Historias no eróticas: Niev la hechicera (3)
Niev, decidida a vengar la muerte de su madre y de su hermana a manos de las tropas de Esejot, jura vengarse y dar muerte al caudillo guerrero, que, sabedor de tal propósito, pone precio a la cabeza de la hechicera.
V
El hombre-águila
Inopinadamente cambió el viento. Segundos antes soplaba el húmedo levante que fue sustituido, en un abrir y cerrar de ojos, por un frío mistral. Niev percibió un ligero aroma de almizcle en la primera ráfaga del viento nuevo. No pudo evitar un mohín de contrariedad. Sabía lo que significaba el aroma y todavía no se encontraba preparada para el gran momento. Tenía que ganar tiempo como fuera.
Nen *, el hombre-águila, se apercibió demasiado tarde de su error. Llevaba siguiendo un día entero a la mujer, procurando caminar a contraviento con el fin de evitar ser descubierto por su característico olor, en tanto intentaba convencerse de que no espiaba a la persona equivocada. Por fin se había convencido. El respingo de Niev la había delatado. Solo las hechiceras del linaje de Niev contaban con olfato tan fino y conocimientos tan precisos sobre los hombres-águila, como para descubrirlo con esa facilidad.
-Bien, Niev susurró con lo que las águilas entienden por sonrisa- Los dos sabemos que comenzó el juego.
La mujer detuvo su marcha y Nen hizo lo propio. Se refugió tras de un grueso tronco y observó como ella abría el hatijo en que guardaba las hierbas más raras y valiosas. Siguió con sus ojos agudos y diminutos los primeros movimientos de Niev. Vio así cómo reunía ramillas secas y prendía un fuego, como ponía sobre él el cuenco en que había desleído en agua unas semillas de agradable aspecto y cómo canturreaba en un extraño idioma mientras preparaba el cocimiento.
"Sí, hombre-águila, pensaba Niev en tanto seguía con su salmodia- Estás ahí, medio oculto tras el tronco del acebo. Lo sé, sé que lo sabes y sabes que lo sé. Lástima que no llegaras una semana después. Me has descubierto demasiado pronto. Tendré que apresurarme. Sí, bonito. Me consta que no puedo seducirte. Las mujeres te dicen lo mismo que los trozos de corcho. Pero, sábelo, necesito ganar tiempo. Soy tu amiga y te he preparado tu bebida favorita...con unas pequeñas mejoras. Imagina: Es una infusión de flores silvestres. Sé que te pierdes por ese cocimiento. Te atrae como la piedra imán al hierro dulce. Bebe. Lo dejaré aquí, como al descuido, y me retiraré unos pasos. Seguro que, por muy desconfiado que seas, por muy avisado que estés, vendrás y lo beberás de un trago. Soy una experta. Ni el aroma ni el sabor delatan el ingrediente que añadí, ese componente secreto que no acabará contigo, pero pondrá plomo en tus alas y te obligará a emplear días en un vuelo que realizarías en un par de horas en condiciones normales. No te eliminaré. Deseo que Esejot sepa donde me encuentro. Y lo sabrá, pero todavía no".
La mujer anduvo hasta el camino dónde aguardaba Sonymoon. El hombre águila, al ella alejarse, salió de detrás del tronco y se acercó cautelosamente al cuenco humeante. Lo olfateó con deleite. Miró a un lado y otro y, ya tranquilo, tomó el cuenco entre sus garras aceradas y lo apuró hasta la última gota. Luego se relamió de gusto.
Niev lo había estado observando de reojo. Cuando Nen hubo trasegado la bebida, la mujer exhaló un suspiro de alivio.
"De todos modos he de apresurarme reflexionó- Ha comenzado la cuenta atrás."
Reemprendió camino. El hombre-águila intentó seguirla, pero el unicornio se movía demasiado rápido para él. Pronto lo perdió de vista. **
Notas al capítulo V:
* Así como en la mitología griega se tiene a Icaro como precursor de la aviación, en los pueblos nórdicos se considera que fue Nen, el primer hombre-águila, quien construyó los cimientos de las comunicaciones aéreas. Esta hipótesis se ha discutido mucho, pero la apoyan bastantes de los estudiosos del tema.
** Aquí sí hay unanimidad. Podrá discutirse si Nen inventó o no la aviación, pero lo que no admite duda es que a él se debe, en colaboración con Niev, el invento del retraso en las salidas y llegadas de las aeronaves de pasajeros.
VI
Vivir, soñar
Soñó que soñaba *. Sabia que dormía y, al tiempo, pese a la evidencia de sus párpados cerrados, se veía dormir: Niev, arrebujada bajo el cobertor, acompasaba su respiración con el pausado ritmo del reposo, y la otra Niev , siendo la misma, velaba su propio descanso.
Soñó que reposaba tras la larga jornada de marcha. Soñó se vio soñar- peinándose el cabello, disponiéndolo en dos trenzas simétricas dos serpientes de fuego-. Caía la noche y la brisa caminaba de puntillas por la arboleda. Las tierras frías, ahítas de sangre y de muerte, saboreaban la trama y la urdimbre de la calma. Luego el silencio perdió su forma, herido y roto por los galopes. Eran tres guerreros montando tres caballos. Vieron a la mujer, refrenaron la marcha, y descabalgaron.
Niev soñó se vio soñar- que saludaba a las recién llegados. Cruzaban sus pechos las bandas verdivioletas de los ejércitos de Esejot y sus sillas de montar mostraban muescas trazadas a cuchillo en cantidad igual al número de enemigos derrotados. Eran cazarrecompensas y la buscaban precisamente a ella. Niev lo supo en el sueño. Supo también que había llegado el momento de la prueba.
"Soy Niev y es a mí a quien buscáis les dijo- Soy una pobre mujer desvalida. ¿Se necesitan tres hombres para reducirme? Despreciáis tanto el oro cómo para dividir en tres partes la recompensa?"
El más recio sonrió. Se rascó la hirsuta cabeza y desenfundó la espada.
"Si has de herirme, hazlo ya".
El guerrero miraba los pechos de Niev que subían y bajaban bajo la fina camisilla. A cada momento le parecían más firmes y redondos.
"No, no te mataré. Tengo distintos planes".
Niev se encaró con los otros dos hombres que aguardaban un paso atrás.
"¿Y vosotros? ¿No tenéis nada que decir?"
Echó hacia atrás los hombros. Quedó erguida. La ropa liviana revelaba, más que cubría, las rotundas líneas de su cuerpo Adelantó el pie izquierdo y el movimiento tensó la falda que modeló sus muslos. La luz de la luna llena le arrancaba chispas del cabello. Se llevó las manos a la nuca y, despacio, muy despacio, fue destrenzándolo y lo extendió en caricia por hombros y espalda.
El sueño avanzaba a saltos. Un segundo atrás, el hombre recio esgrimía la espada,- en el sueño que se veía soñar-, y los otros dos permanecían en la sombra. Al instante siguiente, los tres guerreros se acuchillaban mutuamente en lucha breve de apenas una docena de espadadas. En tan corto trecho, tajo va, tajo viene, un vaho de sangre empapó de cuerpos derrumbados el sueño de Niev. Deseó despertar. Puso todo su empeño en hacerlo. Consiguió apercibirse de que ya no soñaba que soñaba, porque había salido de las zonas más profundas. Ahora soñaba tan solo. Prosiguió con su esfuerzo de dar la vuelta atrás, de desandar lo andado. Bastaría un nuevo empujón para despertar. Sintió que le volvía la consciencia y recuperaba el dominio de sus párpados. Podía abrirlos y rodearse de realidad. Sí. Ya está. Adiós, pesadillas.
Se incorporó y miró a su alrededor. Tres caballos ramoneaban en amistoso compadreo con Sonymún ahora más Mun que Sony ya que la cercanía de la lucha lo había vuelto macho-. Destacaban manchas oscuras, aquí y allá, en la hierba pisoteada. Y estaban los cuerpos. Dos de ellos yacían muy quietos en tierra, los ojos abiertos e inmóviles. El tercer hombre estaba vivo. Se quejaba. Se oprimía el pecho con las manos en un fracasado intento de contener la sangre que se le escapaba con la vida.
Niev se pellizcó el brazo y sintió dolor. No había duda. Estaba despierta y bien despierta.
Suspiró. En ocasiones se viven los sueños.¿ O quizá ocurra que se sueña la vida?
Notas al capítulo VI:
* Es bien sabido que uno sueña que sueña si, al dormirse, consigue que se duerma a la vez su propio reflejo en el espejo. Cómo consiguió idéntico efecto Niev sin la ayuda de un cristal azogado, escapa a la comprensión de la ciencia. La única explicación posible nos remite a la magia y a la hechicería.