Poemas de fuego: Sonetos del beso
I
Soneto del beso endurecido
Hay un beso pujando en mi garganta
para llegar a ti que lo rehuyes.
Tú lo ignoras, amor, pero construyes
golpe a golpe este beso. Se levanta,
se hace fuerte y crecido, se engarganta,
me llena por entero Tú lo huyes
no viendo que en la huída contribuyes
a que me duela el beso, que agiganta
toda su fuerza en mí. Ya es beso-roca
que pesa en mi sustancia y mi sentido
y, por quitarme el aire, me sofoca.
¿Qué haré con este beso que ha nacido,
al no quererlo tú, para en mi boca
dejar su hiel de beso endurecido?
II
Soneto de la crecida de amor
¿Cómo puede caber tanta ternura
en el cuenco de un beso? ¿Cómo puede
crecernos el amor sin que se enrede
en las sienes, la piel y la cintura?
¿Cómo puede empapar nuestra estructura
tanto el amor, que allí el amor se quede?
¿Cómo puede llenarnos? ¿Qué sucede,
que nos colma su fuerza y su textura?
¿Puede haber tanto amor? No lo sabía.
Solo sé que te quiero y nos besamos.
Lo demás ¿Y que importa lo demás?
Solo sé que besándote estaría
cada instante del tiempo que vivamos
y todavía, amiga, mucho más.
III
Soneto a través de Cortázar
Para encontrar tu centro, en zambullida,
con el rotundo trazo de la roca,
a plomo me sumerjo, y en tu boca
buceo mientras lato con tu vida.
Somos uno en plural y dulce herida
donde sangra el amor, donde se aboca
nuestra fuerza que muda cuanto toca
en sensación de luna estremecida.
Es bueno este vibrar, común latido,
en un nuevo reloj, solo dulzores,
en tanto el beso crece compartido.
Y ¿sabes? En tu boca, amor de amores,
siento que de repente te ha nacido
un milagro de peces y de flores.