Sea un amante bien educado
Los juegos eróticos, amable lector, no están reñidos con la educación y las buenas maneras. Nuestro tiempo no se distingue precisamente por su respeto a las reglas de la buena crianza. Hoy no se dan lecciones de urbanidad en la escuela. Sin embargo, no cuesta demasiado conjugar la educación y la cortesía con el erotismo. Hay un mínimo de reglas de etiqueta que es bueno seguir. Tienen muchos siglos. Venían ya establecidas en los códices del Beato de Liébana. Algunas prácticas de entonces perdieron hoy sentido: jamás me atrevería a recomendar a ningún hombre que, antes de acostarse con una mujer, se arrodillara en tierra y, con las manos juntas, recitara "No es por vicio ni por fornicio, sino por criar hijos para tu santo servicio. Sinforosa caso de que la mujer hubiere sido así bautizada- ponte en facha, que la máquina de la naturaleza va a actúar".No. Esa práctica de buenas maneras, usual en el siglo XI e incluso hasta bien avanzado el XII, resulta ahora obsoleta. Pero hay otras muchas vigentes. De ellas quiero hablarle, lector curioso. Si me lo permite, le daré algunos consejos apropiados al caso.
Está usted, por ejemplo, sentado en un sofá con su pareja. Le desabrocha la blusa. Se la quita. Por favor, no la tire al suelo para, a continuación, luchar contra el cierre del sujetador. Eso es de mala educación. Sea considerado. Deje la blusa en una percha o, si no la tiene a mano, en el respaldo de una butaca, cuidando de que no se arrugue. Cuesta muy poco hacerlo. El sujetador ya es otra historia. Incluso resulta de buen gusto colgarlo de un brazo de la lámpara. Eso da idea de pasión y halagará a la mujer. Téngalo claro, porque no quisiera hacerlo largo: Blusa y falda o pantalón- bien plegados. Sujetador y tanga, en cualquier lado. No lo olvide, diligente educando.
Ya están en la cama. Le oprime usted una teta. ¿Cuál? ¿La que tiene más a mano? Craso error. Se ha de comenzar por el pecho izquierdo como homenaje al corazón. Un buen repaso a la teta izquierda propinando ligeros mordisquillos al pezón es todo un dechado de elegancia y cortesía. Sería nefando y oprobioso comenzar la tanda de caricias por el otro pezón. Cuentan que, cuando las buenas maneras regían la sociedad, Julio César se cebó en el pecho derecho de Lucila Antonia, y que esa ofensa a la cordura y a los dioses ocasionó su inmediato apuñalamiento en el Senado.
Pero tal vez, lector libidinoso, no le agrade acostarse con una mujer y prefiera hacerlo con dos para formar lo que se conoce como trío. Tiene en tal caso un problema añadido. ¿A qué mujer ha de acariciar primero? Las reglas de la buena crianza aconsejan dar prelación a la persona de más respeto, o sea, a falta de otro dato relevante, a la de más edad. Cabe que desconozca la fecha de nacimiento de sus acompañantes. Entonces la etiqueta admite que acaricie a las dos al la vez, en unidad de acto, siempre que, en el momento exacto del primer y doble contacto, murmure en forma audible "mejorando lo presente".
Más cosas. ¿Le apetece comerle el sexo a una de las chicas? No debe precipitarse con la lengua fuera a su entrepierna. Eso es grosero. Inadmisible. Lo cortés es preguntar educadamente: "¿Me permite que le lama los bajos, señorita?", a lo que ella, si está bien educada, responderá: "Es usted muy dueño de lamerme, caballero". Algunos tratadistas opinan que, si hay mucha confianza en la pareja o en el trío, es lícito utilizar el tuteo en la fórmula de cortesía que acabo de transcribir. Soy de criterio contrario. El empleo del "usted" dignifica el acto, le presta autenticidad y señorío. Al menos eso pienso.
En la fase de la penetración, los autores son más permisivos. Se comprende que en esos momentos uno ande un tanto excitado. Es suficiente, por tanto, que el caballero diga simplemente: "¿Me recibe en su casa?" y que la dama responda "con gusto", al tiempo que abre los muslos.
Como puede comprobar, fiel lector, cuesta bien poco ser exquisitamente educado.
También las relaciones homosexuales tienen sus reglas de cortesía. En las parejas gay, la fórmula es obvia. Quien vaya a ser penetrado dirá en el momento en que se coloque en decúbito supino: "Perdone que le dé la espalda", a lo que su pareja debe responder con galantería "Los caballeros hermosos no tienen espalda, señor mío".
Sobre lesbianas se ha escrito mucho. Carla di Vulva, en su opúsculo "Reglas de cortesía de amigas enamoradas", defiende la tesis de que las mujeres no pueden acariciarse de cintura para abajo sin haberse besado previa y mutuamente los párpados. Por el contrario Nicole de la Plaisanterie opina en su ensayo "Manual de etiqueta de la mujer" que la ceremonia del beso en los párpados es moda tardía de finales del siglo XVIII, siendo lo adecuado y tradicional lamer los párpados en lugar de besarlos. La discusión, en tema tan candente, queda abierta y en la actualidad hay tantas partidarias de la primera solución como de la segunda. Mi particular opinión sobre el tema carece de interés. Me la reservo.
Para acabar, unas líneas sobre las orgías. Si hay mucha gente, se impone el protocolo. La persona de mayor autoridad dará por comenzada la orgía con la fórmula clásica: "Follad, follad, que el mundo se acaba". Resulta complicado determinar la prelación si todos están desnudos. Se recomienda, en consecuencia, establecer el protocolo antes de desvestirse, sabiendo que las autoridades civiles van por delante de las militares y que éstas preceden a las eclesiásticas.
Por ahora es bastante, amable lector. He esbozado el aeiou de las reglas de etiqueta en los juegos erótico y confío en que haya quedado instruido en la materia. Si desea profundizar más, le recomiendo consulte la célebre obra "Respetos e cortesías que han de guardar entre sí goçadoras e goçadores de lecho e almohada" del bachiller Estebanillo de Moncada. Es una obra maestra en su género. Si la leen, me estarán siempre agradecidos.