecer nuevamente dentro de las calles de su ciudad natal, la sensación de es fuego aún seguía con él.
Diógenes gritaba y se golpeaba como un loco, unos guerreros de gastada armadura y sienes plateadas reían viendo ese espectáculo que les recordaba sus comienzos. Todos ellos habían comenzado de la misma manera, pero con el tiempo y las batallas se fueron fortaleciendo.
Cuando el joven abrió los ojos se halló completamente sano; a su memoria volvió el recuerdo de ese dragón enano. Sus pasos decididos ahora lo llevaron nuevamente hacia la pradera de su Lorencia natal. La criatura estaba aguardándole, pero esta vez el resultado fue diferente. Ya sabía con que técnica le podía atacar, por eso no le sorprendió el aliento de fuego de esa criatura. Cuando lanzó su exhalación abrasante, el joven cargó directo al centro de la llama y atacó en ese punto. A pesar de recibir quemaduras pudo cortar la mandíbula de ese dragón que cayó en un charco de su propia sangre. Estas fueron sus primeras victorias, al volver dentro de la ciudad pudo recibir asistencia medica y ni bien estuvo recuperado volvió a la pradera a combatir.
Estaba más confiado, siguió matando uno tras otro a los monstruos que se le aparecían; corrió excitado de poder por la pradera y los bosques de árboles secos y ramas retorcidas. Al ver pasar una criatura de grandes dimensiones, se escondió tras uno de estos árboles, había encontrado un gigante. Criaturas malditas que portaban dos hachas enormes como únicas armas. Sabía que no debía hacer ruido, esperaba sorprenderlo para darle el golpe que lo hiciera caer. La criatura pasó a su lado sin detectarlo y en el momento que tuvo una buena visión de su cabeza se lanzó sobre él. Como un águila sobre una liebre, el joven hundió la hoja de su arma en el gigante, pero solo logró lastimar al monstruo que, rojo de ira, se dio vuelta y le atacó circularmente con su arma El muchacho eludió el hachazo por muy poco, esta vez estaba en aprietos muy serios. No estaba en condiciones optimas y con un arma tan pequeña era imposible enfrentar a un oponente de esa talla. La hoja del hacha cayó sobre él, de nuevo evitó el ataque retrocediendo pero pisó mal y cayó.
El gigante se tiró sobre el muchacho en una carga fatal, el joven rodó por el suelo pero la hoja alcanzó su pierna, lastimándolo. Ahora no podía moverse por la herida que para empeorar las cosas delataba su posición. Sabía que no podría vencerle, no en ese estado. Los pasos del monstruo acercándose ya no le producían temor, sino resignación.
Continuará...