Poemas de fuego: Sonetos del deseo
I
Soneto de tu presencia
Me surges, poderosa, en cada esquina
y aun sin estar, estás, porque te veo.
Tan fuerte y tan total es mi deseo
que hace creer aquello que imagina.
Y así cada cortina es tu cortina,
cada taconear, tu taconeo,
y me llena el vibrar de tu cimbreo
en cada cimbrear que se aproxima.
Eres tú la ciudad y estoy seguro
de verte en cada calle, en cada giro,
en cada detenerme, en cada muro.
Estás en todas partes donde miro,
y estando tan presente, te aseguro
que respirando el aire, te respiro.
II
Soneto de tus pechos
¿Se comerán tus pechos los gusanos?
¿Se perderán tus pechos en baldío
sin sentirse llevados por el río
agridulce que brota de mis manos?
Son tus pechos tan pares, tan hermanos,
su tacto tan suave, dulce y mío,
que por no acariciarlos, desvarío
y los sueño, colinas en mis manos.
Mis manos se me van hacia tu piel,
mis manos se me van por lo derecho
hasta hacerse una carne compartida.
Tu pecho ya es mi pecho y hacia él,
en mi mano, que es copa de tu pecho,
beberemos amor de amanecida.
III
Soneto de la tarde más larga
No hubo tarde más larga que esta tarde.
El tiempo no discurre. Mudo y quieto
permanece el reloj, mientras me inquieto
porque el tiempo su tiempo así retarde.
Arde mi corazón, mi frente arde
pensando en desvelarte mi secreto.
Hoy me retaste, amor, y ante tu reto
nunca seré indeciso ni cobarde.
Está noche será. Firme y seguro,
me lo repito diez cien y mil veces.
Esta noche será. Sin vacilar.
Las manos de mi amor, te lo aseguro,
te buscarán, agudas como peces,
para poner temblores en tu mar.