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El diablo y yo

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El diablo y yo

Llaman a la puerta. Abro. Es el diablo.

No lo conocía de antes, pero sé que es él nada más verlo. Es rubio y bajito. Sonríe con cierta malicia. Le invito a pasar. Nos sentamos.

"Te preguntarás el por qué de mi visita.-se arrellana en el silloncito del recibidor- Muy sencillo. Has sido agraciado con un premio parecido a los que inundan el correo, pero en tu caso el premio es de veras porque el concurso lo organizo yo y cuando me pongo en Satanás soy serio como un demonio. ¿Que qué has ganado? Amigo premiado, puedo concederte el control mental sobre los demás. Serán esclavos tuyos. ¿Quieres darle a viejo juego del metisaca con una hembra bravía de esas que gimen más que las tenistas cuando le dan a la pelota? Eso está hecho. ¿Te apetece pellizcar las tetillas de las nenas de doce años y un día? Disfrutarás, te lo garantizo, tienen los pezones en flor. ¿O prefieres un número fuerte de cuero, látigo y antifaz? También puedo hacer que te laman la suela de los zapatos, que agradezcan que les escupas a la cara, porque el amo eres tú y salga el sol por Antequera. Pero no, eso no te va. Ni las jovencitas ni el cuero. Cambiemos el tercio. ¿Quieres una mujer hecha, mayor, de esas que saben más que yo y que además son la mar de agradecidas? No te arrepentirás. Se mueven en plan batidora. Saborean cada minuto como si fuera el último. ¿O te inclinas por enseñar a como va el kilo a una virgen y ser su primera vez? Serás testigo de su deseo, de la lucha entre su deseo y su temor, del ay que le tensa los músculos al tú penetrarla, de su dejarse llevar por tu empuje…¿Te gusta? ¿O eres de los que miran en vez de actuar? También puedo satisfacer tus deseos. Llenaré tus tardes de niñas que se desnudan en la casa de enfrente".

Pero hablo demasiado. Ni siquiera me has rellenado el cuestionario. Tampoco te he hecho la entrevista. Vamos a ver. ¿Soltero¿ ¿Casado? ¿Divorciado? Casado. Bien. Y ¿qué me dices de las amigas de tu santa esposa? ¿Verdad que le darías a alguna un buen revolcón? Sé infiel y no mires con quién, que decía aquella película. Y si la amiga es negra, mejor que mejor que lo interracial tiene su morbo.

Pero tal vez seas adicto al intercambio: yo te presto mi chica, tú me prestas tu chica, y todos a darle gusto al cuerpo, bien de dos en dos, bien en plan orgía que llega el momento en que ya da igual seis que dieciséis, y si solo se es un trío parece que falte algo, se está como cojo, en plan eremita solitario. ¿No te va eso tampoco? No ocurre nada. Sigo con el muestrario. ¿Cómo te ves en plan violador? ¿Te pones si imaginas que le arrancas a la chica las braguitas de tirón y le separas las piernas mientras llora y grita, se resiste y grita más fuerte aún? Puedo conseguir que no te pillen nunca. Ni aunque se lo hagas a tu propia hija que a nadie le importa lo que pase en familia. Oye, eres difícil de contentar. Tal vez lo que te ponga a diez mil sea coleccionar braguitas usadas y zapatos que huelan a pies que sobre gustos no hay nada escrito. Por mí, perfecto. O tal vez tu deseo más oscuro sea ser feliz con tu caballo, o con tu perro, o con tus gusanos de seda, que harán cosquillitas cuando busquen hojas de morera por tu miembro. ¿O te va más un tío? Luchar a mandoblazos, cada quien con su arma en la mano, tiene su aquél, te lo garantizo. Yo estoy abierto a todo. Tanto me da que te coma la verga una nena como un tío, y tanto me da que encules a una chavala como que te encule un holandés recaudador de impuestos. Estoy para servirte y punto. No estoy para juzgar.

Y tampoco tiene que ser o blanco o negro. Puede ser gris. Ni carne ni pescado. Ni hombre ni mujer. Alguien con unas buenas tetas, una boca de morder y un cacharro entre los muslos como el obelisco de esa plaza de París que es como muy famosa. O espera: Tal vez tu deseo más oscuro, aunque te resistas a confesarlo, sea sentir como sienten las mujeres. Sería explorar territorios desconocidos, tener puntos G hasta en el frasquito del pintauñas. Puedo hacer que tus fantasías eróticas se realicen. Si fueras mujer, pechos grandes y chocho hambriento, seguro que te irían los maduros. Las personas corridas tienen su aquél, no confunden el clítoris con el grifo del baño como los novatos. Y siendo mujer tampoco estaría mal enrollarte con una amiga. Ya sabes, besos dulces, dedos expertos y lenguas corredoras. Y sin riesgo de quedarte embarazada."

Calla un momento y se lo agradezco, la verdad. Hasta ahora mismo, me he remediado con la masturbación, que es el legítimo ejercicio de los derechos del amor propio y con algún que otro chat cachondo, que el sexo virtual a nadie daña. Tanta propuesta y tanta novedad me atonta un poco. Además, nada tiene sentido. Parezco vivir una parodia del doctor Fausto. Pienso lo que pienso y me decido a hablar:

"Mira, Satanás, yo me muero por ser el mejor autor de narraciones eróticos, por escribir grandes relatos y grandes series, por combinar textos subidos de tono, que se decía antes, con otros de risa e incluso educativos, por redactar mis confesiones sobre erotismo y amor, por ser un Lawrence, un Nabokov, un Miller, una Margarita Duras, una Colette. Hazme sabio en la especialización de sexo que más me convenga para ser ese escritor maravilloso que ansío ser."

El diablo se rasca el cuero cabelludo cuidando de no pincharse los dedos con los cuernos.

"El caso es- dice tras pensárselo un rato- que uno o disfruta o escribe. Si disfruta de veras ¿para qué tiene que perder el tiempo escribiendo si puede emplear ese tiempo en seguir disfrutando? El mejor favor que te puedo hacer para que seas un gran escritor, es dejarte como estás: una masturbación de vez en cuando y a correr."

"Si eso es lo mejor…"

"Lo es"

Lo dice tan seguro que no tengo inconveniente alguno en firmar en la línea de puntos justo bajo de donde dice que le he vendido el alma a cambio de ver satisfechos mis deseos. Solo cuando se va empiezo a sospechar que el Satanás de los huevos me ha tomado el pelo.

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