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No aceptes caramelos de desconocidos

en Jovencit@s

No aceptes caramelos de desconocidos

-¿Entramos?

Dudas. Suenan timbres de alarma en la boca de tu estómago. Pero también te apetece entrar. Quieres y no quieres al tiempo.

-Venga. No seas tonta.

Es un portal como otro. Varias plantas, no sabes si naturales o de plástico. Paredes y suelo de mármol. Alfombra roja.

-Vamos.

Tomáis el ascensor. Cuarto piso. El espejo de la cabina devuelve vuestra imagen. Tragas saliva. "No debí vestirme así" piensas. Jessica va como acostumbra. Le gusta aparentar más años de los que ha cumplido. Parece que vaya por los dieciséis con esas botas, esa mini tableada y ese sujetador que ha rellenado con algodón en rama para aparentar que tiene lo que no tiene. Tú te dejaste convencer –ahora te arrepientes, aunque tampoco demasiado- y llevas el top negro que tan bien te sienta y unos pantaloncitos minúsculos de un rojo brillante que te ha prestado Jessica y que te pusiste en su casa, porque si te ve tu madre con ellos, no te deja salir a la calle. Te pasas los dedos por el pelo, te estiras un poco el top, no sabes que hacer con las manos.

-Tranquila, mujer.

No lo estás. Te excita la aventura pero también te asusta. Hacer cine…Eso dijo el señor que os abordó en el centro comercial. "Sois perfectas para un película que estoy preparando. Seguro que la cámara se enamora de vosotras". ¿Perfectas? ¿Jessica y tú perfectas? "Aquí tenéis mi tarjeta. Venid esta tarde a mi estudio. Os haré unas pruebas y os presentaré a los productores. Poneos guapas. ¡Ah! Esto es importante: No digáis nada en casa todavía. Preferimos ser nosotros quienes hablemos con vuestros padres cuando todo esté claro". ¿Cuándo esté claro? ¿Qué tiene que aclararse? No te hubieras atrevido a venir, pero Jessica te convenció. Te lleva unos meses, ya cumplió los catorce años, pero parece que tenga por lo menos mil. Sabe más que nadie y nada la asusta. Es tu diablo particular. Mira ahora. "No aceptes caramelos de desconocidos" te decía mamá. Esto del cine suena a caramelo. Pero de la mano de Jessica una se siente golosa. No puedes remediarlo.

Cuarta planta. Un rellano con tres puertas. Jessica oprime el llamador de la más cercana.

-Aquí es.

Os abre un señor mayor. Lo menos tendrá treinta años. No es quién os dio la tarjeta. Titubeáis un momento. El sonríe de oreja a oreja:

-Pasad. Os estábamos esperando.

La casa tiene buen aspecto. Cuadros en las paredes. Muebles por todas partes. Alfombras.

-Aquí es el estudio.

Porque él lo dice. A ti te había parecido un dormitorio. Grande, eso sí. Cama de matrimonio. Dos mesillas de noche. Armario. Un par de silloncitos.

-¿No hay cámara de hacer cine?- preguntas.

-Trabajamos en superocho, ya sabes.

No. No sabes. Pero te callas. No quieres que se rían de tu ignorancia.

-Poneos cómodas. Os traeré unos refrescos.

"Vámonos" le susurras a Jessica cuando os quedáis solas".Ni hablar" te contesta. Suspiras. Vuelves a estirarte el top.

-Aquí tenéis los refrescos. Pero sentaos. El director y los productores llegarán de un momento a otro. Soy el script y me llamo Rafael. Vosotras sois Jessica y Clara ¿verdad? Relajaos. Estáis en vuestra casa.

Vas calmándote. Incluso te abandona la sensación de riesgo. No ves nada fuera de lo normal. No hay cámara de cine porque trabajan en superocho. Os sentáis en los silloncitos y probáis el refresco. Hace un gusto raro pero rico. Das otro trago. Otro. Te invade una confortable calidez.

-Está buenísimo.

-Os traeré más.

Nunca tomaste refrescos tan ricos. Cuando terminas el segundo, comprendes que la vida es muy hermosa. Rafael -¿se llamaba Rafael?-se sienta en el brazo del silloncito en que está Jessica y le pone una mano en el muslo. Va subiéndola poco a poco hacia el borde de la minifalda. Ríes. Te hace gracia la escena. Casi envidias a tu amiga.

-Tienes la piel muy suave- ronronea él introduciendo los dedos un poco, solo un poco, debajo de la falda.

-Creo que haremos una buena película. ¿Otro refresco? ¿O mejor un cigarrillo? Es de un tabaco muy especial. Lo fumaremos entre los tres.

Lo prende y te lo pasa. Está liado a mano. Toses.

-Has de tragar el humo.

Te deja en la lengua un gusto dulzón y caliente. Te sientes flotar. Le das el cigarrillo a Jessica. Te das cuenta, de golpe, de que la habitación es muy hermosa. La más hermosa que jamás viste. Casi te duele tanta belleza. Rafael te pasa el cigarro de nuevo. Das una calada honda que lleva el humo al fondo de tus pulmones. Sientes la absoluta necesidad de reír.

-Deja que te bese.

Rafael sigue en el brazo del silloncito. ¿O se ha levantado y está frente a ti? Se inclina y acerca su boca a la tuya, mientras te toma el cigarro. Busca, con la suya, tu lengua. Le dejas hacer. Cierras los ojos y le dejas hacer. Estás a gusto. Muy a gusto. Se aparta de ti.

-Ahora vuelvo.

Hubieras deseado tenerlo a tu lado varias horas más. No tarda. Vuelve acompañado del señor que os dio la tarjeta y de dos más. Los que no conocíais son muy, pero que muy mayores. De cincuenta o sesenta años. Uno es alto y recio. El otro bajo y tremendamente gordo. Dicen que os levantéis. Aciertas a hacerlo al segundo intento. La habitación da vueltas. Es un carrusel. Los caballitos de la feria. Varias manos te palpan. Te soban. Te llevan hacia la cama. Te apetece acostarte. Se está bien. Es el mar. Las olas te suben y te bajan. Las olas tienen dedos. Unos dedos que imaginas en superocho. Por eso no hay cámara de cine. Unos dedos que te escarban entre la ropa. Que te desnudan. ¿Dónde está Jessica? "¡Hola Jessi! Estás a mi lado. Tampoco llevas ropa". Te abraza. Jessica te abraza. Te manosea. ¿O no es Jessica? Alguien te pone un cigarro en la boca. Inhalas el humo. Ya no está el cigarro. Te muerden los pezones. Te los chupetean. Te corre electricidad por el cuerpo. Te acercan otro cigarro a los labios. No, no es un cigarro. Es grueso y caliente. Está vivo. Lo rodeas con la boca. Lo tanteas con la lengua. "Así, putita, así" dice una voz que viene de muy lejos. ¿Es este el caramelo de que hablaba mamá? Está bueno. Apetece chuparlo. Meterlo y sacarlo de la boca. Besarlo. Que nadie te lo quite. Estás en la cuna. Mamá te canta. Toma el chupete, cielo. Te separan las piernas. Notas dedos entrando en ti. Alguien pone en tu mano otro trozo de carne duro y caliente. Lo agarras. Lo mueves arriba y abajo. ¿Por qué estás desnuda si no te estás duchando? Sigues lamiendo el caramelo vivo que se hincha más y más contra tu lengua. De pronto te lo quitan. Queda a unos centímetros de tu cara. Querrías atraparlo, pero llueve. El caramelo llueve descargas calientes que te dan en los párpados y en las mejillas y se escurren hasta la comisura de tus labios. Tienen un sabor nuevo. No lo reconoces. Es un líquido espeso. Alguien te lo extiende por la cara. Oyes que te llaman "golfa" y "putita", aunque tal vez sea a otra persona o puede que lo sueñes. Alguien te voltea. Te pone boca abajo. Sientes que te abren las nalgas. Te untan la juntura con una pasta fría. Notas algo grueso y cálido que pretende entrarte por detrás. Frío y calor. Calor y frío. Unos dedos te pellizcan el costado. Se introducen entre tu cuerpo y las sábanas hasta llegarte al sexo. Echas de menos el caramelo. Te gustaría tener cubiertas todas las entradas. Ahora hay una cámara, no sabes si de cine o de video, que no eres una experta. Alguien te está filmando. Vas a ser una estrella. Tal vez ganes un Oscar. The winner es…no sabes. Te hacen daño detrás. El pedazo de carne, que entra y sale, lastima. Gritas. Aun se clava más fuerte. Luego un líquido llena a oleadas tu interior. "El video va perfecto" dice alguien. "¿No se me ve la cara?"."A ti no, pero de la cara de la putita no he perdido detalle"."¿Quieres follarla ahora?"."Me gusta más la otra". "Esta la chupa bien"."Y la Jessica mejor, te lo juro. Yo ya le eché tres polvos". "Está no está estrenada por delante"."Guárdala para otro día. Conozco quien pagará de cine por su virgo". Te escuece el culo. Mucho. Muchísimo. Te sangra. Te late fuerte. Alguien te arrebuja. Paz. Paz. Sueño.

-Niñas, ya es tarde. Tendréis que volver a casa.

Despertáis. ¿Cuánto habréis dormido? Tal vez más de una hora. Te duele todo el cuerpo. Estáis desnudas bajo la sábana. Rafael os zarandea. "Ya es hora" repite. Se sienta en la cama a tu lado y pone tu mano en su entrepierna. Comienzas a volver a este lado de las cosas. No retiras la mano. "Hola, putita" te sonríe. "Sobre la mesilla tenéis doscientos euros. Cien para cada una. Y si volvéis mañana tendréis doscientos más". Doscientos euros. Frotas la mano contra la verga que abulta el pantalón. Doscientos euros. Primero es muy pequeño. Un alevín de idea. Luego va tomando forma y sustancia. Recuerdas. Rememoras. Reconstruyes la tarde. Cada detalle suelto va encajando en su lugar exacto. Doscientos euros. Te pasas la mano por la cara y, pese al dolor del trasero, sonríes con la perversa ingenuidad de los trece años:

-¿Y cuánto me darás si ahora mismo te pego una buena mamada?

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