La manzana de Adán
Los justos estaban aburridos y no sabían de qué hablar. Ni siquiera les distraía dar la bienvenida a las almas recién llegadas al cielo desde la Tierra o el Purgatorio. Cantaban. Callaban. Volvían a cantar. Simplemente estaban. Se aburrían.
Tomados de la mano, aparecieron Eva y Adán. Venían, purgada su culpa, a descansar entre ellos.
Se produjo revuelo y el más decidido de los bienaventurados se dirigió a la pareja:
"¿Por qué comisteis aquella manzana? Estaba prohibido."
Eva y Adán sonrieron y guardaron silencio.
Solo cuando los justos repitieron a coro la pregunta, habló Adán. Lo hizo con dulzura, casi en susurro:
"Dios nos creó adultos-dijo- Conocíamos los misterios de la vida y no ignorábamos nada, pero teníamos la inmensa pena de no haber sido niños. Por eso un día robamos una manzana. Era la forma de sentirnos chiquillos."
Los justos pensaron en su infancia:
"En mi pueblo había un huerto con una higuera "
"Y el guarda nos dio de perdigonadas "
"Si hubierais probado aquellos melones "
No estaban ya aburridos. Disfrutaban. Y quién más, Adán, que de vez en cuando metía baza:
"Pues aquella manzana "
Y es que, gracias a la manzana de Adán, los justos tuvieron conciencia de encontrarse en la Gloria.