El ritmo vital
Le vi solo en tres ocasiones. Era un tipo original. Le recuerdo con simpatía pese a los años trascurridos.
Nos conocimos en un bar de los de antes, en que el mármol cubría mesas y mostrador. Nos presentaron y, a poco, charlábamos con confianza, como viejos camaradas.
"Usted y yo hemos conectado. dijo- Hay personas que simpatizan instintivamente, en tanto que otras se repelen. No es cuestión de atractivo personal. Es algo más hondo. He pensado en ello y creo que la clave de estas atracciones estriba en lo que llamo el nivel vital".
Paladeó mi extrañeza, me ofreció un cigarrillo y tomó otro.
"Sí. siguió- El nivel vital y el ritmo vital: dos conceptos fundamentales en la vida de relación. Cada persona tiene un nivel vital que viene condicionado por muchos factores: carácter, cultura, medios económicos, profesión. Una persona se encuentra a gusto con quienes tienen un nivel compatible con el suyo. No es clasismo ¿eh? No es que los individuos hayan de pertenecer a la misma esfera social para entenderse. Es otra cosa. No sé definirla, pero la siento. Es el nivel vital."
"Pero los niveles no están congelados. Las personas viven, y la vida obra cambios en su personalidad. El nivel de cada individuo se halla en constante evolución, y esa evolución tiene una trascendental importancia. Ahí entra el ritmo vital, que puede igualar dos niveles antes muy distantes o distanciar dos previamente compatibles. Esa es la explicación de los alejamientos que se producen sin causa aparente: Quienes los sufren tenían antes un mismo nivel vital, pero su ritmo de evolución ha sido distinto y su comunicación ha desparecido".
"Por eso, usted lo habrá experimentado, si nos encontramos con un antiguo compañero de escuela, nos damos cuenta, pasada la primera alegría, de que ahora no es como antes, de que se ha roto algo que no podemos arreglar. Hablaremos animadamente mientras recordemos viejos tiempos (nuestros antiguos niveles comunes) pero, saliendo de ahí, no sabremos decirnos otra cosa. Nuestro ritmo vital fue distinto y nos ha distanciado".
"¿Usted comprende y se inclinaba hacia mí hablando- lo importante que sería poder determinar el ritmo vital de una persona? Evitaríamos matrimonios que, a la larga, resultarían desgraciados, porque muchos solo coincidieron en el mismo nivel unos meses, podríamos escoger amistades sin temor a posteriores desengaños, tendríamos el mundo en nuestras manos, porque el nivel vital lo conocemos, -es como ahora somos- pero el ritmo nos es desconocido y, sin embargo, debe tener una fórmula. Se trata de encontrarla".
Hablamos todavía un rato. Luego nos despedimos. Quedé pensando en aquella extraña teoría sobre la amistad.
Volví a verle unos meses después. Fue en la calle. Le saludé cordialmente. Me tomó del brazo.
"¿Lleva usted mucha prisa?" se interesó.
"No demasiada".
"Le invito a tomar un café. me propuso- He de charlar con usted."
Entramos en un bar y pedimos unos cortados. Mi acompañante apuró la bebida antes de abordar el tema.
"Casi lo tengo ya sonrió- Llevo muchas noches en vela intentando construir la máquina que pueda medir el ritmo vital de las personas y estoy a punto de conseguirlo. Todavía no puedo decirle más, aunque será de los primeros en saber de mi éxito. ¿Se imagina? Seré famoso, me aclamarán como benefactor de la humanidad. Cada persona, gracias a mí, llevará impreso en una esquina de sus tarjetas de visita "Ritmo vital tantos coma tantos". Al tomar una tarjeta sabremos si estamos conociendo a un ser sin interés para nosotros o a un amigo para toda la vida. Esto es algo grandioso. Inconmensurable."
Nos despedimos al cabo de un rato. Se le veía feliz. Rebosaba optimismo.
La tercera vez fue en una boda. Estaba, como yo, entre los invitados. Le interrogué sobre la máquina:
"¿Qué tal los experimentos?".
Me miró largamente.
"Ya no hay experimentos"- suspiró.
"¿Y eso?"
Me tomó del brazo y me llevó aparte.
"Mi máquina era maravillosa. La ideé para investigar en la psique humana y discurrir sobre la vida y puse tanto amor en ella que se convirtió en algo con vida propia. Solo vivía para mí yo la había creado- y yo vivía solo para ella. La última vez que usted y yo nos encontramos estaba al borde del gran descubrimiento. Luego pasó lo que pasó".
"¿Fracasó la máquina?"- aventuré.
"No, no es eso. sonrió tristemente- Es algo mucho más duro. La máquina es un éxito. Conseguí lo que me propuse. Pero, cuando hablé con usted, la máquina y yo teníamos un mismo nivel. Nos amábamos. Nos comprendíamos. Ahora ya no. La máquina es perfecta y tiene un ritmo endiabladamente más rápido que el mío. Sigue registrando datos, dando cifras, ofreciendo resultados, pero todo es inútil: nuestros ritmos son muy distintos. Estudio su proceso y no lo comprendo. En realidad la odio. Averiguó el secreto y no pudo dármelo. La tengo noche y día frente a mí y, a cada momento que trascurre, tengo menos posibilidades de comprenderla porque se distancian más nuestros niveles. Es el ritmo vital ¿sabe? Ese ritmo existe y a mí se me ha escapado de las manos. Por favor, hablemos de otra cosa".
Pero no hablamos más. Simplemente se perdió entre los invitados. Son cosas que pasan.